
Lectura bíblica: Sal. 77:7-13; 78:65-66, 68-69; 79:1; 80:14-15, 17-19; 82:8; 83:2-5, 12, 18
En los salmos del 77 al 83 se nos continúa recalcando la razón por la cual fue desolada la casa de Dios y la manera en que ésta puede ser recobrada. Después que ha ocurrido la desolación, la morada de Dios puede ser restaurada únicamente cuando Su pueblo le da la preeminencia a Cristo. Cuando le sea dada a Cristo la posición que le corresponde, Dios entonces podrá tomar posesión de la tierra por medio de las iglesias locales.
En el salmo 77 los santos, en medio de dificultades, se dan cuenta de que el camino de Dios está en el santuario. En los versículos del 1 al 9 vemos que los santos están perplejos a causa de sus problemas. El salmista pregunta: “¿Nos desechará el Señor para siempre? / ¿Y no volverá más a mostrarnos Su favor? / ¿Ha cesado para siempre Su benevolencia amorosa? / ¿Se ha acabado la promesa para todas las generaciones?” (vs. 7-8). Luego dice: “Ésta es mi enfermedad” (v. 10). Decir que el Señor nos ha desechado es nuestra enfermedad. “Pero traeré a la memoria los años de la diestra del Altísimo. / Me acordaré de las obras de Jehová, / porque recordaré Tus maravillas de antaño” (vs. 10-11). Él aún se acuerda de lo que el Señor hizo en el pasado. “Y meditaré en todo lo que has hecho / y reflexionaré sobre Tus hechos” (v. 12). No miremos únicamente nuestra situación presente; debemos acordarnos de lo que el Señor hizo en el pasado. El versículo 13 dice: “Oh Dios, en el santuario está Tu camino; / ¿qué dios es grande como nuestro Dios?”. Al recordar lo que el Señor hizo en el pasado y al tener comunión unos con otros acerca de lo que Él hizo, los santos descubren que el camino de Dios está en el santuario; de este modo, ellos llegan a conocer la grandeza de Dios. El camino del Señor, con respecto a todo lo que Él hace, se halla en el santuario. Es santo y misterioso. Uno no puede separar los hechos de Dios de Su santuario. Puesto que Sus hechos son misteriosos, debemos procurar conocer el meollo, el centro mismo, de todas las situaciones a fin de entenderlas. El meollo y centro de todas las situaciones se halla en el santuario de Dios. No se turbe por la situación presente; recuerde lo que el Señor hizo en el pasado y aprenda el camino de Dios, pues se halla en el santuario de Dios, en la morada de Dios. Si usted ha de encontrar la solución, debe acudir siempre al santuario de Dios. En el salmo 73 el salmista recibió revelación en el santuario, y en el salmo 77 él encuentra la respuesta también en el santuario. Los versículos del 16 al 20 además nos dicen que el camino de Dios está “en el mar [...] en las aguas inmensas”. Esto indica que el camino de Dios está escondido; no obstante, podemos conocer el camino escondido de Dios al estar en Su santuario.
El salmo 78 nos dice cómo Dios edificó Su santuario entre Su pueblo, a pesar de la deshonestidad, infidelidad, inestabilidad y fracasos de éste. La primera sección, los versículos del 1 al 58, que son la parte principal de este salmo, revela cómo el pueblo le falló a Dios. Los versículos del 59 al 64 narran cómo Dios abandonó al pueblo e incluso Su tabernáculo que estaba entre ellos. “Por tanto, abandonó el tabernáculo de Silo, / la tienda en que moraba entre los hombres” (v. 60). Este tabernáculo fue la morada de Dios antes que el templo fuese edificado. “También entregó Su pueblo a la espada / y se enfureció contra Su heredad” (v. 62). Luego, los versículos del 65 al 72 nos describen cómo Dios restauró al pueblo y edificó Su santuario entre ellos de una mejor manera. “Entonces se despertó el Señor como de un sueño, / como un valiente que grita a causa del vino. / E hirió a Sus adversarios, haciéndolos volver atrás; / puso sobre ellos oprobio perpetuo” (vs. 65-66). El Señor había abandonado el tabernáculo, Su morada, como si hubiera estado durmiendo; pero ahora el Señor parecía haber despertado de Su sueño. “Mas escogió a la tribu de Judá, / el monte Sion, al cual amaba. / Y edificó Su santuario como las alturas, / como la tierra que ha fundado para siempre” (vs. 68-69). Esto indica que a veces, ya sea que nosotros seamos fieles o no, el Señor aún hará algo para llevar a cabo Su propósito. El Señor escogió un lugar y edificó Su santuario, exaltándolo tan alto como los cielos y haciéndolo tan estable como la tierra.
