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Mensajes del libro «Cristo maravilloso en el canon del Nuevo Testamento, El»
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CAPÍTULO DIECIOCHO

EL ESPÍRITU SIETE VECES INTENSIFICADO

  Lectura bíblica: Ap. 1:4-5a; 4:5; 5:6; 2:1, 7a, 8, 11a, 12, 17a, 18, 29; 3:1, 6, 7, 13, 14, 22; 14:13b; 19:10b; 22:17; Zac. 4:2, 4-6

  En los capítulos anteriores de este libro vimos al Cristo maravilloso tal como aparece en los cuatro Evangelios, en los Hechos y en las Epístolas. Ahora debemos llegar a la última parte del Nuevo Testamento, el libro de Apocalipsis. Cuando llegamos a la Palabra, muchas veces nosotros sencillamente no podemos ver las cosas que están allí. Es por eso que necesitamos la revelación de parte del Espíritu Santo. Si simplemente leemos las letras escritas sobre el papel y entendemos las cosas con nuestra mente, no podremos ver jamás en la Biblia la revelación clara.

LA PALABRA ES DIOS

  “En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios” (Jn. 1:1). Este versículo nos muestra claramente que en el principio Cristo era Dios. ¡Todos debemos declarar, proclamar y anunciar a todo el universo que nuestro Cristo era Dios en el principio! Es triste que hoy en día haya algunos así llamados cristianos que no creen que Cristo es Dios. ¡Pero nosotros sí creemos! ¿Por qué? Simplemente porque la Biblia nos lo dice. La Biblia nos dice que Cristo es Dios.

LA PALABRA SE HIZO CARNE

  Sin embargo, debemos entender que esto es en el principio. Cuando nos encontramos con una frase como en el principio, entendemos que ciertamente algo vendrá después. La Biblia empieza con la misma frase: “En el principio Dios...” (Gn. 1:1). En el principio únicamente estaba Dios. Dios era Dios, y no había nada más. Pero Juan 1:14 nos dice algo más: “Y la Palabra se hizo carne, y fijó tabernáculo entre nosotros (y contemplamos Su gloria, gloria como del Unigénito del Padre), llena de gracia y de realidad”.

  Ahora tenemos un problema, pues Juan 1:14 nos dice que la Palabra que era Dios se hizo carne. ¿Es el término carne en la Biblia un término positivo o negativo? Si usted dice que es negativo, ¿cómo podía Dios llegar a ser algo que es negativo? Sin embargo, la Palabra nos dice claramente que Dios se hizo carne. En el principio era la Palabra, y la Palabra se hizo carne. A fin de entender esto, tenemos que regresar a la Palabra pura. Dios no creó la carne, sino que creó al hombre. Originalmente, el hombre era un hombre; no era carne. La Biblia no nos dice que el hombre vino a ser carne sino hasta Génesis 6. Esto nos muestra que la carne en la Biblia no es un término positivo sino negativo. Mediante la encarnación, Dios se hizo carne. Para el tiempo en que Dios se encarnó, el hombre ya no era puro; pues se había convertido en un ser caído. El hombre como un ser caído es llamado carne en la Biblia. El hombre vino a ser carne, y por las obras de la ley ninguna carne podrá ser justificada (Gá. 2:16). La palabra carne en la Biblia es un término negativo, que denota al hombre caído y corrupto.

  ¿Cómo entonces pudo Cristo, siendo Dios, hacerse carne? Al respecto debemos ser muy cuidadosos. La Biblia nos dice que Cristo se hizo carne, pero sólo en la semejanza de carne de pecado. Romanos 8:3 dice: “Lo que la ley no pudo hacer, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a Su propio Hijo en semejanza de carne de pecado y en cuanto al pecado, condenó al pecado en la carne”. Cuando Cristo se hizo carne, Él no tomó sobre Sí la corrupción de la carne, sino sólo su semejanza.

