
Lectura bíblica: 14:16, Jn. 14:20, 23, 26; 20:22; 15:26; Col. 1:27; 2:9; Ef. 2:18; 3:16-19; 4:4-6; 2 Co. 13:14
No es fácil escoger un himno que sea apropiado. El himnario en inglés que compilamos tiene 1080 himnos, de los cuales más de doscientos fueron escritos por nosotros. Los ochocientos y pico de himnos restantes fueron recopilados de entre más de diez mil himnos. Podemos decir que prácticamente los mejores de todos los himnos escritos a través de los siglos, incluyendo algunos himnos pentecostales, fueron incluidos en nuestro himnario. La tabla de contenido al inicio de nuestro himnario muestra que nuestro conocimiento de la verdad es muy amplio.
En octubre de 1934, cuando el hermano Watchman Nee daba la cuarta Conferencia de Vencedores en Hangzhou, consideró que cierto himno del movimiento pentecostal era muy bueno y sugirió que los hermanos tradujeran el coro para cantar en las reuniones. Yo tomé dicha carga. El coro de ese himno, Himnos, #258, dice: “¡Aleluya! ¡Aleluya! / Yo el velo crucé ya, / Siempre aquí la gloria está; / ¡Aleluya! ¡Aleluya! / Hoy yo vivo en la presencia de mi Rey”. Cantar un himno como éste era algo nuevo en el recobro del Señor porque hasta entonces nuestras reuniones habían sido muy estructuradas. Nunca habíamos cantado un coro tan corto como éste. Vale la pena recordar que inmediatamente después de aquella conferencia, celebramos la reunión de bodas del hermano Nee, y cantamos allí este breve himno. Mi carga al decirles esto es que vean que cuando publicamos nuestro himnario, teníamos cierto enfoque y énfasis, y no nos apartamos de ninguna verdad. No hay otra colección de himnos igual a la nuestra que incluya todas las verdades principales. Cuando publicamos nuestro himnario en inglés, una hermana estadounidense ya mayor, quien había pasado muchos años en China, leyó la tabla de contenido y nos dijo que nuestro himnario era muy precioso porque abarcaba todos los aspectos de la verdad. Hicimos esto porque queríamos que los hermanos y hermanas supieran que nuestro conocimiento de la verdad abarca muchos aspectos, pero que mantenemos cierto énfasis y enfoque. Esto particularmente se manifiesta en los más de doscientos himnos que escribimos, muchos de los cuales tratan exclusivamente del Espíritu con nuestro espíritu y de los dos espíritus que llegaron a ser un solo espíritu. Éste es un punto muy importante.
Juan 14:20 dice: “En aquel día vosotros conoceréis que Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros”. Este versículo es muy difícil de entender; en cambio, no es difícil entender el versículo 6. El Señor dice: “Yo soy el camino, y la realidad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por Mí”. Sin embargo, la revelación hallada en el versículo 20 es muy profunda. ¿Por qué dice que en aquel día, esto es, en el día de la resurrección del Señor, los discípulos conocerían estas cosas? Porque otro Consolador, quien fue enviado por el Padre, vino el día de la resurrección del Señor. En 20:22 vemos que el Señor vino a Sus discípulos en la noche del día de Su resurrección, y soplando en ellos, les dijo: “Recibid al Espíritu Santo”. La mayoría de los cristianos entiende que el Espíritu Santo es el tercero de la Trinidad Divina. Pero en este Evangelio, Juan revela que el Señor mismo mostró que el Espíritu Santo, el “otro Consolador” enviado por el Padre, era el aliento que salía de Su boca. Esto es verdaderamente misterioso.
En el pasado, los misioneros occidentales vinieron a China y enseñaron a las personas que el Padre Santo, el Hijo Santo y el Espíritu Santo eran “tres personas con un solo cuerpo” y que las personas no debían ser confundidas y el cuerpo no debía ser dividido. Sin embargo, el Señor Jesús, el Hijo, infundió el aliento de Su boca, esto es, el Espíritu Santo, en los discípulos. ¿Cómo pudo el Espíritu Santo, el tercero de la Trinidad Divina, llegar a ser el aliento que salió de la boca del Hijo, quien es el segundo de la Trinidad Divina? ¿Cómo pudo el tercero llegar a ser parte del segundo? Éste es el misterio de la Trinidad Divina. En los libros del cristianismo actual es difícil encontrar un libro que les diga a las personas que Juan 20:22 revela que el Espíritu Santo es el aliento exhalado por la boca del Hijo. Nadie se ha atrevido a decir tal cosa, pero el Señor levantó Su recobro para que nosotros prediquemos la revelación pura que es según la Biblia.
