
Lectura bíblica: Mt. 13:33, 45, 46; Ap. 17:3-5; 19:7, 8; 21:10, 11, 18, 19a; 22:1; 21:6; 22:17
El Nuevo Testamento, desde el primer libro hasta el último, revela siempre dos asuntos principales. Estos dos asuntos son presentados claramente en Mateo 13. Por una parte, tenemos la levadura que la mujer tomó y escondió en la harina. Debemos entender que esta levadura no fue solamente puesta en la harina, sino “escondida” en ella. La harina es visible, pero dentro de ella se esconde un elemento que corrompe, contamina y mancha. La harina es fácil de distinguir, pero resulta muy difícil percibir que en su interior, la harina contiene esta levadura escondida. Quizás usted diga: “Mire, ¿acaso ésta no es harina? ¿No es comestible?” Efectivamente lo es, pero tenga cuidado, porque dentro de ella se esconde algo corrupto, mundano y pecaminoso, algo que daña y contamina. Que el Señor abra nuestros ojos, no solamente para que veamos la apariencia, sino para discernir lo escondido. Indudablemente la harina es comestible; es precisamente lo que el Señor valora. Nadie tiene problemas con la harina. Sin embargo, debemos ver que la levadura está escondida en la harina. ¿Quién introdujo la levadura en la harina? Por supuesto no fue Dios, ni la iglesia, sino una mujer. Y ¿quién es esa mujer? ¡Es la Iglesia Católica Romana, la gran ramera y madre de las rameras!
Después de haber hablado tanto acerca de la religión y de Babilonia, y una vez que hemos relacionado esto con el cristianismo actual, me preocupa el hecho de que quizás algunos digan: “Usted exagera. ¿Acaso el cristianismo no lleva a cabo muchas buenas obras para el Señor? ¿Acaso los misioneros no han ayudado a la gente a conocer a Dios? ¿Y no han ayudado los ministros a que otros crean en Cristo?” Si, es cierto. Pero analicen la parábola que dijo el Señor Jesús. El se refirió a la harina como la harina verdadera. No obstante, debemos saber que dentro de esta harina, un elemento llamado levadura, un elemento que nuestro sentido natural no alcanza a distinguir, fue introducido por una mujer maligna. En toda la Biblia, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, vemos que la levadura es presentada como un elemento maligno que corrompe y leuda. La harina es buena; la harina es lo que Dios desea. Sin embargo, algo pecaminoso, diabólico y maligno fue introducido dentro de esta substancia pura, y fue mezclado con ella. Todos debemos ver esto; es muy evidente.
Es indudable que el cristianismo actual lleva a cabo numerosas buenas obras. Podemos decir lo mismo acerca de la Iglesia Católica Romana. No obstante, estas buenas obras contienen un elemento sutil. ¡Oh, cuán diabólica es la sutileza de este elemento! Es algo del diablo, de Satanás. Algo del enemigo fue introducido con sutileza en la harina. Hoy en día, la gente sólo ve la harina; están ciegos en cuanto a la levadura.
Ahora veamos el segundo elemento, el lado opuesto. En el mismo capítulo trece de Mateo, el Señor se presenta como un mercader dispuesto a pagar cualquier precio para adquirir un artículo precioso. ¿Qué es lo que busca? No es la harina (que contiene levadura). Más bien, busca una perla preciosa. ¿Se puede mezclar la levadura con la perla? ¿Se puede esconder algo dentro de una perla? ¡Sería imposible! Una perla es algo sólido, algo puro y genuino.
Debemos distinguir estos dos elementos, uno contrasta con el otro. ¿Lo ha visto usted? ¿Ha visto que, por un lado hay levadura en la harina, y por otro, hay una perla sólida y pura? Existen dos elementos: uno es la levadura escondida en la harina, y otro es la perla de gran precio. ¿Cuál de los dos prefiere usted? ¿Prefiere la perla, o se quedará con la harina mezclada con levadura? No creo que entre nosotros haya una sola persona tan insensata como para escoger la harina con levadura. Pero de hecho, aún después de leer este libro, algunos intentarán defender la harina con levadura y tratarán de discutir y argumentar a favor de esta harina. Ellos harán esto porque aún no han visto la naturaleza maligna de la levadura ni tampoco han visto que toda la harina está impregnada de dicha levadura. Por otra parte, en contraste a la harina con levadura, se encuentra algo sólido e incorruptible: la perla. Ni la mujer maligna ni sus hijas podrían dañarla. ¿De qué lado está usted?
