
Lectura bíblica: Mt. 11:18-19, 25-30; 12:1-14, 38-42
Ahora llegamos a los capítulos 11 y 12 de Mateo. En el capítulo 9 vimos el asunto del Novio y los cuatro elementos nuevos. Dicho capítulo nos presenta al Novio como la figura más agradable. ¡Es tan agradable estar con el Novio! ¡El es nuestro disfrute! El capítulo 9 nos dice cómo tener este disfrute, y los capítulos 11 y 12 nos enseñan cómo obtener el verdadero descanso.
Los capítulos 11 y 12 de Mateo están estrechamente relacionados. Notemos la frase: “En aquel tiempo”, mencionada en el versículo 25 del capítulo once. A lo largo de toda la Biblia estas expresiones son muy significativas. La Palabra de Dios es muy económica y no desperdicia ningún vocablo. Analicemos la expresión: “En aquel tiempo”. ¿En qué tiempo? Jesús se refería al tiempo en que Juan había venido y ni comía ni bebía. Los religiosos juzgaban que Juan tenía un demonio y que el Hijo del Hombre era comilón y bebedor, ya que El, en Su venida, sí comía y bebía (Mt. 11:18-19). Entonces, “en aquel tiempo”, Cristo pronunció Su llamamiento: “Venid a Mí todos los que trabajáis arduamente y estáis cargados, y Yo os haré descansar” (v. 28).
Después del capítulo once, en el primer versículo del doce, encontramos la misma frase: “en aquel tiempo”. ¿En qué tiempo? En el tiempo cuando Jesús pronunció Su llamamiento, esto es, en el tiempo cuando Jesús invitó a la gente a venir a El y descansar.
Después de este pasaje llegamos al versículo 38, el cual empieza con la expresión “entonces”. Estas expresiones unen todas las secciones de estos dos capítulos. Por lo tanto, podemos decir que estos dos capítulos forman un conjunto que nos muestra una sola cosa: cómo hallar el verdadero descanso.
¿Desea usted encontrar el disfrute pleno y la vida más placentera? Entonces, permanezca en la presencia de Aquel que es agradable; quédese en la presencia del Novio. En tanto esté con nosotros nuestro Señor, nuestro Novio, lo único que nos queda por hacer es regocijarnos. Ahora podemos ver que todos estos pasajes, de los capítulos once y doce, nos muestran cómo obtener el descanso.
Los cristianos suelen citar Mateo 11:28 “Venid a Mí, todos los que trabajáis arduamente y estáis cargados”, pero ellos generalmente toman estos versículos de una manera aislada. Sin embargo, para encontrar “la manera” de descansar, debemos unir todos las cláusulas de estos dos capítulos.
Cuando Juan el Bautista vino, no comía ni bebía. Su comportamiento era totalmente opuesto a la religión y a la cultura humana. Por esta razón, los fariseos y los escribas, o sea, los religiosos, juzgaron que él tenía un demonio. Ciertamente Juan era una persona extraña, a quien nadie entendía; por tanto, ellos decidieron que tenía un demonio. Pero entonces vino Jesús, que comía y bebía, y los religiosos dijeron: “Miren, este hombre no parece hacer otra cosa que comer y beber”.
