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Mensajes del libro «Cristo es contrario a la religión»
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CAPITULO CUATRO

REVELACION, VISION Y APLICACION

  Lectura bíblica: Mt. 16:13-19; 17:1-9, 24-27

  Durante muchos años hemos estudiado, principalmente, las epístolas: Efesios, Romanos y las demás cartas escritas por el apóstol Pablo. En ocasiones hemos permanecido en el Evangelio de Juan. ¡Ciertamente estos libros son maravillosos! Pero este año el Señor nos ha abierto el Evangelio de Mateo y hemos recibido algo nuevo en él. Me gusta mucho este Evangelio; no me puedo apartar de él. ¡Se los recomiendo mucho! ¡Todos debemos amar este libro!

  Hemos visto que Mateo presenta a Jesús en Su aspecto de Novio con los cuatro elementos que mencionamos anteriormente: el odre nuevo, el vino nuevo, y el paño nuevo, con el que se hace el vestido nuevo. En los demás libros del Nuevo Testamento, no vemos ninguno de estos elementos tan significativos. Sé que a ustedes les gusta el Evangelio de Juan, pero en Juan no pueden encontrar el vestido nuevo, el vino nuevo, ni el odre nuevo. Antes tenía preferencia por Juan, quizás más que ustedes, pero ahora prefiero a Mateo. Ciertamente el Evangelio de Juan es muy rico, pero no lo incluye todo. Sin embargo, el Evangelio de Mateo lo abarca todo, es un libro muy precioso.

TRES ETAPAS DE UNA SOLA EXPERIENCIA

  Ahora llegamos a los capítulos dieciseis y diecisiete de Mateo, donde vemos tres secciones: capítulos 16:13-19; 17:1-9; y 17:24-27. Si usted ora-lee estas tres secciones con atención, se dará cuenta de que presentan tres etapas de una sola experiencia. Si queremos experimentar la esfera espiritual, necesitamos estas tres etapas. ¿A qué etapas nos referimos?

  En la primera sección, en el capítulo 16:13-19, el Señor usó el término “reveló”, cuando dijo: “...no te lo reveló carne ni sangre, sino Mi Padre que está en los cielos” (v. 17). Esto significa que la revelación es la primera etapa por la que debemos pasar para experimentar algo del Señor. La revelación es más que un simple conocimiento y entendimiento; es la comprensión de algo en lo profundo de nuestro ser. En este pasaje, formado por estos dos capítulos, Pedro y los demás discípulos recibieron una revelación. Luego, en la segunda sección, en el capítulo 17:1-9, el Señor mencionó la palabra “visión”. En el versículo nueve dice: “Jesús les mandó, diciendo: No digáis a nadie la visión, hasta que el Hijo del Hombre haya resucitado de los muertos”. Esto indica que para experimentar algo de Cristo, la segunda etapa: la visión, es más profunda que la revelación. ¿Cual es la diferencia entre revelación y visión? En griego, la palabra “revelación” significa quitar el velo. Cuando se corre el velo que cubre un objeto, podemos ver dicho objeto: esto es una revelación. No obstante, puedo quitar el velo sin que entre la luz. Además, podría quitar el velo, pero tal vez usted haya nacido ciego. Por tanto, necesitamos la revelación, el correr de velo, pero también necesitamos la luz y la vista. Entonces recibimos la visión. No solamente necesitamos una revelación, sino también una visión.

  En todos estos mensajes mi propósito es quitar los velos. Quito uno tras otro. En el último mensaje les quité un velo, y en este mensaje les quitaré otro. Deseo que puedan ver esta persona maravillosa; así que, quitaré velo tras velo. Tal vez usted piense que en cuanto los velos desaparezcan, podrá ver perfectamente. Pero yo sólo puedo quitar los velos; no puedo hacer que la luz resplandezca sobre usted. La luz viene de los cielos, de Dios mismo, quien manda que la luz resplandezca en las tinieblas. Yo no puedo hacer eso, pues no soy Dios. Pero si usted recibe la misericordia de Dios, la luz resplandecerá inmediatamente. Sin embargo, usted aún necesita algo más: la vista. No requiere solamente la luz, sino también la vista. La visión surge de estos tres elementos en conjunto: el correr de los velos, la luz y la vista.

  Si queremos experimentar a Cristo, el primer paso necesario consiste en obtener revelación. Después necesitamos recibir una visión. Sin embargo, aún después del segundo paso, todavía no tenemos la verdadera experiencia. Por lo tanto, debemos examinar la tercera sección de estos dos capítulos, que se encuentra en el capítulo 17:24-27, donde podemos ver la aplicación. La aplicación es la tercera etapa. Después de la revelación, necesitamos la visión, y después de la visión requerimos la aplicación. Primero debemos entender algo, después necesitamos verlo, y finalmente tenemos que aplicarlo. Yo no les puedo ayudar en esto. Lo repito, todo lo que puedo hacer es quitar los velos. Dios por Su misericordia puede resplandecer desde los cielos y concederles la vista, a fin de que reciban la visión, pero después de recibir la visión, todavía necesitan aplicarla. Deben hallar la manera de aplicar lo que han visto. Pedro primero recibió la revelación, después obtuvo la visión, y finalmente aprendió la aplicación, de una manera tan drástica que nunca pudo olvidarla. En realidad, cuanto más nos cuesta aprender algo, más difícil nos resulta olvidarlo. Pedro jamás pudo haber olvidado esa lección. ¡Aleluya, el Señor lo logró y Pedro lo logró también! No quiero decir que Pedro lo haya logrado por sí mismo, sino que el Señor lo hizo pasar por tal experiencia. El Señor lo condujo a través de la revelación, de la visión y de la aplicación.