Ahora pasemos de Mateo, el primer libro del Nuevo Testamento, al último libro: Apocalipsis. El libro de Apocalipsis presenta dos mujeres. Una de ellas es una mujer maligna, la mujer que fue mencionada en Mateo 13 aparece ahora en Apocalipsis 17. La mujer que tomó la levadura y la escondió en la harina en Mateo 13 es la gran ramera, la madre de todas las rameras en Apocalipsis 17. Ella aparece vestida de púrpura y escarlata, y adornada de oro, de piedras preciosas y de perlas. Se encuentra adornada con todos los materiales de la Nueva Jerusalén; no obstante, está llena de abominaciones. Exteriormente se parece a la Nueva Jerusalén; esta es su pretensión. Pero interiormente está llena de blasfemias, abominaciones e inmundicias. Está ataviada con tres categorías de elementos: oro, piedras preciosas y perlas, pero se halla llena de otras tres categorías de cosas: blasfemias, abominaciones e inmundicias.
En el cristianismo actual, el enemigo reúne dos grupos de cosas. Por una parte, tiene oro, piedras preciosas y perlas: eso es lo que Dios busca. Pero por otra, está lleno de blasfemias, abominaciones e inmundicias: eso es lo que Dios aborrece. El cristianismo combina estas dos categorías de elementos, produciendo una horrible mixtura. ¿Pueden ver la sutileza? La cristiandad se ha ceñido de los materiales de la Nueva Jerusalén. Por esta razón debemos ver más allá de los adornos, para percibir la realidad interior. Necesitamos una visión penetrante, una visión que discierna, y que no juzgue sólo por las apariencias, sino que pueda ver hasta la médula. Aparentemente en el cristianismo hay oro, piedras preciosas y perlas, pero en realidad hay blasfemias, abominaciones e inmundicias. Estas dos categorías de elementos se combinan en una sola persona, en una mujer maligna.
¿Qué es todo esto? Es la harina que contiene levadura. Apocalipsis 17 desarrolla plenamente el pasaje de Mateo 13. La culminación de la harina con levadura es la gran ramera, la madre de todas las rameras. Entonces, ¿cuál es la fuente del oro, de las piedras preciosas y de las perlas? Indudablemente es la harina. Estos elementos son constituidos de la buena substancia, la harina. Tal vez usted pregunte quiénes son las piedras preciosas en la Iglesia Católica Romana. Madame Guyón ciertamente es una de ellas, pero hubo muchas más. ¿Cuál es la fuente de las blasfemias, abominaciones e inmundicias? Por supuesto, es la levadura. Debemos ver que esta mujer maligna no solamente se encuentra en la Biblia, sino también en este universo, en esta tierra; aquí podemos hallar a esta mujer maligna vestida con los materiales preciosos de la ciudad santa de Dios, pero por dentro está llena de todas las inmundicias del diablo, el inmundo. Lo repito, esta mujer se encuentra actualmente en la tierra. Todos debemos estar en guardia para no involucrarnos jamás con ella. Quizás no estemos involucrados directamente con ella, pero resulta muy fácil involucrarse con cualquiera de sus hijas. Esta mujer maligna no es la única que está presente en esta tierra; también lo están sus hijas malignas. Ella tiene muchas hijas, unas más grandes que otras. Cuanto más grandes son, más fácil es discernirlas; cuanto más pequeñas, más fácil resulta ser engañados. Usted puede entender fácilmente que no debe involucrarse con la Iglesia Católica Romana, e incluso puede tomar la resolución de no hacerlo jamás. Tal vez entienda que no debe unirse jamás a ninguna denominación. Pero tenga cuidado, pues puede involucrarse fácilmente con una de las pequeñas hijas de esta gran ramera. Puede ser que usted coquetee y finalmente se case, quizás no con la mayor, sino con la más pequeña.
