
Lectura bíblica: 2 Ti. 3:16-17; Jn. 6:63; Mt. 4:4; Ef. 6:17-18; 1 Ti. 2:4
En esta serie de mensajes hablaremos de algunos asuntos importantes relacionados con el entrenamiento de los maestros que laboran con los jóvenes en la Escuela de la verdad de verano. Además, lo que consideremos aquí será útil también para todos los que hablan por el Señor.
Necesitamos entender adecuadamente los términos maestro, enseñanza y escuela. Probablemente cada uno de nosotros tenga su propio léxico. Abandonemos los diferentes léxicos y vengamos a las Escrituras como nuestro único léxico. La palabra enseñar se encuentra en 2 Timoteo 3:16, donde se nos dice que “toda la Escritura es dada por el aliento de Dios, y útil para enseñar”. En cuanto a la palabra escuela, el único pasaje neotestamentario en el que se menciona esta palabra es en Hechos 19:9. Este versículo dice: “Pero endureciéndose algunos y no dejándose persuadir, maldiciendo el Camino delante de la multitud, se apartó Pablo de ellos y separó a los discípulos, discutiendo cada día en la escuela de Tirano”. Es posible que Tirano haya sido un maestro, y que Pablo haya alquilado su escuela para usarla como lugar de reunión a fin de predicar y enseñar la palabra del Señor tanto a los judíos como a los gentiles, durante dos años (v. 10). Pablo alude a cierto tipo de escuela, cuando dijo que él fue “instruido a los pies de Gamaliel” (22:3), quien era doctor de la ley (5:34).
La razón por la que debemos hacer a un lado nuestro léxico personal y estudiar las palabras de las Escrituras, es porque las Escrituras nos enseñan las cosas de Dios y las cosas relacionadas con Dios. Incluso podríamos afirmar que las Escrituras nos enseñan Dios mismo [p. ej. como decir: “Enseñan español”]. Cuando algunos escuchen esto, tal vez se pregunten: “¿Acaso podemos nosotros enseñar Dios? ¿Cómo se puede enseñar Dios?”. Los seminarios de hoy no enseñan Dios, solamente enseñan acerca de Dios. Hay una gran diferencia entre enseñar acerca de Dios y enseñar Dios.
Sin embargo, muchos cristianos no perciben esta diferencia; cuando ellos leen la Biblia, la leen de la misma manera que un libro secular. Esto es absolutamente equivocado. La Biblia, especialmente el Nuevo Testamento, no nos enseña a leer las Escrituras de una manera común, de forma secular. Más bien, Efesios 6:17 y 18 nos dice que debemos tomar la palabra de Dios con toda oración y petición. La razón por la que necesitamos recibir la palabra de Dios por medio de oración, es que conforme a 2 Timoteo 3:16, las Escrituras fueron dadas por el aliento de Dios. Esto indica que las Escrituras son el exhalar de Dios. Dios se ha exhalado a Sí mismo en las Escrituras y nuestra lectura de las Escrituras debe ser nuestro inhalar el aliento de Dios. Cuando Dios exhala, se exhala a Sí mismo. Cuando leemos las Escrituras, o cuando recibimos las Escrituras, nosotros inhalamos a Dios. Por lo tanto, la lectura de la Biblia involucra tanto el exhalar de Dios como nuestro inhalar. Esto es completamente diferente de leer un libro secular. Lamentablemente, muchos creyentes leen la Biblia de la misma manera que leen un texto o un periódico. Eso es un grave error, y debemos evitarlo al cuidar de los jóvenes en nuestra Escuela de la verdad del verano.
No debemos conducir la Escuela de la verdad de verano de una manera secular. De hecho, no me agrada mucho el término escuela, puesto que, al usar este término la gente puede pensar que intentamos dar enseñanzas de una manera común y secular. Algunos incluso pueden tener el concepto de que los que sirven en la Escuela de la verdad deben ser maestros de profesión; éste es un concepto completamente equivocado. El ser un maestro de escuela no capacita a nadie para servir en nuestra Escuela de verano. No piensen que por haber sido maestro por muchos años lo capacita a uno para enseñar en nuestra Escuela de verano. Los que sirven en ellas no deben hacerlo de acuerdo a su capacidad natural, ni su preparación profesional. Nuestra escuela de verano no se ocupa de asuntos comunes como matemáticas, historia, geografía y ciencia; más bien, ésta tiene el propósito de manejar la verdad divina, que es la realidad del Dios Triuno. La intención que tenemos es enseñar a nuestros jóvenes la realidad del Dios Triuno. Con respecto a esto, nuestra capacidad natural para enseñar no es de ninguna utilidad.
