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Mensajes del libro «Cristo es contrario a la religión»
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CAPITULO CINCO

¿QUE PENSAIS ACERCA DEL CRISTO?

  Lectura bíblica: Mt. 21:23-27, 37-39, 42-46; 22:1-4, 15-40, 41-46

EL CORDERO PASCUAL ES EXAMINADO

  En los capítulos veintiuno y veintidós de Mateo vemos el cumplimiento de un hecho tipológico poco conocido del Antiguo Testamento. Según el mandamiento de Dios, el pueblo de Israel debía preparar un cordero por lo menos cuatro días antes de la Pascua (Ex. 12:3, 6). Durante ese período de preparación, ellos debían examinar el cordero detalladamente para ver si le encontraban alguna mancha o defecto. Dicho cordero debía cumplir todos los requisitos para ser sacrificado en la Pascua. Todos sabemos que el cordero pascual representa al Señor Jesucristo; El es el verdadero Cordero. Antes de ir a la cruz para cumplir lo que la Pascua tipificaba, El estuvo aproximadamente seis días en Jerusalén, y lo que le sucedió allí fue el cumplimiento de la examinación tipificada por el cordero pascual. Durante ese período, la gente puso a prueba a Jesús. Mateo 21 y 22 describen el examen a que El fue sometido. Jesús fue examinado por los líderes y representantes de los distintos partidos —sociales, políticos y religiosos— de aquel tiempo. Veamos quienes eran estos partidos.

  En primer lugar lo examinaron los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo (21:23). Los principales sacerdotes eran aquellos que tenían autoridad en la religión y que servían a Dios en el templo. Los ancianos eran los que tenían autoridad en el pueblo, esto es, en la comunidad. Por consiguiente, los primeros que examinaron a Jesús eran aquellos que tenían autoridad en la religión y en la comunidad, es decir, los principales sacerdotes y los ancianos. Ellos le preguntaron: “¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿y quién te dio esta autoridad?" (21:23). El segundo examen fue efectuado por los fariseos, el partido religioso más fuerte, y por los herodianos, un partido político. Para examinar a Jesús por segunda vez, la religión se unió con la política, ¡qué extraños compañeros! El tercer examen lo llevaron a cabo los saduceos, los modernistas de aquellos días. En el cristianismo actual muchos no creen que Jesús sea el Hijo de Dios, quien murió en la cruz y derramó Su sangre por nuestra redención, y quien resucitó física y literalmente de entre los muertos. Los modernistas son los saduceos de hoy, y los saduceos eran los modernistas de antaño. Ellos no creían ni en la palabra de Dios ni en Su poder, ni en la resurrección ni en los ángeles, ni tampoco en el espíritu (Hch. 23:8). Finalmente, en el cuarto examen, uno de los fariseos más destacados, un doctor de la ley, puso a Jesús a prueba.

  ¿Pueden ver el cuadro? No sólo los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo, sino también los discípulos de los fariseos, los herodianos, los saduceos, y finalmente un doctor de la ley, un experto entre los fariseos, todos ellos rodearon al pequeño Jesús. Todas estas personas cultas, con grandes logros, conocimiento, posición, nombres destacados y poder, se unieron para examinar al Cristo y encontrar alguna falta en El. Jesús jamás recibió diploma alguno. El venía de una ciudad, un pueblo y una región menospreciadas, y ahora El se encontraba allí, en medio de estos líderes. Pero alabado sea el Señor que, aunque era pequeño exteriormente, no lo era así interiormente. Exteriormente El no tenía ninguna apariencia ostentosa ni pretensión alguna; no obstante, interiormente poseía un extraordinario poder. Tal vez exteriormente no tenía ningún conocimiento intelectual, pero interiormente poseía una sabiduría infinita. Así que, El contestó todas las preguntas y pasó todas las pruebas. Fue puesto a prueba y examinado por todos esos líderes, y salió triunfante.

  Finalmente, fue El quien los puso a prueba a ellos, y de un solo tiro mató a todos los pájaros. Con una sola pregunta cerró todas las bocas. Ellos pusieron a prueba a Jesús cuatro veces, y el Señor los puso a prueba una sola vez. Al evaluar las preguntas provenientes de cuatro partidos, mas la pregunta que El formuló, podemos darnos cuenta hasta qué punto Cristo contrastaba con la religión.

