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Mensajes del libro «Cristo todo-inclusivo, El»
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CAPITULO NUEVE

COMO POSEER LA TIERRA

I. POR MEDIO DEL CORDERO, EL MANA, EL ARCA Y EL TABERNACULO

  Efesios 3:17-18: “Para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura”.

  En estos dos versículos hay varias cosas que debemos notar y recordar bien. Notemos la palabra “habite” en el versículo 17. Es una gran palabra y de peso. En el idioma original, la palabra “habitar” tiene la misma raíz que la palabra que se traduce “casa” y “hogar”. Deseamos traducir esa palabra original del griego con “hacer Su hogar”. Esto transmite un significado más profundo y completo que la palabra “habitar”. Cristo quiere hacer Su hogar en nuestros corazones, a fin de que seamos plenamente capaces de comprender. Ahora notemos: no sólo que podamos comprender, sino que seamos “plenamente capaces” de comprender. Esta también es una palabra fuerte y de peso. En el griego significa “tener toda la fortaleza”. Este versículo podría traducirse así: “para que tengáis toda la fortaleza para comprender...” Quisiera llamar su atención ahora a la palabra “comprender”. No sólo hemos de saber o entender, sino que debemos poseer algo por medio de saber, obtener algo por medio de entender, esto es, hemos de comprender. ¿Qué es lo que debemos comprender? La anchura, la longitud, la altura y la profundidad, la vastedad de Cristo, las dimensiones ilimitadas de Cristo. Luego, necesitamos comprender a tal Cristo con todos los santos. Es imposible que una sola persona comprenda a este Cristo ilimitado; esto sólo se consigue con todos los santos.

  En resumen: Cristo quiere hacer Su hogar en nuestros corazones. Entonces tendremos toda la fortaleza para comprender, es decir, para obtener por medio de entender, la vastedad ilimitada de Cristo con todos los santos.

  Exodo 33:14, 15: “Y él dijo: Mi presencia irá contigo, y te daré descanso. Y Moisés respondió: Si tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí”.

  El primer punto aquí es que el Señor prometió a Moisés que Su presencia iría con él y con el pueblo de Israel. El segundo punto es que el Señor prometió a Moisés que le daría descanso. El descanso al que se refiere aquí el Señor es el descanso en la buena tierra.

  Deuteronomio 12:10: “Mas pasaréis el Jordán, y habitaréis en la tierra, tierra que Jehová vuestro Dios os hace heredar; y El os dará reposo de todos vuestros enemigos alrededor, y habitaréis seguros”.

  Deuteronomio 25:19: “Por tanto, cuando Jehová tu Dios te dé descanso de todos tus enemigos alrededor, en la tierra que Jehová tu Dios te da por heredad para que la poseas...”

  En estos dos versículos vemos que cuando el Señor se refiere al descanso, se está refiriendo a la tierra. La tierra es el descanso. Poseer la tierra y habitarla es hallar descanso.

  Exodo 40:1, 2: “Luego Jehová habló a Moisés, diciendo: En el primer día del mes primero harás levantar el tabernáculo, el tabernáculo de reunión”.

  El Señor mandó a Moisés a levantar el tabernáculo en el primer día del primer mes. Esto indica un comienzo totalmente nuevo.

  Exodo 40:17, 21, 34, 35: “Así, en el día primero del primer mes, en el segundo año, el tabernáculo fue erigido. Luego metió el arca en el tabernáculo, y puso el velo extendido, y ocultó el arca del testimonio, como Jehová había mandado a Moisés. Entonces una nube cubrió el tabernáculo de reunión, y la gloria de Jehová llenó el tabernáculo. Y no podía Moisés entrar en el tabernáculo de reunión, porque la nube estaba sobre él, y la gloria de Jehová lo llenaba”.

  Una vez erigido el tabernáculo, la gloria de Jehová lo llenó inmediatamente. ¿Qué es la gloria del Señor? Es la presencia del Señor manifestada delante de los ojos de los hombres. En esa ocasión, los ojos de los hijos de Israel, ojos humanos, miraron la presencia de Dios en Su gloria.

