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Mensajes del libro «Cristo es contrario a la religión»
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CAPITULO DOS

CUATRO ELEMENTOS NUEVOS

  Lectura bíblica: Mt. 9:14-17; Lc. 5:33-39

  Hemos visto que Cristo se presentó al pueblo como Novio. El dijo: “¿Acaso pueden los compañeros del Novio tener luto mientras el Novio está con ellos?” En Su respuesta vemos varios aspectos: primero, El es el Novio, y segundo, el Novio está con nosotros. Usted recordará que en el primer capítulo de Mateo dice que Cristo fue llamado Emanuel, que significa Dios con nosotros. Me gusta mucho esta expresión “con nosotros”. Esto no significa que tenemos ciertas doctrinas y enseñanzas, ni que observamos algunos ritos y normas. Más bien, significa que Su presencia está con nosotros. El hecho de que El está con nosotros lo dice todo. ¡Aleluya! ¡El Novio está con nosotros! Sin Su presencia, todo es simplemente religioso. ¿Qué quiere decir ser religioso? Tener las Escrituras, las cosas fundamentales, pero sin la presencia del Señor.

  ¡Es tan maravillosa la presencia del Novio con nosotros! ¿Necesitamos consuelo? Alabado sea el Señor, Su presencia es nuestro consuelo. ¿Necesitamos vida? Alabado sea el Señor, Su presencia es nuestra vida. ¿Necesitamos algo más? Les aseguro que Su presencia lo es todo para nosotros. Si tenemos Su presencia, lo tenemos todo. ¡Oh, el Novio está con nosotros!

  Vemos un tercer aspecto implícito en las palabras del Señor: que El está con nosotros como Novio a fin de que lo disfrutemos. ¿Cómo sabemos esto? Porque El dice: “¿Acaso pueden los compañeros del Novio tener luto?” La respuesta es obvia: debemos estar gozosos; en la presencia del Novio no podemos tener otra actitud.

  Pero la declaración del Señor no paró allí, sino que fue más lejos y más profunda, puesto que usó varias parábolas para indicar algo muy práctico. Primero, El afirmó que nadie pone un remiendo de paño nuevo en un vestido viejo, y luego añadió que ningún hombre echa vino nuevo en odres viejos. El Evangelio de Lucas presenta otro elemento: “Nadie corta un pedazo de un vestido nuevo y lo pone en un vestido viejo” (5:36). Así que, después de presentarse a Sí mismo como el Novio, El muestra cuatro elementos nuevos. Estos cuatro elementos tienen mucho significado. Primero vemos el paño nuevo; luego, el vestido nuevo; después, el vino nuevo; y finalmente, el odre nuevo. Por consiguiente, tenemos el Novio y cuatro elementos nuevos.

  La palabra del Señor es siempre sencilla en cuanto a sus expresiones, frases y términos; pero debemos darnos cuenta de que Su palabra implica cosas maravillosas y profundas. Las palabras del Señor no se parecen a los dichos de los filósofos; ellos siempre usan términos muy difíciles de entender, y aun después de comprenderlos, no obtenemos ningún contenido. Pero, alabado sea el Señor que El es diferente; Sus palabras son muy sencillas. Todos saben lo que es un paño nuevo, un vestido nuevo, el vino nuevo y un odre nuevo. Pero escuchen, Sus palabras implican algo muy profundo y elevado, lleno de significado. Se requiere toda la eternidad para entenderlas.

EL SIGNIFICADO DE “NUEVO”

  Aquí vemos cuatro elementos distintos acompañados del mismo calificativo “nuevo”. No obstante, el griego usa tres palabras distintas para este término castellano. El adjetivo “nuevo”, que califica al término paño, significa “no tratado” o “no procesado”. En este pasaje, algunas versiones traducen la palabra nuevo como “no encogido”. Esto se refiere a un paño que no ha sido usado, que aún no ha sido procesado. Este es el significado del adjetivo “nuevo”, el cual califica a “paño”. Sin embargo, el adjetivo “nuevo” que califica a los términos vestido y odre, significa “nuevo en naturaleza”. Es decir que, en su esencia y naturaleza, el vestido y el odre son nuevos. Finalmente, el adjetivo “nuevo” que califica al sustantivo “vino”, significa “nuevo en cuanto al tiempo”, esto alude al vino acabado de preparar. En resumen, el paño nuevo es un paño que no ha sido tratado ni procesado; el vestido nuevo y el odre nuevo son materiales esencialmente nuevos en su naturaleza; y el nuevo vino es algo recién producido. Todo esto es muy significativo.

