
La tierra no sólo es rica en agua y alimento, sino también en minerales. Leamos:
Deuteronomio 8:9: “...tierra cuyas piedras son hierro, y de cuyos montes sacarás cobre”.
Notemos que aquí el hierro está ligado con las piedras y el cobre con los montes. Esto significa que el hierro tiene que ver con las piedras, y el cobre con los montes o montañas.
Génesis 4:22: “...artífice de toda obra de bronce y hierro”.
En el Antiguo Testamento, bronce y cobre son palabras que se usan indistintamente para denotar el mismo material. Aquí, según el hebreo, el bronce y el hierro están relacionados con instrumentos cortantes.
Deuteronomio 33:25: “Hierro y bronce serán tus cerrojos, y como tus días serán tus fuerzas”.
Aquí el bronce y el hierro están relacionados con los cerrojos de las puertas y también con la fuerza. Una nota al pie de la versión inglesa American Standard, pone en este versículo como traducción de la palabra “fuerzas”, “reposo” o seguridad”. En realidad, es mejor la palabra “seguridad”. “Como tus días será tu seguridad”. Por lo tanto, el hierro y el bronce aquí están relacionados con nuestra seguridad. Si tiene fuerzas, tiene seguridad; y si tiene seguridad, tiene reposo.
Jeremías 15:12: “¿Puede alguno quebrar el hierro, el hierro del norte y el bronce?”
Este versículo muestra la fuerza del hierro y del bronce. Quiere decir que nadie puede quebrar el hierro y el bronce.
1 Samuel 17:5-7: “Y traía un casco de bronce en su cabeza, y llevaba una cota de malla; y era el peso de la cota cinco mil siclos de bronce. Sobre sus piernas traía grebas de bronce, y jabalina de bronce entre sus hombros. El asta de su lanza era como un rodillo de telar, y tenía el hierro de su lanza seiscientos siclos de hierro; e iba su escudero delante de él”.
El guerrero gigante estaba cubierto con hierro desde la cabeza hasta los pies, y su arma era de hierro. El mismo estaba cubierto con bronce, y el arma con la que peleaba la batalla era de hierro.
Apocalipsis 1:15: “Y sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno...”
Salmos 2:9: “Los quebrantarás con vara de hierro; como vasija de alfarero los desmenuzarás”.
En Apocalipsis 1, el bronce está relacionado con los pies del Cristo que es juez y vencedor: Sus pies eran semejantes al bronce bruñido. Y en el segundo salmo, el hierro se relaciona con la vara con la cual el Señor regirá a las naciones.
Mateo 5:14: “Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder”.
Salmos 2:6: “Pero yo he puesto mi rey sobre Sion, mi santo monte”.
En Mateo 5, la ciudad está relacionada con el monte; y en Salmos 2, el monte de Sion está relacionado con el Ungido.
1 Pedro 2:4, 5: “Acercándoos a El, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa, vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo”.
Aquí se nos dice que el Señor es una piedra viva y que nosotros también somos piedras vivas. Todas estas piedras vivas sirven para la edificación de una casa espiritual para Dios.
Ezequiel 37:22: “Y los haré una nación en la tierra, en los montes de Israel, y un rey será a todos ellos por rey...”
En este versículo vemos que la nación y el rey están relacionados con los montes. El Señor dijo que haría una nación no sólo en la buena tierra, sino también en los montes de Israel, los montes de la tierra.
Salmos 87:1: “Su cimiento está en el monte santo”.
Aquí el cimiento del edificio está relacionado con el monte.
Salmos 48:1, 2: “Grande es Jehová, y digno de ser en gran manera alabado en la ciudad de nuestro Dios, en su monte santo. Hermosa provincia, el gozo de toda la tierra, es el monte Sion a los lados del norte, la ciudad del gran Rey”.
Debemos notar aquí que la ciudad de Dios está relacionada con el monte santo, y la ciudad del gran Rey está relacionada con el monte Sion.
Hay mucho significado espiritual en todas estas relaciones. En total hay cuatro cosas: las piedras, los montes o montañas, el hierro y el cobre. Las piedras sirven para la edificación, los montes o montañas son para la ciudad, la cual es el centro de la nación, el centro del reino. El hierro y el cobre son los materiales con los cuales se hacen las armas.
Hemos visto que la tierra es rica primeramente en aguas, después en vegetales y en plantas, luego en animales y finalmente en minas o minerales. Hay cuatro categorías. Consideremos su orden; es muy significativo y muy espiritual.