  Hemos visto algo de la excelencia, mejor dicho, la gran excelencia, de la tierra de Canaán, y hemos visto cómo tipifica al Cristo todo-inclusivo. De ninguna manera hemos agotado todas sus riquezas, pero creo que hemos visto lo suficiente para tener un sentimiento de aprecio. Ahora tenemos que ver la manera de poseer ese pedazo de tierra. Debemos saber cómo entrar y disfrutarla.

UN ASUNTO CORPORATIVO

  En primer lugar, poseer la tierra no es asunto de una persona individual. Es absolutamente imposible que alguien como individuo posea la tierra. Esto lo debemos recordar bien. Nunca podremos poseer al Cristo todo-inclusivo por nosotros mismos como individuos. ¡De ninguna manera! Hermanos y hermanas, dejemos de soñar. Tales sueños nunca podrán realizarse. Esto es asunto del Cuerpo; es algo que se comprende con todos los santos. Cristo es muy grande; Su amplitud es ilimitada y sus riquezas, inescrutables. Este principio ha sido establecido firmemente por el Señor: entrar en la buena tierra y poseerla no es para individuos, sino para un cuerpo colectivo. El Señor nunca pidió que los hijos de Israel cruzaran el Jordán y entraran en la tierra uno por uno, gradual e individualmente. Nunca fue la intención de Dios que uno solo entrara este mes, otro el próximo mes, y otro el siguiente. Esto es imposible y contrario al principio divino. Es un cuerpo colectivo quien la debe poseer; hay que entrar en ella corporativamente, y no individualmente.

  Me temo que aun al estar leyendo estas páginas se ha estado preguntando: “¿Cómo puedo yo entrar en esta tierra?” Usted, como individuo, nunca podrá entrar. Esto le debe impresionar profundamente. Esa no es la manera. Si quiere entrar en esta tierra, debe entrar como parte de un cuerpo colectivo.

EL CORDERO

  Al comienzo, el pueblo de Israel disfrutó del cordero de la pascua (Ex. 12), que, como ya sabemos, tipificaba a Cristo (1 Co. 5:7). Mientras aún estaban en tierra de Egipto, disfrutaron a Cristo. Sin embargo, la tierra de Canaán también es un tipo de Cristo. El cordero es Cristo, y la tierra también es Cristo. Entonces, parece que hay dos Cristos: uno más pequeño y otro más grande, un Cristo tan pequeño como el cordero de la pascua y un Cristo tan grande como la tierra de Canaán. Parece que mientras disfrutamos a este Cristo pequeño, un Cristo más grande nos espera, y debemos proseguir hacia la meta para disfrutarlo. ¿No es cierto? Así me parecía cuando era joven. Tenía algo porque ya tenía a este Cristo, pero por otro lado tenía que seguir adelante para obtenerlo. Entonces, ¿hay dos Cristos o uno solo? Parece que la pregunta mía es muy extraña. ¿Ya tiene usted a Cristo? Creo que sí. ¿Por qué, pues, todavía se esfuerza para obtenerlo? Decimos que lo tenemos, pero todavía debemos obtenerlo; decimos que lo poseemos, pero todavía está por delante. Si decimos que no lo tenemos, implica que no necesitamos avanzar más para obtenerlo. Estas preguntas tocan profundamente el tema central de estos mensajes.

  Necesitamos comprender que primero debemos disfrutar a Cristo como el pequeño cordero. Cristo es el cordero para nuestra redención. Antes de que podamos obtenerlo como el Cristo todo-inclusivo, debemos ser redimidos por El. Debemos recibirlo como el cordero de la pascua. Así que en este capítulo comenzamos en la primera parte de Exodo. Es allí donde debemos comenzar para poder entrar en la tierra de Canaán. Debemos celebrar la pascua; tenemos que experimentar a Cristo como el cordero de Dios. Al principio del Evangelio de Juan se encuentra la declaración: “He aquí el Cordero de Dios”, pero al final del libro, Cristo es el Cristo ilimitado que ha de ser poseído por Sus discípulos. Al principio, Cristo es el cordero presentado al pueblo por Juan el Bautista, pero al final es Aquel que no está limitado por el espacio ni el tiempo. No hay nada que pueda limitar al Cristo resucitado; no obstante, El viene para que nosotros le disfrutemos. Debemos experimentar a Cristo como el cordero limitado; después podremos seguir adelante para obtenerlo como el Cristo ilimitado.

