
Este libro es una traducción de los mensajes dados en chino por el hermano Witness Lee del 6 al 8 de mayo de 1983 en Houston, Texas.
Quisiera testificarles que fui salvo antes de cumplir los veinte años de edad y ahora tengo cerca de ochenta; durante estos casi sesenta años, he leído la Biblia casi todos los días, y varias de mis copias de la Biblia en chino han sido muy desgastadas. Llevo veintidós años viviendo en América y también he desgastado varias copias de la Biblia en inglés. En mi cuarto de estudio tengo más de cuarenta diferentes versiones de la Biblia en inglés. Ahora estoy laborando, junto con otros hermanos, en la Versión Recobro del Nuevo Testamento en inglés y he dedicado al menos varios meses a cada libro para escribir las notas de pie de página. Para poder escribir estas notas, he tenido que leer las obras de muchos otros autores y acudir a referencias de autoridad. Después de estudiar la Biblia por muchos años de forma minuciosa y detallada, puedo confesar que la Biblia es realmente el libro por excelencia. Es por esta razón que en inglés la llaman “El Libro”, o sea, que la Biblia es un libro único, un libro que excede a todos los demás libros. ¡La Biblia es verdaderamente un libro muy precioso! Podemos mostrar la preciosidad de la Biblia de la siguiente manera: llevo veintidós años laborando con algunos hermanos americanos y con frecuencia ellos me han dicho: “Hermano Lee, no importa cuál libro de la Biblia escoja usted, después de escribir unas notas y explicar sus respectivos versículos en el entrenamiento, ese libro se convierte en un libro nuevo”. En otra ocasión ellos me dijeron: “Solíamos pensar que no había nada en 1 y 2 Pedro, y que la lectura de dichas epístolas era aburrida y seca. Pero poco después de que usted habló de ellas, estas epístolas han adquirido riqueza y cobrado frescura, y están llenas de revelación y luz”. También me dijeron: “En el pasado, a casi nadie le gustaba leer el libro de Éxodo, pero desde que usted dio los mensajes del Estudio-vida de Éxodo, todos tenemos el sentir de que este libro es realmente precioso. Vemos que todo el libro de Éxodo está lleno de riquezas y revelaciones en cuanto a la persona de Cristo, las cuales nos introducen en la realidad de Cristo. Esto es realmente muy precioso”.
Permítanme darles otro ejemplo. En 1975, cuando hablé sobre el Evangelio de Juan en Washington D. C. di treinta mensajes y más tarde di decenas de mensajes suplementarios, así que ahora el Estudio-vida de Juan impreso contiene un total de cincuenta y un mensajes. Sin embargo, recientemente he tenido la carga de volverles a hablar sobre la esencia del Evangelio de Juan, lo cual muestra que dicho libro es simplemente inagotable.
La revelación bíblica en cuanto al Señor Jesús es muy misteriosa y preciosa. Con razón Pablo dijo: “Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida ... por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor” (Fil. 3:7-8).
En este mensaje estudiaremos diez puntos principales con relación a lo incomparable que es Cristo, basándonos en los versículos bíblicos antes mencionados.
En Mateo 16:16 dice: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. El Señor Jesucristo es incomparable porque Él es el Hijo del Dios viviente. La expresión el Dios viviente significa que Dios no solamente tiene vida, sino que también tiene movimiento. Dios se mueve en el universo, así que Él es el Dios viviente. Jesucristo es el Hijo del Dios viviente.