Si algún reglamento nos prohibiera comer y beber, resultaría una carga muy gravosa. Por otra parte, si otro reglamento nos obligara a comer y a beber más de lo necesario, esto también representaría una carga muy gravosa. Sin embargo, para nosotros, los hijos de sabiduría, este no es un asunto concerniente a comer y beber, ni de abstenerse de ello, sino absolutamente un asunto de vida. Prestemos atención a las palabras del Señor en el versículo diecinueve de este capítulo: “La sabiduría es justificada por sus hijos”. Aquí debe impresionarnos la palabra “hijos”, la cual nos muestra que éste es un asunto de vida. No somos estudiantes de la sabiduría, sino hijos de ella. No nos preocupa tanto el conocimiento de la sabiduría, pero sí nos interesa llevar una vida de sabiduría. ¿Qué es la sabiduría? ¡Cristo! Somos los hijos de Cristo; tenemos Su vida, por tanto, tenemos la vida de sabiduría. Para nosotros la vida cristiana no es un asunto de reglamentos, de hacer esto y aquello o de no hacerlo; más bien, es un asunto de vida. Si tengo sed, puedo beber; puedo beber poco a poco o beber una gran cantidad de agua de una vez. No existe ninguna ley al respecto, todo depende de la vida. No me pregunte por qué tomo agua; pues mi respuesta será: simplemente porque tengo sed. Cuando tengo sed, no me prohiba saciarla. Cuando no tengo sed, no me obligue a beber. No me pregunte por qué como, pues lo hago simplemente porque tengo hambre. Tampoco me pregunte por qué no como; no lo hago sencillamente porque no tengo hambre. ¿De qué depende esto? Depende absolutamente de la vida. Esta es la manera de obtener descanso. Las normas y reglas son sólo cargas pesadas de llevar, y Jesucristo dijo: “Venid a Mí todos los que trabajáis arduamente y estáis cargados, y Yo os haré descansar”.
¡Aleluya, no hay más reglamentos! ¿Tiene usted hambre? Entonces ¡coma! ¿Tiene usted sed? ¡Beba! Si no tiene hambre ni sed, simplemente no coma ni beba. Como podrá ver, mientras no existan reglamentos, somos libres y tenemos descanso.
Todos los reglamentos de la religión son las cargas pesadas que menciona el versículo 28. Esta es la razón por la que el Señor Jesús exclamó: “Venid a Mí todos los que trabajáis arduamente y estáis cargados”. Usted no necesita laborar. Olvídese de los reglamentos —de comer o no comer, de beber o no beber— olvídese de todo eso. Comeré cuando sea conveniente y no lo haré cuando no lo sea. Cuando tenga sed beberé, y cuando no tenga sed, simplemente no beberé. ¡Aleluya, no hay más reglamentos! Esto es Cristo, quien es incompatible con la religión. Jesús dijo: “Mi yugo es fácil” (11:30). En el original griego, el significado de la palabra fácil es “agradable” o “suave”. En otras palabras, Jesús dijo: “Mi yugo es flexible”. Cuando usted tiene hambre, come, y cuando no tiene hambre, simplemente no come. Su yugo es flexible, Su yugo es agradable, Su yugo no es rígido.
Fue “en aquel tiempo”, después de hablar así, que Jesús pasó por los sembradíos con Sus discípulos en día sábado. Los discípulos, al ver las espigas, empezaron a comer porque tenían hambre. Cuando los fariseos vieron esto, dijeron: “He aquí Tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en sábado” (12:2). Como podrán ver, guardar el sábado de esta manera es realmente una carga pesada. Jesús ha dicho: “Venid a Mí todos los que trabajáis arduamente y estáis cargados”. Cualquier reglamento o norma es una carga pesada; sin embargo, con Cristo no existe ningún reglamento ni norma. Consideremos la situación: los discípulos hambrientos estaban, posiblemente, en la sinagoga, y el Señor Jesús los sacó de allí; El los sacó de lo religioso y los condujo a los sembradíos. ¿Cree usted que lo hizo sin ningún propósito? Puedo asegurarles que el Señor Jesús hizo esto intencionalmente, a propósito. El quebrantó deliberadamente la observancia del sábado para satisfacer a aquellos que tenían hambre. La religión les imponía una carga, pero el Señor Jesús los satisfizo.
Los religiosos siempre ponen cargas sobre los demás, por ejemplo, les prohiben comer. Ellos suelen decir: “No es lícito, no es fundamental, no es conforme a las Escrituras”. Sin embargo, el Señor Jesús dijo: “¿No habéis leído?” En realidad les estaba diciendo: “Ustedes son tan fundamentalistas, tan bíblicos. ¿No habéis leído lo que hizo David cuando él y los que con él estaban tuvieron hambre; cómo entró en la casa de Dios y comieron los panes de la presencia [lit.], que no les era lícito comer ni a él ni a los que con él estaban, sino solamente a los sacerdotes? ¿No lo habéis leído, vosotros fariseos? Según vuestra ley no era lícito que David y los que lo acompañaban comieran, pero lo hicieron”. Aquellas personas tan bíblicas y fundamentalistas quedaron calladas. Esto es muy significativo.