EL VESTIDO NUEVO

  ¿Por qué el Señor Jesús, después de revelarnos que El es el Novio, menciona estos cuatro elementos: el paño nuevo, el vestido nuevo, el vino nuevo y el odre nuevo? Si queremos entender lo que El quiere decir, debemos profundizar más en esta palabra. El Señor dice que el Novio está con nosotros. Sin embargo, obsérvese a sí mismo: ¿merece usted Su presencia? ¿A los ojos de Dios, piensa usted que su situación es digna de la presencia del Novio? Todos tenemos que contestar: “¡No!”. Todo lo que tenemos y lo que somos no nos hace merecedores de la presencia del Señor. Si queremos disfrutar de Su presencia, debemos cumplir ciertos requisitos; requerimos estar en cierta condición y en cierta situación. Lo que somos por nacimiento y por naturaleza, y todo lo que podamos hacer y obtener, no nos hace aptos para estar en la presencia del Novio. Debemos estar conscientes de que el Novio es Cristo, y de que Cristo es Dios mismo. Supongamos que Dios se le apareciera ahora mismo. ¿Se quedaría usted ahí sentado? El es el Dios santo y el Dios justo; y este Dios es el Novio. ¿Recuerda usted el relato de Lucas 15, cuando el hijo pródigo regresó a casa? Indudablemente el padre lo amaba mucho, pero el hijo se encontraba en una condición totalmente indigna de la presencia del padre. Por consiguiente, el padre en seguida mandó a su siervo que buscara el mejor vestido y vistiera a su hijo, para que éste fuera digno de su presencia. Nuestro Novio es el propio Dios. ¿Cómo podríamos nosotros los pecadores disfrutar de la presencia del Rey celestial? Recuerde el contexto de estos versículos en Mateo capítulo nueve, donde el Señor Jesús comía con pecadores y publicanos. Nosotros somos esos pecadores y publicanos; no somos aptos, y necesitamos algo que nos cubra para poder sentarnos en la presencia del Señor. Esta es la razón por la que el Señor, después de declarar que El es el Novio, dice que debemos ponernos un vestido nuevo. Cuando nos ponemos el vestido nuevo, somos dignos de Su presencia. Cuando el hijo pródigo fue vestido con el mejor vestido, pudo estar en la presencia de su honorable padre. El mejor vestido lo hizo apto para disfrutar de la presencia del padre. Nosotros los pecadores y publicanos debemos ser vestidos con un vestido nuevo, a fin de ser dignos de la presencia del Novio. Pero eso no es todo.

EL VINO NUEVO

  Si yo fuese el hijo pródigo, estaría un poco preocupado aun después de tener el mejor vestido. Diría: “Oh padre, el mejor vestido te satisface a ti, pero no me satisface a mí; pues aún tengo hambre. Ahora mi condición exterior concuerda con la tuya, está bien para ti, pero yo sigo con hambre. Decidí volver a ti, no por el mejor vestido, sino para obtener un mejor alimento. Cuando estaba en tierras lejanas, no tenía ni siquiera los desperdicios que comían los cerdos; así que decidí regresar a tu casa, no para recibir este vestido, sino algo de comer. Este vestido te satisface a ti, padre, pero yo también quiero ser satisfecho”. En seguida el padre mandó al siervo que matara al becerro gordo y dijo: “¡comamos y regocijémonos!” La provisión del padre no incluye sólo un aspecto exterior, sino también uno interior.

  Por lo tanto, después de mencionar el vestido nuevo, el Señor habló del vino nuevo. El vino nuevo no satisface una necesidad exterior, sino una interior. No sólo tenemos una necesidad exterior, también tenemos una interior; necesitamos algo que nos cubra, pero también algo que nos llene. Somos tan pobres exteriormente y estamos tan vacíos interiormente. Necesitamos el vestido por causa del Padre, pero necesitamos el vino nuevo por nuestro propio bien. No requerimos solamente el vestido nuevo, sino también el vino nuevo.

  En una fiesta de bodas, el vino es lo más esencial. Por supuesto, cuando vamos a una boda, nos ponemos un vestido nuevo que concuerde con la ocasión. Sin embargo, no asistimos sólo para sentarnos y contemplar el evento. No vengo solamente para mirar su vestido y que usted vea el mío, sin tener nada para comer y beber. Tampoco venimos para mostrar nuestros buenos modales. ¿De qué nos sirven los buenos modales en la mesa si no hay nada qué comer? Alabado sea el Señor, efectivamente tenemos buenos modales en cuanto a la comida, pero necesitamos también que haya una mesa rica, y el Señor la ha provisto. El propio Señor es nuestro vestido nuevo, y El es también el vino nuevo. ¿Se da cuenta de esto? El es nuestra cubierta por fuera y nuestro contenido por dentro. El no sólo nos hace aptos, sino que además nos satisface. El es nuestra aprobación y satisfacción; El es la provisión para nuestra necesidad exterior y también el suministro que satisface nuestra hambre y sed interiores.