  En realidad, en la pascua no sólo tenemos el cordero, sino también pan sin levadura y hierbas amargas (Ex. 12:8). Aquí de nuevo encontramos dos clases de vidas. El cordero pertenece a la vida animal, y el pan sin levadura y las hierbas amargas son de la vida vegetal. En el momento en que usted fue salvo, sea que lo haya entendido o no, usted experimentó a Cristo como dos clases de vidas: lo experimentó como el Cordero redentor, y también como la vida que se genera a sí mismo y que se multiplica. ¿Alguna vez ha notado esto? Entonces, quisiera hacer notar algo más. (Este asunto de la buena tierra nunca puede agotarse. Podría llenarse otro libro con mensajes acerca de este mismo tema sin repetir nada). En Juan 6, el Señor Jesús combinó estas dos vidas en una. El dijo: “Yo soy el pan de vida”. ¿Qué es el pan? Es algo hecho de trigo o cebada, algo de la vida vegetal. Pero cuando el Señor hizo esa declaración, la gente no pudo entenderlo. Cuando declaró: “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna ... porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida”. En otras palabras, el pan de vida es Su carne. El pan es de la vida vegetal y la carne es de la vida animal, y en este capítulo el mismo Señor une estas dos vidas.

  De modo que, hermanos y hermanas, debemos comenzar con el disfrute de Cristo como el cordero redentor que tiene el poder generador y la fuerza multiplicadora. Debemos tomar el cordero de la pascua junto con el pan sin levadura y las hierbas amargas.

EL MANA

  Después de la pascua, la siguiente experiencia que tenemos de Cristo es el maná. Después de disfrutarle como el cordero, seguimos adelante para disfrutarle como nuestro alimento diario. ¿Es el maná de la vida vegetal o de la vida animal? Consideremos la Escritura:

  Números 11:7-9: “Y era el maná como semilla de culantro, y su color como color de bedelio. El pueblo se esparcía y lo recogía, y lo molía en molinos o lo majaba en morteros, y lo cocía en caldera o hacía de él tortas; su sabor era como sabor de aceite nuevo. Y cuando descendía el rocío sobre el campamento de noche, el maná descendía sobre él.”

  Exodo 16:31: “Y la casa de Israel lo llamó Maná; y era como semilla de culantro, blanco, y su sabor como de hojuelas con miel”.

  Aquí hemos leído que el maná es como una clase de semilla y su sabor como sabor de aceite nuevo y de miel. En esto también vemos dos vidas mezcladas. Notemos ahora también que la apariencia del maná es como el bedelio. El significado correcto del bedelio es perla. En Apocalipsis 21 vemos que la perla es uno de los constituyentes del edificio de Dios. Por lo tanto, el maná, como perla, tipifica algo que ha sido transformado en material para el edificio de Dios. Bedelio es la misma palabra que se usa en Génesis 2. En ese pasaje se presentan el árbol de vida y luego un río en cuya corriente se encuentran varios materiales preciosos, uno de los cuales es el bedelio. Esto significa que cuando tomamos del árbol de la vida y bebemos del agua de vida, se produce la perla, el material transformado para el edificio de Dios.

  Entonces, el maná es una substancia que comprende todas estas naturalezas: la de la vida vegetal, la de la vida animal y la de la vida transformada. Tenemos que disfrutar este aspecto de Cristo. Debemos disfrutarle como el cordero de la pascua con el pan sin levadura y las hierbas amargas, y debemos seguir adelante para disfrutarle como el maná, que incluye la vida vegetal, la vida animal y la naturaleza transformada. Por medio de participar de Cristo como nuestro maná diario, podemos ser transformados en material para el edificio de Dios.

  Pero, ¿es esto suficiente? No, hay algo más. La manera de entrar en la tierra empieza en el capítulo 12 de Exodo y continúa hasta el último capítulo de Josué. Debemos leer todo esto concienzudamente para entenderlo claramente; entonces tendremos la manera de poseer la tierra.

EL ARCA

  Disfrutar a Cristo, primero como el cordero de la pascua y luego, día tras día, como el maná del cielo, es sólo el principio. Hay que seguir adelante para disfrutarle como el arca, que estaba contenida en el tabernáculo y cubierta por él (Ex. 25:10-22). ¿Qué es el arca? El arca es el testimonio de Dios. El testimonio de Dios sencillamente es la manifestación de Dios, la expresión de Dios. En el arca estaban las tablas de los diez mandamientos. ¿Qué son los diez mandamientos?

