Mostrar cabecera
Ocultar сabecera
+
!
NT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Nuevo Testamento
AT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Antiguo Testamento
С
-
Mensajes del libro «Cristo y la iglesia revelados y tipificados en los Salmos»
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
11 12 13 14 15 16 17 18 19 20
21 22 23 24
Чтения
Marcadores
Mis lecturas

CAPÍTULO SEIS

CRISTO NOS TRAE A LA CASA

Salmos 25—41

  Lectura bíblica: Sal. 40:6-8; 34:8; 26:8; 27:4-6; 28:2; 29:9b; 36:7-9; 31:21

  Hemos abarcado seis salmos acerca de Cristo: los salmos 2, 8, 16, 22, 23 y 24.

DIOS RECOBRA LA TIERRA

  Observe que la palabra tierra es una palabra clave en casi todos estos seis salmos. Salmos 2:8 dice: “Pídeme, / y te daré [...] / por posesión Tuya los confines de la tierra”. Las naciones serán una herencia dada a Cristo, y la tierra, incluyendo las partes más remotas, serán posesión de Cristo. Luego en el salmo 8 encontramos esta exclamación: “Oh Jehová, Señor nuestro, / ¡cuán excelente es Tu nombre / en toda la tierra!” (v. 1). No creo que ninguno de nosotros podría olvidar la palabra tierra que aparece en el salmo 8. La gente hoy en día se muestra muy interesada en las cosas relacionadas con el cielo, pero Dios está más interesado en la tierra. Cuán excelente es Su nombre en toda la tierra. Salmos 16:3 nos habla de los que son excelentes en la tierra. También encontramos las palabras suerte y herencia en este salmo. El Señor Jesús dijo: “Tú sustentas lo que me tocó en suerte. / Las cuerdas de medir me han caído en lugares placenteros; / ciertamente para mí la herencia es bella” (vs. 5-6). ¡La suerte y herencia del Señor Jesús es la tierra! Luego en el salmo 22 encontramos más menciones de la tierra: “Todos los confines de la tierra / se acordarán y volverán a Jehová” (v. 27). La tierra no se menciona en el salmo 23, pero se presenta claramente en el salmo 24: “De Jehová es la tierra y su plenitud; / la tierra habitable y los que en ella habitan” (v. 1).

  La intención de Dios es recobrar la tierra para Su Cristo. La tierra es de Jehová. En el salmo 8 mientras el salmista contemplaba los cielos, dijo: “Cuando veo Tus cielos, obra de Tus dedos, / la luna y las estrellas, que has establecido...” (v. 3). Sin embargo, su alabanza fue: “Oh Jehová, Señor nuestro, / ¡cuán excelente es Tu nombre / en toda la tierra!” (v. 9). Él contempló los cielos, pero su alabanza estaba relacionada con la tierra.

  El Señor recobrará la tierra, la cual ahora se encuentra usurpada por el enemigo. La clave de ello se halla en el salmo 24. La tierra es del Señor; por lo tanto, Él tiene el derecho, el título de propiedad, sobre la tierra. Él ejercerá este derecho por medio del “monte”. Así que el monte es la clave, el peldaño, que le permitirá al Señor recobrar la tierra. Sobre este monte está la casa, y la casa es edificada con los hermanos. Los hermanos fueron producidos por la resurrección de Cristo, y la resurrección vino como resultado de Su crucifixión. Antes de Su crucifixión, tenemos la maravillosa vida que el Señor llevó en la tierra, una vida que fue resultado de Su encarnación. Por lo tanto, vemos todos estos pasos tan importantes que conducen al paso en el que Dios recobra la tierra: Su encarnación en el salmo 8, Su vivir humano en el salmo 16, Su crucifixión y resurrección en el salmo 22 (Su resurrección también se menciona o se alude a ella en los salmos 2, 8 y 16), Sus hermanos en el salmo 22, Su casa en el salmo 23 y finalmente el monte sobre la tierra en el salmo 24. No se olviden de estas palabras clave halladas en estos seis salmos acerca de Cristo. Si no tuviéramos el libro de Salmos, sino únicamente el Nuevo Testamento, ¿cómo podríamos conocer a Cristo de esta manera? Para ello, además del libro de Salmos, necesitamos recibir la visión celestial mientras leemos este libro, pues, de lo contrario, únicamente recibiremos cierta inspiración. Debemos ver en todos estos salmos las piedras preciosas, las gemas, los puntos cruciales. No es suficiente que sólo recibamos un buen sentimiento y una inspiración vaga.