En Hechos 10:36 dice: “La palabra que Dios envió ... anunciando el evangelio de la paz por medio de Jesucristo (Él es Señor de todos)”. Cristo es el Señor de todos. La palabra todos en realidad incluye a todas las personas, asuntos y cosas, lo cual quiere decir que el Señor Jesús es el Señor de todas las personas, asuntos y cosas. Él es el Señor de todos. En muchas ocasiones he predicado el evangelio basándome en este versículo de la Biblia. Estando en China, una vez dije que todo cuanto existe tiene un dueño, amo y señor; y que no hay nada en este universo que no tenga un señor. Entonces hice la siguiente pregunta: ¿Quién es su señor? Usted tal vez me diga que sus padres son su señor, pero cuando usted crezca, ellos dejarán de serlo porque a la postre tendrán que depender de usted. Las esposas posiblemente digan: “Nuestros maridos son nuestros señores”. Pero si los esposos cayesen enfermos, ellos tendrán que depender de ustedes y ya no podrán ser más sus señores. Así que, ¿quién realmente es nuestro señor? Solamente el Señor Jesús es nuestro Señor. Es verdaderamente maravilloso que sólo aquellos que han creído en el Señor Jesús pueden afirmar que la persona en la que ellos han creído es el Señor de ellos; los que han creído en una religión no pueden declarar lo mismo. Esto se debe a que el Señor Jesús es el Señor único en el universo; aparte de Él, nadie más es el Señor.
Permítanme preguntarles ¿quién es el Señor del universo? El cielo y la tierra son muy vastos, y nosotros, los seres humanos, desempeñamos un papel de suma importancia; no obstante, ¿podríamos afirmar que no tenemos un dueño? Nosotros sí tenemos un dueño; el Señor Jesús es nuestro Dueño, y todos nosotros le pertenecemos a Él. Él es nuestro Señor y sólo lo que Él dice cuenta. Ya seamos padres, hijos, maridos o esposas, todos nosotros dependemos de Él. Él es el Señor de todos y Él es realmente supereminente. De todos los grandes filósofos que han existido sobre la faz de la tierra, tales como Confucio, Sócrates o Platón, ninguno jamás ha osado llamarse a sí mismo Señor. Al contrario, Confucio apenas llegó a decir: “Aquel que ofende a los cielos no puede orar”. Tales palabras nos muestran que él no era el Señor. Pero el Señor Jesús dijo: “Yo soy la luz del mundo”; “Yo soy la vida”; “Yo soy la puerta”; y “Yo soy el camino”. Ninguna otra persona ha afirmado tales cosas sobre sí mismo. A lo largo de los pasados dos mil años todos han creído estas palabras grandiosas dichas por el Señor Jesús porque son palabras verdaderas. Jesús es Señor; Él es el Señor de todos.
Cristo no sólo es nuestro Señor y el Señor de todos, sino también es la Cabeza. Efesios 1:21-23 nos dice que Él está “por encima de todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero”, y que Dios “sometió todas las cosas bajo Sus pies, y lo dio por Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es Su Cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo”. Jesucristo es la Cabeza de todos y Aquel que todo lo llena en todo. Él como Cabeza no sólo está por encima de todo, sino que también está en todos como Aquel que todo lo llena en todo. Él llena los cielos, la tierra y todo cuanto existe. Él es realmente maravilloso y supereminente, pues está por encima de todo principado, autoridad, poder y señorío. Según el lenguaje original de la Biblia, este pasaje alude al cuerpo administrativo de Satanás y a sus ayudantes que están en el aire. Cristo está por encima de todos estos y de todo lo que existe no sólo en este siglo, sino también en el venidero. Además, Dios sometió todas las cosas bajo los pies de Cristo y dio a Cristo como Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia. Cristo fue dado a la iglesia como Cabeza sobre todas las cosas por amor a la iglesia, la cual es Su Cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.
El hombre que carece de Cristo es vanidad. El sabio rey Salomón dijo una vez: “Vanidad de vanidades; todo es vanidad” (Ec. 1:2). Así pues, si usted no tiene a Cristo, su casa, su automóvil, su título de doctorado, todos son vanidad; y si usted carece de Cristo, todo cuanto usted sea –padre, hijo o hija, esposo o esposa–, será también vanidad. Todo es vanidad, y toda persona, todo asunto y toda cosa que no tenga a Cristo es vanidad, pues únicamente Cristo es la realidad. Cristo debe estar en toda persona, asunto y cosa, Él debe llenarlo todo. Cristo, y únicamente Cristo, es supereminente y, comparado con Él, todo cuanto puedan contemplar nuestros ojos es simplemente inferior. Únicamente Cristo, Aquel que es incomparable, es verdadero y real.