  Encontramos un tipo de esto en el Antiguo Testamento. En Números 21 Dios le dijo a Moisés que hiciera una serpiente de bronce y la pusiera sobre un asta para salvar a los que habían sido mordidos por las serpientes ardientes. Luego, Juan 3:14-15 nos dice que esta serpiente de bronce era un tipo del Señor Jesús: “Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en Él cree, tenga vida eterna”. Jesús fue levantado en la cruz así como Moisés levantó la serpiente sobre el asta. Esto significa que cuando Jesús estuvo en la cruz por esas seis horas, a los ojos de Dios Él fue hecho una serpiente. Sin embargo, Él sólo tenía la forma de una serpiente, pues en Su interior no había corrupción alguna.

EL CORDERO

  ¿Cuál era el propósito de que Cristo se hiciera carne? La primera razón era que Él pudiera ser nuestro Redentor. En el principio Él era Dios, y después se hizo carne. Juan 1:29 entonces nos dice que Él es el Cordero de Dios. Él se hizo carne a fin de poder ser el Cordero Redentor. En la obra redentora de Dios el elemento más importante es la sangre. Sin la sangre, no podría haber perdón de pecados (He. 9:22). Sin la carne, Cristo no tendría sangre para limpiarnos de nuestros pecados. ¡Alabado sea el Señor porque Él se hizo carne, la cual tenía la sangre! De ese modo, Él pudo derramar Su sangre en la cruz por nuestros pecados. “¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!” (Jn. 1:29). Cristo se hizo carne con el propósito de efectuar la redención para nosotros.

  La segunda razón por la que Cristo se hizo carne es más profunda. Él se hizo carne para introducir a Dios en el hombre, y de ese modo la divinidad se pudiera mezclar con la humanidad. Éste es el propósito eterno de Dios: forjarse en la humanidad. Esta obra empezó con la encarnación de Jesús. Cuando Jesús se hizo hombre, esto introdujo a Dios en la humanidad. Había sobre la tierra un hombre llamado Jesús que era la mezcla de la divinidad con la humanidad. Jesús era una persona maravillosa. Él era nada menos que la mezcla de Dios con el hombre. ¡Esto es absolutamente maravilloso!

EL DADOR DE VIDA

  Después de hacerse carne, Jesús vivió en la tierra por treinta y tres años y medio. Entonces Él dio el segundo paso. El primer paso fue la encarnación; el segundo fue el paso de la muerte y la resurrección. Por medio de esto, Él llegó a ser el Espíritu vivificante. En 1 Corintios 15:45 leemos que el postrer Adán llegó a ser el Espíritu vivificante. Sabemos que el postrer Adán era Cristo, Aquel que era Dios en el principio y que se hizo carne. En el primer paso Él se hizo carne para ser el postrer Adán; y en el segundo paso, mediante la muerte y la resurrección, Él, como postrer Adán, llegó a ser el Espíritu vivificante. Hoy la mayoría de los cristianos sólo ven que Dios es el Padre, el Hijo y el Espíritu. Mateo 28:19 claramente menciona al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo; no hay duda al respecto. Pero muchos no han visto la última parte de 1 Corintios 15:45. Este versículo claramente nos dice que Cristo como postrer Adán llegó a ser el Espíritu vivificante. Él se hizo carne para efectuar la redención, y llegó a ser el Espíritu vivificante para impartirnos la vida. Nosotros no sólo necesitamos ser redimidos, pero aún más necesitamos la vida. La redención tiene que ver con el aspecto negativo, mientras que la vida tiene que ver con el aspecto positivo. Nosotros ciertamente necesitamos la redención, pero aún más necesitamos la vida. Cristo no sólo es el Redentor, también es el Dador de vida. A fin de ser el Redentor, Él se hizo carne; y a fin de ser el Dador de vida, Él llegó a ser el Espíritu. Al hacerse carne, Él efectuó la redención; y al llegar a ser el Espíritu vivificante, Él ahora nos imparte la vida. ¡Aleluya! El Señor no es solamente nuestro Redentor; ¡Él también es nuestro Dador de vida! En la eternidad pasada Él era Dios; y luego en el tiempo se hizo carne y el Espíritu vivificante.

