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Mensajes del libro «Cristo es todas las cosas y los asuntos espirituales»
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CAPITULO CUATRO

CRISTO ES TODOS LOS ASUNTOS DE DIOS

  Lectura bíblica: Jn. 1:29; 6:35; 8:12, 24, 28; 11:25; 14:6; 1 Co. 1:30; Col. 3:4; 1 Ti. 1:1; Sal. 27:1

TANTO LA META DE DIOS COMO SU MEDIO PARA LOGRARLA SON CRISTO MISMO

  La meta de Dios es Cristo, y Cristo también es el medio por el cual Dios obtiene esa meta. Dios utiliza a Cristo como el medio para alcanzar Su meta, la cual es El mismo. Puesto que en los libros de Efesios y Colosenses hallamos la meta de Dios, basaremos este mensaje en ellos. En cuanto a la meta de Dios existe una diferencia en cada uno de dichos libros: Efesios nos muestra que con respecto a la plenitud de los tiempos, Dios desea reunir todas las cosas en Cristo, tanto las de los cielos como las de la tierra (1:10); mientras que Colosenses nos muestra que Dios no sólo dispuso que Cristo sea Cabeza sobre todas las cosas, sino que además sea el todo en todo (1:18; 3:11b). Colosenses nos muestra que la meta de Dios es Cristo, y que el medio para alcanzarla también es Cristo. La meta de Dios es que Cristo sea la Cabeza sobre todas las cosas. Para lograr esto, primero debe lograr que Cristo sea el todo. El debe ser el todo y, a la vez, estar en todo; sólo entonces todas las cosas estarán espontáneamente sujetas a El.

  Debemos recordar que para Dios no existen tantas cosas como para nosotros; para El sólo existe Cristo. Para Dios no existen ni cosas ni asuntos, sino únicamente Cristo. Para El no existe lo que nosotros definimos como asuntos o cosas. Podemos pensar que en este mundo existen muchos objetos y asuntos, pero a los ojos de Dios, Cristo lo es todo. Para El no hay ni asuntos ni cosas, ya que todas las cosas y todos los asuntos son Cristo. Cuando Cristo se encuentre en todas las cosas y en todos los asuntos, el propósito eterno de Dios se habrá cumplido.

  Espero que comprendan que Cristo reunió todas las cosas en Sí mismo. Esto no comenzará en el futuro, cuando el propósito eterno de Dios se haya cumplido, sino que empieza hoy por medio de la iglesia.

  En esta ocasión no profundizaré mucho en este tema; sólo lo mencionaré brevemente. Dios determinó que en el futuro, todos los elementos y asuntos espirituales estén sujetos a Cristo. ¿Cómo pueden ser reunidas todas las cosas bajo una cabeza? Dios dice que Cristo lo es todo. El lo es todo y, al mismo tiempo, está en todo. Cuando esto se cumple, sólo vemos a Cristo en el mundo; dejamos de ver asuntos y cosas, pues todo ello habrá terminado.

  En la iglesia, Dios empezó a mostrarnos que Cristo es todos los asuntos y los elementos. Cuando la iglesia pueda ver esto, empezará a vivir en la esfera del espíritu. Si la iglesia sólo se ocupa de cosas y asuntos, aún no ha visto a Cristo.

  Las cosas y los asuntos a los que me refiero no pertenecen a este mundo, sino que son elementos espirituales.

LA REVELACION DEL EVANGELIO DE JUAN

Todo lo relacionado con Dios es Cristo

  Quisiera hacer énfasis en algo muy interesante. El evangelio de Juan, el más profundo de los cuatro, fue el último en escribirse. De hecho, fue el último libro que se escribió en el Nuevo Testamento. Muchas epístolas y libros se escribieron antes. Juan contiene muchos relatos que no se encuentran en los otros evangelios. Y al final de dicho evangelio se dice que nuestro entendimiento de Cristo debería corresponder al entendimiento que Dios tiene de El.

