
Lectura bíblica: Dt. 8:8-10; 32:13, 14; Nm. 13:23, 27; 14:7, 8; Jue. 9:9, 11, 13; Zac. 4:11, 14; Os. 14:6, 7; Jn. 12:24; 6:9, 13; 15:5
Hemos visto que en el Antiguo Testamento hay muchas cosas que tipifican a Cristo, pero una sola es el tipo todo-inclusivo de Cristo; y ésa es la tierra de Canaán. A esta tierra frecuentemente se le llama la buena tierra. El Señor la llamó “una buena tierra”, y una vez se le llamó “una tierra sumamente buena”. Ya hemos considerado cuán buena es en muchos aspectos, tales como su amplitud, su altitud y sus riquezas inescrutables. Hemos visto cuán rica es en agua, y ahora veremos sus riquezas en varias clases de alimento.
En el Evangelio de Juan, el Señor dijo que nos daría el agua viva, y en el mismo Evangelio nos dijo que El es el pan de vida que descendió del cielo. No sólo nos da el agua viva, sino que El mismo es el pan de vida. La bebida siempre acompaña al alimento. Si le invito a usted a una comida, le daré algo de beber, y también le daré algo de comer. El alimento y la bebida siempre van juntos.
Ahora podemos entender por qué Deuteronomio 8 tiene tal orden. Primero habla del agua, de varias clases de aguas: manantiales, fuentes y arroyos. Las aguas son diferentes no sólo en sus etapas, es decir, la etapa del manantial, la de la fuente y la del arroyo, sino también en ser varias clases de manantiales, fuentes y arroyos. Esas ya las hemos considerado. Luego, inmediatamente después de mencionar las aguas de la tierra, habla acerca del alimento.
Este asunto del alimento tiene mucho más detalle. Leamos el versículo 8:
“...tierra de trigo y cebada, de vides, higueras y granados; tierra de olivos, de aceite y de miel”.
Hay seis cosas que pertenecen al reino vegetal, y una séptima que es bastante peculiar, la miel. Parece que la miel pertenece en parte al reino animal y en parte al reino vegetal, debido a que es producida por las abejas. Es una mezcla de los dos reinos. Enumeremos las diferentes cosas: trigo, cebada, vides, higueras, granados, olivos y miel. Hay dos clases de granos, cuatro clases de árboles, y la miel. El primer árbol, la vid, produce el vino, y el último, el olivo, produce el aceite; así que tenemos vino y aceite. El segundo árbol produce higos; los higos los comía como alimento el pueblo hebreo. El tercer árbol, el granado, produce una fruta que tiene belleza y vida abundante. Así que, tenemos cuatro árboles: la vid, la higuera, el granado y el olivo; y tenemos dos granos: el trigo y la cebada.
¿Cuál es el significado de todas estas cosas? Es muy fácil hallar un versículo que nos diga el significado del trigo. Juan 12:24 nos dice que el Señor mismo es un grano de trigo. Por lo tanto, el trigo claramente representa al Señor Jesús mismo. ¿Qué tipifica la cebada? También representa a Cristo. Yo sé que usted está seguro de lo que representa la vid. El Señor dijo que El es la vid verdadera. El Señor mismo es la vid. Entonces, ¿qué representa la higuera? Sin duda, también representa a Cristo. El olivo indudablemente también lo representa. Todas estas cosas, el trigo, la cebada, la vid, la higuera, el granado y el olivo, representan a Cristo. Pero ¿cuáles aspectos de Cristo son tipificados por estas cosas? Necesitamos emplear algún tiempo para considerar esto cuidadosamente.
¡Oh, debemos adorar al Señor por Su Palabra! El mencionó primero el trigo, no la cebada ni la vid. ¿Cuál aspecto de Cristo representa el trigo? En Juan 12:24 podemos ver que el Señor es un grano de trigo que cae en tierra para morir y ser sepultado. El trigo representa a Cristo encarnado. Cristo es Dios encarnado como hombre para caer en tierra, morir y ser sepultado. Esto es el trigo. Tipifica al Cristo que se encarnó, que murió y que fue sepultado.
