
Lectura bíblica: Sal. 3:4; 5:7, 11; 8:1-9; He. 2:6-10; Ef. 1:22-23
Ahora proseguiremos del salmo 2 al salmo 8. Si usted no ha visto la diferencia entre el salmo 1 y el salmo 2, le será difícil avanzar al salmo 8. Por esta razón, antes de proseguir al salmo 8, debemos detenernos un poco más y examinar los salmos 1 y 2. En el capítulo 1 declaramos con denuedo que el salmo 1 no es muy positivo, especialmente para nosotros los cristianos hoy en día. Si usted aboga por el salmo 1, esto significa que seguramente es un santo del Antiguo Testamento y que no pertenece aquí. En la vida de iglesia debe haber santos neotestamentarios, no santos del Antiguo Testamento.
Hemos señalado que en el Libro Uno de Salmos, la intención de Dios es hacer que los santos que le buscan se vuelvan de la ley a Cristo a fin de que disfruten de la casa de Dios. Definitivamente, si nosotros estamos a favor de la ley, nos será difícil entrar en la casa para disfrutar a Dios. Debemos volvernos de la ley a Cristo; entonces nos hallaremos en la casa de Dios y disfrutaremos de todas Sus riquezas.
El libro de Gálatas fue escrito con el propósito de mostrar la diferencia entre la ley y Cristo. En la época en que fue escrito, los judíos ancianos estaban haciendo todo lo posible por introducir el concepto de la ley en las iglesias, lo cual era una distracción de Cristo, un sustituto de Cristo. Por lo tanto, el apóstol Pablo escribió esta carta, en la que les decía a los santos que la ley era algo que pertenecía al pasado y que ahora Cristo nos ha sido dado a nosotros. No estamos a favor de la ley; ahora estamos a favor de Cristo.
Gálatas 3:24 dice que la ley fue nuestro ayo. En la antigüedad, conforme a la costumbre judía, los padres usaban a un siervo como ayo para llevar a sus hijos a un maestro que vivía en cierta casa. Pablo aquí compara la ley con dicho ayo. “De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo”. Cristo es el Maestro, y la ley es el ayo que nos lleva a Cristo para que seamos justificados por la fe. “Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo” (v. 25). Cristo ha venido, y ahora Él mora en nosotros. Por lo tanto, el ayo ha pasado y ya no lo necesitamos.
Gálatas 5:4 dice: “Habéis sido reducidos a nada, separados de Cristo, los que buscáis ser justificados por la ley; de la gracia habéis caído”. Éste es un asunto muy serio. Si usted trata de guardar la ley, esto significa que ha sido reducido a nada, separado de Cristo y ha caído de la gracia. ¿Abogaría aún por la ley? Si lo hace, las consecuencias son terribles.
El problema de la ley tiene dos orígenes: (1) nuestro concepto humano, natural y religioso, y (2) la pobreza del cristianismo, incluyendo el cristianismo fundamentalista. Muchas veces en la cristiandad, después que las personas han sido traídas a la gracia, de inmediato se les ha enseñado que guarden la ley. Así, han sido conducidas a una situación en la que se hallan parcialmente en la gracia y parcialmente en la ley. Los cristianos dicen que conocen la gracia, pero sólo conocen un cincuenta por ciento de ella, y aún me atrevería a decir que menos de un cincuenta por ciento. La gracia debe ser el cien por cien; en la gracia no hay ningún elemento de la ley. De manera que si usted aún aboga por la ley, ha caído de la gracia. Éstas no son mis palabras ni mi propia enseñanza, sino una cita de la Palabra santa. Éste es el concepto de Dios que se halla en Su Palabra, y específicamente en el Nuevo Testamento.
