
Este libro se compone de mensajes dados por el hermano Witness Lee en julio de 1970 en la ciudad de Los Angeles, California.
El capítulo tres de Mateo muestra el principio bajo el cual Cristo fue presentado; esto también aconteció totalmente fuera de la religión. Juan el Bautista fue la persona que presentó y recomendó a Cristo al pueblo. Juan nació en una familia de sacerdotes, pero no permaneció en el sacerdocio ni en el templo, ni siquiera en la ciudad de Jerusalén. Leemos que él se hallaba en el desierto. Vivía como un incivilizado en un lugar salvaje; se vestía con pieles de camello. Levítico 11 declara que el camello era una animal inmundo. Pero Juan parecía decir: “Ustedes dicen, conforme a sus reglamentos religiosos, que el camello es inmundo. Entonces ¡tengo que ser tal camello!” ¿Qué diría usted a esto? Juan actuó de una manera totalmente opuesta a la religión. Considere su dieta. El comía langostas y miel silvestre. No tenía ninguna religión ni cultura; antes bien, se oponía a la religión y a la cultura humana. No estaba en el templo ni tenía ningún altar para ofrecer sacrificios; no tenía nada relacionado con la religión ni con la cultura humana.
Hace algún tiempo en Los Angeles, un hermano vino a las reuniones envuelto en una cobija. Esta cobija fue una prueba para algunas personas. Pero Juan el Bautista se vestía de piel de camello. Por lo menos la cobija era un producto de la cultura, fabricada por el hombre, pero la piel de camello que llevaba Juan el Bautista era completamente salvaje, sin ninguna elaboración. El era todo un salvaje, y era el pionero y el precursor de Cristo. Juan fue aquel que, al ver a Cristo, exclamó al pueblo: “¡He aquí el Cordero de Dios!” Fue él quien afirmó haber visto al Espíritu Santo como paloma descender del cielo sobre Cristo, y que por ello sabía que Cristo era quien bautizaría en el Espíritu Santo. ¿Qué podemos decir a esto? El no dijo nada acerca de los diez mandamientos, puesto que había abandonado completamente todo eso. Más bien, él dijo: “¡He aquí el Cordero de Dios!” El mostró a Aquel que había de bautizar en el Espíritu Santo, y dijo: “¡Arrepentíos!” Juan no le enseñó religión a la gente; sino que los llamó al arrepentimiento, a cambiar su manera de pensar y sus conceptos acerca de la religión y de la cultura. No les pidió que hicieran algo; simplemente los bautizó, los sepultó, los aniquiló. Juan dijo: ”Yo os bautizo en agua, pero después de mí viene Aquel que os bautizará en el Espíritu Santo".
Si Jesús le fuera recomendado de este modo salvaje: ¿Cómo reaccionaría usted? ¿Habría creído en El? ¿Lo habría aceptado? Jesús fue recomendado por una persona salvaje, de una manera salvaje, fuera de toda religión. ¡Aleluya por Juan el Bautista! El era verdaderamente excepcional.
Mateo 4 revela que algunas personas siguieron a Jesús después de que El fue presentado. ¿Quiénes eran ellos? ¿Los sumos sacerdotes? ¿Los escribas? ¡No! Eran simples pescadores galileos. Algunos de ellos pescaban en el mar, otros remendaban sus redes; era gente inculta, pero seguía a Jesús. No empezaron a seguirlo en Jerusalén, ni en el templo, ni siquiera en la tierra santa, sino en Galilea, en una región que era considerada “de los gentiles” (Mt. 4:15).
Como podrán ver: tanto el nacimiento de Cristo, como el encuentro con El, Su presentación, y el hecho de seguirle, todo sucedió completamente fuera de la religión. ¡Aleluya! Cristo vino al hombre; El vino mediante Su nacimiento, y también, al llegar a Su edad adulta, El vino para ministrar. El mismo se presentó al pueblo. El estaba allí y vino a la gente; no se necesitaba ir a buscarlo.
Saltemos los capítulos cinco, seis, siete y ocho, y lleguemos al capítulo nueve, donde ocurrió un hecho interesante (vs. 14-15). Los discípulos de Juan vinieron a Jesús hablando de algo religioso. ¿Puede usted creer que al poco tiempo los discípulos de Juan el Bautista, quien no tenía nada que ver con la religión, cayeron en algo religioso? Podríamos decir que ellos fundaron una nueva religión, y que fueron los primeros en dudar acerca del Señor Jesús. Además, los discípulos de Juan llegaron junto con los discípulos de los fariseos (Lc. 5:30, 33). ¡Vaya compañía! Los fariseos eran los religiosos tradicionales y los discípulos de Juan eran los nuevos religiosos, pues aún no llevaban más de dos años. No obstante, en un período tan breve, los discípulos de Juan se habían vuelto completamente religiosos.