Mi carga en este mensaje es indicarles cual es la naturaleza de la Escuela de la verdad de verano. Una vez que entendamos claramente la naturaleza de esta escuela, sabremos qué hacer y cómo hacerlo.
La naturaleza de la Escuela de la verdad de verano, verdaderamente no es un asunto de enseñanza, sino de ministrar o servir. El propósito de nuestra escuela es ministrarles algo a los jóvenes. Podemos usar un restaurante como un ejemplo. Un restaurante no es para enseñar acerca de comida, sino para servir alimentos. Los que sirven en un restaurante no presentan a las personas solamente un menú y luego les enseñan acerca de la comida. En lugar de eso, suministran a los clientes los diferentes platillos, para que los coman. Debemos aplicar el mismo principio en lo que llamamos la Escuela de la verdad del verano. En cierto sentido, es una escuela, pero en realidad debería ser un “restaurante”. Nuestra intención no es darles a los jóvenes un “menú” y luego enseñarles algo acerca de Dios; más bien, nuestra intención es servirles, ministrarles, a Dios mismo como diferentes “platillos”, para que los coman. Así que, la naturaleza de la Escuela de la verdad de verano es un asunto de ministrar, de servirles al Dios Triuno a los jóvenes.
La situación de los seminarios actuales es muy distinta. Los instructores de los seminarios prestan muy poca, o ninguna, atención a ministrar el alimento espiritual a los estudiantes. En vez de ministrarles a Dios, ellos principalmente enseñan teología, que es meramente conocimiento acerca de Dios. Ellos no ministran a Dios mismo a los estudiantes. No deseamos que nuestra Escuela de la verdad se asemeje a una escuela teológica ni a un seminario; más bien, ésta debe ser un “restaurante” que sirva al Dios Triuno a los santos jóvenes.
En las Escuelas de la verdad de verano, nuestro único texto es la Biblia, y nuestros libros de lecciones están basados en ella. Nuestra meta es conducir a los jóvenes, no a los libros de lecciones, sino al Dios Triuno, por medio de dichos libros. Estos libros sólo deben ser el canal por el que los jóvenes sean llevados al Dios Triuno. Si usted comprende esto, entonces también entenderá que no es suficiente solamente darle a su clase las lecciones del libro, como si estuviera enseñando en una escuela secular. Todos los jóvenes que estén en su clase deben ganar al Dios Triuno. No traigan a los jóvenes al libro de lecciones; sino condúzcalos al Dios Triuno, por medio del libro de lecciones. El libro de lecciones es un canal a fin de que ustedes puedan conducir a los que sirven a Dios y puedan ganar a Dios. Esto significa que nuestra meta no consiste en enseñar el libro de lecciones, sino en conducir a los jóvenes a Dios mismo mediante el canal de dicho libro. Esta es la naturaleza de la Escuela de la verdad de verano.
Por medio de vuestra enseñanza, su servicio, en la Escuela de la verdad de verano, cada uno de sus estudiantes debe ser conducidos a Dios. Usted debe orar y esforzarse al respecto. Necesitan laborar para que cada joven en su clase sea traído a Dios, para que cuando hayan acabado todas las lecciones los estudiantes en su clase hayan ganado al Dios Triuno y hayan sido llenados con el Dios Triuno, y no con solamente conocimiento acerca de Dios según la letra.
Ya hemos visto que nuestro único libro de texto es la Biblia. Ahora, debemos considerar también lo que es la Biblia. Aparentemente la Biblia es como cualquier otro libro, una simple composición de palabras. Pero, mientras que todos los libros seculares son iguales en naturaleza, la Biblia es distinta de todos ellos. En otras palabras, la Biblia es única.
Quisiera mencionar nuevamente lo que 2 Timoteo 3:16 dice: “Toda la Escritura es dada por el aliento de Dios”. Las Escrituras son el aliento de Dios, la exhalación de Dios, Dios se exhala a Sí mismo. Por consiguiente, la Biblia es el aliento de Dios, y el aliento de Dios es el Espíritu de Dios, porque Dios es Espíritu (Jn. 4:24). La palabra griega Espíritu es pnéuma, que también significa aliento. Por lo que, podemos decir que el Espíritu Santo es el aliento santo (cfr. 20:22). Dios es Espíritu, y el Espíritu es el aliento santo. Decir que toda la Escritura es dada por el aliento de Dios, equivale a decir que la Biblia es el aliento, la exhalación del Dios mismo, quien es Espíritu. Dios se ha exhalado a Sí mismo, y esta exhalación de Dios es la Biblia. A esto se refiere 2 Timoteo 3:16 cuando dice que las Escrituras fueron dadas por el aliento de Dios.