  Lo que encontramos en el libro de Juan no es sólo que Dios necesita un cordero, ni que El nos da el pan de vida, ni que nos muestra el camino, la verdad y la vida. Dicho evangelio no se centra en que el Señor restaura la vida del hombre con Su poder, ni en la resurrección, ni en que el Señor puede darnos luz, devolver la vista y sacar de las tinieblas a los que le siguen. En todo el evangelio sólo encontramos un gran hecho: Cristo lo es todo. No dice que Cristo nos da la luz, sino que El es la luz del mundo. No afirma que El nos da el pan de vida, sino que El es el pan de vida. Tampoco declara que El nos puede mostrar el camino, sino que El es el camino. No nos dice que Cristo nos puede enseñar la verdad, sino que El es la verdad. No afirma que El nos puede dar vida, sino que El es la vida. Cuando Lázaro murió, el Señor no les dijo a Marta y a María que El tenía el poder para resucitar a su hermano; les dijo que El mismo era la resurrección.

  Tengan presente que el pan de vida es sólo una cosa, así como lo son la luz, el camino, la verdad, la vida, la resurrección y el cordero. Todas son sólo “cosas”. Cuando creemos en el Señor no encontramos cosas simplemente, sino a Cristo. Ser creyente se relaciona exclusivamente con Cristo.

  Es menester que comprendamos que en nuestra experiencia no tenemos muchos asuntos ni cosas, sino únicamente Cristo. El no nos da la luz, ni nos guía por el camino, ni nos da vida, ni nos enseña la verdad, sino que El mismo es todas estas cosas. Hermanos, ¿pueden ver la diferencia? Lo único que Dios nos da es Cristo mismo.

  En cierta ocasión, mientras hablaba de un hecho espiritual, muchos comenzaron a mirarme fijamente. Les dije: “Permítanme hablarles sobre un hecho crucial; el Cristo de Dios es exactamente lo mismo que los asuntos de Dios. ¡Dios no tiene asuntos; sólo tiene a Cristo! El no nos da luz ni alimento ni el camino ni la verdad ni la vida, sino que nos da a Cristo. El Cristo de Dios lo es todo, y aparte de El, Dios no tiene nada”.

LO QUE PABLO LLEGO A CONOCER

Cristo es nuestra esperanza

  Quisiera recalcar que las propias palabras del Señor Jesús no son las únicas que confirman esto, pues también Pablo habló de lo mismo. El conoció bien al Señor y nos mostró algo muy interesante cuando le dijo a Timoteo: “Cristo Jesús nuestra esperanza” (1 Ti. 1:1). Me gusta esta expresión. ¿Les gusta a ustedes? El no dijo que nuestra esperanza se encontraba en Cristo Jesús, sino que Cristo Jesús es nuestra esperanza. No tenemos que poner nuestra esperanza en El ni obtenerla, sino que El mismo es nuestra esperanza.

Cristo es nuestra vida

  En otro pasaje de la Palabra de Dios, Pablo dice a los Colosenses: “Cuando Cristo, nuestra vida, se manifieste...” (Col. 3:4). El no dijo: “Cuando Cristo se manifieste”, sino “cuando Cristo, nuestra vida, se manifieste”. Declaró, entonces, que Cristo es nuestra vida. Un creyente no debe tener muchos asuntos; lo único que debe tener es a Cristo.

Cristo es nuestra sabiduría, justicia, santificación y redención

  Lo mencionado anteriormente no lo abarca todo. En estos mensajes, el versículo que más recalcaremos es 1 Corintios 1:30, donde leemos: “Mas por El estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho de parte de Dios sabiduría: justicia y santificación y redención”. Dios no nos dio justicia, ni santidad ni redención ni sabiduría, sino que nos dio a Cristo, quien es nuestra justicia, nuestra santificación, nuestra redención y nuestra sabiduría. Esta es la razón por la cual decimos que el Cristo de Dios equivale a todo lo que se relaciona con Dios. El Cristo de Dios es todos los asuntos y las cosas de Dios; y aparte de El, Dios no tiene nada más.

