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Mensajes del libro «Cristo maravilloso en el canon del Nuevo Testamento, El»
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El Cristo maravilloso en el canon del Nuevo Testamento

PREFACIO

  Estos mensajes dados por el hermano Witness Lee nos presentan la maravillosa persona de Cristo. Los primeros ocho mensajes fueron dados en Houston, Texas, los nueve mensajes siguientes, en Atlanta, Georgia, y los últimos siete mensajes, en la ciudad de Nueva York. Originalmente fueron publicados en la revista The Stream, tomo 13, números 2, 3 y 4; y tomo 14, números 1, 2 y 3.

LA DESCENDENCIA DE ABRAHAM

  Luego tenemos otro versículo, el cual nos habla acerca de la descendencia de Abraham: “En tu descendencia serán bendecidas todas las naciones de la tierra” (Gn. 22:18). En la descendencia de Abraham, todas las naciones —y no sólo Israel— serán bendecidas.

EL RENUEVO, EL FRUTO Y LA RAÍZ

  Ahora debemos ver que esta simiente, Jesús, finalmente llega a ser el renuevo, y este renuevo es llamado “Jehová, justicia nuestra”. Ya vimos esto en Zacarías 6 y en Jeremías 23. Isaías 4:2 luego nos dice que este renuevo es “el Renuevo de Jehová” y también “el fruto de la tierra”. “En aquel día el Renuevo de Jehová será hermosura y gloria, y el fruto de la tierra, excelencia y esplendor, para los de Israel que hayan escapado”. Jesús es por un lado “el Renuevo de Jehová” y, por otro, “el fruto de la tierra”. Jesús es el renuevo que produce fruto, y también es el fruto producido por el renuevo. El renuevo tiene como propósito producir fruto, y el fruto es para nuestro disfrute.

  También vemos que este renuevo es la raíz. “En aquel día, la raíz de Isaí se pondrá por estandarte para los pueblos, y le buscarán las naciones, y la gloria será Su lugar de reposo” (Is. 11:10). Este versículo nos muestra que el renuevo es también la raíz, y que esta raíz es un estandarte, una bandera o un pendón para todos los pueblos de la tierra. Los gentiles, incluyéndonos a usted y a mí, le buscaremos, y Su lugar de reposo estará lleno de gloria.

  No sólo esta Persona es la raíz de Isaí, sino que también es descendencia de David. “Cuando tus días sean cumplidos y duermas con tus padres, Yo te levantaré descendencia después de ti, que procederá de tu cuerpo, y estableceré su reino. Él edificará casa a Mi nombre, y Yo afirmaré para siempre el trono de su reino. Yo seré su Padre, y él será Mi hijo” (2 S. 7:12-14). Él es la descendencia de David, pero, por otro lado, Él es el Hijo de Dios. Dios dijo que Él sería Su Padre, y que Aquél sería Su Hijo. Él edificaría una casa para Dios, y Dios afirmaría el trono de Su reino para siempre.

LA SIMIENTE DIVINA Y EL SUELO HUMANO

  ¿Quién es esta persona maravillosa que tiene todos estos nombres y que llevará a cabo la edificación de la casa de Dios? ¡Es Jesús! Pero ahora vemos claramente que Él es mucho más de lo que pensábamos. Primeramente, Jesús es una especie de simiente. Esta simiente es Dios en el Hijo que ha de ser sembrado en la humanidad. El hombre es el suelo fértil para esta simiente. A fin de que esta simiente crezca, necesitamos un suelo. Dios en el Hijo como corporificación de vida es la simiente y nosotros somos el suelo. Nosotros somos el suelo de Dios a fin de que Él crezca.

  Éste no es mi propio pensamiento o concepto. Mateo 13 nos muestra que Jesús vino como semilla divina y que sembró esta semilla, o simiente, en el corazón del hombre. Por lo tanto, la humanidad es el suelo donde esta simiente divina puede crecer. ¿Alguna vez vieron esto en la Biblia? Dios en el Hijo es una simiente divina, y nosotros somos el suelo a fin de que Él crezca en nosotros. Es fácil adquirir doctrinas e historias en la Biblia, pero entrar en las profundidades de la Biblia no es tan fácil. Conocer la enseñanza de la Biblia no es tan difícil, pero para captar la vida que nos transmite la Biblia requerimos la revelación divina. Jesús es la simiente divina que fue sembrada en nuestro corazón. Nosotros somos el suelo en el cual Jesús puede crecer. La simiente ha sido sembrada, y algo ha brotado.