Por otra parte, en Apocalipsis 19 y 21 vemos a otra mujer, a la Novia, la esposa del Cordero. Ella se viste de lino fino, resplandeciente y puro. No existe ninguna mezcla en ella. En el capítulo veintiuno podemos ver que esta mujer santa, la novia del Cordero, es la ciudad santa, la Nueva Jerusalén. Esta ciudad es edificada y constituida (no sólo vestida) de oro, piedras preciosas y perlas. La ciudad propiamente dicha es de oro puro, diáfano como cristal. En ella no hay ninguna mezcla, nada escondido. Tanto su apariencia como su constitución es de oro puro, exterior e interiormente, en cada detalle y en todo rincón. Toda la ciudad es de oro puro. El muro está edificado primeramente de jaspe, que representa la apariencia de Dios (Ap. 4:3), y luego con toda clase de piedras preciosas. En cuanto a las puertas, cada una de ellas es una perla. ¡Qué maravilloso es esto! No se trata de un artículo con el cual uno puede adornarse, sino de algo que es transformado y constituido desde el centro hasta la circunferencia. Los materiales sólidos son oro, piedras preciosas y perla. Apocalipsis 17 relata el desarrollo final de la harina con levadura mencionada en Mateo 13, y Apocalipsis 21 describe el pleno desarrollo de la perla descrita también en Mateo 13.
Las dos mujeres son señales. No piense que en Babilonia no hay oro, ni piedras preciosas ni perlas. En las denominaciones hay muchas personas salvas, y además muchas piedras preciosas. No obstante, veamos la situación: si han recibido la visión, ¿podrían permanecer del lado de Babilonia la Grande? ¿Decidirían quedarse en Babilonia porque hay muchas piedras preciosas allí? ¡Que el Señor nos abra Su palabra, e ilumine nuestro entendimiento! ¡Que el Señor nos conceda un discernimiento claro y transparente para poder declarar: “A pesar de todo el oro, de todas las piedras preciosas y las perlas que encontramos allí, sigue siendo Babilonia la Grande, la gran ramera, la madre de todas las rameras!” Algunos amados cristianos razonan neciamente, pensando que no hay nada malo en que estén en Babilonia. Quizás usted piensa que eso está bien, pero el Señor contesta: ¡SALGAN DE ELLA! Debemos elegir lo que es sólido y puro. No se engañen a sí mismos, no sean defraudados. Deben ver claramente que existen dos lados en la Biblia: el lado donde hay mixtura y el lado puro; esto es, Babilonia y la Nueva Jerusalén. El hecho de argumentar: “¿Acaso no se hacen buenas obras? ¿No hay muchos salvos allí?” demuestra simplemente que usted nunca ha recibido el discernimiento divino. Si piensa de esta manera, quiere decir que nunca ha visto lo que vio nuestro hermano Juan.
Juan parecía decir en Apocalipsis 17: “Fui llevado en espíritu al desierto, donde vi a esa mujer sutil, esa mujer maligna. ¡Cuán sutil es ella! Robó los materiales preciosos de la Nueva Jerusalén, se adornó con ellos y engañó a todos. Ella no está a favor de las cosas preciosas, sino que está llena de blasfemias, abominaciones e inmundicias diabólicas”. Hermanos y hermanas, debemos apartarnos del cristianismo, e ir hacia el desierto. Entonces, al mirar atrás, veremos de lejos, desde el punto de vista de Dios. Ciertamente hay algunos salvos allí, y aun algunas piedras preciosas, pero debemos darnos cuenta de que está llena de nombres de blasfemia, abominaciones e inmundicias. Usted entenderá todo esto al ser llevado en su espíritu al desierto.
Nuestro hermano Juan también fue llevado en el espíritu a un monte grande y alto, desde el cual miró hacia abajo y vio la ciudad santa, la Nueva Jerusalén; ella no estaba adornada, sino edificada con oro, perlas, y piedras preciosas. ¿De qué lado se pondría usted? Dígame, ¿cuál ciudad prefiere?