LA PRIMERA PREGUNTA

  El sumo sacerdote, quien era la máxima autoridad en la religión, y los ancianos, quienes tenían la autoridad en la comunidad, se unieron para formular la primera pregunta, una pregunta acerca de la fuente de la autoridad de Jesús. Ellos le dijeron: “¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿y quién te dio esta autoridad?” (21:23). En otras palabras, le preguntaron: “¿Cuál es Tu fuente? ¿Es auténtica Tu autoridad?” No debemos tomar estas preguntas a la ligera. En el cristianismo actual siempre se plantean este tipo de preguntas: “¿Cuál es su fuente? ¿Es fundamentalista? ¿Está correcto?” En realidad lo que quieren decir, y a veces lo dicen literalmente, es: “¿De qué seminario se graduó usted? ¿Dónde fue ordenado como ministro, y por quién?”

  Sin embargo, el Señor Jesús era muy sabio. El dijo: “Yo también os haré una pregunta, y si me la contestáis, también Yo os diré con qué autoridad hago estas cosas. El bautismo de Juan, ¿de dónde era? ¿Del cielo, o de los hombres?” (21:24-25). El los puso en evidencia. Entonces estos hombres cultos y prominentes, discutían entre sí, diciendo: “Si decimos, del cielo, nos dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis?” (21:25). Ellos temían responder, pues si respaldaban a Juan, tendrían que recibir también a Jesús, porque Juan testificó de El y era Su precursor. Así que, si aceptaban a Juan, también tenían que aceptar a Jesús; por tanto, razonaron de la siguiente manera: “No podemos contestar eso, pues si lo hacemos, caeremos en una trampa”. Ellos cavilaban: “Y si decimos, de los hombres, tememos a la multitud; porque todos tienen a Juan por profeta” (21:26). Finalmente decidieron que la mejor solución era decir una mentira. Así que, se volvieron a Jesús y le dijeron: “No sabemos”. Pero el Señor Jesús sabía que ellos sí sabían. De modo que les respondió descubriendo la realidad: “Ustedes sí saben, pero no quieren decirlo. Dicen que no saben, pero eso es una mentira. La verdad es que no lo quieren decir. Puesto que ustedes no quieren decirlo, Yo tampoco les diré. Ustedes mienten, pero Yo no mentiré”. Jesús es verdaderamente el Señor. El es realmente digno de nuestra adoración. Aparte de Jesús, ¿quién podría contestar de esta manera?

  Después de dar esta respuesta a los principales sacerdotes y ancianos del pueblo, el Señor prosiguió y les habló en parábolas. Voy a referirme brevemente a las dos últimas parábolas. En la segunda de ellas el Señor declaró que El estaba allí para construir el edificio de Dios (21:33-46). Ellos le habían hablado de una manera insensata y pecaminosa, pero a pesar de eso, el Señor Jesús prosiguió y les mostró algo de la revelación de Dios, del propósito eterno de Dios. En esta parábola les declaró primeramente que El era el Hijo de Dios, a quien Dios había enviado, y como tal, era el Heredero, quien recibiría toda la herencia de Dios. Les indicó que en realidad ellos estaban rechazando a este Heredero celestial y divino, al propio Hijo de Dios. Luego, les dijo que al rechazarle a El estaban rechazando la piedra angular del edificio de Dios. En otras palabras, El parecía decirles: “Ustedes no saben de lo que están hablando ni lo que están haciendo. No saben a quién están rechazando. Yo soy el Hijo de Dios, a quien ustedes han rechazado, pero a fin de cuentas lo que ustedes rechazan se convertirá en la piedra del ángulo”. ¿Con qué propósito había El venido? ¡Para construir el edificio de Dios! Incluso en la respuesta que le dio a estos insensatos, el Señor indicaba que El estaba allí para construir el edificio de Dios.