“Entonces se le acercaron los discípulos de Juan, diciendo: ¿por qué nosotros y los fariseos ayunamos mucho, y Tus discípulos no ayunan?” Los discípulos de Juan fueron a Jesús y le hablaron así porque habían visto que Jesús había asistido con Sus discípulos a un banquete, no a una comida ordinaria (Lc. 5:29). Además, lo vieron festejar, no con los sumos sacerdotes, ni con los fariseos o los escribas, sino con los pecadores y los publicanos. Jesús festejaba con los publicanos, ¡qué ironía¡. Esto molestó mucho a los religiosos. Así que, los discípulos de Juan y de los fariseos vinieron a Jesús, y los nuevos religiosos fueron los primeros en reprender a Jesús. “¿Por qué nosotros ayunamos”, le dijeron, “y Tus discípulos no ayunan?" La pregunta era ¿por qué? Y desde el punto de vista religioso los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos tenían toda la razón: es mejor ayunar que festejar. Así que, ellos preguntaron: “¿Por qué nosotros ayunamos y Tus discípulos festejan?”
El Señor Jesús no argumentó ni contestó con doctrinas a la pregunta de los discípulos de Juan y de los fariseos. El les dijo: “Acaso pueden los compañeros del novio tener luto mientras el novio está con ellos?” El no les contestó con una doctrina, sino con una Persona. ¡El se refirió a Sí mismo como el Novio! Les dijo que Su presencia, la presencia del Novio, les proporcionaba regocijo. El Señor Jesús no dijo nada tradicional relacionado con las enseñanzas, con las Escrituras, ni con ninguna cita bíblica. Tampoco dijo nada acerca de Sí mismo como el Dios Todopoderoso, el Creador, el Señor o el Maestro. De acuerdo con el concepto religioso, Dios debe ser así, pero el Señor Jesús no mencionó nada de eso. Por el contrario, El se refirió a Sí mismo como el Novio.
Este Novio es el personaje más agradable de todo el universo. Quizás usted diga que teme a Dios, que quiere agradar a Dios, que desea servirle; todo eso está bien, pero es bastante religioso. ¿Ha pensado alguna vez que su Señor Jesucristo no es solamente el Dios santísimo, el Creador, el Señor todopoderoso y el Maestro; sino que El es su Novio, es decir, la persona más agradable? En presencia del Novio no existe ningún temor. El es tan amable, tan agradable; no hay por qué temer a esta Persona. ¡Aleluya, tenemos al Novio! El Señor Jesús dijo que el Novio estaba allí, la Persona más agradable estaba presente. Supongamos que después de contestar así a los discípulos de Juan y a los fariseos, en seguida Juan, Jacobo y Pedro exclamaran: ¡Aleluya! ¿Cree usted que el Señor Jesús les reprendería? ¡Seguro que no! Por el contrario, El estaría muy contento.
El Señor representa tanto para nosotros: El es Dios mismo, es el Creador, el Señor, el Maestro, el Cordero que quita nuestros pecados y efectúa la redención completa, y El es también aquel que viene con la paloma e imparte vida en nosotros y nos bautiza con el Espíritu. Pero además de todo esto, El es el Novio. Al final de la Biblia tenemos la expresión: “la esposa del Cordero” (Ap. 21:9). Hasta cierto punto este asunto es contrario a la religión y a los conceptos religiosos. Ciertamente El Cordero es el Redentor, pero este Cordero que quitó nuestros pecados en la cruz, es también nuestro Novio.
Entre nosotros hay algunos que tienen poco tiempo de ser salvos, mientras que otros han sido salvos durante más tiempo. Permítanme preguntarles, ¿han orado alguna vez de esta manera?: “Oh Señor Jesús, Tú eres tan agradable; Tú eres mi Novio. Señor, Te amo, Te amo como una novia ama a su novio”. ¿Le han hablado al Señor de esta forma alguna vez en sus oraciones? En cierta medida, aún nos encontramos bajo la influencia del concepto religioso. A cualquier cristiano le es sumamente fácil decir en sus oraciones: “Oh Señor, Tú eres mi Dios, Tú eres mi Padre, Tú eres mi Amo, Tú eres mi Creador”. Podemos decir eso, pero me temo que no acostumbremos a decir: “Señor Jesús, ¡Tú eres mi Novio!”
