
Lucas 12:50 dice: “De un bautismo tengo que ser bautizado; y ¡cómo me angustio hasta que se cumpla!”. La palabra griega traducida “angustio” tiene un significado muy maravilloso que es difícil de expresar en la traducción. Aunque la traducción china es en cierto modo más clara, aún no se acerca a comunicar el significado original. El significado original de esta palabra se refiere a una persona que está confinada en una casa o que es puesta en un cajón y, por lo tanto, se siente constreñida y apretada, sin ninguna libertad ni espacio.
El Señor dijo que Él tenía que ser bautizado de un bautismo y que se sentía presionado hasta que éste se cumpliera. Él tenía que ser bautizado de un bautismo, y este bautismo era Su muerte, la muerte en la cruz. Muchos que no conocen el misterio de la vida de Cristo piensan que el Señor Jesús temía morir en la cruz. Sin embargo, este versículo nos muestra que el Señor estaba muy deseoso de morir en la cruz. ¿Por qué? Porque en Él se hallaba oculta una vida poderosa, ilimitada y eterna, y Su mayor deseo era poder liberarla.
Los cristianos a menudo usan el término vida eterna, pensando que la palabra eterna únicamente se aplica con respecto al tiempo. Es por eso que para ellos la vida eterna únicamente denota la vida que dura para siempre. Sin embargo, según las Escrituras, la palabra eterno significa “infinito”, no sólo en tiempo, sino también en espacio. La vida eterna es la vida infinita. Esta vida trasciende el factor del tiempo puesto que el tiempo no puede contener ni medir esta vida. De igual manera, el espacio tampoco puede contener esta vida debido a que es eterna e ilimitada. Así como Dios es infinito, también Su vida es infinita. Él trasciende el tiempo y el espacio; Él trasciende todas las cosas puesto que es el Dios infinito.
Un día este Dios infinito entró en un pequeño hombre que, a diferencia de Dios, era finito. ¿Sabe usted cuánto espacio cada uno de nosotros ocupa? Todos los que ayudaron a construir el salón de reuniones saben que cada persona ocupa un espacio de sólo 3.75 pies (aprox. 42 cm) cuadrados. Usted ocupa no más de dos pies (22 cm) cuadrados cuando está de pie y no más de diez pies (1.11 m) cuadrados cuando está acostado. El hombre es ciertamente pequeño y limitado. Más aún, si usted está en Taipéi, no puede estar a la vez en Tainán, y si está en casa no puede estar al mismo tiempo en el salón de reuniones. Estamos demasiado restringidos. Recuerden que la condición finita del hombre es todo lo contrario de la condición infinita de Dios.
¿Qué es la encarnación? Es Dios mismo que entra en el hombre y se mezcla con él. Dios es infinito y el hombre es finito. La encarnación es la mezcla del Dios infinito con el hombre finito. Si usted me pusiera en un cajón de 3.75 pies (42 cm) cuadrados, me sentiría constreñido, apretado y atado cada segundo que estuviera allí. Si estuviera allí por un minuto, me sentiría presionado durante todo ese minuto.
Todos aquellos que conocen la Biblia y el misterio de la vida de Cristo dicen que aunque Dios es el Dios infinito, un día entró en el Jesús nazareno y se confinó a Sí mismo dentro de este hombre finito durante treinta y tres años y medio. Puesto que el hombre es un ser de una condición baja, así también fue Su parecer. Antes de la encarnación, Él era infinito e ilimitado, pero después de encarnarse llegó a estar muy limitado dentro de Su carne humana. Mientras estaba en Galilea, no podía estar en Judea; si estaba en la casa de Pedro, no podía estar en la casa de Jacobo. Cada día Él estuvo muy restringido mientras estuvo en la tierra. En principio, antes de encarnarse, Él trascendía el tiempo y el espacio; pero a fin de entrar en el hombre, Él entró en el tiempo y en el espacio. Cada día que vivió como hombre fue un día en que estuvo muy restringido. Fue por esto que dijo que “de un bautismo tengo que ser bautizado”, lo cual se refería a Su muerte. Él se sentía presionado para poder cumplir este asunto.