  Examinemos detenidamente estas tres etapas. ¿Cuál fue la revelación? ¿Cuál fue la visión? ¿Y cuál fue la aplicación que Pedro aprendió?

LA REVELACION

Fuera de la religión

  Mateo siempre pone en evidencia la condición de los religiosos. Todo lo que Mateo narra acerca de Cristo aconteció fuera de la religión. En la primera sección de Mateo 16, leemos: “Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo...” (v.13). Si usted observa en un mapa, descubrirá que Cesarea de Filipo estaba lejos, al norte, aún más al norte que Galilea. En realidad se encuentra en el extremo más lejano de Palestina. Isaías 9:1 nos dice que Galilea era de los gentiles. Pero este lugar estaba aun más lejos que Galilea; por lo tanto, era tierra aún más pagana. Se encontraba casi fuera de la tierra santa, o por lo menos en el límite territorial. En aquel tiempo había un lugar santo, el templo santo, la ciudad santa y la tierra santa: una esfera cuatro veces santa. Jesús se mantuvo apartado de todos estos lugares santos. En aquel tiempo las cosas santas eran las cosas religiosas. La expresión “cuatro veces santo” significa cuatro veces religioso. La tierra era religiosa, la ciudad era religiosa, y el templo con todo lo que contenía, eran cosas religiosas. Jesús se fue a la región de Cesarea de Filipo y se apartó de todo eso.

  Jesús no introdujo a Sus discípulos a la ciudad de Cesarea de Filipo, sino que permaneció fuera de la ciudad, en esa región. Y en ese lugar completamente gentil, el Señor preguntó a Sus discípulos: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?” En otras palabras, El les estaba preguntando: “¿Quién dicen las personas de la esfera religiosa que soy Yo?"

  Si queremos ver o aprender algo del Señor Jesús, debemos salir de la religión. Si usted permanece en la religión, en alguna denominación o iglesia supuestamente cristiana, difícilmente recibirá revelación. Debe abandonar todo lo religioso. En el templo los sacerdotes seguían orando, ofreciendo sacrificios, quemando incienso, encendiendo el candelero, etc. Todo lo que ellos hacían y reflejaban era religioso. Pero el Señor Jesús apartó a Sus discípulos del sacerdocio, del templo, de la ciudad santa y de la región santa. El les preguntó: “¿Quien dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?” Y ellos le contestaron: “Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o uno de los profetas” (16:14). Respondieron con los nombres de todos los personajes religiosos más importantes, los “peces gordos”. Así hablaban los religiosos acerca de Jesús. La comprensión que tenían del Señor Jesús era completamente religiosa. El Señor nunca ha apreciado esa clase de entendimiento.

La revelación en cuanto a Cristo

  Entonces el Señor Jesús se dirigió a Sus discípulos y prácticamente les pidió que abandonaran la manera religiosa de entender las cosas. El les preguntó: “¿Y vosotros, quién decís que soy Yo?” Y Simón Pedro respondió: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (v. 16). Los cuatro evangelios muestran que Pedro casi siempre se equivocaba. En una sola ocasión acertó, precisamente en esta ocasión. Pedro siempre tomaba la iniciativa, y una persona así de precipitada siempre comete muchos errores. No obstante, aunque Pedro por lo general erraba al blanco, esta vez acertó. El dijo que Jesús era “el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. Esa fue una revelación.

La revelación en cuanto a la iglesia

  Pedro recibió la revelación de Cristo, y el Señor Jesús lo apreció mucho. Pero en el versículo siguiente, el Señor le dijo: “Y Yo también te digo...” (v. 18). Pedro había recibido sólo el cincuenta por ciento de la revelación. La revelación que Pedro vio era totalmente correcta, pero era insuficiente. El vio quién era Cristo; esto es maravilloso, pero incompleto. Debemos subrayar la palabra “también”, al principio del versículo 18, pues es muy significativa. Al usar esta palabra, lo que en realidad el Señor Jesús estaba diciendo a Pedro, era: “Lo que has visto está absolutamente correcto, pero es sólo el cincuenta por ciento, solamente la primera mitad; aún necesitas la segunda mitad”. Luego Jesús prosiguió y le habló acerca de la iglesia. Cristo es la primera mitad de la revelación divina, y la iglesia es la segunda mitad. La Cabeza es la primera mitad ,y el Cuerpo, la segunda mitad.

  Si usted quiere ver a una persona y sólo la cabeza está descubierta, esa revelación es incompleta. Debe ver la totalidad de la persona, no solamente la cabeza sino también el cuerpo. Efectivamente quizás usted haya visto a Cristo, y eso es maravilloso. Pero debe entender que el propósito de Dios no incluye únicamente la Cabeza, sino también Su Cuerpo. Usted ha visto a Cristo, pero a fin de cumplir el propósito de Dios, necesita ver también la iglesia. Por tanto, el Señor Jesús dijo: “Y Yo también te digo...” Debemos subrayar la palabra “también”.