¿Vemos ahora el concepto religioso? No culpemos a aquellos judíos; más bien, debemos culparnos a nosotros mismos, pues nos hemos vuelto bastante religiosos. Hasta cierto punto seguimos bajo la influencia de la religión. Hablamos de ayuno y oración, mientras que el Señor Jesús dice: “¿Acaso pueden los compañeros del Novio tener luto mientras el Novio está con ellos?” El Señor Jesús no habla de doctrinas ni de ritos religiosos, sino que se presenta como el Novio. Nuestro Dios, nuestro Creador, nuestro Redentor, nuestro Señor y Amo, es ahora nuestro Novio. Debemos abandonar los conceptos religiosos y adoptar algo nuevo. No puedo forzarlos, pero sí les pido que de ahora en adelante, siempre que tengan contacto con el Señor, estén conscientes de que El es Su Novio. ¿Lo harán? No necesitan orar de la manera antigua y religiosa. Temo que cuando se olvidan de Dios, se olvidan quién es El; así que, cuando se vuelven a El, espontáneamente oran de la manera vieja. Es tan fácil orar así. Pero cuando oramos al Señor apreciándolo, todo es diferente. No piensen que esta enseñanza procede de mí; es la revelación del Señor. El Señor la va a recobrar y lo está haciendo ahora. Debemos tener un cambio. ¡Arrepentirnos! ¡Cambiar nuestro concepto! ¡Ser sepultados! ¡Disfrutar a Jesús como el Novio!
En muchas ocasiones, a solas en mi alcoba, me he entusiasmado mucho con el Señor; El representa tanto para mí. El es tan bueno y maravilloso, mucho más de lo que puedo expresar. ¡El es nuestro Novio! ¡Aleluya! El Novio está con nosotros. ¡Tenemos Su presencia! No tenemos solamente la presencia del Dios todopoderoso, sino la presencia del Novio, la Persona más agradable. El es tan precioso y encantador. Así debemos considerar al Señor Jesús.
Cuando se trata de amor, ninguno de nosotros guarda formalidades ni ritos. Si amamos realmente a alguien, abandonamos todas las formas. De lo contrario, nuestro amor no sería sincero. Por tanto, debemos abandonar todo rito y formalidad, puesto que Jesús es nuestro Novio.
Necesitamos cambiar radicalmente nuestro concepto. Cuando asistimos a nuestras reuniones, las reuniones de iglesia, lo hacemos para encontrarnos con el Novio. Cada vez que nos reunimos, venimos para estar con El. Su presencia lo es todo para nosotros. Mientras El está con nosotros, no necesitamos normas, ritos, doctrinas ni formalidades. ¿Por qué el cristianismo de hoy necesita tantas doctrinas, formalidades, ritos y reglamentos? Porque han perdido la presencia del Señor. En una boda disfrutamos la presencia del novio, pero en un funeral, hemos perdido la presencia de un ser querido; en el cristianismo, la gente ha perdido la presencia de este ser querido, por tanto, allí no hay entusiasmo. Sin embargo, hoy tenemos la presencia de nuestro Novio, y Su presencia lo es todo para nosotros. ¿Cómo no hemos de estar entusiasmados? Debemos gritar y exultarnos. El Novio está con nosotros. ¡Aleluya!
La Biblia enseña que el Señor Jesús es nuestro Novio, y que además, por ser tal Persona para nosotros, El considera que tenemos cuatro aspectos. En Mateo y Lucas descubrimos que El es el Novio, y que nosotros somos Sus compañeros. Estamos con el Novio en Su cámara nupcial. Amamos al Novio. En este sentido no somos la novia, sino los compañeros del Novio. Contemplamos al Novio; Su presencia es muy dulce y placentera. Como pueden ver, los compañeros del Novio no se parecen en nada a los que están en un funeral. No estamos en un funeral; estamos en las bodas. ¡Aleluya! Somos los compañeros del Novio en la cámara nupcial.