Entonces, ¿qué representa la cebada? ¡Representa al Cristo resucitado! El trigo indica Su encarnación, Su muerte y Su sepultura, y después de esto la cebada indica Su resurrección, es decir, representa al Cristo resucitado. ¿Cómo podemos probarlo? En la tierra de Canaán, la cebada siempre madura primero; entre todos los granos, la cebada es primera. En Levítico 23:10, el Señor dijo: “Habla a los hijos de Israel y diles: Cuando hayáis entrado en la tierra que yo os doy, y seguéis su mies, traeréis al sacerdote una gavilla por primicia de los primeros frutos de vuestra siega”. Cuando llegaba el tiempo de la siega, los primeros frutos debían ofrecerse al Señor, el primer fruto claramente era la cebada. Ahora, debemos leer 1 Corintios 15:20: “Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos, primicias de los que durmieron”. Todos los que estudian las Escrituras reconocen que los primeros frutos de la siega tipifican a Cristo como primicias de la resurrección. Con esto se puede probar que la cebada representa al Cristo resucitado.
El trigo representa al Cristo encarnado, crucificado y sepultado. La cebada representa al Cristo resucitado. Estas dos clases de granos representan dos aspectos de Cristo, Su venida y Su ida. Representan al Cristo que bajó para ser el trigo y al Cristo que subió para ser la cebada. Debemos poner plena atención a estos dos asuntos. ¿Ha experimentado usted a Cristo como el trigo? ¿Lo ha experimentado alguna vez como la cebada? ¿Qué clase de experiencia de Cristo es el trigo? ¿Qué clase de experiencia de Cristo es la cebada?
Cuando Jesús alimentó a los cinco mil, lo hizo con sólo cinco panes de cebada. Muchos están familiarizados con el milagro de los cinco panes, pero muy pocos se han dado cuenta de que esos panes eran de cebada. Esta escritura es realmente maravillosa. Si fueran panes de trigo, algo estaría mal. Pero no eran de trigo sino de cebada. Como panes de cebada, pudieron alimentar a cinco mil personas y pudieron dejar doce canastos de sobrantes. Esto es resurrección. Cristo sólo puede ser rico para nosotros en Su resurrección. En Su encarnación, El es muy limitado, pero en Su resurrección El es sumamente rico. No hay límite para El como el Cristo resucitado. Como el Cristo encarnado, El fue solamente un grano, un pequeño nazareno, un humilde carpintero. Pero cuando entró en resurrección, se hizo ilimitado. El tiempo, el espacio y las cosas materiales ya no pudieron limitarlo. Había cinco panes, pero en realidad había un sinnúmero de panes. Hubo lo suficiente para alimentar a cinco mil, sin contar a las mujeres y los niños, y los sobrantes —doce canastos llenos— eran más que los cinco panes originales. Esto es la cebada. Esto es Cristo en Su resurrección. Cristo en Su resurrección nunca podrá ser limitado.
Mi propósito no es simplemente darles una enseñanza doctrinal. Esa no es mi carga. Lo que quiero impartir es la experiencia del trigo y la experiencia de la cebada. Consideremos la experiencia del trigo. Hermanos y hermanas, cuando por la soberanía del Señor son puestos en una situación donde se encuentran limitados y constreñidos, pueden experimentar al Señor como trigo. Cuando en medio de esa situación de limitación y estrechez, usted tiene contacto con el Señor, El será para usted exactamente como un grano de trigo. Al tener contacto con El, inmediatamente puede quedar completamente satisfecho con su situación y limitación. Oh, esa vida que es Cristo mismo en usted es un grano de trigo. Es la vida del pequeño carpintero, del Cristo encarnado y limitado. Cuando en cierto ambiente donde se encuentra restringido y reprimido tiene un contacto vivo con Cristo, usted dirá: “Oh Señor, Tú eres el Dios infinito, pero te hiciste un hombre finito. En Ti hay poder para sufrir cualquier clase de limitación”. Así experimentará a Cristo como el trigo.