Cristo es incompatible con la religión. Efectivamente existía un reglamento el cual estipulaba que sólo los sacerdotes podían comer el pan de la presencia en la casa de Dios. No obstante, la misma Biblia que menciona este reglamento, también relata cómo David entró en el templo y junto con sus seguidores comió el pan de la presencia. Pero Dios no los condenó. Al hablar así, el Señor Jesús daba a entender a los fariseos: “Yo Soy el verdadero David, y Mis discípulos son los verdaderos seguidores de David. Si antiguamente David y sus seguidores comieron el pan de la presencia sin ser condenados, pues a ellos no les estaba permitido comerlo, ¿cómo pueden ustedes condenarme? Deben entender que David era solamente un tipo, una sombra o figura de la realidad; pero Yo soy el verdadero David. Si todo lo que hizo David era lícito, entonces todo lo que Yo hago también debe serlo. Si ustedes entran en el templo sin David, y comen el pan de la presencia, ciertamente serían condenados. Pero el hecho de que David está con ustedes, y que ustedes están en la presencia de David, lo hace todo lícito. No depende de la ley, sino de David”.
Ahora mismo lo importante no es la ley, sino Cristo. En tanto Cristo está con ustedes, lo que ustedes hacen en Su presencia, está bien. ¿Por qué? Porque hoy en día Cristo da la ley de forma presente, instantánea y actual. ¡Aleluya! Hoy Cristo es el verdadero David y nosotros somos Sus seguidores. El está con nosotros, y nosotros hacemos todas las cosas en Su presencia.
Ahora no hay más preceptos que Cristo mismo. No hay más reglamentos que el David verdadero. Mientras sigo al David actual, mientras soy uno con mi Cristo, todo lo que haga en Su presencia estará bien. ¿Puede usted decir esto mismo? ¿Tiene usted la visión que le permite declarar esto?
Entonces el Señor Jesús añadió algo. El dijo: “¿O no habéis leído... ?” (12:5). No crea que usted entiende la Biblia mejor que el Señor Jesús. Nuevamente el Señor Jesús les preguntó: “¿O no habéis leído en la ley que en los sábados los sacerdotes en el templo profanan el sábado, y son sin culpa?” Incluso es lícito que los sacerdotes profanen el día de sábado. Mientras están en el templo no hay obligación, son libres de la ley. Si están fuera del templo, deben observar el sábado, pero si están en el templo, son libres de tal observancia. El templo es su emancipación. El Señor Jesús dijo: “Pues os digo que hay aquí algo mayor que el templo” (v. 6). En realidad el Señor Jesús estaba diciendo a los fariseos: “Mis discípulos comían en el templo. Quebrantaron el precepto sabático estando en Mí, en el templo real. Mientras estén en Mí, todo lo que hagan está bien. ¿Qué pueden contestar a esto? ¿Creen que realmente conocen la Biblia? Les aseguro, fariseos y escribas, que la conocen muy poco. En realidad, no la conocen bien. ¿O no habéis leído? A los sacerdotes se les permitía quebrantar el precepto sabático en el templo. Ahora, Yo soy el Templo verdadero, y Mis discípulos son los sacerdotes que están en Mí. Todo lo que hacen, aún cuando se oponga a la ley, no va en contra de ella, porque ellos están en el Templo. Por lo tanto, son libres”.
Si usted se encuentra fuera del Templo, está atado, pero si se halla en el Templo, es libre. Si usted está fuera de Cristo, se encuentra bajo la esclavitud, pero si está en Cristo, es libre. ¡Esto es maravilloso! Hoy en día, Cristo no es solamente el templo, sino que es el Templo verdadero. ¿No es esto bueno? Usted nunca podría aventajar al Señor Jesús. No venga ante El con la intención de ganar su argumento. Dicho de otra manera, su argumento no tiene base. No diga que ha perdido; porque de todos modos, nunca tuvo un argumento válido. Jesús tiene toda la razón. ¿No habéis leído lo que hizo David? ¿No habéis leído acerca de los sacerdotes en el templo? ¿No habéis leído? Por tanto, es mejor que guarden silencio.
