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Mensajes del libro «Cristo todo-inclusivo, El»
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Cristo todo-inclusivo

PREFACIO

  Este libro se compone de los mensajes dados por el hermano Witness Lee durante una serie de conferencias que tuvo lugar en Los Angeles, California, en diciembre de 1962.

EL CENTRO DEL PLAN ETERNO DE DIOS

  El centro del Antiguo Testamento es el templo que está en la ciudad. Este templo fue edificado en esa tierra, y esa tierra donde se edificaron el templo y la ciudad es el propio centro de las Escrituras del Antiguo Testamento. También es el mismo centro de la intención de Dios. En la mente de Dios está esa tierra con su templo y ciudad.

  Si conocemos las Escrituras y tenemos la luz de Dios, nos daremos cuenta de que el centro del plan eterno de Dios, hablando simbólicamente, es la tierra con su templo y ciudad. Desde el primer capítulo de Génesis, el Antiguo Testamento siempre considera la tierra como el centro, siempre menciona algo relacionado con la tierra.

  Consideremos el primer capítulo de Génesis. Quizás usted esté tan familiarizado con ese capítulo que lo puede recitar. Pero es posible que una cosa se le haya escondido. Hay algo muy importante escondido debajo de la superficie del primer capítulo de Génesis. Esto es la tierra. Considérelo, por favor. Según el primer capítulo de Génesis, ¿cuál es el propósito y el objetivo de Dios al crear? No es otra cosa que la recuperación de la tierra. Dios quería recobrar la tierra y hacer algo en ella. “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. ¿Y qué de la tierra? Había caos sobre la tierra. Estaba devastada y vacía, y las aguas del abismo la cubrían. Estaba sepultada bajo las aguas del abismo. Así que, Dios vino a obrar; empezó a recobrar la tierra. Dividió la luz de las tinieblas y separó las aguas que estaban sobre la expansión, de las aguas que estaban debajo de la expansión. Luego, en el tercer día, dividió las aguas de la tierra, y la tierra surgió de entre las aguas. Fue el tercer día cuando el Señor Jesucristo salió del abismo de la muerte. De modo que se puede ver que esto es un tipo. En el tercer día Dios sacó la tierra de las aguas de la muerte. Con este tipo podemos entender lo que es la tierra. La tierra es un tipo de Cristo.

  Después de que la tierra salió de las aguas, ¿qué sucedió? Oh, toda clase de vida llegó a existir: la hierba verde, hierba que da semillas, árbol de fruto que da fruto según su género. Creo que ahora usted puede ver el cuadro. Después de la resurrección, esto es, después de salir de la muerte, Cristo produjo vida en abundancia. Sí, estaba lleno de vida productiva. Entonces, en esta tierra que estaba llena de vida, fue creado el hombre a imagen de Dios y conforme a Su semejanza, y a este hombre le fue encomendada la autoridad de Dios. Después de que el Señor salió de la muerte, se produjo una abundancia de vida, y en medio de esta plenitud de vida fue creado un hombre que era el representante de Dios, teniendo la imagen, la semejanza y la autoridad de Dios. Todo esto aconteció en Cristo como la tierra.

  Ahora ya conocen el significado de la tierra. La tierra simplemente es una figura de Cristo como el todo para nosotros. Todo lo que Dios preparó para la humanidad está concentrado en la tierra. El hombre fue creado para vivir en la tierra y disfrutar todo lo que Dios ha provisto. Todo lo relacionado con el hombre está concentrado en la tierra, la cual es un tipo de Cristo. Todo lo que Dios preparó para nosotros está concentrado en Cristo.