Un día, una buena hermana muy espiritual vino a verme. Era de una familia rica y se había casado con un hermano que tenía que cuidar a su madre. La madre era amable con el hijo, pero con la nuera era otro el caso. Esta hermana joven se me acercó en busca de comunión, deseando saber si su experiencia estaba bien o no. Entonces me contó cuánto sufría día tras día con su suegra. Me dijo que había acudido al Señor, pidiéndole que hiciera algo. Por supuesto, no se atrevió a pedirle al Señor que se deshiciera de su suegra, pero le pidió que la librara de esa situación. Entonces me dijo que cuando buscó al Señor, El inmediatamente comenzó a mostrarle qué clase de persona fue El cuando estuvo en la tierra. Le mostró cuán limitado estuvo como un carpintero en esa pequeña familia por más de treinta años. Cuando ella vio tal visión, exclamó con lágrimas: “Señor, ¡te alabo, te alabo! Tu vida está en mí. Señor, estoy satisfecha con mi presente situación. No te pido que cambies nada. ¡Simplemente te alabo!” Me preguntó si su experiencia era correcta, y le dije que era lo más correcto. Esa hermana experimentó a Cristo como un grano de trigo. Era en verdad una hermana espiritual.
Algún tiempo después, esa hermana vino a verme de nuevo. Esta vez me dijo: “Oh, hermano Lee, ¡alabado sea el Señor! ¡No sólo estoy satisfecha con ser limitada en mi familia, sino que he visto algo más del Señor Jesús! El no sólo fue limitado, sino también llevado a la muerte y sepultado. Cuando el Señor me reveló esto, le dije que no sólo estaba contenta de quedarme en esa situación con mi familia, sino que también estaba dispuesta a morir y ser sepultada en esa familia por causa de El”. Esta fue otra experiencia de Cristo como el grano de trigo.
Para muchos de nosotros, en muchas circunstancias, el Señor Jesús es precisamente como un grano de trigo. Cuanto más lo experimentamos, tanto más nos damos cuenta de que así es El. El vive en nosotros. Es nuestra vida para hacernos dispuestos a ser limitados, a morir, a ser sepultados, a no ser nada. Esta es la experiencia de Cristo como el trigo.
¿Tiene usted esta experiencia? ¿Qué clase de experiencia tiene? ¿Discute con su esposa o su esposo? Si es así, usted está rendido en cuanto a su experiencia de Cristo. Debe experimentarlo en una forma muy rica. Debe experimentarlo como el agua viva y también como el grano de trigo. Si acudiera al Señor cuando está tan limitado y perplejo, estoy seguro de que El le mostrará que El también estuvo limitado, fue llevado a la muerte y fue sepultado. Le mostrará que como tal El vive en usted. Lo sostendrá a usted para que pueda estar limitado. Lo apoyará para que pueda ser llevado a la muerte y sepultado. Le dará energía hasta tal punto, y lo fortalecerá para que sea esa clase de persona. Entonces experimentará a Cristo como grano de trigo.
Pero, ¿es ése el fin? ¡No! Alabado sea el Señor, después del trigo experimentamos la cebada. La tumba no fue el fin del Señor. ¡Resucitó! ¡La cebada siguió al trigo! El trigo es el valle de muerte, pero la cebada es el monte de resurrección. Cuando usted experimenta a Cristo como trigo, esté seguro de que vendrá una experiencia de Cristo como la cebada.
En realidad, para experimentar a Cristo como el grano de trigo, es decir, como el Jesús limitado, debemos aplicarlo como la cebada, como el Cristo resucitado. Es el Cristo resucitado que vive en nosotros. Este Cristo resucitado posee una vida que ha pasado por la encarnación, la crucifixión y la sepultura, pero ahora El ha resucitado. En la carne Cristo siempre está limitado, pero en resurrección Cristo es ilimitado y está liberado. Este Cristo ilimitado que vive en nosotros es el que nos hace seguir al Jesús limitado. Hoy día seguimos al Jesús limitado, pero lo hacemos con el poder del Cristo ilimitado. El Cristo ilimitado que vive en nosotros es nuestra capacitación. Quisiera preguntar, cuando está en su casa o en su trabajo, ¿se comporta como el Cristo resucitado o como el Jesús limitado? Si es un seguidor de Jesús, tiene que estar limitado. Cuando Jesús estuvo en la tierra, siempre estuvo limitado, limitado por Su carne, limitado por Su familia, limitado por Su madre en la carne e incluso por Sus hermanos en la carne. Siempre estuvo limitado. Estuvo limitado por el espacio y por el tiempo; fue limitado por todo. Si queremos vivir la vida de Jesús, también debemos estar limitados. Si seguimos Sus pasos, no nos sentiremos libres, no tendremos libertad. ¡Qué bendición es que podamos ser limitados por causa de Jesús!
