
Lectura bíblica: Sal. 111:1, 10b; 112:1a; 113:1-3; 115:18b; 116:13, 17-19; 117:1-2; 118:22-24, 26-27; 119:14, 24, 36, 59, 62, 103, 105, 111, 164, 167; 122:1-9; 125:1-2
En el capítulo anterior abarcamos los salmos 107, 108, 109 y 110. En ese grupo de cuatro salmos, el salmo 110 representa el punto culminante. Ningún otro salmo es más elevado que éste en cuanto a Cristo. Aunque es muy breve y contiene sólo unos pocos puntos principales, éstos son sumamente significativos.
Ahora llegamos a los salmos del 111 al 119, los cuales están llenos de las alabanzas que los santos ofrecen a Dios. Podemos llamar estos salmos los “salmos de los aleluyas”. Debido a que acabamos de alcanzar la cumbre en cuanto a Cristo en el salmo 110, debemos exclamar: “¡Aleluya!”. Es por ello que el primer versículo del salmo 111 empieza con la palabra aleluya, y luego encontramos tantos aleluyas en todos estos salmos. Estas alabanzas se escuchan “en el concilio [...] y en la asamblea” (v. 1) y “en los atrios de la casa de Jehová, / en medio de ti, oh Jerusalén. / Aleluya” (116:19).
Ahora llegamos al salmo 118, al que todos los maestros de la Biblia reconocen como el último salmo en cuanto a Cristo. No olvide los cinco puntos en cuanto a Cristo que vimos en el salmo 110: Él es el Rey entronizado, Aquel que ha obtenido la victoria, el Sacerdote según el orden de Melquisedec, el Guerrero y Aquel que viene. Esto es sin duda maravilloso, pero a este salmo le falta un asunto, pues no dice nada de que Cristo es para el edificio. Ahora, en el salmo 118 el Cristo que es para el edificio se nos presenta de una manera maravillosa. El versículo 22 dice: “La piedra que rechazaron los edificadores / ha venido a ser cabeza del ángulo”. Aunque este versículo es muy breve, no podemos expresar con palabras todo lo que significa para nosotros y para Dios. Dicho versículo ha sido usado y citado muchas veces en el Nuevo Testamento. Éste es el Cristo que es para el edificio. Hoy en día Cristo no solamente es el Rey que ha sido entronizado, el Sacerdote que ha sido ordenado, Aquel que ha obtenido la victoria, el Guerrero y Aquel que viene, sino que además es la piedra rechazada por los edificadores. La nación judía, el pueblo judío, eran los edificadores de Dios. Dios los usó para edificar algo para Él en la tierra, pero ellos rechazaron la mejor piedra de todas. Incluso el Señor Jesús, cuando estuvo en la tierra, citó este versículo. Él fue muy franco; les preguntó a los judíos si ellos habían leído lo que dice la Escritura en el salmo 118: “¿Nunca leísteis en las Escrituras: ‘La piedra que rechazaron los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo. De parte del Señor fue esto, y es cosa maravillosa a nuestros ojos’?” (Mt. 21:42).
Hoy en día, Cristo es la piedra designada para el edificio de Dios. “Edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la piedra del ángulo Cristo Jesús mismo, en quien todo el edificio, bien acoplado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor” (Ef. 2:20-21). “Acercándoos a Él, piedra viva, desechada por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa [...] Por lo cual también contiene la Escritura: ‘He aquí, pongo en Sion una piedra angular, escogida, preciosa’ [...] Para vosotros, pues, los que creéis, Él es lo más preciado; pero para los que no creen, ‘la piedra que los edificadores desecharon, ha venido a ser la cabeza del ángulo’” (1 P. 2:4, 6-7). “Este Jesús es la piedra menospreciada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo” (Hch. 4:11). Incluso Pedro delante de los principales sacerdotes dijo que Cristo llegó a ser la piedra angular.