  En los últimos años hemos visto algo de la iglesia, y por tal razón no podemos dejar de testificar a los demás lo que hemos visto. Es por eso que nos acusan de hablar demasiado de la iglesia. Algunos amigos queridos dicen que son partidarios de Cristo. Dicen que con tener a Cristo es suficiente, y sólo hablan de Cristo como Cabeza. Nosotros hemos visto que Cristo es la Cabeza, pero también hemos visto el Cuerpo. Decimos a todos que la Cabeza es muy importante, la Cabeza es preciosa y es maravillosa. Pero si usted tuviese solamente una cabeza sin cuerpo, ¿qué clase de persona sería? Si sólo tenemos a Cristo sin la iglesia, ¿qué es eso? Supongamos que al reunirnos vemos la cabeza de un hermano flotando en el local de reunión. Lo más seguro es que todos saldríamos aterrorizados. La cabeza necesita al cuerpo. Oh, ¡cuánto necesita Cristo a la iglesia! El problema es el siguiente: las personas hablan mucho de la Cabeza, pero descuidan al Cuerpo. Algunos no sólo descuidan al Cuerpo, sino que se oponen a éste, e impiden que otros hablen de él. Por tanto, no debemos sólo dar énfasis a la Cabeza, sino también al Cuerpo. No es un asunto sólo de Cristo, Cristo, Cristo, sino también de la iglesia, la iglesia, la iglesia.

  En otras palabras, el Señor Jesús estaba diciendo a Pedro: “Es maravilloso que hayas visto a Cristo, pero debes ver algo más. Yo también te digo que edificaré Mi iglesia sobre lo que tú has visto. Tu eres Pedro, una piedra. Yo te edificaré con todos los demás como Mi iglesia sobre esta roca. De ahora en adelante ya no eres una persona independiente, sino una piedra que forma parte de la edificación de la casa, un miembro más edificado en el Cuerpo. Edificaré Mi iglesia; esto significa que te edificaré como piedra con todos los demás para formar la iglesia. Sobre esta base, te daré las llaves del reino de los cielos. Tú Simón, no eres digno de tener las llaves individualmente. No eres apto para ello, pero como piedra del edificio, como miembro del Cuerpo, sí tienes la posición para poseer las llaves del reino de los cielos”. La revelación que necesitamos concierne primeramente a Cristo y luego a la iglesia.

  Es muy triste ver que en el cristianismo actual tantos cristianos se refieren a Mateo 16 y hablan mucho de Cristo, pero se olvidan de la iglesia. No sólo necesitamos ver a Cristo, sino también a la iglesia. El gran misterio de Dios es Cristo y la iglesia (Ef. 5:32). Esta es la revelación.

LA VISION

Después de un período específico de tiempo

  La segunda sección empieza en Mateo 17:1, donde dice: “Seis días después...” En Lucas 9:28, un relato paralelo, leemos: “Aconteció como ocho días después de estas palabras...” ¿Cuál es la diferencia en cuanto al tiempo entre estos dos pasajes? En realidad no existe ninguna diferencia. Eran seis días después, pero según el calendario judío podemos decir que eran también ocho días, incluyendo la última parte del primer día y la primera parte del último día. En todo caso, el periodo aquí se refiere a una semana después del acontecimiento mencionado en el capítulo dieciseis. Una semana es un ciclo o período específico de tiempo; al igual que un día, un mes o un año con sus cuatro estaciones también constituyen ciclos o períodos específicos de tiempo. Para ver algo del Señor todos necesitamos un período específico de tiempo, eso es algo que no depende de nosotros. Supongamos que esta mañana usted se perdió la salida del sol: tendrá que esperar otro ciclo igual de tiempo, hasta la mañana siguiente, para tener otra oportunidad de verla. Supongamos que no ha visto la luna llena últimamente: no podrá verla en el momento que usted lo desee, sino que tendrá que esperar hasta el próximo ciclo lunar, hasta el mes siguiente. Quizás no haya visto los cerezos en flor este verano: pues no podrá verlos florecer hasta el siguiente verano, y no durante el otoño ni el invierno, sino que deberá esperar otro año, otro ciclo determinado de tiempo. Si deseamos ver algo del Señor, debemos aprovechar la oportunidad o período presente; no debemos desaprovechar ninguna oportunidad. Si en una reunión usted no ve algo de El, tendrá que esperar hasta la siguiente reunión. Si pierde la oportunidad en una conferencia, tendrá que esperar hasta la próxima conferencia. Así que, los tiempos y las estaciones son necesarios y muy significativos. Procure no perder ningún día, semana ni año; no desperdicie ninguna oportunidad. Si desaprovecha su oportunidad, ciertamente tendrá que esperar otro periodo.