  La impresión que tiene la mayoría de los cristianos acerca de los diez mandamientos es que simplemente son las estrictas exigencias de Dios. Debemos hacer esto y lo otro, no debemos hacer aquello ni lo de más allá. Esta es la impresión que nos da la enseñanza general del cristianismo. Pero, ¿qué es el significado esencial de los diez mandamientos? Aparentemente son leyes, pero el significado principal no es que son leyes; eso es secundario. El significado primordial es que son la expresión de Dios. Los diez mandamientos son la manifestación de Dios.

  ¿Qué clase de Dios es El? Lo podemos conocer por medio de los diez mandamientos. Usted nunca ha visto a Dios, pero aquí están “diez palabras” (Ex. 34:28, heb.) que le dan una descripción de El. La primera característica es que Dios es celoso. Dios quiere todo; nunca permitirá que nadie rivalice con El. Es un Dios celoso. La segunda es que El es un Dios santo. Luego hay otras características: El es un Dios de amor, El es un Dios justo, El es un Dios fiel, y así sucesivamente. De esta manera los diez mandamientos son la descripción, la expresión, la manifestación del Dios escondido. Nos dan una impresión del Dios invisible y nos muestran qué clase de Dios es. Es un Dios celoso; es un Dios santo; es un Dios de amor; es un Dios justo; es un Dios fiel. Por medio de estos diez mandamientos podemos discernir Su naturaleza. No ponga mucha atención a los diez mandamientos como leyes; eso es secundario. Debemos comprender que su significado principal es la descripción, la expresión, el testimonio del Dios glorioso y sin embargo invisible.

  Estos diez mandamientos fueron puestos en el arca. Esto significa que Dios se puso a Sí mismo en Cristo. Los diez mandamientos son el testimonio de Dios, y el arca es el testimonio de Cristo. Por lo tanto, la plenitud de Dios habita en Cristo.

  El arca claramente tipifica a Cristo con Sus dos naturalezas. Estaba hecha de madera cubierta de oro. La madera representa la naturaleza humana, y el oro representa la naturaleza divina. Es un cuadro de Cristo en la carne, mezclado con la naturaleza divina. El tiene la naturaleza del hombre, y al mismo tiempo, tiene la naturaleza de Dios, las naturalezas humana y divina. El es el arca, pero dentro de El está Dios mismo. Así como los diez mandamientos fueron puestos en el arca, así todo lo que es Dios fue puesto en Cristo. Así como el arca fue llamada “el arca del testimonio”, así Cristo es la manifestación y el testimonio de Dios. Esto es algo que va más allá del cordero de la pascua y el maná diario. Esto es algo sólido, perfecto y completo. Esto es la manifestación, la expresión y el testimonio de Dios. Con el cordero de la pascua, ¿se puede comprender cómo es Dios? Quizás un poco. Con el maná diario, ¿se puede recibir una impresión de la naturaleza de Dios? Es un poco difícil. No digo que no se pueda ver nada, pero digo que no se puede ver mucho. Llegamos ahora al arca. Considerémosla. Leamos acerca de ella. Inmediatamente llegamos a saber algo acerca de Dios. Dios es celoso; Dios es amor; Dios es santo; Dios es justo; Dios es fiel. Por el arca podemos comprender inmediatamente cómo es el Dios escondido.

  Pero quisiera preguntar, ¿puede comerse el arca? o, ¿puede beberse el arca? No; pero éste es otro aspecto de Cristo, un aspecto más completo. Cristo es la expresión, la manifestación y el testimonio del Dios invisible. Al disfrutar a Cristo como el cordero de la pascua y como nuestro maná diario, también debemos tener a este Cristo más grande (y si se me permite usar esta expresión), como nuestro centro. Debemos tener como nuestro centro el arca del testimonio, es decir, el Cristo que es la expresión, la manifestación y el testimonio de Dios. Esto en verdad es algo más. No sólo debemos tener al cordero como nuestro Redentor, ni solamente el maná diario como nuestro alimento, sino también el arca del testimonio como nuestro centro.