  Después veremos cómo Dios introdujo a Su pueblo en la tierra prometida y cómo Su pueblo permaneció allí y disfrutó de todas las riquezas de esa tierra. El resultado fue que la ciudad y el templo llegaron a existir. La ciudad y el templo son el producto del disfrute de la tierra. ¿Qué es la ciudad y qué es el templo? La ciudad es el centro de la autoridad de Dios, es decir, el reino de Dios, y el templo es el centro de la casa de Dios, es decir, la morada de Dios. El reino de Dios y la casa de Dios son el producto del disfrute de la tierra. Cuando el pueblo de Dios disfruta de esta tierra hasta cierto punto, algo llega a existir: la autoridad de Dios y la presencia de Dios, o, en otras palabras, el reino de Dios y la casa de Dios. Si poseemos a Cristo como la tierra y disfrutamos de todas Sus riquezas, después de cierto período de tiempo algo surgirá: la Iglesia con el reino de Dios, es decir, el templo en la ciudad.

  Ahora podemos aplicar todo esto a las Escrituras del Antiguo y Nuevo Testamentos. En principio, todo lo escrito en el Antiguo Testamento es exactamente lo mismo que en el Nuevo; no hay diferencia. La intención de Dios, según se revela tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, es que Cristo debe ser la tierra para nosotros. Tenemos el derecho de disfrutar todas las riquezas de Cristo. Dios nos dio este derecho. Después de que hayamos disfrutado Sus riquezas hasta cierto punto, algo se producirá: el reino de Dios y la casa de Dios, es decir, la Iglesia con el reino de Dios. Este es el pensamiento central del plan eterno de Dios.

LA BATALLA POR LA TIERRA

  Si usted lee cuidadosamente las Escrituras, verá en marcha una actividad seria y horrible. Satanás, el enemigo de Dios, ha hecho lo máximo y todavía lo está haciendo por impedir que el pueblo de Dios disfrute de la tierra. Hará todo lo que pueda por dañar el disfrute de Cristo como la tierra. Lea las Escrituras. Poco después de que Dios creó los cielos y la tierra con la intención de dársela al género humano como su disfrute, Satanás hizo algo para estorbar a Dios. Por la rebelión de Satanás, Dios tuvo que juzgar al universo, y debido a ese juicio la tierra quedó sepultada debajo de las aguas del abismo. Esto estorbó el plan de Dios por algún tiempo. Después, Dios comenzó a obrar y a hacer algo, y como ya lo hemos visto, sacó la tierra de las aguas del abismo. De esta tierra recobrada surgió vida en abundancia. Luego apareció una vida que tenía la imagen de Dios y a la cual fue encomendada la autoridad de Dios. Sin embargo, sabemos que poco después el enemigo intervino de nuevo. Engañó al hombre y Dios se vio obligado a juzgar la tierra una vez más. La tierra recobrada fue sumergida de nuevo bajo las aguas del abismo: vino el diluvio y cubrió toda la tierra, y simbólicamente el hombre fue separado del disfrute de la tierra, Cristo. ¿Recuerda usted la frase en Efesios: “separados de Cristo”? Todas esas personas que estaban bajo el juicio del diluvio eran un tipo de las personas que están separadas de Cristo. Hablando figuradamente, estar separados de la tierra equivale a estar separados de Cristo. Pero mediante la redención efectuada por el arca, Noé y su familia obtuvieron el derecho de poseer la tierra y disfrutar de todas las riquezas de la misma. El arca los regresó al disfrute de la tierra. El diluvio separó a la gente de la tierra, pero el arca los regresó a la tierra. Una vez más el hombre tomó posesión de la tierra y disfrutó de sus riquezas. Pero una vez más, poco después, el enemigo hizo algo para estropear el disfrute de la tierra. Por lo tanto, de esa raza hecha rebelde por Satanás, Dios llamó a un hombre, Abraham, y le dijo que lo llevaría a cierta tierra. Ahora usted puede entender que la obra de Dios siempre ha sido recobrar la tierra. La obra del enemigo es siempre frustrar, dañar, estorbar, hacer algo para dejar la tierra en un caos. Esta vez el Señor llevó de nuevo a la tierra el hombre que El había escogido. Pero recuerde bien que poco después, incluso este hombre escogido se dejó alejar gradualmente de la tierra hacia Egipto. Sí, y el Señor lo regresó una vez más a esta tierra. Luego todos sus hijos, el pueblo de Israel, dejaron la tierra y descendieron a Egipto. Entonces, después de un largo período de tiempo, el Señor vino y sacó de Egipto a todo el pueblo y lo metió de nuevo en esa misma tierra. Otra vez, después de otro período de tiempo, el enemigo intervino de nuevo y envió a los caldeos, el ejército de Babilonia, para dañar la tierra y capturar al pueblo, alejándolo de ella. Una vez más, después de setenta años, el Señor los regresó a esta tierra.