Los versículos del 70 al 72 dicen que Dios en Su obra de restauración también escogió a David (un tipo de Cristo) para que pastoreara a Su pueblo. El pastoreo, la alimentación de Cristo, siempre acompaña la obra de recobro del Señor.
Los salmos 79 y 80 nos dicen cómo la casa de Dios y la ciudad de Dios fueron desoladas, pero que la esperanza de recobro depende de Cristo, el hombre de la diestra de Dios (80:17). Los versículos del 1 al 3 del salmo 79 nos muestran la desolación de la casa y la ciudad de Dios. “Oh Dios, las naciones han entrado en Tu heredad; / han contaminado Tu santo templo; / han convertido a Jerusalén en un montón de ruinas” (v. 1). Sin duda alguna esto se refiere a la destrucción causada por los babilonios. Pero la esperanza de recobro depende de Cristo. “Oh Dios de los ejércitos, vuélvete, te rogamos; / desde los cielos mira y considera, / y visita esta vid [el pueblo de Israel], / aun la cepa que Tu diestra plantó / y el hijo a quien fortaleciste para Ti” (80:14-15). El salmista aquí clama a Dios, pidiéndole que mantenga la cepa (la viña) que plantó Su diestra. Dios plantó a los hijos de Israel como a una vid y a la nación como a una viña. El salmista oró a Dios pidiéndole que mantuviera, protegiera y resguardara esta viña. Noten lo que dice el versículo 15: “El hijo a quien fortaleciste para Ti”. Obviamente, este hijo debe de ser Cristo. Como hemos dicho, muchas veces en los salmos, en medio de las palabras de los santos, el Espíritu de Cristo de improviso intervino para expresar algo en las palabras de ellos. Éste es otro ejemplo de ello. El Espíritu de Cristo aquí expresó algo en cuanto a Cristo en medio del clamor de los santos. El significado aquí es que Dios protegerá Su morada por causa de Cristo. Dios protegerá, resguardará y mantendrá Su morada por amor de Cristo. Cristo es el Hijo a quien Dios ha fortalecido para Sí.
Salmos 80:17-19 dice: “Esté Tu mano sobre el hombre de Tu diestra, / sobre el hijo del hombre a quien has fortalecido para Ti; / entonces no nos apartaremos de Ti. / Avívanos, e invocaremos Tu nombre. / Oh Jehová, Dios de los ejércitos, restáuranos; / haz resplandecer Tu rostro, y seremos salvos”. En esta expresión poética del santo que busca a Dios, el Espíritu de Cristo está diciendo algo acerca de Cristo: que la restauración de la morada de Dios depende enteramente de Cristo. Debemos darle a Cristo Su debida posición; entonces la casa desolada de Dios será restaurada. La afirmación del salmista —de que la restauración de la casa de Dios depende enteramente de la posición que le demos a Cristo— nos permite saber la razón por la cual la casa de Dios ha caído en desolación. La casa está en desolación porque el pueblo de Dios no le ha dado la debida posición a Cristo. Si hemos de recobrar la casa de Dios, debemos darle a Cristo la posición que Él merece. Su posición es la del hombre a quien Dios fortaleció para Sí, el hombre que está a la diestra de Dios. Esto nos habla de Su preeminencia, del primer lugar que ocupa. La diestra de Dios es el primer lugar y el más elevado de todo el universo, y Dios puso a Cristo allí. Dios le ha dado a Cristo la preeminencia en todo el universo. Él debe ocupar ese lugar; sin embargo, entre el pueblo de Dios, Él no ha sido exaltado a ese grado. Debido a que Él ha perdido la preeminencia, la casa de Dios ha sido desolada. ¿Dónde se halla Cristo en todas las supuestas iglesias cristianas, en todas las denominaciones? Cristo ha perdido Su preeminencia; Cristo no ocupa allí el primer lugar; las personas han desechado a Cristo. Es por ello que ha venido la desolación.
En estos días estamos muy contentos de poder hablar bien de las iglesias locales. Pero recuerden que entre nosotros Cristo debe ocupar el primer lugar. Si Cristo no tiene la preeminencia, la casa de Dios no podrá ser restaurada. La desolación es el resultado de que Él haya perdido Su debida posición, y el recobro vendrá cuando le demos a Cristo el lugar que Él merece. Él es el hombre que ha sido fortalecido para Dios, y Él es el hombre que está a la diestra de Dios. Debemos darle esta posición; debemos reconocer Su preeminencia en todo el universo. Si es así, veremos la casa de Dios restaurada.