  Luego, El les habló la parábola de la fiesta de bodas (22:1-14). El Hijo de Dios es la piedra del ángulo y también el Novio. Por lo tanto, el Señor les reveló estos dos asuntos maravillosos: el edificio y la fiesta de bodas. El edificio requiere de la fiesta, y la fiesta se efectúa para el edificio. Cuanto más festejamos con Jesús, más somos establecidos en Su edificio. En tales parábolas la palabra del Señor está llena de significado. En 1 Corintios 3 y en 1 Pedro 2, vemos que la fiesta sirve para el crecimiento, y que el crecimiento tiene como fin la edificación. Por consiguiente, todos debemos festejar en la fiesta de bodas de Jesús a fin de crecer, y mientras crecemos, llegamos a ser el material apropiado para Su edificio. El es la piedra angular del edificio, y nosotros somos las muchas piedras. Nos convertimos en piedras al festejar con El. La intención de Dios en cuanto al Señor Jesús consiste en obtener el edificio y la fiesta, el disfrute y la edificación.

LA SEGUNDA PREGUNTA

  Entonces los fariseos se dieron cuenta que no era tan sencillo vencer al pequeño Jesús; por tanto, pidieron a los herodianos que se unieran a ellos. Los fariseos no eran solamente un partido religioso, sino también un partido patriótico, fiel a la nación judía. Eran patriotas y también religiosos; amaban a su país y anhelaban protegerlo. En aquel tiempo, su nación se encontraba bajo el dominio del Imperio Romano; los fariseos detestaban tal situación. Por otra parte, los herodianos eran los representantes de este dominio imperialista. ¿Cómo podían trabajar juntos estos dos partidos: los fariseos y los herodianos? Podían hacerlo porque tenían un enemigo común. Ellos se unieron con la intención de tender una trampa a Jesús, atraparlo en Sus propias palabras y ponerlo en evidencia. Así que, le preguntaron: “Dinos, pues, qué te parece: ¿Es lícito pagar tributo a César, o no?” (22:17). Este tributo era distinto al que se menciona en Mateo 17, pues se pagaba al gobierno romano. En ese tiempo todos los judíos fieles y patrióticos se oponían a dicho impuesto; ellos nunca darían ni un centavo si pudiesen evitarlo. Por lo tanto, pensaron que podían atrapar a Jesús al ponerlo en este dilema. La pregunta que ellos le hicieron fue muy sutil. Si Jesús hubiera contestado que no era lícito pagar tributo a Cesar, los herodianos se habrían echado inmediatamente sobre El, acusándole de oponerse al Imperio Romano. Por otro lado, si hubiera dicho que sí era lícito pagar el tributo romano, el partido patriótico de los judíos habría reaccionado diciendo: “Este hombre está traicionando a nuestro país”. La sutileza de ellos era muy grande.

  ¿Cree usted que el Señor Jesús no tenía manera de escaparse de esta intriga? ¿Piensa que alguien podía hacerle caer en una trampa? No, aun cuando se juntaran diez partidos contra El, no tendrían éxito. El siempre tiene una salida. ¡Aleluya, El es Jesús! Observe lo que hizo. Lo más sabio fue esto: El no sacó de su bolsillo el dinero del tributo, sino que les dijo: “Mostradme la moneda del tributo”. Y ellos le presentaron un denario (22:19). Ellos traían consigo el dinero del tributo; esto significa que ya habían perdido el caso. Ellos fueron a Jesús para preguntarle si debían pagar tributo a Cesar, pero ellos tenían monedas romanas, y Jesús no las tenía. Así que, perdieron el caso. Ellos tenían las monedas romanas, lo cual quiere decir que las utilizaban; por consiguiente, fueron ellos quienes quedaron en evidencia. ¡Jesús es el Señor! No intenten atraparlo, si tratan, El los atrapará a ustedes.

  Entonces El les preguntó: “¿De quién es esta imagen, y la inscripción?” Le dijeron: “De César”. Entonces el Señor Jesús les dijo: “Devolved, pues, a César lo que es de César”. Pero no paró allí. Jesús no dejó ningún terreno para el enemigo. Así que, añadió: “Y a Dios lo que es de Dios” (22:20-21). Al escuchar esto, se maravillaron de Su respuesta, y sus bocas fueron cerradas.