Cristo es nuestra justicia

  Si Dios nos hubiera dicho: “Yo he hecho a Jesús el Señor de justicia, y El os justificará”. ¿Qué responderíamos? Diríamos: “Sí, El nos justificó”. Pero Dios no le pidió al Señor Jesús que fuera nuestro justificador, sino que sea nuestra justicia. ¿Es esto bueno? ¡Es excelente! El no es simplemente el que nos justifica, sino que es nuestra justicia. ¡Aleluya! Cristo es nuestra justicia.

Cristo es nuestra santificación

  Pablo no dijo que el Señor Jesús fuera “el que santifica”; dijo que Cristo es la santificación. El Señor Jesús no nos santifica, sino que El mismo es nuestra santificación. Dios hizo que el Señor Jesús fuese nuestra santificación, la cual no es un proceso ni una acción ni un tipo de conducta, sino una persona; es Cristo.

Cristo es nuestra redención

  Pablo tampoco dijo que el Señor es sólo nuestro Redentor; dijo que el Señor es nuestra redención. ¿No es esto extraño? En 1 Corintios 1:30 no dice que Dios haya designado al Señor Jesús como el Redentor, sino que el Señor Jesús es nuestra redención.

  Damos gracias a Dios porque Cristo lo es todo; El es nuestro Redentor y también nuestra redención. Además, El nos santifica y también es nuestra santificación. El nos justifica, y a la vez es nuestra justicia. Y El nos da sabiduría, pero esa sabiduría también es El mismo.

LO QUE DAVID LLEGO A CONOCER

Cristo es nuestra salvación

  Si les dijera: “El Señor Jesús es nuestro Salvador”, ustedes responderían: “Es cierto; El es nuestro Salvador”. Sin embargo, en Salmos 27:1 se nos dice que el Señor Jesús es nuestra salvación. En Salmos se nos muestra que el Señor es nuestra salvación y no sólo nuestro Salvador. El Señor sí es nuestro Salvador, pero aquí Dios le muestra a David que el Señor es nuestra salvación. El es ambas cosas. El Señor Jesús es todos los aspectos de Dios, así como también todos los asuntos de Dios. Esto significa que todo lo que Dios nos da es el Señor Jesús.

  No quiero ahondar mucho en este tema; sólo quiero establecer un fundamento. Si escudriñan la Palabra de Dios, descubrirán que Cristo es todos los aspectos de Dios. Dios no sólo nos dio a Cristo para que fuera nuestro Salvador y Redentor, ni para que fuese el Señor de la santificación y la justicia, sino para que llegara a ser el todo para nosotros. La justicia, la santificación y la justificación son sólo cosas o asuntos; pero Cristo es la realidad de todas ellas.

EN LA VIDA CRISTIANA SOLO EXISTE UNA PERSONA

  Tal vez ustedes me pregunten: “Hermano, ¿por qué tiene que hablar tanto de esto?” Porque debo aclarar y recalcar que esta diferencia determina si la vida cristiana se basa en la vida o en la conducta. Existe una enorme diferencia entre estos dos caminos. La distancia entre estos dos caminos es enorme. Uno es espiritual, y el otro no. Uno es de Dios, y el otro proviene de la mente del hombre. Estos dos caminos son diametralmente opuestos. Si estudian la Palabra de Dios, encontrarán que sólo existe una persona y no una cantidad de cosas. Sólo vemos esta única persona, el Señor Jesús. Aparte de El, no encontrará ningún otro asunto ni ningún otro elemento.