  Esta es la historia del Antiguo Testamento. ¿Cuántas veces recobró el Señor la tierra? Por lo menos cinco o seis veces. El Señor la creó, pero el enemigo la dañó. Llegó el Señor a recobrarla, pero el enemigo respondió con algo más. El Señor obró otra vez para recobrarla, pero de nuevo el enemigo reaccionó. ¡Oh, en esto consiste la lucha! ¿Entiende usted? ¡En esto está la batalla!

  Quisiera pedirle que usted considere el propósito de las batallas mencionadas en el Antiguo Testamento. ¿Con qué propósito se pelearon? Debemos comprender que todas estuvieron enfocadas en la tierra. El enemigo venía a asaltar la tierra, a tomar posesión de ella. Después Dios actuaba para pelear por Su pueblo y recobrar la tierra. Todas las batallas narradas en el Antiguo Testamento tenían que ver con este pedazo de tierra.

LA MEDIDA DE NUESTRA EXPERIENCIA DE CRISTO

  ¿Qué es la tierra? No se olvide nunca de que esa tierra es el Cristo todo-inclusivo. No es sólo Cristo, sino el Cristo todo-inclusivo. Si yo le preguntara a usted si tiene a Cristo, me contestaría: “¡Oh, alabado sea el Señor! ¡Lo tengo! ¡Tengo a Cristo!” Pero yo le preguntaría qué clase de Cristo tiene. Me temo que en su experiencia sólo tiene a un Cristo pequeño, a un Cristo pobre, y no a un Cristo todo-inclusivo.

  Quisiera contarle una historia verídica. Poco después de ser salvo, estudié las Escrituras y se me enseñó que el cordero de la pascua era tipo de Cristo. ¡Oh, cuando supe esto, cuánto alabé al Señor! Exclamé: “¡Señor, te alabo! Tú eres el cordero. ¡Tú eres el cordero para mí!” Pero le pido que compare el cordero con la tierra. ¿Qué clase de comparación puede hacerse entre un cordero y una gran tierra? ¿Qué es el cordero? Hay que decir que es Cristo. Pero, le diría que es un Cristo pequeño. Esa no era la meta de Dios para Su pueblo. Dios nunca les dijo: “Bien, mientras tengan al cordero, es suficiente”. ¡No! Dios les dijo que la razón por la que les dio el cordero era llevarlos a la tierra. La pascua tenía como fin la tierra.

  ¿Tiene usted a Cristo? Sí, lo tiene. Pero ¿qué clase de Cristo tiene: un cordero o una tierra? En el día de la pascua en Egipto todo el pueblo de Israel tuvo el cordero, pero siento decir que muy pocos de ellos entraron en la buena tierra. Muy pocos tomaron posesión de esa tierra.

  Después de uno o dos años de ser salvo, me enseñaron que el maná que los hijos de Israel disfrutaron en el desierto también era tipo de Cristo. Me regocijé mucho. Me dije: “Señor, Tú eres mi alimento. No sólo eres el cordero para mí, sino que también eres mi maná de cada día”. Pero quisiera preguntarle, ¿es el maná el propósito o la meta de Dios? ¿Liberó Dios a Su pueblo de Egipto para que disfrutaran del maná en el desierto? ¡No! La tierra es el propósito; la tierra es la meta. ¿Disfruta usted a Cristo como la tierra? Lo dudo, y me atrevo a decir que usted también lo duda. Usted puede decir que disfruta al cordero como su pascua y al Señor como el maná diario, pero muy pocos pueden decir que realmente disfrutan al Cristo todo-inclusivo como la tierra.