En la noche del día de Su resurrección, el Señor sopló en los discípulos. Su aliento era la venida del Espíritu y el dar del Padre. Con respecto al Hijo, era Su aliento; con respecto al Espíritu, era Su venida; y con respecto al Padre, con esto les dio lo prometido. Cuando el Hijo sopló de esta manera, se cumplió la promesa de que el Padre daría el Espíritu Santo y también se cumplió la promesa de que el Espíritu Santo vendría. Una vez que los discípulos recibieron al Espíritu Santo en su interior, Él empezó a operar. Cuando el Espíritu Santo operó, los discípulos tuvieron un sentir interior, y entendieron las palabras que el Señor les había hablado en la noche en que fue traicionado, porque el Espíritu Santo, el Espíritu de realidad, entró en ellos y los guió a que experimentaran al Señor de manera subjetiva (Jn. 14:17).
El Espíritu de realidad, el otro Consolador, entró en los discípulos y los llevó a comprender lo que el Señor había dicho: “Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros” (v. 20). Primeramente, los discípulos comprendieron lo que el Señor había dicho en el capítulo 14 acerca de que Él estaba en el Padre (vs. 10-11). Por medio del Espíritu Santo ellos conocieron que el Señor estaba verdaderamente en el Padre. Luego, comprendieron también lo que el Señor había dicho en el capítulo 15 acerca de que ellos permanecerían en Él y Él en ellos (vs. 4-5). Por medio del Espíritu Santo ellos comprendieron que estaban en el Señor y que el Señor estaba en ellos. Así pues, ellos comprendieron todas estas cosas debido a este Espíritu. Es por ello que los discípulos tenían que esperar hasta aquel día a fin de entender estas tres cosas que fueron dichas en Juan 14:20. Fue en aquel día que el Espíritu de realidad, a quien el Hijo había prometido, entró en los discípulos. Cuando el Espíritu entró en ellos, los discípulos conocieron que era cierto lo que el Hijo les había dicho la noche en que fue traicionado en cuanto a que Él estaba en el Padre. Además, ellos comprendieron que era cierto lo que el Señor había hablado en el capítulo 15 acerca de que ellos permanecerían en el Hijo y Él en ellos.
Ahora debemos dar el siguiente paso y preguntarnos cómo es que tan pronto como el Espíritu entró en los discípulos, ellos comprendieron estas tres cosas mencionadas en Juan 14:20. ¿Cómo sabemos que el Padre, el Hijo y el Espíritu están en nosotros? Juan 14:26 dice que el Padre envía al Espíritu Santo en nombre del Hijo, y 15:26 dice que el Hijo envía al Espíritu Santo desde el Padre y con el Padre. Cuando el Espíritu viene, el Padre también viene; es decir, el Espíritu viene con el Padre. Además, que el Padre esté en el nombre del Hijo significa que Él está en el Hijo; por lo tanto, cuando el Padre viene, el Hijo también viene. Cuando el Espíritu Santo viene, el Padre viene y el Hijo también viene. Esto nos muestra que la venida del Espíritu Santo es la venida del Dios Triuno.
Juan 14:26 dice que el Padre envía al Espíritu, y 15:26 dice que el Hijo envía al Espíritu. En realidad, ¿cuántas son las personas que envían? Además, en 14:23 el Señor dijo: “El que me ama, Mi palabra guardará; y Mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él”. Cuando amamos al Hijo, nuestro amor también incluye al Padre. No sólo eso, cuando amamos al Hijo, el Padre y el Hijo vienen a nosotros y hacen morada con nosotros. ¿Qué significa todo esto? La respuesta a todas estas preguntas se halla en el versículo 20, que dice que el Hijo está en el Padre, que nosotros estamos en el Hijo, y que el Hijo está en nosotros. Sin embargo, antes de poder entender todo esto, aún necesitamos que el Espíritu Santo venga y nos enseñe.
Juan 14:26 habla de “el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en Mi nombre”. Esto quiere decir que el Padre es Aquel que envía y el Espíritu es el Enviado. Sin embargo, el Padre está en el Hijo y con el Hijo. Esto comprueba que el Padre y el Hijo son uno, y que cuando el Padre envía, es el Hijo el que envía. Por ello, 15:26 nos dice que el Espíritu Santo, a quien el Hijo envía desde el Padre, es el Espíritu de realidad que procede del Padre. Esto equivale a decir que el Hijo envía al Espíritu Santo desde el Padre y con el Padre. El Espíritu Santo está relacionado con el Padre en el sentido de que viene desde el Padre y con el Padre. Esto significa que el Espíritu y el Padre son uno. Cuando juntamos estos dos versículos, podemos ver que cuando el Espíritu Santo viene, viene con el Padre, quien está en el Hijo y con el Hijo. Así que, cuando el Espíritu Santo viene, no solamente viene el Padre, sino también el Hijo. En otras palabras, la venida del Espíritu Santo es la venida del Dios Triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu. Cuando el Señor sopló en los discípulos en la noche del día de Su resurrección, Él les infundió al Espíritu Santo, y cuando el Espíritu Santo entró en ellos, tanto el Padre como el Hijo estaban en ellos también. El resultado de ello fue que los discípulos en su experiencia comprendieron que no solamente el Espíritu estaba en ellos, sino también el Padre. De este modo, ellos comprendieron que el Hijo estaba en el Padre, que ellos también estaban en el Hijo y que el Hijo estaba en ellos.