Primero necesitamos el agua; de otra manera, las plantas no pueden crecer. Sin agua, las plantas y los vegetales nunca podrían existir ni crecer. Así que, el agua hace producir los vegetales y las plantas.
En 1958, fuimos a la tierra física de la cual estamos hablando, la tierra de Palestina. Después de quedarnos unos días en Jerusalén, fuimos a ver la ciudad de Jericó, la ciudad maldita. Jerusalén está edificada sobre un monte que está a una altura de tres a cuatro mil pies sobre el nivel del mar, y el valle de Jericó, donde está el mar Muerto, el cual está a una profundidad de seiscientos o setecientos pies bajo el nivel del mar. Así que, en un viaje de aproximadamente tres horas, de Jerusalén al “valle de la muerte” de Jericó, estuvimos solamente bajando. Cuando llegamos al fondo de ese valle, era como si estuviésemos en un horno. ¡Oh, qué calor! ¡Y no había nada de brisa! Era un desierto estéril y de calor abrasador, donde no había más que calor y polvo. Inmediatamente fuimos, en medio de esa escena desolada y árida, a ver las ruinas de la antigua ciudad de Jericó y para nuestra delicia, fuera de la ciudad había agua, un manantial de agua. Era la misma agua que fue sanada por el profeta Eliseo, por eso estábamos muy interesados en verla. Allí estaba: un manantial, una fuente que brotaba y un arroyo que fluía. Al seguir con nuestros ojos el agua, pudimos ver a distancia, en medio de ese valle silvestre, un lugar de hierba verde, palmeras y muchas otras clases de árboles. Era hermoso. Allí estaban el manantial, la fuente, el arroyo que fluía y luego una tierra llena de espeso verdor.
El Espíritu Santo mencionó en primer lugar el agua. El manantial, la fuente y el arroyo producen toda clase de planta y vida vegetal.
Entonces, ¿de qué se alimenta el ganado? Se alimenta de las plantas, de la vida vegetal. Entonces podemos ver el orden: primero las aguas, después los vegetales y luego los animales. Después de estos tres, el Espíritu se dirige a algo más: las piedras y los montes, de los cuales provienen el hierro y el cobre.
Hermanos y hermanas, este orden debe impresionarnos profundamente. Este orden corresponde en un cien por cien con las etapas de la vida espiritual.
En la primera etapa de la vida espiritual, experimentamos a Cristo como el agua viva. Jesús dijo: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba” (Jn. 7:37). Este es el evangelio para los pecadores. Vengan y beban y se llenarán; su sed será saciada. Cuando venimos al Señor, lo experimentamos como el agua viva, como el arroyo vivo. Al continuar en esta experiencia, avanzamos aún más. Se nos dijo que del trono de Dios y del cordero fluye un río de agua viva, y que en este río crece el árbol de la vida. El agua viva nos trae el suministro de Cristo como alimento. Al experimentar a Cristo como el agua viva, usted encontrará que en esta agua crecen varias clases de plantas; tendrá la experiencia de Cristo como su provisión de alimento. En el fluir del agua viva se encuentra el pan de vida, el alimento de vida. Esto significa que usted no sólo experimenta las aguas vivas, sino también el suministro de Cristo como la variedad de alimento. Todas estas clases de alimento lo harán madurar; lo llevarán al punto de estar lleno del Espíritu Santo. Será usted un olivo delante del Señor, un hijo de aceite.
En esto usted es madurado. La experiencia que usted tiene de Cristo es muy rica y dulce, como leche y miel. ¿Qué es la miel? La miel es la crema de toda la vida vegetal. Y ¿qué es la leche? Es la crema de toda la vida animal. La leche y la miel son la crema de todo el suministro de alimento. A veces, cuando usted se siente débil en espíritu y prueba un poquito de Cristo, se da cuenta de cuán rico y dulce es. Usted ha disfrutado sólo un poquito de Cristo como leche y miel. Pero cuando realmente haya madurado en la vida de Cristo, todo el día El será para usted como leche y miel. Cuando por primera vez usted recibe a Cristo, siente que está bebiendo agua viva, pero cuando llega a ser maduro en Cristo, día tras día siente que está bebiendo leche y miel. El es muy dulce y rico para usted. Por supuesto, el agua viva está incluida en la leche y miel, pero esta bebida es muchísimo más rica que el agua.