En Juan 6:63 el Señor Jesús dice: “El Espíritu es el que da vida [...] las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida”. La palabra que procede de la boca del Señor Jesús es espíritu, pnéuma. Sus palabras son la corporificación del Espíritu, el cual da vida. Esto indica que la palabra que procede de la boca del Señor es Su aliento, es decir, la exhalación de Sí mismo. Esta es una indicación adicional de que las palabras de la Escritura fueron dadas por el aliento de Dios.
En Efesios 6:17 Pablo nos exhorta a tomar la espada del Espíritu, el cual es la palabra de Dios. El antecedente a la frase el cual es, es el Espíritu, y no la espada, lo cual indica que el Espíritu mismo es la palabra de Dios. Cuando leemos la Biblia debemos tocar la palabra de Dios como al Espíritu. Este versículo de Efesios, junto con 2 Timoteo 3:16 y Juan 6:63, revela que la Biblia es el aliento de Dios. Ya que Dios es Espíritu, lo que Él exhala también debe de ser Espíritu. Por tanto, las palabras de la Biblia son la exhalación de Dios mismo como Espíritu.
En 2 Timoteo 3:16 no sólo dice que la Escritura es dada por el aliento de Dios, sino también que es útil “para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia”. Por el lado de Dios, la Biblia es Su aliento; por nuestro lado, la Biblia nos es útil en cuatro asuntos: enseñar, redargüir, corregir e instruir. La secuencia en que estos términos se presentan es muy significativa. ¿Por qué se menciona primero enseñar y no instruir? ¿Por qué aparece corregir antes de instruir, y redargüir antes de corregir? Y, ¿por qué lo primero es enseñar? Según el orden, enseñar debe ser primero, y luego redargüir, corregir e instruir.
¿Qué es enseñar? ¿Cómo entiende usted el término enseñar? Necesitamos conocer lo que este vocablo denota de acuerdo con el uso que Pablo le da.
Si tenemos la suficiente y apropiada experiencia espiritual, nos daremos cuenta que en el versículo 16, enseñar equivale a revelar. La enseñanza, de hecho, no es nada menos que una revelación divina. Puesto que enseñar equivale a revelar, al enseñarles a los jóvenes en su clase de la Escuela de la verdad de verano, usted debe presentarles una revelación.
Una revelación es descorrer un velo. Mientras enseñemos a los jóvenes debemos correr el velo a fin de que puedan ver algo del Dios Triuno. Cierto asunto puede estar oculto a la vista, pero por medio de nuestra enseñanza gradualmente debemos correr el velo. Esto es enseñar.
Cuando servimos en la Escuela de la verdad de verano, no debemos permitir que el velo permanezca sobre los ojos de los jóvenes. Más bien, mientras nos escuchan, el velo es quitado poco a poco. Enseñar es correr el velo. Vayan a la escuela de verano con la intención de quitar el velo.
Ahora podemos ver que si la Biblia es útil para enseñar, quiere decir que es útil para revelar, para correr el velo. Un velo no puede ser quitado repentinamente, ni corrido de una sola vez; más bien, es quitado poco a poco. Una y otra vez, sesión tras sesión, gradualmente necesitamos quitar el velo. Si hacemos esto, nuestra manera de enseñar será una revelación. Esta clase de enseñanza siempre presenta una revelación a los demás. Aquellos que están bajo esta clase de enseñanza podrán ver algo del Dios Triuno.
Esta definición de la enseñanza se aplica, no solamente a los que enseñan en la Escuela de la verdad de verano, sino a todo aquel que habla por el Señor. Cuando hable algo en la reunión de la iglesia, su hablar debe ser un quitar del velo. Esto quiere decir que su hablar debe presentar una revelación.
Es muy significativo que en el versículo 16 la palabra enseñar sea seguida por la palabra redargüir o amonestar. La razón por esto es que nadie puede ver algo de Dios sin ser redargüido por lo que ve. Los que reciban nuestra enseñanza verán algo, y lo que vean los redargüirá, los amonestará.
Cuando vemos algo de Dios, nos damos cuenta de nuestros errores, transgresiones, carencias y pecados. Como resultado, somos reprendidos, somos redargüidos. Esta reprensión proviene de la revelación que recibimos. Sin embargo, muchas veces al leer las Escrituras no recibimos ninguna revelación y por lo tanto, no recibimos ninguna reprensión. Pero si mientras leemos las Escrituras recibimos una revelación, la revelación nos amonestará y nos redargüirá.
