
Lectura bíblica: Dt. 12:9; He. 4:8, 9, 11; Ef. 3:17, 18; Fil. 3:7, 8, 10, 12-14 Ex. 3:8; Dt. 4:25
Hemos visto en el Antiguo Testamento que la tierra, con su templo y ciudad, es el centro del plan de Dios. Lo que Dios había planeado hacer sobre esta tierra, era obtener esa porción de tierra con el templo y la ciudad edificados en ella. El templo es el centro de la presencia de Dios, y la ciudad es el centro de la autoridad de Dios. La presencia de Dios y la autoridad de Dios podían realizarse solamente por medio de la edificación del templo y la ciudad en esa porción de tierra. Quisiera pedir que usted considere una y otra vez todo el relato del Antiguo Testamento. Todo el Antiguo Testamento trata de esa porción de tierra, y su templo y la ciudad.
Ya hemos visto que esta tierra es el tipo completo, el tipo todo-inclusivo de Cristo. Sabemos que hay muchos tipos en el Antiguo Testamento. Sabemos que el cordero de la pascua es tipo de Cristo; también sabemos que el maná es tipo de Cristo. El tabernáculo con todo su mobiliario, sus utensilios y sus varias ofrendas, también es tipo de Cristo. Pero quisiera hacerle a usted notar que sin este pedazo de tierra, no habría un tipo todo-inclusivo de Cristo. El cordero de la pascua no es el tipo todo-inclusivo, ni lo es el maná, ni tampoco el tabernáculo con todo lo relacionado con él. Muchas y diferentes clases de ofrendas fueron ordenadas por el Señor, pero sólo describen algunos aspectos de Cristo. Solamente la tierra de Canaán es el tipo completo, el tipo todo-inclusivo de Cristo. Todos hemos aceptado a Cristo como nuestro Redentor. ¡Esto es maravilloso! Pero tenemos que comprender que Cristo como Redentor no es todo-inclusivo. Se nos dice en las Escrituras que Cristo lo es todo y está en todos, que Cristo es todo-inclusivo. Todo está en El y El está en todo. No hay otro tipo en el Antiguo Testamento que lo muestre como tal, excepto la tierra de Canaán.
¿Qué queremos decir con la palabra “todo-inclusivo”? Se nos dice que Cristo es la luz, pero esto no es todo-inclusivo. Se nos dice que Cristo es nuestra vida, pero esto tampoco es todo-inclusivo. Se nos enseña que Cristo es el alimento y el agua viva, pero ni siquiera estas cosas indican que El es todo-inclusivo. Cristo lo es todo y está en todos. Cristo no solamente es la luz, la vida, el alimento y el agua viva, sino que es todo para nosotros. Cualquier cosa que usted necesite, toque, obtenga, disfrute o experimente: todo debe ser Cristo. Cristo es Aquel que es todo-inclusivo para nosotros.
No estamos hablando doctrinalmente, sino muy prácticamente. Cuando usted hace algo, disfruta algo o emplea algo, inmediatamente debe aplicar a Cristo. Por ejemplo, cada uno de ustedes está sentado en un asiento. ¿Se han dado cuenta de que ése no es el verdadero asiento? Sólo es una sombra, una figura que señala a Cristo. Cristo es el verdadero asiento. Si usted no tiene a Cristo, significa que en toda su vida nunca ha tenido un asiento. No ha habido reposo para usted. No tiene nada de que pueda depender. Tiene algo falso, porque Cristo es lo verdadero.
Déjeme decir algo que tal vez le suene raro. A veces, al ponerme los anteojos digo: “Señor, éstos no son mis verdaderos anteojos; Tú eres mis verdaderos anteojos. Sin Ti no puedo ver nada. Sin Ti no tengo vista”. Cristo es todo para nosotros. Si usted tiene a Cristo y tiene la manera de experimentarlo, lo tiene todo. Si no lo tiene a El y no sabe cómo aplicarlo y experimentarlo en esta manera práctica, no tiene nada.
