
Lectura bíblica: 1 Ti. 3:7; Mt. 19:19; Pr. 22:6; 2 Ti. 3:15; Ef. 6:1-2, 4; Ro. 9:21, 23; 13:1; 2 Ti. 2:20-21; Gá. 3:24; 1 Ti. 3:15; 1 Co. 3:2
Tenemos que ser edificados como seres humanos apropiados. Este es un asunto de nuestro carácter, esto es, nuestro comportamiento y nuestro hábito. Una persona que ha sido edificada adecuadamente es una persona correcta con el carácter correcto. Hoy en día, muchos jóvenes han sido dañados con respecto a su carácter. Es por eso que para los niños tenemos una obra con los niños. Necesitamos formar el carácter de nuestros niños. Desde su juventud ellos deben aprender a honrar a sus padres, amar a sus hermanos y hermanas, y a respetar a los demás. A los jóvenes no necesitamos darles mucho conocimiento de la Biblia. Debemos más bien edificarlos con la ética y la moral adecuadas que los constituirán con un carácter apropiado. Muchas personas hoy en día carecen de esta clase de entrenamiento apropiado. (El ejercicio y la práctica de la manera ordenada por Dios, págs. 343-344)
Mientras que nuestras palabras representan nuestra persona, nuestro carácter es nuestra persona misma. La utilidad de una persona, las cosas que se le pueden confiar, las responsabilidades que pueda asumir, y las cosas que es capaz de lograr dependen de su carácter. Un carpintero determina el uso de una pieza de madera basado en la calidad de la misma. La pereza arruina la utilidad de una persona. Por consiguiente, el carácter tiene mucho que ver con el servicio del Señor. Considere las personas que Dios usó en la Biblia. Fueron usadas por Dios debido a que poseían un carácter que encajaba con Su uso. Su carácter era simplemente su persona misma. Llegaron a ser personas útiles a Dios debido a que su carácter pudo ser usado por Él. Debido a que todos, Abraham, Moisés y Pablo, tenían un carácter excelente, Dios los usó grandemente. El destino de nuestra utilidad al Señor depende de nuestro carácter. La compatibilidad de nuestro carácter humano determina cuán útiles seamos delante de Dios. (Carácter, pág. 17)
En 1953 mientras conducía un entrenamiento, usé un ejemplo a fin de explicar el carácter. La mayoría de los productos textiles, ya sean de algodón o de seda, deben introducirse en tinas que contienen diferentes tintas para que adquieran cierto color. Cuando se le aplica un tinte a una pieza de tela áspera o de mala calidad, la apariencia de esa tela no es muy bonita; pero cuando el mismo tinte es aplicado a la mejor seda china, el producto final es precioso y brilloso. La diferencia no radica en el tinte, sino radica por completo en la calidad de la tela. Hoy el Espíritu es semejante al tinte. Todos nosotros fuimos puestos en el Espíritu, pero diferimos en la forma en que lo manifestamos. Tales diferencias no son causadas por el Espíritu Santo que todos hemos recibido, porque todos tenemos el mismo Espíritu Santo; las diferencias más bien, se deben a nosotros mismos, quienes estamos siendo “teñidos”. Esto se relaciona con nuestro carácter.
El apóstol Pablo pudo disfrutar tanto del Espíritu de Dios, debido a que él tenía un buen carácter y era diligente en todo. Sin duda alguna, aquel hermano que cometió fornicación en 1 Corintios disfrutó mucho menos al Espíritu Santo porque tenía un carácter pobre y era indiferente en todo. La diferencia entre estos dos hermanos no se debía a que hubiese alguna diferencia en el Espíritu Santo que ellos recibieron, sino a que había una diferencia en la clase de carácter que tenían. El motivo por el cual una persona comete un acto censurable se relaciona en cierto modo con su carácter. Por tanto, aquellos que verdaderamente aman al Señor y lo buscan, y mucho más los que sirven al Señor y laboran para Él a tiempo completo, tienen que prestarle atención a su carácter si es que desean llevar la vida que es propia del Cuerpo.