Hoy Cristo es la Cabeza de la iglesia. Colosenses 1:18a dice: “Él es la Cabeza del Cuerpo que es la iglesia”.
Quinto, Cristo tiene la preeminencia en todo. Colosenses 1:18b dice: “Él es el principio, el Primogénito de entre los muertos, para que en todo Él tenga la preeminencia”. Si le permitimos a Cristo tener la preeminencia en todas las cosas y en todo lo demás, entonces seremos bendecidos. Debiéramos permitirle que Él tenga la preeminencia en todo: en nuestra vida conyugal, en nuestra vida familiar, en nuestra relación de padres e hijos, en nuestro trámite de compra o venta de inmuebles, en nuestras cuentas bancarias, en nuestra educación y en todos nuestros negocios. Cristo debe tener el primer lugar en todo.
En Filipenses 2:9 dice: “Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre”. Dios no sólo exaltó a Cristo situándole en la posición más alta, sino que también le dio un nombre que es sobre todo nombre. Hoy en el universo, el nombre de Jesucristo sobrepasa a todo nombre; Su nombre está por encima de todo nombre.
En Apocalipsis 19:16 leemos: “Y en Su vestidura y en Su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES”. Cristo es el Rey de reyes y Señor de señores. Verdaderamente tengo fe en esta palabra, y es a raíz de ello que frecuentemente he usado la siguiente ilustración. En la actualidad, incluso en los países comunistas que no creen en la existencia de Dios, se usa el calendario romano. ¿Sabe usted a quién le pertenece ese calendario? Al Señor Jesucristo. Los chinos saben muy bien que cuando un país usa el calendario de cierta persona, ese país le pertenece a dicha persona. Este año es el año mil novecientos ochenta y tres del Señor Jesús, y hoy día el mundo entero usa este mismo calendario. Esto nos muestra claramente que la tierra es de nuestro Señor Cristo. Si bien ha habido numerosos hombres célebres en el transcurso de los siglos, todos ellos han muerto y ya casi nadie se acuerda de ellos. Sin embargo, no sucede lo mismo con nuestro Señor Jesucristo; cuanto más se opongan a Él, más trascendente será. Cuanto más se opongan a Él, más personas terminarán creyendo en Él, y cuanto más personas le opriman, más se multiplicará Él.
En 1949, antes de salir de Shanghái, calculé que en toda China había no más de tres millones de cristianos, incluyendo a los católicos. Sin embargo, hace un par de años leí un artículo publicado en un periódico en Hong Kong que anunciaba la existencia de treinta a cuarenta millones de cristianos en la China continental. Un solo condado de cierta provincia contaba con ciento cincuenta mil cristianos que invocaban el nombre del Señor, oraban-leían Su Palabra y disfrutaban a Cristo. Si usted estudia minuciosamente la historia humana, se dará cuenta que los reyes más inteligentes nunca persiguieron a los cristianos porque sabían muy bien que quienes lo hiciesen no tendrían un buen fin. En la historia contemporánea, Adolf Hitler fue el peor de los perseguidores del pueblo de Dios y tuvo un final terrible, pues murió sin tener ni siquiera un lugar apropiado para su sepelio. La historia también nos relata la caída repentina de todo gobierno que persiguió a Jesucristo. Sabemos que el fin de la dinastía Manchú en China se produjo por instigar a los bóxers a matar a los cristianos. Esta instigación es conocida en la historia moderna de China como la Rebelión de los Bóxers. Con ello vemos que Cristo es el Rey de reyes y Señor de señores. No existe nadie más, ni siquiera los césares romanos, Napoleón ni Hitler, que pueda ser el señor; únicamente Jesucristo es el Señor. Él es el Rey de reyes y Señor de señores.