Después de la reprensión viene la corrección. La enseñanza, o la revelación, nos trae reprensión, y la reprensión produce la corrección. La corrección es rectificar lo que está mal, restaurar a alguien al camino recto, y restaurarlo a una condición correcta.
Después que hemos sido corregidos recibiremos la instrucción adecuada, que es la instrucción en justicia. Aunque aquí Pablo no usó ningún modificador para enseñar, redargüir y corregir, sí usó un modificador para instruir, y habló de instruir en justicia. La justicia es un asunto de ser recto. Por tanto, la instrucción aquí es para que seamos rectos.
La razón por la que somos redargüidos y reprendidos es porque estamos mal en distintas maneras y muchos aspectos. Tal vez estemos mal con Dios, con Cristo y con el Espíritu. Quizás estemos mal con la iglesia, con los hermanos y las hermanas, con nuestro cónyuge, con nuestros padres, con nuestros hijos, con nuestros vecinos e incluso con nosotros mismos. Podemos estar mal en la forma en que gastamos nuestro dinero, en la manera en que usamos el tiempo, o en el modo en que nos vestimos o en el estilo en que nos peinamos. Ya que podemos estar errados en tantos aspectos, somos reprendidos por medio de la revelación que recibimos al leer las Escrituras.
Por nuestra experiencia sabemos que frecuentemente somos redargüidos inmediatamente después que recibimos una revelación. Puedo testificar que una y otra vez he sido redargüido por una revelación que vino mientras leía la Biblia u oía una enseñanza. ¿No ha tenido usted tal experiencia? Puesto que somos pecaminosos e injustos, necesitamos la reprensión que viene mediante la enseñanza.
Podemos memorizar versículos de la Biblia y recitarlos sin tener ninguna experiencia de ser redargüidos. Pero cuando recibimos una revelación de la Palabra, dicha revelación expone nuestra pecaminosidad y nos amonesta. No somos redargüidos por los hombres ni directamente por Dios, sino que somos redargüidos por la enseñanza de la Palabra. Cuando somos redargüidos de esta manera somos corregidos espontáneamente, y cuando somos corregidos tenemos la instrucción en justicia. El resultado es que somos calibrados.
Podemos ser calibrados en cierto asunto y ser rectos en ello; sin embargo, no significa que seamos rectos en este asunto para siempre. Por ejemplo, supongamos que un hermano esté mal con su esposa. Bajo la revelación de la Palabra es redargüido y corregido. Se arrepiente, pide perdón a su esposa, y como resultado está bien con ella. Pero después de unos días puede volver a tener el mismo problema, por lo que una vez más necesitará ser reprendido, corregido y calibrado.
En 2 Timoteo 3:17 Pablo dice: “A fin de que el hombre de Dios sea cabal, enteramente equipado para toda buena obra”. Un hombre de Dios es un Dios-hombre, uno que participa de la vida y naturaleza de Dios (Jn. 1:13; 2 P. 1:4), siendo así uno con Dios en Su vida y naturaleza (1 Co. 6:17), y por ende, expresándolo. Tal Dios-hombre, tal hombre de Dios, es producido por Dios que se exhala a Sí mismo. El exhalar de Dios produce a los Dios-hombres.
Es posible que usted sea un buen hombre, pero no un Dios-hombre. Lo que significa que tenemos algo de más. Cuanta más revelación recibamos, más el exceso será cortado. Sin embargo es difícil eliminar el exceso de una vez por todas, ya que es como la barba del hombre que vuelve a aparecer después de ser afeitada, o como la hierba que vuelve a crecer después de haber sido cortada. Por experiencia sabemos que el exceso siempre regresa. Tal vez, en su caso, el exceso haya sido podado parcialmente, pero ciertamente lo que ha sido afeitado volverá a aparecer. Si ésta es nuestra situación, seremos hombres de Dios, Dios-hombres, pero con algo añadido. Necesitamos que la enseñanza de las Escrituras nos afeite ese exceso una y otra vez.
La frase a fin de que al principio de 2 Timoteo 3:17 indica que este versículo es un resultado del versículo anterior. El resultado de la enseñanza, la reprensión, la corrección y la instrucción en justicia es que el hombre de Dios llegue a ser cabal.
En la Escuela de la verdad de verano deben presentar una enseñanza que sea revelación, que sea un quitar del velo. De este modo, los jóvenes que estén en su clase verán algo de Dios, y lo que vean los redargüirá, corregirá y los instruirá en justicia, para hacerlos rectos tanto con Dios como con los hombres. El resultado de esto es que el hombre de Dios sea completo, cabal, y esté equipado para toda buena obra.