EL CRISTO-CUERPO

  Pero debemos comprender que eso no es todo. Después de estos dos pasos, Él ahora está dando un tercer paso: ¡Él está llegando a ser el Cristo-Cuerpo! Sé que ésta es una nueva expresión. Algunos dirán que esta expresión no se encuentra en la Biblia; pero necesitan leer 1 Corintios 12:12, que dice: “Así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también el Cristo”. Me temo que si leemos este versículo, leeríamos: “Así también la iglesia”. Sabemos que Cristo es la Cabeza, ¡pero este versículo nos dice que Cristo es el Cuerpo! Todos sabemos claramente que la Cabeza es Cristo y que el Cuerpo es la iglesia; sin embargo, este versículo no dice que el Cuerpo es la iglesia, sino que en vez de ello, dice: “Así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también el Cristo”. De manera que aquí tenemos al Cristo-Cuerpo. Nuestro Cristo hoy en día es el Cristo-Cuerpo. Él era Dios; y después de esto, se hizo carne, el Espíritu vivificante y el Cristo-Cuerpo. El primer paso lo dio mediante la encarnación; el segundo paso lo dio mediante la muerte y la resurrección; y el tercer paso lo ha dado al morar en nosotros. Después que el Señor llegó a ser el Espíritu vivificante, Él vino para morar en nosotros; y al morar en nosotros, se está forjando día a día en todos nosotros.

  Podemos usar la madera petrificada como ejemplo. Un tronco de madera cae en la corriente de un río, y el agua empieza a fluir a través del tronco, trayendo consigo todos los minerales y llevándose toda la esencia de la madera. Con el tiempo, el tronco aún se ve igual, pero el elemento interior ha sido desechado y reemplazado con algo nuevo; éste llega a ser una piedra preciosa. Eso es lo que el Señor Jesús, al morar en nosotros, está logrando en nosotros. En un sentido, Él nos está petrificando; en esto consiste la transformación. Hoy Él es el agua viva que fluye a través de nosotros para traernos los minerales divinos y reemplazar completamente nuestro viejo elemento. No estamos experimentando una clase de corrección o alteración; no, estamos experimentando la transformación. Algo nuevo viene continuamente para remplazar lo viejo. Esto es simplemente Cristo. Es por medio de esto que llegamos a ser el Cristo-Cuerpo.

  En el principio Dios era simplemente Dios. Él estaba solo. Pero no es bueno que Dios estuviera solo; así que Él deseaba tener una pareja que lo complementara. Cuando Jesús vino, Él fue recomendado por Juan el Bautista no sólo como el Cordero de Dios, sino también como el Novio: “El que tiene la novia, es el novio” (Jn. 3:29). Jesús no vino simplemente para ser el Redentor, sino también el Novio y, como tal, Él necesita una novia. Pablo dice que él había desposado a los creyentes corintios con Cristo como una virgen pura (2 Co. 11:2). Efesios 5 nos dice que la iglesia es exactamente igual a la esposa, y que Cristo es el Marido. Luego en el libro de Apocalipsis se nos dice que la esposa se ha preparado, y que han llegado las bodas del Cordero (19:7). Ésas serán unas bodas universales. ¿Quién va a casarse en esas bodas? ¡Cristo nuestro Dios! Desde ese día en adelante Dios nunca estará solo. ¡Nuestro Dios será un Dios casado! Él se casará con la ciudad santa, la Nueva Jerusalén, la novia. Al comienzo de la Biblia, Dios estaba buscando una pareja que lo complementara; y al final de la Biblia, Él ya no está solo, pues está con la novia. Esto es un cuadro que nos muestra que Dios se mezcla con la humanidad como una entidad corporativa. Éste es el propósito eterno de Dios. Miren la Nueva Jerusalén. Dios está allí como el centro, y el hombre es el vaso corporativo que contiene a Dios. El Espíritu está fluyendo como agua viva, y el Cristo que nos abastece está allí como árbol de la vida. Éste es el Dios Triuno que se mezcla plenamente con la humanidad; éste es el Cristo-Cuerpo. Debemos comprender que hoy la verdadera vida de iglesia es nada menos que una miniatura de ese Cristo-Cuerpo.