  Si el Señor no representara tanto para nosotros, ¿cómo podríamos ser los compañeros del novio, los huéspedes en la fiesta de bodas, las vírgenes que salen al encuentro del Novio, y la novia misma? Si hemos de disfrutar a Cristo en estos cuatro aspectos, ciertamente necesitamos algo exterior que nos haga aptos y algo interior que nos satisfaga. El Señor Jesús no es únicamente el Novio, sino también el vestido nuevo que nos hace aptos y el vino nuevo que nos satisface. Efectivamente, tenemos algo que nos cubre y satisface. Podemos saltar y gritar: “¡Aleluya!” Pero no piense que eso es todo, pues hay más.

EL ODRE NUEVO

  El vino nuevo requiere de un odre nuevo. ¿De qué sirve el vino nuevo sin un recipiente apropiado para contenerlo y preservarlo? Antiguamente se usaba el odre como recipiente para contener el vino. Por lo tanto, el odre nuevo representa al recipiente que contiene a Cristo como vino nuevo. ¿A qué se refiere esto? A la vida de iglesia. Cristo no es solamente nuestro vestido nuevo y el vino nuevo, sino que al incrementarse, El es también el odre nuevo para contener el vino. El es nuestra aprobación exterior y nuestra satisfacción interior, y corporativamente El es la iglesia, el Cuerpo (1 Co. 12:12), capaz de contener el vino. El lo es todo: el Novio, el vestido nuevo, el vino nuevo, y también el recipiente corporativo para contenerlo y disfrutarlo a El. El Cristo agrandado es el odre nuevo. Esto es realmente profundo.

EL PAÑO NUEVO

  Hemos abarcado tres elementos nuevos, pero no hemos hablado mucho del paño nuevo. ¿Qué significa este paño? Sabemos que el Señor Jesús era Dios. Un día, El se encarnó como hombre en esta tierra. Desde Su encarnación hasta Su crucifixión pasaron treinta y tres años y medio, en los cuales El llevó un vivir humano. En aquel tiempo El era el paño nuevo, no abatanado, que ni el hombre ni Dios habían tocado. El Cristo encarnado, desde Su nacimiento hasta Su crucifixión, era tal paño nuevo. Este Cristo era verdaderamente maravilloso, pero no era apropiado para cubrirnos consigo Mismo, pues era un simple pedazo de paño nuevo que no se podía usar como vestidura. Primero, tenía que ser cortado, cosido y elaborado. Todo eso se cumplió en la cruz. En la cruz, Cristo fue procesado. El fue crucificado y sepultado: allí fue tratado duramente por el hombre y más todavía por Dios. Después de esto, El resucitó. Ahora, en resurrección, El es el vestido nuevo. El Cristo resucitado es el vestido nuevo. Antes de Su crucifixión El era un simple pedazo de paño nuevo, pero una vez resucitado, El fue hecho el vestido nuevo para que lo llevemos como nuestra vestidura.

DEBEMOS PONERNOS EL VESTIDO NUEVO Y BEBER EL VINO NUEVO

  No me gusta presentar simples enseñanzas y doctrinas, prefiero la práctica y la experiencia. Analicemos algo juntos: ya que Cristo fue hecho el vestido nuevo después de Su resurrección; entonces, ¿cómo podemos revestirnos de El? ¿Cómo puede usted vestirse de El? No debemos olvidarnos de Gálatas 3:27, que dice: “porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos”. Debemos revestirnos de Cristo. Pero, ¿cual es el medio que nos permite revestirnos de El? ¡El bautismo en Cristo! La manera de revestirnos de Cristo consiste en ser bautizados en El. ¿Cómo podemos ser bautizados en Cristo?