Cuando sube las escaleras, ¿se da cuenta de que Cristo es la escalera verdadera? Se le ha dicho que Cristo es el camino, y que sin El no hay camino. Entonces, al caminar y al manejar debe decir: “Señor, Tú eres mi camino. Sin Ti no tengo camino, no tengo manera de hacer las cosas, de seguir adelante, ni de ser una persona”. Cristo es todo para nosotros; por lo tanto, El es nuestro camino.
Muchas veces durante los años que he servido al Señor, he visto problemas entre esposos y esposas. Frecuentemente los hermanos han venido a preguntarme: “Hermano Lee, por favor ¿me puede decir cuál sería la mejor manera de tratar a mi esposa?” Mi respuesta siempre es ésta: “Hermano, no hay tal ‘mejor manera’. La mejor manera es Cristo mismo”. Casi siempre que contesto así, la persona no me entiende. Siempre dice: “¿Qué quiere decir con eso?” Le contesto: “Hermano, quiero decir que Cristo es la mejor manera para tratar con su querida esposa”. A veces, la persona sigue insistiendo en que le diga en detalle cómo vivir, cómo llevarse bien y cómo tratar con su esposa. Luego le digo: “Hermano, ya le dije claramente, Cristo es la mejor manera de tratar con su esposa. Es muy sencillo. Olvídese de todo. Simplemente vuélvase al Señor en su espíritu para tener contacto personal con El. Dígale: ‘Señor, Tú eres mi vida, Tú eres mi camino, Tú eres mi todo. Así que, vengo a Ti una vez más para tomarte como mi todo. Te tomo como la manera de tratar con mi esposa’. Asegúrese de que lo sabe. Yo no puedo decirle lo que tiene que hacer; el Señor mismo será su manera, créamelo”.
Especialmente a las hermanas les gusta entrar en los detalles de sus problemas matrimoniales. Dicen: “Oh, hermano, por favor, déme un poco de su tiempo, sea paciente conmigo. Déjeme contarle toda la historia”. Yo les contesto: “Hermana, tengo paciencia; estoy dispuesto a escucharla. Pero le digo que es inútil. Cuanto más me diga, cuanto más me cuente de esto y lo otro, más se meterá en problemas. Sea sencilla. Arrodíllese y desde su espíritu dígale algo al Señor. No me lo diga a mí. Esto no quiere decir que yo no quiero escucharla, pero yo no puedo indicarle ninguna otra manera que sea mejor que Cristo mismo. Debe tener contacto con Cristo una vez más”. Con el tiempo, la mayoría de los hermanos y hermanas se han convencido y han llegado a conocer algo de Cristo en una forma práctica. Han venido a decirme: “Ahora sé que Cristo es la mejor manera de tratar con mi esposa” o “Cristo es la mejor manera de tratar con mi esposo”.
¿Comprende usted? Esto no es simplemente una doctrina o alguna clase de enseñanza. Es algo que se debe experimentar. Usted tiene que aplicar a Cristo en su vida diaria.
El pueblo de Israel disfrutó del cordero de la pascua y luego, día tras día por cuarenta años, disfrutó el maná, pero ellos nunca estuvieron satisfechos. Sólo aplicaron un poquito de Cristo; sólo experimentaron una pequeña porción de Cristo. No fue sino hasta que entraron en la tierra de Canaán que El fue todo para ellos, y ellos estuvieron completamente satisfechos. Después de que entraron en la tierra, lo que comían y lo que bebían provenía de la tierra, es decir, todo su vivir provenía de la tierra. La tierra era todo para ellos. No hay otro tipo en el Antiguo Testamento que sea todo-inclusivo como lo es la tierra de Canaán.