LA RAMIFICACIÓN DE DIOS PARA LLEVAR FRUTO

  Después de la simiente, vemos que Jesús es también el renuevo, la rama. Estos versículos que hemos leído nos muestran que Él es el renuevo de Jehová. Esto nos permite comprender que este hombre Jesús era la ramificación misma de Dios. Dios se ramifica en Jesús. Jesús es el renuevo de Dios, y nosotros somos el renuevo de Jesús. Jesús ramificó a Dios y ahora nosotros ramificamos a Jesús. Juan 15 nos dice que Jesús es la vid, y que nosotros somos los pámpanos. ¡Aleluya! Jesús es la ramificación de Dios.

  Decir que Jesús es el Salvador y Redentor es absolutamente correcto, pero es demasiado superficial. Jesús no es simplemente nuestro Salvador y Redentor, sino que además es la ramificación de Dios, y al ramificarse ha llegado a nosotros. Todos hemos sido cautivados por Jesús. Un día Dios hizo que Jesús se ramificara y entrara en nosotros. Finalmente, esta rama lleva fruto. Jesús como rama no está destinado a ser la columna ni la viga de un edificio. Jesús es la ramificación de Dios con el propósito de llevar fruto para nuestro disfrute. Ahora nosotros somos las ramas de Cristo que ramifican a Cristo para que otros puedan disfrutarlo.

  Jesús hoy en día no es solamente la simiente, sino también el renuevo, y este renuevo divino produce el fruto de la tierra. Esto significa que Jesús es la ramificación de Dios en nosotros, la tierra. La divinidad se ramifica en nuestra humanidad, y por medio de la humanidad, este renuevo, produce fruto para el disfrute del hombre. Éste es Jesús. Este Jesús es quien edifica el templo de Dios. La Biblia nos muestra que hoy en día el templo de Dios es un grupo de personas vivientes, las cuales son acopladas y edificadas para ser la morada de Dios en el espíritu. El único que puede edificar este templo es Jesús, y Él lo edifica como simiente, renuevo y fruto.

  Por consiguiente, Jesús como simiente es la ramificación de Dios que da fruto para nuestro disfrute. Esta simiente también herirá la cabeza de la serpiente, y en esta simiente todas las naciones serán bendecidas. Es la ramificación de esta simiente lo que edificará el templo de Dios, y este renuevo es el que porta el sacerdocio y el reinado. “Sí, él edificará el templo de Jehová, llevará majestad y se sentará y regirá en su trono; será sacerdote en su trono; y consejo de paz habrá entre ambos” (Zac. 6:13).

LA SIMIENTE SUBJETIVA

  Éste es Jesús y Él, como simiente, renuevo y fruto, es muy subjetivo para nosotros. Todos estos puntos se revelan plenamente en el Antiguo Testamento, pero no simplemente de manera objetiva. Jesús como simiente es enteramente subjetivo para nosotros. Él es la simiente y nosotros somos la tierra. La simiente debe entrar en la tierra subjetivamente. ¿Cómo puede la simiente hacer algo en la tierra a menos que sea sembrada en la tierra?

  Hay mucha enseñanza hoy entre los cristianos acerca de Cristo pero de manera objetiva. Todos sabemos que Jesús fue crucificado en la cruz por nosotros, y que ahora en resurrección Él está sentado en el trono en el tercer cielo como Señor de todos. Esto sin duda es correcto, pero sólo corresponde al aspecto objetivo. Él tiene que entrar en nosotros. En la cruz Él hirió la cabeza de Satanás, objetivamente, y ahora como simiente esta Persona está en nosotros subjetivamente. Cuando Él entra en nosotros, fluye a nosotros Su vida, la cual hirió la serpiente. Hoy en día Jesús hiere a Satanás en nosotros. Muchas veces cuando el enemigo empieza a levantarse dentro de nosotros contra la edificación de la casa de Dios, esta vida que hiere lo derrota.