Cuando vine a los Estados Unidos por primera vez, recibí una impresión profunda. Tenía sed y pedí al hermano con quien me quedaba que me diera algo de beber. Le pregunté si tenía una tetera. Me contestó que lo sentía, pero que no tenía ninguna. Exclamé: “¿Estados Unidos es tan pobre? ¡Ustedes ni siquiera tienen una tetera!” De donde vengo, hay muchas clases y tamaños de teteras. Luego le pregunté si tenía un termo para agua. Me contestó que tampoco tenía. Pensé, ¿cómo es esto? Entonces, para mi gran sorpresa, me dio un vaso de leche, diciendo: “Hermano, aquí en los Estados Unidos bebemos leche en lugar de agua. Todos los días, mañana, tarde y noche, bebemos leche”. Eso me impresionó bastante. Le dije: “¡Ustedes realmente son ricos en este país! Son tan ricos que en lugar de agua, beben leche!”
La primera experiencia que se tiene de Cristo es la del agua viva, pero después de crecer en El y de madurar en la vida, se llega al punto en que se disfruta a Cristo no sólo como el agua viva, sino como el fluir de leche y miel. Debemos notar el orden. El Espíritu Santo menciona la miel al final de la lista de los vegetales, y menciona la leche y la mantequilla al final de la lista del ganado y del rebaño, los animales. Esto significa que si usted disfruta hasta cierto grado a Cristo como la vida vegetal, lo disfrutará como miel. Y si lo disfruta hasta cierto punto como la vida animal, sentirá que El es exactamente como la leche. El le será muy rico y dulce. Esto significa que usted ha madurado hasta cierto grado.
Ahora llegamos a la última etapa, la etapa de los minerales. Llegamos al punto de estar relacionados con las piedras, los montes, el hierro y el cobre. ¿Para qué sirven todos éstos? Para la edificación, para el reino, para la batalla y para la seguridad. Cuando haya una vida madura en los cristianos, la edificación de la casa de Dios se llevará a cabo, y se pelearán las batallas de la guerra espiritual. En otras palabras, cuando hay creyentes que han madurado por medio de experimentar a Cristo, entre ellos se edifica la casa de Dios y por medio de ellos se pelea la batalla. Debemos entender claramente que cuando disfrutamos a Cristo hasta cierto punto, siempre hay un resultado: la edificación y la batalla. Estas dos siempre van juntas. Si usted quiere tener la edificación de Dios, tiene que prepararse para pelear. Para el edificio de Dios, necesitamos los materiales, y para pelear la batalla, necesitamos las armas. Todo esto depende de las piedras, los montes, el hierro y el cobre.
Debemos recordar que sobre la tierra se edifican la ciudad y el templo, y se edifican con estos mismos materiales: las piedras, el hierro y el cobre. Estos materiales indican que hay algo en la vida de Cristo como los materiales para el edificio de Dios y como las armas para pelear la batalla. Aún todas estas cosas son algo de las riquezas de la vida de Cristo.
Si hemos llegado o no a esta etapa, depende de la medida de nuestra experiencia de Cristo. Si día tras día sólo disfrutamos a Cristo como el agua viva, nunca podremos llegar al punto en que la edificación de Dios se realice entre nosotros. Todavía somos muy jóvenes. Debemos disfrutar a Cristo como el agua viva, como el trigo, como la cebada, como esto y como aquello. Debemos disfrutar a Cristo hasta cierto grado; entonces tendremos un edificio para el Señor y pelearemos la batalla contra el enemigo.
A veces cuando nos encontramos con un hermano o hermana, sentimos que esa persona es muy buena, pero que le falta algo, que hay una verdadera escasez. No es que sean pecadores; al contrario, son muy rectos para con el Señor y su actitud es positiva. Pero en lo profundo de nuestro espíritu sentimos una escasez. Es casi imposible de explicar; es difícil encontrar las palabras correctas. Tal vez podría decirse que hay algo un poco liviano, un poco blando. Creo que usted sabe lo que quiero decir. Son como un pedazo de pan. El pan es bueno y saludable, pero muy blando y débil. O pueden compararse con un vaso de leche. La leche es buena y rica, pero sólo es líquido y es tan débil como un líquido. Ahora, tome una piedra, o un pedazo de hierro o cobre. ¡Esto sí es algo fuerte! Pero estas personas no son así. Parece que no son piedras y que no hay hierro ni cobre en ellos. No se puede pelear usando la leche como arma. No se puede batallar usando un pedazo de pan, ni tampoco se puede salir a la guerra llevando como arma un higo. ¡Qué absurdo! Se necesita hierro o cobre; hay que tener algo fuerte. No se puede edificar una casa con leche. No se puede amontonar panes para producir un edificio. Se necesitan piedras, o sea, materiales con los cuales edificar. Además, se necesita una montaña de donde se pueda sacar los materiales y sobre la cual se pueda edificar la casa.
