
Lectura bíblica: Sal. 126:1-6; 127:1; 128:5; 129:5-8; 132:3-5, 7-8, 11, 13-18; 133:1-3; 134:1-3
El Libro Cinco, como hemos visto, indica que la casa y la ciudad de Dios llegan a ser la alabanza, su seguridad y lo que ellos desean y que Cristo viene a reinar sobre toda la tierra por medio de la casa y la ciudad de Dios. Éste es el tema principal de este libro, y éste es el resultado final de todos los libros de Salmos. No sólo tenemos a Cristo, la casa e incluso la ciudad, sino que todo está listo para que Cristo venga a tomar posesión de toda la tierra y a reinar como Rey con Sus santos por medio de la casa y la ciudad. ¿Qué debemos hacer ahora? No nos queda más por hacer que alabar y exclamar aleluyas. Por lo tanto, el Libro Cinco es un libro de aleluyas, un libro de salmos de aleluyas.
La primera sección del Libro Cinco se compone de trece salmos, del salmo 107 al 119. En esta sección hemos visto dos salmos sobresalientes acerca de Cristo, los salmos 110 y 118. La segunda sección del Libro Cinco se compone de quince salmos de ascenso gradual, del salmo 120 al 134. En esta sección la casa de Dios y la ciudad de Dios ocupan un lugar central. Por lo tanto, en la primera sección del Libro Cinco llegamos a la cúspide, que es Cristo mismo, mientras que en la segunda sección la casa de Dios y la ciudad de Dios son el enfoque. Algunos dirán que según la historia estos salmos de ascenso gradual los cantaba el pueblo de Israel mientras subía de la llanura al monte Sion para adorar. Otros dicen que estos salmos los usaron mucho los cautivos cuando regresaron de Babilonia a Jerusalén. Ya sea que los hubiera usado un grupo u otro, ambos ascendían de un lugar más bajo a otro más elevado; ambos subían a Jerusalén, la ciudad de Dios. Basándonos en el contenido de estos quince salmos de ascenso gradual, tenemos suficiente razón para creer que sin duda estos cánticos los cantaron los adoradores que ascendían a Sion o los cautivos que retornaban de Babilonia.
No debemos olvidarnos jamás de los salmos 110 y 118 en la primera sección del Libro Cinco. Tampoco debemos olvidarnos del salmo 122 en la segunda sección del Libro Cinco, los salmos de ascenso gradual; éste es el primer salmo precioso de este grupo. “Me regocijé cuando me dijeron: / Vamos a la casa de Jehová. / Nuestros pies están plantados / dentro de Tus puertas, oh Jerusalén” (vs. 1-2). ¡Esto es maravilloso!
Ahora llegamos al salmo 126, otro salmo sobresaliente en esta sección. Empieza diciendo: “Cuando Jehová hizo volver de la cautividad a Sion, / éramos como los que sueñan” (v. 1). El regreso de su cautiverio era como un sueño porque era demasiado bueno, demasiado grande, demasiado maravilloso y ocurrió tan rápidamente. Recordemos el relato en el que Pedro fue liberado de la cárcel en Hechos 12. Cuando él llegó a la puerta de la casa de María, las personas reaccionaron como si estuvieran en un sueño. Era algo demasiado bueno para ser cierto. Pedro mismo, cuando recién fue liberado, pensó que estaba soñando. Sin embargo, la liberación de Pedro de la cárcel es muy insignificante comparado con el regreso de la cautividad. Muchas veces cuando he considerado el recobro de la vida de iglesia, también me ha parecido como si fuera un sueño. Es algo demasiado bueno, algo que nunca esperábamos y que sucedió tan rápidamente. Creo que a muchos de ustedes les parece igual. Ustedes dirían: “¡Ahora estoy en la vida de iglesia! Hace dos años no se me habría ocurrido jamás que estaría aquí, ni siquiera imaginé esto hace unos meses. Pero, ¡aleluya estoy aquí! ¡Debo de estar soñando!”. Es demasiado maravilloso, demasiado precioso, algo que ocurrió tan rápida e inesperadamente. Aleluya, somos aquellos que han regresado del cautiverio, y todos estamos viviendo un sueño maravilloso. Pero, ¡alabado sea el Señor, esto es muy real! El Señor ha hecho volver de la cautividad a Sion.