¿Qué efecto tiene la muerte? La muerte lleva a cabo la obra de quebrantamiento. ¿Qué necesita ser quebrantado? El cascarón humano tiene que ser quebrantado. ¿Dónde es quebrantado? En la cruz. Muchos piensan que la muerte de cruz es solamente un sufrimiento que implica castigo y dolor. Sin embargo, todos aquellos que conocen la cruz, saben que la cruz es más que un sufrimiento que implica dolor y castigo. La muerte de cruz hace que el cascarón humano sea partido y quebrantado para que la vida ilimitada pueda ser liberada del hombre interior. A esto se refería el Señor cuando dijo: “De un bautismo tengo que ser bautizado”. Él se sentía muy restringido en la carne humana, y por eso anhelaba ir a la cruz para ser quebrantado. Su muerte, por lo tanto, era un quebrantamiento que permitía que la vida ilimitada que estaba en Él fuera liberada.
En Juan 12:24 el Señor Jesús dijo: “Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo”. La vida contenida en un grano de trigo está oculta en el interior de la cáscara del trigo y se halla confinada dentro de la cáscara exterior. Sin embargo, si el grano de trigo muere, la muerte logrará que la vida del trigo sea liberada. Así pues, el Señor Jesús dijo que cuando el grano de trigo cae en la tierra y muere, empieza a crecer y luego lleva mucho fruto. Sin embargo, supongamos que ponemos un grano de trigo en una cajita hermosa como muestra de honor y respeto. Si este grano de trigo pudiera hablar, nos rogaría diciendo: “No me rindan honor ni respeto de esa forma. Al estar aquí me siento muy atado. Preferiría que me pusieran en un entorno en el que pueda morir. Estoy anhelando morir, porque la muerte es mi única salida. Sólo mediante la muerte podrá brotar la vida que está dentro de mí”.
Aquellos que conocen a Cristo dirán que la muerte que sufrió el Señor Jesús en la cruz escapa toda imaginación humana. Si le preguntáramos a un musulmán por qué el Señor Jesús murió, diría que Jesús entregó Su vida en sacrificio por la verdad. Si le preguntáramos a un verdadero cristiano por qué Jesús murió, respondería que Él murió para llevar el pecado del mundo y hacerse maldición por amor al mundo. Sin embargo, debemos tener claro que conocer al Señor de esta forma no es lo suficiente elevado ni es acertado. Si le hiciéramos la misma pregunta a un cristiano más avanzado y más espiritual, diría: “El Señor Jesús no sólo llevó el pecado del mundo a la cruz, sino que también logró una gran liberación. Su vida, que estaba oculta dentro del cascarón humano que recibió por medio de María, fue liberada. Esto se debe a que la muerte de la cruz quebrantó Su cascarón humano y rasgó el velo de Su cuerpo físico. De este modo, la vida del Señor fue liberada en la cruz”.
Mientras el Señor estaba en la cruz, un soldado le traspasó el costado con una lanza, e inmediatamente de su costado brotó sangre y agua (Jn. 19:34). La sangre nos indica que Él llevó nuestros pecados y nos redimió. Por lo tanto, la muerte del Señor Jesús fue una muerte redentora, como lo indica la sangre. Sin embargo, en la cruz no sólo brotó la sangre, sino también el agua. El agua alude a la vida. La muerte del Señor no sólo logró que se efectuara la redención, sino que también fuera liberada la vida. Para que Él, como grano de trigo, pudiera ser multiplicado a treinta, a sesenta y a ciento por uno, tenía que pasar por la experiencia de la muerte. Si no hubiese muerto, habría seguido siendo un solo grano; pero puesto que murió, la vida contenida en este grano entró en muchos granos. Él era una simiente que estaba llena de vida. Si no hubiese muerto, Su vida habría permanecido solamente en Sí mismo y no habría podido entrar en Pedro, Jacobo, Juan y los demás discípulos, y en todos aquellos que creyeron en Él. No debemos decir que el tiempo es demasiado largo y que el espacio es demasiado vasto. Si Él no hubiese muerto, Su vida se habría quedado únicamente en Sí mismo y no podría haber entrado en los discípulos. Si Él no hubiese muerto, habría podido andar con los discípulos, mas no podría vivir en ellos.
