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Mensajes del libro «Cristo y la iglesia revelados y tipificados en los Salmos»
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CAPÍTULO TRES

CRISTO: AQUEL QUE ESTÁ CON DIOS

Salmos 9—16

  Lectura bíblica: Sal. 9:11, 14; 11:4; 14:7; 15:1; 16:1-11; Hch. 2:25-28, 31

  Examinemos ahora la clase de salmos que vienen después del salmo 8. Ellos pertenecen a la misma categoría que los salmos 3, 4, 5, 6 y 7. Una vez más, son lamentables.

EL CONCEPTO HUMANO Y EL CONCEPTO DIVINO

  Podemos hacer un diagrama del nivel espiritual de los primeros quince salmos de la siguiente manera:

  No se ría de los salmistas, pues usted es igual que ellos. Anoche usted estuvo en el salmo 8, pero esta mañana se encuentra en el salmo 15, o quizás en el salmo 12. Ésta es exactamente su situación; usted es exactamente igual. Anoche exclamó: “¡Aleluya! ¡Oh Jehová, Señor nuestro, cuán excelente es Tu nombre en toda la tierra!”, pero cuando salió de la reunión y llegó a casa, ya había descendido de la cumbre a lo más hondo del valle. Inmediatamente usted se fue de arriba abajo, del salmo 8 a los salmos del 9 al 15.

  Podemos definir los salmos del 9 al 15 diciendo que los santos, con base en su concepto de la ley, opinan que Dios aborrece a los hombres perversos y que únicamente los justos pueden agradar a Dios y habitar con Él. Éste es una vez más el concepto de la ley. Lea todos estos salmos del 9 al 15. Este grupo se compone de siete salmos, y en esencia todos ellos dicen lo mismo: “Oh Dios, los malos nunca te alaban; Tú los aborreces; solamente los justos pueden agradarte y habitar contigo”. No obstante, también vemos que mientras ellos expresaban algo por el estilo, aún se percataban de su necesidad de la casa de Dios. ¿Por qué? Porque Dios es universalmente invisible. Si no hay un lugar definido en el cual Dios pueda morar, es difícil localizarlo. Es por eso que ellos apreciaban la casa de Dios. Salmos 9:11, 14, 11:4; 14:7; y 15:1 nos muestran que mientras los santos expresaban su concepto de la ley y le pedían a Dios que juzgara a los malos, al mismo tiempo sentían la necesidad de la casa de Dios; ellos descubrieron que Dios podía ser hallado en un lugar concreto, en Su morada. Ellos alababan a Dios en la morada de Dios, y declararon que la salvación de Dios venía de Su morada. Así, pues, ellos sintieron su necesidad de la casa de Dios; pero eso es todo.

 

  Si no tenemos la visión celestial, si sólo tenemos el concepto humano, diremos que todos los salmos son maravillosos. En un sentido, cada uno de los salmos es maravilloso. Pero cuando tenemos la visión de lo alto, vemos que muchos de los salmos que llamamos buenos están en el valle, en el nivel más bajo. Sé que muchos de ustedes, al menos inconscientemente, no estarán de acuerdo conmigo, sino que aún dirán: “El salmo 9 es muy bueno, y el salmo 11 es maravilloso”. Me temo que algunos de ustedes aún tengan un gran aprecio por el salmo 15. Algo en su interior aún está a favor de estos salmos. Eso no me sorprende, pues yo era igual que ustedes. Esto se debe a que estamos escasos de la visión celestial. Con la visión celestial vemos el verdadero valor y posición de estos salmos.

  ¡Pero alabado sea el Señor porque tenemos otro salmo, el salmo 16! Ahora debemos aplicar el principio que mencionamos anteriormente: mientras los santos expresan algo conforme a su concepto humano, el Espíritu de Cristo interviene en cierto momento para expresar el concepto divino en las palabras de ellos.

  Leamos primero el salmo 15 para ver las expresiones del salmista conforme a su concepto humano: “Oh Jehová, ¿quién puede peregrinar en Tu tienda? / ¿Quién puede morar en Tu monte santo? / El que anda en integridad, / hace justicia / y de su corazón habla la verdad. / No calumnia con su lengua; / no hace mal a su amigo, / ni admite reproche alguno contra su prójimo. / A sus ojos el réprobo es menospreciado, / pero honra a los que temen a Jehová. / Aunque jura en perjuicio propio, / no cambia. / No presta a usura su dinero / ni se deja sobornar contra los inocentes. / El que hace estas cosas, jamás será conmovido”.

  ¿No es esto bueno? Salmos 15:5 dice: “El que hace estas cosas, jamás será conmovido”, pero el salmo 16:8 dice: “A Jehová he puesto siempre delante de mí; / porque Él está a mi diestra, no seré conmovido”. ¿Pudieron ver la diferencia? La diferencia es que según el salmo 15 usted tiene que hacer muchas acciones justas, y entonces no será conmovido; pero el salmo 16 dice que si usted pone delante de sí al Señor, si Él está a su diestra, no será conmovido. En Salmos 15:1 el salmista hace esta pregunta: “Oh Jehová, ¿quién puede peregrinar en Tu tienda? / ¿Quién puede morar en Tu monte santo?”. ¿Quién podrá? Según el salmo 15 son aquellos que hacen todo lo mencionado en ese salmo. Pero en Salmos 16:11 leemos: “Me darás a conocer la senda de la vida; / en Tu presencia hay plenitud de gozo; / a Tu diestra hay delicias para siempre”. ¿Notaron la diferencia? Después de esto, ¿cuál de estos dos salmos prefiere usted? ¿Dónde pondría el salmo 15? ¿Y dónde pondría el salmo 16?