Yo fui salvo en 1925, y en 1931 experimenté un avivamiento. En aquel tiempo, yo solía ir cada mañana a un monte no muy lejos de allí para acercarme al Señor. A veces invocaba el nombre del Señor, y otras veces cantaba himnos de alabanza y derramaba lágrimas de agradecimiento. En ese entonces no conocía la enseñanza acerca de invocar el nombre del Señor, pero me sentía muy inspirado interiormente. Sentía que el amor de Dios era tan profundo y tan elevado y que la gracia del Señor era tan rica, así que invocaba y cantaba. Ahora que reflexiono en esta experiencia, me doy cuenta de que estaba en el espíritu y que el Espíritu estaba en mí, inspirándome con el sentimiento de que el amor de Dios era realmente profundo, ancho, elevado y grande, y que la gracia del Señor era verdaderamente rica y abundante. Yo fui lleno interiormente de un gozo inefable y colmado de gloria. Todos los creyentes que han sido salvos han tenido una experiencia similar, aunque algunas experiencias son más profundas mientras otras son más superficiales, y algunas son más ligeras mientras otras conllevan más peso espiritual.
Conforme a la verdad, el día de la resurrección del Señor fue el día de nuestra salvación (1 P. 1:3). Según el cumplimiento de este hecho, nosotros no fuimos salvos sino hasta el día en que creímos y fuimos bautizados. No obstante, en nuestra experiencia, nosotros no experimentamos la realidad de la salvación sino hasta que tocamos al Señor en nuestro espíritu. Cada vez que tocamos al Señor en nuestro espíritu, tenemos un sentir interior, el cual es sencillamente el Espíritu Santo. Aun cuando en ese momento no estemos claros en cuanto a la doctrina, ciertamente sentimos la realidad y percibimos que hay aliento dentro de nosotros. Esto nos permite percibir al Espíritu, al Padre y al Hijo, es decir, nos permite percibir a Dios. Cuando nos regocijamos y oramos, clamamos: “Oh Dios, oh Padre, oh Señor Jesús”. Este tipo de experiencias nos muestran que el Dios Triuno no se nos da para que formulemos doctrinas, sino para que lo experimentemos.
Algunos maestros de la Biblia enseñan que no debemos confundir a los tres de la Trinidad Divina: el Padre es simplemente el Padre, el Hijo es simplemente el Hijo, y el Espíritu Santo es simplemente el Espíritu Santo. Por lo tanto, cuando oremos, debemos orar en el nombre del Hijo, por el poder del Espíritu Santo y al Padre. Según ellos, no debemos confundir este orden ni debemos ser descuidados al orar. Así me enseñaron cuando era joven, y cuando practicaba el orar de esta manera, me sentía con mucho temor y temblor. Temía que si invocaba equivocadamente, tendría que arrepentirme y confesar mi pecado. Sin embargo, por cuidadoso que fuera, nunca podía distinguir a las personas del Dios Triuno cuando oraba, y siempre tenía una duda dentro de mí. Más tarde, poco a poco fui comprendiendo con base en mi experiencia que el Padre, el Hijo y el Espíritu son uno; es decir, el Señor, Dios y Cristo son uno solo. ¿Cómo podemos dividirlos? Únicamente tenemos un Dios. Aunque Él tiene el aspecto de ser tres —el Padre, el Hijo y el Espíritu—, los tres sencillamente son uno.
El Señor Jesús tiene al menos estos tres títulos: el Señor, Jesús y Cristo. Él es una persona con tres títulos porque posee tres aspectos. El Señor es un aspecto, Jesús es otro aspecto, y Cristo es también otro aspecto. Sin embargo, esto no significa que porque posea tres aspectos pueda ser dividido en tres partes. Estos tres títulos se refieren a la misma persona. Asimismo, Dios tiene el aspecto de ser tres —el Padre, el Hijo y el Espíritu—, pero no puede ser dividido en tres partes. El Padre, el Hijo y el Espíritu son tres; el Padre y el Hijo son distintos, y el Hijo y el Espíritu también son distintos. No obstante, son distintos pero no están separados. Los Tres son uno.