  El mayor problema de los hijos de Dios hoy es que su experiencia cristiana es incompleta. Una persona experimenta un poco de gracia, otra recibe un don y otra habla en lenguas, mientras que otra experimenta algunos cambios en su conducta. Algunos tienen amor, otros perseverancia y otros humildad. Tal vez piensen que eso es ser cristiano. En la actualidad se entiende que eso es la vida cristiana, pero en realidad ése no es el caso. La vida cristiana es sencillamente Cristo. No depende de un don ni de algo que Cristo nos otorgue, pues es Cristo mismo. ¿Pueden ver la diferencia entre estos dos caminos? Son completamente diferentes. Ser cristiano no radica en que Cristo nos dé algo, sino en que Cristo se imparta en uno. El problema es que en el cristianismo actual se piensa sólo en términos de lo que Cristo nos da. Por ejemplo, cuando éramos incrédulos, Cristo nos dio gracia y tuvo misericordia de nosotros; ahora que somos creyentes, nos da paciencia, humildad y mansedumbre. Da la impresión de que la función de Cristo se limita a conceder cosas.

EN LA VIDA CRISTIANA NO SE DEBEN BUSCAR COSAS INERTES

  A los ojos de Dios no son importantes los dones que Cristo pueda otorgar, ya que El nos dio a Cristo mismo. Dios no nos dio humildad ni paciencia, sino que nos dio al Cristo completo. Cristo, el Señor viviente, llega a ser nuestra humildad, nuestra paciencia y nuestra mansedumbre. En esto consiste la vida cristiana.

  Debemos tener presente que en la vida cristiana no debemos aspirar a obtener virtudes ni dones; nunca debemos procurar cosas, ya que en la vida cristiana todo se reduce a una persona, quien es Cristo mismo. En otras palabras, nuestra paciencia no es una virtud, sino una persona; nuestra santificación no es una acción, sino una persona; nuestra justicia no es una experiencia, sino una persona; nuestra redención y liberación no son algo que recibimos en cierta ocasión ni son simples cosas. Nuestra redención, liberación, paciencia, humildad, mansedumbre, amor, etc., son el Señor mismo. En esto consiste la vida cristiana. Cristo lo es todo para los santos hoy. No hay necesidad de esperar nada más.

  Muchas personas preguntan por qué decimos que Cristo lo es todo. Si uno conoce la verdadera vida cristiana, reconocerá que El lo es todo. El no nos da todo, sino que El lo es todo. Estos son dos conceptos completamente diferentes.

  ¿Por qué sufren tanto los hijos de Dios? La razón es que sólo han recibido dádivas en lugar del Señor; no han recibido a la persona de Cristo. Han recibido virtudes, mas no al Señor mismo, al Cristo que Dios da. Han recibido sólo asuntos y cosas, y no a una persona. Yo no sé cuán claramente ustedes entiendan esto. Pero puedo decirles que cuando resolvemos este asunto, todo se resuelve.

  Cuando fuimos salvos, muchos de nosotros escuchamos la Palabra de Dios que decía que El amó tanto al mundo, que dio a su Hijo unigénito para que no pereciéramos, sino que tuviéramos vida eterna. Cuando escuchamos esto, entendimos que necesitábamos ser salvos, y acudimos a Dios en oración diciendo: “Señor, Tú me amaste y te entregaste por mí. Tú has llegado a ser mi Salvador. Por favor, dame también la salvación”. ¡Qué equivocados estábamos! Pensábamos que tener al Salvador no era suficiente, y que además necesitábamos la salvación. Muchos han hecho esto. ¿Entonces cuál es nuestro evangelio? Si decimos que Dios nos dio al Salvador, por qué al arrepentirnos, decimos: “Dios, concédeme Tu salvación”. Si al tener al Salvador tenemos la salvación ¿por qué pedirla? Sería insensato decirle a Dios: “Tú me diste al Salvador, ahora por favor dame la salvación”.

“yo soy...”

  Ahora somos creyentes, somos salvos, y Dios nos dio a Cristo para que sea nuestra vida. Sin embargo, constantemente le estamos pidiendo cosas. No le pedimos una ni dos ni tres ni diez ni ciento, sino millares y millones de cosas. Pensamos que todas esas cosas son importantes. Pero Dios nos muestra que Cristo es y debe ser todo lo que necesitamos.