En Gálatas 2:19 Pablo dijo: “Porque yo por la ley he muerto a la ley”. ¿Por qué ama usted tanto la ley? ¿Está usted casado con la ley? Sé que cuando les digo que el salmo 1 no es tan bueno, muchos de ustedes estarán en desacuerdo conmigo. La primera vez que hablé de esta manera del salmo 1 fue en 1956. En aquel tiempo ofendí a muchas personas. Si no tuviéramos el Nuevo Testamento, sino únicamente el libro de Salmos, usted podría ganar el argumento. Sin embargo, hoy podemos decir: ¡Aleluya!, pues tenemos el libro de Salmos y también el Nuevo Testamento. El Antiguo Testamento es simplemente un libro que contiene ilustraciones; pero las definiciones de ellas se hallan en el Nuevo Testamento. Tengo el denuedo de decir que este concepto es acertado, porque es el concepto que nos presenta el Nuevo Testamento. Por la ley he muerto a la ley. ¿Cómo puede su conciencia cristiana justificarlo en su deleite en la ley? Por la ley he muerto a la ley; es decir, ya no tengo nada que ver con la ley, a fin de vivir para Dios. “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gá. 2:20).
Prosigamos a Romanos 10:4: “El fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree”. ¿Tiene usted claro lo concerniente a la ley? Cristo es el fin de la ley. ¿Qué entonces del salmo 1? El salmo 2 es el fin del salmo 1. Si usted tiene el salmo 2, entonces debe olvidarse del salmo 1.
Cuando el Señor Jesús estuvo en el monte de la transfiguración, Pedro habló de manera disparatada. Dijo: “Señor, bueno es que nosotros estemos aquí; si quieres, haré aquí tres tiendas: una para Ti, otra para Moisés, y otra para Elías” (Mt. 17:4). Moisés era el representante de la ley, y Elías era el representante de los profetas. Después que Pedro dijo estas palabras, se escuchó del cielo una voz que decía: “Éste es Mi Hijo, el Amado, en quien me complazco; a Él oíd” (v. 5). Después de esto, Moisés y Elías desaparecieron y únicamente quedó Cristo. Cuando ellos alzaron sus ojos, “a nadie vieron sino a Jesús solo” (v. 8). Ya no estaba la ley ni los profetas, sino solamente Cristo. Si usted aún estima tanto el salmo 1, esto significa que está haciendo dos tiendas, una para Cristo y otra para Moisés. Eso es absurdo. Debemos escuchar la voz del cielo que dice: “Éste es Mi Hijo, el Amado [...] a Él oíd”, ¡Cristo y nada más!
Incluso podemos declarar con denuedo que debemos poner el salmo 2 sobre nuestra cabeza y el salmo 1 bajo nuestros pies. ¿Cómo podemos poner parte de la Biblia bajo nuestros pies? Ése no es mi pensamiento, sino el pensamiento que nos comunica la Biblia misma. Remítase a Apocalipsis 12. Allí vemos a una mujer maravillosa y universal: “Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas” (v. 1). Esta mujer representa a todos los escogidos de Dios; al final ella llegará a ser la Nueva Jerusalén. Ella está vestida del sol, tiene la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza hay doce estrellas. ¿Qué significan estas cosas? Ellas denotan tres diferentes dispensaciones: la dispensación del sol, la dispensación de la luna y la dispensación de las doce estrellas. Sin lugar a dudas, la era del Nuevo Testamento es la dispensación del sol. La luna corresponde al Antiguo Testamento, la era de la ley. La luna es buena, pero muy inferior al sol; asimismo, la ley es buena, pero está muy inferior al Nuevo Testamento. Ahora nos encontramos en la era del sol; la era de la luna, la ley, está bajo nuestros pies. La dispensación de las estrellas era la era de los patriarcas. Éstas son las tres dispensaciones. La era de los patriarcas era el período de los antepasados antes de la ley, desde los tiempos de Adán o Abel hasta Moisés. Luego de Moisés a Cristo tenemos la era de la luna, que fue un período nocturno. Pero luego Cristo vino, y Cristo es el sol. Cuando Cristo vino, el día amaneció, el sol se levantó. Debemos entender cuál es la posición de la ley. La era de la ley está debajo de nuestros pies. Éste es el concepto que nos presenta la Biblia.