Yo no recibí esta revelación antes de experimentar esta realidad. Nací en el cristianismo, crecí en el cristianismo y fui educado en una escuela cristiana, pero no pude confirmar sus enseñanzas en mi experiencia. Lo que ellos enseñaban era una cosa, pero lo que experimentaba era otra cosa. Pasé mucho tiempo estudiando la Biblia, porque quería saber cuál era la verdadera situación. A través de mi estudio descubrí que el relato de la Biblia coincidía con mi experiencia. Isaías 9:6 dice: “Porque un niño nos ha nacido, / Se llamará su nombre [...] / ‘Padre eterno’”, y 2 Corintios 3:17 dice: “El Señor es el Espíritu”. Esto demuestra que el Dios Triuno es una persona que está enfocada en el Hijo como el centro. Hablando con propiedad, la Biblia no dice que el Padre es el Hijo o que el Espíritu es el Hijo; en vez de ello, dice que el Hijo es el Padre y que el Hijo es el Espíritu. Además, la esencia de Dios es Espíritu, por lo cual la Biblia dice también que el Padre, el Hijo y el Espíritu son Espíritu, y este Dios quien es Espíritu es triuno. Si tenemos una luz clara en cuanto a la verdad, veremos que sólo existe un Dios, pero que también existe el aspecto de que Él es tres: el Padre, el Hijo y el Espíritu.
Debido a la influencia del cristianismo tradicional, podemos pensar que Jesucristo y el Padre son dos personas separadas y que el Espíritu también existe separadamente. Debido a esto, nuestro entendimiento de Colosenses 1:27 —que dice que Cristo en nosotros es la esperanza de gloria— puede ser que esto no está relacionado con el Padre ni con el Espíritu, porque únicamente nos habla de Cristo. Esta clase de entendimiento es incorrecto. Este Cristo quien está en nosotros como la esperanza de gloria es el propio Dios Triuno. En Colosenses 2:9 Pablo dice a continuación que en este Cristo habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad. La Deidad aquí es el Padre, el Hijo y el Espíritu. Por lo tanto, toda la plenitud de la Deidad es toda la plenitud del Padre, del Hijo y del Espíritu. Toda esta plenitud habita corporalmente en Cristo, y Cristo está en nosotros. Por lo tanto, este Cristo que está en nosotros es nada menos que el Dios Triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu.
El recobro del Señor es un recobro de la verdad. A través de los mensajes de este libro, las personas pueden ver cuán profunda y científica es nuestra lectura de la Biblia. Podría asegurar que nunca ha existido otro grupo de personas que lea la Biblia como nosotros lo hacemos. En el cristianismo, el entendimiento general que se tiene de Colosenses 1:27 es que éste dice que Cristo está en los creyentes, pero no dice que el Padre y el Espíritu están en nosotros; en otras palabras, Cristo no tiene que ver con el Padre ni con el Espíritu porque el Padre, el Hijo y el Espíritu son tres personas separadas. Muchos no han visto que 2:9, en el mismo libro, dice que en este Cristo no simplemente está la Deidad —el Padre, el Hijo y el Espíritu—, sino toda la plenitud de la Deidad, esto es, la plenitud del Padre, la plenitud del Hijo y la plenitud del Espíritu. El Cristo que está en nosotros es Aquel en quien mora toda la plenitud de la Deidad. Por lo tanto, en la noche del día de la resurrección, el Espíritu Santo que el Señor infundió en los discípulos por Su soplo era sencillamente Él mismo, el Dios Triuno. Es por ello que decimos que el Espíritu, que entró en los discípulos como su vida, es la máxima consumación del Dios Triuno.
En el Nuevo Testamento hay cuatro pasajes principales que hablan de una manera clara acerca del Dios Triuno. El primero es Efesios 2:18, que dice: “Porque por medio de Él [el Hijo] los unos y los otros tenemos acceso en un mismo Espíritu al Padre”. Este versículo claramente habla del Hijo, del Espíritu y del Padre. En general, los cristianos entienden esto de una manera natural, pensando que significa que nosotros éramos pecadores caídos y que el Padre celestial nos amó, por lo cual envió al Hijo a que nos salvara a nosotros, los pecadores. Cuando el Hijo viene a nosotros, nosotros creemos en Él y somos salvos. Dios nos perdona por medio de nuestra fe en el Hijo y, por ello, podemos estar en el Espíritu. Una vez que estamos en el Espíritu, el Hijo ha consumado Su obra, y nosotros tenemos acceso al Padre y le damos gracias, diciendo: “Padre celestial, Tú realmente me amas; te doy gracias”. Nuestra mente natural humana entiende este versículo como si hubiera tres pasos, en los cuales primeramente venimos por medio del Hijo, luego el Espíritu viene, y finalmente tenemos acceso al Padre. En realidad, esta clase de entendimiento está seriamente errado.