  Por eso la Palabra de Dios declara que el nombre de Cristo es “Yo soy”. No quiero hablar mucho de este asunto fuera del contexto bíblico; examinemos lo que la Biblia dice al respecto.

Verdadera comida

  En el evangelio de Juan, el Señor declara que El es el pan de vida. Nosotros le pedimos frecuentemente a Dios que nos alimente, pensando que existe algo en la Palabra llamado “alimento”. Como tenemos hambre, le decimos: “Por favor, danos comida”. No obstante, resulta extraño que quienes piden comida, no la reciben. Los que piden y ruegan que se les dé alimento son los que más hambre pasan. Durante los años que tengo de servicio al Señor (aunque no han sido muchos), nunca he conocido una persona que le haya pedido comida a Dios, y que la haya recibido. Tal vez ustedes pregunten: “¿Significa eso que la Palabra de Dios está equivocada? ¿No es verdad que Lucas 1:53 afirma que Dios colmará de bienes a los hambrientos?” Es cierto que los hambrientos serán saciados de bienes. ¿Pero qué es lo que en realidad los sacia? Debemos tener presente que la comida no nos satisface, pero Cristo sí. Muchas veces sentimos hambre y estamos necesitados, y creemos que Dios tiene comida para nosotros; así que oramos y esperamos recibirla, aunque no sabemos cómo. Todo lo que sabemos es que debemos acudir al Señor, creer, recibir y disfrutar más. Pero lo asombroso es que cuando creemos, recibimos; y cuando buscamos más al Señor, aunque no recibimos el alimento que esperábamos, somos saciados. Al buscar al Señor, al hablar con El y recibirle, quedamos satisfechos. La comida de Dios es Cristo. Su comida no es comida física, pues Dios no tiene cosas para nosotros; el alimento que nos da es Cristo mismo. Los chinos tienen una expresión con la que califican algo de redundante, la cual se traduciría “mil páginas del mismo tema”. Tal vez no nos parezca bueno repetir, pero ante Dios, todas Sus cosas son “mil páginas del mismo tema”. No importa qué busquemos en lugar del Señor, El siempre nos da lo mismo; nos da a Cristo, quien es “mil páginas del mismo tema”. El satisface nuestras necesidades, ya que las cosas nunca podrán hacerlo.

Justicia y santificación

  Muchas veces alabo al Señor y me regocijo porque mi justicia no es el fruto de mi comportamiento, sino la persona del Señor Jesús. Debido a que el Señor es mi justicia, cada vez que hago mención de ésta, no sólo puedo decir que tengo justicia o justificación, sino que puedo hablar con ella, alabarla y darle gloria. ¿No es esto maravilloso? Pueden preguntarse cómo es que alguien puede dar gloria a su justicia. Sí, con frecuencia le doy gloria a mi justicia, puesto que el Señor Jesús es mi justicia. Mi santificación no es obra mía. Cuando alabo a mi santificación, no estoy alabando mis obras; yo aborrezco mis propias obras, sin embargo, puedo decir que alabo mi santificación, pues mi Señor es mi santificación. ¿Se dan cuenta de que éstas son dos cosas completamente diferentes? No se trata de cosas, sino del Señor.

DIOS DERRIBA Y EDIFICA

  Descubrimos un hecho en nuestra experiencia espiritual, con el cual se encuentran algunos que han sido creyentes durante uno, dos, tres, cinco o incluso veinte o treinta años. Es extraño que cuando fueron salvos, eran bastante pacientes, pero a medida que pasa el tiempo, se les dificulta controlar el mal genio o aún empeoran. Muchos me han dicho que al principio eran muy pacientes y podían perdonar, orar y soportar cualquier mal trato en el colegio, en la casa o en el trabajo. Pero que ahora no aguantan las mismas contrariedades. Antes podían soportar cualquier cosa, pero ahora no; y aunque algunas veces logran controlar su ira, algo dentro de ellos pide venganza. Hemos visto muchos ejemplos de esto, podría contarles millares de historias similares al respecto. Muchas personas pueden testificar que anteriormente eran humildes, pero ahora no lo son. Antes eran pacientes, amorosas y mansas, pero ya no lo son. Incluso si eran fervientes, ahora se han vuelto frías y no encuentran explicación para ello.