El salmista dice a continuación: “Entonces se llenó de risa nuestra boca / y de grito resonante nuestra lengua. / Entonces decían entre las naciones: / Jehová ha hecho grandes cosas por ellos. / Jehová ha hecho grandes cosas por nosotros; / estamos gozosos” (vs. 2-3). Los santos se regocijaban con un grito resonante por el regreso de la cautividad. Fue muy grande lo que el Señor hizo por ellos. Pero los que regresaron todavía no estaban satisfechos. Algo había sucedido como en un sueño, pero aún necesitaban continuar volviéndose. Por eso dice el versículo 4: “Haznos volver, oh Jehová, de nuestra cautividad”. Es como si el salmista dijera: “Nos hemos vuelto sólo en parte; pero todavía en gran medida no nos hemos vuelto. Aunque estamos llenos de gozo por lo que nos ha sucedido a nosotros, tenemos que clamarle al Señor por otros”. Una gran parte de los cautivos aún no ha regresado. “Haznos volver, oh Jehová, de nuestra cautividad” como arroyos que son restaurados y como gavillas que son traídas.
Por muchos años yo conocía los últimos dos versículos del salmo 126: “Los que en lágrimas siembran / segarán con grito resonante. / El que sale y llora, / llevando semilla para esparcir, / sin duda entrará con grito resonante, / trayendo sus gavillas” (vs. 5-6). Sin embargo, nunca supe que estos dos versículos son las palabras del salmista con respecto al regreso de la cautividad. Cuando clamamos al Señor pidiéndole que nos haga volver de nuestra cautividad, las lágrimas empiezan a rodar por nuestras mejillas. Muchos queridos santos de la antigüedad experimentaron esto. Ellos lloraron mientras oraban por el regreso de los que habían sido cautivados. Entonces fueron a sembrar la semilla, la semilla de este regreso, la semilla del recobro.
En los primeros capítulos de Esdras, se registran los nombres de un buen número de los que regresaron; sin embargo, Esdras no se menciona en este grupo. Fue años después que Esdras y otros regresaron a Jerusalén. Después que el primer grupo regresó del cautiverio a Jerusalén, se necesitaba que otro grupo lo siguiera saliendo del cautiverio. Por lo tanto, los que regresaron primero sembraron con lágrimas la semilla del recobro. Después de esto vino el día en que regresó otro grupo como gavillas secas procedentes de una tierra reseca. Fueron muchos los que regresaron a Jerusalén trayendo las gavillas, viniendo con los que regresaban. Debemos leer estos dos versículos según este contexto.
Hoy en día podemos exclamar: “Aleluya” por el sueño que se menciona en el versículo 1. ¡Estamos en la vida de iglesia local! Sin embargo, miremos la situación: entre el pueblo del Señor hay miles que todavía están en cautiverio. ¿Qué debemos hacer? Tal vez demos gritos resonantes por lo que nos ha sucedido a nosotros, pero debemos llorar por ellos. Debemos sembrar con lágrimas la semilla del recobro. Los que están en cautiverio son como gavillas secas; por tanto, debemos regarlos con nuestras lágrimas. Si lo hacemos, en poco tiempo más cautivos serán traídos a la vida de iglesia como manojos de gavillas.
¿Qué diría usted de la ciudad donde vive? ¿Acaso no hay muchos que todavía están en cautiverio? ¿No debe usted sentir como sembrador la carga de sembrar la semilla del recobro del Señor? Todos debemos sentir una profunda carga por esto; todos debemos derramar lágrimas, diciendo: “Señor, hazlos volver de la cautividad así como son restauradas gavillas secas en tierra árida”. Si sembramos de esta manera, pronto vendremos con gritos resonantes, trayendo las gavillas. Vendremos a la próxima conferencia con gavillas. Los que siembran con lágrimas segarán con un grito resonante. Las gavillas serán traídas al templo de Dios como primicias.