  Hoy la mayoría de las enseñanzas cristianas son demasiado objetivas. Cuando vine por primera vez a este país, empecé inmediatamente a decirles a los cristianos que se volvieran interiormente a su espíritu. Entonces me preguntaron por qué mis enseñanzas eran siempre tan subjetivas. No niego que haya un aspecto objetivo; Jesús realmente está allí en los cielos. Pero en el aspecto subjetivo, Él está en mi espíritu. Sin lugar a dudas, la electricidad está en la central eléctrica, pero también está instalada en nuestros hogares. Si la electricidad fuese simplemente algo objetivo, estaríamos en tinieblas. Si sólo estuviera en la central eléctrica, no nos beneficiaría, pues no podríamos aplicarla. La aplicación de la electricidad tiene que ver completamente con que ésta entre a nuestros hogares; por lo tanto, tiene que ser subjetiva.

  Si Jesús sólo estuviera en los cielos, no tendría nada que ver con nosotros. Pero nuestro Jesús no sólo es esa clase de Jesús. Por un lado, Él está en los cielos; pero por otro, está dentro de nosotros. Puedo decir confiadamente que mi Jesús está en mí. ¡Puedo incluso gloriarme de que Jesús está dentro de mí! Jesús está en mí como una semilla para crecer. Luego Él crece hasta ser el renuevo y, como tal, hace que Dios se ramifique en mí y lleve fruto para el disfrute de otros. ¡Aleluya! Éste es el Jesús que edifica el templo de Dios, que edifica la iglesia. Él no lo hace de manera objetiva, sino de una manera muy subjetiva, al sembrarse en nosotros, al hacer que Dios se ramifique en nosotros, y al llevar fruto en nuestro interior para el disfrute de otros. Éste es el Jesús que fue profetizado en el Antiguo Testamento.

SE REQUIRIERON CUARENTA Y DOS GENERACIONES PARA EFECTUAR LA SIEMBRA DIVINA

  Ahora llegamos a la primera página del Nuevo Testamento. “Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham [...] De manera que todas las generaciones desde Abraham hasta David son catorce generaciones; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce generaciones; y desde la deportación a Babilonia hasta el Cristo, catorce generaciones” (Mt. 1:1, 17). Se mencionan cuarenta y dos generaciones. Esto es muy significativo. Hemos visto que Jesús es Dios en el Hijo como semilla divina, la cual es destinada a ser sembrada en nosotros. Esta siembra no ha sido nada fácil. Se requirieron cuarenta y dos generaciones de preparación, empezando con Abraham y luego continuando con Isaac, Israel y Judá, a través de muchas generaciones hasta David, y luego por medio de los hijos y nietos de David, incluyendo todo el tiempo del cautiverio babilónico. Luego, finalmente, Jesús vino. Así pues, se requirieron cuarenta y dos generaciones para que se efectuara esta siembra divina, para que Jesús viniera aquí.

  Según lo que dicen muchos himnos, pareciera que Jesús simplemente descendió de los cielos a la tierra. Pero no fue así. Mateo dice que se requirieron cuarenta y dos generaciones. Génesis menciona aún más. Mateo contó a partir de Abraham, pero Génesis empezó a contar a partir de la simiente de la mujer. La simiente fue mencionada en Génesis 3, pero desde ese día se requirió un largo periodo de tiempo para que esta simiente entrara en el suelo humano. Es por ello que el nacimiento no fue simplemente un nacimiento; fue la siembra de la simiente divina en el suelo humano.

JESÚS Y EMANUEL

  Cuando la simiente divina entró en el suelo humano, el resultado de ello fue una persona que era la mezcla de la divinidad con la humanidad. Su nombre es Jesús y Emanuel. “Dará a luz un hijo, y llamarás Su nombre Jesús, porque Él salvará a Su pueblo de sus pecados [...] ‘He aquí, una virgen estará encinta y dará a luz un hijo, y llamarán Su nombre Emanuel’ (que traducido es: Dios con nosotros)” (Mt. 1:21, 23). Por un lado, como hombre, Él es Jesús; pero, por otro, como Dios, es Emanuel, Dios con nosotros.