  Hermanos, recordemos que Dios tiene que quitar de nosotros todo lo natural. Cuando creímos en el Señor, pensábamos que nos faltaba amor, así que le pedimos a Dios que nos lo diera. Para expresarlo de una forma sencilla, podemos decir que Dios nos dio una “dosis” o un “paquete” de amor para que pudiéramos amar. Eso fue sólo una virtud; posiblemente recibimos muchas de ésas; sin embargo, Dios no permite que ese amor perdure para siempre en nosotros tan sólo como una virtud, porque El quiere depositar a Cristo en nosotros. Por lo tanto, tiene que erradicar ese amor. Muchas personas eran irascibles antes de creer en el Señor; eran bastante explosivos. Pero después obtuvieron paciencia, y ésta llegó a ser para ellos una virtud, un regalo, una salvación o un simple substituto. Mientras aquello les duró, todo marchaba bien. Durante el primer, segundo o tercer año todo parecía ir bien. Sin embargo, al quinto año o tal vez antes, la situación empezó a cambiar; aquellas virtudes empezaron a desvanecerse. Hoy Dios hace esa misma obra en muchos de Sus hijos. El elimina todas las cosas; no solamente las mundanas, sino también las espirituales. Antes de que ustedes fueran salvos, los elementos mundanos usurpaban el lugar de Cristo, pero después de ser salvos, son las cosas y asuntos espirituales las que ocupan el lugar que le corresponde a El. Un día Dios nos muestra que “Cristo lo es todo para uno”. Dios ya nos libró de las cosas del mundo, y ahora El está quitando las cosas espirituales que quedan en nosotros. El erradicará nuestra paciencia, nuestro amor, nuestro poder, nuestra mansedumbre, nuestra humildad y todo lo que tenemos. Nos mostrará que no vivimos por la paciencia, sino por una persona. De modo que seremos pacientes por haber recibido a una persona, no por haber recibido un poder; seremos humildes no por haber recibido una virtud, sino por la persona que recibimos. Todo lo espiritual tendrá que irse, y todo lo de uno tendrá que desaparecer.

  Por esta razón, Dios sigue derribando y edificando en Sus hijos. Diariamente El derriba virtudes y edifica a Cristo. Esta es la manera en que Dios trabaja en Sus hijos. Anteriormente Dios pudo habernos dado la facultad de ser pacientes. Estábamos tan seguros de aquello, que podíamos declarar: “Mi problema con el mal genio terminó”. Después examinamos nuestra humildad, y Dios nos concedió otra virtud, la capacidad para humillarnos, y también pudimos decir que nuestro problema con el orgullo estaba resuelto. Cuando vemos algo sin resolver, acudimos al Señor en oración para tratar de hallar solución; de manera que siempre estamos ocupados resolviendo problemas. Hermanos, Dios nos quitará muchas cosas y nos dará a cambio una persona. Esta persona será nuestra humildad, nuestra paciencia, nuestra mansedumbre y nuestro amor. El es el que es. Cuando le obtenemos, podemos decir: “Dios, Tú eres el Yo Soy”. En esto radica la vida cristiana. Dios continuamente derriba y edifica. El continuará esta obra hasta que podamos decir que Cristo lo es todo para nosotros. Un día el universo entero confesará que Cristo lo es todo. Pero antes Dios desea que nosotros mismos confesemos que Cristo es todo para nosotros.