Salmos 127:1 dice: “Si Jehová no edifica la casa, / en vano trabajan los que la edifican. / Si Jehová no guarda la ciudad, / en vano vela la guardia”. Por muchos años me inquietaba mucho este versículo. Ahora lo entiendo. Todos los cautivos que han regresado dirán: “Señor, ahora hemos aprendido por nuestra propia experiencia que si Tú no edificas la casa, laboramos en vano; si Tú no guardas la ciudad, en vano vela la guardia. A través de la desolación, del cautiverio, hemos aprendido que no somos nada, y que Tú lo eres todo. Confiamos en Ti con respecto a la edificación de la casa; nosotros no podemos hacer nada. También confiamos en Ti con respecto a que la ciudad sea guardada. A través de todo el cautiverio, de todos los fracasos, hemos llegado a conocer al Señor; hemos aprendido a confiar en Él”. Los que regresaron alabaron al Señor con el salmo 127. Espero que hoy nosotros también alabemos al Señor de esta manera. Debemos confiar en Él y alabarle, diciendo: “Señor, a menos que Tú lleves a cabo Tu obra de recobro, no podemos hacer nada; a menos que Tú edifiques, no podemos hacer nada; a menos que Tú guardes, no podemos hacer nada”. ¡Alabado sea el Señor!
Ahora procedamos a Salmos 128:5: “Jehová te bendiga desde Sion, / y veas la prosperidad de Jerusalén / todos los días de tu vida”. La bendición del Señor viene desde Sion, y la prosperidad es la prosperidad de la ciudad de Jerusalén. En estos salmos de ascenso gradual, el concepto tiene que ver continuamente con Sion, con Jerusalén, la casa y la ciudad. “Veas la prosperidad de Jerusalén [la prosperidad de la ciudad] / todos los días de tu vida”. Tengo la expectativa de poder ver la prosperidad de las iglesias locales como la ciudad todos los días de mi vida. La he visto ya por cuarenta años, y espero verla hasta el día en que vaya a la presencia del Señor. ¡El Señor los bendiga a ustedes, hermanos; el Señor las bendiga a ustedes, hermanas, desde las iglesias locales! ¡Oh, cuán bienaventurado es ver la prosperidad de las iglesias locales todos los días de nuestra vida! Sólo hemos probado un poco de esto, pero según lo que hemos probado, si no existiera más la vida de iglesia, creo que muchos de nosotros nos pondríamos a llorar. ¡Qué desierto tan estéril sería! Pero, alabado sea el Señor, estamos en el recobro del Señor; estamos viviendo en las iglesias locales.
Sigamos adelante ahora al salmo 129. Aquí encontramos un contraste. El salmo 129 es un salmo negativo, pero ayuda a realzar la ciudad. El versículo 5 dice: “Sean avergonzados y vueltos atrás / todos los que aborrecen a Sion”. Éstos son los que verdaderamente retroceden. Aborrecer a Sion trae vergüenza y hace que uno vuelva atrás. Todo el que aborrezca las iglesias locales será avergonzado y volverá atrás. He visto suceder esto a muchos. En toda mi vida cristiana nunca he visto a ningún cristiano que, después de haber criticado las iglesias locales y de haberse opuesto a ellas, haya sido bendecido por el Señor. He observado que todos los que se han opuesto a la vida de iglesia han vuelto atrás. No ha habido ninguna excepción. Que todos ellos sean avergonzados y vuelvan atrás. Esto no es algo insignificante. Luego el salmista añade: “Sean como la hierba de los tejados, / que se seca antes de crecer, / de la cual no llena el segador su mano, / ni el que hace gavillas su seno” (vs. 6-7). Si usted aborrece las iglesias locales, no experimentará más crecimiento en vida. No obtendrá una siega rica ni una cosecha rica. “Tampoco dirán los que pasan: ¡La bendición de Jehová sea sobre vosotros! Os bendecimos en el nombre de Jehová” (v. 8). Por lo tanto, no experimentará ningún crecimiento, no tendrá una rica cosecha ni recibirá ninguna bendición.