  Hasta aquí todavía estamos en las doctrinas. Necesitamos algo más práctico. Hemos visto que después de Su resurrección, Cristo fue hecho el vestido nuevo, pero la Biblia también nos dice que después de Su resurrección El fue hecho el Espíritu vivificante (1 Co 15:45). Si Cristo no fuera el Espíritu, ¿cómo podríamos ser bautizados en El? ¿Ha entendido usted este asunto? ¿Por qué podemos ser bautizados en Cristo? Debido a que Cristo fue hecho el Espíritu. Al ser crucificado, sepultado y resucitado, Cristo llegó a ser el pneuma vivificante, el aliento que infunde vida, el aire viviente. Al ser el aliento, le resulta muy fácil entrar en nosotros, y al ser el aire, a nosotros nos es fácil entrar en El. Cristo en resurrección fue hecho el Espíritu vivificante que lo incluye todo. En este Espíritu se halla todo lo que Cristo es y todo lo que El ha realizado. Tal Espíritu es el Cristo que todo lo incluye, y este Cristo como Espíritu, es nuestro vestido nuevo. Como usted podrá ver, este vestido es el Espíritu. Fuimos bautizados en el Cristo que es el Espíritu; es así como nos vestimos de Cristo. Cristo es el pneuma, el Espíritu que todo lo incluye; al ser bautizados en El, somos revestidos de Su Persona. Inmediatamente El, como Espíritu, llega a ser nuestra vestidura y nos hace aptos. ¡Aleluya! El vestido nuevo con el que debemos vestirnos es Cristo, el Espíritu todo-inclusivo.

  Este es el significado de la palabra del Señor en Mateo 28:19: “Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”. La realidad del nombre está en el Espíritu. Bautizar a las personas en el nombre significa bautizarlos en el Espíritu. ¿Y quién es el Espíritu? Es Cristo como el pneuma que todo lo incluye. El se encarnó, vivió en esta tierra, fue crucificado, efectuó la redención y resucitó. Después de que todo esto fue consumado, El fue hecho en Su resurrección el pneuma que todo lo incluye. La encarnación está incluida en este pneuma; la crucifixión y la redención también están incluidas en este pneuma; la resurrección, el poder de la resurrección y la vida de resurrección están todos incluidos en dicho pneuma. Cuando somos bautizados en El, somos bautizados en tal pneuma. Cuando somos bautizados en El, nos vestimos de El. ¡Aleluya!

  En el Nuevo Testamento hay un versículo maravilloso, y me temo que ustedes no le hayan prestado la debida atención. Se trata de 1 Corintios 12:13, donde dice: “Porque en un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un solo Cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu”. Primero dice que todos fuimos bautizados en el Espíritu Santo, y segundo, que a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu. No sólo fuimos bautizados en el Espíritu, sino que también se nos dio a beber del Espíritu. ¿Han observado que estos dos aspectos se hallan en un solo versículo? Supongamos que aquí tengo un vaso de agua. Bautizar mi dedo en esta agua tiene que ver con el primer aspecto: el dedo está vestido con el agua, es decir, que el agua está cubriendo totalmente el dedo. Sin embargo, esto no constituye más que un hecho exterior: algo que está por encima, y no por dentro. El segundo aspecto se refiere al hecho de que se nos dio a beber del Espíritu. Cuando bebo este vaso de agua, el agua entra en mí. Una cosa es “ser bautizados en”, y otra cosa es “beber de”.

  Hoy en día muchos cristianos confunden estos dos aspectos, ya que piensan que el bautismo en el Espíritu equivale a beber del Espíritu. En realidad, tal concepto no es lógico. ¿Acaso cuando las personas entran en el agua, se les da a beber del agua? Si este fuera el caso, se ahogarían. Bautizar a una persona es introducirla en el agua, no consiste en darle de beber el agua. Aquí vemos dos aspectos. Un aspecto es el Espíritu Santo sobre nosotros, y otro, el Espíritu Santo en nosotros. Cuando el Señor Jesús les habló a Sus discípulos acerca del Espíritu Santo en el día de Pentecostés (Hch. 1:5, 8), les dijo que el Espíritu Santo vendría sobre ellos, no que entraría en ellos. Este es un asunto de estar “sobre” y no “dentro”. Ser bautizados en el Espíritu equivale a ser revestidos del Espíritu, es decir, revestirnos de Cristo. Cristo es nuestra justicia, nuestra cubierta, nuestra aprobación, nuestro vestido nuevo. Pero esto no debe ser una simple doctrina. Debemos revestirnos de este Cristo y no tener solamente la doctrina de la justificación por la fe. Esta debe ser una experiencia en el Espíritu. Debemos ser capaces de exclamar: “¡Oh Señor, aleluya, ahora estoy en Cristo! El es el pneuma que todo lo incluye, y estoy en este pneuma que todo lo incluye! Me presento ante Ti, no en mí mismo, sino en Cristo; no en la doctrina de Cristo, sino en Cristo como el Espíritu que todo lo incluye”.

  Debemos revestirnos de Cristo, quien es nuestro vestido nuevo; y tal vestido nuevo es el Espíritu todo-inclusivo. Cristo ya no es el paño sin procesar, sino que es el vestido ya terminado. En este vestido terminado tenemos la redención, el poder de la resurrección y todos los elementos de la Persona divina. Este vestido nuevo no es solamente un pedazo de paño, sino el propio pneuma divino, el Espíritu que todo lo incluye, ya que incluye la encarnación de Cristo, Su crucifixión, Su obra redentora, Su resurrección y el poder de Su resurrección. Podemos revestirnos de tal Cristo. ¡Aleluya!

