
Lectura bíblica: Sal. 69:9, 35-36; 72:6-11, 15-19
El salmo 72 es el último salmo del Libro Dos, y termina con estas palabras: “Bendito sea Jehová Dios, el Dios de Israel, / el único que hace maravillas. / Bendito sea Su nombre glorioso para siempre; / y que Su gloria llene toda la tierra. / Amén y amén” (vs. 18-19). El salmo 41 concluye el primer libro de Salmos, y el último versículo de este salmo dice: “¡Bendito sea Jehová, el Dios de Israel, / ¡desde la eternidad hasta la eternidad! / ¡Amén y amén!”. Al comparar estos versículos con los que concluyen el Libro Uno y el Libro Dos, notamos una mejora. La conclusión del Libro Uno no es tan definida ni tan enfática como la del Libro Dos. En el Libro Dos se añade algo. Además de decir solamente: “Bendito sea Jehová Dios, el Dios de Israel”, se añade: “El único que hace maravillas. / Bendito sea Su nombre glorioso para siempre”. Después de esto, el salmista dice algo relacionado con la tierra. En el salmo 8 leímos: “Oh Jehová, Señor nuestro, / ¡cuán excelente es Tu nombre / en toda la tierra!” (v. 1). El salmo 8 no se cumple en el Libro Uno, sino en el Libro Dos. Por esta razón, al final del Libro Dos, el salmista exclama: “Que Su gloria llene toda la tierra. Amén y amén”.
¿Notan la mejora? En el Libro Uno tenemos principalmente a Cristo con la casa y se alude brevemente a la ciudad, mas eso es todo. Pero cuando llegamos al segundo libro, tenemos los salmos 46, 47, 48 y 68, en los cuales llegamos al punto culminante de la ciudad y vemos que la ciudad es para toda la tierra. Por lo tanto, en la conclusión del Libro Dos, encontramos una mejora bastante significativa.
Cuando llegamos al final del salmo 68, todo ha sido consumado. Cristo ha ascendido a lo alto, ha recibido todos los dones para la edificación de la casa de Dios, y la casa ha sido edificada y agrandada hasta convertirse en la ciudad con miras al recobro de toda la tierra. Podría parecernos que después de esto no necesitamos más salmos. Sin embargo, debemos conocer el estilo con que fue escrito el libro de Salmos. En los salmos siempre se abarcan ciertos asuntos, luego éstos se repiten y un poco más adelante se añade algo más. Así, se menciona algo en el Libro Uno, y luego algo más en el Libro Dos, hasta que llegamos al salmo 68, la cumbre de todas las cumbres. Pero después del salmo 68, se vuelve a repetir algo y se añade algo más.
En los salmos del 69 al 71 principalmente vemos los padecimientos de Cristo y cómo Él se comporta y se expresa en todos Sus sufrimientos. Comparemos Sus padecimientos mencionados en el salmo 69 con las referencias del Nuevo Testamento que hablan del cumplimiento de ellos: (1) Él fue aborrecido por muchos sin causa alguna, Salmos 69:4; cfr. Jn. 15:25. (2) Fue vituperado a causa de Dios, Salmos 69:7, 9; cfr. Ro. 15:3. (3) Fue consumido por el celo de la casa de Dios, Salmos 69:9; cfr. Jn. 2:17. Mientras Cristo sufría, el celo de la casa de Dios lo consumía. No obstante, Su sufrimiento no hizo que Él se olvidara de la casa de Dios. Él estaba cien por cien a favor de la casa de Dios, puesto que vino a la tierra con el solo propósito de edificar la casa. (4) Él sufrió mucho, y nadie se compadeció de Él, Salmos 69:29, 19-20; cfr. Jn. 16:32. (5) Lloró y le rogó a Dios que lo librase de las aguas de la muerte, Salmos 69:10, 13-17, 1-2; cfr. He. 5:7. (6) Le pidió a Dios que lo pusiera en alto, Salmos 69:29; cfr. Hch. 2:32-33. (7) Le prometió a Dios que lo alabaría, Salmos 69:30-34; cfr. He. 2:12. (8) Le dieron hiel por alimento cuando sufría en la cruz, Salmos 69:21; cfr. Mt. 27:34. (9) Le dieron a beber vinagre cuando padecía sed en la cruz, Salmos 69:21; cfr. Jn. 19:28-30. (10) Fue golpeado y herido por Dios, Salmos 69:26; cfr. Is. 53:10. Él no sólo fue perseguido y crucificado por los hombres, sino que, debido a que sufrió en nuestro lugar, fue golpeado y herido por Dios. (11) Su sufrimiento fue por la salvación de Sion y la edificación de las ciudades del pueblo de Dios, Salmos 69:35-36; cfr. Ef. 5:25b. Su sufrimiento fue por la casa de Dios, por la iglesia local, por todo el pueblo de Dios. En otras palabras, Él sufrió para que el pueblo de Dios pudiese tener una morada en la tierra. (12) El campamento del que lo traicionó quedará desolado, Salmos 69:25; cfr. Hch. 1:20.