El Cristo que es la piedra angular incluye Su resurrección, Su ascensión, Su entronización y Su ordenación. Él no es solamente el Rey y el Sacerdote, sino también la piedra designada para el edificio de Dios. En otro sentido, Él también es el Edificador; pero aquí lo que queremos recalcar es que Él mismo es el material apto para el edificio. Él es la piedra angular, y todos nosotros somos las demás piedras producidas a partir de Él. Él es la piedra viva y nos ha hecho a todos nosotros piedras vivas (1 P. 2:4-5). Él es la piedra resucitada, y en Su resurrección nosotros fuimos hechos piedras vivas. Por lo tanto, Él no solamente es la piedra de edificación, sino también la piedra que produce muchas otras piedras. Él es la principal piedra viva que produce muchas otras piedras vivas. ¡Alabado sea el Señor!
En el Libro Cinco, tenemos principalmente estos dos salmos acerca de Cristo, los salmos 110 y 118. Estos salmos se hallan en la cúspide. Debemos adorar a Dios por ellos y darle gracias porque no sólo tenemos el salmo 110, sino también el salmo 118. Sin el salmo 118 el relato acerca de Cristo no estaría completo. El reinado de Cristo tiene como finalidad el edificio, así como el sacerdocio, la victoria, la guerra y la venida de Cristo. Si sólo tuviéramos el salmo 110 y no el salmo 118, simplemente tendríamos los medios mas no la meta. El salmo 118 nos presenta la meta: la meta es el edificio.
Salmos 118:23 dice: “De parte de Jehová es esto; / y es maravilloso a nuestros ojos”. ¿Qué es esta cosa de parte de Jehová? Los judíos clavaron a Cristo en la cruz; ellos lo crucificaron y sepultaron, y después de esto se fueron a dormir. Pensaron que en lo sucesivo todo marcharía como de costumbre, pues habían acabado con ese “alborotador”, Jesús. Sin embargo, después les vinieron noticias de que Él estaba vivo nuevamente y que la tumba estaba vacía. Él había resucitado y ascendido a los cielos, y el día de Pentecostés Él proclamó por medio de Sus apóstoles que el mismo Jesús a quien ellos habían crucificado había sido honrado por Dios el Padre, siendo resucitado, exaltado y hecho Señor y Cristo (Hch. 2:32-36). Se le hizo saber a la casa de Israel que Dios había hecho de la piedra que ellos habían rechazado, cabeza del ángulo. Esto era de parte de Jehová. La resurrección, la exaltación, el hecho de hacer sentar a Cristo a la diestra de Dios y el hecho de hacerlo la piedra angular son cosas de parte de Jehová. ¡Esto es maravilloso a nuestros ojos! ¿No lo habían sepultado los judíos? Sí, pero a pesar de esto, Él está ahora a la diestra de Dios. Esto es de parte de Jehová. ¡Aleluya! Salmos 118:24 dice a continuación: “Éste es el día que Jehová ha hecho; / exultemos y regocijémonos en él”. El día del cual se habla aquí en este versículo es el día de la resurrección. El día del Señor es el día de la resurrección. Nosotros debemos exultar y regocijarnos en este día. Un día del Señor tras otro, no podemos hacer otra cosa que exultar y regocijarnos.
Este salmo en cuanto a Cristo no termina aquí, pues aún tenemos otros versículos maravillosos. El versículo 26 dice: “Bendito el que viene en el nombre de Jehová”. ¿Quién es éste? Es Cristo como el Mesías que estaba por venir; Él es Aquel que vendría en el nombre del Señor. Este versículo se cumplió una vez, cuando Cristo entró por las puertas de Jerusalén mientras estaba en la tierra. En aquel tiempo la multitud tendía sus mantos delante de Él y daba voces, diciendo: “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!” (Mt. 21:9). Sin embargo, después de esto, en Mateo 22, el pueblo judío lo rechazó; y el Señor les dijo: “Desde ahora no me veréis más, hasta que digáis: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!” (Mt. 23:39). En otras palabras, Él dijo: “Ahora me rechazáis, pero un día me recibiréis”.