En la cumbre del monte

  Los discípulos recibieron la revelación, pero debían esperar otra semana, otro ciclo específico de días, para ver algo más. No dependía de ellos, sino del Creador del tiempo. Esta vez, el Señor Jesús los llevó a la cumbre del monte, no solamente lejos de todas las cosas religiosas, sino incluso fuera de la esfera terrenal. A fin de recibir la revelación, debe alejarse de las cosas, personas y circunstancias religiosas; pero si desea recibir la visión, debe estar en la cima del monte ... cuanto más elevado, mejor. Cuando estamos en la cumbre tenemos una visión clara y vemos el panorama completo. Fue allí, no únicamente lejos de la esfera religiosa, sino incluso fuera de las cosas terrenales, que Jesús se transformó en otro Jesús. El Jesús que usted ve en la cima no es el Jesús que ve al nivel del mar. El Jesús en la cima es un Jesús transfigurado. Debemos estar en la cumbre para recibir la visión, para ver al Jesús transfigurado.

A nadie vieron sino a Jesús solo

  Sin embargo, cuando tenemos una visión, a menudo surge alguna persona extraordinaria. No puedo explicar por qué sucede esto, pero conozco muy bien el hecho. Cuando Jesús se transfiguró, y mientras Pedro, Jacobo y Juan lo contemplaban, dos personajes extraordinarios aparecieron en el escenario: Moisés y Elías. Como ya sabemos, se desconoce el paradero de Moisés después de su muerte. Cuando Moisés murió, el Señor escondió su cuerpo. Nadie sabe en dónde fue sepultado (Dt. 34:5-6). Pero de repente, apareció. Mientras Jesús se transfiguraba, apareció esta persona extraordinaria. Al mismo tiempo apareció también otra personalidad sobresaliente: Elías. En cierto sentido, él también era un misterio, ya que fue arrebatado en un carro de Dios, y nadie sabe a dónde fue llevado (2 R. 2:11-12). Pero aquí, repentinamente aparecieron estas dos personas misteriosas.

  ¡Tenga cuidado! Pues cuando usted reciba una visión, pueden aparecer Moisés y Elías. ¿Por qué sucede esto? No lo puedo explicar, pero tenga cuidado, esté en guardia. Cuando Pedro recibió la revelación, tenía claridad y entendía perfectamente; pero ahora, al recibir la visión, él estaba totalmente confundido. Estaba tan confundido que empezó a hablar insensateces. Primero dijo: “Señor, bueno es que nosotros estemos aquí”. Todo estaba bien hasta ese momento. Estar con el Señor para ver la visión es algo verdaderamente bueno, y no debemos añadir nada. Pero Pedro continuó: “Si quieres...” Pedro era muy religioso; él no haría nada por sí mismo sino que siempre lo haría por la voluntad de Dios. “Si quieres, haré aquí tres tiendas: una para Ti, otra para Moisés y otra para Elías”. El pensaba que su proposición era maravillosa. Lo que Pedro estaba diciendo parecía bastante razonable, desde el punto de vista religioso. Sin embargo, mientras él aún hablaba, una nube los cubrió, y una voz del cielo sobresaltó a Pedro: “Este es Mi Hijo, el Amado, en quien me complazco; a El oíd”. Dios le amonestó: “No digas que quieres hacer una tienda para Moisés y otra para Elías; existe una sola Persona ante Mí. Es Mi Hijo, el Amado ... a El oíd”. Debido a que Jesús había llegado, ya no era necesaria la presencia de Moisés ni de Elías, ni de lo que ellos representaban. Moisés representaba a la ley y Elías a los profetas. Ya no había ni ley ni profetas; sólo quedó el Amado, el Hijo de Dios. La voz dijo: “Pedro, a El oíd. Deja de hablar”. Pedro se quedó atónito y cayó al suelo con gran temor. Entonces a nadie vieron, sino a Jesús solo; a nadie más.

La revelación puede olvidarse

  Podemos pensar que Pedro era demasiado rápido y que actuaba precipitadamente, y es verdad. Sin embargo, en esta visión Pedro no sólo habló necedades, sino que cometió un error más grave ya que se olvidó de dos cosas: se olvidó de Cristo y de la iglesia, se olvidó de la Cabeza y del Cuerpo. El había recibido la revelación plena de Cristo y de la iglesia, pero ahora en la visión, quedó tan frustrado que la olvidó por completo. Primero él se olvidó de Cristo como el Hijo del Dios viviente. Cuando dijo: “Haré aquí tres tiendas: una para Ti, otra para Moisés, y otra para Elías”, él estaba disminuyendo a Cristo y elevando a las otras dos personas, puesto que ubicó a los tres en el mismo nivel. Esto indica que se olvidó de la revelación. ¿Pueden ver esto? Sólo Cristo es el Hijo de Dios. ¿Cómo podemos elevar a otra persona, por más sobresaliente y misteriosa que sea, al mismo nivel que Cristo? Si hacemos esto, nos olvidamos de la revelación de Cristo como Cabeza.

  Además, Pedro olvidó también la revelación de la iglesia, la revelación del edificio de Dios. En realidad, Jesús le había dicho: “Tu eres una piedra. Yo te edificaré con otros como la iglesia. A partir de hoy no debes ser individualista. De ahora en adelante siempre debes recordar que estás edificado con los demás, nunca debes actuar por tu propia cuenta”. Si Pedro hubiera tenido presente la revelación de la iglesia, no habría hablado como lo hizo. En el monte, durante la visión, Pedro actuó con un individualismo extremo, pues olvidó a todos los demás miembros. Jesús no llevó solamente a Pedro a la cima del monte, sino también a otros dos discípulos. No obstante, Pedro se olvidó de ellos. El olvidó la revelación de Cristo como la Cabeza, y olvidó también la revelación de la iglesia, incluyendo a Juan y Jacobo. No actuó en el Cuerpo, sino en sí mismo.