Lamentablemente, los discípulos conocían la preciosa presencia del Señor únicamente mientras estaba con ellos, pero jamás se les ocurrió que el Señor entraría en ellos y que se mezclaría con ellos. El Señor deseaba entrar en ellos y ser su vida. Fue por eso que dijo que de un bautismo tenía que ser bautizado, es decir, que tenía que padecer la muerte. El Señor sentía que la muerte era una gloria y una liberación, pero los discípulos del Señor estaban tristes. ¿Por qué? Debido a que el Señor tenía que morir. Inicialmente eran trece: el Señor Jesús y los discípulos; si el Señor muriese, ellos sentían que se quedarían como huérfanos. Sin embargo, el Señor les dijo que no se entristecieran porque en tan sólo tres días Él regresaría y estaría en medio de ellos. No sólo estaría en medio de ellos, sino que además entraría en ellos y permanecería en ellos. Antes de eso, si los discípulos estaban en Galilea y el Señor estaba en la tierra de Judea, Él no podía estar con ellos porque se lo impedía Su cascarón humano. Sin embargo, después de que el Señor murió, Su vida fue liberada de Su interior, y después de Su resurrección esta vida entró en todos aquellos que creyeron en Él.
El día en que el Señor Jesús resucitó, los once discípulos estaban reunidos en una casa, y las puertas estaban cerradas. De repente, el Señor Jesús apareció. Después de Su resurrección, Él intencionalmente se apareció a los discípulos para mostrarles que ya no estaba limitado por el tiempo ni el espacio. Los discípulos estaban reunidos en una casa, y las puertas estaban cerradas, pero Él no se vio limitado por estas cosas. ¿Por qué? Debido a que Él ya había trascendido todas estas cosas. Por un lado, Él está por encima de todo; por otro, Él está en todos. Cada vez que alguien cree en Su nombre y lo invoca, el Señor entra en él para ser su vida.
En Hechos, cuando vemos a Pablo, a Pedro, a Juan y a Esteban, lo único que podemos hacer es adorar al Señor, porque Él como el único grano murió y para ese entonces había llevado mucho fruto. Él es Cristo, la vida eterna. Por medio de Su muerte y Su resurrección, todo el que en Él cree, recibe Su vida. Por lo tanto, todo el que cree en Él es Cristo. Pablo, Juan y Esteban eran Cristo porque Su vida estaba en ellos y porque Cristo mismo estaba en ellos.
Supongamos que al comienzo sólo hubiese una sola semilla de trigo, y que después que esta semilla es sembrada en la tierra y muere, crece con el tiempo y se convierte en treinta semillas. Luego, supongamos que después que estas treinta semillas son sembradas en la tierra y también mueren, empiezan a crecer y con el tiempo se convierten en novecientas semillas. De este modo, después de muchas décadas toda la tierra finalmente se llena de trigo. Esto es semejante a la multiplicación de los cristianos. La vida cristiana es una vida que le teme a la comodidad y a los elogios. Para impedir que los cristianos se multipliquen y se propaguen, lo único que hay que hacer es halagarlos sobremanera, ofrecerles una posición prominente, permitirles que disfruten de felicidad y hacerlos sentir muy cómodos. Por el contrario, cuanto más persecución y oposición enfrentan los cristianos, más florecen. Los cristianos no le temen a la persecución de los hombres; le temen más a los elogios de los hombres. Los dos mil años de historia nos muestran que cuanto más mataban a los cristianos, más aumentaba el número de ellos. En el segundo siglo, el emperador romano dio la orden de matar a todos los cristianos. Un día un oficial romano le presentó una carta al emperador, que decía que si continuaba la matanza, la ciudad de Roma se quedaría sin habitantes. ¿Por qué? Porque todos creían en Jesús.
¿Cuál fue el proceso por el cual la vida de Dios tuvo que pasar para entrar en el hombre y ser liberado del hombre? Originalmente, la vida de Dios estaba en Cristo, pero había un solo Cristo en la carne: Jesús el nazareno. Cuando Él estaba en Galilea, no podía estar en la tierra de Judea, y cuando estaba en la tierra de Judea, no podía estar en Galilea. Él era alguien que estaba restringido en la carne, pero un día murió. Desde la perspectiva humana la muerte es algo muy lamentable, pero a los ojos de Cristo la muerte fue algo glorioso, debido a que después de Su muerte Él trascendió el tiempo, el espacio y toda clase de esclavitud. Además, desde el día de Su resurrección, Su vida entró en el hombre.