Un sesenta por ciento del salmo 2 ha sido citado en el Nuevo Testamento, ya sea de manera directa o indirecta. El pensamiento del salmo 2 es el mismo que hallamos en el Nuevo Testamento; así, en cierto sentido, podemos encontrar allí cada uno de los elementos del salmo 2. Si juntamos todos estos elementos que se hallan en el Nuevo Testamento, obtendremos otro salmo 2. Examinemos brevemente algunos de los versículos del Nuevo Testamento para que nos llevemos una impresión más profunda.
Hemos visto que la primera sección del salmo 2, los versículos del 1 al 3, muestra la oposición a Cristo por parte de los gobernantes del mundo. Esto empezó a cumplirse cuando Cristo fue traicionado y llevado a juicio ante Pilato, lo cual se menciona en Hechos 4:25-28, que dice: “Que mediante el Espíritu Santo, por boca de David nuestro padre Tu siervo dijiste: ‘¿Por qué se han enfurecido los gentiles, y los pueblos planean cosas vanas? Se levantaron los reyes de la tierra, y los príncipes se juntaron en uno contra el Señor, y contra Su Cristo’. Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad contra Tu santo Siervo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, para hacer cuanto Tu mano y Tu consejo habían predestinado que sucediera”. Este cumplimiento continuará hasta el tiempo de Apocalipsis 19:19, que dice: “Y vi a la bestia [el anticristo venidero], a los reyes de la tierra y a sus ejércitos, reunidos para guerrear contra Aquel que montaba el caballo, y contra Su ejército”. Cristo es Aquel que está montado en el caballo, y el anticristo, los reyes y todos sus ejércitos están guerreando contra Él. Éste será el último intento por parte de los gobernantes del mundo de oponerse a Cristo. ¡Alabado sea el Señor! El cumplimiento de la primera sección del salmo 2 empezó con Poncio Pilato y concluirá con la bestia, el anticristo.
En la segunda sección del salmo 2, Dios declaró que Él ungió a Cristo, Su Rey, y que lo puso sobre Sion, Su santo monte. Con respecto a esto debemos leer Hechos 2:36, que dice: “Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo”. Ésta es la declaración de Dios. Ahora, Apocalipsis 19:16, 20 y 21 dicen: “En Su vestidura y en Su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES [...] Y la bestia fue apresada, y con ella el falso profeta que había hecho delante de ella las señales con las cuales había engañado a los que recibieron la marca de la bestia, y habían adorado su imagen. Estos dos fueron lanzados vivos dentro del lago de fuego que arde con azufre. Y los demás fueron muertos con la espada que salía de la boca de Aquel que montaba el caballo, y todas las aves se saciaron de las carnes de ellos”. Luego Apocalipsis 20:4 dice: “Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, y los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años”. Esta declaración hecha por Dios en la segunda sección del salmo 2 tiene una larga duración, pues Dios hizo esta declaración cuando Jesús fue resucitado y ascendió, y luego esta declaración continúa y prevalece en el presente, y continuará hasta que vengan los mil años del reino. Por otro lado, junto con esta declaración, Dios le ha causado y aun le causará gran destrucción al enemigo: Él destruyó el Imperio romano y muchas otras potencias mundiales que intentaron oponerse a Cristo.
La tercera sección del salmo 2 es la declaración que hace Cristo mismo. Leamos Hechos 13:33: “Dios ha cumplido [esta promesa] a los hijos de ellos, a nosotros, resucitando a Jesús; como está escrito también en el salmo segundo: ‘Mi Hijo eres Tú, Yo te he engendrado hoy’”. La palabra “hoy” se refiere al día de la resurrección. Este mismo versículo se cita en Hebreos 1:5. En el salmo 2 Cristo declaró que Dios el Padre le daría por herencia todas las naciones. Esto se cumple en Apocalipsis 11:15, que dice: “El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: El reinado sobre el mundo ha pasado a nuestro Señor y a Su Cristo; y Él reinará por los siglos de los siglos”. Salmos 2:9, que nos habla del gobierno de Cristo, se cumple en Apocalipsis 2:26-27: “Al que venza y guarde Mis obras hasta el fin, Yo le daré autoridad sobre las naciones, y las pastoreará con vara de hierro, y serán quebradas como vasijas de barro; como Yo también la he recibido de Mi Padre”. También, Apocalipsis 19:15 dice: “De Su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y Él las pastoreará con vara de hierro”.