  En el capítulo dos de Colosenses la Palabra nos dice que hemos sido arraigados en Cristo. Ahora bien, le pediría a usted que considerara: Si hemos sido arraigados en Cristo, entonces ¿qué es Cristo para nosotros? Sí, Cristo es la tierra; Cristo es el suelo. Una planta o un árbol se arraiga en el suelo, en la tierra. Incluso nosotros hemos sido arraigados en Cristo. Me temo que usted nunca se había dado cuenta de que Cristo es para usted el suelo mismo, la tierra misma. Usted es una pequeña planta arraigada en esta tierra que es Cristo mismo. Debo confesar que hace sólo cinco o seis años, yo no tenía tal pensamiento. Leía las Escrituras y pasaba mucho tiempo en el libro de Colosenses. Lo leí una y otra vez, pero no recibía la luz. Antes no sabía que Cristo es el suelo, la tierra misma. No fue sino hasta los años recientes que mis ojos fueron abiertos.

  Pienso realmente que la mayoría de los hijos del Señor todavía están en Egipto. Han experimentado solamente la pascua; han tomado al Señor sólo como el cordero. Han sido salvos por el cordero, pero no han sido libertados de este mundo. Sí, algunos han salido de Egipto, es decir, han sido libertados del mundo, pero todavía andan vagando por el desierto. Disfrutan de Cristo un poquito más; lo disfrutan diariamente como su maná. Se glorían de que disfrutan a Cristo como su alimento y están muy satisfechos. Pero hermanos y hermanas, ¿es esto suficiente? Creo que cuando nos encontramos con personas que disfrutan a Cristo como su maná diario, nos sentimos muy contentos. Decimos: “¡Alabado sea el Señor! Aquí hay algunos hermanos y hermanas que realmente disfrutan al Señor como su maná día tras día”. Pero debemos comprender que esto no satisface el propósito de Dios. El propósito de Dios no es que simplemente disfrutemos a Cristo un poquito, sino que Cristo nos sea todo-inclusivo. Consideremos este versículo: “Por lo tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en El” (Col. 2:6). El es una esfera, un ámbito, donde debemos andar. El no es solamente comida o agua, sino que también es una esfera, una tierra, donde podemos andar. Debemos andar en El. El es nuestra tierra, El es nuestro reino. Andemos en El.

  Creo que el cuadro está muy claro. En Egipto se tenía el cordero, en el desierto estaba el maná, y delante del pueblo de Israel estaba la tierra de Canaán. Esta es la meta; esta tierra es la meta de Dios. Tenemos que entrar en ella. Es nuestra porción. Es el don todo-inclusivo que Dios nos ha dado. Debemos tomar posesión de ella. Es nuestra, pero tenemos que disfrutarla.

  En estos días hemos hablado mucho acerca de la Iglesia y la expresión del Cuerpo de Cristo. Pero usted y yo debemos comprender que si no tomamos posesión de Cristo como el Cristo todo-inclusivo y lo experimentamos así, nunca existirá la realidad de la Iglesia. Tenemos que comprender que hemos sido arraigados en Cristo de la misma manera que una planta es arraigada en la tierra. Debemos poseer a Cristo como el todo para nosotros, no en simples palabras o doctrinas, sino en la realidad práctica. Hay que comprender que así como la tierra lo es todo para la planta, así también Cristo lo es todo para nosotros. Hay que comprender esto a tal grado que podamos experimentar a Cristo. Usted y yo ya hemos sido arraigados en Cristo, pero no nos damos cuenta de este hecho, no tomamos posesión de ello. Colosenses nos dice que habiendo sido arraigados, estamos siendo edificados en El junto con otros. Si no tenemos la experiencia de haber sido arraigados en Cristo, ¿cómo podemos ser edificados con otros? Esta es la razón por la cual la edificación de la Iglesia entre el pueblo del Señor casi no existe. ¿Cómo podría haber existido un templo y una ciudad cuando el pueblo de Israel todavía vagaba por el desierto? Puesto que ellos no poseían la tierra, era imposible. ¿Cómo puede existir la verdadera edificación de la Iglesia? ¿Cómo puede existir la verdadera expresión del Cuerpo de Cristo? Unicamente puede existir cuando nosotros comprendamos y experimentemos a Cristo como nuestro todo. Hermanos y hermanas, que el Señor abra nuestros ojos.