LA TERCERA PREGUNTA

  Después de esto, les tocó el turno a los saduceos, que eran los antiguos modernistas. Ellos se creían más listos y pensaban que les sería fácil hacer caer a Jesús en su trampa. Así que, le hablaron de esta manera: “Maestro, algunos creen en la resurrección, pero nosotros tenemos un problema acerca de ello. Moisés dijo que si alguno muere sin tener hijos, su hermano debía casarse con su mujer para levantar descendencia a su hermano. Hubo, pues, entre nosotros siete hermanos; el primero se casó, y murió; y no teniendo descendencia, dejó su mujer a su hermano. De la misma manera también el segundo, y el tercero, hasta el séptimo. Y después de todos, murió también la mujer. En la resurrección, pues, ¿de cuál de los siete será ella mujer, ya que todos la tuvieron?” Ellos realmente pensaban que eran muy astutos. Pero el Señor Jesús les respondió: “Erráis, por no conocer las Escrituras ni el poder de Dios” (22:29). Jesús los reprendió con Su respuesta. En realidad parecía decirles: “Ustedes no conocen la Biblia. Creen conocerla pero en realidad no la conocen. No conocen ni la Biblia ni el poder de Dios”. El continuó diciendo: “Porque en la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento ... Pero respecto a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo que os fue dicho por Dios, cuando dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos” (22:30-32). Jesús les dio a entender: “Todos estos hombres —Abraham, Isaac y Jacob— ya fallecieron, si no resucitaran, entonces Dios sería un Dios de muertos. Pero El no puede ser un Dios de muertos; más bien, es un Dios de vivos. Esto demuestra que todos ellos vivirán, que resucitarán. Ustedes, saduceos, sólo conocen este título en letras: el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob, pero no conocen la realidad de ello. La letra de la Palabra solamente les informa que Dios es el Dios de estas tres personas. Pero la realidad de este título demuestra que habrá resurrección. Dicho título denota que Dios resucitará a estas tres personas; de otro modo, El sería el Dios de los muertos y no de los vivos”.

  Estos judíos, modernistas de antaño, intentaron poner a Jesús en un callejón sin salida. Pero El aprovechó esta oportunidad para mostrarles cuánto necesitaban conocer las Escrituras de una manera viviente, cuánto necesitaban conocer el poder de Dios, y cuánto necesitaban saber que Dios es el Dios vivo. Ya que Dios es viviente, Su pueblo también debe serlo. Nosotros también debemos conocer las Escrituras de una manera viva, debemos conocer el poder de Dios, y además, debemos ser el pueblo viviente que conozca a su Dios vivo. Los saduceos se quedaron sorprendidos, y perdieron el caso.

LA CUARTA PREGUNTA

  Entonces los fariseos, cuando oyeron que Jesús había hecho callar a los saduceos, se juntaron para examinarlo. Uno de ellos, un doctor de la ley, le hizo la siguiente pregunta con la intención de ponerlo a prueba: “Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley?” (22:36). En otras palabras, le preguntó: “¿Cómo interpretas los libros de Moisés?” Esta pregunta se relacionaba con la exposición e interpretación de la Biblia. Por supuesto, al Señor Jesús le resultó muy fácil solucionar esto y contestó: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el grande y primer mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (22:37-39). Es muy sencillo. La ley y los profetas dependen de estos dos mandamientos. El Señor les dio la respuesta apropiada. De modo que, ellos no pudieron contestar nada. Finalmente sus bocas quedaron cerradas. Pero no estaban dispuestos a irse; así que, permanecieron allí para seguir perdiendo el caso.

  Consideremos lo siguiente: aparte de esos cuatro asuntos, ¿qué otra pregunta podría surgir? La primera se relacionaba con la religión, la segunda con la política, la tercera con la fe y la cuarta se relacionaba con la interpretación bíblica. En el cristianismo actual aún existen estos problemas, y la gente les presta toda su atención.

LA PREGUNTA DEL SEÑOR

  Indudablemente el Señor Jesús tenía la respuesta para todas aquellas preguntas. Pero ahora, El mismo formuló una pregunta. Yo la llamaría la pregunta de las preguntas. “Y estando juntos los fariseos, Jesús les preguntó, diciendo: ¿Qué pensáis acerca del Cristo? ¿De quién es hijo?” (22:41-42). Actualmente, la pregunta principal en todo el universo no se trata de la religión, la política, la fe, ni de la interpretación de las Escrituras, sino de Cristo. ¿Qué piensa usted acerca de Cristo? ¿Quién es El? En la actualidad el cristianismo incluye todos estos asuntos: la religión, la política, la fe y la interpretación bíblica, pero raramente incluye algo del Cristo vivo. Ellos hablan de cualquier cosa, menos del Cristo vivo. Hoy en día nos encontramos en la misma situación que en aquel tiempo.