Los que hemos estado en la vida de iglesia en Los Ángeles en los pasados años podemos examinar nuestra historia y fijarnos en la condición de los que se han opuesto a la iglesia local. Sólo han sido avergonzados y han vuelto atrás; no vemos ningún crecimiento, ni una rica cosecha ni ninguna bendición. El Señor se vindicará. Él ama a Sion; por lo tanto, si usted aborrece a Sion, estará acabado. El Señor desea Sion. Si usted rechaza a Sion, eso no es algo insignificante; no se trata de una simple disputa doctrinal. Que sean avergonzados y vueltos atrás todos los que aborrecen a Sion.
Pasemos ahora de este salmo negativo a uno positivo, el salmo 132. En el salmo 129 tenemos a los que aborrecen a Sion, pero en el salmo 132 vemos a los que aman la morada de Dios. David es el representante de ellos. Él dice: “No entraré a la tienda de mi casa; / ni subiré al lecho de mi cama [...] / hasta que halle un lugar para Jehová, / un tabernáculo para el Fuerte de Jacob” (vs. 3-5). Esto significa que él no descansaría sino hasta que el Señor obtuviera descanso. Si el Señor no tenía un hogar, él tampoco; si el Señor estaba vagando, él también lo estaba. David se refería a la situación de sus días, pero esto era también una especie de recobro. El Arca había sido tomada del tabernáculo y capturada por el enemigo, y aun después que el Arca les fue devuelta a los hijos de Israel, no fue puesta en el lugar apropiado, que era el tabernáculo. Así pues, se necesitaba un recobro completo. David era alguien que amaba a Dios profundamente, alguien que estaba dedicado al lugar de reposo de Dios, la morada de Dios. Él dijo que no entraría en su casa hasta que el Señor encontrara una morada; que no dormiría hasta que el Señor hallara reposo.
Los versículos 7 y 8 dicen: “Entraremos en Su tabernáculo; / adoraremos ante el estrado de Sus pies. / Levántate, oh Jehová, al lugar de Tu reposo, / Tú y el Arca de Tu poder”. Esto es figurativo del recobro de la vida de iglesia. El Arca estaba separada del tabernáculo, lo cual representa el que Cristo esté separado de la vida de iglesia. Cristo estaba en la iglesia, pero después Cristo fue separado de ella. Éste es el tiempo en que todos debemos decir: “Levántate, oh Jehová, al lugar de Tu reposo, las iglesias locales”.
El versículo 13 dice: “Jehová ha escogido a Sion; / la desea como morada para Sí”. Sion, la cual representa a las iglesias locales, es la elección de Dios, es Su deseo. Las palabras del versículo 13 son palabras del salmista, pero cuando proseguimos con el versículo 14, vemos que también son las palabras del Señor: “Éste es Mi lugar de reposo para siempre; / aquí moraré, porque lo he deseado”. Mientras el salmista hablaba en el versículo 13, el Señor de improviso intervino para hablar de Sí mismo en el versículo 14. David había dicho: “Jehová ha escogido a Sion; / la desea como morada para Sí”; e inmediatamente después, el Señor continuó, diciendo: “Éste es Mi lugar de reposo para siempre; / aquí moraré, porque lo he deseado”. Ésta es la manera tan maravillosa en que fue escrito el libro de Salmos.
El Señor mismo dijo algo más acerca de Sion: “Bendeciré abundantemente su provisión; / a sus pobres saciaré de pan” (v. 15). Estas palabras concuerdan exactamente con nuestra situación actual. Cuando venimos a las iglesias locales, sentimos que aquí hay una abundante provisión de alimento. Somos enriquecidos. Nosotros somos los menesterosos, pero hemos hallado pan. ¿Tiene usted todavía hambre? Si viene a las iglesias locales, será satisfecho. ¡Aleluya, hay un lugar hoy donde los hambrientos y menesterosos pueden ser alimentados y ser plenamente satisfechos!