En el salmo 70, de manera breve, el Espíritu del Cristo sufriente expresa Su deseo en las palabras del santo sufriente, y en el salmo 71 vemos una vez más que Cristo en Su sufrimiento se expresa en las palabras del santo sufriente.
Ahora llegamos al último salmo del Libro Dos, el salmo 72. Los salmos son como un gran monte con muchos picos, y aquí encontramos otro pico. El salmo 72 nos dice cómo Cristo reinará sobre toda la tierra y cómo los santos serán glorificados y bendecidos con Él. En primer lugar, vemos que Él reinará con justicia y rectitud, lo cual traerá paz (vs. 1-5). Cuando Cristo regrese, Él será el Rey que regirá toda la tierra con justicia y rectitud. Por lo tanto, la tierra estará llena de paz. La gente hoy en día habla mucho de paz, pero no habrá paz sino hasta cuando Cristo regrese. Bajo Su gobierno, la verdadera paz dará inicio a su reinado. “Él juzgará en justicia a Tu pueblo / y con equidad a Tus pobres. / En justicia, traerán los montes paz al pueblo” (vs. 2-3).
En segundo lugar, este salmo muestra que Cristo en Su gobierno será como la lluvia que riega la tierra y que, como resultado, los santos florecerán. “Descenderá como lluvia sobre la hierba cortada, / como aguaceros que riegan la tierra. / En Sus días florecerán los justos, / y habrá abundancia de paz / hasta que no haya luna. / Y Él tendrá dominio de mar a mar / y desde el Río hasta los confines de la tierra. / Los que moran en el desierto se postrarán ante Él, / y Sus enemigos lamerán el polvo. / Los reyes de Tarsis y de las costas / pagarán tributo; / los reyes de Sabá y de Seba / ofrecerán dones. / Todos los reyes se postrarán delante de Él; / le servirán todas las naciones” (vs. 6-11). Incluso cuando Cristo regrese a juzgar, Él será como la lluvia sobre la hierba cortada, como aguaceros que destilan sobre la tierra. Ésta es la manera en que Cristo tomará posesión de la tierra. Él tomará posesión de ella regándola; no lo hará peleando, ni condenando, ni juzgando. ¡Alabado sea el Señor!
“Él tendrá dominio de mar a mar / y desde el Río hasta los confines de la tierra” (v. 8). El río aquí tiene el mismo significado que el río mencionado en Salmos 46:4: “Hay un río cuyas corrientes alegran la ciudad de Dios”. Esto es muy significativo. El río en el versículo 4 representa el fluir del Dios Triuno, lo cual indica que el reino y reinado del Señor se extiende hasta los confines de la tierra mediante el fluir del Dios Triuno. Él ejercerá Su dominio por medio de Sí mismo como río que riega, y obtendrá el dominio al regar. Ya sea que hablemos de regar o fluir, de la lluvia o del río, el significado es el mismo. La lluvia es el río, y el regar es el fluir. El Señor recobrará toda la tierra, no al examinarla, ni al juzgarla, ni al herirla, sino al regarla. Sin duda alguna, el Señor Jesús volverá a ejecutar Su justo juicio sobre esta tierra; sin embargo, esto es solamente un aspecto de Su regreso. El otro aspecto es que Él regresará como la lluvia para regar la tierra.