LA COSECHA EN APOCALIPSIS

  En los Evangelios la semilla fue sembrada, en Hechos vemos que la semilla brota, en las Epístolas vemos el crecimiento de la semilla y en Apocalipsis tenemos la cosecha. Cristo, la Persona maravillosa, fue sembrado como semilla en los Evangelios. Luego, Él brotó en Hechos y empezó a crecer en las Epístolas. Finalmente, en Apocalipsis tenemos una cosecha. Apocalipsis 14 nos dice que la mies está madura. La siembra se efectuó en los Evangelios y la cosecha se llevará a cabo en Apocalipsis. En los Evangelios el Señor Jesús nos dijo que Él era el Sembrador que vino a sembrarse en el suelo humano. Luego, en Hechos el Cristo individual brotó del suelo humano para ser el Cristo corporativo. En las Epístolas este Cristo corporativo continúa creciendo en el gran campo de la humanidad. Luego, finalmente, en el libro de Apocalipsis vemos que la cosecha está madura, y que la novia está preparada para ser la Nueva Jerusalén, el Cristo-Cuerpo por la eternidad. Ésta es la meta de Dios. Él era Dios en la eternidad; y luego entró en el tiempo para hacerse carne. Después de pasar por la muerte y la resurrección, llegó a ser el Espíritu vivificante para morar en Sus miembros. De este modo, Él llega a ser el Cristo-Cuerpo. Esto es para la eternidad. Él era Dios, pero finalmente llegará a ser el Cristo-Cuerpo, la mezcla completa de la divinidad con la humanidad.

  Nuestro Dios en Cristo ya ha dado dos pasos y ahora está dando el tercer paso. Nunca debemos olvidar estos pasos. El primero fue la encarnación, el segundo fue la muerte y la resurrección, y el tercero es el paso de morar en nosotros. Por medio de la encarnación, Él se hizo carne; y por medio de la muerte y la resurrección, Él llegó a ser el Espíritu vivificante. Ahora, siendo tal Espíritu, Él está dando el tercer paso de morar en nosotros para mezclarse plenamente con nosotros. De este modo, seremos completamente saturados de Él, y finalmente habrá una sola entidad, la mezcla de la divinidad con la humanidad de manera corporativa. Esta mezcla corporativa es el Cristo-Cuerpo. Hoy en la vida de iglesia estamos disfrutando de un anticipo del Cristo-Cuerpo, el cual llegará a su consumación en la Nueva Jerusalén.

EL ESPÍRITU SÉPTUPLE

  Ahora debemos llegar al libro de Apocalipsis. Este libro comienza con los siete Espíritus. “Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia y paz a vosotros de parte de Aquel que es y que era y que ha de venir, y de los siete Espíritus que están delante de Su trono” (1:4). ¿Es el Espíritu de Dios uno o siete? Si la respuesta es uno, ¿por qué el libro de Apocalipsis habla de siete Espíritus? Para ver esto, necesitamos la definición que nos provee Zacarías: “Me dijo: ¿Qué ves? Y respondí: He aquí, veo un candelero todo de oro, con su tazón encima, y sus siete lámparas sobre él, con siete tubos para cada una de las lámparas que están encima de él [...] Y el ángel que hablaba conmigo respondió y me dijo: ¿No sabes qué son éstos? Y dije: No, señor. Y respondió y me habló, diciendo: Ésta es palabra de Jehová para Zorobabel, diciendo: No por la fuerza ni por el poder, sino por Mi Espíritu, dice Jehová de los ejércitos” (4:2, 5-6).