En Hechos Pedro y los demás apóstoles dieron testimonio del Señor. Su testimonio era el testimonio de la vida de resurrección del Señor. En aquel tiempo la política romana, la filosofía griega y la religión judía no pudieron acabar con Pedro y los apóstoles. Ellos testificaron, diciendo: “El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándole en un madero” (5:30). Después de la resurrección del Señor ellos trajeron a la salvación a tres mil personas en un solo día (2:41) y en otro día a cinco mil personas (4:4). El Sanedrín quiso arrestarlos, pero ellos dijeron: “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (5:29). Después que la vida del Señor Jesús entró en ellos, todo el Imperio Romano, la filosofía griega o la religión judía, pudieron hacerlos callar. Éste es el inmenso poder que se produjo por la vida de resurrección de Cristo.
Todos hemos tenido la experiencia en la que intentamos hacer el bien, pero no podemos hacerlo. Esto se debe a que somos débiles. No obstante, debemos comprender que puesto que Cristo ha entrado en nosotros, no hay nada bueno que no podamos hacer ni hay ninguna buena obra que no podamos realizar. La vida infinita de Cristo con su infinito poder ha entrado en nosotros. Así como Él es, también lo somos nosotros; y así como Él posee la vida de Dios, nosotros también la poseemos. Además, la vida que está en nosotros es el poder de Dios. Todos los que leen la Biblia saben que los cuatro Evangelios son biografías de Jesús, y que Hechos es la biografía de los discípulos. Sin embargo, hablando con propiedad, Hechos es también la biografía de Jesús. Los cuatro Evangelios son las biografías de Jesús como un individuo, mientras que Hechos es la biografía de Jesús en los discípulos. Por lo que en Hechos no solo hay un solo Jesús, sino que los discípulos del Señor vinieron a ser la iglesia como Su extensión, en el ámbito del tiempo, y Su propagación, en el ámbito del espacio. Después de dos mil años de extenderse y propagarse, este Jesús ahora está en los Estados Unidos y en China al mismo tiempo; Él está simultáneamente en el oriente y en el occidente. Éste es el propósito que Dios desea llevar a cabo. La razón por la cual el Señor Jesús tenía que morir y resucitar era para poder entrar en el hombre y ser la vida del hombre con miras a Su propagación y extensión.
Sin embargo, en el cristianismo de hoy, la gente presenta la salvación de Dios y la verdad de una manera muy superficial. Puesto que no ven el profundo y misterioso contenido de Dios, ellos simplemente les dicen a las personas: “Ustedes son pecadores, pero Cristo murió por ustedes y quitó todos sus pecados para poder darles gozo y paz. Si creen en el Señor Jesús, recibirán únicamente bendiciones y no sufrirán ninguna pérdida”. Algunas veces, cuando las personas no tienen paz, encuentran paz después de que oran al Señor. Lo mismo experimentan en sus negocios; algunas veces su negocio es bendecido cuando oran. Sin embargo, el cristianismo ha pasado por alto un hecho muy precioso: la vida de Dios entra en el hombre en el momento en que éste cree en Jesús.
Usemos como ejemplo la instalación de una lámpara eléctrica. Si todo está listo, pero la lámpara no ha sido conectada al enchufe de la electricidad, la lámpara no puede resplandecer. Pero tan pronto como la conectamos al enchufe, de inmediato la electricidad entrará en la lámpara y la hará resplandecer. Este resplandor no es el resultado de pulir la lámpara ni de que se le saque brillo. Si le sacamos brillo a la lámpara por fuera, pero no la conectamos a la electricidad, ella no resplandecerá. No obstante, una vez que la electricidad entre, la lámpara emitirá luz. Sucede lo mismo con respecto a nosotros los cristianos. No piensen que si ustedes “se sacan brillo” externamente, es decir, si logran mejorar su comportamiento, serán salvos. Si no tenemos la luz, es decir, si Cristo no entra en nosotros y si tampoco tenemos la vida de Dios, aún estaremos vacíos interiormente. Nada podrá satisfacernos hasta el día en que abramos nuestro corazón para recibir al Señor Jesús, no sólo para recibir el hecho de que Él cargó con nuestros pecados, sino además para recibirlo a Él mismo como nuestra vida. Entonces, Él entrará en nosotros y seremos salvos.