DE LA LEY A CRISTO Y LA CASA

  Ahora debemos seguir adelante. El pensamiento principal del primer libro, los salmos del 1 al 41, es que la intención de Dios es hacer que los santos que le buscan se vuelvan de la ley a Cristo a fin de que puedan disfrutar de la casa de Dios. Estoy seguro de que todos nosotros ahora nos hemos vuelto a Cristo. Ya hemos abarcado veinticuatro salmos; ahora en este capítulo abarcaremos los diecisiete salmos restantes de este libro. Examinemos específicamente los salmos del 25 al 41. El propósito principal aquí es mostrar cómo los santos experimentan y disfrutan a Dios por medio de Cristo, y especialmente en la casa y ciudad de Dios.

  El tema del primer salmo es la ley. Pero inmediatamente después, en el segundo salmo, el tema cambia de la ley a Cristo. ¡Aleluya! Empezando a partir del salmo 2, encontramos seis salmos que nos hablan de Cristo, el último de los cuales es el salmo 24. Sin embargo, no importa cuánto apreciemos lo precioso que es Cristo, debemos comprender que Cristo no es la consumación. Cristo es para la casa, es decir, Cristo es para la iglesia. En Mateo 16, cuando Pedro vio a Cristo gracias a la revelación del Padre, el Señor de inmediato dirigió su atención a la iglesia: “Yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré Mi iglesia” (v. 18). Aquí en el libro de Salmos primeramente tenemos la ley, según el concepto humano, natural y religioso de los santos. Sin embargo, Dios hizo que los santos se volvieran a Cristo. Es entonces que Cristo es revelado, presentado y descrito detalladamente en los salmos 2, 8, 16, 22, 23 y 24. Debemos repetir una y otra vez estos salmos que presentan lo precioso que es Cristo. Sin embargo, en esta sección, del salmo 2 al salmo 24, se menciona muy poco la casa. Sí, se menciona la casa en estos salmos (véase 5:7; 11:4; y 18:6), pero no es el énfasis principal. Estas pocas menciones de la casa únicamente hablan de entrar en Su casa, de alabar a Dios en Su templo y de que las oraciones son escuchadas en el templo. Pero después del salmo 24, esto es, de los salmos del 25 al 41, la casa se presenta de una manera más rica. En todos estos diecisiete salmos, no se menciona a Cristo con frecuencia, pero sí se recalca la casa repetidas veces. El pensamiento principal en esta sección es la casa. Se hace referencia a ella una y otra vez. ¡Oh, la casa, la casa, para el disfrute de Dios! Es en esta sección que hallamos este maravilloso versículo: “Gustad y ved que Jehová es bueno” (34:8). Pero, ¿dónde podemos gustarlo a Él? ¡En la casa! Únicamente podemos gustar a Dios en Su casa.

  En el salmo 1 la ley lo es todo. Pero inmediatamente después, el Espíritu cambia el tema a Cristo. Luego, del salmo 2 al salmo 24, se nos presenta a Cristo de una manera rica y poderosa. Sin embargo, en estos salmos, la ley aún no ha sido completamente abandonada. No obstante, cuando llegamos a los salmos del 25 al 41, es bastante difícil encontrar un solo versículo que hable de la ley. No puedo encontrar ni siquiera uno. La ley se halla en el salmo 1, pero del salmo 2 al salmo 24 Cristo llega a ser la figura principal, y la ley empieza a desaparecer. Luego del salmo 25 al salmo 41, la ley ya no se menciona más, y la casa de Dios llega a ser la figura principal. Nos hemos vuelto de la ley a Cristo, y Cristo nos ha traído a la casa. ¡Oh, la casa! ¡Aleluya por la casa de Dios!