El propósito de la Escuela de la verdad de verano no es darle a los jóvenes un conocimiento intelectual. Más bien, nuestra meta es impartirles enseñanza tras enseñanza, y revelación tras revelación, a fin de que los jóvenes puedan ver a Dios, se vean a sí mismos, y sean redargüidos, corregidos e instruidos para ser rectos con Dios y con los hombres, con el fin de que el hombre de Dios sea cabal, enteramente equipado para toda buena obra. Tal persona será un hombre de Dios verdadero, un Dios-hombre genuino, que inhala constantemente al Dios Triuno, al recibir revelación, amonestación, corrección e instrucción en justicia.
Hemos visto que, en su naturaleza, las Escrituras, la Palabra santa, es el aliento de Dios. La función de las Escrituras es revelar, quitar el velo. La enseñanza apropiada siempre es una clase de revelación. Después que el velo es quitado, podremos recibir reprensión, corrección e instrucción en justicia “a fin de que el hombre de Dios sea cabal, enteramente equipado para toda buena obra” (v. 17).
Ahora consideremos otro versículo importante relacionado con la naturaleza de la Biblia, Juan 6:63. En este versículo el Señor Jesús declara: “El Espíritu es el que da vida [...] las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida”. Esto indica que las palabras del Señor son la corporificación misma del Espíritu de vida. Cuando recibimos Sus palabras mediante el ejercicio de nuestro espíritu, recibimos el Espíritu mismo, que nos da vida.
Cuando leemos la Biblia debemos recibir vida, y cuando enseñamos la Biblia a otros, ellos deben recibir vida. Si al leer la Palabra no recibimos vida algo está mal. Tal vez no hay espíritu en nuestra lectura de la Biblia; y en nuestra enseñanza de la Biblia tal vez tampoco haya espíritu. El hecho de que no haya espíritu significa que no hay vida. Podemos leer un pasaje de la Biblia, varios versículos o incluso algunos capítulos, sin recibir el suministro de vida. La razón por esta falta de suministro es que en nuestra lectura de la Palabra no hay espíritu. Si no sentimos el Espíritu al leer la Biblia, debemos darnos cuenta que algo anda mal y que nosotros mismos debemos corregirnos.
Bajo este mismo principio, cuando laboremos como maestros de los jóvenes en la Escuela de la verdad de verano, debemos cerciorarnos si hay espíritu en nuestra enseñanza. Si no hay espíritu, debemos cambiar nuestra manera de enseñar. Enseñar una clase en la Escuela de la verdad de verano no debe ser igual a enseñar una clase en una escuela secular, debido a que en ésta no se requiere del espíritu, pero en nuestra escuela de verano sí se requiere de mucho espíritu.
Sabemos por experiencia que para tener mucho espíritu en nuestra lectura y enseñanza de la Biblia, requerimos de mucha oración. Debemos ser una persona de oración; debemos ser una persona que constantemente respira al Señor, una persona que siempre inhala a Dios. Nuestra lectura de la Biblia debe ser una clase de inhalación, y nuestra enseñanza de la Biblia debe ser una clase de exhalación. Mientras estén enseñando una clase en la Escuela de la verdad de verano deben estar exhalando a Dios e introduciéndolo en sus estudiantes.
La Biblia es el aliento de Dios, y este aliento es el Espíritu, y el Espíritu da vida. Cuando usted respira el Espíritu, recibe no sólo revelación, reprensión, corrección e instrucción, sino que recibe vida. Cada vez que tocan el Espíritu mientras leen la Biblia, reciben vida. Del mismo modo, al enseñar en la Escuela de la verdad de verano, necesitan tocar al Espíritu. Deben tener la sensación de que están tocando, no sólo el Espíritu, sino también los espíritus de sus estudiantes. Deben tener el sentir de que están exhalando a Dios y que ellos están inhalando a Dios. Esto significa que hay una comunicación entre su exhalación y su inhalación. Esto indica que la manera en que están enseñando es la correcta, pues se ejercitan para ministrar vida a los jóvenes.
Al enseñar la Biblia a otros deben ser muy estrictos con ustedes mismos, corrigiéndose una y otra vez. Es posible que en cada clase ustedes tengan que corregirse varias veces. Si ustedes experimentan fracasos las primeras veces que enseñan, deben regresar al Señor con mucha oración. Oren para introducirse en el Señor inhalando a Dios en ustedes. Entonces, cuando ha llegado a ser una persona que ora, una persona que inhala a Dios, regrese a su clase y exhale lo que ha recibido de Dios.