  Zacarías el profeta vio un candelero de oro con lámparas. ¿Por qué el Espíritu de Dios es uno y a la vez siete? Examine el candelero; depende de si lo mira en la parte de abajo o en la parte de arriba. Si mira la parte de abajo, dirá que es uno; pero si mira la parte de arriba, dirá que es siete. De manera que es uno en siete, o siete en uno. El ángel le preguntó al profeta qué era esto y entonces él mismo respondió: “Ésta es palabra de Jehová [...] No por la fuerza ni por el poder, sino por Mi Espíritu”. La respuesta es que éste es el Espíritu. Lo que el profeta vio era el Espíritu. Si deseamos conocer qué son los siete Espíritus de Dios en Apocalipsis, debemos regresar a Zacarías. Casi todas las expresiones que aparecen en Apocalipsis tienen como fuente el Antiguo Testamento. El Espíritu de Dios en Su ministerio a favor del mover de Dios es siete. El número siete significa compleción en el mover de Dios. Por lo tanto, los siete Espíritus de Dios en Apocalipsis no se refieren a siete diferentes Espíritus, sino al único Espíritu intensificado siete veces. Si el candelero sólo tuviera una lámpara en lugar de siete, la luz no sería tan intensa. Pero si el único candelero tiene siete lámparas, la luz del candelero se hace más intensa. Esto no significa que sean siete Espíritus individualmente o por separado, sino que son un solo Espíritu con un resplandor siete veces mayor. Éste es el Espíritu intensificado; un candelero con siete lámparas para alumbrar de forma intensificada.

  El contexto de estos versículos en Zacarías nos muestra que el candelero, que representa al Espíritu de Dios en el mover de Dios, tiene como meta el edificio de Dios. Conforme al mismo principio, el Espíritu siete veces intensificado en el libro de Apocalipsis tiene como fin la edificación de la morada de Dios.

LA IGLESIA DEGRADADA

  ¿Por qué es necesaria la intensificación séptuple del único Espíritu Santo? Porque en el momento en que se escribió el libro de Apocalipsis, la iglesia había caído en degradación. El día de Pentecostés la iglesia tuvo su inicio, y a fin de practicar la vida apropiada de iglesia, hubo necesidad de los ancianos y los diáconos, y las hermanas practicaron el asunto de estar sujetas a la autoridad de la Cabeza de manera viviente al usar el velo para cubrirse la cabeza. Pero al cabo de poco tiempo, la vida de iglesia que fue establecida se convirtió en una religión más. Los judíos hicieron lo mismo con los mandamientos del Antiguo Testamento que Dios les dio. Ellos lo sistematizaron todo y lo organizaron para crear una religión muerta llamada judaísmo.

  El Cristo vivo es contrario a cualquier clase de religión muerta y sistematizada. Cuando Él vino, se condujo de una manera que negaba, rechazaba y repudiaba todo lo que pertenecía al judaísmo religioso. Mientras ellos guardaban los preceptos y los ritos, ofreciendo sacrificios sobre el altar, y adorando a Dios en el templo conforme a las instrucciones de las Escrituras, el Señor Jesús nunca se unió a ellos. ¿Quién era Él? Él era el propio Dios a quien ellos supuestamente adoraban. Pero el propio Dios ya no estaba en el templo. Mientras ellos oraban y adoraban de forma ritualista y religiosa, Jesús entró en una casa común de Betania (Jn. 12:1-10). En ese tiempo, ¿dónde estaba Dios? ¿Estaba Él en el templo o en aquella casa común? No hay duda alguna de que Él estaba en esa casa común. La gente religiosa pensaba que ellos adoraban de la manera apropiada conforme a sus Escrituras; sin embargo, no sabían que habían perdido a Dios. Dios no tenía ninguna intención de guardar esos preceptos religiosos. Él intencionalmente hizo cosas para quebrantar su Sábado religioso. El Evangelio de Mateo nos dice que Él repetidamente hizo cosas en el día Sábado. Él llevó a Sus discípulos a que comieran de los maizales en el día Sábado (12:1), y la patrulla religiosa sabática los sorprendió. Ellos sorprendieron a un infractor del Sábado, ¡y el infractor del Sábado era nada menos que Dios mismo encarnado como hombre! Dios vino a quebrantar los preceptos del Sábado.