  Los salmos del 25 al 41 nos muestran cómo los santos experimentan y disfrutan a Dios por medio de Cristo, especialmente en la casa y ciudad de Dios. En estos salmos los sufrimientos de los santos son idénticos a los sufrimientos de Cristo. Hay varios versículos que aluden a los diferentes aspectos de los sufrimientos de Cristo y de Su actitud ante el sufrimiento. Él llevó una vida llena de aflicciones; fue objeto de oprobio del pueblo, fue calumniado y amenazado, y los hombres conspiraban contra Él y planeaban quitarle la vida (31:10-13; cfr. Is. 53:3; Jn. 7:44; 8:59; 11:56-57; Mt. 26:3-4). Los malos lo espiaban y procuraban matarle (Sal. 37:32; cfr. Lc. 11:54). Él confiaba en Dios (Sal. 31:14; cfr. He. 2:13). Sus tiempos estaban en la mano de Dios (Sal. 31:15; cfr. Jn. 7:6-8), y Él encomendó Su espíritu en la mano de Dios (Sal. 31:5; cfr. Lc. 23:46). Todos estos versículos del libro de Salmos eran las palabras de santos que estaban sufriendo, pero sus sufrimientos eran idénticos a los sufrimientos de Cristo.

  En estos salmos también encontramos varias profecías acerca de Cristo. Él se consideraba un sacrificio y una ofrenda a Dios, y se deleitaba en hacer la voluntad de Dios (Sal. 40:6-8; cfr. He. 10:5-7); los hombres le aborrecieron sin causa (Sal. 35:19; cfr. Jn. 15:25); uno de Sus discípulos lo traicionó (Sal. 41:9; cfr. Jn. 13:18); y ninguno de Sus huesos fue quebrado (Sal. 34:20; cfr. Jn. 19:36). Todas éstas son profecías de Sus sufrimientos.

  Estos salmos también muestran cómo, por medio de Cristo, los santos experimentan y disfrutan a Dios como su luz, su salvación, su fuerza y su escudo (27:1; 28:7), y ellos gustan a Dios mismo (34:8).

LA EXPERIENCIA Y DISFRUTE QUE TENEMOS EN LA CASA

  Ahora consideremos el punto más estratégico, esto es, la casa y la ciudad, y veamos cómo los santos experimentan y disfrutan a Dios allí. En primer lugar, ellos aman la casa de Dios, la habitación donde mora la gloria de Dios: “Oh Jehová, amo la morada de Tu casa, / y el lugar donde habita Tu gloria” (26:8). En segundo lugar, ellos desean morar en la casa de Dios para contemplar Su hermosura, inquirir en Su templo, esconderse y protegerse en él, ofrecer sacrificios de voces de júbilo y cantar alabanzas a Él: “Una cosa he pedido a Jehová; / ésta buscaré: / morar en la casa de Jehová / todos los días de mi vida, / para contemplar la hermosura de Jehová / y para inquirir en Su templo. / Porque Él me esconderá en Su albergue / en el día de la angustia; / me ocultará en lo escondido de Su tienda; / me levantará sobre una roca. / Y ahora mi cabeza se levanta / sobre mis enemigos que me rodean. / Y ofreceré en Su tienda / sacrificios de gritos de júbilo: / cantaré y salmodiaré a Jehová” (27:4-6). Ésta es una predicción de la vida de iglesia. Todos debemos desear morar en las iglesias locales para contemplar la hermosura de Dios. Debemos ofrecer sacrificios de gritos de júbilo. Creo que hoy en día los hermanos de la Asamblea jamás estarían de acuerdo con nuestros gritos, pero uno de sus líderes, J. N. Darby, tradujo así Salmos 27:6. Así que ellos tienen la traducción, mas no la realidad.