Los fariseos juzgaban que no era lícito comer espigas en el día de sábado. Finalmente el Señor Jesús les dijo: “El Hijo del Hombre es Señor del sábado” (v. 8). Lo que en realidad estaba diciendo el Señor, era: “Antiguamente Yo tenía el derecho de establecer el sábado, y ahora tengo el derecho de anularlo. ¿Qué tiene de malo eso?” En mi muñeca izquierda tengo puesto un reloj. Es mi reloj. Por la mañana me lo puse, pero supongamos que ahora me lo quiero quitar. ¿Qué podrían decir ustedes? Es mi reloj y puedo hacer lo que yo quiera con él. El Señor les dio a entender: Yo soy el señor del reloj. Si quiero ponérmelo, me lo pongo; si quiero quitármelo, me lo quito. De igual manera, el Señor Jesús dijo: “Yo soy el Señor del sábado”. El estaba diciendo implícitamente: “Soy el Señor no solamente del sábado, sino de ustedes también”. ¡Aleluya!
Si tenemos a Cristo, tenemos al verdadero David, tenemos a alguien que es superior al templo. ¡Aleluya! Si tenemos a Cristo, tenemos al Señor del sábado. Esto es muy bueno. Su nombre es “Yo soy”. No podemos decir otra cosa que: “¡Oh Señor, Amen, Aleluya!”
¿Se da cuenta usted que Cristo es incompatible con la religión? Pues sepa que aquello fue sólo el primer sábado. Después de eso, vemos otro sábado en el capítulo doce. Después del primer sábado, el Señor Jesús entró en la sinagoga el día de reposo, y se encontraba allí un hombre que tenía una mano seca. Entonces los religiosos aprovecharon la oportunidad para tentar nuevamente al Señor Jesús, y le preguntaron: “¿Es lícito sanar en sábado?” (v. 10). Aquí vemos el caso de un hombre que tenía la mano seca; no es el caso de un hombre completo, sino el caso de una mano, de un miembro del cuerpo. Esto es muy significativo. En el primer sábado, el Señor Jesús se ocupó de Sí mismo como Cabeza del Cuerpo. Ahora, en el segundo sábado, El debía cuidar de Sus miembros. Aquí vemos una mano seca, un miembro seco, casi muerto. El Señor contestó a los fariseos: “¿Qué hombre habrá de vosotros, que tenga una oveja, y si ésta cae en un hoyo en sábado, no le echa mano y la levanta? Pues ¡cuánto más vale un hombre que una oveja!" (12:11-12). En otras palabras El dijo: “¿Entonces que hay de malo si sano a este miembro seco?” La mano es un miembro del cuerpo, y la oveja es un miembro del rebaño. ¿Puede ver esto? Ese sábado el Señor indicó que El haría todo lo necesario para sanar a Sus miembros, para rescatar a Sus ovejas caídas. Sea sábado o no, el Señor está interesado en sanar a los miembros muertos de Su Cuerpo. Al Señor no le importan los reglamentos; a Sus ojos el rescate de Sus ovejas caídas tiene primordial importancia. El primer sábado aprendimos la lección siguiente: Cristo, la Cabeza, lo es todo; El es David, es mayor que el templo, y es Señor del sábado. Pero el segundo sábado nos enseña otra lección: el Señor Jesús se interesa por Sus miembros secos, Sus ovejas caídas. Esto es muy significativo.
Hoy el cristianismo se preocupa por los reglamentos, pero no se interesa por Cristo, la Cabeza. Los cristianos de hoy se preocupan más por sus formalidades, doctrinas y normas que por los miembros secos del Cuerpo de Cristo; no se preocupan por las ovejas del rebaño.