Supongamos que dos hermanos de una iglesia local en cierta ciudad critican juntos a los hermanos que toman la delantera en la iglesia. ¿Cree usted que ellos le están dando a Cristo la preeminencia? En realidad, ellos mismos están poniéndose en el primer lugar. Ellos están exaltándose a sí mismos, no a Cristo. En ese lugar se levantarán dos cuernos en la cabeza. Por lo tanto, en vez de criticar, cuando esos hermanos se reúnan a hablar de la situación de la iglesia deberían decir: “Señor, te damos la preeminencia; estamos bajo la autoridad que Tú posees como Cabeza. No somos nadie; Tú eres el Único, Señor”.
Supongamos ahora que los hermanos que toman la delantera en esa iglesia local particular se enteran de que estos dos hermanos jóvenes los han criticado de esa manera y, sintiéndose ofendidos, se levantan para defenderse y ejercitar su autoridad. Si estos hermanos que toman la delantera reaccionan de esta forma, esto significa que no están bajo la autoridad de Cristo la Cabeza, y que tampoco le dan a Cristo la preeminencia. En lugar de ello, ellos deberían inclinar sus cabezas y decir: “Señor, la preeminencia es Tuya, el primer lugar te corresponde a Ti. Aunque seamos los hermanos que toman la delantera, no somos nada. Estos hermanos jóvenes no están equivocados; nuestra verdadera condición es lamentable”. Quizás los hermanos y hermanas de ese lugar puedan tener, en un sentido, una condición no muy buena, pero supongamos que ellos le dan al Señor el primer lugar, le dan la preeminencia a Cristo. En ese caso se verá allí la restauración de la casa de Dios. No obstante, si se pelean entre sí, es decir, si los jóvenes pelean contra los que toman la delantera y viceversa, lo único que habrá es desolación. Los jóvenes tratarán de justificarse a sí mismos, y los que toman la delantera intentarán vindicar su posición. Esto no es otra cosa que desolación. Ellos estarán desolando la iglesia. Cada vez que Cristo pierda Su preeminencia entre nosotros, la condición de la iglesia estará mal. Todos debemos someternos a la autoridad de Cristo la Cabeza, y decir: “Ninguno de nosotros es algo; Tú, Señor, eres el único que tiene la preeminencia. Te damos a Ti la preeminencia, Señor”. No importa cuán débiles seamos ni cuán deficientes seamos, si adoptamos esta actitud, existirá la posibilidad de que la casa de Dios sea restaurada. La desolación vendrá a ser cosa del pasado, pues será sorbida por la restauración.
El pueblo de Dios debe darle a Cristo la posición que le corresponde. Ya Dios le dio el lugar más elevado del universo; ahora nos toca a cada uno de nosotros, tanto hermanos y hermanas jóvenes como hermanos y hermanas de más edad, darle el lugar que Él merece. Nunca ocupe el lugar de la preeminencia entre el pueblo de Dios en la iglesia local; la preeminencia siempre le debe ser dada a Cristo. El primer secreto que nos permite conservar la casa de Dios y que ésta sea restaurada de la desolación es que le demos a Cristo la preeminencia.
A veces las hermanas en las iglesias locales son causa del problema porque no le dan la preeminencia al Señor. Filipenses 4 habla de dos hermanas, Evodia y Síntique, quienes causaron un problema en la iglesia en Filipos. Nunca he oído de padres que llamen así a sus hijas. Al comienzo, la situación de esa iglesia fue excelente, pero posteriormente surgió un problema debido a estas dos hermanas. Muchas veces simplemente por causa de dos hermanas se puede perder la unidad en una iglesia. Hace poco, en una de las iglesias locales compartí acerca de estas dos hermanas de Filipenses 4, y al día siguiente una hermana, con lágrimas en sus ojos, se puso en pie para confesar sus faltas y pedirle a otra hermana que la perdonara. Las dos lloraron juntas. Algunos de los hermanos me dijeron más tarde: “Cuando usted habló sobre Filipenses 4, profetizó acerca de la condición aquí. Estas dos hermanas eran el problema en esta iglesia local”. Si cualquiera de nosotros, sobre todo las hermanas, no le dan la preeminencia al Señor, habrá desolación en la iglesia. Pero la vida de iglesia será restaurada si todas las veces decimos: “No somos nada; Cristo es el único; le damos a Él la preeminencia”.
Debemos orar-leer estos dos versículos, Salmos 80:15 y 17, y detenernos un poco en ellos. “La cepa que Tu diestra plantó / y el hijo a quien fortaleciste para Ti [...] / Esté Tu mano sobre el hombre de Tu diestra, / sobre el hijo del hombre a quien has fortalecido para Ti”. Este hombre es Cristo, el único hombre, el único Hijo. Él es Aquel que ha sido aprobado para estar a la diestra de Dios el Padre. Él tiene la preeminencia, el primer lugar en todo el universo, y nosotros debemos reconocer este hecho. Si nosotros, como pueblo de Dios, le damos la preeminencia de esta manera, se logrará la restauración de la vida de iglesia. La desolación de la iglesia se debe principalmente a que no se le ha dado a Cristo Su debida posición.