Hoy toda la tierra es un desierto seco y estéril, y muchas cosas malignas y pecaminosas brotan de esta sequía y aridez. Los hombres pecan porque están decepcionados e insatisfechos. Meramente juzgarlos, herirlos y condenarlos no resolverá el problema. Por supuesto, el Señor Jesús en Su justicia aún tendrá que ejecutar Su juicio sobre todas las cosas pecaminosas; pero éste no será el aspecto principal de Su regreso. Él principalmente vendrá como aguaceros que destilan sobre la tierra seca y sedienta. Él tendrá compasión de ella y por ello ejercerá Su dominio, no juzgándola ni hiriéndola, sino regándola. De esta manera, Cristo tendrá dominio de mar a mar y fluirá como un río hasta los confines de la tierra. Donde esté el fluir, allí también estará el dominio del Señor Jesús. En aquel día descenderá la lluvia sobre todos los hombres, sean negros, blancos, amarillos o rojos. Todos ellos se sentirán muy gozosos de estar bajo el gobierno de Cristo. ¡Cuán rica será la lluvia, la satisfacción, la paz y la seguridad que se experimentará cuando Cristo regrese! El Señor Jesús regresará para traer satisfacción a todos los hombres. Él será el Rey, mas no por el ejercicio de Su poder que sojuzga a los demás, sino por el suministro del agua viva que satisface a los sedientos. Todos serán satisfechos con el agua viva que Él les dará. ¡Aleluya! Él reinará desde el Río hasta los confines de la tierra. Él ejercerá Su dominio sobre toda la tierra.
Cuando era un joven cristiano, me impartieron muchas enseñanzas acerca de la segunda venida de Cristo. Todas ellas presentaban a Cristo como un juez. Me enseñaron que Él arremetería contra los hombres y los heriría en Su ira. Pero nunca escuché ningún mensaje que dijera que el Señor Jesús regresaría tan lleno de gracia como aguaceros que regarán la tierra árida y satisfarán a las personas abatidas y vacías. Sin embargo, basándome en el libro de Salmos puedo afirmar con certeza que, aunque el Señor en un sentido regresará a juzgar, aun en medio de Su juicio, la tierra será regada. El río estará allí presente. Él vendrá a tomar posesión de la tierra, no sólo al ejercer Su poder, sino mediante el fluir del Dios Triuno. Él tomará posesión de la tierra valiéndose de este río que fluye de Jerusalén. En aquel día Jerusalén será el centro de toda la tierra, y en medio de ella estará la casa, desde donde el río fluirá. Creo sin duda que este río abarcará toda la tierra, repartiéndose en cuatro brazos, como se describe en Génesis 2. Cristo ejercerá Su dominio desde el Río hasta los confines de la tierra, no simplemente valiéndose de Su poder, sino regando la tierra. ¡Alabado sea el Señor!
En aquel día todas las naciones le adorarán y le servirán (vs. 8-11). Él librará a los menesterosos y tendrá compasión de los pobres, y la opresión y la violencia desaparecerán (vs. 12-14). Todas estas cosas malignas desaparecerán en las personas, no al ser éstas juzgadas, sino al ser regadas, al ser satisfechas. Las personas roban porque están insatisfechas. Pero cuando el Señor Jesús regrese, todos serán satisfechos, y de este modo ya no habrá más opresión ni violencia. Todas estas cosas desaparecerán cuando vengan las agradables riquezas del Señor.
Él vivirá para siempre, la tierra será restaurada gracias a Él, y los hombres serán benditos en Él y lo bendecirán (vs. 15-17). ¿Todavía se acuerdan de cómo comienza el salmo 1? Comienza diciendo: “Bienaventurado el varón...”, pero aquí dice: “Bendito sea Jehová Dios...” (72:18). Esto representa una verdadera mejora. El nombre de Dios es bendito para siempre, y Su gloria se manifiesta en toda la tierra (vs. 18-19).
El salmo 72 presenta un cuadro glorioso de cómo serán las cosas cuando el Señor recobre y posea la tierra y reine sobre ella. “Bendito sea Jehová Dios, el Dios de Israel, / el único que hace maravillas. Bendito sea Su nombre glorioso para siempre; / y que Su gloria llene toda la tierra. / Amén y Amén”. (vs. 18-19).
En el salmo 1 no encontramos ningún “amén”; pero aquí en cambio se nos dice: “Amén y Amén”. Alabado sea el Señor por una mejora de esta índole. Alabémosle porque ahora podemos estar en la casa, que está en la ciudad, mientras esperamos que pronto llegue el día cuando el Señor tomará posesión de la tierra de esta manera tan maravillosa.