
Lectura bíblica: Sal. 146:1-2, 10; 147:1-2a, 12-14, 20b; 148:1-5, 7a, 11-14; 149:1-3, 5-9; 150:1-6; Rev. 19:1-9
Después de pasar por los primeros ciento cuarenta y cinco salmos, ahora nos encontramos en la cumbre. No nos queda otra cosa por hacer sino exclamar: ¡Aleluya! Los últimos cinco salmos —146, 147, 148, 149 y 150— empiezan y terminan con aleluya. En estos cinco salmos hay diez ocasiones en las que se repite aleluya. ¡Aleluya, aleluya, aleluya! En dichos salmos no se presenta nada nuevo; lo único que tenemos es alabanza, la alabanza consumada.
Primeramente, tenemos en el salmo 146 la alabanza por causa del reinado de Dios en Cristo por medio de Sion. “¡Aleluya! / ¡Alaba a Jehová, oh alma mía! / Alabaré a Jehová mientras yo viva; / cantaré salmos a mi Dios mientras yo exista” (vs. 1-2). No importa qué clase de ser vivo sea yo, es decir, si soy débil o fuerte, con todo, cantaré alabanzas a Dios. En el versículo 10 el salmista nos explica la razón de su alabanza: “Jehová reinará para siempre, / Tu Dios, oh Sion, eternamente y para siempre. / ¡Aleluya!”. Éste es el punto principal del salmo 146. “Jehová reinará para siempre [...] oh Sion”. Sion es la ciudad, y el reinado del Señor abarca la tierra. No hay nada nuevo aquí; simplemente hay alabanza por causa de la ciudad y del reinado del Señor en la tierra. Es de esto que trata el salmo 146.
En el salmo 147 la alabanza se debe a que Dios ha edificado Jerusalén: “¡Aleluya! / Porque bueno es cantar salmos a nuestro Dios, / porque es agradable; y apropiada es la alabanza. / Jehová edifica a Jerusalén” (vs. 1-2a). Una vez más, se rinde alabanza por causa de la ciudad. El versículo 7 dice: “Cantad a Jehová con acción de gracias; / cantad salmos con la lira a nuestro Dios”. Luego el versículo 12 dice: “Loa a Jehová, oh Jerusalén; / alaba a tu Dios, oh Sion”. No dice: “Alabad a Jehová, vosotros Sus santos”, ni “Alaba a vuestro Dios, oh David”, sino: “¡Alaba a Jehová, oh Jerusalén; oh Sion alaba a tu Dios!”. Esto se refiere a la ciudad. Los versículos 13 y 14 dicen: “Porque Él ha reforzado los cerrojos de tus puertas; / ha bendecido a tus hijos dentro de ti. / Hace la paz en tus fronteras; / te sacia con lo mejor del trigo”. Aquí en la ciudad tenemos fortalecimiento, bendición, paz y una provisión abundante del mejor alimento. Luego, al final del versículo 20, dice: “¡Aleluya!”. ¡Aleluya por la ciudad! ¡Aleluya por Jerusalén! ¡Aleluya por Sion! ¡Aleluya porque los cerrojos de las puertas han sido fortificados! ¡Aleluya porque todos los hijos son bendecidos dentro de ella! ¡Aleluya porque hay paz en la ciudad! ¡Aleluya por el rico y mejor alimento! El salmo 147 es un salmo acerca de la ciudad. Es un salmo realmente maravilloso.
En el salmo 148 la alabanza empieza con los cielos y se transfiere a la tierra. “¡Aleluya! / Alabad a Jehová desde los cielos; / alabadle en las alturas. / Alabadle, todos Sus ángeles; / alabadle, todos Sus ejércitos. / Alabadle, sol y luna; / alabadle, todas las estrellas de luz. / Alabadle, cielos de los cielos, / y las aguas que estáis sobre los cielos. / Alaben el nombre de Jehová” (vs. 1-5). En el versículo 7 y en los versículos del 11 al 14 la alabanza se dirige a la tierra: “Alabad a Jehová desde la tierra [...] / reyes de la tierra y todos los pueblos; / príncipes y todos los jueces de la tierra; / jóvenes predilectos y vírgenes también; / viejos junto con los jóvenes. / Alaben el nombre de Jehová, / porque sólo Su nombre es exaltado; / Su gloria está sobre la tierra y los cielos. / Y Él ha levantado cuerno para Su pueblo, / la alabanza de todos Sus fieles, / los hijos de Israel, un pueblo que está cerca de Él / ¡Aleluya!”. El versículo 14 menciona que el Señor ha levantado dos cosas: un cuerno para Su pueblo y la alabanza de todos Sus santos. No diga que nuestras alabanzas son tan fuertes que aturden. Cuando alabamos, el Señor levanta nuestras alabanzas. Debemos alzar aun más la voz para ensalzarlo, “porque sólo Su nombre es enaltecido. Su gloria es sobre tierra y cielos”. En el salmo 148 no se presenta nada nuevo; éste es un salmo de alabanzas que empieza con los cielos y luego se dirige a la tierra.