Aquí en Sion el Señor no sólo nos satisface con alimento, sino que además nos provee vestido: “A sus sacerdotes vestiré de salvación, / y sus fieles darán grito resonante” (v. 16). Esta salvación no es simplemente la salvación del infierno, sino la salvación completa, una salvación de vida. “Mucho más, estando reconciliados, seremos salvos en Su vida” (Ro. 5:10). El Señor hoy nos sigue vistiendo con esta maravillosa salvación de vida. Él nos satisface con pan, y nos viste con la salvación de vida. Día a día somos salvos. ¿Qué haremos entonces? No nos queda más por hacer que regocijarnos con un grito resonante. Tenemos un rico suministro de alimento y un glorioso vestido. ¡Aleluya!
El Señor luego añade: “Allí haré brotar un cuerno de David; / he preparado una lámpara para Mi ungido” (Sal. 132:17). No sólo tenemos alimento y vestido, sino también un cuerno, un símbolo de fuerza, poder y victoria. Además, tenemos una lámpara; no estamos en tinieblas. Y hay algo más: “A sus enemigos vestiré de vergüenza, / pero sobre él brillará su corona” (v. 18). Muchas veces en la vida de iglesia he tenido la sensación de tener sobre mí una corona resplandeciente. Así pues, tengo abundancia de alimento, un vestido glorioso, un cuerno, una lámpara y una corona resplandeciente. ¿Y qué de los enemigos? El Señor nos viste a nosotros de salvación, pero a los enemigos les viste de ignominia.
Todo esto ocurre en la casa y en la ciudad. La casa es la elección de Dios, el deseo de Dios y la satisfacción de Dios. En la casa Dios nos satisface y nos viste, de modo que seamos satisfechos y embellecidos. En las iglesias locales tenemos el cuerno, la lámpara, la corona y aquí vemos cada día que los enemigos son avergonzados. ¡Esto sin duda es muy bueno!
Por lo tanto, tal como se halla tipificado en este salmo, en las iglesias locales hay un rico contenido: el deseo y la elección de Dios, el reposo y la satisfacción de Dios, el Cristo (el Arca) del poder de Dios, el trono del Ungido (Cristo), la rica provisión de alimento, el vestido de los sacerdotes, la adoración y el grito resonante de los santos, el cuerno, la lámpara, la corona del Ungido de Dios (Cristo) y la derrota y vergüenza de los enemigos. Aquí Cristo, la casa y la ciudad se unen.
Después de un salmo tan maravilloso como es el salmo 132, vemos una maravillosa vida de iglesia, la maravillosa vida que llevan los hermanos que habitan juntos en unidad. “¡Mirad cuán bueno y cuán agradable es / habitar los hermanos en unidad!” (133:1). Nadie podría describir lo maravilloso que es esto. Solamente usted puede venir y experimentarlo por sí mismo. “Oír de esto no es suficiente; leer y aprender sobre esto no es suficiente; usted simplemente tiene que “venir y ver”. Yo me siento muy contento porque casi todos los queridos hermanos que han venido y han visto, han sido cautivados. “¡Mirad cuán bueno!”. ¡Solamente mire! Si usted quiere saber lo que está pasando en la iglesia en Los Ángeles, más vale que venga y vea. ¡Es maravilloso!
“Es como el aceite fino sobre la cabeza / el cual descendió sobre la barba, / la barba de Aarón, / que bajó hasta el borde de sus vestiduras” (v. 2). La unidad es como el aceite fino. Este aceite es el Espíritu, esto es, el Espíritu que incluye todo lo que Cristo es y todo lo que ha logrado. Este aceite desciende de la Cabeza a todo el Cuerpo. Ahora, alabado sea el Señor, estamos bajo el borde de Sus vestiduras. Puesto que todos nosotros somos Sus miembros, estamos bajo el borde de Sus vestiduras. Por lo tanto, todos participamos del ungüento de la unción. Esto es un cuadro del Cuerpo.