Hay que comprender por qué Dios dijo que esta tierra era el reposo para Su pueblo. El cordero no era el reposo. El maná no era el reposo. Pero la tierra sí es el reposo. El pueblo de Israel disfrutó del cordero de la pascua, pero no entró en el reposo. Todos los días por cuarenta años, ellos disfrutaron del maná, pero aún así no entraron en el reposo. Sabemos lo que es el reposo. El reposo es algo completo, algo pleno, algo perfecto. Cuando uno lo tiene todo, realmente puede descansar. Debido a que el cordero de la pascua no era la porción completa y perfecta para el pueblo de Israel, no era su reposo. Era bueno hasta cierto punto, pero no era el reposo. El maná también era bueno en un aspecto particular, pero no era la porción completa y perfecta. Sólo la tierra fue el reposo para el pueblo de Dios, porque la tierra era el cumplimiento, la perfección y la plenitud. En la tierra lo tenemos todo; la tierra nos satisfará.
En Hebreos 3 y 4 podemos comprender que la tierra, la cual era el reposo para el pueblo de Israel, es tipo de Cristo. Cristo es el reposo porque El es todo para nosotros. La mayoría de nosotros todavía no estamos en la posición de conocer a Cristo como Aquel que es todo-inclusivo para nosotros en nuestra experiencia. Lo conocemos solamente como nuestro Salvador, como nuestro Redentor, como nuestra vida y como nuestro camino. Muy pocos conocemos a Cristo como nuestro todo. La tierra es la meta, es el objetivo, la tierra es el propósito eterno de Dios. A menos que podamos experimentar a Cristo como la tierra, careceremos de algo. Necesitamos ver que todavía hay mucho más de Cristo de lo que hemos experimentado. Lo hemos experimentado sólo un poco. Esta es la carga profunda que tenemos en estos días. Pero creemos que el Señor va a recobrar esto.
Muchas veces en el Antiguo Testamento este pedazo de tierra es llamado una buena tierra. Es realmente extraordinario. “Yo los introduciré en una buena tierra”. Si no pone atención especial a esto, pensará que ésta es solamente una afirmación común. Siempre estamos diciendo que algo es “bueno” y viene a ser sólo una forma rutinaria de descripción que no conlleva ningún significado especial. Pero cuando el Señor dice que algo es bueno, debemos ponerle atención. Esto no es trivial. Y El lo repite una y otra vez: una buena tierra ... una buena tierra ... ¡una buena tierra! ¡Tiene que ser realmente buena!
¿En qué consiste la excelencia de esa tierra? Si el Señor dice que es una buena tierra, entonces ¿qué es lo bueno de ella? La mayoría de nosotros no hemos prestado mucha atención a este punto. La hemos conocido como la buena tierra y lo hemos dejado ahí, sin indagar la razón por la cual es llamada buena.
Es bastante difícil definir en una forma completa la excelencia de esa tierra. En primer lugar, le voy a señalar una definición bastante peculiar. Usted ya la ha leído. Exodo 3:8 dice: “He descendido para ... sacarlos de aquella tierra a una tierra buena ancha...” Una tierra ancha. El señor J.N. Darby nos informa que es mejor usar la palabra “espaciosa” que la palabra “ancha” al traducir este versículo. Es una tierra buena y espaciosa. En primer lugar es buena en ser espaciosa.
Usted entiende lo que significa ser espacioso. Pero ¿puede describir la amplitud de esta tierra? ¿Puede describir la extensión, la expansión de Cristo? En otras palabras, ¿sabe cuán grande es Cristo? Cada uno de nosotros tiene cierta medida, pero ¿cuál es la medida de Cristo? El apóstol Pablo nos la da en Efesios capítulo 3. Las medidas de Cristo son la anchura, la longitud, la altura y la profundidad. ¿Puede decir cuán ancha es la anchura, cuán larga es la longitud, cuán alta es la altura, y cuán profunda es la profundidad? Si me lo preguntara a mí, tendría que decirle: “No lo sé. El es ilimitado”. La anchura de Cristo es la anchura del universo. Cristo es la anchura, Cristo es la longitud, Cristo es la altura y Cristo es la profundidad de todo el universo. Si el universo tiene límite, ese límite debe de ser Cristo. Las dimensiones de Cristo son inmensurables. Este es el primer aspecto de la excelencia de la tierra. La tierra es buena en cuanto a la medida ilimitada de Cristo.