En segundo lugar, somos los huéspedes que Dios ha invitado a la fiesta de bodas de Su Hijo (Mt. 22:1-10; Ap. 19:9). Dios el Padre está preparando una fiesta de bodas para Su Hijo y ha invitado a muchos a dicha fiesta. ¡Aleluya! No somos solamente los compañeros del Novio, sino también los invitados a la fiesta de bodas. ¿Ha recibido usted tal invitación? En el momento en que usted fue salvo, recibió una invitación de parte de Dios el Padre. El dijo: “Todo está listo. ¡Ven a la fiesta!” Y ahora estamos festejando. Alabamos al Señor porque cada vez que nos presentamos ante El, nos damos cuenta de que hemos venido a una fiesta. Cada vez que asistimos a una reunión, debemos estar conscientes de que estamos en una fiesta de bodas. La reunión de la iglesia no es solamente una comida, sino una fiesta, y no una fiesta ordinaria, sino una fiesta de bodas. ¿De quién es la boda? Son las bodas del Cordero. ¿Viene usted a las reuniones con la intención de enseñar o aprender algo? Debemos asistir a las reuniones para festejar. Aun mientras hablo en las reuniones, estoy festejando; festejo mucho más que todos ustedes. Tengo un tipo de disfrute en mi espíritu. Así que, en este sentido, somos los huéspedes invitados a la fiesta de bodas del Cordero.
En tercer lugar, somos las vírgenes que salen al encuentro del Novio (Mt. 25:1-13). En cierto sentido, el Señor Jesús como Novio está con nosotros; y en otro sentido, El está lejos, pero está por volver. En cierto sentido estamos con El y lo disfrutamos, pero en otro sentido, lo estamos esperando. Lo esperamos saliendo a Su encuentro. Ya que somos aquellos que salen al encuentro del Novio, tanto los hombres como las mujeres, somos las vírgenes. Todos somos vírgenes que salen del mundo para encontrarle. Todos somos vírgenes esperando Su venida. Esa es nuestra meta. El es el Novio que viene, y nosotros somos las vírgenes. Lo amamos, lo estamos esperando y anhelamos Su venida. Somos los compañeros del Novio, somos los huéspedes invitados a Su fiesta de bodas, y somos las vírgenes que salen del mundo para encontrarle.
Debemos estar conscientes de que nosotros, como vírgenes, no tenemos nada que ver con este mundo. Nuestra única meta y anhelo es Cristo; así que, salimos a Su encuentro. Si seguimos involucrados en las cosas de esta tierra, si nuestra meta es terrenal, nos convertimos en caballeros y no en vírgenes. En ocasiones al mirar a algunas hermanas, me digo a mí mismo: “Usted es una hermana, pero en realidad es un caballero. Está llena de aspiraciones terrenales. Usted no anhela la venida del Novio. Su anhelo es otra cosa, tal vez sea su obra misionera. Está procurando algo que no es el Señor Jesús”. Debemos ser vírgenes que no tienen nada que ver con esta tierra. Nuestra meta debe ser Su venida, nuestra meta debe ser Cristo; lo deseamos con anhelo. El es nuestro verdadero disfrute. Si ustedes no son estas vírgenes que anhelan a Cristo, se están perdiendo parte del disfrute de Cristo.
Primero somos los compañeros del Novio; después, somos los invitados; luego, somos las vírgenes; y por último, somos la novia. No somos solamente los compañeros del Novio, o los huéspedes invitados a la fiesta de bodas, o las vírgenes que lo esperan a El, ¡sino la novia misma! ¡Aleluya! (Ap. 19:7-8; 21:2, 9). Hermanos y hermanas, ¿se dan cuenta de que El representa tanto para nosotros, y nosotros somos tanto para El? El representa todo para nosotros; por esta razón, nosotros también debemos corresponderle.
Estos cuatro aspectos nos permiten disfrutar a Cristo, nuestro Novio. En el primer aspecto, somos los compañeros del Novio, quienes lo están disfrutando. En el segundo aspecto, somos los huéspedes que lo disfrutan como la fiesta. En el tercer aspecto, somos las vírgenes que disfrutan la venida del Novio. Y finalmente, todos seremos la novia que disfruta plenamente al Novio. Por tanto, si queremos disfrutar a Cristo como el Novio, debemos ser estas cuatro clases de personas para El. De esta manera, podremos disfrutar a Cristo ricamente y con dulzura. Que el Señor nos impresione con estos cuatro aspectos y nos introduzca en el pleno disfrute de El.
Si hemos de disfrutar plenamente a Cristo, debemos ser: uno de los compañeros del Novio, un invitado a la fiesta de bodas, una de las diez vírgenes y parte de la Novia. Esperamos el día en que el Novio regrese y nos lleve consigo como Su novia. Todavía no ha llegado ese día, pero desde ahora lo podemos disfrutar por lo menos en los primeros tres aspectos. Sin embargo, en ocasiones experimentamos un verdadero anticipo del disfrute que existe en el cuarto aspecto, como Su novia.