SALMOS 16: EL VIVIR DE CRISTO

  Cuando Pedro estuvo en el monte de la transfiguración, habló de manera disparatada, pero cuando abrió la boca el día de Pentecostés, habló con absoluta claridad. El día de Pentecostés, en Hechos 2, él nos dice que el salmo 16 es una profecía acerca de la resurrección de Cristo. En Hechos 2:25-28 Pedro citó Salmos 16:8-11 y luego dijo que David, siendo profeta, “habló de la resurrección de Cristo, que no fue abandonado en el Hades, y Su carne no vio corrupción” (Hch. 2:31). Así pues, por las palabras de Pedro, nos damos cuenta de que el salmo 16 presenta una descripción de Cristo. El salmo 2 es un salmo de Cristo, el salmo 8 es otro salmo de Cristo, y el salmo 16 es también otro salmo de Cristo. Algunos maestros de la Biblia llaman todos éstos los salmos mesiánicos, pero yo prefiero decir que son salmos de Cristo.

  El primer salmo de Cristo es el salmo 2, pues nos dice algo de Cristo a modo de principios. Toda la tierra con todos sus gobernantes se opone a Cristo, pero Dios lo ha designado a Él. En todo lo que hacen, Dios se ríe de ellos, se burla de ellos. Toda la historia nos da prueba de esto. Luego Cristo proclama que Dios lo ha engendrado a Él mediante la resurrección y que le ha dado por herencia todas las naciones de la tierra. Después de esto, nosotros predicamos el evangelio: Sed prudentes, reyes de la tierra; recibid la amonestación, jueces de la tierra; debéis besar al Hijo, para que no se enoje con vosotros. Todos los puntos que nos presenta el salmo 2 tienen que ver con Cristo a modo de principio. Después viene el salmo 8, el cual nos dice que Cristo se encarnó, resucitó, ascendió a los cielos, fue entronizado con gloria y se le dio el señorío sobre todas las cosas junto con Su Cuerpo. Por medio de esto todos los problemas de la tierra serán resueltos. Esto es maravilloso y claro, aunque todavía no tan claro. Por lo tanto, tenemos el siguiente salmo de Cristo, el salmo 16, que empieza diciéndonos la clase de vida que Cristo llevó como hombre en la tierra. El salmo 8 nos dice que Él fue un hombre, un poco inferior a los ángeles, pero no nos dice qué clase de vida llevó. Por lo tanto, necesitamos el salmo 16. Este salmo nos revela que Cristo, al humillarse para ser un hombre y al pasar por la muerte y la resurrección, agrada a Dios y mora con Él.

  Consideremos este salmo más detalladamente. La primera sección, los versículos del 1 al 8, describe la vida humana que Cristo llevó en la tierra. Estos versículos quitan el velo para mostrarnos el vivir de este verdadero hombre llamado Jesús. “Guárdame, oh Dios, porque me refugio en Ti” (v. 1). La vida que Jesús llevó en la tierra fue una vida de continua confianza en Dios. Su vida fue una vida que manifestaba esta confianza. Luego el versículo 2 dice: “Digo a Jehová: Tú eres mi Señor; / ningún bien tengo fuera de Ti”. Ésta fue la actitud de Jesús mientras estuvo en la tierra. Interiormente le decía a Dios: “Tú eres Mi Señor; ningún bien tengo fuera de Ti”. El versículo 3 dice: “En cuanto a los santos que están en la tierra, son los excelentes; / todo mi deleite está en ellos”. Él consideraba que todos los santos eran tan excelentes que todo su deleite estaba en ellos. Él confiaba en Dios y amaba a todos los santos. Tenemos abundante prueba de todos estos puntos en los cuatro Evangelios. En los versículos 4 y 5 el Señor Jesús dice a continuación: “Serán multiplicados los dolores de los que a trueque adquirieron otro dios; / no ofreceré sus libaciones de sangre, / ni en mis labios tomaré sus nombres. / Jehová es la porción de mi herencia y de mi copa; / Tú sustentas lo que me tocó en suerte”. Esto significa que Él no tenía nada que ver con ningún ídolo. Su interés se hallaba en Dios y tenía que ver con Dios, y nada más. Luego, el versículo 6 dice: “Las cuerdas de medir me han caído en lugares placenteros; / ciertamente para mí la herencia es bella”. Él no escogió nada para Sí mismo, sino que le entregó Su destino a Su Padre y permitió que Él tomara todas las decisiones. El versículo 7 dice: “Bendeciré a Jehová, que me aconseja; / ciertamente en las noches mis partes internas me instruyen”. ¡Oh, cuánto Él se negó a Sí mismo! Él confiaba en el Padre y recibía consejo del Padre. Luego como hombre dijo: “A Jehová he puesto siempre delante de mí; / porque Él está a mi diestra, no seré conmovido” (v. 8). Debemos orar-leer estos ocho versículos y familiarizarnos íntimamente con la vida que Cristo llevó como hombre mientras estuvo en la tierra. Ésta es la clase de vida que nosotros debemos llevar.