Quisiera preguntarle: ¿Puede aplicar esto? ¿Puede aplicar la medida de Cristo? ¿Puede aplicar la anchura, la longitud, la altura y la profundidad? Déjeme ilustrarlo. Un día se me acercó una hermana y me dijo: “Hermano, usted conoce a mi familia. Ya sabe qué clase de persona es nuestro hermano [el esposo de ella]”. Yo le contesté: “Sí, lo sé, lo sé”. “También sabe que tengo cinco niños y que viene otro en camino, y llegarán a ser seis. Todavía estoy joven, y me temo que después del sexto vengan aún más niños. Me preocupa esta situación”. Luego le pregunté: “Hermana, ¿sabe usted cuán grande es Cristo?” Me dijo: “Hermano, ésa es una pregunta rara. Nunca he pensado en ello. ¿Qué quiere decir con eso?” Después le hice comprender que el Cristo que había recibido es un Cristo ilimitado. Pero no es fácil ayudar a la gente a comprender cuán grande es Cristo en una forma práctica. Ella me dijo: “Hermano, sé que el Señor es muy grande; esto lo sé muy bien”. Así que, le dije: “Hermana, estoy muy familiarizado con su problema, y le doy gracias al Señor por todo lo que usted ha experimentado. Dígame, ¿cómo es que usted se ha sostenido y ha podido sobrellevarlo todos estos años?” Me respondió: “¡Oh, es el Señor! Sin El no habría podido”. Entonces le dije: “Hermana, ¿cree usted que el Señor es tan limitado? Si El pudo sostenerla en los años pasados cuando tenía un esposo y cinco niños, ¿no podrá ayudarla cuando tenga uno o dos niños más? ¿Es acaso el Señor tan pequeño y restringido?” Por fin entendió. “Hermano, por supuesto que el Señor es ilimitado, sí, ¡es ilimitado!” Le seguí diciendo: “¡Qué bueno, hermana! Si sabe que el Señor es ilimitado, eso es suficiente. Váyase en paz y eche toda su ansiedad sobre El. Acójase al Señor como su ayuda ilimitada”.
En otra ocasión se me acercó un hermano y me dijo: “Hermano, mi esposa es así y asá. Me temo que las cosas vayan de mal en peor. Hasta ahora he podido soportar, pero si algo más sucede, temo sufrir un colapso nervioso. Sólo pensarlo es insufrible”. Le contesté de la misma manera que a la hermana. “Hermano, ¿cómo es que ha podido soportarlo hasta ahora?” “¡Oh, hermano, sólo por Cristo!” exclamó. Entonces le dije: “Piensa, hermano, que el Señor es limitado que sólo llega a ese grado? Si experimentara al Señor de una manera más amplia, si experimentara a un Cristo más grande, usted podría enfrentarse a una situación peor”. “Oh”, exclamó, “Eso es lo que me temo. Ya es bastante mala. ¡Le pediría al Señor que se detuviera aquí ahora mismo!”. Le dije: “Bueno, si esto le es suficiente, sólo podrá conocer a Cristo hasta ese grado. Si quiere tener una experiencia de Cristo que vaya en aumento, debe estar dispuesto a enfrentar una situación peor cada día”.
Oh, hermanos, en su experiencia pueden conocer la extensión, la vastedad de Cristo. Por su experiencia pueden darse cuenta de la amplitud de Cristo. El es ilimitado. Cristo es bueno en lo ilimitado que es.