Cristo es el Primero y el Último, el Principio y el Fin. El Primero, el Último, el Principio y el Fin es Él. Apocalipsis 22:13 dice: “Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Último, el Principio y el Fin”. La primera vez que leí estas palabras en la Biblia no las entendí, y pensaba que la Biblia repetía mucho. Pensaba que ser el Primero y el Último era lo mismo que ser el Principio y el Fin. Sin embargo, la Biblia nos dice que Cristo es el Primero y el Último, es decir, Él es tanto el primero como el último. Él es el Principio y el Fin. ¿No es esto repetitivo? Sin embargo, poco a poco fui recibiendo luz para entender que el Primero significa ser el primero y que el Último significa ser el último. Por eso, en uno de los himnos que cantamos dice:
La misma fuente, Tú y Dios, Precedes toda la creación; Antes del delantero Tú, Antes de Ti nada existió.
El tiempo no te cambiará, Tus años son la eternidad; Nada perdura como Tú; De todo eres el final.
Tal como el Padre, oh Jesús, Perfecto en todo como Él; Alfa y Omega eres Tú, Primero y Último también.
(Himnos, #47)
Por ser el primero, Cristo es el primero en todo, y por ser el último, Cristo es lo último en todas las cosas. Él es tanto el origen como la terminación de todo. Cristo siempre es el Primero, y nadie más le precede a Él. Cristo también es el Último, y nadie más va después de Él. Además, Él es el Principio y el Fin. Uno puede ser el primero y no necesariamente ser quien origina todo lo que sigue; asimismo, es posible ser el último y no necesariamente aquel que todo lo finaliza. Pero Cristo no solamente es el Primero sino también Aquel en quien todas las cosas tienen su origen; y Él no solamente es el Último, sino también Aquel en quien todo tiene su fin. En otras palabras, del principio al fin, Cristo lo es todo en este universo.
Hemos mencionado que Cristo es supereminente, eterno, ilimitado y completo; sin embargo, ¿de qué manera Él llega a ser nuestra experiencia en relación con todos estos atributos divinos? Él llega a ser nuestra experiencia al ser nuestra luz, nuestra vida, nuestra puerta y nuestro camino. En Juan 8:12 el Señor Jesús dijo: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, jamás andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” y en 11:25 añadió: “Yo soy la resurrección y la vida”. Luego, en Juan 10:9 Él dice: “Yo soy la puerta; el que por Mí entre, será salvo”, y en 14:6: “Yo soy el camino, y la realidad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por Mí”. Queridos amigos, ¿quién de ustedes no anhela tener luz, vida, una puerta y un camino? Todo el mundo desea tener estas cuatro cosas. También quisiera decirles que por toda nuestra vida y aun por toda la eternidad, siempre necesitaremos de la luz, la vida, una puerta y un camino, los cuales son el Señor Jesús mismo. Él mismo es la luz, la vida, la puerta y el camino.
Por último, Cristo es el Salvador del mundo. El Señor Jesús, estando en Sicar, una ciudad de Samaria, habló con una mujer samaritana acerca del agua viva de vida. Después de que esta mujer creyó en el Señor, ella dejó su cántaro y fue a la ciudad para dar testimonio de ello a toda la gente. A raíz de su testimonio, muchos samaritanos vinieron al Señor Jesús. Más tarde, muchos más creyeron por la palabra del Señor y le dijeron a la mujer: “Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo” (Jn. 4:39-42). ¡Aleluya, nuestro Señor Jesús es el Salvador del mundo!
Este es el Cristo en Su preciosidad suprema. Cristo es verdaderamente supereminente, ya que Él es el Hijo del Dios viviente, el Señor de todos, la Cabeza de todas las cosas, Aquel que todo lo llena en todo, la Cabeza de la iglesia, Aquel que tiene la preeminencia sobre todas las cosas y Aquel que obtuvo un nombre que es sobre todo nombre. Además, Él es el Rey de reyes, el Señor de señores, el Primero, el Último, el Principio, el Fin, la luz, la vida, la puerta, el camino y el Salvador del mundo. Aquel que hemos obtenido hoy es este Cristo tan excelente.