  Luego Él fue muerto, fue crucificado. Aparentemente fue conmovido. Pero, ¿qué dijo? “Por lo tanto, mi corazón se regocija, y mi gloria exulta; / incluso mi carne mora segura” (v. 9). ¿Cuándo dijo estas palabras? Las palabras “Mi carne [refiriéndose a Su cuerpo] mora segura”, aluden a Su muerte. Según lo que dice Pedro en Hechos 2:24-32, Él fue muerto y puesto en el sepulcro, y mientras estaba en el Hades, se alegraba, pues dijo: “Por lo cual mi corazón se alegró, y exultó mi lengua” (v. 26). ¿Qué significa Su “gloria”? La palabra gloria en el salmo 16 muchas veces es interpretada como la parte más profunda de Su ser, el espíritu. Jesús fue salvo de la muerte (He. 5:7), Su corazón se alegró, y Su espíritu, la parte más profunda de Su ser, exultó. Pero Pedro tradujo la palabra gloria como “lengua” porque nuestro espíritu es la fuente de nuestra alabanza, y nuestra lengua es el medio por el cual expresamos nuestra alabanza. Cada vez que alabemos al Señor, nuestra alabanza debe provenir de nuestra gloria, nuestro espíritu; sin embargo, dicha alabanza siempre se expresa por medio de nuestra lengua. Con respecto a las alabanzas que damos a Dios, nuestra lengua tiene mucho que ver con nuestro espíritu. Cada vez que alabemos al Señor, debemos alabarlo desde nuestro espíritu y con nuestra lengua. Nuestro corazón se alegra, nuestro espíritu exulta y nuestra lengua alaba. ¿Qué entonces de Su cuerpo? Su cuerpo fue sepultado, pero mientras estaba sepultado, Su carne descansaba en esperanza de la resurrección. “Porque no abandonarás mi alma al Seol, / ni dejarás que Tu Santo vea la fosa” (Sal 16:10). Pedro nos dice que esto alude a la resurrección.

  El versículo 11 dice: “Me darás a conocer la senda de la vida; / en Tu presencia hay plenitud de gozo; / a Tu diestra hay delicias para siempre”. Si tenemos la presencia de Dios, tenemos plenitud de gozo; y si estamos a Su diestra, hay delicias para siempre. Después que Cristo resucitó, se le hizo sentar a la diestra de Dios donde disfruta delicias para siempre.

  En el salmo 15 se hace esta pregunta: “Oh Jehová, ¿quién puede peregrinar en Tu tienda? / ¿Quién puede morar en Tu monte santo?”. La verdadera respuesta se halla en el salmo 16. ¿Qué de la respuesta que se da en el salmo 15? La respuesta que se da allí corresponde al concepto humano y religioso. La respuesta dada según la visión celestial tiene que ver con Aquel que se revela en el salmo 16. Él peregrinará en la morada de Dios y morará en Su monte santo. Él está allí ahora; Él está en la presencia de Dios; está a la diestra de Dios. ¿Quién es esta persona? Aquel que se refugió en Dios, Aquel que vivió en la presencia de Dios, Aquel que fue muerto y fue resucitado por Dios, y que luego ascendió a la diestra de Dios. Ésta es la persona que puede habitar en el tabernáculo de Dios.

  Todos debiéramos aprender de memoria el salmo 2, el salmo 8 y el salmo 16. No hay palabras humanas que describan adecuadamente lo buenos que son estos salmos. ¡Oh, el salmo 2! ¡Oh, el salmo 8! ¡Oh, el salmo 16!

  La vida de Cristo en la tierra fue, Según nos lo muestra el salmo dieciséis, Valioso en sus actos, gustos y elección; Del hombre que vive morando con Dios.

  “Oh guárdame, pues he confiado en Ti, Dios” Halló en Ti refugio quien culpas cargó. “Eres mi Señor y mi único bien”, Constante oraba a Dios siempre Él.

  “Los santos que habitan en la tierra hoy”, Para Él son el pueblo de sumo valor, En ellos está todo Su deleite, Los cuatro Evangelios nos lo dejan ver.

  “Jehová es mi porción y mi copa también”, En todo del Padre dependía Él: “Bendito mi Dios, quien consejo me da”, Negándose Él quiere al Padre expresar.

  Su ser sumo gozo experimentó, Que aun en Su muerte a Dios alabó. Su alma al Seol Dios nunca abandonó, Mas mora Su cuerpo en resurrección.

  Dios le levantó y Su gloria le dio, Y frente a Su Dios pleno gozo encontró. Sentado a la diestra de Dios hoy está, Gozando placeres que siempre fluirán.

  (Hymns, #1082)

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