  Hermanos y hermanas, tal vez ustedes digan: “¡Aleluya! Durante la conferencia, o mientras leía algún libro, recibí la revelación del Cuerpo. ¡La recibí!” No obstante, tan pronto como vuelven a su casa, o cuando dejan el libro a un lado, lo olvidan. Entonces vuelven a actuar por sí mismos, sin ninguna conciencia del Cuerpo, sin ningún entendimiento ni ningún sentir en cuanto al Cuerpo. Cuando piensan que cierta acción es correcta o que algo es bueno, simplemente lo hacen, sin considerar en absoluto a Jacobo y a Juan. El Señor le ha puesto a usted con Jacobo y Juan, pero usted no se preocupa en absoluto por ellos. Usted es una persona individualista y está acostumbrado a comportarse así. En el pasado siempre ha actuado de esta manera; usted es un verdadero Pedro. Su comportamiento en la cima del monte demuestra que ha olvidado por completo la revelación de Cristo como la Cabeza y de la iglesia como el Cuerpo.

  El Señor le dio una lección a Pedro. En realidad el Señor le estaba diciendo: “Debes recordar que Yo soy la Cabeza y que tú eres sólo una piedra edificada en la casa. Ya no debes ser individualista, sino que debes actuar en coordinación con los demás y nunca debes olvidar a Jacobo y a Juan. No actúes por tu propia cuenta. ¿Por qué no consultas con los dos hermanos que están a tu lado? ¿Por qué eres tan individualista?” Necesitamos a la Cabeza y al Cuerpo; necesitamos a Cristo y a la iglesia.

LA APLICACION

Los cobradores de impuestos

  Dios es soberano. El nos puede enviar algunas personas extraordinarias como Moisés y Elías, y también algunas personas problemáticas. En la última sección de estos dos capítulos, leemos: “Cuando llegaron a Capernaum, se acercaron a Pedro los que cobraban el impuesto para el templo” (17:24). Los cobradores de impuestos son gente problemática. Pero observe que estos cobradores no eran publicanos; eran otra clase de cobradores. Los publicanos eran los recaudadores del impuesto estipulado por el Imperio Romano. Los romanos invadieron Judea, la ocuparon y le impusieron un impuesto muy pesado. Pero en el capítulo diecisiete, los cobradores de impuestos que se mencionan no eran los que cobraban impuestos para el Imperio Romano ni para otro gobierno, sino para el mantenimiento de la casa de Dios, esto es, para el templo. Exodo 30:11-16 exhorta a todo varón de entre los hijos de Israel a pagar medio ciclo para mantener la casa de Dios. Dios envió a esos hombres a Pedro.

  Dios envió a Moisés y a Elías para que aparecieran en aquella visión; pero más adelante, en la aplicación, Dios envió a otra clase de personas. Si usted se entrega al Señor después de haber recibido la visión, tenga cuidado y esté listo, pues Dios le mandará algún cobrador de impuestos. ¿Quién será su cobrador de impuestos? Primeramente, quizás sea su querida esposa. A menudo, después de recibir la visión, aparece nuestra querida esposa para cobrar algo. O tal vez usted exclame: “¡Gracias, Señor, porque no estoy casado! No tengo esposa, no tengo marido; por consiguiente, Dios no me puede mandar ningún cobrador de impuestos”. Entonces, el cobrador que se le puede presentar quizás sea su compañero de cuarto o de clase. En el monte usted recibe la visión, pero cuando regresa a casa, aparecen los cobradores. Durante una conferencia o una reunión, usted recibe la visión y grita: “¡Aleluya!”, pues se siente tan feliz con la visión. Pero cuando abre la puerta de su casa, le estarán esperando los cobradores. Dios es soberano y sabe cómo ponernos a prueba. En ocasiones, El usa como Sus cobradores a nuestros hijos, y otras veces, usa a la familia de nuestro cónyuge. El puede usar a cualquier persona para ponernos a prueba. No podemos evitarlo ni podemos huir: los cobradores nos encontrarán. Cada uno de nosotros tiene algún cobrador de impuestos.

Pedro es puesto en evidencia nuevamente

  Los cobradores de impuestos vinieron a Pedro, y otra vez él tomó la iniciativa. Todos los demás discípulos se encontraban dentro de la casa con Jesús; sólo Pedro salió al encuentro de los cobradores y fue puesto en evidencia nuevamente. Todo el que toma la delantera siempre se pone en una posición muy comprometedora.