Apocalipsis 6:15-17 es el cumplimiento de la última sección del salmo 2, la predicación del evangelio, en la que se amonesta a las personas a volverse a Cristo, a refugiarse en Él y a besarlo, pues se encenderá Su ira: “Los reyes de la tierra, y los grandes, los generales, los ricos, los poderosos, y todo esclavo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes; y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de Aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; porque el gran día de la ira de Ellos ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?”. Ésta no es una cita literal del salmo 2, pero el pensamiento, el concepto, ha sido adoptado del salmo 2. Un día Cristo se airará; la ira del Cordero se desatará. Por lo tanto, los reyes deben ser prudentes y refugiarse en Él.
Si usted ha de entender apropiadamente el salmo 8, debe guardar en su ser el salmo 2. El salmo 2 nos dice que Cristo es el centro de la economía de Dios, el centro de la administración de Dios. Dios declaró a toda la tierra: “Yo he establecido Mi rey / sobre Sion, Mi monte santo” (v. 6). No se preocupe por tantas cosas; preocúpese únicamente por esto: Dios ha declarado que ha ungido, designado y establecido a Cristo como Rey. No piense que puede haber otro mensaje más claro que lo hallado en el salmo 2. Es muy breve, pero a la vez muy poderoso. Primero tenemos la declaración de Dios, luego la declaración de Cristo y, por último, la predicación del evangelio.
Sin embargo, después de estas claras palabras tenemos los salmos 3, 4, 5, 6 y 7. ¿Qué de estos salmos? ¿Son buenos o malos? Es difícil decir, pues son una mezcla impura: unas partes son buenas, mientras que otras son pobres y deficientes. Al leer estos cinco salmos —3, 4, 5, 6 y 7— uno puede captar su concepto principal: los santos, con base en su concepto de la ley y confiando en la justicia de Dios, le piden a Dios que juzgue a sus adversarios en la tierra. ¿Es esto bueno o malo? Creo que si todos hemos entendido claramente el salmo 2, no necesitamos estos cinco salmos. Inmediatamente después del salmo 2, podemos cantar: “¡Qué victoria, aleluya!”. No tenemos que presentarle nuestro caso a Dios, diciendo: “Oh Dios, Tú eres tan justo; oh Dios, ¡cuántos enemigos tengo yo en la tierra! ¡Oh Dios, debes hacer algo por mí!”. Es de esto que nos hablan los salmos del 3 al 7. Después de la declaración decisiva y gloriosa hecha en el salmo 2, ciertamente tales ruegos lastimosos no son necesarios. Sin embargo, nosotros somos culpables de esto mismo. A veces después que escuchamos un mensaje que es poderoso y claro, seguimos clamando: “Oh Señor, oh Señor, ¡cuán terrible es el enemigo!; él me asedia día y noche; ¡oh Señor, ayúdame!”. Ésta es la historia de estos cinco salmos. Después del salmo 2, sigue imperando una situación lamentable entre los santos que buscan de Dios.
Pero preste atención: incluso en este nivel tan bajo, en esta situación tan lamentable, los santos aún se dan cuenta de que hay algo en la casa de Dios, que Dios ha escuchado su clamor y ha contestado su oración desde Su monte santo. ¿Cuál es Su monte santo? Es el lugar donde está la casa de Dios. A veces, aunque le rogamos a Dios que tenga misericordia de nosotros en un asunto o en otro, aún nos percatamos de lo bueno que es estar en la iglesia local. Aún disfrutamos de la casa de Dios, la iglesia local. Por lo tanto, los santos dijeron: “Con mi voz clamo a Jehová, / y Él me responde desde Su monte santo” (3:4). Y otra vez dice: “Mas yo, en la abundancia de Tu benevolencia amorosa / entraré en Tu casa; me postraré hacia tu templo santo / en temor ante Ti” (5:7). Ellos no entendían todo claramente, pero, a pesar de ello, continuaban disfrutando de la casa de Dios.