  ¡Ahora podemos darnos cuenta de cuán maravillosa es la persona de Jesús! Sencillamente, no tengo palabras para expresar lo que siento en lo profundo de mi ser, pero le pido al Señor que le revele algo a todo el que lea este libro. ¡Nuestro Jesús es tal persona maravillosa! Esta persona maravillosa es la mezcla de la divinidad con la humanidad.

EL CRISTO, EL HIJO DE DIOS

  Después que Jesús, esta persona tan maravillosa, habitó con Sus discípulos por un periodo de tiempo, les hizo esta pregunta: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?”. Ellos respondieron: “Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o uno de los profetas”. Entonces Él les preguntó: “Y vosotros, ¿quién decís que soy Yo?”. Entonces Simón Pedro respondió: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (16:13-16).

  Éste es el problema entre los hombres hoy en día. ¿Quién es Jesús? Sin embargo, incluso el hecho de saber que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, no quita tanto el velo. Todos hemos sido ayudados con las palabras de Pedro. Poco sabíamos que Jesús es la ramificación de la divinidad y el fruto de la humanidad producido al ramificarse la divinidad. No nos dimos cuenta tan claramente de que este Jesús es la simiente divina que fue sembrada en nosotros, el suelo humano, y que debemos ser uno con Él de una manera muy subjetiva. Debemos proseguir ahora a ver más de este maravilloso Jesús.

JESÚS ESTÁ EN MEDIO DE NOSOTROS

  Después de Mateo 16 Jesús continúa revelándonos más de Sí mismo en el capítulo 18: “Donde están dos o tres congregados en Mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos” (v. 20). En Mateo 1 el nombre del Señor no sólo es Jesús, sino también Emanuel, Dios con nosotros. Ahora en Mateo 18 Él nos promete que cada vez que nos reunamos, Él estará en medio de nosotros. Pero ¿de qué forma está Él en medio de nosotros? Debemos entender que Él está en medio de nosotros no de forma objetiva, sino de una manera muy subjetiva, pues Él está dentro de nosotros. Cuando yo vengo, Jesús viene; cuando usted viene, Él viene; y cuando todos venimos, Él viene. Cuando decimos amén, Él dice amén dentro de nosotros y dentro de nuestro amén. Si Jesús no estuviera dentro de nosotros y, por ende, no estuviera en medio de nosotros, ¿qué razón tendríamos para reunirnos? No tenemos ninguna otra razón. ¡Jesús está aquí! Jesús está dentro de nosotros y, por tanto, Él está en medio de nosotros. Todos nos reunimos con Jesús. Cuando nosotros venimos, Él viene. Es por eso que Su nombre es Emanuel, Dios con nosotros.

  ¡Nuestro Jesús es tal persona! Él es Dios con nosotros. La Biblia no es principalmente un libro para enseñar e instruir, en el cual se nos muestra cómo hacer esto y aquello. La Biblia es un cuadro que nos muestra a esta persona tan maravillosa. Él es la ramificación de Dios y el fruto del suelo humano. Él es tan subjetivo a nosotros porque se sembró a Sí mismo en nuestro ser, y ahora está creciendo en nosotros. Él está haciendo que Dios se ramifique en nosotros, y también está haciendo que Dios se ramifique a partir de nosotros. Finalmente, de esta manera Él edificará la iglesia para que sea el templo de Dios. Él establece el reino de Dios, y asume el cargo del sacerdocio y el reinado. ¡Aleluya! Él no hace esto por medio de enseñanzas ni al corregirnos o enmendarnos externamente, sino al sembrarse, al ramificarse, al crecer y al dar fruto en nuestro interior. Todo esto siempre se lleva a cabo en nuestro interior. Es por ello que cuando nos reunimos Él está en medio de nosotros.

“YO ESTOY CON VOSOTROS TODOS LOS DÍAS”

  El primer capítulo de Mateo dice que Su nombre sería llamado Emanuel, Dios con nosotros. Hacia la mitad del libro (18:20), Él dice que siempre estará en medio de nosotros. Luego, al final nos dice que Él estará con nosotros para siempre: “He aquí, Yo estoy con vosotros todos los días, hasta la consumación del siglo” (28:20). Él no sólo estará con nosotros hoy, sino todos los días. Él estará con nosotros hasta la consumación del siglo. Pero incluso la consumación de este siglo no es la consumación de Su presencia. Él está ahora con nosotros de esta manera; y en la próxima era estará con nosotros de otra manera maravillosa. El hecho de que Él esté con nosotros es algo que jamás cesará. ¡Aleluya! Esto se debe a que Él es Emanuel, Dios con nosotros.