ALGUNOS EJEMPLOS PRACTICOS

  Todos los días nos expresamos con muchas palabras. Pero, ¿se ha dado cuenta usted de que todas nuestras palabras deben ser Cristo? ¿Es Cristo lo que usted habla? ¿Tiene usted a Cristo como sus palabras? Si no es así, está hablando necedades. Quizás me pregunte qué quiero decir con esto. Lo que quiero decir es esto: si usted ha recibido la luz para ver que en la mente de Dios, Cristo es el todo, el Espíritu Santo lo llevará a comprender que aun las palabras que usted habla día tras día deben ser Cristo; aceptará usted la obra de la cruz sobre su boca y sus palabras. Será renovado en su modo de hablar. Será renovado en su lenguaje. Experimentará a Cristo a tal grado que dirá: “Señor, si lo que voy a decir no proviene de Ti, no lo diré. Aplico la cruz a mi boca. Aplico la cruz a mi hablar para ser renovado por Ti en mis palabras”.

  Quisiera ofrecer otro ejemplo de cómo experimentar a Cristo como nuestro todo. Cada vez que vayamos a comer, inmediatamente debemos estar conscientes de que Cristo es nuestro verdadero alimento. Tenemos que decir: “Señor, éste no es mi verdadero alimento. Tú eres el alimento por el cual vivo. El hombre no vive realmente de este alimento, sino de Ti mismo. Señor, quiero pasar más tiempo tomándote a Ti que alimentándome con esta comida”. Cuando vayamos a descansar debemos decir: “¡Señor, Tú eres mi descanso, mi verdadero descanso!” Cualquier cosa que vayamos a hacer, en cualquier cosa que vayamos a disfrutar o a experimentar, debemos darnos cuenta de que Cristo es esa misma cosa.

  Hermanas, ustedes son las que siempre van de compras. ¿Alguna vez han pensado que Cristo es aquella cosa que buscan para comprar? Creo que muy pocas han tenido tal pensamiento. Quizás hayan escuchado un mensaje acerca de Cristo como nuestro todo; han cantado ¡aleluya! en las reuniones, pero inmediatamente después se han olvidado de todo. Si han recibido la luz verdadera del Señor, el Espíritu Santo les señalará a Cristo en una forma práctica, día tras día y paso a paso. Les mostrará que todo lo que vayan a comprar debe ser una figura de Cristo. No querrán pagar el precio por nada que esté fuera de Cristo. Dirán: “Quiero ganar a Cristo. Quiero tener más de Cristo”. Podrán aplicar a Cristo a todas las cosas.

  Jóvenes, cuando vayan a estudiar, pueden decir: “Señor, Tú eres mi libro. Quiero leerte. Quiero estudiarte a Ti mucho más que a estos libros. Quiero aplicarte ahora mismo mientras estoy leyendo”.

  Trate usted de ejercitarse así día tras día. Tome a Cristo como la tierra; tómelo como su todo, no sólo como su alimento, su luz y su morada, sino también como su tierra todo- inclusiva. Debe comprender que Cristo es el todo-inclusivo para usted. Debe tener la práctica de experimentar a Cristo y de aplicarlo en todo. Entonces, creo que saldrá algo de usted y ese algo será la edificación de la Iglesia en el reino de Dios, el templo en la ciudad. Este es el propósito de Dios.

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