El salmo 149 es otro salmo que habla acerca de la ciudad y la tierra: “¡Aleluya!”. / Cantad a Jehová un cántico nuevo; / cantad Su alabanza en la congregación de Sus fieles. / Regocíjese Israel en su Hacedor; / los hijos de Sion exulten en su Rey” (vs. 1-2). Sion es la ciudad, y el Rey (Cristo) es para la tierra. Los versículos 3 y 5 dicen: “Alaben Su nombre con danzas; / con pandero y lira canten salmos a Él [...] / Exulten los fieles en gloria; / den grito resonante sobre sus lechos”. Los santos exultan en gloria porque ellos ahora están en el reino, ahora están reinando. Que den grito resonante aun sobre sus lechos, es decir, en la noche, no sólo durante el día; en su dormitorio, no sólo en la sala o en el salón de reuniones. “Que las alabanzas elevadas de Dios estén en sus gargantas [no alabar en voz baja], / y una espada de dos filos en su mano, / para ejecutar venganza en las naciones / y castigo entre los pueblos; / para atar con grillos a sus reyes / y con cadenas de hierro a sus nobles; / para ejecutar en ellos la sentencia escrita. / Este honor es para todos Sus fieles. / ¡Aleluya!” (vs. 6-9). En esta coyuntura los santos están reinando sobre la tierra y ejecutando el juicio del Señor. Una vez más, no se nos presenta ningún concepto nuevo en este salmo. El salmo 149 es otro salmo acerca de la ciudad y de la tierra.
Estos últimos cinco salmos son salmos de alabanza por causa de la casa, la ciudad y la tierra, y principalmente por causa de la ciudad, porque ella ha alcanzado su consumación final y máxima. Apocalipsis 21 describe la escena final de toda la Biblia: una revelación de la ciudad con miras a la tierra, la Nueva Jerusalén y la tierra, y todos los reyes traen a ella su gloria. Al final, lo único que tenemos es la ciudad y la tierra.
Finalmente, llegamos al salmo 150: “¡Aleluya! / Alabad a Dios [...] / alabadle”. En este salmo encontramos diez diferentes maneras de alabar al Señor: (1) “¡Aleluya! Alabad a Dios en Su santuario”, es decir, debemos alabarle en la iglesia, en el santuario; (2) “Alabadle en el firmamento que manifiesta Su poder”; (3) “Alabadle por Sus actos poderosos”; (4) “Alabadle según Su inmensa grandeza”; (5) “Alabadle al sonido de trompeta”; (6) “Alabadle con arpa y lira”; (7) “Alabadle con pandero y danza”; (8) “Alabadle con instrumentos de cuerda y la flauta”; (9) “Alabadle con címbalos sonoros”; (10) “Alabadle con címbalos retumbantes”. Después de esto el salmista exclama: “Todo lo que tenga aliento alabe a Jehová. ¡Aleluya!”. Entre todas estas diferentes maneras de alabar al Señor, noten que la primera consiste en alabarlo a Él en Su santuario, en Su casa. Por lo tanto, el salmo 150 es un salmo por causa de la casa. Alabado sea el Señor, pues al final de del libro de Salmos nosotros nos quedamos en la “casa de los aleluyas”.
El salmo 150 no es simplemente la conclusión del libro de Salmos; es la consumación de toda la Biblia. Toda la Biblia termina así. Una vez que hayamos leído todos los salmos, del salmo 1 hasta el salmo 150, habremos leído de Génesis a Apocalipsis de forma abreviada, pasando de la ley a Cristo, luego a la casa y finalmente a la ciudad con la tierra. Entonces tendremos los aleluyas.
Apocalipsis 19:1 dice: “Después de esto oí como una gran voz de gran multitud en el cielo, que decía: ¡Aleluya!”. Ésta es la conclusión de la Biblia, que es exactamente igual a la conclusión del libro de Salmos. Ya no se menciona nada del varón que es bienaventurado por guardar la ley; en vez de ello, oímos a una gran multitud diciendo: “¡Aleluya! La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios; porque Sus juicios son verdaderos y justos; pues ha juzgado a la gran ramera [...] Y por segunda vez dijeron: ¡Aleluya! [...] Y los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes se postraron y adoraron a Dios, que está sentado en el trono, y decían: ¡Amén! ¡Aleluya! Y salió del trono una voz que decía: Alabad a nuestro Dios todos Sus esclavos, y los que le teméis, así pequeños como grandes. Y oí como la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas, y como el estruendo de grandes truenos, que decía: ¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina! Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y Su esposa se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, resplandeciente y limpio; porque el lino fino es las acciones justas de los santos. Y me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero. Y me dijo: Éstas son palabras verdaderas de Dios” (vs. 1-9). ¡Alabado sea el Señor!
El libro de Salmos es simplemente la Biblia entera en miniatura. Toda la Biblia gira en torno a Cristo, la casa, la ciudad y la tierra. ¡Aleluya!
Me siento sumamente agradecido con el Señor por habernos permitido pasar un tiempo tan maravilloso leyendo todos estos ciento cincuenta salmos. No tengo palabras adecuadas para expresar, pero confío en que el Espíritu Santo hablará algo adicional y más profundo que todo lo que les he dicho.
En 1956, en Taipei, realizamos un estudio vida sobre el libro de Salmos. Pero en aquel entonces la línea únicamente tenía que ver con Cristo y con la manera en que Dios hizo que los santos se volvieran de la ley a Cristo. ¡Aleluya! En toda la historia de la iglesia, el Señor nunca había abierto el libro de Salmos como lo ha hecho hoy. Me siento muy agradecido con el Señor por habernos mostrado estas cosas. Creo que el tiempo que el Señor en Su soberanía escogió para estos mensajes es ciertamente maravilloso. Él nos ha abierto el libro de Salmos en el momento más oportuno. Ahora lo único que nos interesa es Cristo; el Señor nos ha hecho volver de la ley a Cristo, y Cristo nos ha traído a la casa. ¡No nos queda más que decir sino aleluya! Él está agrandando la casa para que llegue a ser la ciudad, y a partir de la ciudad Él tomará posesión de toda la tierra. ¡Aleluya, aleluya, aleluya!