Ponemos nuestros ojos en Dios para que nos permita ver que, para una persona que ha sido salva, no hay nada más precioso que el hecho de que Cristo, Dios mismo, esté en él. Un día en 1934 mientras predicaba en Tientsín, pude ver que Cristo estaba en mí. En ese tiempo, sentía que estaba fuera de mí mismo y quería decirle a todo el mundo: “¡No me toquen! Interiormente soy demasiado grande y demasiado glorioso. El Dios de gloria, el Cristo excelente, vive en mí”. ¡Cristo en nosotros es definitivamente algo que es de sobremanera excelente! Cuando nos sentimos tristes, Él nos consuela; cuando estamos débiles, Él nos fortalece; cuando estamos en tinieblas, Él nos ilumina; y cuando no podemos hacer el bien, Él nos reviste interiormente de poder. Él vive en nosotros como nuestra vida y nuestro temperamento. Él es nuestro propio ser. Por lo tanto, ahora para nosotros el vivir es Cristo, y Cristo también es magnificado en nosotros.
Hay un hermano a quien sus compañeros de trabajo lo consideran un hombre bueno y sin tacha alguna; no obstante, ellos piensan que hay algo muy extraño acerca de él; porque siempre predica a Jesús a las personas y les insta a que crean en Él. Por esta razón, los colegas de este hermano le han puesto el apodo de “Jesús”. En realidad esto no es un apodo, sino más bien una gloria, pues de hecho, él es Jesús. Él posee la vida, el amor y el temperamento de Jesús; él es Jesús. Por consiguiente, él puede hacer lo que otros no pueden hacer, y puede llevar una vida que otros no pueden llevar. ¿De dónde proviene su poder? Proviene de Jesús, no del Jesús que está en el cielo sino del Jesús que vive en él.
Aquellos que aún son inexpertos podrían pensar que este hermano está loco. ¿Cómo podría Jesús entrar en un hombre? ¿Cómo podría Jesús ser nuestra vida? Si realmente conocemos este hecho, exclamaremos que Él está dispuesto a entrar en nosotros. Nosotros somos de una condición muy baja y no podemos permanecer de pie en Su luz; sin embargo, Él está dispuesto a entrar en nosotros para ser nuestra vida, nuestra personalidad, nuestro amor, nuestra moralidad, nuestra santidad, nuestra paciencia y nuestro poder. En esto radica el verdadero poder de la salvación de Dios. Este poder es la vida de Cristo en los cristianos.
Si pensamos que creer en Jesús simplemente significa obtener paz, gozo y bendición, entonces únicamente conocemos el aspecto externo del tesoro. Por ejemplo, supongamos que usted va a una joyería para comprar un diamante, y el vendedor pone el diamante en una cajita muy bonita. Cuando sus hijos ven este empaque, ellos quieren la cajita pero no le prestan atención al diamante que está adentro. Lo mismo nos sucede a muchos de nosotros con respecto al conocimiento que tenemos de la salvación. ¿Por qué creemos en Jesús? Creemos en Jesús porque queremos evitarnos sufrimientos y tener paz y seguridad; en otras palabras, lo único que queremos es la cajita hermosa, pero no hemos visto el diamante que está adentro. En 2 Corintios 4:7 Pablo dijo: “Tenemos este tesoro en vasos de barro”. ¿Cuál es este tesoro? Este tesoro es Cristo mismo, Dios mismo.
El pensamiento central de todo el Nuevo Testamento es que el Dios Triuno vive en nosotros y nosotros en Él. El Espíritu Santo está en nosotros, Cristo está en nosotros, Dios está en nosotros, y nosotros estamos en el Dios Triuno. Así que, el pensamiento central del Nuevo Testamento nos muestra que los que hemos sido salvos, tenemos a Dios en nosotros. Es cierto que Dios nos da paz, gozo y bendiciones, pero todas éstas son cosas externas. El contenido intrínseco de la salvación de Dios es Dios mismo, es Cristo mismo. Él es el tesoro que está en nosotros, los vasos de barro.
A menudo decimos que los cristianos tienen que crecer, pero ¿en qué consiste el crecimiento del cristiano? Nuestro crecimiento como cristianos empieza cuando comprendemos que Dios está en nosotros. Cuando fuimos salvos, Cristo entró en nosotros. Sin embargo, es preciso que un día nuestros ojos sean abiertos para ver que Cristo es realmente el tesoro. Este glorioso Cristo, el Dios de gloria, vive en nosotros; Él es nuestra vida. Éste es el primer paso en el crecimiento de un cristiano.
Nuestro crecimiento como cristianos depende de que conozcamos a Cristo como nuestra vida. ¿Qué es un cristiano? En breve, un cristiano es alguien que tiene dos vidas distintas: su propia vida y la vida de Cristo. Una vez que alguien recibe a Cristo, ya no es simplemente él mismo, pues tiene a Cristo dentro de él. Cristo y él han venido a ser una sola entidad. Estas sencillas palabras nos revelan el hecho más elevado, glorioso y misterioso: que Cristo en nosotros es nuestra vida.
