
Lectura bíblica: Sal. 107:31-32; 108:1-3; 109:1, 30; 110:1-7
Al final del Libro Cuatro tenemos la consumación, la culminación. Todo ahora ha sido recobrado: Cristo, la casa, la ciudad y la tierra. Aparte de esto, no necesitamos nada más. Lo único que necesitamos hacer es alabar. Por eso, el Libro Cinco, los salmos del 107 al 150, nos muestra cómo la casa de Dios y la ciudad de Dios llegan a ser la alabanza, la seguridad y el deseo de los santos. Además, nos dice cómo Cristo regresará para reinar sobre toda la tierra por medio de la casa de Dios y la ciudad de Dios. En los primeros cuatro libros de los salmos, tenemos a Cristo, la casa, la ciudad y la tierra: ahora, en el Libro Cinco, el último libro de los salmos, tenemos la alabanza, los aleluyas.
Una vez más, en el Libro Cinco, el énfasis es Cristo, mas no se le presenta de manera profunda, sino más bien elevada. El Libro Dos revela algo de Cristo de una manera profunda (Sal. 45); pero el Libro Cinco, como veremos luego, se refiere a Cristo de la manera más elevada. Además, el Libro Cinco recalca aún más la ciudad de Dios; de hecho, habla de la ciudad mucho más que todos los demás libros. La casa ya no se menciona mucho, pues al final ésta desaparece. Cuando nuestro hermano Juan vio la Nueva Jerusalén, él dijo que en la ciudad ya no vio el templo (Ap. 21:22). Cuando llegamos al último libro de los salmos, el templo ha desaparecido por completo, y en cambio tenemos la ciudad como un alto monte. Finalmente y en última instancia, la iglesia local debe llegar a ser una ciudad. Cuando lleguemos al final, alabaremos a Dios por Cristo y la ciudad.
Tomemos, por ejemplo, a la iglesia en Los Ángeles. Mirando retrospectivamente, al comienzo sí percibimos la realidad de la casa de Dios. En un sentido muy real la vida de iglesia era la casa de Dios para nosotros. Luego, gradualmente, poco a poco, empezó a surgir algo de la ciudad. Aunque todavía tenemos algo de la casa, ahora la vida de iglesia es principalmente una ciudad. Esto muestra la mejora que ha experimentado la iglesia local. Espero que algún día todos se puedan llevar la impresión de que la iglesia en Los Ángeles es una ciudad, la ciudad de Dios.
En el Libro Uno, como hemos visto, hay muy poco de la ciudad. En el Libro Uno principalmente vemos a Cristo y la casa. Luego, tanto en el Libro Dos como en el Libro Tres, tenemos la ciudad con la casa. En el Libro Cuatro algo más se añade, pues vemos allí la ciudad con la casa con miras a la tierra. Finalmente, al llegar al Libro Cinco, vemos muy poco de la casa, pero en cambio vemos mucho de Cristo, revelado de una manera muy elevada, con la ciudad, a fin de poseer la tierra.
Examinemos ahora los primeros cuatro salmos del Libro Cinco, los salmos 107, 108, 109 y 110. En los salmos 107 y 108 los santos dan gracias y alaban a Dios por Su cuidado, por la liberación que les provee y por la victoria, todo lo cual se ha logrado por medio de Cristo. “Entonces clamaron a Jehová en su aflicción, / y Él los libró de sus angustias. / Los condujo por camino derecho / para que llegaran a ciudad habitable. / Den gracias a Jehová por Su benevolencia amorosa / y por Sus actos maravillosos en favor de los hijos de los hombres” (107:6-8).
En el salmo 109, en medio de los sufrimientos que experimentan los santos, se encuentra el clamor que Cristo eleva a Dios (cfr. Sal. 109:8; Hch. 1:20). En el salmo 110 vemos la respuesta, esto es, la respuesta que Dios da al clamor de Cristo. Esta respuesta es extremadamente elevada; no digo profunda sino elevada. Martín Lutero dijo que este salmo es el más excelso de todos los salmos. En cierto sentido, estoy de acuerdo con él. Sólo tiene siete versículos, al igual que el salmo 87, un salmo maravilloso que habla acerca de la ciudad. Sin embargo, en el salmo 110 no se nos habla acerca de la ciudad, sino de Cristo en la ciudad. Se divide en cuatro secciones: (1) los primeros tres versículos, (2) el versículo 4, (3) los versículos 5 y 6, y (4) el versículo 7.