El salmo 118 termina diciendo cómo, desde la casa del Señor, una casa de alabanzas, la bendición viene al pueblo: “Desde la casa de Jehová os bendecimos” (v. 26). Entonces, con alabanzas, un sacrificio es traído al altar: “Jehová es Dios, / y Él nos ha dado luz; / atad con cuerdas el sacrificio de la fiesta / a los cuernos del altar” (v. 27). Por último, se ofrece una alabanza final: “Tú eres mi Dios, y te doy gracias. / Tú eres mi Dios; te exaltaré. / Dad gracias a Jehová porque Él es bueno, / porque para siempre es Su benevolencia amorosa” (vs. 28-29).
Ahora procederemos al salmo 119, donde los santos alaban a Dios por la ley, la cual es el testimonio de Dios, un tipo de Cristo. El salmo 119 es el más largo de todos, pues consta de ciento setenta y seis versículos. Se divide en veintidós secciones, cada una de ocho versículos, las cuales respectivamente empiezan con una letra diferente del abecedario hebreo. Ahora nos encontramos ante un problema, pues después de los anteriores ciento dieciocho salmos, tenemos otro salmo que habla de la ley. La ley todavía está presente. Sin embargo, si se compara el salmo 119 con el salmo 1, se notará una gran diferencia. El concepto de los salmistas, como hemos mencionado, estaba muy influenciado por la ley. Sin embargo, debido a que vivían en una comunión muy estrecha con el Señor, esto le permitió a Él expresar algo en medio de las palabras de ellos, lo cual no correspondía al concepto de ellos sino a Su concepto. Este mismo principio se aplica al salmo 119. El autor de este salmo estaba sumergido cien por cien en el concepto de la ley; no obstante, en medio de sus palabras encontramos las palabras de Dios.
Todos los versículos que se indican al principio de este capítulo muestran la diferencia entre este salmo sobre la ley y el salmo 1. En el salmo 119 la ley es llamada el testimonio, no solamente el mandamiento. El testimonio aquí está en plural: “testimonios”. Los testimonios realmente denotan la ley. Éstos son los testimonios de Dios. La ley es el testimonio de Dios; es mucho más que una colección de mandamientos que hemos de guardar. La ley es una definición, una explicación, un testimonio, que nos muestra cómo es nuestro Dios. Por lo tanto, en este sentido, la ley, por ser un tipo de Cristo, es el testimonio, pues Cristo es la expresión de Dios, la plena revelación de todo lo que Dios es. Así, en el salmo 119 la palabra testimonios aparece veintitrés veces, una vez en forma singular. Esto nos muestra que el Espíritu en el salmista estaba destacando a Cristo. La intención del salmista era hablar acerca de la ley, pero el Espíritu dentro de él destacó a Cristo. Cristo es el testimonio de Dios. Todos los versículos a los cuales hacemos referencia en este salmo nos muestran cuánto el salmista apreciaba los testimonios, cuánto amaba los testimonios y se regocijaba en ellos. Las palabras de los testimonios eran muy dulces para él. No simplemente eran mandamientos que había de guardar, sino los testimonios de Dios como un disfrute que había de poseer. Para el salmista éstos no eran una carga sino un deleite. Eran una lámpara a sus pies y luz para su senda.
Los salmos del 120 al 134 son llamados Cánticos de ascenso gradual. Esto significa que son salmos de ascensión, salmos para subir. De ahí que, en Salmos 122:4 dice: “A la cual suben las tribus”. En todos estos salmos la casa y la ciudad ocupan el lugar central.
Empecemos con el salmo 122. No podría expresar cuánto aprecio este salmo. “Me regocije cuando me dijeron: / Vamos a la casa de Jehová” (v. 1). Este versículo obviamente se refiere a la casa. Pero el versículo 2 dice a continuación: “Nuestros pies están plantados / dentro de Tus puertas, oh Jerusalén”. Aquí tenemos la ciudad. El salmo empieza con la casa pero luego de inmediato continúa con la ciudad. Entrar en la casa del Señor es una experiencia de sumo gozo; todos podemos regocijarnos. ¡Qué bueno es estar dentro de las puertas de Jerusalén! ¡Oh, la casa y la ciudad! Los santos aman la ciudad y se alegran de entrar en la casa.