Pero, ¿cuál es la energía que nos fortalece para estar limitados? La fortaleza que nos capacita para estar limitados debe ser muy grande. Es fácil enojarse, pero la paciencia requiere fortaleza. Es fácil expresar el enojo, pero la longanimidad exige energía celestial. El poder que nos capacita para estar limitados es el poder de Su resurrección. Para tener sólo un poquito de paciencia, necesito que me fortalezca el Cristo resucitado que vive en mí. Aplicar al Cristo resucitado como mi paciencia es experimentar a Cristo como cebada.
Quizás me diga: “Hermano, sé que tengo que estar limitado todo el tiempo. Debo ser limitado por mi esposa, por mis hijos, por mi jefe, por mis hermanos y especialmente por cierto hermano. Soy limitado por esto, y soy limitado por aquello; todo el día estoy limitado. Y estoy seguro de que mañana y el día siguiente serán peores. ¿Cómo puedo enfrentarme a tal situación? Me doy cuenta de que el Cristo resucitado vive en mí, pero tengo muy poco de El. Ni siquiera tengo cinco panes; sólo tengo uno”. Sí, puede ser que usted tenga un solo pan, pero recuerde que es un pan de cebada, es un pan del Cristo resucitado que nunca puede estar limitado. Parece que sólo tiene un poco, pero no importa, porque El no tiene límite. Un poco es más que suficiente para enfrentar la situación. Usted dice que no puede encarar la situación. ¡Correcto! Es cierto que usted no puede. Pero hay Uno que sí puede: Aquel que es la cebada. En usted hay un pan de cebada; un poquito del Cristo resucitado está en usted, y eso es suficiente. El Cristo resucitado es ilimitado. Aplíquelo a la situación. El nunca podrá ser agotado. Por el poder del Cristo resucitado, usted puede seguir los pasos del Jesús encarnado. Con la vida del Cristo resucitado, puede vivir la vida del Jesús limitado.
A veces un hermano dice: “Oh, siento la carga de dar un testimonio, ¡pero soy muy débil!” Parece que se necesita alimentar a cinco mil personas, pero la provisión sólo es cinco panes de cebada. No obstante, hay que seguir adelante por fe. Aunque su porción parezca muy pequeña y la necesidad sea tan grande, usted debe comprender que lo que tiene es nada menos que el Cristo resucitado. Todo lo puede en Aquel que lo fortalece, porque El ha resucitado y no conoce límite. ¡Aplíquelo!
Cuando algún hermano venga a verlo a usted, recuerde que Cristo como cebada está dentro de usted. Tiene que aplicarlo en su comunión con ese hermano. A veces se le olvida esto. Cuando se encuentra con el hermano, usted habla de Vietnam, de la situación mundial o del tiempo; se acuerda del clima, pero se olvida de Cristo. No aplica a Cristo en su comunión con el hermano. Cuando él se va, usted queda hambriento, y no sólo hambriento, sino también enfermo, por no haber aplicado a Cristo. Tiene que tomar cada situación como una oportunidad de aplicar a Cristo. Aplíquelo, y aplíquelo y aplíquelo. Luego, cuando asista a la reunión, le será muy fácil expresar una alabanza o dar un testimonio; tendrá muchos panes de cebada que ofrecer al Señor.
El hermano Watchman Nee nos dijo una vez que cuando los colaboradores jóvenes llegan a una reunión, echan una mirada alrededor para ver si hay hermanos mayores. Si no, si todos los que están en la reunión son nuevos creyentes, ellos tienen la confianza para orar y exhibir lo que tienen. Pero si ven algunos hermanos mayores, se cohíben por temor. Esto no proviene del Cristo resucitado. Si usted tiene al Cristo resucitado, aunque esté el apóstol Pablo, usted dirá: “Alabado sea el Señor, mi hermano tiene al Cristo resucitado, y yo también lo tengo. Puede ser que él tenga quinientos panes, pero yo tengo al menos uno. ¡Aleluya!” Mientras tenga un poco del Cristo resucitado, tiene más que suficiente para enfrentarse a cualquier situación. El es el pan de cebada; El es el Cristo resucitado. No hay nada que lo pueda estorbar o limitar.