El versículo 1 nos dice cómo Dios hace sentar a Cristo a Su diestra: “Jehová dice a mi Señor: / Siéntate a Mi diestra, / hasta que ponga a Tus enemigos / por estrado de Tus pies’” (véase Mt. 22:42-45; Hch. 2:34-36; Ef. 1:20). Este versículo ha sido citado muchas veces en el Nuevo Testamento, más de diez veces se cita textualmente y otras diez veces se alude a él. En total hay más de veinte veces en el Nuevo Testamento donde se nos dice que Cristo está sentado a la diestra de Dios. Por supuesto, fue desde la ascensión que Dios lo hizo sentar a Su diestra. Esto lo comprueba Hebreos 1:3: “Habiendo efectuado la purificación de los pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas”. Él estará sentado allí hasta que Dios ponga a Sus enemigos por estrado de Sus pies. Hoy todavía nos encontramos en el período implícito en la palabra hasta, es decir, todavía nos encontramos en el período en el que Dios está operando para poner a todos los enemigos bajo los pies de Cristo. Este período es la era de la iglesia.
Salmos 110:2 dice: “Jehová extenderá / desde Sion el cetro de Tu poder: / rige en medio de Tus enemigos”. Nosotros sabemos que esto aún no ha ocurrido, pero ciertamente se cumplirá. Esto significa que cuando Dios haya obtenido a Sion de manera completa, Cristo regresará. Entonces, desde Sion, Dios enviará el cetro del poder de Cristo para que rija a todas las naciones. Ese día vendrá.
El versículo 3 dice: “Tu pueblo se ofrecerá voluntariamente / en el día de Tu guerra”. El día de Su guerra está por venir. En cierto sentido aún no ha llegado, pero en el sentido espiritual ahora estamos en el día de la guerra de Cristo. Mientras estamos en las iglesias locales, nos encontramos en el día de Su guerra. Éste es el día cuando todos los Suyos son ofrendas voluntarias. Todos debemos presentarnos como ofrendas voluntarias. Las vidas de jóvenes ofrecidas a Él de esta manera son sumamente preciosas. ¿Es usted una ofrenda voluntaria? ¿Realmente es así?
Tenemos otra frase muy significativa en el versículo 3: en el esplendor de su consagración. Cuando nosotros nos consagramos voluntariamente al Señor, esto tiene cierta belleza, cierto esplendor. En una conferencia reciente que tuvimos en Los Ángeles, el Espíritu se movió poderosamente entre nosotros, y muchos se pusieron de pie para consagrarse a Cristo y a la iglesia. Durante ese tiempo se pudo percibir el esplendor de la consagración.
El lenguaje poético de este salmo es maravilloso. El versículo 3 dice: “Tus jóvenes te serán / como el rocío desde el seno de la aurora”. Eso significa que todos los jóvenes que vienen al Señor son simplemente como el rocío de la mañana. Desde el seno de la aurora, los jóvenes vendrán como el rocío para Cristo. Esto es muy refrescante para Él. Alabado sea el Señor, pues muchos jóvenes hoy están viniendo a Cristo como el rocío desde el seno de la aurora. ¡Qué privilegio tienen ellos de ofrecerse a sí mismos para llegar a ser el rocío que lo refresca! Lo que determina si somos jóvenes o viejos no es nuestra edad física, sino nuestra condición espiritual. He estado en muchos lugares y he visto a muchos jóvenes “viejos” y también a muchos viejos “jóvenes”. Me encanta ver a tantos viejos “jóvenes” en medio de nosotros. Yo me incluyo en este grupo de jóvenes que son para Cristo como el rocío desde el seno de la aurora. Yo no provengo del seno de la noche. Todos debemos ser ofrendas voluntarias, un elemento refrescante para el Señor.
El versículo 4 dice: “Jehová ha jurado, / y no se cambiará: / Tú eres Sacerdote para siempre / según el orden de Melquisedec”. Cristo no sólo ha sido designado como Rey, sino que también ha sido ordenado como Sacerdote. Él es el Rey-sacerdote: el Rey que rige a todas las naciones, y el Sacerdote según el orden de Melquisedec que cuida de nosotros. A fin de entender bien el significado del orden de Melquisedec, debemos leer Hebreos 5, 6 y 7.
El versículo 5 dice: “El Señor está a Tu diestra; / quebrantará a los reyes en el día de Su ira”. El Señor aquí no es Jehová, como en los versículos 1 y 4, sino Adonai, que simplemente significa “el Señor”. El que se menciona aquí no es Dios sino Cristo. Cristo, quien está a la diestra de Dios, quebrantará los reyes en el día de Su ira. Ese día vendrá.
El versículo 6 dice: “Ejecutará juicio entre las naciones; / llenará el lugar de cadáveres; / quebrantará la cabeza / sobre una vasta tierra”. (Véase Sal. 2:10, 12; Dn. 2:44; Ap. 17:12-14; 19:11-21. Estos versículos muestran el cumplimiento de todas estas cosas). Él quebrantará a los reyes y a Sus enemigos en Su ira, y juzgará entre las naciones. Esto ocurrirá tanto en Su segunda venida, así como al final de Su reinado de mil años.