¿Qué significa realmente experimentar el acceso que tenemos al Padre por medio del Hijo en el Espíritu? En cierto sentido Efesios 2:18 es mucho más profundo y más misterioso que Juan 3:16. Juan 3:16 dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no perezca, mas tenga vida eterna”. La mayoría de cristianos piensa que este versículo es muy fácil de entender, es decir, que habla acerca de creer en el Señor y de no perecer, sino de tener vida eterna. Sin embargo, ellos no investigan más a fondo para saber qué es “la vida eterna”, y piensan que esto sólo guarda relación con nuestra ida al cielo, donde disfrutaremos las bendiciones eternas hasta el siglo de los siglos sin fin. Esta clase de entendimiento no es correcto. No es fácil para la mente humana y natural entender la verdad de la Biblia. Tan sólo el asunto de la “vida eterna” requiere que dediquemos mucho tiempo de estudio. Si queremos entender lo que Efesios 2:18 dice acerca del acceso que tenemos al Padre por medio del Hijo y en el Espíritu, debemos hacer un estudio aún más profundo de la Biblia.
En primer lugar, debemos ver cómo vino el Hijo. El Evangelio de Juan dice que cuando el Hijo vino, no simplemente vino desde el Padre, sino que vino desde el Padre y con el Padre. Los otros Evangelios nos muestran que el Hijo fue concebido del Espíritu Santo. El Hijo vino a la tierra desde el Padre y con el Padre, pero fue concebido y nació del Espíritu y por medio del Espíritu, quien era Su esencia. Por lo tanto, el Hijo no vino solo; más bien, el Padre y el Espíritu vinieron con Él. Es por ello que cuando el Hijo estuvo en la tierra, dijo que no estaba solo porque el Padre nunca le dejó. El Padre quien le había enviado había venido con Él y estaba siempre con Él (Jn. 8:16, 29; 16:32). Además, Su esencia era Espíritu debido a que fue concebido y nació del Espíritu Santo, y cuando salió a ministrar, el Espíritu descendió sobre Él como Su poder. Por lo tanto, el Hijo que vino a la tierra era el Padre y también el Espíritu. Esto corresponde a lo dicho en Colosenses 2:9: “Porque en Él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad”. En esta persona encarnada están el Padre, el Hijo y el Espíritu. Por lo tanto, esta persona es el Dios Triuno.
Es verdad que el Dios Triuno es un solo Dios, pero también está el aspecto de que Él es tres: el Padre, el Hijo y el Espíritu. Como Hijo, Él vino a morir para redimirnos de nuestros pecados. Sin embargo, esto no significa que mientras que el Hijo moría, el Padre y el Espíritu no estaban presentes. El Nuevo Testamento claramente indica que cuando el Hijo moría en la cruz, el Padre y el Espíritu también pasaban por la muerte (Hch. 20:28; He. 9:14). Por lo tanto, el Dios Triuno efectuó la redención, pero el Dios Triuno la efectuó en el Hijo, es decir, fue el Hijo quien efectuó la redención. Cuando nos arrepentimos y creímos, la redención del Hijo nos fue aplicada a nosotros los pecadores para el perdón y purificación de nuestros pecados. Por lo tanto, es por medio del Hijo, o sea, mediante la eficacia de la obra redentora del Hijo, que somos hechos aptos para presentarnos ante Dios.
Tener acceso por medio del Hijo es pasar por el Hijo; pasar por el Hijo es creer en el Hijo, y creer en el Hijo es recibir al Hijo (Jn. 1:12). Cuando recibimos al Hijo, invocamos el nombre del Señor Jesús. Cuando invocamos al Señor y, por ende, pasamos por medio del Hijo, estamos en el Espíritu, porque el Hijo y el Espíritu son uno y porque el Espíritu es la realidad del nombre del Hijo. Luego, cuando estamos en el Espíritu, tenemos acceso al Padre, porque el Padre está en el nombre del Hijo, y el Padre y el Hijo son uno. Según la verdad, éstos son tres pasos: tenemos acceso por medio del Hijo, en el Espíritu y al Padre. Sin embargo, en la práctica, éstos son tres aspectos de una sola experiencia. Una vez que creemos en el Señor, estamos en el Espíritu y tenemos acceso al Padre. La explicación que nos provee la Biblia es que tenemos acceso al Padre, por medio del Hijo y en el Espíritu, pero en nuestra experiencia estos tres pasos se cumplen de manera simultánea. Una vez que invocamos el nombre del Señor, de inmediato tenemos acceso en el Espíritu al Padre, porque el Padre, el Hijo y el Espíritu son uno. Así que, es imposible experimentar a Cristo sin experimentar al Dios Triuno, porque cada vez que invocamos el nombre del Señor, estamos en el Espíritu y tenemos acceso al Padre. Esto puede compararse con el fluir de la corriente eléctrica que primeramente proviene de la central eléctrica, luego pasa a través de los cables y finalmente se trasmite a nuestros hogares. Sin embargo, en la práctica, nosotros sencillamente activamos el interruptor y de inmediato hacemos uso de la electricidad.