  El Señor Jesús dijo a Sus discípulos: “Y Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de realidad” (Jn. 14:16-17). En estos versículos vemos que el Espíritu es el Cristo procesado; este Espíritu es el Cristo crucificado y resucitado. Tal Cristo es el otro Consolador, el Espíritu de realidad. “En aquel día”, dijo El, “vosotros conoceréis que Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros” (Jn. 14:20). En realidad, El estaba diciendo: “En aquel día ustedes se revestirán de Mí y me recibirán en su interior; en aquel día, ustedes serán bautizados en Mí, y también beberéis de Mí”. Este es el Cristo procesado, el Cristo consumado. Ahora Cristo ha dejado de ser algo “rústico” y sin procesar, pues El ha sido completamente procesado. Ahora El es el vestido terminado con el que nos revestimos, y también el vino nuevo que bebemos.

  Supongamos que aquí tengo una naranja. ¿Podrían ustedes beberla? No podrían, pues esta naranja no ha pasado por un proceso; primero debe ser procesada como jugo. Del mismo modo, no podíamos beber de Cristo antes de Su crucifixión y resurrección. Pero en la cruz, El fue cortado y presionado por Dios, y ahora ha llegado a ser el Espíritu en resurrección, el cual podemos beber. Todos fuimos bautizados en Cristo, y también se nos dio de beber a Cristo. ¿Cómo es posible esto? Porque El ahora es el Cristo procesado. El dijo: “Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba. El que cree en Mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en El; pues aún no había el Espíritu” (Jn. 7:37-39). ¿Por qué dice aquí, cuando el Señor pronunció estas palabras, que aún no había el Espíritu? Porque Cristo todavía no había sido procesado. Pero poco tiempo después, El sería procesado, y después resucitaría. Ahora todo aquel que tenga sed puede venir a El y beber. ¡Alabado sea el Señor! El Señor Jesús pasó por un proceso. ¿Desea usted ser bautizado en El? ¿Desea beber de El? La frase “en aquel día”, se refiere al día de hoy. Ahora mismo podemos saber con certeza que estamos en El y que El está en nosotros. Podemos ser bautizados en El y podemos beber de El. Ahora, al ser bautizados en El, Cristo llega a ser nuestra certificación externa, y ahora, al beber de El, Cristo llega a ser nuestra satisfacción interior. Estamos vestidos de El como Espíritu de poder y bebemos de El como Espíritu de vida, a fin de disfrutarle como nuestro Novio.

  Los primeros tres elementos nuevos —el paño nuevo, el vestido nuevo y el vino nuevo— representan a Cristo. Desde Su encarnación hasta Su crucifixión El es el paño nuevo, y desde Su resurrección hasta la eternidad El es nuestro vestido nuevo y nuestro vino nuevo. El paño nuevo solamente era la materia prima para hacer el vestido nuevo. Pero ahora estamos cada día cubiertos por El, y cada día El nos satisface. El es todo para nosotros.

CRISTO ES EL ODRE NUEVO

  Ahora veamos algo más con respecto a Cristo como odre nuevo. Leamos 1 Corintios 12:12: “Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también el Cristo”. En este versículo descubrimos que no solamente los miembros en conjunto forman el Cuerpo, sino que este Cuerpo es Cristo mismo. Siempre consideramos a Cristo como Cabeza, pero hemos prestado poca atención al hecho de que Cristo también es el Cuerpo. Prácticamente hablando, ¿cómo puede Cristo ser el Cuerpo? Porque el Cuerpo está compuesto de muchos miembros llenos de Cristo. Cristo está en usted, Cristo está en mí, Cristo está en aquel, Cristo está en cada uno de nosotros: todos nosotros tenemos a Cristo en nuestro interior. En el capítulo uno de Primera de Corintios, Pablo dice que Cristo no está dividido. El Cristo que está en usted es uno con el Cristo que está en mí, y el Cristo que está en nosotros es uno con el Cristo que está en todos los demás creyentes. Por lo tanto, Cristo es el Cuerpo, compuesto de los muchos miembros, quienes están llenos de El. Esto es el odre nuevo. El odre nuevo es simplemente la vida de iglesia, que contiene a Cristo como el vino nuevo.