  Los cobradores de impuestos dijeron a Pedro: “¿Vuestro Maestro no paga el impuesto para el templo?” Hermano Pedro, no debes olvidar lo que aprendiste en Mateo 16: Cristo y la iglesia. ¿Lo recuerdas? No te olvides de la revelación que recibiste. Además, no se te olvide la dura lección que aprendiste en la cima del monte: Cristo y Su Cuerpo. No obstante, Pedro lo olvidó todo cuando se enfrentó a la prueba. El se olvidó de la revelación, de la visión, de Cristo y de la iglesia, de la Cabeza y del Cuerpo. Se olvidó de todo; sólo se acordó de sí mismo. Los recaudadores le preguntaron: ”¿Vuestro Maestro no paga el impuesto para el templo?" Y él contestó inmediatamente: “¡Sí!” Pedro, ¿cómo puedes olvidar tan fácilmente? No oíste la voz en el monte, la cual te exhortó a “oírle a El”? Debes ir a El y preguntarle. No debes contestar ni sí ni no: “¡a El oíd!” Si le habláramos a Pedro de esta manera, tal vez él argumentaría: “Hermano, usted no conoce la Biblia. Yo puedo enseñarle el capítulo y el versículo preciso donde muestra claramente que en el pueblo de Israel, todo varón debe pagar el impuesto, y Jesús es uno de esos varones. ¿Por qué no habría de pagarlo? Indudablemente tengo la razón en contestar que sí”. Pedro se apegaba a las Escrituras y era muy fundamentalista; así que contestó conforme a las instrucciones que dio Moisés en Exodo 30. Pedro contestó a los cobradores según la ley, escuchando a Moisés, oyéndole a él. Pero su respuesta fue totalmente contraria a la revelación que había recibido, a la visión que había tenido, y a las palabras de la voz celestial que le habían dicho: “a El oíd”. No hay más Moisés, ni la ley, ni Elías ni los profetas; sólo queda Jesús: a El oíd. ¿Por qué Pedro, después de haber recibido la visión, aún conservaba su antiguo conocimiento, su tradición y su religión? Este es un gran problema. Después de recibir la visión, todavía permanecen en nosotros las antiguas tradiciones, enseñanzas y la religión. “¿Vuestro Maestro no paga el impuesto?” “¡Sí!” Este “sí” proviene de nuestro conocimiento bíblico tradicional. Procede de las enseñanzas de la Biblia. Ciertamente es una respuesta correcta, bíblica y fundamentalista, pero es totalmente contraria a la visión y a Cristo mismo.

  Después de esa contestación, Pedro entró en la casa. Yo pienso que volvió con la intención de contar al Señor Jesús lo que había hecho, y con el fin de recibir el dinero. Pero el Señor, anticipándose a lo que Pedro iba a decir, lo interrumpió y no permitió que hablara más. El Señor parecía decir: “No digas que esa contestación es bíblica ni fundamentalista; más bien, es una insensatez. La respuesta que diste concuerda con tu Biblia, pero no con el Cristo viviente y actual”.

Jesús es el Moisés actual

  El Señor Jesús es muy sabio, y aunque nuestras palabras son siempre insensatas, El habla en un tono muy sencillo y suave. El no reprendió a Pedro por haber contestado “sí” a los cobradores del impuesto. Nuestro Señor no era tan tosco, como lo somos nosotros. El se encontraba fuera de la tradición y de la religión, pero su actitud hacia ellos seguía siendo dulce. Jesús preguntó a Pedro: “¿Qué te parece, Simón? Los reyes de la tierra, ¿de quiénes cobran los tributos o los impuestos? ¿De sus hijos, o de los extraños?” (17:25). El se dirigió a Pedro con amabilidad. Entonces Pedro contestó: “De los extraños”. El Señor Jesús respondió: “Luego los hijos están exentos”. Lo que en realidad estaba diciendo era: “Ya escuchaste en la cima del monte que Yo soy el Hijo de Dios; por tanto, quedo libre de este tributo. Tal tributo se cobra para la casa de Mi Padre, y Yo Soy el Hijo del Padre; por tanto, estoy exento”.

  Pienso que Pedro debía haber contestado algo como esto: “Oh, lo siento, Señor; no debí haber dicho sí; más bien, debí haber dicho no. Pero ahora, ¿qué debo hacer?” Cuando Pedro dijo sí, el Señor encontró la manera de convencerlo de que la respuesta debía ser no. Pero después de convencerlo de que la respuesta correcta era no, Jesús le dijo: “Sin embargo...” (v. 27). Usted nunca podrá superar la manera de hablar del Señor. “Sin embargo, para no ofenderles ... tómalo, y dáselo por Mí y por ti”. Cuando nosotros decimos sí, el Señor dice no; y luego, cuando quedamos convencidos de que la respuesta es no, El dice sí. El Señor es verdaderamente problemático. Finalmente, ¿qué es lo correcto y lo incorrecto? ¿Debe ser sí, o debe ser no? A fin de cuentas, no existe lo correcto ni lo incorrecto, tampoco el sí ni el no ... ¡sólo existe Jesús! Muy a menudo nos enfrentamos al mismo caso: cuando usted dice sí, El puede decir no, y cuando usted dice no, quizás El diga sí. Lo que El dice es lo correcto. “¡A El oíd!” “¡Sólo a Jesús!” El es el Moisés actual, el legislador de hoy, y El es la ley actual. No hay más Moisés; sólo existe Jesús. No escuche lo que dice el Antiguo Testamento; a El oíd. ¿Qué es lo que diría usted? En todo caso, lo que usted diga está equivocado. Aun cuando se base en la Biblia, sigue estando equivocado; incluso si usted es fundamentalista, todavía está equivocado. No es un asunto de ser bíblico ni fundamentalista, sino que se trata absolutamente de Cristo, del Jesús viviente, actual y presente. Todo depende de esta persona maravillosa. No queda ninguna ley, ninguna enseñanza, ni ningún reglamento; sólo queda Jesús. Y no un Jesús en doctrina sino un Jesús instantáneo, vivo y actual.