A principios del año 1968 sucedió en Los Angeles que el Señor nos guió a ser sepultados [bautizados]. Esto aconteció durante la conferencia de año nuevo. Yo no tenía ninguna intención de alentar a la gente a ser sepultada. Sin embargo, al final de una reunión, alguien dijo: “Quiero ser sepultado”. Entonces otros le siguieron, hasta que muchos hermanos y hermanas fueron sepultados. Todos fueron conmovidos profundamente por este hecho, y testificaban que estaban sepultando su vejez, y de esta manera fueron avivados. Yo quedé muy sorprendido por este deseo de ser sepultados. Inicialmente tuve la intención de decir una palabra para detener lo que estaba sucediendo, pero el Espíritu dentro de mí me lo impidió. ¿Quién era yo para detener algo que venía del Espíritu Santo? Así que, no dije ni una sola palabra hasta el tercer día, cuando predije que ciertamente los religiosos iban a empezar a criticar a la iglesia en Los Angeles por este hecho. Las críticas llegaron a los diez días. Ellos decían: “Hay una herejía en Los Angeles”. “Muchos creyentes que se habían bautizado correctamente, ahora se están bautizando de nuevo. Argumentaban diciendo: ¿Cual es la base bíblica que justifica el segundo bautismo de un creyente que ya fue bautizado correctamente?” No me gusta discutir, pero quiero decirles que numerosas “manos” secas fueron sanadas. Esto no sucedió únicamente en Los Angeles; pues después de eso, en varios lugares, muchos “muertos” fueron avivados por medio de esta especie de entierro voluntario. ¿Qué podemos decir a esto? Nada.
¡Cuán pobre es el cristianismo! Allí no se preocupan si usted está seco o viviente; lo único que les interesa es que cumpla con sus reglamentos. Si usted guarda el “sábado” todo estará bien, aunque tenga una mano seca; eso no les interesa en absoluto. ¿Pero dónde está el descanso? El descanso no existe para el hombre de la mano seca. Lo que el Señor Jesús estaba diciendo en realidad era lo siguiente: “No me interesa el sábado; sólo me interesan Mis miembros, Mis ovejas caídas”. Los religiosos decían: “Miren, nosotros somos tan correctos, tan bíblicos, tan ordenados”. Pero el Señor Jesús daba a entender: “No importa nada de eso. Lo único que me interesa es sanar a Mis miembros y rescatar a Mis ovejas”. Al Señor no le preocupan los reglamentos religiosos. ¿Qué significa observar el sábado? No significa nada. No obstante, sanar una mano seca es algo muy importante. Sacar del hoyo a la oveja caída es lo más importante. Si tantos centenares de personas fueron avivadas al ser “sepultadas”, ¿qué podemos argumentar contra eso?
Algunos opinan que nuestras reuniones son demasiado ruidosas, y no toleran nuestros gritos y alabanzas. Pero mire el fruto. Hoy en día, si usted va a las iglesias cristianas de Estados Unidos los domingos por la mañana, difícilmente encontrará personas menores de treinta años de edad. La mayoría allí son personas mayores. En cambio, entre nosotros la mayoría tiene menos de treinta años. ¡Hay tantos jóvenes que se han entregado al recobro del Señor! Lo único que les interesa es Cristo como Cabeza y la iglesia con todos los miembros como el Cuerpo. Por tanto, ¿qué dice usted? ¡Oh, sepulte la vieja religión muerta! Ha permanecido en ella durante años como un miembro seco.
El Señor no se molesta si la gente es ruidosa. En varias ocasiones el libro de los Salmos dice: “¡Aclamad a Dios con alegría! (66:1; 81:1; 95:1, 2; 98:4, 6; 100:1). Dios es Dios de vivos, y no de muertos. Los vivos deben ser ruidosos; sólo los muertos guardan silencio quietamente. No es necesario ordenarles a los muertos que se queden tranquilos; ellos están muy tranquilos porque están muertos. Esta no es la era de las formalidades, ni es la era de la religión. Más bien, es la era del Cristo vivo y de los miembros vivientes; no del Cristo que imparte enseñanzas y doctrinas, sino del Cristo que da vida, del Cristo que es el Espíritu vivificante. Miren a todos estos jóvenes entregados a Cristo y a la iglesia. Ellos incendiarán a todo el país con el fuego del Señor.