Toda persona que ha sido salva tiene la vida de Cristo. Por lo tanto, todos los que son salvos poseen dos vidas: su propia vida y la vida de Cristo. Estas dos vidas viven juntas. Si usted verdaderamente ha sido salvo, muchas veces tendrá la experiencia en la cual percibe que aparte de usted hay otra persona en su interior. Esto es lo maravilloso de ser cristiano; uno no tiene que consultar con nadie, pues hay alguien en usted que es muy maravilloso, al cual usted puede acercarse. Así que, cuando tiene un problema, usted puede confiar en Él. Si hay algo que no logra entender, usted puede preguntarle. Cuando nos sentimos tristes y abatidos por algo, y nadie puede consolarnos, esta persona en usted, como una voz o un pensamiento, lo consolará y lo hará sentirse alegre. Cuando usted esté a punto de perder la paciencia o de pecar, esta persona le rogará que no lo haga y hasta se lo impedirá hacerlo. Además de usted, hay otra persona en su interior. Esta persona es Cristo, Dios y el Espíritu.
Si usted nunca ha tenido esta experiencia, me temo que aún no es salvo porque en su interior no tiene a Dios ni Su vida. Un cristiano, una persona que realmente ha sido salva, tiene interiormente a Cristo como su otra persona. Debemos ver muy claramente el hecho de que Cristo vive en nosotros. La razón por la cual un cristiano es capaz de soportar sufrimientos es que Cristo vive en él; la razón por la cual un cristiano puede sacrificarse y consagrase a sí mismo es que Cristo vive en él; y la razón por la cual un cristiano predica el evangelio con todo fervor es que Cristo vive en él. El poder, la motivación y la carga de un cristiano provienen del Cristo que mora en él.
Hoy en día aun cuando muchas personas son salvas, desafortunadamente no saben que Cristo está en ellas. Algunos tienen apenas un entendimiento incompleto de este hecho y no viven en esta realidad. Es como una persona que aunque que ya tiene instalada una lámpara en su cuarto, prefiere permanecer a oscuras y no enciende la luz. Cristo ya está en nosotros, pero hasta el día de hoy la mayor parte del tiempo no vivimos por Él; en lugar de ello, seguimos viviendo por nosotros mismos. Aunque tenemos a Cristo, no estamos dispuestos a vivir en Cristo. Por ello, todos los días, todos los que son salvos tienen que lidiar con estas dos personas: ellos mismos y Cristo. ¿Cuál de las dos escogeremos? ¿Escogeremos vivir en nosotros mismos o en Cristo? ¿Escogeremos vivir para Cristo o para nosotros mismos? ¿Le daremos lugar en nuestro ser a Cristo o sólo a nosotros mismos? Éstas son las alternativas que todo cristiano debe afrontar personalmente. Debido a que somos personas subjetivas —pues tenemos una mente, una parte emotiva y una voluntad— tenemos que escoger por nosotros mismos. Si decidimos vivir por Cristo, esto agradará a Dios, y esto es lo que Él desea. Pero si decidimos vivir por nosotros mismos, Dios no podrá hacer nada y nos dejará hacer todo lo que deseemos.
La cuestión crucial es si decidiremos vivir por nosotros mismos o por Cristo. Si decidimos vivir por nosotros mismos, nuestro aspecto será el mismo que teníamos antes de ser salvos. La razón por la cual muchos cristianos pasan por incrédulos es que viven en sí mismos. Si vivieran por medio de Cristo, la gloria y la belleza de Dios se expresaría en ellos. Si hemos de vivir en virtud de Cristo o de nosotros mismos, ello dependerá enteramente de nosotros. Dios no tomará la decisión por nosotros. Él desea que nosotros escojamos a Cristo, y Él ha puesto Su vida en nosotros. Sin embargo, Dios jamás decidirá por nosotros. Si no vivimos en virtud de Él, seguiremos viviendo en tinieblas. Supongamos que en esta casa hay una lámpara eléctrica; si nosotros no estamos dispuestos a prender el interruptor, la compañía de electricidad no podrá hacer nada por nosotros. Ahora Cristo está en nosotros, y Dios está en nosotros. La decisión de vivir o no por medio de Cristo depende enteramente de nosotros.