En Babilonia la Grande hay oro, piedras preciosas y perlas, pero allí no existe ningún fluir del agua de vida. En cambio, en la Nueva Jerusalén, en la ciudad edificada con oro, piedras preciosas y perlas, vemos un río puro de agua de vida que fluye desde el trono del Dios redentor. También se oye el llamado: “¡Ven!” ¿a dónde? ¿a Babilonia la Grande? ¡No! Allí no podrán encontrar agua. “El que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente” (22:17). Debe salir de Babilonia e ir a la Nueva Jerusalén, a fin de beber. Si se encuentra en un lugar donde no hay ningún río, donde no corre el agua, sino que está en una tierra seca y árida, debe darse cuenta de que se encuentra en la gran ramera, o en una de sus hijas. La primera señal que usted encontrará al entrar en una verdadera iglesia local es ésta: hallará un rico y abundante fluir, y el agua fluirá para satisfacer su sed. Usted percibirá de inmediato la diferencia, puesto que experimentará el río que fluye. Quizás en Babilonia podrá ver oro, piedras preciosas y perlas, pero allí nunca encontrará la corriente del agua de vida. Allí nada podrá satisfacer su espíritu sediento. ¿Cuál es Babilonia y cuál es la iglesia local? ¡Donde fluye el río, esa es la iglesia local! “Y me dijo ... Al que tenga sed, Yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida” (21:6). Esta es la característica de las iglesias locales.
Finalmente, Cristo se manifestará y se expresará en la Nueva Jerusalén como el todo para siempre. El es “el Alfa y la Omega, el Primero y el Ultimo, el Principio y el Fin” (Ap. 22:13). ¡El lo es todo! Como centro de la ciudad santa, El es el Cordero que está en el trono con Dios, con Dios en El como Su contenido (Ap. 22:1). Como expresión de Dios, El es la Lámpara que brilla con la gloria de Dios, con la luz dentro de El (Ap. 21:23). Como presencia de Dios, El es el templo en la ciudad santa (Ap. 21:22), en la cual los santos como sacerdotes adoran y sirven a Dios. Como suministro de vida para toda la ciudad, El es el árbol de la vida que crece en el cauce del río del agua de vida (Ap. 22:2). Como manifestación final de la plenitud de la Deidad, El es la realidad de todo lo que contiene la ciudad santa. Allí estará magnificado plenamente con todas Sus riquezas como el todo, en la manifestación final de la economía de Dios. No habrá más religión, doctrinas, enseñanzas, reglamentos, formas ni rituales. No habrá más “ismos”: paganismo, catolicismo, protestantismo, fundamentalismo, pentecostalismo, sectarismo, etc., sino que Cristo lo será todo. Todas las cosas religiosas habrán sido olvidadas; todo será Cristo únicamente. No quedará ningún rasgo religioso; Cristo lo ocupará todo. Todo lugar y todas las cosas serán Cristo mismo. Cristo será el centro y la circunferencia. Cristo será el contenido interior y la expresión exterior. ¡Cristo será todo en todos! ¡Aleluya! ¡Que Cristo sea todo en cada iglesia local hoy en día! ¡Amén!
No la ley de letras Quiere darnos Dios, Sino el Cristo vivo Para salvación. No son las doctrinas Sino es Cristo quien Liberarnos puede Del caído ser.
No pueden los ritos, Lograr avivar El espíritu o el Alma transformar; Cristo nos da vida Como Espíritu, Para que expresemos Su vida y virtud.
Ni filosofía Ni la instrucción, Pueden conformarnos Al Hijo de Dios; Sólo Cristo mismo Terminando el yo, Nos hace Sus miembros, En resurrección.
No las religiones, Ni la cristiandad, Llevarán a cabo Su divino plan; Pero Cristo como el Todo en mi ser A Dios satisface Y le da placer.
Dones y funciones Que el Señor nos da, Nunca a nuestro Cristo Pueden reemplazar; ¡Sea el todo en todos Cristo en nuestro ser! ¡Sólo Cristo mismo En todo hacer!
(Himnos #253)