  Yo tengo bajo mi cuidado a muchas personas y me siento responsable de su condición espiritual. Cuando me encontraba con algún hermano que estaba errado en algo, por lo general trataba de exhortarle, pero lo único que podía decirle era: “Hermano, te falta más amor. Tienes que amar más a tu hermano”. Tal vez él tuvo éxito en eso, y yo pude haberme sentido bien al ver que mi consejo surtió efecto. Pero en realidad lo que él recibió fue amor, y no a Cristo. El amar a aquél hermano no fue una persona, sino una simple virtud, una manera de comportarse. Así es la vida cristiana que se basa en la conducta, lo cual no pasa de ser un buen comportamiento, y no es más que las obras, la búsqueda, la aspiración, la oración, la fe y la recepción humana en procura de una virtud llamada amor. Esta es la razón por la que digo que para muchos el amor es sólo una cosa y una forma de comportarse. Pero si ese amor es Cristo, la historia es totalmente diferente. Es la persona de Cristo la que es todo, ya no es el hermano; es Cristo, y no él, el que ama. Esto convierte al amor en una ley de vida, en vez de un acto de la voluntad. Esta es una clase diferente de creyentes.

  No sé si ustedes han visto esta diferencia. ¿Qué sienten cuando le brindan cierta ayuda a un hermano, abren sus ojos y le ayudan a seguir adelante en el Señor? Lo más difícil que enfrentamos en la actualidad es que muchos están enfrascados en actividades y virtudes cristianas, pero no conocen a Cristo ni han comprendido que todo lo pertinente a Dios se resume sencillamente en Cristo.

OTRO NIVEL EN EL CONOCIMIENTO DE CRISTO

  ¿Qué significa conocer a Cristo por medio de los asuntos y las cosas? Significa saber que El es nuestros asuntos y nuestras cosas. Algunos pueden decir que conocen a Cristo como su paciencia, su amor o su humildad; esto es conocer a Cristo. Una vez que una persona tiene este conocimiento, se produce en ella un cambio profundo. Cuando experimenta este cambio, puede decir que su mundo no consta de cosas inanimadas. Creo que algunos de nosotros podemos afirmar esto sabiendo lo que significa. En mi mundo espiritual, no hay muchas cosas; ahí sólo habita Cristo. Yo no tengo ninguna santidad; sólo tengo a Cristo. Sin embargo, esto no significa que yo no sea santo, sino que Cristo llegó a ser mi santidad. Si usted tiene esta experiencia, inmediatamente verá que Cristo es el que es. Este es el punto central de todas las cosas, que Cristo lo es todo. Si usted experimenta esto, será liberado de girar en torno a cosas externas. El único interrogante que nos queda es si usted conoce a este Cristo o no. Este no es un asunto de oración, de exhortación ni de ser animados.

  Anhelo ver que mis colaboradores presten más atención a este asunto. Esto no depende de la exhortación ni del ánimo que demos a otros. Si usted trata de animar a alguien, en el mejor de los casos sólo podría alentarlo a hacer algo por su cuenta; pero lo único que realmente vale es que Dios abra sus ojos para que conozca a Cristo. Aun si yo les repitiera cien veces lo que he dicho, sería inútil. Pero si Dios abre nuestros ojos para que veamos que es a Cristo a quien necesitamos, todo será diferente. Muchos conocen a Cristo como Aquel que nos justifica, sin embargo, siguen temiendo a Dios pues desconocen que Cristo es su justicia. Muchos otros conocen a Cristo como el Santificador, pero siguen sin estar santificados. Esto se debe a que piensan que todavía necesitan la santificación. Creen que el Señor es el que los santifica, y le piden que les dé la fuerza para llegar a ser santificados. Quieren ser santificados, pero cuando tratan de santificarse, se dan cuenta que no pueden lograrlo. Ellos solos no pueden santificarse. Pero un buen día, Dios les abre los ojos y les da luz para que vean que Cristo es su santificación. Dios no les pide que se santifiquen ni les da fuerzas para que se santifiquen, sino que Cristo en ellos llega a ser su santificación. Cuando esto sucede, todos los problemas se van, ya que Cristo llega a ser el Yo Soy. Yo puedo perder mi poder pero no podría por ningún motivo perder a Cristo. Mi santificación no es algo que yo logre, sino algo que El hizo en mí. Una vez que entiendo lo que Cristo es para mí, todos los problemas son resueltos. Cristo es el que es. Yo no tengo nada más que decir.