Cuando Efesios 2:18 menciona estos tres pasos, no nos está diciendo que el Padre, el Hijo y el Espíritu son tres personas diferentes, sino que ellos son un Dios en tres aspectos: el aspecto de redimirnos, el aspecto de aplicarnos la redención y el aspecto de entrar en nuestro ser para que le disfrutemos. Esto es tener acceso al Padre por medio del Hijo y en el Espíritu. Por medio del Hijo quiere decir por medio del Dios Triuno; en el Espíritu quiere decir en el Dios Triuno, y al Padre quiere decir al Dios Triuno. Es así como disfrutamos de toda la plenitud del Dios Triuno. No podemos experimentar a Cristo sin experimentar al Dios Triuno. Es un grave error decir que experimentamos a Cristo sin experimentar al Dios Triuno. Desgraciadamente, en el cristianismo actual este concepto equivocado todavía existe debido a los dos mil años de la influencia de la tradición. Aun entre los santos en el recobro del Señor, puede haber algunos que inconscientemente se aferran a este concepto equivocado. Es imprescindible que veamos de una manera clara y cabal que estar en Cristo equivale a estar en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu. Cristo no puede ser separado del Padre ni del Espíritu porque Colosenses 2:9 claramente dice que en Cristo habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, esto es, toda la plenitud del Padre, del Hijo y del Espíritu. Dado que la Biblia revela esto, ¿cómo podríamos experimentar a Cristo sin experimentar al Padre y al Espíritu?
A pesar de la clara revelación hallada en la Palabra de Dios y nuestra enérgica predicación sobre este asunto, la influencia que ha ejercido el cristianismo durante dos mil años aún está estampada profundamente en los corazones de las personas y es extremadamente difícil de eliminar. Como resultado, no sólo algunos en el cristianismo creen que yo hablo herejías, sino que incluso algunos de los santos en el recobro del Señor niegan la verdad de la Trinidad Divina en su experiencia, aunque la confiesan con su boca. Debido a la influencia del cristianismo, a muchos hermanos y hermanas sólo les interesan sus sentimientos subjetivos, haciendo caso omiso de la revelación de la verdad. De acuerdo con su sentir, ellos experimentan sólo a una persona, quien naturalmente tiene que ser Cristo, y puesto que Él es una sola persona, ellos no tienen ni al Padre ni al Espíritu. No se imaginan que esto es un grave error. Algunos hermanos y hermanas cometen esta clase de error por varias razones. En primer lugar, la teología del cristianismo tradicional ha influido profundamente en ellos; segundo, no estudian a fondo la verdad; tercero, no se fijan en su propia experiencia; y cuarto, puede ser que intencionalmente ignoren la verdad en el recobro del Señor. Todos necesitamos escapar de estos errores. Debemos escapar de la influencia de la teología errónea y superficial del cristianismo. Además de esto, necesitamos estudiar con seriedad la Palabra del Señor y las verdades del recobro del Señor y examinarlas cuidadosamente a la luz de nuestra experiencia. De este modo, tendremos un conocimiento apropiado, profundo y subjetivo de la verdad en cuanto a la Trinidad Divina.
El segundo pasaje en el Nuevo Testamento que nos habla del Dios Triuno es Efesios 3:16-17, que dice: “Para que os dé [el Padre], conforme a las riquezas de Su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por Su Espíritu; para que Cristo [el Hijo] haga Su hogar en vuestros corazones por medio de la fe”. Ésta es la oración del apóstol Pablo en la cual pide que los creyentes puedan experimentar la plenitud de Dios conforme a las riquezas de la gloria del Padre para que ellos sean llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios (v. 19b). El Padre escucha la oración de Pablo y les concede a los creyentes el ser fortalecidos en el hombre interior por el Espíritu. Después, Cristo puede hacer Su hogar en los corazones de los creyentes. Es verdaderamente maravilloso que Pablo ore al Padre, pero cuando el Padre contesta su oración, Él viene por medio del Espíritu; sin embargo, el que hace Su hogar en los corazones de los creyentes es el Hijo. El resultado es que los creyentes son llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios; no simplemente la plenitud del Hijo o del Padre o del Espíritu, sino la plenitud de Dios. Si sondeamos este asunto, podremos ver que es verdaderamente misterioso.