El versículo 7 dice: “Beberá del arroyo junto al camino; / por tanto, levantará Su cabeza”. Esto significa, como en el versículo 3, que Cristo también necesita ser refrescado. Él necesita tanto el rocío de la mañana como el agua fresca junto al camino. “Por tanto, levantará Su cabeza”. ¿Cuál es esta agua en el camino de la cual Cristo bebe? Recuerde que éste es un escrito poético. Según el contexto de todo el salmo, el arroyo mencionado aquí debe de referirse a los santos. Mientras Cristo avanza en Su camino, mientras Él pelea para derrotar a Sus enemigos, necesita ser refrescado; Él necesita de una fuente viviente. Él es nuestra agua viva, y nosotros somos Su bebida. Él nos refresca a nosotros, y nosotros lo refrescamos a Él. Nosotros somos rocío para Él en la mañana y somos el arroyo para Él durante el día, mientras Él avanza en Su camino para pelear contra el enemigo. En lo profundo de mi espíritu creo que esto es acertado. Cristo cabalga en triunfo, y mientras avanza en Su camino, Él lo necesita a usted, me necesita a mí, nos necesita a todos nosotros para que lo refresquemos. Nosotros somos el rocío y el agua que refresca a Cristo para que Él pueda levantar la cabeza. ¿Está usted dispuesto a ser como el rocío y como el arroyo?
Ya abarcamos los primeros cuatro salmos del Libro Cinco, los salmos del 107 al 110. Entre éstos, el salmo 110 alcanza el punto culminante. De hecho, ningún otro salmo es más elevado que el salmo 110 en cuanto a Cristo. Es un salmo muy breve que presenta sólo unos cuantos puntos principales, pero todos éstos son sumamente significativos. El primero de ellos es que Cristo está sentado a la diestra de Dios. Esto alude a Su exaltación y entronización. La importancia de este versículo se ve en el hecho de que se menciona aproximadamente veinte veces en el Nuevo Testamento. Aun el Señor Jesús mismo citó este versículo con frecuencia. Sería de mucho provecho estudiar cada una de estas citas del Nuevo Testamento: unas se encuentran en los primeros tres Evangelios, otras en Hechos, algunas en Efesios, otras en 1 Corintios y muchas de ellas en Hebreos.
El segundo punto en este salmo es la victoria de Cristo. Él obtuvo la victoria, y va a obtener muchas más victorias. El hecho de que Dios haya prometido poner a todos Sus enemigos por estrado de Sus pies es un aspecto de Su victoria.
El tercer punto es Su poder, Su autoridad, Su cetro. Él es Aquel que fue exaltado, Aquel que ha sido entronizado, Aquel que ha obtenido la victoria y Aquel que tiene el cetro. El cetro está en Su diestra (v. 2).
El cuarto punto es que Cristo sigue peleando, y Él peleará hasta el fin. En el versículo 3 encontramos esta frase: en el díade Tu guerra. Esto no sólo es el día de Su poder, sino también el día de Su lucha. Es entonces que el pueblo se le ofrecerá voluntariamente en el esplendor de su consagración. Es entonces que los jóvenes serán como el rocío del seno de la aurora y como el arroyo junto al camino. Cristo necesita ser refrescado porque está luchando. Por un lado, este salmo nos dice que Él obtuvo la victoria, pero por otro nos dice que sigue peleando. Él peleará hasta el fin. A través de este salmo tan breve podemos percatarnos de muchas cosas.
El quinto punto es que Él es hoy en día el Sacerdote. Él es el Rey, el Guerrero y también el Sacerdote. Él es un Sacerdote según el orden de Melquisedec, no conforme a la ley del mandamiento carnal, sino según el poder de una vida indestructible (He. 7:16). No nos damos cuenta de cuánto Él, como nuestro Sacerdote, ora por nosotros y nos sustenta durante el día. Él está allí a la diestra de Dios como Rey para ocuparse de los intereses de Dios en todo el universo; Él está allí como Sacerdote para cuidar de nosotros; y también está allí como Guerrero, peleando contra Sus enemigos.
El sexto punto es que Él finalmente regresará.
Al combinar todos estos seis puntos, podemos ver claramente que el salmo 110 es la cúspide en cuanto a la revelación de Cristo. Cristo hoy en día, según el salmo 110, está a la diestra de Dios, el lugar más encumbrado del universo. Hebreos 1:3 dice que Él “se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas”, el lugar más encumbrado. El salmo 110 no nos dice solamente dónde está Cristo, sino también qué es Él. Él es el Rey, Aquel que ha obtenido la victoria, el Guerrero, el Sacerdote y Aquel que viene; Él es al menos estas cinco cosas. En este salmo tan breve de sólo siete versículos podemos ver todos estos asuntos. Este salmo, el cual nos presenta la revelación más elevada de Cristo, no se halla en el primer libro de Salmos sino en el último. Es en el Libro Cinco que llegamos a la cúspide.