Muchas de las enseñanzas del Señor Jesús y de los apóstoles que se encuentran en el Nuevo Testamento, comenzando con el libro de Mateo, revelan el tema de nuestro carácter, pese a que no se emplea la palabra carácter. Es imposible inspirar a una roca o animar a una madera porque no poseen un carácter viviente. El carácter es un asunto serio. La medida de gracia que recibamos del Señor y el grado en que dicha gracia manifieste su función dependerá de la clase de carácter que tengamos. (Vasos útiles para el Señor, págs. 167-168)
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Al ser una nueva cristiana y madre de cuatro hijos, quisiera saber cuánta enseñanza bíblica debo imponerles y cuánto debo insistir en que se comporten apropiadamente.
Esto es un asunto muy práctico. Nosotros como seres humanos caímos y necesitamos la salvación del Señor. Después de la caída, Dios vino para restringir al hombre. Por ejemplo, Dios puso restricciones a la mujer porque la caída fue introducida por ella (Gn. 3:16); esta restricción fue en verdad una protección. En la sociedad humana hoy prevalecería el caos a no ser por las restricciones de las enseñanzas éticas, la policía y las cortes judiciales. Éstas han sido ordenadas por Dios para limitar al linaje caído. Nosotros los padres, ya que nuestras familias son parte del linaje caído, tenemos que ejercer el orden de Dios para restringir a nuestros niños mediante las enseñanzas éticas, regulaciones y disciplina. A fin de llevar un vivir humano apropiado en sus hogares, ustedes tienen que enseñarles a sus niños a comportarse apropiadamente al honrar a sus padres, cuidar de sus hermanos y hermanas, respetar a sus vecinos, y a no robar.
No diga que las enseñanzas éticas son algo aparte de Cristo y por ende no tienen valor. Las necesidades de nuestra existencia humana son una cosa y las experiencias de Cristo son otra. En nuestro vivir humano tenemos que comprar comestibles, lavar la ropa, cerrar las puertas para evitar robos, ser cuidadosos para que no hayan fuegos, abrir y cerrar las ventanas, y cocinar y comer. Además de cuidar de estos asuntos terrenales, también estamos aprendiendo a experimentar a Cristo. Estas son dos áreas diferentes; ambas son necesarias. (Life Messages, t. 1, págs. 91-92)
Si las familias cristianas, después de leer estos mensajes que describen cómo Cristo es contrario a la cultura, les dijesen a los hijos que ya no necesitan más la cultura, esto constituiría un grave error. Sin la cultura, los niños actuarían como animales. Los niños deben ser educados conforme a las normas de la cultura. Antes de que nuestros hijos tengan la edad adecuada para recibir a Cristo, ellos deben ser educados conforme a la cultura. Cuanto más intensa sea la educación que ellos reciban, mayor beneficio les traerá. Los niños deben aprender a honrar a sus padres, a amar a sus hermanos, a comportarse apropiadamente con sus vecinos, a ser buenos estudiantes, a obedecer todas las leyes, y a respetar a sus maestros y demás adultos. Puesto que los niños aún no tienen la edad para comportarse según Cristo, es necesario enseñarles a comportarse según las normas de la cultura. Sin la cultura seríamos como bárbaros.
La cultura debe usarse para guardar a los niños hasta que tengan la capacidad para recibir a Cristo y vivir conforme a Él. Los niños deben ser guardados por la cultura mientras crecen.
