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Mensajes del libro «Cristo todo-inclusivo, El»
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CAPITULO TRES

LA EXCELENCIA DE LA TIERRA: SU ALTITUD

  Lectura bíblica: Dt. 32:13; Ez. 20:40-42; 34:13-15; 37:22; Hch. 2:32-33; Ef. 2:6; Col. 3:1; Fil. 3:10

  Ya hemos visto que la tierra es buena en su amplitud. Ya que es espaciosa, es buena. Ahora necesitamos ver algo más acerca de la excelencia de la tierra. En las Escrituras se nos dice que en esta tierra están las alturas de la tierra: “Lo hizo subir por las alturas de la tierra” (Dt. 32:13). Así que, esta tierra es buena también por su altitud.

EL CRISTO RESUCITADO Y ASCENDIDO

  La mayoría de nosotros sabemos que la tierra de Canaán es una tierra alta. Por lo menos está entre 600 y 1,300 metros sobre el nivel del mar. Es una tierra de montañas. Los libros de Deuteronomio y Ezequiel contienen muchos pasajes donde se nos dice que la tierra de Israel es un país alto y montañoso.

  ¿Qué tipifica esto de Cristo? Para contestar esta pregunta tenemos que mirar un mapa. A un lado de la tierra de Canaán está el mar Grande, o sea, el mar Mediterráneo. Al otro lado hay otro mar, el mar Muerto. Así que, a ambos lados de esta tierra hay mares. De acuerdo con la tipología de las Escrituras, los mares representan la muerte. ¡Esto significa que alrededor de Cristo no había más que la muerte! Pero de esta muerte algo surgió. ¡Cristo fue resucitado de entre los muertos! Así que la tierra alta, la tierra de las montañas, tipifica al Cristo resucitado, al Cristo ascendido. Cristo resucitó de entre los muertos y fue exaltado a los cielos. El es Aquel que resucitó y ascendió a lo alto. El es la alta montaña. Cristo es la tierra alta sobre las montañas de Israel. Fuera de El y aparte de El no hay nada más que muerte.

  En el día de Pentecostés, Pedro se puso de pie con los once. Consideremos la situación de aquel día. Allí estaba Pedro, un pescador, un hombre pequeño, humilde y aparentemente sin ningún valor. Pero cuando se puso de pie con los once para testificar y proclamar que Jesús había resucitado y que había ascendido a los cielos, este hombre pequeño tenía una posición mucho más alta que el rango más elevado de la tierra. Las personas más importantes y más exaltadas de la tierra no podían compararse con Pedro y con aquellos que estaban con él. ¿Por qué tenían una posición tan elevada? ¿Cómo era posible que tales personas fuesen tan exaltadas? Porque en el mismo momento que se pusieron de pie para hablar del Cristo ascendido, estaban en el Cristo ascendido. No estaban en la tierra; estaban en los cielos. Leyendo los primeros capítulos de Hechos, usted se dará cuenta de que Pedro, Juan y los otros que estaban con ellos eran personas que estaban en una montaña, personas que estaban en los cielos. Superaban todo lo de esta tierra. El sumo sacerdote, los reyes y los gobernadores del pueblo estaban bajo sus pies. Sobrepasaban al rango más elevado del hombre debido al Cristo ascendido, y a que estaban en este Cristo ascendido; andaban en El. Ellos vivían en esta montaña alta, en esta tierra alta.

  Oh, hermanos y hermanas, Cristo no es solamente espacioso, sino que es más alto que todos; ¡El es trascendente!

EXPERIMENTAR AL CRISTO ASCENDIDO

  Creo que la mayoría de nosotros hemos tenido alguna experiencia de Cristo en esta forma. ¿Cuál es esta experiencia? Permítame compartir algo de la mía.