  Hermanos y hermanas, permítanme repetir. Temo que algunos de ustedes no hayan entendido. ¿Está disfrutando a Cristo diariamente como su maná? Eso es bueno, pero no suficiente. Hay que tenerlo como nuestro centro. ¿Qué es el centro? El centro es la expresión, la manifestación, el testimonio de Dios. ¿Tenemos entre nosotros tal centro? ¿Es éste verdaderamente el centro de nuestras reuniones, de nuestra vida de iglesia? Cuando las personas se acercan a nosotros, ¿pueden darse cuenta de que en nuestro medio está la expresión de Dios? Si otros vienen a vernos y sólo se dan cuenta de que somos personas redimidas, que disfrutamos a Cristo como el cordero, eso será totalmente inadecuado. Si sólo se dan cuenta de que nos alimentamos de Cristo día tras día como el maná diario, ni siquiera esto llega al blanco. Tenemos que darles la impresión de que entre nosotros, en nuestro medio, está la manifestación del Dios celoso, del Dios de amor, del Dios de santidad, del Dios de justicia, del Dios de fidelidad. ¿Tenemos tal centro entre nosotros o no? Cuando otros se acercan, ¿se dan cuenta de que aquí está la manifestación, la expresión, la definición, la explicación de Dios? ¿Se dan cuenta ellos de que somos el testimonio de Dios, de que damos testimonio a partir de la realidad de la experiencia que tenemos de Cristo, de que Dios es un Dios celoso, un Dios santo, un Dios de amor, un Dios justo y un Dios fiel? Debemos tener este testimonio como nuestro centro.

  No es cosa sencilla poseer la tierra. ¿Piensa usted que inmediatamente después de disfrutar al cordero y de cruzar el mar Rojo, podemos entrar en la tierra? No. Después de Exodo 12, 13 y 14, es decir, después de celebrar la pascua y de cruzar el mar Rojo, hay muchas más experiencias para obtenerse. Todavía quedan por delante el resto de Exodo y los libros de Levítico, Números, Deuteronomio y Josué. Hay mucho más que enfrentar, mucho más que experimentar, mucho más que poseer, antes de que podamos entrar en la tierra.

  Hay que ver todo el significado del arca. Sin duda existe el aspecto de los mandamientos como leyes; no tenemos espacio para tratar ese aspecto aquí. Pero más importante que eso, los diez mandamientos son la definición, la explicación, la interpretación, del Dios invisible. Y esta interpretación, esta explicación, está en Jesucristo, el Dios-hombre, el Cristo encarnado que tiene las naturalezas divina y humana. El es la explicación de Dios; El es la manifestación de Dios; El es Dios mismo. Este es quien debe ser nuestro centro. El es la expresión, el testimonio de Dios, y lo debemos tener como nuestro testimonio. No debemos dar testimonio de nada menos que de Dios manifestado en Cristo.

EL TABERNACULO

  Esta arca está contenida en el tabernáculo. Los diez mandamientos están contenidos en el arca, y el arca está contenida en el tabernáculo (Ex. 40:20-21). Entonces, ¿qué es el tabernáculo? El tabernáculo es el agrandamiento, el aumento del arca. El arca estaba hecha de madera cubierta de oro, y la mayor parte del tabernáculo estaba compuesta de los mismos materiales: madera cubierta de oro (Ex. 26:15-30). Así que, el tabernáculo es el agrandamiento del arca. En otras palabras, el arca agrandada se convierte en el tabernáculo. El tabernáculo está hecho en la misma forma y con los mismos materiales, y está constituido de Cristo y contiene más de Cristo.

  Veamos algo más de Cristo en el tabernáculo. Leímos que había cuatro cubiertas sobre él (Ex. 26:1-14). Esto significa que Cristo se hizo una de las criaturas, puesto que cuatro es el número que simboliza a las criaturas. ¿Qué son estas cuatro capas de varias clases de cubiertas? La de más afuera es de pieles de tejones, una protección fuerte contra el viento, la lluvia y el calor del sol. Debajo de la piel de tejones, estaba la piel de carneros teñida de rojo, lo cual significaba que Cristo murió y derramó Su sangre por nuestros pecados; y debajo estaba la cubierta hecha de pelos de cabra, la cual denota que Cristo fue hecho pecado por nosotros. La cubierta más interna era de lino, muy hermosa, muy fina, y llena de gloria, con los querubines bordados sobre ella. Todas estas cubiertas están llenas de significado y requieren mucha explicación. Todas ellas están relacionadas con Cristo.