PERDER LA REALIDAD DEL ESPÍRITU

  ¿Cree usted que a Dios le interesa la religión? Yo puedo decirle que a Él no le interesa. Es por eso que cuando llegamos al libro de Apocalipsis, tenemos al Espíritu siete veces intensificado. Poco después del establecimiento de la iglesia, ella se convirtió en una religión, con posiciones, preceptos y ritos, que tenían muy poco que era viviente o real. En los primeros tres capítulos de Apocalipsis, las iglesias, con excepción de la iglesia en Filadelfia, se habían degradado y habían perdido la realidad de Cristo como Espíritu vivificante. Adoraban a un Cristo objetivo, a Aquel que estaba sentado en los cielos. Tenían muy poca experiencia, si acaso alguna, de Cristo, quien como Espíritu vivificante, moraba en ellos como una realidad espiritual. Ellos se habían degradado hasta convertirse en una religión. Es por eso que en el libro de Apocalipsis es difícil encontrar algún tipo de doctrina. No se mencionan las doctrinas de la justificación, la santidad, el lavamiento de los pies, la práctica de cubrirse la cabeza o el bautismo. No hay en absoluto ritos ni posiciones. Tampoco se mencionan los ancianos ni los diáconos. En este libro no hay nada más que el Espíritu séptuple. ¡Cristo como Espíritu vivificante hoy necesita ser intensificado! No necesitamos hablar tanto acerca de doctrinas; lo que necesitamos es el Espíritu intensificado. ¡Cuán deplorable es degradarse hasta convertirse en una religión y abandonar al Espíritu!

  En el cristianismo de hoy, casi todo se ha convertido en ritos, preceptos, doctrinas y posiciones. Incluso el cantar se ha vuelto una formalidad. ¡Todo esto debe ser arrojado al lago de fuego! No necesitamos todas estas cosas formales y religiosas. ¡Necesitamos al Cristo vivo! Necesitamos al Espíritu siete veces intensificado. Son muchas las hermanas que se cubren la cabeza en las reuniones, pero cuando llegan a casa, les cubren la cabeza a sus esposos. No hay espiritualidad, sólo guardan un rito. El Señor aborrece esto. ¡Además de cubrirnos la cabeza necesitamos al Espíritu siete veces intensificado! Todas las cosas en la vida de iglesia deben tener al Espíritu séptuple.

  Los hermanos que toman la delantera en las iglesias en Apocalipsis no son llamados ancianos sino ángeles. Estos ángeles son las estrellas resplandecientes que están en la mano del Señor. No se menciona su posición; ellos simplemente son hermanos resplandecientes. No obstante, en el cristianismo de hoy hay toda índole de posiciones jerárquicas. En la iglesia no necesitamos posiciones; lo que necesitamos es hermanos resplandecientes que ardan con el Espíritu séptuple. En el libro de Apocalipsis, el Señor condena todos los rituales. Lo único que tenemos es el Espíritu siete veces intensificado.

  En Apocalipsis encontramos otro cambio. En Mateo 28:19 el Espíritu aparece en tercer lugar cuando se menciona el Dios Triuno: “Bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”; pero en Apocalipsis 1:4-5 se cambia este orden: “Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia y paz a vosotros de parte de Aquel que es y que era y que ha de venir, y de los siete Espíritus que están delante de Su trono; y de Jesucristo, el Testigo fiel”. Aquí vemos que los siete Espíritus aparecen en segundo lugar. No fui yo quien hizo este cambio del único Espíritu a los siete Espíritus, ni tampoco puse al Espíritu en segundo lugar en vez de ponerlo en tercer lugar. Fue Juan quien mencionó todo esto en el libro de Apocalipsis.

LA RELIGIÓN

  ¿Qué es la religión? La religión consiste en adorar a Dios, en hacer el bien, en ayudar a otros y en regularse y corregirse a uno mismo, todo ello, aparte de Cristo. Cualquier cosa buena que hagamos para Dios o para el hombre, aparte de Cristo, es religión. En la vida de iglesia no debemos hacer nada independientemente de Cristo. Lo único que nos interesa es Cristo. Nuestra adoración a Dios debe ser ofrecida con Cristo. Nuestra bondad debe ser Cristo. Aparte de Cristo, todo es religioso. Tal vez nos vistamos elegantemente para asistir a la “iglesia” el domingo por la mañana, y llevemos la Biblia bajo el brazo, pero hagamos todo ello sin Cristo. Eso no es más que una religión. Si un joven hubiera estado drogado hace dos semanas y viniera al servicio alzando la voz, alabando y expresando su amor por Jesús, le dirían que no hiciera todo ese escándalo en el servicio matutino del domingo. Pero seamos justos, ¿qué creen ustedes que prefiere Dios, una persona religiosa bien vestida que carece de Cristo, o un joven enloquecido que da gritos de alabanza? Yo puedo decirles con absoluta confianza que Dios se complace de ese nuevo creyente que le ama y dice a gritos: “¡Aleluya!”. Eso no es algo que proviene de la religión, sino algo que proviene del Espíritu siete veces intensificado.