  Algunos hermanos se preocupan mucho por su corte de pelo. ¿Desean saber cómo deben cortarse el cabello? ¿Qué estilo deben usar? Vayan a Jesús y pregúntenle. Escuchen lo que les diga su Jesús viviente. Si hacen esto, no permanecerán en la religión, en la cultura, ni en los reglamentos; sólo quedará Jesús.

  En el verano del 1969 entraron muchos ex-hippies a la iglesia en Los Angeles. Llegaron con pelo largo, barbas, huaraches, y con su vestimenta característica. Unos hermanos vinieron a mí diciendo: “Hermano Lee, tenga cuidado, nos podríamos convertir en una iglesia hippie. Les contesté que no estaba a favor de ningún bando, ni por los hippies ni en contra de ellos. En la actualidad, no se trata de tener la razón o de estar equivocado, sino solamente del Jesús vivo y actual. Cuando El dice: ”¡Pelo largo!", entonces usted debe dejarse el pelo largo. Cuando El dice: “¡Pelo corto!”, entonces usted debe cortarse el pelo. Cuando vaya a la peluquería, diga: “Oh Señor Jesús, ¿cuánto debo cortármelo?” Entonces sabrá cuán corto debe ser. Pregúntele al Señor: “Oh Señor Jesús, ¿qué estilo debo llevar?” Entonces sabrá cuál estilo es el correcto.

  Quiero decir algo acerca de las hermanas y de sus faldas. No sé cuán largas o cortas deben ser las faldas de ustedes. Mejor vayan a la presencia del Señor y pregúntele. El está dentro de ustedes; escuchen lo que El dice. Entonces lo sabrán con certeza, pues el Jesús vivo les responderá. Si consultan los sesenta y seis libros de la Biblia, no encontrarán ni un versículo que especifique cuán largas deben ser sus faldas. Deben ir al Jesús vivo. No argumenten ni razonen, sólo vayan a Jesús.

  A muchos les gusta establecer leyes para sí mismos, y otros las establecen para los demás. Al hacerlo, cada uno de ellos se convierte en el Moisés actual. No formulen leyes, ni para ustedes ni para los demás. ¡A El oíd!

  En la aplicación, Pedro no sólo se olvidó de Cristo, sino también de sus hermanos. Cuando llegaron los cobradores de impuestos, si yo hubiera sido Pedro y hubiera aprendido mi lección, habría llamado al Señor y a los otros hermanos, Jacobo y Juan, y les habría pedido que resolvieran este asunto con los cobradores de impuestos. Entonces hubiera recibido la ayuda necesaria. Como podrán ver, ésta es la vida del Cuerpo. Pedro recibió la visión, pero pronto se olvidó de ella. En este caso particular de Pedro, no vemos ni a Cristo ni a la iglesia, ni a la Cabeza ni al Cuerpo; sólo vemos a Pedro. Este es también nuestro problema. Hoy, en todas nuestras situaciones, debemos tener presente tanto a la Cabeza como a los miembros del Cuerpo. No diga ni sí ni no, no diga nada, ni tome ninguna decisión hasta haber consultado a la Cabeza y también al Cuerpo. Nuestro problema es que estamos muy acostumbrados a ser individualistas.

Jesús da una lección a Pedro

  Finalmente, después de que el Señor hubo instruido a Pedro, éste quedó convencido y no habló más. Yo creo que Pedro realmente aprendió que no debía ser tan precipitado para hablar y decir sí o no, sino que debía permitir que Jesús hablara. Esta lección no es tan fácil de aprender. Tenemos que pagar el precio para aprender tal lección.

  Luego, el Señor pareció decir a Pedro: “¿Ya estás convencido de que no debes decir ni sí ni no? Entonces, ve a pescar. Ve al mar; no hay transporte, y no sé cuánto tengas que caminar. Pero ve a pescar y echa el anzuelo al agua. Finalmente, cuando atrapes un pez; abre su boca y encontrarás una moneda que será suficiente no sólo para Mí, sino también para ti; no solamente para la Cabeza, sino también para el Cuerpo”. Si yo fuera Pedro, me habría angustiado mucho y hubiera dicho: “Señor, ¿quieres que vaya a pescar yo solo? ¿Por qué no mandas a Juan o a Jacobo conmigo?” Pero el Señor habría contestado: “No, no los mandaré contigo, porque no los necesitas. Y aun si los mandase, no los escucharías. Siempre tomas decisiones por ti mismo; por tanto, ve a pescar solo. Tienes que aprender esta lección: necesitas a tus hermanos. Así que ve al mar, echa el anzuelo al agua y espera que caiga el primer pez”.

  Entonces Pedro se dirigió al mar e hizo lo que el Señor le mandó. No creo que haya pescado inmediatamente. Más bien, pienso que el Señor le hizo esperar un buen rato antes de que el pez picara, dándole el tiempo suficiente para que recapacitara sobre todo lo que había sucedido. Puedo imaginar a Pedro esperando allí con su caña de pescar, esperando y esperando, pensando y considerando. Durante ese tiempo, esta lección se grabó en lo más profundo de su ser. Pedro tuvo que aprender esta dura lección.