Por lo tanto, los salmos del 3 al 7 no son tan malos, pero tampoco tan buenos. Cuando avancemos del Libro Uno de Salmos al Libro Dos, notaremos el progreso. Luego, del Libro Dos al Libro Tres, notaremos aún más progreso. Asimismo veremos un progreso adicional del Libro Tres al Libro Cuatro, y del Libro Cuatro al Libro Cinco la situación entre los santos mejora a lo sumo. Cuando lleguemos al último libro de Salmos, ya no encontraremos súplicas, sino únicamente alabanzas: ¡Aleluya! ¡Aleluya! No se ofenda con mis comentarios acerca de los primeros salmos. Tenga paciencia y continúe leyendo hasta el final del libro y verá el resultado. Le ruego a usted que se abstenga de emitir cualquier juicio hasta que llegue al final.
Después del salmo 2 aún tenemos estos cinco salmos que son como una mezcla impura, pues no son tan claros ni tan buenos, pero, a pesar de ello, contienen algo del disfrute de la casa de Dios.
¡Alabado sea el Señor porque después de los salmos del 3 al 7 llegamos al salmo 8! “Oh Jehová, Señor nuestro, / ¡cuán excelente es Tu nombre en toda la tierra!” (v. 1). ¡Cuán grande es la diferencia! “Por la boca de los niños y de los que maman [no de los gigantes, sino de los niños, los que maman, los pequeños] / has establecido fortaleza” (v. 2). No encontramos aquí ningún ruego, oración ni súplica, sino simplemente alabanzas. Los pequeños, los que maman, pueden alabar, y esta alabanza hace callar al enemigo. En los salmos anteriores leímos: “Oh Dios, oh Dios, ¡muchos son los que se levantan contra mí! ¡Mis enemigos, mis enemigos, oh Señor, oh Dios!”. Pero cuando llegamos al salmo 8, lo que encontramos es algo maravilloso. Las alabanzas de la boca de los niños, de los que aún maman, le cierran la boca al enemigo. No es necesario que roguemos; no es necesario que clamemos y pidamos; lo único que tenemos que hacer es alabar. Nuestras alabanzas hacen callar al enemigo. No diga: “¡Oh, oh, cuántos enemigos tengo!”. No sea así de necio. Hacer esto es tan absurdo como permanecer en un cuarto oscuro cuando tiene la electricidad disponible en una lámpara eléctrica. Usted no diría: “¡Oh Dios, cuán oscuro es este lugar! ¡Oh Dios, ten misericordia de mí, pues estoy en tinieblas!”. En vez de ello, usted simplemente encendería la luz. Dios está dentro de usted. ¿Acaso no lo tiene? Por lo tanto, no llore, no suplique, ni haga que los demás sientan lástima de usted. Dé gritos de aleluya y active el interruptor de la electricidad. El clamor y las súplicas se encuentran en los salmos 3, 4, 5, 6 y 7; pero los gritos de aleluya y la acción de encender el interruptor, de “activar” al Señor, se hallan en el salmo 8. “Oh Jehová, Señor nuestro, / ¡cuán excelente es Tu nombre en toda la tierra! [...] / Por la boca de los niños y de los que maman / has establecido fortaleza [...] / para detener al enemigo”. ¡Aleluya!
Sin embargo, debemos entender que esta alabanza está relacionada con Cristo. Si no hay electricidad en el cuarto, no importa cuántos gritos demos de aleluya, no importa cuánto tiempo pasemos moviendo el interruptor, todo será inútil; el cuarto permanecerá oscuro y sin luz. Nuestros aleluyas se basan en la electricidad; nuestras alabanzas se basan en Cristo. Si no existiera ningún Cristo en el universo, tendríamos un verdadero motivo para llorar. No podríamos alabar, y aun si lo hiciéramos, no serviría de nada. Pero, ¡alabado sea el Señor, pues tenemos a Cristo! ¡Aleluya, tenemos a Cristo! ¡Y qué Cristo tan maravilloso tenemos! El Cristo en este salmo es un Cristo inefable y colmado de gloria. En el salmo 8 tenemos la encarnación de Cristo, la ascensión de Cristo, la entronización de Cristo, el señorío de Cristo, la autoridad de Cristo y el reino de Cristo. Además de todo esto, también tenemos el Cuerpo de Cristo. Ya que Cristo es así de maravilloso, ciertamente tenemos que alabarlo. Debido a que Él es tal Cristo, nuestra alabanza es ciertamente eficaz.