  Los fariseos le contestaron correctamente. Ellos dijeron que Cristo era el Hijo de David. A lo que Jesús, en efecto, respondió: “Pues, ¿cómo David, [siendo el abuelo] le llama [a su nieto] Señor?” Esto les cerró la boca. Ellos podían contestar según el conocimiento, pero no eran capaces de discernir la realidad en el Espíritu. Habían aprendido que Cristo era el Hijo de David pero no habían recibido en el espíritu la revelación de que, por una parte, Cristo es el Hijo de David, pero por otra, es también el Señor de todos. Ellos estaban por completo en su mente, no en su espíritu. Tenían la Biblia, pero aun así erraron al blanco en cuanto a Cristo. ¡Cuántos santos queridos han sido distraídos, confundidos y apartados de Cristo por el conocimiento bíblico! Esto no quiere decir que no necesitemos la Biblia. Ciertamente la necesitamos, pero de una manera espiritual y viviente. Debemos tener cuidado y no permitir que el conocimiento bíblico nos impida ver al Cristo vivo. Este no es un asunto de conocimiento ni de enseñanzas, sino un asunto absolutamente del Cristo vivo, de Su presencia y Espíritu vivientes. La letra y el conocimiento matan, y la interpretación bíblica confunde, frustra y distrae. Necesitamos la Biblia viviente, la Palabra y enseñanza vivientes. En este respecto, debemos volvernos de la mente al espíritu y aprender a estar en el espíritu, como lo hizo David, para poder llamarlo Señor. “¡Oh, Señor! ¡Oh Señor! ¡Oh Señor! No me preocupo por el conocimiento ni por ninguna enseñanza; únicamente me interesa mi Señor viviente, quien mora en mi espíritu. Sólo tengo que volverme a mi espíritu para llamarlo, Señor”. Con nuestra mentalidad natural nunca podremos entender la Biblia. Si usted quiere ver algo en la Palabra, virtualmente debería cortarse la cabeza, volverse completamente a su espíritu, e invocar: ¡Oh Señor!

  No debemos preocuparnos por la religión, la política, la fe, ni por la interpretación bíblica. Cristo tiene la respuesta para cada uno de estos asuntos, pero El no se preocupa por ellos. Tampoco debemos distraernos en nada que no sea el Señor viviente, el Cristo vivo. Mientras tengamos Su presencia, con eso será suficiente. Unicamente debemos aprender a volvernos a nuestro espíritu y decir: ¡Oh Señor! Esta es la manera de experimentarlo a El.

  Debemos captar la maravillosa sabiduría del Señor mostrada en la pregunta a los fariseos. En Su pregunta, El se refirió a Su Persona. Esto es algo crucial. Si queremos conocer al Señor, debemos conocer Su Persona. Por una parte, El es el Hijo del Hombre, pero por otra, El es también el Hijo de Dios. Como Hijo del Hombre, El es un descendiente de David, pero como Hijo de Dios, es el Señor. Como Hijo del Hombre El es un hombre genuino, pero como Hijo de Dios, es el propio Dios. Debemos ver las dos naturalezas de la Persona del Señor. El es divino y a la vez humano; El es un ser humano, pero también una persona divina. La pregunta que Jesús dirigió a los fariseos se relaciona con El.

EL CRISTO ASCENDIDO

  Sin embargo, el Señor Jesús no sólo formuló la pregunta, sino que prosiguió citando el versículo 1 del Salmo 110, que narra lo que Dios le dice a Cristo: “Siéntate a Mi diestra, hasta que ponga a Tus enemigos por estrado de Tus pies”. Este versículo claramente se refiere a la ascensión de Cristo. No se preocupe por la religión, ni preste tanto interés a la política; no labore tanto con la llamada fe cristiana, ni ponga tanta atención a la interpretación bíblica. Más bien, debe centrarse en el Cristo exaltado y ascendido. La ascensión del Señor Jesús es la cumbre de todo lo que El es, de todo lo que El ha hecho y de todo lo que El hará. Observe el diagrama que se presenta en la página siguiente. En el principio Cristo era el Verbo, y el Verbo era Dios. Luego, El se encarnó, llevó una vida humana en esta tierra, pasó por la muerte, fue sepultado y resucitó. El pasó todo este proceso y finalmente ascendió hasta la cima del universo. Posteriormente, descendió siendo de otra forma. No descendió únicamente como el Espíritu de vida, sino también como el Espíritu de poder; como tal Espíritu El edifica la iglesia y la prepara como Su Novia con miras a Su segunda venida, la cual dará inicio al milenio e introducirá el reino. Un día, El, con todo lo que ha realizado y obtenido, se manifestará como Dios y el Cordero en la Nueva Jerusalén por la eternidad. En Mateo 22:41-45 el Señor no sólo se refiere a Sí mismo en calidad de persona, sino en calidad de una persona en ascensión. El es el Ascendido. En este pasaje El se encuentra en la culminación, en la cumbre. Como el Ascendido, El lo incluye todo, desde la eternidad pasada hasta Su ascensión, y desde Su ascensión hasta la eternidad futura. ¡Aleluya por tal Cristo ascendido!