Cristo es el Elías actual

  Finalmente Pedro capturó el pez como el Señor había dicho. Ahora debemos ver que el Señor no es solamente el Moisés actual, sino también el Elías de hoy. El no es sólo Aquel que da las leyes, sino también quien profetiza, quien predice. Cuando El mandó a Pedro a pescar, diciéndole que el primer pez que atrapara traería una moneda en la boca, realmente le dio una profecía. El hecho era algo sencillo, pero implicaba algo muy profundo. Hoy en día Cristo es Moisés y también Elías: El da las leyes y El profetiza. Cuando el Señor predice algo, ciertamente se cumple. Ya no hay ni Moisés ni Elías, sólo Jesús; a El oíd. Al tener al Señor Jesús ya no necesitamos ni a Moisés ni a Elías, porque El es el Moisés actual y el Elías de hoy. Todo lo que El dice se convierte en ley, y todo lo que El predice llega a ser verdadera profecía.

  Además, juntamente con el mandato, el Señor profetiza también la manera en la que podemos cumplir lo que El ha mandado. Esto es realmente maravilloso. Moisés sólo podía dar mandamientos, pero no podía proporcionarle al pueblo los medios para cumplir dichos mandamientos. Pero el Señor es Aquel que manda y también el que lo cumple. ¿Pueden ver esto? El Señor no sólo nos da los mandamientos, sino que también nos provee los medios para cumplirlos. Lo único que debemos hacer es estar de acuerdo con El. Cuando El dice no, debemos estar de acuerdo y simplemente decir no. Y cuando El dice sí, también debemos estar de acuerdo, y decir sí. Cuando El diga: “Ve a pescar”, debemos ir a pescar; y cuando diga: “Echa el anzuelo al agua”, simplemente debemos echarlo. Si El nos dice: “Espera a que pique el pez”, entonces debemos esperar que esto suceda. Cuando El diga: “Abre la boca del pez”, seamos sencillos y simplemente abramos la boca del pez. Cuando El nos mande que tomemos la moneda de la boca del pez, debemos hacerlo. Siempre debemos seguir Su palabra, no meramente la palabra de la Biblia, sino la palabra del Jesús vivo.

La presencia viviente del Cristo vivo

  Hemos visto que Dios habló desde los cielos y quitó de en medio a Moisés y a Elías cuando éstos aparecieron junto al Señor en el monte de la transfiguración. Dios hizo desaparecer a Moisés y a Elías. En cierto sentido, cuando aparece el Señor Jesús, Dios quita el Antiguo Testamento. Cuando nuestros seres queridos están lejos de casa, nos envían saludos y fotografías. Eso es lo que el Señor hizo al enviar a Moisés y a Elías. Pero ahora que nuestro amado Señor está con nosotros, ¿aún necesitamos Sus fotos y cartas? Si decimos que sí, esto significa que nos interesan más estas cosas que el Señor mismo. Esto sería una ofensa para Jesús. En la actualidad muchos cristianos fundamentalistas se preocupan más por la Biblia que por la presencia de Cristo. Se interesan por las cartas, pero no por el Cristo vivo. Hemos visto que Cristo es contrario a la religión. Pero ahora, tengo el atrevimiento de decir que en cierto sentido, Cristo se opone también a las Escrituras. Lo que quiero decir es lo siguiente: Cristo se opone a las Escrituras cuando éstas son simples letras muertas.

  Hermanos y hermanas, sólo deben ver a Jesús; deben oírlo únicamente a El, y no a la ley ni a los profetas, ni a Moisés ni a Elías. Jesús es el Moisés actual y el Elías de hoy. El es el dador de la ley, y el que predice. ¡Deben estar de acuerdo con todo lo que El profetice y tendrán la capacidad de cumplir todo lo que El les mande! El recobro actual es el recobro de la presencia viva del Cristo vivo, y no de las enseñanzas bíblicas. Todo lo que El dice está correcto. Todo lo que El predice se cumple. ¡Aleluya!

En la práctica debemos aplicar a Cristo y la iglesia

  Me gusta mucho la manera en que el Señor obra. El Señor Jesús pidió a Pedro que fuera a pescar y obtuviera una moneda que sirviera “para Mí y para ti”. El Señor no sólo se preocupó por la Cabeza, sino también por el Cuerpo. No se preocupó únicamente por Sí mismo, sino también por Sus miembros. Alabado sea el Señor, la Cabeza y el Cuerpo siempre van juntos.

  Hoy en día necesitamos la revelación, la visión, y aun más, la aplicación práctica de todo lo que hemos visto de Cristo y de la iglesia, de la Cabeza y del Cuerpo. No debemos preocuparnos solamente por la Cabeza sino también por el Cuerpo. La moneda sirvió tanto para la Cabeza como para el Cuerpo. Que el Señor nos revele esto cada vez más claramente, y nos introduzca no sólo en la revelación y la visión, sino también en la aplicación práctica de estas verdades. Cuando los cobradores de impuestos vengan a nosotros, debemos saber cómo aplicar a Cristo y a la iglesia en nuestras circunstancias particulares, no sólo en la manera de la doctrina o la enseñanza, sino en una manera práctica. Que el Señor nos conceda Su misericordia y Su gracia en este asunto.

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