Los salmos 81 y 83 nos describen cómo Cristo juzgará y heredará la tierra y cómo el enemigo desea apoderarse de la morada de Dios.
Debo repetirles nuevamente que los salmos son escritos poéticos, y es por ello que resulta tan difícil entenderlos. Creo que a esta coyuntura el libro de Salmos es un libro muy diferente para muchos de ustedes. Anteriormente usted pensaba que los salmos eran simplemente una fuente de consuelo, pero ahora ha podido ver en ellos a Cristo, la morada de Dios, la casa y la ciudad de Dios y la manera en la cual Dios tomará posesión de la tierra. A fin de entender el libro de Salmos es preciso que conozcamos el corazón de los salmistas y captemos el espíritu de todos los santos que buscan a Dios. El Espíritu de Dios, el Espíritu de Cristo, estaba expresando algo en el espíritu de los santos. No podemos simplemente leer los salmos de una manera superficial. Es por ello que dedicamos tanto tiempo para ver lo que había en el corazón de todos los salmistas y lo que está ahí oculto en todos los salmos. Ello no es otra cosa que Cristo y la iglesia como casa y ciudad de Dios.
No se sientan frustrados ni perturbados con tantos versículos y expresiones que se encuentran en todos los salmos. Hace años en mi provincia natal, se extraían de la tierra ciertos tipos de cristales. Yo vi por muchos años estas piedras hermosas que se vendían en los mercados, pero un día me mostraron la condición original de ellas: eran piedras grandes, ásperas y sin ninguna belleza. Luego, después de que cortaron esa piedra grande y fea hasta el corazón, me mostraron un cristal muy hermoso, diáfano y de muchos colores. Externamente ese cristal estaba cubierto por muchas capas que no tenían ninguna belleza, pero después que éstas fueron quitadas, apareció a la vista un hermoso cristal. En los salmos encontramos muchos versículos. Aunque no diría que éstos son desagradables, muchos no parecen ser muy significativos. Sin embargo, los necesitamos. Por ejemplo, el salmo 78 es un salmo muy largo que habla del fracaso, infidelidad y deshonestidad del pueblo de Dios. Muchas veces cuando yo era joven, me aburría al leer ese pasaje de la Biblia. Pensaba que sería mucho mejor si hubiera sido más corto. Sin embargo, en ese salmo, hay al menos cuatro versículos, los versículos 65, 66, 68 y 69, los cuales son como cristales. El versículo 65 dice que un día el Señor se despertó como de un sueño, como un valiente. El versículo 66 dice que Él hirió a Sus adversarios; el versículo 68 dice que Él escogió a Judá, el monte Sion; y el versículo 69 dice que Él edificó Su santuario como las alturas y que lo cimentó en la tierra. Éstos son los cristales. No se sientan frustrados ni perturbados con los demás versículos. Debemos simplemente proseguir hasta que nos encontremos con estos versículos tan significativos.
En los salmos del 81 al 83 no encontramos muchos cristales, pero sí hay dos puntos que muestran que la intención de Dios es heredar la tierra. Salmos 82:8 dice: “Levántate, oh Dios, juzga la tierra; / porque heredarás todas las naciones”. Éste versículo es un cristal. La intención de Dios es poseer la tierra por medio de Cristo. Luego en Salmos 83:12 el enemigo dice: “Apoderémonos / de las habitaciones de Dios”. Al juntar estos dos versículos y al compararlos, vemos que la intención de Dios es heredar la tierra y que la maquinación de Satanás es hacer suyas las moradas de Dios. ¿Pueden ver su astucia? He ahí el conflicto. ¿De parte de quién estamos? ¿Estamos de parte de Dios, para que Él posea la tierra, o de parte de Satanás, para que él se apodere de las moradas de Dios?
La intención de Dios es dar a Cristo el lugar que le corresponde por medio de las iglesias locales, y luego, por medio de las iglesias, tomar posesión de toda la tierra. Satanás está enterado de esto, y por eso su meta es tratar de apoderarse de las moradas de Dios y así impedir que Dios tome posesión de la tierra. Sin embargo, según el salmo 83, Dios ciertamente hará algo para mostrarles a Sus enemigos que sólo Él es el Altísimo sobre toda la tierra. “Para que sepan que sólo Tú, cuyo nombre es Jehová, / eres el Altísimo sobre toda la tierra” (v. 18). En estos últimos días tenemos la plena certeza de que Dios va a derrotar a todos Sus enemigos. No importa cuánta desolación el enemigo haya causado, no importa cuánto él continúe haciendo para perjudicar a las iglesias locales, Dios lo derrotará a él. Un día, por medio de las iglesias locales, todo el universo sabrá que sólo Dios es el Altísimo sobre toda la tierra.