  Hoy en día a muchos les preocupa tener la doctrina correcta. Pero en Apocalipsis no hay doctrinas, sino simplemente el Espíritu séptuple. Los que únicamente se preocupan por doctrinas perderán la presencia de Dios. Ellos son los escribas y fariseos de hoy, que se ciñen a las Escrituras pero pasan por alto al Cristo vivo. No estoy diciendo que no necesitamos la Biblia; creo que yo amo la Biblia tanto como cualquiera de ustedes. No obstante, yo sé que sin el Espíritu, la Biblia no es más que letra muerta, que sólo sirve para adquirir conocimiento mental, lo cual mata. Pablo nos dice en 2 Corintios 3:6: “La letra mata, mas el Espíritu vivifica”. El conocimiento bíblico mató a todos los fariseos y escribas. ¡Ellos sentenciaron a muerte a Cristo conforme a la Biblia! (Jn. 19:7). Satanás es muy sutil. Él puede usar todas las cosas, incluso la Biblia. Sólo hay una cosa que él no puede usar: a Cristo como Espíritu vivificante. Satanás no teme la Biblia como un libro de letras, pero huye cuando oye que alguien invoca el nombre del Cristo vivo.

EL ESPÍRITU QUE ARDE

  Hoy en día no estamos en el libro de Hechos ni en las Epístolas. Hoy en día nosotros vivimos en los días del libro de Apocalipsis, donde no se hallan doctrinas, rituales, preceptos ni posiciones; más bien, se halla al Espíritu séptuple, quien es las siete lámparas de fuego que arden. “Delante del trono ardían siete lámparas de fuego, las cuales son los siete Espíritus de Dios” (4:5). El Espíritu séptuple es como siete lámparas de fuego que nos consumen. En el último libro de la Biblia, el Espíritu no es el Espíritu de ternura, sino que es un fuego consumidor. Muchas veces estando en casa he sentido que debo ser más moderado al hablar. Pero en las reuniones cuando me pongo en pie para hablar, sencillamente no puedo contenerme. Sé cómo debo hablar para no ofender a nadie, y me doy cuenta de que lo que digo es muy ofensivo para muchos queridos cristianos; pero no puedo evitarlo, pues estoy bajo el ardor del Espíritu séptuple. Si no hablara conforme a la carga que el Espíritu ha puesto en mí, no tendría paz por varios días. Así que tengo que hablar conforme al ardor del Espíritu siete veces intensificado.

  Este Espíritu arde en nosotros para que encendamos a otros. Si nosotros no estamos encendidos, no estaremos calificados para estar en la vida de iglesia de manera práctica. La vida de iglesia es enteramente un fuego consumidor. Todos los que están en la iglesia deben estar encendidos. Por un lado, están siendo consumidos y, por otro, ellos están encendiendo a otros.

  Los siete Espíritus de Dios no solamente arden, sino que también alumbran y escudriñan. Escudriñan lo más profundo de nuestro corazón, hasta discernir nuestros pensamientos y motivos con una percepción más aguda que cualquier radiografía. Este Espíritu nos escudriña, alumbra y consume.