A veces, cuando me encuentro con uno de los siervos del Señor, siento que estoy frente a una montaña. No puedo determinar cuán rico, cuán fuerte, cuán sólido ni cuán seguro es. Es exactamente como una montaña. Cuando él está sentado delante de mí, allí está una montaña. No se le puede vencer. Si uno trata de vencerlo, será derrotado por él. El es una montaña, un monte. Usted no puede tratar con él; sino que él es quien trata con usted.
Esta es la última etapa de la vida espiritual. Es muy posible llegar a este punto. Es muy posible ser una piedra entre los hijos de Dios, una columna en la iglesia. ¿Se puede usar un pan como columna? ¿Se puede amontonar uvas y usarlas como columnas? No, no se puede. Pero sí se puede hacer una columna de piedra, de hierro o de bronce. Eso será muy adecuado. El edificio de Dios requiere de la piedra, del hierro, del cobre y de la montaña. Todos estos materiales están relacionados con el edificio de Dios y, como demostraremos más tarde, con el reino de Dios.
Mientras seamos sólo unos niños en Cristo que están bebiendo del agua viva, ¿cómo va a ser posible que el edificio del Señor exista entre nosotros? Es imposible. Tenemos que crecer; debemos madurar por medio de experimentar a Cristo. Debemos ser piedras. El Señor es la piedra viva, y nosotros también debemos ser piedras vivas a fin de que seamos materiales para la edificación.
Hablando figuradamente, en Adán somos pedazos de barro; no somos piedras, sino barro. El edificio del Señor se edifica con piedras, pero nosotros somos de barro. ¿Cómo podemos nosotros como pedazos de barro ser material para el edificio del Señor? Es imposible. Debemos ser transformados de barro a piedra. Debemos ser transformados por el Espíritu Santo por medio de experimentar y disfrutar a Cristo prácticamente.
A veces, cuando un hermano se acerca a mí, siento que ese hermano ha sido un poco transformado. Pero, siento decir que en él sólo hay una pequeña cantidad de piedra; la mayor parte de él todavía es de barro. Tal vez usted se haya encontrado con hermanos así. Se puede reconocer en ellos un poco de transformación; se parecen a piedras, pero la mayor parte de su ser todavía está en su estado original. Todavía están en Adán, en el barro. Todavía son muy naturales.
Un día tuve comunión con algunos hermanos. Durante la comunión, un hermano insistió enfáticamente en cierta cosa. Le señalé con el dedo y le dije: “Hermano, en su espíritu hay un pedacito de piedra, pero su cabeza es un pedazo de barro”. La mentalidad de muchos hermanos y hermanas todavía no ha sido renovada, transformada. Su mente es simplemente la del hombre natural, llena de conceptos y pensamientos naturales. Es una cabeza de barro. Por la renovación de la mente somos transformados de pedazos de barro en piedras. Después de ser convertidos en piedras, somos quemados y prensados para que seamos transformados aún más, es decir, de piedras ordinarias en piedras preciosas. En la nueva Jerusalén, no se puede encontrar nada de barro; tampoco se puede encontrar ninguna piedra ordinaria. Todas las piedras son preciosas. La nueva Jerusalén es edificada con piedras preciosas.
Sabemos que las piedras siempre están relacionadas con los montes y las colinas. Si queremos encontrar piedras, necesitamos ir a las montañas. Es difícil encontrar piedras en la llanura. Entonces, ¿qué representan los montes y las colinas? En las Escrituras, los montes y las colinas siempre representan la resurrección y la ascensión. Son algo que se eleva por encima de la tierra, sobre las planicies. ¿Cómo pueden ustedes, que son pedazos de barro, ser transformados en piedras? ¡Sólo en la vida de resurrección! Todas las piedras vivas y espirituales están en la vida de resurrección; son piedras que están unidas a la montaña de la resurrección de Cristo. Si todos vivimos en la vida adámica, en la vida y naturaleza vieja, sencillamente estamos en la llanura. Como no hay montaña entre nosotros, tampoco hay piedras entre nosotros. Pero si vivimos y andamos en la vida de resurrección, disfrutamos la realidad de las montañas y las colinas, e inevitablemente allí se encuentran las piedras.