  En 1943, por causa de la obra del Señor, la policía militar japonesa me puso en prisión. En ese tiempo el ejército japonés se había apoderado de una gran parte del continente de China, y la ciudad donde yo trabajaba estaba bajo su dominio. Durante el encarcelamiento, me llevaban a juicio casi todos los días, en la mañana y en la tarde. De las 9:00 de la mañana a las 12:00 y de las 2:30 a las 6:00 de la tarde, yo estaba en pie delante de ellos. No se puede imaginar cuán horrible era la situación. Yo no tenía ninguna ayuda más que el Señor, ni ninguna manera de obtener ayuda, sino orando al Señor. Me encerraron incomunicado porque temían que alguna palabra mía saliera al exterior. No tenía nada que hacer más que orar a toda hora, y puedo testificar que cuanto más oraba, tanto más sentía que yo estaba en los cielos. No estaba en prisión, estaba en los cielos. Cuando iba a juicio delante de los oficiales, me sentía mucho más elevado que ellos. No estaba en una posición inferior a ellos; estaba en una posición superior. ¿Por qué? Porque estaba en el Cristo ascendido. La prisión no era nada para mí, sino que Cristo era el todo para mí. Oh, hermanos y hermanas, en medio de todas las amenazas de ellos, yo estaba viviendo en los cielos.

  Después de tres semanas de tratarme así, no pudieron encontrar ninguna falta en mí. El único juicio que pudieron emitir fue que yo era una persona supersticiosa. Dijeron: “Señor Lee, usted está poseído de Dios”. Un día me sacaron de la celda sólo para burlarse de mí. “Díganos” —ordenaron— “¿cuál es más importante, Dios o la patria?” Yo conocía su táctica. Si hubiera dicho que era más importante mi país, ya no me habrían juzgado como persona supersticiosa, sino como patriota. Su intención era determinar si yo era o no un patriota, si me importaba o no el país. Yo vacilé. Siguieron insistiendo: “¡Conteste pronto, pronto!”. Cuanto más decían “pronto”, tanto más yo vacilaba. Finalmente les dije: “Para mí, Dios es primero”. Entonces dijeron: “Bueno, que Dios le dé su pan hoy, no le daremos más alimento en la cárcel”. Esta fue otra clase de amenaza. Sólo les sonreí y me regresé a mi celda.

  Poco después, un joven griego fue arrestado y encarcelado. Como este hombre no tenía relaciones con nadie en la ciudad y por eso no podría comunicar nada acerca de mí, le pareció a la policía militar que no había riesgo al ponernos en la misma celda. Cuando llegó la hora de la comida, el soldado japonés que distribuía la comida llegó a la celda. El no podía hablar en chino, así que me llamó la atención y empezó a burlarse de mí haciendo señas con el dedo hacia arriba varias veces. Eso quería decir que no me daría nada y que Dios tenía que alimentarme. Le dio algo de pan al joven griego y me dejó sin nada. Cuando se fue el soldado, el joven griego habló conmigo y me preguntó acerca de mi situación; así que le conté la historia. Entonces me dijo: “Oh, Señor Lee, yo no me voy a comer este pan. Tómelo usted”. “Pero” —le contesté— “ésta es su porción”. Me contestó: “Usted está sufriendo por causa de Cristo. ¿Acaso no debo compartir con usted sus sufrimientos”? Así que, me obligó a comer el pan y beber la leche.

  Al día siguiente me sacaron de la celda para burlarse de mí una vez más. Me dijeron: “¿Te dio de comer tu Dios”? “¡Sí!” les dije. No pudieron hacerme nada. Les parecía que yo era sólo una persona supersticiosa a quien no le importaba nada más que Dios. Luego me dijeron: “Está bien, le hablaremos a un barbero para que le corte el pelo y le traeremos comida buena del restaurante”.

  ¿Se da cuenta usted de qué clase de experiencia fue ésa? Fue una experiencia del Cristo ascendido. Estamos en Aquel que ha ascendido. Cuando lo experimentamos, estamos en la misma posición. Somos trascendentes; todo queda bajo nuestros pies.

  Poco tiempo después de que me dejaron en libertad, me enfermé gravemente de tuberculosis. Estuve en cama por seis meses de descanso absoluto, y después pasé otros dos años y medio muy restringido en mis actividades para poder recuperarme. Hablando de lo exterior, aquellos días fueron realmente oscuros. Pero puedo decir que cada vez que oraba no me sentía en la cama, sino en los cielos. Aunque estaba gravemente enfermo, al orar tenía la sensación de que no estaba en la enfermedad, sino de que estaba por encima de todo en los cielos. Usted no se imagina el deleite que tuve en el Señor en aquellos días. Primero encarcelamiento y persecución, luego pobreza y enfermedad. Pero, alabado sea el Señor, ¡el Cristo ascendido era mi camino! El Cristo trascendente era mi camino hacia los cielos.