En Mateo 4:4 el Señor Jesús dijo: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. Aquí vemos que la palabra que sale de la boca de Dios es nuestra verdadera comida. Esto indica que la Biblia no sólo imparte vida, sino que también nutre. Cuando enseñamos la Biblia a otros, debemos nutrirlos. Espero que todos los jóvenes que estén en su clase tengan el sentir que no sólo están siendo enseñados, sino también nutridos. Si son nutridos o no, depende de nosotros.
Los instructores de los seminarios actuales quizás afirman que están enseñando la Biblia; pero la mayoría de seminaristas se están muriendo de hambre. Ellos no son nutridos debido a que sus instructores les enseñan la Biblia de una manera inadecuada. Ellos enseñan la Biblia del mismo modo que los instructores en las escuelas seculares enseñan materias como geografía, historia, ciencias y matemáticas. Por consiguiente, no tienen nutrimento. Nuestra manera de enseñar debe ser distinta. Cuando enseñamos las Escrituras a los jóvenes en la Escuela de la verdad de verano, debemos nutrir a los estudiantes con el suministro de vida, con las palabras que salen de la boca de Dios.
Todos debemos ser personas vivientes, los que son canales vivientes que tienen las palabras de Dios que salen de nosotros. La palabra de Dios proviene de boca de Dios y nosotros también debemos dejarla que proceda de nosotros como un canal. En las reuniones, cuando cierto hermano lee la Biblia o enseña algo de la Biblia no somos nutridos, pero cuando otro hermano hace lo mismo, todos somos nutridos. La diferencia radica en que el primer hermano leía o hablaba sin espíritu, pero el segundo hermano leyó y habló con mucho espíritu. El principio es el mismo cuando enseñen una clase en la Escuela de la verdad de verano. Nuestra enseñanza debe ser en espíritu y con espíritu. Al enseñar, necesitan convertirse en un canal viviente por medio del cual sale la palabra de Dios. Si son tales canales vivientes, entonces los alumnos de su clase recibirán el alimento espiritual para ser nutridos.
Ahora consideremos Efesios 6:17. En este versículo Pablo nos exhorta a recibir “la espada del Espíritu, el cual es la palabra de Dios”. Cuando yo era un cristiano joven no entendía cómo la palabra de Dios podía ser una espada. Podía entender lo que era ser iluminado por la Biblia, porque al leerla era iluminado. Hasta cierto grado, también fui amonestado, corregido e instruido por la Biblia a estar bien con Dios y con los hombres. Pero, no entendía cómo la Biblia podía convertirse en una espada, un arma ofensiva para contender contra el enemigo. Para entender esto se requiere de mucha experiencia espiritual.
Es común que los cristianos sean iluminados, redargüidos, corregidos e instruidos por la Biblia, pero no muchos experimentan la palabra de la Biblia como una espada que mata al enemigo. Esta falta de experiencia se debe a que podemos tomar la palabra de la Biblia para enseñar, redargüir, corregir e instruir sin tocar al Espíritu. Aun los incrédulos pueden ser iluminados al leer las Escrituras. También ellos pueden ser amonestados, corregidos e instruidos al leer lo que la Biblia dice en cuanto al honor, amor, humildad y honestidad. Pero en su lectura de las Escrituras no hay nada del Espíritu. Sin embargo, si nosotros tomamos la Palabra de la Biblia como una espada para pelear contra el enemigo, debemos tocar la Biblia de tal manera que sea llena del Espíritu.
Según la palabra de Pablo en Efesios 6:17, la palabra de Dios es la espada, no directamente, sino indirectamente. Pablo habla de “la espada del Espíritu, el cual es la palabra de Dios”. Aquí tenemos algo indirecto, pues la espada no es la palabra directamente. Más bien, la espada es el Espíritu directamente, y después el Espíritu es la palabra. Esto indica que si vamos a contender con el enemigo Satanás, la Biblia debe llegar a ser el Espíritu. Sin el Espíritu es posible, que de la Biblia, podamos enseñar a los jóvenes que deben honrar a sus padres y pedirles perdón cuando hayan actuado mal. Pero si vamos a usar la palabra de la Biblia como una espada para matar al enemigo, en nuestra experiencia la palabra tiene que ser el Espíritu.
A estas alturas, les pediría que consideren cómo, de una manera práctica, la palabra de la Biblia puede convertirse en la espada del Espíritu para luchar contra el enemigo. ¿Podrían dar un ejemplo o un testimonio de esto? Efesios 6:12 revela que nuestros enemigos son los espíritus malignos, “los gobernadores del mundo de estas tinieblas”, “huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”. ¿Podrían dar algún testimonio, de acuerdo con su experiencia, de cómo han eliminado a estos enemigos usando la palabra como espada? A fin de dar tal testimonio necesitamos entender Efesios 6:17 en nuestra experiencia al manejar la Biblia a la manera del Espíritu y no simplemente de una manera intelectual. Me preocupa que en nuestra Escuela de la verdad de verano ustedes enseñarán a los jóvenes simplemente de una manera intelectual, como si estuvieran dando clases en una escuela secular. Todos debemos aprender a enseñar la Biblia a la manera del Espíritu.