  A veces la gente nos critica porque hablamos demasiado de la iglesia. Sin embargo, no creo que hablemos demasiado de la iglesia. Más bien, pienso que necesitaremos toda la eternidad para agotar este tema. Algunos dicen que, con la iglesia o sin ella, en la iglesia o fuera de ella, como quiera podemos disfrutar a Cristo. Pero dudo que sin la iglesia usted pueda disfrutar plenamente a Cristo. Sin la iglesia, tal vez usted pueda disfrutar a Cristo un poco aquí o allá, pero nunca podrá disfrutarlo plena y continuamente. Si usted no está de acuerdo con esto, apártese de la iglesia durante un mes y observe qué pasará.

  Hace muchos años un hermano joven vino a mí y me dijo: “Hermano Lee, no me gusta la vida de iglesia. Mire a estos ancianos, no me agradan. Mire a las hermanas, no me caen bien. Mire a todos estos hermanos y hermanas, tampoco me gustan”. Yo le contesté: “Hermano, a usted no le gustan los ancianos, ni los hermanos, ni las hermanas. Y qué hay de usted?” El dijo: “Tampoco soy tan bueno, pero soy un poco mejor que ellos”. Y añadió: “¿Por qué tengo que asistir a las reuniones de la iglesia? Estoy perdiendo mi tiempo. Sería mejor quedarme en casa, orando y leyendo la Biblia”. Así que le dije: “Bueno, hermano, intente eso durante un tiempo y veremos el resultado”. ¿Sabe usted lo que pasó? Durante las dos primeras semanas él oró y leyó su Biblia, pero después dejó de leer la Biblia, aunque siguió orando un poco. Después de otra semana, dejó de orar. Luego, empezó a ir al cine, y más tarde, cayó en el mundo.

  Sin el odre, ¿cómo podrá usted conservar el vino? No piense que usted es el odre individualmente. No, usted sólo forma parte de él. ¿Cómo puede un vaso contener agua si está dividido en pedazos? ¿Cómo podrían los pedazos contener el agua? Es imposible. No piense que usted es una persona tan importante. Usted no es nada; simplemente es un miembro del Cuerpo, sólo una parte minúscula de éste. Sin duda, aun el dedo más pequeño contiene cierta cantidad de sangre, pero este dedo sólo es una pequeña parte del cuerpo entero. Si usted lo separa del cuerpo, inmediatamente se interrumpirá el flujo de sangre hacia el dedo. En lugar de contener la sangre, el dedo la perderá. El día en que usted deje la vida de iglesia, empezará a perder a Cristo, el vino nuevo empezará a agotarse. Compruébelo con su experiencia.

  Al declarar esto, no estoy diciendo que cada reunión de la vida de iglesia sea maravillosa. En ocasiones las reuniones no son tan elevadas. Sin embargo, aun las reuniones pobres lo beneficiarán de alguna manera. Si levantamos un vaso hasta el techo o lo ponemos en el suelo, no por eso deja de ser un vaso. Ya sea en una posición alta o baja, sigue siendo un recipiente. El Señor Jesús estará siempre con este vaso: cuando el vaso está elevado, el Señor Jesús también está elevado. Pero cuando las reuniones de la iglesia bajan de nivel, lamento decirlo, el Señor Jesús también baja con ellas. El siempre nos acompaña, porque El está en nosotros. Sólo la vida de iglesia puede contener a este Cristo que disfrutamos. No piense que la iglesia es algo sin importancia.

  Tal vez algunos lectores se encuentren en un lugar donde todavía no exista la vida de iglesia. Creo que, basados en su experiencia, confirmarán lo que estoy diciendo, pues su experiencia es que carecen de la iglesia. Simpatizo plenamente con ustedes. Indudablemente la mayoría de ustedes se preocupan mucho por el hecho de que, en su ciudad, no exista aún el recipiente, porque no hay ningún odre en su localidad. Como pueden ver, necesitamos el vino nuevo, pero también necesitamos el odre nuevo.

  Debemos entender que el odre no es solamente el recipiente para contener el vino, sino también el medio para beberlo. La mayoría de nosotros podemos testificar que cada vez que venimos a las reuniones de la iglesia, comprobamos que éste es el lugar donde podemos beber a Cristo. Es en ella donde empezamos a beber al Señor como nunca antes. La vida de iglesia no es solamente un recipiente, sino también la vasija en la que podemos beber de Cristo. Alabado sea el Señor que tenemos la vida de iglesia.

  La vida de iglesia no somos nosotros, sino el Cristo corporativo. Si venimos a la reunión, pero dejamos a Cristo en casa y llegamos aquí solos, eso no sería la vida de iglesia, sino un tipo de club social. Sin Cristo, nada puede ser la iglesia. En cambio, si usted viene a la reunión trayendo a Cristo y yo también vengo del mismo modo, este Cristo se convierte inmediatamente en el recipiente corporativo, cuyo contenido es El mismo, quien se imparte en nosotros para que lo disfrutemos. La vida de iglesia no es una religión ni un conjunto de enseñanzas, formas y ritos, sino el Cristo que usted y yo expresamos.