  En la actualidad los cristianos hablan mucho acerca de la salvación, pero siempre se están quejando de la condición débil y carente en la que se encuentran. Por otra parte, algunos aseguran que por la misericordia de Dios no son tan débiles, sino muy espirituales. Sin embargo, tengo la carga de que seamos rescatados de todas estas cosas. Olvídense de todos los problemas relacionados con la religión, la política, la llamada fe cristiana, e incluso la interpretación bíblica. Ustedes se preocupan demasiado por la manera de interpretar y entender la Biblia, pero Jesús les diría: “¿Qué pensáis acerca del Cristo?” Ciertamente existe una respuesta adecuada para cada uno de los asuntos mencionados, pero el principal de ellos es éste: ¿Qué piensa usted acerca del Cristo? ¿Ha vuelto su atención alguna vez de la Biblia al Cristo viviente y ascendido? Los cristianos de hoy prestan atención a tantas otras cosas, que casi se olvidan de mantener una relación viviente y continua con la persona viva de Cristo. Por ejemplo, el asunto principal no consiste en que una hermana lleve falda larga o corta; lo vital es qué piensa acerca de Cristo. La vida cristiana se relaciona por completo con Cristo. No mida la falda con su cinta de medir, sino con la persona de Cristo. La falda debe ser conforme a la persona de Cristo. Cada vez que se hable de la vestimenta, no debe juzgarla por su medida, color y estilo, sino por medio de Cristo.

  La mejor forma de interpretar la Biblia es por medio de Cristo. La mejor manera de cuidar de la fe es por medio de El. Si usted tiene a Cristo, ciertamente tendrá la fe apropiada. Pero si carece del Cristo viviente, cualquiera que sea el credo que usted profese, eso no es la fe sino una tragedia. Unicamente debe interesarnos Cristo. Incluso debemos olvidarnos de nuestra Biblia, si sólo la tomamos como una Biblia sin Cristo. También deberíamos olvidarnos de nuestra clase de fe, aunque sea fundamentalista y bíblica, si esta fe no es viviente ni posee la esencia divina del Cristo vivo. El Señor desea que únicamente nos preocupemos por Cristo y la iglesia. El Señor Jesús no se olvidó de la iglesia al contestar todas estas preguntas insensatas y ridículas. Ya hemos visto cómo El hizo referencia al edificio de Dios, es decir, a la iglesia. Al contestar todas estas preguntas, El condujo a los que le hacían las preguntas de regreso a Sí mismo y a Su iglesia.

  Damos gracias al Señor por la cantidad de personas que durante los años recientes han sido rescatadas y liberadas gradualmente de la religión. No obstante, aún llevamos cierta cantidad de religión dentro de nosotros. En todos estos versículos vemos que en la mente y el corazón del Señor Jesús no había más que Su Persona y Su iglesia. Nuestra atención ha sido distraída de Cristo y de la iglesia por muchos asuntos religiosos y políticos, por asuntos relacionados con la fe verdadera y por la manera de interpretar la Biblia; todo ello nos ha alejado de Cristo. Hace años, la interpretación de la Biblia era mi entretenimiento favorito y representaba una verdadera tentación para mí. Cuando alguien venía a consultarme acerca de un versículo, le interpretaba cincuenta versículos. Pero ahora, si usted me presenta un versículo, reduciré su versículo al Cristo viviente. Olvídese de la interpretación bíblica.