Efesios, un libro que trata de la iglesia como el Cuerpo de Cristo, habla de la vida del Cuerpo, de la unidad del Cuerpo (4:4), y del Cuerpo es la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo (1:23). Debemos darnos cuenta de que cosas como nuestra opinión, pensamiento, temperamento, emoción, vida natural e incluso nuestros puntos de vista, muchas veces son usados por las potestades de las tinieblas en el aire para dañar la vida del Cuerpo. Como hermanos y hermanas en la iglesia, aún tenemos nuestras emociones, pensamientos, opiniones, vida natural y nuestros propios puntos de vista. Y muchas veces nos ofendemos, no tanto por las acciones de otros, sino debido a nuestra emoción o a nuestra opinión. Una silla nunca puede ofenderse porque no tiene sentimientos. No importa cómo usted la trate, ésta jamás se ofenderá; pero cuán fácil es que los hermanos y las hermanas en la iglesia se ofendan.
Las hermanas se ofenden con mucha facilidad debido a sus emociones. Supongamos que un hermano de mayor edad le habla una palabra a cierta hermana, y ella se ofende a causa de sus emociones. Entonces las potestades malignas que están en el aire vienen para sacar provecho de su emoción, y ella se propone no olvidarse que se ha ofendido. Aparentemente el problema radica en su emoción, pero en realidad, el problema consiste en que su emoción ha sido usurpada por la fuerza maligna en el aire. Esto quiere decir que el verdadero enemigo no son las emociones de esta hermana, sino el espíritu maligno en el aire, el cual se aprovecha de su emoción a fin de dañar la vida de iglesia. Debido a que el enemigo usa las emociones de esta hermana, ella afecta negativamente, primero a su esposo, y luego afecta negativamente a los demás hermanos. Como resultado de ello, parte del Cuerpo es envenenado. Si el enemigo va a ser derrotado en esta situación, esta hermana tiene que aprender a recibir la palabra como Espíritu, la cual llega a ser la espada para derrotar al enemigo.
Esto es algo que he aprendido a través de muchos años de experiencia. No soy una persona hecha de “piedra” que no pueda ofenderse. Ciertamente he sido ofendido por otros frecuentemente en la vida de iglesia y en mi vida familiar. ¿Cómo he podido pasar por todas esas ofensas? Las pasé al recibir la palabra como Espíritu. La palabra que recibo como Espíritu llega a ser la espada para matar al enemigo. Aparentemente la espada del Espíritu mata mi emoción, pero en realidad mata al espíritu maligno que está en el aire que se aprovecha de mi emoción. Mientras que mi emoción es eliminada directamente, el espíritu maligno es eliminado indirectamente. De esta manera he podido superar las ofensas.
Al escuchar esto, tal vez algunos pregunten: “Hermano Lee, muéstrenos un versículo acerca de que pueda matar nuestras emociones directamente y al poder maligno que está en el aire indirectamente”. Este no es asunto de un versículo específico que trate con nuestra emoción, sino de aplicar Efesios 6:17 a nuestra experiencia. Supongamos que en la tarde uno de los ancianos de mi localidad me ofende. Supongamos también, que debido a que temo al Señor, no me atrevo a hablar de esto con nadie. En la mañana siguiente, me levanto a tener contacto con el Señor en la Palabra. No leo ningún versículo relacionado con mi emoción; más bien empiezo a leer la Biblia con el ejercicio del espíritu. Quizás lea Génesis 1:1: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. Al leer este versículo recibo la palabra de una manera viviente, como Espíritu, y tal Espíritu, que es la palabra, llega a ser la espada que da muerte a mi emoción directamente y da muerte a la fuerza maligna indirectamente. Espontáneamente la ofensa desaparece y la iglesia no sufre ningún daño. Pero, si permitimos que la ofensa permanezca, esto perjudicará seriamente la vida de iglesia. Creo que muchos de nosotros hemos tenido la experiencia de recibir la palabra de Dios de este modo.