  El que Dios esté con nosotros no significa que nosotros estemos sentados alrededor de Él y que Él esté en medio de nosotros. Emanuel significa que esta semilla divina ha sido sembrada en nosotros. La divinidad misma ha sido sembrada en nosotros. La divinidad es la semilla y la humanidad es la tierra, el suelo. Esta divinidad luego tiene que forjarse en el suelo humano, y un poco del elemento del suelo humano tiene que ser introducido en el elemento divino. Finalmente, veremos que lo que es producido mediante esta mezcla de divinidad con humanidad es la iglesia.

EL PRECIOSO JESÚS

  ¡Aleluya por esta persona maravillosa! ¿No le aman ustedes? Yo le amo. Desde que era niño, aprendí a cantar ese himno que dice: “Cristo me ama, esto sé, pues la Biblia dice así”. En aquel tiempo me enseñaron que debía amarle porque había muerto por mí. Eso es bueno, pero no debemos simplemente amarle porque murió por nosotros. Eso no es suficiente. ¡Oh, le amamos porque Él es tan precioso! Si me enviara al infierno, todavía le amaría, porque Él es del todo codiciable. ¡Me importa más lo que Él es! Simplemente amo esta persona.

  Si amamos a Jesús simplemente porque Él ha hecho tantas cosas por nosotros, nuestro amor es imperfecto. He escuchado muchas historias de esposas que aman a sus esposos porque tenían dinero. Pero cuando sus esposos perdían su dinero, se acababa el amor. ¿Por qué amamos a Jesús? No por lo que Él haya hecho, sino aún más por lo que Él es. ¡Aleluya! ¡Él es maravilloso! Él es muchísimo más de lo que podemos describir.

UNA PERSONA MARAVILLOSA

  Espero que ustedes oren-lean todos los versículos que hemos mencionado para que vean todo lo que Él es. Él es la simiente de la mujer que hirió la cabeza de la serpiente. Él es la descendencia de Abraham para que todas las naciones obtengan la bendición. También es el renuevo, que hace que Dios se ramifique en nosotros. Luego este renuevo incluso se mezcla con nosotros para producir el fruto. Él está en nosotros y nosotros estamos en Él. Él y nosotros llegamos a ser un solo pueblo. Donde yo estoy, allí Él está. Sencillamente no puedo alejarme de Él. Él es esta persona tan maravillosa. Luego, cuando todos nos reunimos, Él está allí; y nosotros llegamos a ser la iglesia con Él. ¡Esto es verdaderamente maravilloso!

  Finalmente, resulta difícil decir quiénes somos. Somos parte de esta persona maravillosa. Esta persona maravillosa no sólo está dentro de nosotros, sino que crece en nosotros, se ramifica en nosotros, lleva fruto en nosotros y hace que todos nosotros seamos la iglesia. ¡Esto es maravilloso!

  Además, Él es nuestra justicia. Esto no tiene que ver con un buen comportamiento, porque no se trata de nuestra justicia. Él mismo, Aquel que es subjetivo y mora en nosotros, llega a ser nuestra justicia. Martín Lutero contendió por la doctrina de la justificación por la fe, pero hoy no necesitamos contender por doctrinas. Jesús es la realidad de todas las doctrinas. Cuando le tenemos a Él, lo tenemos todo, incluyendo la justicia.

EL CRISTO CORPORATIVO

  Por lo tanto, si ustedes me preguntan quién soy, al menos les diría que soy parte de Cristo. En Filipenses 1:21 Pablo dice: “Para mí el vivir es Cristo”; y en Gálatas 2:20 dice: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. ¡Aleluya! Somos el Cristo corporativo. Cualquier simiente de la que hablemos no es un fin en sí misma. Toda simiente tiene como fin la multiplicación y la reproducción. Ahora Jesús no es simplemente una simiente; nosotros ahora somos Su reproducción y multiplicación. Por lo tanto, somos el Cristo corporativo.

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