UN ODRE VIVIENTE

  La mayoría de nosotros venimos del cristianismo, donde aprendimos que los cristianos debemos llevar a cabo ciertas reuniones cristianas llamadas servicios. Conforme a este concepto, todos debemos entrar en el “santuario” calladamente y con reverencia, y sentarnos correctamente, en buen orden. Algunos santos queridos que asistieron a nuestras reuniones se molestaron mucho por los gritos y las alabanzas. Permítanme decirles a aquellos que se molestaron, que ustedes conservan inconscientemente la influencia de su trasfondo cristiano. Supongamos que un grupo de cristianos se reúne, y todos están bien vestidos, se comportan de una manera adecuada y callada. Y supongamos que en el mismo lugar se reúne otro grupo de cristianos cuya ropa y comportamiento no sean tan buenos, y ellos acostumbren gritar y alabar a Cristo dinámicamente en sus reuniones. Si usted fuera Cristo ¡sea honesto e imparcial! ¿a cuál grupo apreciaría usted realmente? No pregunto qué grupo está bien o mal, eso no me preocupa, ni creo que al Señor Jesús tampoco le preocupe. No es un asunto de tener la razón o de estar equivocado, de ser buenos o malos. Más bien, es un asunto de vida. La religión dice que el primer grupo es bueno, pero Cristo dice lo contrario, porque dicho grupo no tiene ninguna vida. El primer grupo es un insulto para Cristo. Cristo es vida, y El ha conquistado y subyugado a la muerte. Cristo le diría al primer grupo: “¿Por qué prevalece tanto la muerte entre ustedes? Ciertamente esto no se parece a Mi iglesia; más bien, se parece a un cementerio”. El lugar más tranquilo y ordenado que existe es el cementerio; allí no hay ninguna desorden. ¿Por qué decimos esto? Porque todos están muertos y sepultados correctamente. Hoy en día tantas iglesias supuestamente cristianas actúan de esta manera, en ellas todos han sido “sepultados” de manera amable, apropiada y ordenada. Hermanos y hermanas, esto no es el odre nuevo. La iglesia viviente es el lugar donde está Cristo; es la iglesia compuesta de miembros vivientes, que hacen ruido de forma viviente. Este es el odre nuevo. Necesitamos este odre.

ODRES NUEVOS PARA CONTENER EL VINO NUEVO

  Por una parte, tenemos el odre viejo, y por otra, el nuevo. No ponga el vino nuevo en un odre viejo. Algunos ciertamente han recibido el vino nuevo, pero intentaron verterlo en un odre viejo. He sido testigo de esta clase de insensatez durante casi cuarenta años. Muchas personas han venido a la iglesia local y han bebido el vino nuevo. Ellos han dicho: “Esto es realmente maravilloso; es exactamente lo que ‘mi iglesia’ necesita”. Así que, intentaron introducir este vino nuevo en un odre viejo. ¿Sabe usted lo que sucedió? Los odres viejos se reventaron y el vino nuevo se derramó. Sin embargo, si vertemos el vino nuevo en un odre nuevo, el Señor Jesús nos asegura que ambos serán preservados.

  Algunos santos muy queridos vinieron y apreciaron el orar-leer, e intentaron llevar esta práctica a sus reuniones tradicionales. El resultado fue que mataron sus reuniones. El vino nuevo sencillamente no es adecuado para los odres viejos, sino que requiere el odre nuevo.

  Necesitamos a Cristo como el vestido nuevo, como el vino nuevo, y también como el odre nuevo en una forma corporativa; es decir, necesitamos la vida de iglesia. No nos interesan las doctrinas, las enseñanzas ni los ritos, sino únicamente el Cristo que mora en usted, en mí, y en todos nosotros. Este es el odre nuevo.

CUATRO CLASES DE CRISTIANOS

  A raíz de estos cuatro elementos nuevos han surgido cuatro clases de personas cristianas. Los cristianos del primer tipo aparentemente son cristianos, pero en realidad no lo son. Ellos sólo toman a Cristo como el paño nuevo, pero no creen en la crucifixión del Señor ni en Su redención. Tales personas aprecian únicamente el tiempo en que el Señor estuvo en esta tierra. Ellos dicen: “Miren cómo vivía Cristo: El rebosaba de amor y se sacrificaba por los demás. Debemos imitarlo y seguir Sus pisadas”. Hacer eso es cortar un pedazo de paño nuevo para remendar un vestido viejo. Tales personas son llamados modernistas. Ellos niegan que Cristo es Dios; tampoco creen que El murió por nuestros pecados en la cruz. Dicen que Cristo murió como un mártir, y no por nuestra redención; aseguran que El murió sólo para dejarnos un ejemplo. Ellos afirman que para remendar nuestras deficiencias, debemos imitar ciertos aspectos del Señor. Esta es su enseñanza y su práctica.