  Hermanos y hermanas, ¿cómo podemos estar en los cielos? Sencillamente estando en Cristo. Cristo ya ha ascendido. Cristo es ahora la alta montaña de este universo. El es la tierra elevada. Creo que la mayoría de ustedes entienden ahora lo que significa experimentar al Cristo ascendido.

  Cuando era joven me dediqué a servir al Señor. Le estoy muy agradecido de que en Su arreglo soberano me juntó con dos o tres colaboradores de más experiencia. Uno de ellos fue el hermano Watchman Nee. Recibí mucha ayuda de ellos. Un día al tener comunión con uno de ellos, quien era una hermana, me dijo cómo había experimentado algo de la resurrección y ascensión de Cristo. En ese entonces, hace cerca de treinta años, yo era un joven. No entendía qué tenía que ver con nosotros la resurrección y ascensión de Cristo. Doctrinalmente hablando, lo sabía todo acerca de la resurrección y la ascensión, pero no las conocía en mi experiencia. Esta hermana me dijo que había tenido muchas experiencias de la resurrección y ascensión del Señor. Me dijo: “Hermano Lee, un día me encontré en problemas. No había ninguna razón por la que debiera tener esos problemas, pero los tenía. Acudí al Señor y oré diciendo: ‘Señor, ¿cuál es la razón de esto?’ El Señor me contestó: ‘Que conozcas el poder de Mi resurrección’”. Ella me dijo que en verdad aprendió algo del poder de la resurrección. Bajo aquella presión, aquellos problemas y dificultades, ella había aprendido algo del gran poder de la resurrección de Cristo. Nada la podía oprimir ni deprimir. Cuanto más problemas tenía, tanto más era liberada. Luego me dijo que después de algún tiempo, le vinieron más problemas serios. De nuevo fue al Señor y le dijo: “Señor, ¿qué es esto?” Otra vez el Señor le contestó: “Esto acontece sólo para que conozcas el poder de Mi resurrección”.

  Oh, al escuchar su testimonio, yo sentía que ambos estábamos en los cielos. Ella no estaba sola allí, yo también estaba con ella. Esta es la experiencia del Cristo ascendido. Lo superamos todo y todas las cosas están bajo nuestro pies. Nada puede deprimirnos.

COMO APLICAR AL CRISTO ASCENDIDO

  A veces uno dice: “Oh, ¡me siento muy deprimido!” ¿Sabe qué quiere decir eso? Significa que está bajo el poder de la muerte. Cuando siente depresión en el espíritu o en el corazón, significa que está bajo la amenaza de la muerte, que está bajo el poder de las tinieblas. Tiene que aprender a aplicar a Cristo, es decir, al Cristo ascendido, en su situación. Necesita tener contacto con Cristo en seguida. Debe decir: “No estoy de acuerdo con ser deprimido por ninguna clase de situación. Tengo al Cristo ascendido; estoy en el Cristo ascendido”. Tiene que decírselo al Señor y tener contacto con El. Cuando tenga contacto con El, usted será resucitado, estará ascendido, porque el Cristo con quien tiene contacto es el Cristo que ascendió a los cielos. Cuando tenga contacto con El, estará en las montañas altas, no en los valles. Estará en la tierra elevada, muy por encima del nivel del mar. El problema es que cuando se siente deprimido, se olvida de Cristo; se olvida de que tiene a tal Cristo, quien ha ascendido muy por encima de todo. No lo aplica a su situación, no acude a El. No tiene contacto con El.

  Muchas veces se me acercan hermanos cuyas mentes están llenas de problemas. En cierta ocasión un hermano en tal condición vino a verme. Después de hablar con él por un rato, le dije: “Hermano, arrodillémonos a orar”. Me respondió: “Hermano Lee, no puedo orar; mi mente está llena de problemas”. Me temo que a veces usted sea exactamente como este hermano. Era sumamente difícil hacerlo orar. Al encontrarse con esa clase de hermano, uno realmente necesita fortaleza. A veces uno se deja afectar. Puesto que él no puede orar, usted se sentirá tan deprimido por causa de él que tampoco podrá orar. Se levantará y le dirá: “Hermano, ¿qué debemos hacer?” El ha venido para preguntarle qué debe hacer, y usted le responde con la misma pregunta. Sin Cristo no hay solución. Cuando me he encontrado en situaciones semejantes, he aprendido a ejercitar mi espíritu y mi fe. Digo: “Señor, Tú estás aquí. No estoy de acuerdo con esa situación. ¡Ata al enemigo! ¡Ata al hombre fuerte! ¡Libera a este hermano! ¡Libera su mente! ¡Haz que ore!” Necesitamos orar como guerreros. Debemos luchar. ¡Alabado sea el Señor! Al orar así para tener contacto con el Cristo ascendido, usted liberará el espíritu de otros. Los conducirá a los cielos. Muchas personas han sido liberadas con esa clase de oración. Pueden, entonces, orar con lágrimas diciendo: “Señor, te alabo, te alabo. ¡He sido liberado!”