El Señor no se preocupa sólo por Sí mismo como Cabeza, sino también se interesa por Sus miembros. El sanará a los miembros secos y rescatará a las ovejas caídas. El edificará una iglesia viviente y no una iglesia formal. Aleluya, los discípulos hambrientos quedaron saciados, el hombre de la mano seca halló descanso y la oveja que había caído en el hoyo fue rescatada. “Venid a Mí todos los que trabajáis arduamente y estáis cargados, y Yo os haré descansar”. Esto significa, por el lado negativo, que El quitará todos los reglamentos, y por el lado positivo, que El nos alimentará, sanará, rescatará y nos dará descanso. El es el único medio para obtener descanso. El descanso no se halla en algo religioso; la religión sólo pone cargas sobre nosotros. Cristo es nuestro verdadero descanso; Su yugo es fácil y Su carga ligera. ¿Por qué decimos esto? Porque éste es un asunto de vida. Todo lo que concierne a la vida es agradable y fácil de llevar.
El capítulo doce menciona otro asunto religioso que fue presentado al Señor Jesús: “Entonces respondieron algunos de los escribas y de los fariseos, diciendo: Maestro, deseamos ver de Ti señal” (v. 38). Una señal es algo sobrenatural, algo que sucede milagrosamente. Por supuesto, el Señor Jesús realizó muchos milagros mientras estuvo sobre esta tierra. Pero cuando los religiosos vinieron y le pidieron que les mostrara algún milagro, El se negó a hacerlo. Esto significa que el Señor Jesús nunca hace un milagro de manera religiosa. Hablando en términos humanos, a todos nos gusta ver milagros. Esta disposición o inclinación es totalmente natural y religiosa. Si hoy el Señor efectuara un milagro entre nosotros, todos estaríamos muy entusiasmados; ésta sería una reacción completamente natural y religiosa. Cuando los escribas y los fariseos le pidieron un milagro, El contestó: “La generación malvada y adúltera busca señal; y señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás. Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches” (vs. 39-40). El Señor dijo que no haría ningún milagro para ellos; sólo les habló de la señal del profeta Jonás. Jonás pasó tres días y tres noches dentro de un gran pez, y finalmente salió; esto fue indudablemente un milagro, pero no un milagro hecho de manera religiosa. El milagro de Jonás fue un milagro hecho en la semejanza de la resurrección: es un cuadro que describe al Cristo resucitado. Cristo fue puesto en el corazón de la tierra, en un lugar aún más profundo que el vientre del gran pez. Pero después de tres días y tres noches, El salió en resurrección. Esta resurrección es Cristo; este Cristo en resurrección es el único milagro para hoy.
El pensamiento natural y religioso del hombre sostiene que si pudiéramos hacer milagros, ciertamente podríamos establecer una buena iglesia. Pero no es así. Mediante los milagros que el Señor realizó mientras andaba en la tierra, El ciertamente atrajo a las multitudes. No obstante, después de Su ascensión, sólo quedaron ciento veinte personas reunidas en el aposento alto (Hch. 1:15). Yo creo que esta cantidad representaba menos de una persona por cada mil, de las multitudes que seguían al Señor en los pueblos y campos de Judea y de Galilea. En sólo uno de Sus milagros fueron alimentados cinco mil hombres, mas las mujeres y los niños (Mt. 14:21). Aún después de la resurrección del Señor, El apareció a quinientos hermanos en una ocasión (1 Co. 15:6). No obstante, después de Su ascensión, sólo quedaron reunidos ciento veinte discípulos. ¿En dónde estaban todos los demás? Los únicos que permanecieron firmes fueron aquellos que tenían alguna experiencia del Cristo resucitado como vida en ellos. Lo único que nos puede edificar como iglesia no son los milagros, sino la vida de resurrección, es decir, el Cristo resucitado.
Aquí vemos el caso de unas personas que vinieron al Señor y le pidieron una señal. Sin embargo, el Señor Jesús les contestó que no habría ninguna señal adicional, ningún milagro. La única señal es la resurrección, o sea, el Cristo resucitado. Todos debemos conocer, experimentar y poseer al Cristo resucitado y ser poseídos por El. Incluso Pablo, cerca del final de su vida, expresó su anhelo de conocer a Cristo y el poder de Su resurrección (Fil. 3:10), y no los milagros. Pablo mismo había realizado numerosos milagros durante su vida, pero no depositó su confianza en ello. El sólo quería conocer a Cristo y el poder de Su resurrección. No se trata de milagros exteriores, sino de la resurrección interior. No se trata de señales, maravillas y milagros, sino del Cristo poderoso y resucitado. Debemos ver al Cristo resucitado.