Así como Moisés dio los mandamientos a los escogidos de Dios, debemos dar mandamientos a nuestros hijos. Pero una vez que ellos toman conciencia de su necesidad de Cristo y se arrepienten, debemos ministrarles al rico Cristo y ayudarles a recibirlo. Debemos decir a nuestros hijos que la cultura que les inculcamos era buena solamente por cierto tiempo y que ahora necesitan recibir a Cristo. Así que, Dios usa la cultura mediante los padres, para guardar a los hijos bajo custodia hasta que llegue el tiempo en que ellos reciban a Cristo. Es importante ver que éste es el uso apropiado que debemos darle a la cultura. (Estudio-vida de Colosenses, págs. 445-446)
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Al cuidar de sus hijos, los padres cristianos deben predicarles la ley. No debemos predicarles primero la gracia a los niños. Si les damos regulaciones que sean conforme a la ley, la ley los guardará en custodia para Cristo. Por consiguiente, debemos darles primero la ley de una manera firme. La ley los expondrá, los guardará y los mantendrá en custodia, funcionando como custodio a fin de preservarlos para Cristo. (Estudio-vida de Gálatas, pág. 171)
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No debemos darles [a los niños] nada prematuramente. Más bien, debemos preparar las lecciones de acuerdo a su edad. Debemos dar una cosa a los de cinco a seis años y otra a los de siete a ocho años. El conocimiento prematuro daña a los niños. Necesitamos algunos hermanos y hermanas que entienden este principio para que sean los que preparan las lecciones. (The Collected Works of Witness Lee, 1967, t. 1, pág. 504)
¿Qué material debemos usar para enseñar a los niños? Debemos comenzar enseñándoles a los niños cómo ser un ser humano apropiado. Debemos mostrarles que el hombre es diferente a los animales y es diferente a los árboles, las plantas y las flores. Después de esto, debemos hablar acerca del carácter y la conducta del hombre. Debemos enseñarles a los niños a honrar a sus padres, a ser amorosos, puros, obedientes, honestos y con una conducta apropiada. Tenemos que ser cuidadosos de no darles un pensamiento o concepto religioso.
Cuando hablamos acerca de la diferencia entre el hombre y los animales, podemos mencionar que el hombre fue creado por Dios y que los cielos y la tierra también fueron creados por Dios. También podemos hablar un poco acerca de cómo el hombre fue creado a la imagen de Dios. No necesitamos decir más al respecto. No estoy de acuerdo con explicar todo Génesis 1 y 2 a los niños. Aun si tocamos la caída del hombre en Génesis 3, debemos hablar de esto brevemente y no contar toda la historia de la caída. Cuando hablamos a los niños, debemos contarles historias que tengan que ver con experiencias; no debemos darles demasiadas doctrinas. No es necesariamente un beneficio para los niños saber demasiado.
Necesitamos entrenar a los maestros de las reuniones para los niños de tal manera que ellos mismos puedan encontrar ejemplos usando las situaciones prácticas. Por ejemplo, pueden preguntar a los niños: “¿Ustedes están siendo honestos si le roban un dulce a su hermano mayor?” o “Supongamos que su mamá le guarda un pedazo de dulce más grande a su hermana menor, y esto te hace infeliz y celoso. ¿Todavía estás amando a tu mamá y a tu hermana?”. Cuando hablamos a los niños, debemos usar ejemplos prácticos.
Para recopilar material para los maestros, necesitamos un número de hermanos que conozcan la verdad y que tengan la habilidad de escribir. El material no tiene que estar en cinco o seis niveles. Sólo necesitamos tres niveles: elemental, intermedio y avanzado. Cada nivel puede ser usado por dos años.
Todo el material para el nivel elemental debe ser desde la perspectiva de un niño. Cuando hablamos acerca del hombre, debemos preguntarle a los niños si el hombre es igual a un perro, a un gato o a un tigre. Debemos decirles que el hombre no es igual a los animales, y explicarles porqué el hombre es diferente. Esto es suficiente. No debemos presentarles una explicación doctrinal, sino debemos usar sólo ejemplos prácticos.