  Hermanos y hermanas, ¿cómo pueden pelear la batalla que hay dentro de ustedes? Se lo diré. La única forma es estar en el Cristo ascendido. Estando en los cielos con el Cristo ascendido, pueden pelear en contra del enemigo; y éste estará debajo de sus pies. Cuando ustedes han sido oprimidos por Satanás, cuando han sido puestos debajo de los pies de él, ¿cómo pueden pelear en contra de él? Deben darse cuenta de que están en el Cristo ascendido. Ustedes están sentados en los cielos en Cristo.

  Escuchemos lo que se nos dice en Ezequiel 34:13-15:

  “Y yo las sacaré de los pueblos, y las juntaré de las tierras; las traeré a su propia tierra, y las apacentaré en los montes de Israel, por las riberas, y en todos los lugares habitados del país. En buenos pastos las apacentaré, en los altos montes de Israel estará su aprisco; allí dormirá en buen redil, y en pastos suculentos serán apacentadas sobre los montes de Israel. Yo apacentaré mis ovejas, y yo les daré aprisco, dice Jehová el Señor”.

  En la tierra alta, en los montes de Israel, el pueblo del Señor disfrutaba de las corrientes de agua. Esas corrientes representan los arroyos del Espíritu Santo, el agua viviente del Espíritu Santo. En el Cristo ascendido, usted sentirá que fluye en su interior los arroyos de aguas vivas. Algunas veces se siente seco en el corazón y en el espíritu. Simplemente es porque no está aplicando al Cristo ascendido. Al ejercitar la fe y el espíritu para aplicar al Cristo ascendido a las situaciones, inmediatamente sentirá en su interior un arroyo viviente.

  También se nos dice que en los montes el pueblo del Señor tiene buenos pastos, pastos suculentos, donde se alimenta. ¿Qué es esto? Es el Cristo de vida. El pasto representa a Cristo, quien está muy lleno de vida. Usted estará satisfecho. Nunca tendrá hambre. Cuando siente hambre en su espíritu, quiere decir que no está experimentando a Cristo como el Ascendido. Si en su situación aplica a tal Cristo, inmediatamente se sentirá satisfecho. Tendrá algo de que alimentarse. Tendrá las riquezas de los pastos de Cristo como su suministro.

  Además, en esta tierra alta, tiene dónde acostarse con el rebaño. Esto es reposo. ¿Está inquieto? Tenga contacto con el Cristo ascendido y aplíquelo a su vida. En los montes de Israel encontrará reposo.

  Usted tendrá el agua viva, los pastos suculentos y el buen redil donde pueda recostarse. Tendrá el agua refrescante, el rico alimento que sustenta, y reposo. Y una cosa más, el Señor mismo será su Pastor. Todo esto se experimenta en el Cristo ascendido. Si usted ejercita su fe para aplicar a Cristo en todas sus situaciones, disfrutará de todas estas cosas. Experimentará al Señor no sólo en conocimiento y doctrina, sino en una forma muy práctica en la vida diaria.

  Además, se nos dice que en la tierra alta de los montes de Israel el Señor aceptará a Su pueblo como incienso agradable. Allí le servirán, y el Señor estará con ellos. Ofrecerán al Señor sus oblaciones, y El las aceptará.

  “Pero en mi santo monte, en el alto monte de Israel, dice Jehová el Señor, allí me servirá toda la casa de Israel, toda ella en la tierra; allí los aceptaré, y allí demandaré vuestras ofrendas, y las primicias de vuestros dones, con todas vuestras cosas consagradas. Como incienso agradable os aceptaré, cuando os haya sacado de entre los pueblos, y os haya congregado de entre las tierras en que estáis esparcidos; y seré santificado en vosotros a los ojos de las naciones. Y sabréis que yo soy Jehová, cuando os haya traído a la tierra de Israel, la tierra por la cual alcé mi mano jurando que la daría a vuestros padres”. (Ez. 20:40-42)

  Esto quiere decir que por medio de experimentar a Cristo como el Cristo ascendido, seremos capacitados para servir al Señor. Entonces el Señor nos aceptará, y tendremos una excelente comunión con El. Todo depende de nuestra experiencia del Cristo ascendido.