  Existe otra clase de cristianos, un poco mejores, que podemos llamar los fundamentalistas. Ellos sí creen que Cristo es Dios, que El es nuestro Redentor quien murió en la cruz por nuestros pecados y resucitó. Ellos toman a Cristo, no como un pedazo de paño nuevo, sino como el vestido nuevo. Han sido realmente redimidos, son cristianos genuinos; pero sólo creen que Cristo obtuvo la redención, que ahora son salvos y que algún día irán a los cielos.

  Existe otro tercer grupo en un nivel aún más elevado. Estos creyentes han visto que su necesidad no consiste sólo en ser redimidos por Cristo, sino también en experimentar Su vida divina. Ellos han visto algo acerca de la vida interior; así que, toman a Cristo no solamente como el vestido nuevo, sino también como el vino nuevo. Los podríamos llamar “cristianos de la vida interior”. Son mucho mejores que los cristianos de los dos grupos anteriores. Incluso podríamos decir que son los mejores: no son modernistas, y están en un nivel más elevado que los fundamentalistas. Podríamos afirmar que son gente espiritual. Pero lamento decir que, por muy buenos que sean, algo les falta. Me refiero al odre, a la vida de iglesia.

  En estos días el Señor está recobrando más que el vestido nuevo, ya que El recobró esto cuando Martín Lutero defendió la justificación por fe. Hoy nuestro Señor tampoco está recobrando la vida interior, puesto que El recobró esto por medio de Madame Guyón, Andrew Murray y Jessie Penn Lewis, entre otros. Le damos gracias al Señor por todos estos recobros que El ha efectuado. No obstante, al final de esta era, el Señor está recobrando el asunto final: “la vida de iglesia”. Podríamos llamar a este último grupo: la gente de la iglesia. ¡Alabado sea el Señor!

  ¿Ha observado usted que en las iglesias locales, entre la gente de iglesia, ya ha sido recobrado el vestido nuevo, al igual que el vino nuevo y el odre nuevo? No creo que los amigos que nos critican por hablar tanto de la iglesia sean justos, porque también hablamos mucho del vestido nuevo, y aún más de la vida interior. Consideren nuestros escritos: rebosan de mensajes acerca de la vida interior. Pero no nos hemos detenido allí; pues también hemos abarcado la vida de iglesia. Si usted lee todos los libros y artículos que hemos publicado, descubrirá que no nos ocupamos del paño nuevo, pues eso es algo ya concluido. Pero sí tenemos el vestido nuevo, el vino nuevo y el odre nuevo. Tenemos a Cristo como nuestra justicia, como nuestro vivir y también como nuestra vida corporativa de iglesia. ¿Se detuvo el Señor en el vestido nuevo? ¡No! ¿Sólo llegó hasta el vino nuevo? ¡Tampoco! El prosiguió y pasó del Novio al paño nuevo, del paño nuevo al vestido nuevo, del vestido nuevo al vino nuevo y del vino nuevo al odre nuevo. ¿Hay algo más? ¡No! Después del odre, después de la iglesia, no existe nada más. La iglesia es la meta final de Dios. Cuando llegamos a la iglesia, estamos en la consumación final del propósito de Dios. Por lo tanto, después del odre, el Señor no mencionó nada más.

  ¡Alabado sea el Señor! Tenemos al Novio, tenemos el paño nuevo con el cual se ha elaborado el vestido nuevo, tenemos el vestido nuevo, tenemos el vino nuevo y tenemos también el odre nuevo. De modo que, no sólo somos plenamente aptos y estamos totalmente satisfechos, sino que también estamos ubicados en la posición apropiada para disfrutar a nuestro Novio. Si hemos experimentado todas estas cosas, no nos falta nada. Es maravilloso tener al Novio abrigándonos como vestido nuevo, y tenerlo en nuestro interior como vino nuevo. Este vino nuevo se encuentra en la vida de iglesia, es decir, en el nuevo odre. Por consiguiente, día tras día disfrutamos plenamente a nuestro Señor, nuestro Novio.

  ¿Es esto una religión? ¡No! ¿Es esto cristianismo? ¡No! ¿Es esto un nuevo tipo de secta? ¡No! Entonces, ¿qué es? Es la vida de iglesia. ¡Aleluya! ¡Es maravilloso tener la vida de iglesia y estar en ella!

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