Cuando usted asiste a la reunión con los hermanos y hermanas, debe darse cuenta de su responsabilidad. Tiene que compartir con otros en la reunión. Debe dar gracias y alabar; tiene que ofrecer algunas oraciones. Esta es su responsabilidad. Usted dice: “¡Soy demasiado débil!” En usted mismo se siente débil. Pero en Cristo no es débil. Usted dice: “No tengo nada”. Es cierto que usted no tiene nada, pero en Cristo lo tiene todo. Usted dice: “Oh, ¡me siento muy pobre!” Sí, usted es pobre en usted mismo, pero no en el Cristo resucitado. Recuerde que Cristo es la cebada en ustedes. Cuando llegue a la reunión aplíquelo como un pan de cebada para alimentar a todos los demás con su oración o su testimonio. ¡Pruébelo! ¡Practíquelo! Verá cuán enriquecido será. Originalmente, tenía un solo pan, pero con el tiempo tal vez tenga cien panes. Con la práctica se enriquecerá. Nunca diga que la reunión no es asunto suyo. Si es así, las reuniones están acabadas. Debe aprender a aplicar a Cristo; debe emplear al Cristo que tiene.
Jesús dijo a Sus discípulos: “Dadles vosotros de comer”. Los discípulos dijeron: “Hay cinco panes de cebada, pero ¿qué es esto entre tantos?” El Señor les contestó: “Traédmelos acá”. Mientras sean panes de cebada, con tal de que sean algo del Cristo resucitado, es suficiente; eso satisfará la necesidad y habrá un excedente.
Hermanos y hermanas, si toman mis palabras, si creen en el Cristo resucitado y lo aplican, encontrarán que lo sobrante que queda dentro de usted será mayor que lo que tenía al principio. Esto es la cebada. No es una simple enseñanza, sino que es algo que debemos experimentar y aplicar todos los días en toda situación. Aplique al Cristo resucitado, al Cristo ilimitado e inagotable. Dígale: “Señor, yo no puedo satisfacer la necesidad, no puedo afrontar la situación, pero ¡cuánto te alabo! Tú sí puedes. Sigo confiando totalmente en Ti, contando sólo contigo”.
Después de mucho tiempo, quizás cinco o seis años, la hermana que había experimentado a Cristo como un grano de trigo en su familia, testificó de otra experiencia. Esta vez fue de Cristo como cebada. Testificó que su suegra y muchos de sus parientes aceptaron al Señor por medio de ella. Se había convertido en un pan de cebada que alimentaba a muchos. Había experimentado a Cristo en resurrección.
Esta clase de experiencia no sólo nos hace conocer a Cristo interiormente como trigo y cebada, sino que con esta experiencia usted se convierte en un grano de trigo, se convierte en un pan de cebada. Entonces usted es alimento para otros. Puede alimentar a otros con las experiencias que ha tenido. Muchas personas fueron alimentadas por esta hermana. Cuando venía a las reuniones, aun sin abrir la boca, todos los hermanos y hermanas sentían la suministración de Cristo, la ministración de vida. Cuando ella oraba, todos los espíritus y corazones se sentían satisfechos. Esta hermana vino a ser un pan de cebada entre los hijos del Señor. Ella misma llegó a ser un pan de cebada que saciaba y alimentaba a muchas personas. Experimentó a Cristo como trigo y como cebada; así que, ella misma llegó a ser un grano de trigo y un pan de cebada.
Veamos ahora algo tocante a los árboles. El primero es la vid. ¿Qué representa la vid? En Jueces 9:13 la vid dijo: “¡He de dejar mi mosto, que alegra a Dios y a los hombres?” En cierto sentido, representa al Cristo sacrificado, el Cristo que sacrificó todo lo Suyo. Pero éste no es el punto principal. El significado principal es que de Su sacrificio El produjo algo que alegra a Dios y al hombre: el vino nuevo.