Quisiera poner un ejemplo. Supongamos que me reúno con algunos hermanos y hermanas. Supongamos que como hermano ando conforme a la vida natural, y que hay otro hermano que siempre vive en la vida natural. Una querida hermana que se reúne con nosotros continuamente anda y vive en sus emociones; a veces está contenta y a veces está muy triste y deprimida. En realidad, todos somos como este grupo; somos muy naturales, andamos y vivimos continuamente en la vida natural. ¿Se podría ver entre nosotros algo así semejante a un monte? ¡Claro que no! Todos somos de barro; todos estamos en la planicie. Si usted buscara una piedra, no encontraría nada más que polvo, tierra y barro. Como no hay ninguna montaña, tampoco hay piedras. Si se quiere piedras, debe ir al terreno montañoso.
Ahora, supongamos que hay otro grupo de creyentes. Conocen algo de la cruz, y saben algo acerca de negar la vida natural. Por lo tanto, hasta cierto punto han experimentado la vida de resurrección. Andan en novedad de vida y sirven en novedad de espíritu; viven en resurrección. Cuando usted se acerca a ellos, siente que hay algo elevado, algo exaltado, algo que está más alto que usted. Se da cuenta de que en ellos y entre ellos hay una colina espiritual, un monte espiritual. No es difícil encontrar muchas piedras, incluso piedras preciosas. Si usted mira a uno de ellos, ve una piedra; si mira a otro, alabado sea el Señor, también ve una piedra. Hay piedras porque hay montes y colinas.
Los montes y colinas son útiles para la edificación de la casa, de la ciudad y del reino de Dios. En las Escrituras hay muchas ciudades que estaban edificadas en colinas y montes. Cuando estuve en Palestina y viajé por esa tierra, noté que casi todas las ciudades estaban edificadas así. Muy pocas ciudades estaban edificadas en valles o planicies. Una ciudad es el centro de una nación, un reino. En el Antiguo Testamento, la ciudad siempre era símbolo de la nación o del reino. Por lo tanto, el pensamiento del Espíritu Santo en tales pasajes es que cuando hay alguna colina o monte espiritual entre los hijos del Señor, automáticamente hay piedras, hay materiales para la edificación de la casa y de la ciudad. Allí se encuentran la autoridad y el reino de Dios. Cuando el Señor resucitó de entre los muertos, nos dijo que toda potestad le había sido dada en el cielo y en la tierra. La autoridad espiritual, la autoridad celestial, siempre está en la resurrección. Si usted y yo vivimos y andamos en la vida de resurrección de Cristo, tendremos la autoridad del cielo.
El concepto que muchas personas tienen acerca de la autoridad de la iglesia está completamente equivocado. La autoridad de la iglesia no tiene nada que ver con la organización. Es absolutamente un asunto de resurrección. Si dos hermanos en la iglesia local están en resurrección en un grado mayor que los demás, a ellos se les encomienda la autoridad divina y celestial. Ellos son la autoridad de la iglesia; son el monte en esa iglesia local. Con ellos se encuentra la resurrección; así que, con ellos también está la autoridad del reino.
Si sólo somos niños en Cristo, es que solamente lo hemos experimentado como agua viva y tal vez como nuestro suministro de alimento. Siempre tenemos nuestros buenos momentos juntos y estamos muy contentos unos con otros, pero somos muy jóvenes. Muchas veces somos felices sólo en lo natural, y muchas veces estamos tristes en nuestra emoción natural. Entre nosotros no hay montes ni piedras. Todos somos una masa de barro. En una situación así, ¿se podría conocer la autoridad de la iglesia? Nunca. La autoridad de la iglesia se encuentra donde los santos saben lo que significa ser crucificado con el Señor Jesús y vivir en resurrección. Si se ríen, lo hacen en resurrección; si lloran, lo hacen en resurrección. Aun cuando se enojan, se enojan en la vida de resurrección. En su diario andar, experimentan la vida de resurrección del Señor. Para ellos no es una mera enseñanza, sino que es un disfrute práctico y diario. Cuando uno se encuentra con ellos, siente que son piedras en la montaña. A éstos se les ha encomendado la autoridad celestial. Son la autoridad de la iglesia. Si aquí los santos son así, entonces la casa de Dios y el reino de Dios también están aquí. Aquí es edificada la casa y establecido el reino de Dios.
Por favor, no piense que porque haya leído esto, ya lo tiene. Se requiere años para obtener lo que hemos descrito. Sólo le doy las direcciones; éste es simplemente el mapa que debe seguir. Tómelo y practíquelo en humildad. No piense que mañana usted será una montaña. ¡No! Ore acerca de todas estas cosas y procure ponerlas en práctica. Después de esto, recibirá el provecho.