  Algunos cristianos condenan que se grite de esta manera e incluso se atreven a decir que esto es del diablo. ¿Cómo pueden los cristianos ser tan osados y soberbios para hacer tales acusaciones? ¿Qué debemos hacer entonces con Salmos 27:6? “Ofreceré en Su tienda / sacrificios de gritos de júbilo”. ¿Cree usted que gritar en las reuniones es ir demasiado lejos? Según el concepto religioso, gritar es considerado una práctica extrema porque el cristianismo ha sido usado por el enemigo para callar a los cristianos y producir adoradores mudos. ¡Pero nosotros hemos sido liberados! ¡Alabado sea el Señor, pues nosotros debemos gritar de júbilo para siempre! ¿Dónde? En las iglesias locales, en la casa de Dios.

  Hace mucho tiempo me enseñaron que debía pedirle una cosa al Señor, a saber: morar en la casa de Jehová (v. 4). Pero en estos últimos años he visto que el versículo 6 del salmo 27 es una continuación del versículo 4. No sólo debemos morar en la casa del Señor, sino que también en la casa debemos ofrecer sacrificios de gritos de júbilo. Cuando era joven algunos maestros cristianos me dijeron que no era apropiado gritar en el local de reunión de la iglesia, sino que esto sólo era permisible en las montañas. Pero aquí el salmista dice: “Ofreceré en Su tienda / sacrificios de gritos de júbilo”. El salmista no sólo gritaba en las montañas, sino también en la tienda de Dios. Ya lo ve usted que sí tenemos una base bíblica para gritar en las reuniones de la iglesia.

  Es más bien difícil hallar un solo versículo en la Biblia que nos diga que debemos estudiar la Palabra en la casa de Dios, dar un mensaje en la casa de Dios o escuchar a un buen orador en la casa de Dios. También es difícil encontrar un versículo en los salmos que nos diga que debemos esperar calladamente en la casa de Dios. Pero sí tenemos el salmo 27, el cual nos muestra que la casa de Dios no sólo es un lugar para contemplar Su hermosura e inquirir de Él, sino también para gritar, y que estos gritos son una especie de sacrificio.

  La casa es también un lugar para cantar alabanzas al Señor. Ciertamente necesitamos que abunde el cantar en la casa de Dios. Quizás necesitemos de unos cuantos mensajes y escuchar un poco, pero ¡cuánto más necesitamos los cánticos de alabanzas! Todas estas cosas se escuchan en la casa. ¡Cuánto amo la casa! En realidad no sé cuánto usted ama las iglesias locales. A veces mi familia dice que cuando estoy en casa no estoy tan contento, pero que cuando estoy en la iglesia, ¡soy otra persona!

  En la casa de Dios los santos también levantan sus manos hacia el santuario más interno: “Oye la voz de mis súplicas / cuando clamo a Ti, / cuando levanto mis manos / hacia Tu santuario más interno” (28:2). Algunos dicen que levantar nuestras manos en la reunión es algo muy extremo. Pero aquí no sólo se nos habla de levantar una mano sino ambas manos. Quizás usted diga que esto es simplemente una práctica del Antiguo Testamento, pero Pablo dice: “Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas” (1 Ti. 2:8). ¡Ya puede ver cuán equivocado está el cristianismo de hoy! Ha abandonado todas estas prácticas y condena a otros a causa de ellas. Por la misericordia del Señor, nosotros debemos recobrarlas. No nos deben importar las críticas, sino únicamente el Señor. Cuando decimos: “Oh Señor”, somos liberados, y cuando decimos: “¡Amén! ¡Aleluya!”, somos liberados aún más. Simplemente debemos preocuparnos por liberar nuestro espíritu; no debe importarnos si alguien nos va a criticar o condenar por ello.

  En la casa de Dios los santos hablan de la gloria de Dios: “En Su templo todos dicen: ¡Gloria!” (Sal. 29:9). Todos hablan. Esto concuerda con lo dicho en 1 Corintios 14:31: “Podéis profetizar todos uno por uno”. ¿Qué es profetizar? Profetizar es simplemente proclamar la gloria de Dios. Todos pueden proclamar la gloria de Dios en Su casa, y todos deben hablar en las iglesias locales.