SERVIR EN EL CRISTO ASCENDIDO

  Muchas veces me he encontrado con personas que me hacen la misma pregunta: “Hermano, ¿le parece difícil o fácil servir al Señor?” Siempre les contesto en esta forma: “Depende de si usted le sirve al Señor en sí mismo, o en Cristo. Si usted le sirve en usted mismo, será muy difícil. Si le sirve en Cristo, será muy fácil. En Cristo, incluso lo laborioso de su obra, será para usted una cama de descanso. Cuanto más labore en el Señor, tanto más disfrutará el reposo del Señor”.

  El hermano Nee me dijo: “Cada vez que sientas que tu obra para el Señor es una carga, debes decir al Señor que vas a tenderla y acostarse en ella como en una cama”. ¿Entiende usted? Servir al Señor en el Cristo ascendido es simplemente un descanso. Cuanto más uno labora, tanto más descansa. Toda la diferencia se encuentra en el Cristo ascendido. Servir en El es verdaderamente un descanso.

  En 1958 fui a Dinamarca y me encontré con un hermano que era un obrero de tiempo completo. El había aprendido mucho acerca de servir al Señor. Mientras estuve allí, me pidieron que diera una serie de mensajes en la conferencia que él daba. Posteriormente este hermano me acercó y me preguntó: “Hermano Lee, ¿se preocupa usted?” Le dije: “Hermano, ¿por qué me hace tal pregunta?” Me contestó: “Me doy cuenta de que usted tiene una gran carga. Cuida de toda la obra del Señor en el Lejano Oriente. Tiene muchos colaboradores, y hay muchas iglesias. Es una gran obra, y debe de haber muchos problemas asociados con ella. Me gustaría saber si usted se preocupa o no”. Le contesté: “Hermano, míreme a la cara. ¿Le parece a usted que yo me preocupo?” El me contestó: “Esta es precisamente la razón por la cual vine a verlo. Pensé que debe tener muchas cargas, problemas y dificultades; usted debe de ser alguien que siempre está preocupado. Pero cuando veo su rostro, no hay ninguna muestra de preocupación. Parece que no se preocupa por nada”. Entonces le dije: “Hermano, alabado sea el Señor, nunca me preocupo, y esto simplemente se debe a Cristo. Estoy en el Cristo que ascendió al cielo. No sé cómo preocuparme, pero sí sé cómo alabarlo a El”.

  ¡Alabado sea el Señor! ¡Gloria a Cristo! ¡Estoy en Cristo! ¡Cristo es mi tierra elevada! ¡Vivo en esta tierra! ¡Ando en esta tierra! Todos mis problemas, todas mis dificultades, todas mis aflicciones y todas mis cargas están debajo de mis pies. Se han convertido en mi asiento. Puedo descansar en todos mis problemas; puedo reposar en todas mis dificultades. Cuanto más dificultades tengo, tanto más disfruto del Cristo ascendido. Esta es la experiencia de Cristo.

  Usted también puede tener esta experiencia ahora mismo. Cristo está en usted y usted está en Cristo. Pero siento decir que muchas veces a usted se le olvida que tiene a Cristo. Simplemente se olvide de El; no aplica a Cristo en su situación. Por favor, no piense que soy una persona peculiar o especial. Soy una persona muy ordinaria. Soy tan ordinario y tan débil como usted. Pero tengo el secreto. Cuando me enfrento con problemas digo: “Señor, te alabo, aquí está otra oportunidad de experimentarte”.

  Aplique usted a Cristo en su situación. Así experimentará a Cristo como el Ascendido, y sabrá que también ha ascendido con El. En Cristo ya ha ascendido a los cielos. Oh, hermanos y hermanas, ¡qué Salvador es El! ¡Qué Cristo es El para nosotros! ¡Qué salvación, qué liberación! ¡El es el Cristo viviente que ascendió a los cielos! Tenemos que comprender y experimentar a Cristo a tal grado. ¡Tenemos que alabarlo porque es el Cristo espacioso y el Cristo ascendido.

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