Otro aspecto de la unidad es que es como el rocío del Hermón que desciende sobre los montes de Sion. Hermón, un elevado monte, representa los cielos, el lugar más encumbrado, desde donde desciende el rocío. Los montes representan a las iglesias locales, y el rocío es el Cristo que refresca. En el salmo 110 nosotros somos rocío para Cristo, pero aquí en el salmo 133 Él es rocío para la iglesia. Alabado sea el Señor, nosotros lo refrescamos a Él y Él a nosotros. Día a día, Él es refrescado por nosotros, y nosotros somos refrescados por Él. El elemento refrescante de Cristo desciende sobre todas las iglesias locales. A veces cuando estamos en las reuniones tarde en la noche, experimentamos el rocío refrescante como el que desciende al amanecer. Muchas veces nos sentimos cansados en nuestro cuerpo pero tremendamente refrescados en el espíritu, y quisiéramos que las reuniones continuaran toda la noche. Esta unidad es como el rocío del Hermón que desciende sobre los montes de Sion. No es solamente como el aceite que desciende sobre el Cuerpo de Cristo, sino también como el rocío celestial que desciende sobre las iglesias locales para nuestro disfrute. No solamente se trata de la vida del Cuerpo, sino también de la vida de iglesia local. ¡Aleluya por esta unidad!
Es aquí, en este lugar de unidad, que “ordenó Jehová la bendición: / la vida para siempre” (v. 3). Observemos que no dice: “Allí dio Jehová la bendición”, sino “allí ordenó Jehová la bendición”. La bendición es la vida eterna, la plenitud de vida eterna. ¡Cuán contentos estamos de escuchar que las iglesias locales estén llenas de vida! Esto es el cumplimiento del salmo 133. Donde los hermanos habitan juntos en unidad, allí ordena el Señor la bendición, la vida eterna. La belleza, el gozo y la bendición de la unidad del pueblo de Dios están con el Cuerpo de Cristo y en las iglesias locales.
Tenemos un salmo más en la sección de cánticos de ascenso gradual, el salmo 134. Tanto el salmo 133 como el 134 sólo tienen tres versículos. Son salmos muy breves, pero ¡cuán preciosos son! Nunca antes había apreciado el salmo 134 tanto como hoy. El salmo 133 es una continuación del salmo 132, y el salmo 134 es la conclusión del salmo 133. Al final del salmo 132 Dios entra en Su reposo y nosotros hallamos satisfacción en la morada de Dios. Por lo tanto, después de esto, tenemos la vida de iglesia en el salmo 133. El salmo 134 ahora nos da la conclusión de la maravillosa vida de iglesia presentada en el salmo 133. “Bendecid ahora a Jehová, / vosotros todos los siervos de Jehová / que estáis de pie en la casa de Jehová por las noches. / Levantad vuestras manos en el santuario / y bendecid a Jehová” (vs. 1-2). Éstas eran las palabras que el pueblo decía a los sacerdotes. Todo el pueblo decía a los sacerdotes: “Todos vosotros, siervos de Jehová, debéis bendecir a Jehová”. Luego, el último versículo del salmo 134 nos da la respuesta que daban los sacerdotes al pueblo: “Jehová, quien hizo los cielos y la tierra, / te bendiga desde Sion”. Los siervos de Dios lo bendicen a Él en Su casa, y Dios bendice a Su pueblo desde Sion. Este breve salmo nos muestra que todos debemos tener comunión y comunicarnos de esta manera. Después de una buena reunión, después de un rico disfrute de Cristo, algunos de nosotros podríamos decir: “Bendito sea el nombre del Señor”, y luego otros podrían contestar: “El Señor os bendiga desde Sion”. ¡Cuán bienaventurado es esto! Intentemos hacer esto. Esta es una buena comunión, una buena comunicación, una buena conclusión, para una reunión de la iglesia.
¡Aleluya por la vida de iglesia!