En primer lugar, debemos preguntar por qué Pablo oró al Padre. Puesto que el Padre, el Hijo y el Espíritu son uno, ¿por qué él no oró directamente al Hijo pidiéndole que hiciera Su hogar en nuestros corazones? Charles Wesley escribió el himno que empieza así: “Escuchad en alta esfera” (Himnos, #49), y en la cuarta estrofa dijo: “¡Ven, Deseado de naciones! / ¡Haz Tu hogar en nuestro ser!”. La segunda línea fue escrita según Efesios 3:17. Sin embargo, Pablo no oró directamente al Hijo, sino que oró al Padre para que fuésemos fortalecidos por el Espíritu, a fin de que Cristo hiciera Su hogar en nuestros corazones. Si entendemos el principio bíblico, veremos que todo lo que va de nosotros a Dios empieza con Cristo, y que todo lo que viene a nosotros de Dios empieza con el Padre. En varios pasajes, al referirse a la Trinidad Divina, la Biblia no habla del Padre, del Hijo y del Espíritu, sino del Hijo, del Espíritu y del Padre, o del Padre, del Espíritu y del Hijo. Las tres parábolas de Lucas 15 hablan del Hijo, del Espíritu y del Padre; Dios viene en el Hijo como Pastor, luego el Espíritu viene, representado por la mujer, para traer iluminación y buscar, y finalmente el Padre recibe. Efesios 2:18 también nos habla del Hijo, del Espíritu y del Padre, es decir, de tener acceso por medio del Hijo y en el Espíritu al Padre. Lucas 15 y Efesios 2 hablan de nuestra ida a Dios. Pero Efesios 3:16-17 habla de Dios que viene a hacer Su hogar en nuestros corazones. Por lo tanto, la dirección es a la inversa: empieza con el Padre, continúa por medio del Espíritu y finalmente el Hijo viene a hacer Su hogar.
Me temo que muy pocas personas en el cristianismo pueden obtener dicha luz en su lectura de la Biblia. El cristianismo ha hecho un cuidadoso estudio de la geografía y de la historia bíblicas y ha investigado a cabalidad el significado original de las palabras en los idiomas bíblicos, tanto en hebreo como en griego. Sin embargo, han invertido gran parte de su energía estudiando las áreas equivocadas, y no han obtenido mucha luz. Es necesario estudiar la geografía, historia y el significado de las palabras originales, pero esto sólo sirve para ayudarnos a estudiar más a fondo a fin de conocer las verdades centrales de la Biblia. Tenemos que hacer el estudio apropiado si hemos de recibir luz.
Si queremos entrar en Dios a fin de disfrutarle y experimentarle, tenemos que empezar con el Hijo y tener acceso en el Espíritu al Padre. Luego, si queremos permitir que el Dios Triuno entre en nuestro ser, no podemos empezar con el Hijo, sino que debemos empezar con el Padre y pasar por medio del Espíritu para que el Hijo venga y haga Su hogar en nosotros. El resultado de que Él haga Su hogar de esta manera es que nosotros somos llenos de Dios, es decir, del Dios Triuno, a fin de llegar a ser la plenitud del Dios Triuno con miras a la expresión del Dios Triuno. Ésta es la verdad en cuanto a la Trinidad Divina revelada en Efesios 3:16-17 para la experiencia de los creyentes.
El tercer pasaje del Nuevo Testamento que nos habla del Dios Triuno es Efesios 4:4-6, que dice: “Un Cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos”. Aquí vemos el Espíritu, el Hijo y el Padre, porque estos tres versículos se refieren al Cuerpo de Cristo. Cuando hablamos del Cuerpo de Cristo, debemos empezar con el Espíritu, porque es el Espíritu quien está en el Cuerpo. De ahí que se nos diga: “Un Cuerpo, y un Espíritu”. ¿Cómo viene este Espíritu a nosotros? Al ser puestos en Él por medio de nuestra fe en el Señor y de nuestro bautismo (Mr. 16:16; 1 Co. 12:13). Por tanto, se nos habla de “un Señor, una fe, un bautismo”. El resultado es que somos regenerados para llegar a ser hijos de Dios, y ganamos a Dios. Eso quiere decir que este Dios no es solamente el Dios que nos creó, sino también el Padre que nos regeneró. Él es nuestro Dios y Padre, quien es sobre nosotros, y por nosotros y en nosotros. Es así como el Dios Triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu— llega a ser nuestra realidad y nuestra experiencia en nuestro vivir como el fundamento y el elemento de todo nuestro vivir.