En el Libro Dos no encontramos un salmo como el salmo 122. Ciertamente tenemos los salmos 46 y 48 en el Libro Dos, los cuales ascienden a un punto culminante en cuanto a la ciudad. Pero dichos salmos no son tan dulces como éste. ¡Cuán dulce es el salmo 122! Yo lo disfruto sobremanera.
El versículo 3 dice a continuación: “Jerusalén fue edificada como ciudad / compacta, bien unida”. ¡Cuán maravilloso! Jerusalén ha sido sólidamente edificada; sus materiales no están sueltos, sino bien unidos y compactos, por lo que es una ciudad sólida, firme y segura. Ésta es la ciudad de Dios. Luego el versículo 4 dice: “A la cual suben las tribus, / las tribus de Jehová / —un testimonio para Israel— / para dar gracias al nombre de Jehová”. Este versículo habla de cuando los israelitas subían a Jerusalén. Jerusalén fue edificada sobre el monte de Sion, al menos tres mil pies sobre el nivel del mar. Por lo tanto, cada vez que las personas viajaban a Jerusalén, tenían que subir, y mientras subían, cantaban este salmo.
Los versículos 5 y 6 dicen: “Porque allí se establecieron tronos para juicio, / los tronos de la casa de David. / Orad por la paz de Jerusalén. / Prosperarán los que te aman”. Esto es muy claro; todo el que ame a Jerusalén será prosperado. Recordemos que esto es un escrito poético y que, por tanto, debemos entenderlo como tal. Todo el que ame a la iglesia del Señor como la ciudad que es prosperará.
El versículo 7 dice: “Hay paz dentro de tus baluartes, / y prosperidad en tus ciudadelas”. Las iglesias locales son las ciudadelas. La paz está dentro de sus baluartes y la prosperidad está dentro de estas ciudadelas para nuestro disfrute. La paz trae seguridad, y la prosperidad, disfrute. La paz está dentro de los baluartes, y la prosperidad, dentro de las ciudadelas, y ambas cosas están dentro de las iglesias locales.
Los versículos 8 y 9 dicen: “Por amor de mis hermanos y de mis compañeros diré ahora: / Haya paz en ti. / Por amor de la casa de Jehová, nuestro Dios, / buscaré tu bien”. ¿Por qué el salmista ama la ciudad? Porque allí está la casa. Por amor a la casa, él procuraba el bien de la ciudad. Ahora tenemos la ciudad junto con la casa, y la casa junto con la ciudad. Alabado sea el Señor, ésta es la vida de iglesia.
Ahora procedemos al salmo 125. “Los que confían en Jehová son como el monte Sion, / que es inconmovible y permanece para siempre” (v. 1). Sion es inconmovible; permanece para siempre. ¿Y qué de Jerusalén? “Jerusalén, los montes la rodean; / y Jehová rodea a Su pueblo / desde ahora y por la eternidad” (v. 2). Sion es un lugar seguro, y Jerusalén está rodeada de montes, lo cual significa que tiene a Dios a su alrededor. ¿Qué más puede decirse acerca de la casa y la ciudad en el Libro Cinco, ya que se han abarcado tantos aspectos en el Libro Uno, el Libro Dos, el Libro Tres y el Libro Cuatro? El salmista añade este aspecto adicional: Sion está seguro, y Jerusalén tiene a Dios a su alrededor. Esto es la ciudad en favor de la casa; esto es la iglesia. Ésta es la casa de Dios, donde disfrutamos de la presencia de Dios, y ésta es la ciudad de Dios, donde tenemos el dominio de Dios. ¡Alabado sea el Señor!