Después de referirse a Jonás, el Señor habló de Salomón. Según la secuencia histórica, Salomón precedió a Jonás. No obstante, aquí la secuencia espiritual presenta a Jonás antes que a Salomón. Lo que Jonás tipifica del Señor Jesús ocupa el primer lugar; luego sigue lo que Salomón tipifica acerca del Señor. Jonás tipifica al Cristo resucitado; Salomón tipifica a Cristo como Aquel que está en resurrección con sabiduría para cumplir el propósito eterno de Dios, a fin de edificar la casa de Dios, el templo, y gobernar sobre el reino de Dios. Primero, nuestro Cristo es el Jonás de hoy, y después, El es el Salomón actual. El resucitó, y en resurrección posee la sabiduría para edificar la casa de Dios y gobernar sobre el reino de Dios, a fin de cumplir Su economía. Lo que necesitamos no son señales ni milagros, sino al Cristo resucitado como nuestra vida de resurrección para edificar la casa de Dios, y cumplir así el propósito de Dios, Su economía.
Estoy muy contento por la abundante gracia que el Señor ha mostrado a la iglesia en Los Angeles. Algunos santos queridos han venido a nuestras reuniones, y después de estar aquí por algún tiempo han hecho el siguiente comentario: “Es realmente extraño: ustedes no hablan en lenguas; no obstante, sus reuniones tienen más vida que las reuniones de aquellos que hablan en lenguas”. Antes de eso, nunca se hubieran imaginado que existían reuniones tan vivientes sin el hablar en lenguas. El santo querido que hizo este comentario en Los Angeles, dijo lo mismo en la iglesia en Houston. El declaró: “incluso nosotros que hablamos en lenguas, no tenemos esta clase de reuniones”. Al Señor Jesús no le interesan las formalidades, los ritos ni las tradiciones, a El sólo le preocupa que tengamos Su presencia.
La era de las doctrinas y de los dones ha pasado. Con esto no queremos decir que hoy no tenemos doctrinas ni dones. Todos sabemos que el recobro del Señor empezó con Martín Lutero. En aquel tiempo, la verdad que el Señor recobró fue la justificación por fe. Ahora podemos decir, y creo que todos lo entendemos claramente, que la era del recobro de la justificación por fe ha terminado. Esto no quiere decir que no necesitamos la justificación por fe. Después de Martín Lutero, el asunto de la santificación por fe fue también recobrado. Si leen la historia del recobro del Señor, se darán cuenta de que en cierta época, muchos siervos del Señor, incluyendo a John Wesley, se centraron totalmente en el asunto de la santidad. En ese entonces el asunto de la santificación o de la santidad fue plenamente recobrado. Un poco más tarde, el asunto de la vida interior también fue recobrado. Estas son las varias etapas o eras del recobro del Señor. La primera etapa de Su recobro fue la justificación por fe. Más adelante, fue recobrada una verdad tras otra, en cada era. Al final del siglo XIX y al principio del XX, la experiencia pentecostés fue recobrada. Resulta difícil remontarnos a su origen; algunos dicen que empezó con el avivamiento de Gales en 1903 y 1904; otros afirman que empezó antes. En todo caso, el Señor llevó a cabo un recobro claro por medio del movimiento pentecostal o pentecostés. Para algunos, la palabra “pentecostal” no tiene una buena connotación. Pero ciertamente es un término bíblico, es un buen término; es algo del recobro del Señor. En aquel recobro hubo indudablemente muchas manifestaciones verdaderamente milagrosas. Sin embargo, todos debemos entender esto: así como la etapa de la justificación por fe ha terminado, también se ha terminado la etapa del recobro del movimiento pentecostal. No obstante, esto no significa que no necesitamos la experiencia pentecostal ni las cosas que se relacionan con ésta. Lo que queremos decir es que el Señor ha seguido adelante para obtener un recobro más profundo, un recobro de Cristo, del Espíritu, y de la vida de iglesia. Esta es la era de dicho recobro.