Gradualmente, mientras avanzamos al nivel intermedio, podemos darle a los niños un poco más de conocimiento de la Biblia. Podemos transmitirles una profunda impresión acerca de que existe un Dios en el universo, que el hombre cayó y cometió pecado, y que el Señor Jesús es nuestro Salvador. No debemos darles demasiada doctrina, sino que debemos impresionarlos con los hechos en la Biblia. Entonces cuando los niños avancen a un nivel avanzado, estarán casi listos para recibir los mensajes en las reuniones grandes. Los niños no necesitan mucha doctrina; sólo necesitan un conocimiento general de la verdad. Esto requiere una labor cuidadosa por parte de los hermanos que recopilan el material que se usará para enseñar, a fin de que los niños no reciban conocimiento prematuro. (págs. 312-313)
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Cuando muchos de nosotros éramos jóvenes, recibimos demasiado conocimiento que sólo nos dañó. Nos contaron muchas historias, pero no nos dieron los versículos apropiados de una manera práctica. Por consiguiente, nadie podía hablarnos, por ejemplo, acerca del hijo pródigo. Podríamos haber dicho: “No necesitan hablarme de esto. Yo ya sé lo qué representan el padre, el hijo, la túnica y el becerro. Yo puedo contarles la historia”. Después de escuchar todas las enseñanzas y las historias de la Biblia, los jóvenes se hacen “resbaladizos” y nada se les pega. No debemos dañar a los jóvenes de esta manera. Los que nunca han escuchado las historias anteriormente son inspirados por ellas fácilmente. Es por esta razón que no debemos contarles ciertas historias, sino simplemente ayudar a los niños a conocer las cosas acerca de la humanidad y de Dios de una manera práctica. Entonces, cuando sean salvos y comiencen a asistir a las reuniones de la iglesia, lo que escuchen será nuevo para ellos.
Cuando los niños están pequeños, debemos simplemente hablarles acerca de Dios, Su creación y otras cosas sencillas. Cuando tengan al menos ocho años de edad, podemos ayudarles a comprender algo acerca de la salvación del Señor, y luego, gradualmente, podemos ayudarles a conocer que Cristo es vida. No debemos hablarles acerca de cosas como orar-leer, hasta que tengan por lo menos diez u once años, en ese tiempo ya deben saber algo acerca de cómo tener comunión con el Señor. Para los más pequeños, los ejemplos y las demostraciones ayudan mucho. Si conducimos las reuniones con los niños de una manera apropiada, una reunión de dos horas no es demasiado larga. Sin embargo, contarles historias tras historias los cansará.
Lo más importante es formar la humanidad y el carácter de los niños. Este asunto es descuidado por muchos padres hoy día. El tener un buen carácter humano no dañará al niño de ninguna manera. Las enseñanzas de Confucio y las éticas chinas edifican el carácter según el yo, el orgullo propio y la confianza propia. La clase de edificación del carácter que practicamos es absolutamente diferente. Debemos edificar a los niños de tal manera que comprendan que ellos no pueden hacer nada en si mismos, porque son caídos y necesitan una vida más alta.
Se necesita que algunos hermanos y hermanas inviertan tiempo en preparar lecciones y las instrucciones de cómo usarlas. No es necesario componer toda la lección; simplemente podemos dar directrices, tales como en qué semana hablar acerca de honrar a nuestros padres y dar algunos consejos de cómo usar algunos ejemplos en la lección. Después de ser entrenados, cada maestro puede escoger qué ejemplos usar en particular. No debemos preparar lecciones impresas uniformes para que se lean en cada clase. Quizás sea suficiente hacer media página de puntos, ejemplos, e instrucciones. Debe ser fácil preparar las lecciones de esta manera. (págs. 505-507)
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Debemos contarles historias de la Biblia a los niños. Se deben usar las historias de la Biblia para mostrarles a ellos el estándar apropiado de la vida humana. Pero tenemos que cuidarnos de dos cosas. Primero, existe la posibilidad de impartir conocimiento espiritual prematuro. Segundo, podríamos presentar las verdades bíblicas de forma muy barata. Algunos maestros son muy espirituales. Ellos les traen enseñanzas a los niños que son muy elevadas y espirituales. Por ejemplo, puede que les enseñen a orar así: “Señor, ayúdanos, a disciplinar nuestra carne. Que Tu cruz opere en nosotros”. Esto da a los niños un conocimiento espiritual prematuro; esto no les ayudará. Otros maestros tratan las cosas espirituales muy livianamente en un intento de hacer que los niños entiendan; su hablar no hace justicia al peso espiritual del tema. Esto también está incorrecto. Esto presenta la verdad de una forma muy barata. Tenemos que enseñarles a vivir una vida humana normal. Por supuesto que no podemos contarles muchas historias bíblicas. De lo contrario, regresan a su casa con un bulto lleno de historias. Hasta que los niños crezcan lo suficiente, nunca debemos darles cosas que sean muy elevadas o muy espirituales para ellos. (The Collected Works of Watchman Nee, t. 62, págs. 409-410)