  A veces los queridos santos preguntan cuándo regresará el Señor Jesús. Todo lo que puedo contestar es que El regresará. Otras veces preguntan cuáles son las señales de Su venida. Todo lo que puedo decir es que las señales son simplemente las señales. ¿Pueden ustedes olvidarse de todo eso y preocuparse solamente por el Cristo vivo? Poco importa si viene hoy o mañana, con esta o con aquella señal. Preocúpese únicamente por Cristo; entonces estarán listos para Su venida. Cada vez que una persona pregunta acerca de algún asunto doctrinal, contesto finalmente: “¿Qué piensa usted acerca de Cristo?”

  ¡Cristo hoy es el exaltado! ¡Aleluya! Al principio El era Dios, que se encarnó y llevó un vivir humano en esta tierra. El además experimentó la crucifixión y la resurrección, y se elevó en ascensión hasta la cima del universo. Ahora, después de Su ascensión, El vino como el Espíritu de vida y poder, moviéndose en esta tierra para establecer Sus iglesias. El es el Hijo del Hombre, quien camina en medio de los candeleros locales. El está aquí, entre nosotros. Este es el asunto que debe preocuparnos. El se preocupa por el incremento en las iglesias locales, y se preocupa aún más por el crecimiento en vida. Seguramente El nos diría: “No sean insensatos como los principales sacerdotes, los ancianos, los fariseos, los herodianos y los saduceos. Olvídense de todas las cosas por las que ellos se preocupaban y céntrense solamente en Cristo y la iglesia”. Si no entendemos algún pasaje de la Biblia, sencillamente debemos reconocer que no lo entendemos. No nos interesa el simple entendimiento de las Escrituras. Y si no sabemos cuál es el capítulo más extenso o el más importante de la Biblia, simplemente no lo sabemos. No nos interesa conocer eso. Pero sí sabemos que Cristo está en la Palabra, y que Cristo está en nosotros y entre nosotros. ¡Oh, cuánto nos interesa el Cristo ascendido! El no es solamente el Hijo del Hombre, sino también el Hijo de Dios. El no es solamente la simiente de David, sino también la raíz de David. Entonces ¿por qué en las iglesias locales estudiamos la Biblia y la oramos-leemos continuamente? No lo hacemos únicamente para aprender o entender algo, sino con el fin de comer a Cristo y alimentarnos de El.

  Sin embargo, en nuestras reuniones todavía existe cierto elemento de religión. ¿Por qué procuramos mantener cierta clase de orden? Porque todavía somos religiosos. Pueden argumentar que el apóstol Pablo nos exhorta a hacer todo decentemente y con orden. El simple hecho de mencionar eso pone de manifiesto la religión que hay en nosotros. Debemos darnos cuenta de esto. Me gustaría oírlos y verlos en las reuniones hablando libremente acerca de Cristo y de la iglesia, y de nada más. Simplemente asistan a la reunión en el espíritu y siéntanse libres de decir algo acerca de Cristo. Siéntanse libres de presentar y ministrar a Cristo. Siéntanse libres, y no sean tan cuidadosos. Algunos de ustedes han sido sumamente cuidadosos durante años. Creo que incluso les han salido algunas canas debido a su gran preocupación de que las reuniones se efectúen correctamente. ¿Estarían dispuestos a dejar de ser tan cuidadosos y a actuar con más libertad en cuanto a Cristo? Asistan a las reuniones libremente en Cristo, no de manera suelta sino vivientes en el espíritu.

  Si leen todo el Evangelio de Mateo, descubrirán que cuando el Señor Jesús estuvo en la tierra, nunca se preocupó por la religión judía. Desde que vino a ser bautizado por Juan el Bautista, El no se preocupó en absoluto por la religión ni por la sensibilidad de los religiosos. Por el contrario, desde el punto de vista humano, El siempre actuó de una manera drástica y arbitraria; El actuó de esta manera a propósito, para impresionar a Sus discípulos de que nunca se preocuparan por lo religioso, sino por Cristo y Su iglesia. Les aconsejo que lean y oren-lean los capítulos veintiuno y veintidós de Mateo cinco veces. Si lo hacen, se darán cuenta que el Señor Jesús estaba totalmente fuera de la religión. A El sólo le preocupaba Su Persona y Su edificación, esto es, la iglesia.

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