¿Se ha dado cuenta usted de que el Cristo del salmo 8 se encarnó como hombre? Sin Hebreos 2 sería difícil descubrir que el salmo 8 hace referencia a Cristo el hombre. Hebreos 2 nos revela que el hombre mencionado en el salmo 8 es Cristo. Dios hizo a Cristo un poco inferior a los ángeles; esto se refiere a la encarnación, y Él era un hombre llamado Jesús. Después de la encarnación, este hombre fue coronado de gloria y de honra en Su ascensión, lo cual incluye Su resurrección. Cristo fue coronado de gloria y de honra porque Él resucitó y ascendió a los cielos. Por lo tanto, la ascensión incluye la resurrección. Después de esto dice que todas las cosas fueron puestas bajo Sus pies. Esto se refiere a Su señorío sobre todas las cosas. Cristo ahora tiene el dominio, el señorío, la autoridad y el reinado. La simple palabra pies alude a Su Cuerpo. Él tiene un Cuerpo. Efesios 1:22 y 23 dicen que Dios “sometió todas las cosas bajo Sus pies, y lo dio por Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es Su Cuerpo”. Los dos pies son miembros del Cuerpo. Por lo tanto, tenemos la encarnación, la resurrección, la ascensión, la entronización, el señorío, el reinado, el reino y el Cuerpo de Cristo. El Cuerpo se compone de los muchos santos que serán introducidos en la gloria según lo dicho en Hebreos 2. El día vendrá cuando Él será la Cabeza en el dominio de Dios, y nosotros seremos el Cuerpo bajo Su señorío y en Su reino para gobernar toda la tierra. En ese día todos exclamaremos: “Oh Jehová, Señor nuestro, ¡cuán excelente es Tu nombre en toda la tierra!”. Hoy en día, debemos tener una visión que nos permita ver hasta el final. No debemos preocuparnos por la situación actual; debemos poner nuestra mirada en aquel día. Tarde o temprano ese día vendrá. Tarde o temprano todas estas situaciones lamentables pasarán. ¡Alabado sea el Señor!
¿Alguna vez se dio cuenta de que en los salmos del 3 al 7 hay una oración para hacer en la noche y otra para hacer en la mañana? El salmo 3 es una oración que ha de ser ofrecida en la noche, y el salmo 5 es una oración que ha de ser ofrecida en la mañana. Cuando me voy a acostar, puedo orar el salmo 3, y cuando me levanto por la mañana, puedo orar el salmo 5. Pero si verdaderamente hemos visto algo de los salmos 2 y 8, no ofreceremos ni la oración de la noche ni la oración de la mañana, sino que únicamente tendremos alabanzas para Cristo, y diremos: “¡Mirad, hay un hombre en la gloria! Él se encarnó, fue hecho un poco inferior a los ángeles; fue a la cruz y padeció la muerte; fue resucitado y ascendió a los cielos; fue entronizado y hecho Cabeza, Rey y Señor sobre todas las cosas. ¡Aleluya, aleluya, aleluya!”. ¿Tiene usted todavía ciertas oraciones que ofrece en la noche y otras que ofrece en la mañana? ¿Es usted tan piadoso, tan religioso? Tiene usted una oración para la hora del desayuno, otra para la hora del almuerzo y otra para antes de la cena? Si usted ha visto a Cristo, únicamente podrá decir: “Oh Jehová, Señor nuestro, / ¡cuán excelente es Tu nombre en toda la tierra!”. En la mañana, en la noche, cuando esté sentado a la mesa a la hora del desayuno, a la hora del almuerzo o a la hora de la cena, o a cualquier otra hora, usted dirá: “Oh Jehová, Señor nuestro, / ¡cuán excelente es Tu nombre en toda la tierra!”. Usted no tendrá una oración para una ceremonia de bodas y otra para un funeral. En cualquier circunstancia usted sólo podrá decir: “He visto a Cristo; he visto la economía de Dios en Cristo; no me importa nada más sino Cristo. ¡Oh Señor, amén, Aleluya!”.