EL ESPÍRITU QUE OBSERVA

  Pero eso no es todo. Apocalipsis 5:6 nos dice que los siete Espíritus ardientes son los siete ojos del Cordero: “Vi en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, un Cordero en pie, como recién inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete Espíritus de Dios enviados por toda la tierra”. Aquí se menciona un Cordero en pie con siete ojos, y los siete ojos del Cordero son los siete Espíritus de Dios. Todos sabemos que los ojos no sólo sirven para ver, sino también para observar. Si yo mantuviera la mirada fija en usted, eso significaría que lo tomo en serio. Ésta es una visitación muy íntima y preciosa. El Señor Jesús hoy en día tiene siete ojos. Cuando miró a Pedro mientras estaba en la tierra, Él sólo tenía dos ojos. Pero hoy cuando Cristo viene a vernos, Él tiene siete ojos. Esto significa que la visitación del Señor hoy es más seria e intensificada. Es cierto que nuestro Señor es el Cordero Redentor; pero este Cordero tiene siete ojos, y Sus siete ojos son las siete lámparas de fuego. En un sentido Él nos visita, y en otro sentido nos observa y nos consume. No creo que lo que les estoy diciendo sea mero conocimiento. Ésta es la realidad del Espíritu séptuple hoy.

  Cada vez que alguien asiste a una de las reuniones de la iglesia, está bajo una clase especial de observación. Simplemente cuando asiste a una reunión, empieza a sentir la observación viviente del Espíritu séptuple. Antes de ir a la reunión, tal vez decía lo que le provocaba decir; pero cuando después de asistir a la reunión, Cristo siempre parece estar allí para regular su hablar. En la noche una voz interior le insta a ir a la reunión. Aunque realmente no quiere ir, no puede evitar ir. Luego, cuando llega a la reunión, toca al Cristo vivo una vez más. ¡Alabado sea el Señor! Esto no depende de nosotros, sino del Cristo que hace estas visitas. Él está lleno de gracia, pero al mismo tiempo es aterrador. ¡En el libro de Apocalipsis Él tiene siete ojos! Estoy plenamente convencido de que hoy en las iglesias locales los siete ojos de Jesús están aquí. La realidad de este Cristo que, como Espíritu vivificante, nos consume, escudriña, alumbra y observa, está en las iglesias locales.

EL ESPÍRITU QUE HABLA

  Todas las siete epístolas escritas en los primeros tres capítulos de Apocalipsis empiezan diciendo: “El que [...] dice esto”, y el Señor es presentado en un aspecto particular como Aquel que habla. Pero al final de cada epístola leemos: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”. Esto demuestra que lo que el Señor dice es lo que el Espíritu dice. En un momento dado, el Señor habla a una iglesia en particular, pero constantemente el Espíritu dice lo mismo a todas las iglesias. Algunos dicen que las siete iglesias son diferentes unas de otras. Pero cada epístola no sólo es dirigida a una iglesia en particular, sino a todas las iglesias. Es claro que estas siete iglesias son diferentes sólo en las cosas negativas; pero en todos los asuntos positivos son iguales, pues todas son candeleros de oro. En su degradación son diferentes, pero en su naturaleza, esencia, propósito y ministerio, todas son iguales.

  Aquí en el libro de Apocalipsis vemos la realidad del Espíritu. Hoy no estamos en la era de las doctrinas. Hoy en día estamos en la era del Espíritu que habla. En todas las demás Epístolas, Pedro habla, Juan habla y Pablo habla. Solamente el libro de Apocalipsis nos dice que el Espíritu habla: “Sí, dice el Espíritu” (14:13). Esto no es ninguna clase de doctrina o enseñanza, sino la realidad viviente del Espíritu que habla.

  Originalmente, es el Espíritu el que habla a las iglesias, pero al final llega a ser el hablar del Espíritu y la novia: “El Espíritu y la novia dicen: Ven” (22:17). Finalmente, el Espíritu y la novia han llegado a ser uno, por lo que hablan como una sola persona. Al comienzo del libro, el Espíritu era el Espíritu, y las iglesias eran las iglesias; pero al final del libro, el Espíritu y la iglesia han llegado a ser una sola entidad.

  Quiera el Señor tener misericordia de nosotros hoy. Si todavía nos encontramos en la esfera de la doctrina, discutiendo cuál doctrina es la correcta y cuál está equivocada, nos hemos desviado de la meta. Hoy en día vivimos en días de degradación. En medio de esta situación, el Señor nos pide que escuchemos al Espíritu siete veces intensificado que tiene las siete lámparas de fuego y los siete ojos.

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