Un día un hermano se me acercó y me dijo: “Me es bastante difícil entender la diferencia entre nuestra paciencia y amor, y la paciencia y el amor de Cristo. ¿Cuál es nuestra paciencia y cuál es la de Cristo? ¿Cuál es nuestro amor y cuál es el de Cristo?” No fue fácil contestarle. “Hermano”, continuó, “¿cómo puedo saber si amo a una persona con mi propio amor o con el amor de Cristo?” Consideré un poco y luego le contesté: “Si el amor con que usted ama a otros es el amor de Cristo, es ilimitado, nunca podrá agotarse. Si el amor con que ama a otros es su propio amor, estoy seguro de que se acabará, tendrá un límite. Hoy usted amará y mañana seguirá amando; en ciertas cosas amará a la persona y en otras le seguirá amando; le amará hoy, al siguiente día, y el tercero; le amará este mes, este año y el siguiente; pero estoy seguro de que llegará el día en que ya no le amará más; su amor se agotará”.
Para la bondad humana hay un límite, pero para la de Cristo no lo hay. Si la paciencia suya tiene un límite, ésa no es la paciencia de Cristo. Si es paciente con la paciencia de Cristo, cuanto más maltratado sea, tanto más paciente será. Esa paciencia no se acabará. Cristo es bueno en que es ilimitado; Cristo es bueno en Su vastedad. Respecto a todo lo relacionado con El no hay límite ni variación.
Creo que la mayoría de nosotros hemos experimentado o visto algo de los problemas entre esposo y esposa. Algunas veces he visto algunos esposos que aparentemente aman mucho a su esposa. Siempre pudo predecir que después de cinco años, este hombre no la amará tanto; su amor se acabará, pero el amor de Cristo nunca podrá agotarse. Si usted ama a su esposa con el amor de Cristo, ese amor será ilimitado. Si la ama con su propio amor, esté seguro de que cuanto más la ame hoy, tanto más la odiará algún día. Alabado sea el Señor, porque podemos amar a otros con el amor de Cristo. Podemos decir: “Señor, no es mi amor, sino el Tuyo, y Tu amor es Tu mismo ser. Amo a otros contigo mismo, amo a otros en Ti, y amo a otros a través de Ti. Las dimensiones del amor con el que amo a otros son la anchura, la longitud, la altura, y la profundidad de Cristo”.
Esa porción de tierra es buena. Es buena en su vastedad. No hay límites para Cristo. Oh, hermanos, no me gusta hablar mucho de mí mismo, pero puedo testificar que el Cristo que nosotros experimentamos es un Cristo ilimitado. Durante los últimos treinta años las cosas que me han acontecido siempre han ido en aumento. La carga por la obra del Señor, por las iglesias y por los colaboradores ha seguido creciendo. Los problemas nunca han menguado. Día tras día las cargas, los problemas y las dificultades han ido en aumento. Pero, alabado sea el Señor, a través del aumento de la carga, he experimentado a Cristo más y más. Me he dado cuenta de que Cristo no tiene ninguna clase de límite. Nunca podrá haber un problema que sea más grande que Cristo. Nunca podrá haber una situación que El no pueda resolver.
Tengo un pañuelo que tiene ciertas medidas, quizás sea de treinta por treinta centímetros. Sólo puede cubrir cierto espacio. Nunca podría cubrir todo el cuarto; no es lo suficientemente grande. Pero se debe entender que Cristo es como un retazo de tela sin límite. No podemos determinar cuán ancho o cuán largo es. No tiene límite. El puede abarcar cualquier cosa y todas las cosas. No importa cuán grande sea el problema, Cristo puede abarcarlo. Cristo es bueno en lo ilimitado que es. Cristo es bueno en Su anchura, Su longitud, Su altura y Su profundidad. Cristo es esta tierra espaciosa para nuestra experiencia y disfrute en cada situación.