Si aún no hemos visto claramente que el Dios Triuno es uno solo, entonces nunca podremos explicar claramente estos pasajes. Si estos tres versículos fuesen explicados según las enseñanzas tradicionales del cristianismo, entonces algunos dirían que son tres Dioses diferentes, y algunos incluso dirían que Dios no es solamente tres en uno, sino cinco en uno: uno es el Espíritu, otro es el Señor y el otro está compuesto de “tres Dioses”, uno de los cuales está sobre nosotros, otro que está por nosotros y otro en nosotros. Este versículo no dice que Aquel que está sobre nosotros pasa por medio de nosotros y ahora mora en nosotros; esto abarcaría tres pasos. Aquí Pablo claramente nos dice que estos aspectos se cumplen de manera simultánea. El Dios y Padre está sobre nosotros y al mismo tiempo está por nosotros y está en nosotros. Puesto que Él es uno solo, ¿cómo podría Él al mismo tiempo estar sobre nosotros y por nosotros y en nosotros? Éste es el misterio del Dios Triuno, pero es una realidad en nuestra experiencia. En nuestra experiencia este Dios profundo y misterioso está sobre nosotros, por nosotros y en nosotros. Lo que el cristianismo ve es muy superficial, pero lo que nosotros creemos y experimentamos son los misterios divinos hallados en la Biblia. Hemos descubierto estos puntos profundos en la Biblia a fin de ayudar a los santos con la esperanza de darles una llave para abrir esta mina de tesoros. Espero que los hermanos y hermanas jóvenes tomen la carga de continuar buscando las riquezas halladas en la Biblia.
Efesios 4:4-6 habla del Cuerpo de Cristo. En el Cuerpo de Cristo hay un solo Espíritu. Este Espíritu es simplemente el Señor, y el Señor es el Padre. El Espíritu es el Hijo, el Hijo es el Padre y el Padre es el Dios Triuno, que puede estar sobre nosotros, por nosotros y en nosotros. Aquí las palabras sobre, por y en demuestran que Dios el Padre es el Dios Triuno. Este Dios Triuno es el Padre, el Hijo y el Espíritu. Si Él solamente fuera el Padre, sólo podría estar sobre nosotros; si fuera solamente el Hijo, sólo podría estar por nosotros; y si solamente fuera el Espíritu, sólo podría estar en nosotros. Pero Dios el Padre es el Padre y el Hijo y el Espíritu, así que puede estar sobre nosotros, por nosotros y en nosotros. Esto también nos muestra que nosotros no podemos experimentar sólo al Espíritu, como lo enseña el pentecostalismo, ni únicamente a Cristo, como lo enseña la teología “ortodoxa” y los maestros de la vida interior. Cuando experimentamos al Espíritu, experimentamos al Dios Triuno; y cuando experimentamos a Cristo, experimentamos al Dios Triuno. Esto es muy claro.
El cuarto pasaje del Nuevo Testamento que habla acerca del Dios Triuno es 2 Corintios 13:14, el cual dice: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros”. ¿Son éstos tres pasos o un solo paso que tiene tres aspectos? ¿Se experimentan estos pasos de manera simultánea o sucesiva? ¿Experimentamos primero la gracia de Cristo, luego el amor del Padre y por último la comunión del Espíritu Santo? En realidad, éstos son tres aspectos que experimentamos al mismo tiempo. En la comunión del Espíritu Santo se encuentra la gracia del Señor Jesucristo, y la gracia del Señor Jesucristo nos trae el amor del Padre. La gracia y el amor en realidad son una misma cosa. El amor es la fuente escondida; cuando el amor se expresa, llega a ser la gracia. La comunión del Espíritu Santo es el derramamiento, la trasmisión y la aplicación, que aplica a nosotros el amor que el Padre manifiesta y que se expresa mediante la gracia del Señor Jesucristo. Por lo tanto, el amor, la gracia y la comunión son, de hecho, una misma cosa. Éstos tres no son tres cosas por separado, sino tres aspectos de una misma cosa, así como el Señor Jesucristo, Dios y el Espíritu Santo no son tres Dioses separados, sino tres hipóstasis del Dios único que no está dividido ni puede ser dividido. Por lo tanto, no podemos tener la comunión del Espíritu Santo sin la gracia del Señor Jesucristo y el amor de Dios.
Los cuatro pasajes anteriores del Nuevo Testamento claramente revelan al Dios Triuno y cada uno demuestra que experimentar a Cristo y experimentar al Espíritu Santo equivale en realidad a experimentar al Dios Triuno. Todos debemos deshacernos de nuestros conceptos naturales y de la influencia del cristianismo, recibir la revelación pura de la Biblia, y examinar correcta y diligentemente estas cosas en nuestra propia experiencia. Si fallamos y no llevamos a cabo estos puntos, no podremos experimentar al Dios Triuno de una manera cabal y completa.