¿Ha tenido usted tal experiencia de Cristo? Creo que la mayoría de nosotros hemos tenido alguna experiencia así, pero probablemente no le hemos puesto mucha atención. A veces, bajo la soberanía del Señor, nos encontramos en una situación donde debemos sacrificarnos para hacer que otros y el Señor estén contentos. Cuando en esta situación llegamos a tener contacto con el Señor, entonces lo experimentamos a El como la vid que produce el vino. Experimentamos a Cristo como aquel que alegra a Dios y a otros. Por esta experiencia llegamos a ser la vid; llegamos a ser personas que producen algo que alegra al hombre y a Dios. Sé que usted ha tenido tal experiencia. Hay varios aspectos de Cristo que suplen la necesidad de cada situación. Cristo es muy rico. No sólo es el grano de trigo y el pan de cebada, sino también todos los árboles, y el primer árbol es uno que alegra a Dios y a otros. Si todos los hermanos y hermanas están contentos con usted, estoy seguro de que en un mayor o menor grado, está experimentando a Cristo en este aspecto; está experimentando a Cristo como el productor de vino. Cristo, el cordero que se sacrifica, vive en usted, dándole energía para sacrificarse por otros y darles alegría.
Hace varios años, cuando vivía en Taipéi, Formosa, un buen número de hermanos y hermanas vinieron y se alojaron con nosotros para recibir alguna ayuda espiritual. Una hermana entre ellos siempre murmuraba y se quejaba. Cuando se bañaba, el agua no estaba lo suficiente caliente; cuando comía, el alimento estaba demasiado frío. Todo el día, decía: “¿Por qué esto” y “¿por qué aquello?” Era un dolor de cabeza para todos los que vivían con ella. Nadie estaba contento con ella, sencillamente porque no había aprendido a sacrificarse. Nunca había aprendido a aplicar al Cristo sacrificado en su situación. Ella misma no era una persona feliz, ni hacía que nadie más fuera feliz. Carecía de vino. No tenía ninguna experiencia de Cristo como productor de vino, como el que se sacrificó para producir el vino para otros y para Dios.
Si usted experimenta a Cristo en este aspecto, usted mismo tendrá mucho vino para beber y se embriagará. Entonces se enloquecerá con Cristo. Usted debe ser una persona embriagada y enloquecida con Cristo. Debe poder decir: “Estoy tan feliz, Señor, estoy tan feliz. No sé qué es el egoísmo; es un idioma ajeno a mí. Día tras día bebo el vino de Cristo”.
La persona más contenta es la persona menos egoísta. Las personas más egoístas siempre son las más miserables. Siempre están clamando: “¡Tengan piedad de mí! ¡Trátenme un poco mejor!” Son como pordioseros mendigando todo el tiempo. El que se sacrifica es el más feliz. ¿Cómo podemos sacrificarnos? No tenemos la energía para sacrificarnos, porque nuestra vida es una vida natural, una vida egoísta. Sólo la vida de Cristo es una vida de sacrificio. Si usted tiene contacto con este Cristo y experimenta la vida sacrificada de Cristo, ésta le dará la energía y la fortaleza para poder sacrificarse por Dios y por otros. Entonces será una persona muy feliz; estará embriagado de felicidad. Esta es la experiencia de Cristo como la vid. Por esta experiencia usted se convertirá en una vid para otros. Todas las personas con quienes tenga contacto estarán contentas con usted, y usted alegrará a Dios.
¿Qué es lo que se hace a las uvas para convertirlas en vino? Tienen que ser exprimidas. Para hacer a Dios y a otros felices, usted necesita ser “exprimido”. Se ha regocijado de llegar a saber que Cristo es la cebada, el Cristo resucitado que está dentro de usted, y que es suficiente para suplir cualquier situación. Usted dice ¡Aleluya! Pero no diga Aleluya con tanta facilidad, porque inmediatamente después de la cebada sigue la vid. Las uvas deben ser exprimidas para alegrar a Dios y al hombre. Usted también debe ser “exprimido”. Cuanto más beba usted el vino de Cristo, tanto más se dará cuenta de que tiene que ser “exprimido”. Tiene que ser quebrantado para poder producir algo en la casa del Señor que pueda alegrar a otros.
Mire el orden: primero el trigo, después la cebada y luego la vid. Nuestra experiencia comprueba esto. Le digo de nuevo, no reciba estas cosas sólo como enseñanza o doctrina. Recuerde la manera en que puede experimentar a Cristo en estos varios aspectos y aplique a Cristo en su vida diaria.