  En la casa de Dios los santos están bajo la sombra de las alas de Dios, disfrutando de Su preciosa benevolencia amorosa: “¡Qué preciosa es, oh Dios, Tu benevolencia amorosa!” (Sal. 36:7). En la casa de Dios ellos son saturados de la grosura de Su casa: “Son saturados de la grosura de Tu casa” (v. 8a). En las iglesias locales tenemos la grosura. En la casa de Dios los santos beben del río de las delicias de Dios: “Tú los haces beber del río de Tus delicias” (v. 8b). En las iglesias locales estamos verdaderamente bebiendo de las delicias divinas. En la casa de Dios los santos participan de la fuente de vida: “Contigo está la fuente de la vida” (v. 9a). En la casa de Dios los santos ven luz en la luz de Dios: “En Tu luz vemos la luz” (v. 9b). Aquí tenemos el río de las delicias y la fuente de la vida; y aquí, donde está la vida, siempre hay luz, pues la vida es la luz de los hombres. Todo esto se halla en las iglesias locales.

  Dos versículos en los salmos 23 y 24 presentan la casa de Dios. Un versículo habla de morar en la casa de Jehová por largos días, y el otro habla del monte de Jehová, el lugar donde está edificada la casa de Dios. Luego en los salmos del 25 al 41 la figura central y predominante es la casa. “Oh Jehová, amo la morada de Tu casa” (26:8). “Una cosa he pedido a Jehová; / ésta buscaré: / morar en la casa de Jehová / todos los días de mi vida, / para contemplar la hermosura de Jehová / y para inquirir en Su templo” (27:4). “Son saturados de la grosura de Tu casa” (36:8). ¿Puede notar usted cómo va mejorando el conocimiento y disfrute de la casa de Dios? Cuando llegamos al salmo 36, llegamos a la cúspide en cuanto a la casa. El punto culminante se halla aquí. En los salmos 22, 23 y 24, que son salmos de Cristo, llegamos a la cúspide de los salmos que tratan acerca de Cristo. Luego, por medio de Cristo y con Cristo entramos en la casa de Dios. Su pastoreo nos conduce a Su casa. Aquí, en la casa de Dios, encontramos el dulce disfrute de las riquezas de Dios. Éste es el Libro Uno de Salmos. Empieza con la ley, luego pasa de la ley a Cristo, y después pasa de Cristo a la casa.

  Me encanta esta porción del libro de Salmos, cuyo énfasis principal es la casa del Señor. En esta porción encontramos al menos un versículo que habla de algo más: la ciudad (31:21). “Bendito sea Jehová, / porque me mostró Su benevolencia amorosa maravillosamente / en ciudad fortificada”. Los santos experimentan la maravillosa benevolencia amorosa de Dios en Su ciudad fortificada. Así pues, en el Libro Uno, hemos pasado de la ley a Cristo, de Cristo a la casa y de la casa a la ciudad. La ley ya no se menciona, y los santos se han vuelto a Cristo; Cristo entonces es intensificado con la casa y fortificado con la ciudad, una ciudad fortificada. En el libro de Salmos no sólo vemos a Cristo, sino también la iglesia que es la casa y ciudad de Dios. ¡Aleluya!

  En el Libro Uno de Salmos hay un solo versículo que habla acerca de la ciudad, el cual apenas nos habla de ella de manera breve y sencilla. No obstante, cuando lleguemos al Libro Dos, veremos más aspectos de la ciudad. Finalmente, cuando lleguemos al salmo 122, que está en la última sección del libro de Salmos, veremos que la ciudad alcanzará su consumación con las palabras: “Oh Jerusalén”.

Biblia aplicación de android
Reproducir audio
Búsqueda del alfabeto
Rellena el formulario
Rápida transición
a los libros y capítulos de la Biblia
Haga clic en los enlaces o haga clic en ellos
Los enlaces se pueden ocultar en Configuración