Si no fuera por la palabra como Espíritu, que es la espada que mata, no habría manera de que podamos permanecer en la vida de iglesia por tantos años. Durante más de medio siglo he estado viajando, visitando las iglesias y teniendo contacto con miles de santos. Sin la palabra como Espíritu que aniquila a todos los enemigos, no podría seguir aquí ministrando todavía. Si yo me hubiera mantenido ofendido aun con cierta iglesia o con cierto santo habría sido inutilizado para el ministerio. Yo he sido guardado en la vida de iglesia y en el ministerio por medio de la obra aniquiladora de la palabra como Espíritu.
Supongamos que cierto hermano no está contento con la iglesia en su localidad. Él se muda a otra ciudad pensando que le gustará la iglesia allí. Sin embargo, después de poco tiempo se pone descontento con esta iglesia local, así que se muda a otro lugar. Pero, no pasa mucho tiempo y es ofendido por alguien o por algo, y de nuevo se muda a otra parte. Tal persona no puede participar en la edificación de la iglesia. Por el contrario, ya que no le da muerte al enemigo dentro de él, causa que la iglesia sufra daño.
De acuerdo con la palabra de Pablo al final de la Epístola a los Efesios, que es un libro que trata de la iglesia, debemos recibir la palabra de Dios de una manera viviente, es decir, recibir la palabra como Espíritu. Entonces el Espíritu llega a ser la espada que mata. Esta espada primero nos mata directamente, y luego mata indirectamente la potestad de las tinieblas en el aire. Podemos comparar esto con el efecto de un antibiótico sobre los gérmenes que causan enfermedades en nuestro cuerpo. A fin de que nuestro cuerpo sea salvado, los gérmenes tienen que ser matados por un antibiótico. La palabra que recibimos como Espíritu de una manera viva, es un antibiótico espiritual que mata “los gérmenes” dentro de nosotros. Cuando estos gérmenes son exterminados, las huestes malignas en el aire no tienen manera de tomar ventaja de nosotros. Entonces podremos vivir una vida del Cuerpo saludable, una vida de iglesia saludable.
Esta es la manera en que he sido preservado en la vida de iglesia y en el ministerio durante tantos años. Si no fuera por la muerte por medio de la palabra como Espíritu, mi ministerio habría terminado. Una vez más hago énfasis, que necesitamos recibir la palabra de Dios de una manera viva, a fin de que, en nuestra experiencia, el Espíritu llegue a ser la espada que mata. Cuando la palabra llega a ser el Espíritu, el Espíritu se convierte en la espada; la espada del Espíritu que mata a los gérmenes en nosotros y a los espíritus malignos en el aire. De este modo, el Cuerpo, la vida de la iglesia, y nuestro ministerio estarán a salvo. Esto hará posible que nuestro ministerio perdure por mucho tiempo. No obstante, el ministerio de ciertos hermanos no ha durado mucho, debido a que fue su ministerio y no el enemigo que fue eliminado.
¡Recibamos todos la palabra de Dios de una manera viva! Siempre y cuando en nuestra experiencia la palabra llegue a ser el Espíritu, esta palabra no sólo nos sanará, sino que también matará al enemigo.
Todos aquellos que enseñan en la Escuela de la verdad de verano deben ayudar a los jóvenes, no sólo a recibir la palabra para aprender algunas verdades bíblicas, sino a recibir la palabra como Espíritu viviente. Cuando ellos reciben la palabra como Espíritu viviente, el Espíritu llega a ser la espada en su experiencia. Recibir la palabra de este modo requiere de mucha oración. Esta es la razón por la que necesitamos orar-leer apropiadamente. Al orar-leer las palabras de la Biblia, recibiremos la palabra de una manera viviente como Espíritu.
En 1 Timoteo 2:4 Pablo nos dice que Dios desea “que todos los hombres sean salvos y vengan al pleno conocimiento de la verdad”. Actualmente, parece que la mayoría de los cristianos traen otros a la salvación; pero, ellos no avanzan para introducirlos al pleno conocimiento de la verdad. El propósito de las Escuela de la verdad de verano es introducir a nuestros jóvenes, no sólo a la salvación de Dios, sino también al pleno conocimiento de la verdad. En este versículo la palabra verdad no significa doctrina, sino realidad, y denota todas las cosas reales reveladas en la Palabra de Dios, que son principalmente: Cristo como la corporificación de Dios y la iglesia como el Cuerpo de Cristo. Toda persona salva debe tener un pleno conocimiento, un entendimiento completo, de estos asuntos. En nuestra escuela de verano debemos esforzarnos para introducir a los jóvenes al conocimiento, en experiencia, de la realidad del Dios Triuno. A fin de hacer esto, nosotros mismos debemos ser personas que están en esta realidad. (Adiestramiento para maestros, págs. 8-27)