No estamos diciendo que no necesitamos todas las verdades que se recobraron anteriormente. ¡Aleluya, porque hemos heredado todo lo que ya ha sido recobrado! En la vida de iglesia tenemos la justificación por fe y la santificación por fe; tenemos también todos los demás aspectos del recobro del Señor, incluyendo la experiencia pentecostal. Lo que quiero decir es lo siguiente: si insistimos en cualquiera de estos aspectos, erramos al blanco. Si sólo damos énfasis al asunto de la justificación por fe, nos quedamos cuatrocientos o quinientos años atrás. Si nos preocupamos únicamente por la era del movimiento pentecostal, nos quedamos por lo menos tres cuartos de siglo atrás. Por favor, les pido que no interpreten mal mis palabras y que no piensen que nos oponemos a la justificación por fe ni a cualquier otra verdad recobrada por el Señor en el pasado. No estamos en contra del verdadero hablar en lenguas ni de los dones pentecostales. No se trata de eso, en absoluto. Más bien, somos partidarios de la iglesia, de la iglesia que todo lo incluye, y no de las denominaciones ni de las sectas fundadas sobre ciertas verdades particulares. La iglesias luteranas fueron fundadas sobre la doctrina de la justificación por la fe. Las iglesias de la santidad fueron fundadas sobre la doctrina de la santidad. Las iglesias pentecostales fueron fundadas sobre la experiencia pentecostal. No obstante, la iglesia no está fundada sobre ninguno de estos asuntos. Más bien, la iglesia está fundada sobre la unidad de todos los creyentes, la unidad que incluye a todos los creyentes.
Hoy en día, la era del recobro del Señor es la era de experimentar a Cristo como vida, como Espíritu vivificante, y de practicar la vida de iglesia. Nuestra experiencia nos muestra que la única posibilidad que tienen las iglesias locales de ser edificadas con solidez y vida, es por medio de Cristo como vida en nuestro espíritu. Debemos experimentar día tras día a aquel que es superior a Jonás y a Salomón: es superior a Jonás para ser nuestra vida de resurrección, y es superior a Salomón para cumplir el propósito eterno de Dios, a saber, edificar Su casa e introducir Su reino. ¡Aleluya! hoy en día tenemos a Cristo, quien es más que Jonás y Salomón!
En esta porción maravillosa de Mateo, vemos a Cristo como: el David actual, la realidad del templo, el Señor del sábado, y como aquel que es superior a Jonás y a Salomón. Si usted posee a Cristo en todos estos aspectos, obtendrá el descanso. El Señor Jesús dijo: “Venid a Mí todos los que trabajáis arduamente y estáis cargados, y Yo os haré descansar. Mi yugo es fácil, y ligera Mi carga”. En otras palabras, El dijo: “Sólo venid a Mí: Yo soy vuestro David, quien puede satisfaceros plenamente; Soy mayor que el templo, en Mí sois liberados de toda clase de cautiverio y preceptos; Yo Soy el Señor del sábado, quien puede daros descanso y quien es vuestro descanso; Soy superior a Jonás, que os suministra algo de la resurrección; y Soy superior a Salomón, llevando a cabo continuamente la economía de Dios en vosotros, por medio de vosotros y entre vosotros”. ¿Dónde más podríamos encontrar descanso? Esta es la única manera de hallar reposo.
Conozco a evangelistas, misioneros y obreros cristianos que laboran arduamente día tras día en su obra evangélica. Sin embargo, mientras trabajan, no tienen descanso. No estoy criticándolos, estoy describiendo la realidad. Si ellos revelaran honestamente su experiencia, admitirían que no tienen ningún reposo. Luego, usted podría devolverme la pregunta: “¿Y qué de usted, hermano?” Les puedo asegurar por la gracia del Señor que trabajo muchísimo, pero descanso todo el tiempo. Soy tan feliz, muy feliz, pues tengo a aquel que es más grande que Jonás y Salomón. Tengo a Cristo como mi vida de resurrección, y estoy en el cumplimiento de la economía eterna de Dios. ¡Aleluya, no existe nada mejor!