  Desde el interior, se ve Su gloria. Oh, ¡Cristo es tan glorioso desde el interior! Desde el exterior, se ve Su humildad y sencillez; se ve Su fortaleza, Su resistencia, pero no hay belleza alguna. Este es Jesús, menospreciado por otros, un hombre humilde. Pero en Su interior El es el Cristo glorioso.

  ¡Alabado sea el Señor, estamos cubiertos con tal Cristo! Según las dimensiones del tabernáculo, para formar la cubierta se requerían diez cortinas. Por lo tanto, la cubierta más interna, hecha de lino fino, se componía de diez cortinas. Pero la cubierta de pelos de cabra estaba formada de once cortinas. No era de cinco más cinco, sino de cinco más seis, y el seis no es un buen número. El seis se refiere al hombre y tiene que ver con el pecado. Así que, esto significa que Cristo fue hecho pecado por nosotros. La cubierta interior es el Cristo glorioso; la segunda es el Cristo que fue hecho pecado por nosotros; la tercera es el Cristo que murió y derramó Su sangre; la cuarta, la exterior, es el Cristo que se bajó para ser un hombre humilde. Este Cristo cuádruple nos cubre. ¡Qué cubierta, qué protección, qué salvaguarda!

  En este tabernáculo, Cristo está unido con muchas tablas. Nosotros somos las tablas de madera, los miembros humanos: usted es una tabla y yo soy otra. El arca está incorporada en ese tabernáculo, el cual representa al Cristo que está unido con nosotros y que nos une a todos en la naturaleza divina, de la misma manera que todas las tablas estaban unidas en el oro. Al menos había cuarenta y ocho tablas cubiertas de oro y unidas por medio de anillos y barras de oro (Ex.26:26-29). Si se quitara el oro, las cuarenta y ocho tablas se caerían; ninguna quedaría unida con la otra. No estamos unidos en la carne, ni jamás podríamos estar unidos así. La naturaleza divina es la que nos une. El oro es el punto de unión; el oro es la unidad entre nosotros. Sin el oro caeríamos en pedazos. Yo no estaría de acuerdo con usted, ni usted conmigo. Pero, alabado sea el Señor, el oro lo cubre a usted y el oro me cubre a mí. Hay algunos anillos de oro en usted y en mí hay una barra de oro. Es imposible separarnos. Aun si quisiera usted huir, no podría. Está unido a mí. Usted y yo estamos unidos y nunca podremos separarnos. No estamos unidos por nuestras disposiciones naturales. Según lo natural, tal vez yo nunca podría llevarme bien con usted. Y aun si fuéramos compatibles naturalmente, ésa no sería una unidad verdadera y estable. Pero, alabado sea el Señor, estamos unidos en una unión verdadera e indisoluble por medio de algo divino, por la misma naturaleza de Dios. No sólo estamos unidos por el oro, sino que nosotros mismos estamos cubiertos con el oro y salvaguardados por el oro. El oro es Dios mismo.

  Un día en mi cuarto me dije a mí mismo: “¡Qué desafortunado eres! Has sido capturado por la naturaleza divina y no puedes escapar. Tal vez trates, pero ¡nunca saldrás de este equipo de oro!” Esto es la unidad. Hermanos y hermanas, debe haber tal unidad entre nosotros. Así seremos fortalecidos y capacitados para entrar en la tierra. Si podemos escaparnos unos de otros, si podemos separarnos unos de otros, no hay manera de entrar en la buena tierra. Debemos tener este tabernáculo, el cual contiene el arca. Debemos estar unidos en esta naturaleza divina como el tabernáculo y el arca. El arca, la cual es Cristo, está en nosotros como nuestro centro, y nosotros somos el agrandamiento de este Cristo como el tabernáculo que contiene el arca.

  Hemos visto que debemos disfrutar a Cristo como el cordero de la pascua, como el maná diario, y como el arca que está en el tabernáculo. Todo esto es lo que nos capacita para entrar en la tierra.

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