  El problema es que aunque muchos sabemos que Cristo es nuestro Señor, no sabemos que Cristo es la realidad de todos nuestros asuntos y virtudes. Todos aquellos que lo conocen sólo como el Redentor, como el que justifica o el que santifica, o como otras de Sus funciones o títulos, únicamente conocen Su obra; no saben lo que El es. Pero Dios quiere que lo conozcamos como nuestra redención, nuestra santificación y nuestra justicia.

  Permítanme preguntarles: ¿El Señor Jesús que ustedes conocen, es su Salvador o su salvación? ¿Es su Libertador o su liberación, su Santificador o su santificación, su Justificador o su justicia? Aquellos que sólo lo conocen en Sus funciones o títulos (como el Salvador, Redentor, Libertador, etc.), lo conocen sólo de una manera superficial. Si lo conocemos como todos los asuntos y virtudes, entramos en otro nivel del conocimiento de Cristo, un nivel más elevado y más profundo.

  El problema de los hijos de Dios es que quieren obtener demasiadas cosas. Cuando conocemos al Señor como aquel que “es”, nuestras virtudes llegan a ser una persona, y todo se soluciona. Entonces el propósito de Dios, el cual El desea cumplir en la eternidad, se cumplirá en nosotros.

  En tanto que nuestra santidad, redención, regeneración, poder, gracia y dones sigan siendo cosas, nos encontraremos tocando apenas la superficie de la vida cristiana. Pero cuando ya no busquemos estas cosas, sino al Señor mismo, empezaremos a conocer a Dios y comenzaremos a entrar en la meta del propósito eterno de Dios. A partir de entonces, no veremos las muchas cosas de este mundo; veremos únicamente al Señor. El Señor llegará a ser aquel de quien dependan todos los asuntos.

  Esta es la razón por la cual dije que muchas personas tienen cosas que son muerte. Sólo cuando entiendan a lo que nos referimos, sus cosas llegarán a ser una persona. Esta persona es el Señor. Nuestra regeneración no es una cosa, sino una persona. Tenemos una regeneración personificada, no una cosa. Todo lo que tengo es personificado, porque todo lo que tengo es el Señor. Primeramente, el Señor nos guía a conocerle. Después, nos guía a entender que El es todas nuestras cosas. Cuando somos guiados a conocerle como todas las cosas, somos librados de nuestra propia vida, del mundo espiritual y de las cosas espirituales. De ahí en adelante, diremos que el Señor es todo en todo. Y seguramente diremos que El es todo en nuestra vida diaria. Si soy paciente, no lo soy por mis esfuerzos, sino porque Cristo es mi paciencia. Ahora cuando amo, no soy yo el que lo hace, pues no tengo la capacidad de amar, pero hay una persona dentro de mí que ama. Si puedo perdonar, no es porque yo perdone ni porque haya hecho algún esfuerzo, sino porque hay alguien dentro de mí que siempre perdona, y El perdona en mí. Somos humildes no porque nos hayamos dado cuenta de nuestro orgullo y hayamos decidido volvernos humildes. No llegamos a ser humildes suprimiendo nuestro orgullo, ni por tomar la determinación de serlo, sino porque una persona que mora en nosotros expresa Su humildad. En realidad, El es nuestra humildad y por eso podemos ser humildes. Esta es la ley de vida de la cual hemos estado hablando durante los últimos meses. La ley de vida no es otra cosa que Cristo como nuestro todo y nuestra vida.

  Hermanos, que el Señor abra nuestros ojos. Oremos para que El verdaderamente nos ilumine, de tal modo que podamos ver. Todas las cosas llegarán a su fin, y sólo El permanecerá. Por lo tanto, sólo debemos tenerle a El.

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