El salmo 2 nos dice que Cristo es el centro de la administración de Dios en todo el universo. Luego el salmo 8 sigue este hilo diciéndonos que este Cristo es Aquel que se encarnó y fue resucitado, Aquel que ascendió a los cielos y está entronizado y coronado de gloria y de honra. Él tiene el señorío, la autoridad, el reinado y el dominio sobre todas las cosas junto con Su Cuerpo. ¡Él es un Cristo maravilloso! Si hemos visto a este Cristo, no podremos hacer otra cosa que alabarlo.
En los salmos del 3 al 7 los escritores estaban muy ocupados con los adversarios y con sus propios problemas, y por eso le pidieron a Dios que les resolviera estos problemas. Pero la respuesta a todo ello se halla en el salmo 8. Es por medio del Cristo que se encarnó, que se identificó con el hombre, que fue coronado de gloria y que se le dio, junto con Su Cuerpo, el señorío sobre todas las cosas, que los problemas en la tierra pueden ser resueltos. La solución abarca desde la encarnación hasta el tiempo del reino; luego, cuando el reino venga, Cristo junto con Su Cuerpo tendrá dominio sobre todas las cosas. En aquel tiempo todos los problemas de la tierra serán resueltos. Éste es el contenido del salmo 8. ¿Por qué el nombre del Señor es tan excelente en toda la tierra? Porque Cristo se encarnó para efectuar la redención, fue resucitado para impartir vida a Su Cuerpo, fue coronado de gloria y fue entronizado y se le dio el señorío sobre todas las cosas junto con Su Cuerpo. El día vendrá cuando Cristo y Su Cuerpo ejercerán Su autoridad. No es necesario que usted ore por esto y aquello; simplemente espere y alabe. ¡Alabe todo el día a causa de este Cristo!
En los pasados cincuenta años he venido observando de cerca la historia mundial. Ha habido guerras mundiales y otras guerras. La Liga de las Naciones vino y se fue. La Organización de las Naciones Unidas fue formada para traer la paz mundial. El linaje humano ha hecho todo lo posible por resolver sus problemas, pero cuantos más problemas resuelve, más problemas tiene. El hecho es que nadie puede resolver los problemas. Usted simplemente espere y alabe. ¡Aleluya, Cristo regresará! Él fue dado por Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, y junto con Su Cuerpo tendrá el dominio sobre todas las cosas. En aquel tiempo, todo problema será resuelto. Yo estoy esperando a que esto suceda. Cuanto más envejezco, más espero esto, y más cerca estoy de ese día. Oh, entonces todos exclamemos: “Oh Jehová, Señor nuestro, / ¡cuán excelente es Tu nombre en toda la tierra!”.
¡Cuán excelente Tu nombre es En la tierra, oh Señor! Que toda lengua y nación Proclamen su valor. Fundaste fuerza y loor De la boca infantil, Para callar a Satanás Y acelerar su fin.
Al contemplar los cielos que Tu mano así formó, La luna y las estrellas mil Que Tu plan diseñó, ¿Qué es el hombre para que Tú te acuerdes de él? ¿Y el hijo de hombre a quien Tú visitaste fiel?
Tú eres, oh Señor Jesús, Aquel que se humanó, Quien con la carne se vistió Sufriendo humillación; Mas coronado fuiste ya Con gloria y honor Y por Tu Cuerpo todo está Bajo Tus pies, Señor.
Vemos aquí Tu encarnación Y la resurrección, Tu señorío y reino con Tu Cuerpo en ascensión. Por estos pasos, oh Señor, Fundaste así loor; Con rebosante corazón Alzamos nuestra voz.
¡En breve el día llegará, Tal dicho se oirá! Mas en la iglesia hoy está Un presabor real. ¡Cuán excelente Tu nombre es En la tierra, oh Señor! Que toda lengua y nación Proclamen su valor.
(Hymns, #1097)