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Mensajes del libro «Cultivar la siguiente generación para la vida de iglesia»
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PARTE SEIS: CONCLUSIÓN

LECCIÓN VEINTICINCO

SERVIR EN COORDINACIÓN Y DE UNA MANERA COMPENETRADA PARA MINISTRAR VIDA

  Lectura bíblica: Col. 1:28; 1 Ts. 2:7, 11; 2 Co. 12:15; 1 Co. 12:24; 10:17; Hch. 1:14

  1. El servicio en la iglesia tiene como objetivo principal ministrar vida a otros; la mejor oportunidad que tenemos para ministrar vida a otros es en los grupos de servicio; en lugar de ayudar a los santos primordialmente a realizar el servicio, debemos tener comunión con ellos e impartirles vida para que puedan crecer—Ef. 4:15; Col. 1:28:
    1. Necesitamos una vida y una obra que fluyan del amor del Señor, a fin de mantener nuestra victoria; si no tenemos una vida avivada ni una labor de pastoreo, no seremos vencedores por mucho tiempo, ni tendremos la manera de mantener nuestra victoria; lo que nos mantiene en victoria es una vida y obra de amor para con el Señor—1 Jn. 5:16a; Jn. 21:15-17:
      1. Cada día necesitamos una renovación, y esta renovación tiene que ser refrescada de día en día; cada mañana debemos permitirle al Señor Jesús, nuestro Sol, que se levante en nosotros para que podamos ser renovados—Lv. 6:12-13; Mal. 4:2; Sal. 119:147-148; Pr. 4:18.
      2. Después de que hemos tratado con el Señor exhaustivamente y tomado una carga, tenemos que aprender a estar interesados por las personas y estar involucrados con ellas; después de esto podemos recibir una carga por determinadas personas.
      3. En nuestro cuidado de los santos jóvenes, debemos considerarnos como una madre que amamanta y como un padre que exhorta y consuela—1 Ts. 2:7, 11.
    2. El apóstol Pablo era la clase de persona que siempre gastaba y se gastaba; debido a que el Señor había tratado por completo su modo de ser, era suave, maleable, flexible y adaptable a cualquier situación; él estaba en la tierra para nada más que ganar personas—2 Co. 12:15:
      1. Por un lado, necesitamos ser fuertes, pero por otro, no debemos ser duros; necesitamos ser suaves, flexibles y adaptables, útiles para cualquier situación en la que se nos ponga, capaces de encajar en cada curva y en cada esquina.
      2. Cuidar de niños pequeños requiere de mucha flexibilidad; por tanto, primero necesitamos tratar con el Señor de forma cabal, y después debemos llegar a ser personas disponibles, flexibles y que han tomado medidas exhaustivas con respecto a su manera de ser.
  2. En nuestro servicio a Dios, Él debe llevarnos al punto de que estemos conscientes del Cuerpo y no sirvamos de forma individual, sino en coordinación con los hermanos y las hermanas—Hch. 1:14; 2:46; 5:12; 15:25:
    1. Tenemos que darnos cuenta que existen dos clases de coordinaciones: una clase es la coordinación que involucra los arreglos externos, y la otra clase de coordinación es una coordinación que crece de la vida interna y es espiritual:
      1. La coordinación requiere que nuestro ser natural, el mundo, nuestro modo de ser y nuestra carne sean terminados a fin de que el Señor pueda crecer y salir de nosotros; cuando Él crezca y salga de usted y de mí, estaremos espontáneamente en coordinación.
      2. Muchos han tenido la experiencia que apenas fueron puestos en la coordinación, su condición quedó al descubierto; una vez que comenzaron a servir junto con los santos, inmediatamente su yo se manifestó, especialmente en sus opiniones.
      3. Lo más importante en el servicio de la iglesia no es que hagamos las tareas con éxito; más bien, lo importante al servir juntos en coordinación es cuánto de nuestra carne, nuestro modo de ser y nuestro individualismo son aniquilados.
    2. El indicio más grande de que vemos el Cuerpo es que no podemos ser independientes; sentimos que necesitamos el Cuerpo, que necesitamos a los hermanos y a las hermanas—cfr. 1 Co. 1:1:
      1. La coordinación significa que nada podemos hacer sin los otros; existe un sentir de que necesitamos a otros y que otros nos necesitan a nosotros; los que trabajan con los jóvenes deben ser así.
      2. Los que verdaderamente coordinan en espíritu deben tener un sentir fuerte de que no pueden hacer nada sin la ayuda y la coordinación de los otros y tienen el espíritu de un aprendiz y el espíritu de necesitar ayuda.
      3. El hecho de sentir de que no nos necesitamos unos a otros y que no necesitamos tener comunión es el mayor tipo de orgullo; constituye la mayor ofensa al Señor y al Cuerpo.
      4. Si carecemos de la coordinación con otros, siempre criticaremos lo que están haciendo; debido a que carecemos de la coordinación en nuestro servicio y no confiamos ni dependemos unos de otros, a menudo pisoteamos a otros.
  3. Tenemos que aprender a servir de una manera compenetrada; sin la compenetración, el Señor no puede avanzar con nosotros; la compenetración es el Cuerpo, la compenetración es la unidad, y la compenetración es la unanimidad—1 Co. 12:24; 10:17:
    1. Dios ha compenetrado el Cuerpo; la palabra compenetrado significa enmendó, armonizó, templó y mezcló; Dios compenetró el Cuerpo, enmendó el Cuerpo, armonizó el Cuerpo, templó el Cuerpo y mezcló el Cuerpo; la palabra griega traducida “compenetrado” implica que se perdieron las distinciones—12:24:
      1. Para ser armonizados, compenetrados, enmendados, mezclados y templados en la vida del Cuerpo, tenemos que pasar por la cruz y vivir por el Espíritu, impartiendo a Cristo en los demás por el bien del Cuerpo de Cristo.
      2. Si vamos a compenetrarnos, no debemos olvidarnos de la comunión; la comunión es la base de la compenetración; al hacer esto estableceremos el fundamento para la compenetración.
      3. La comunión nos templa, la comunión nos corrige, la comunión nos armoniza y la comunión nos mezcla; no debemos hacer nada sin tener comunión con los otros santos que coordinan con nosotros.
      4. La comunión requiere que nos detengamos cuando estamos a punto de hacer algo; en nuestra coordinación en la vida de iglesia, en la obra del Señor, todos debemos aprender a no hacer nada sin tener comunión.
    2. Cuando nos compenetramos tenemos la cruz y el Espíritu; sin la cruz y el Espíritu, todo lo que tenemos es la carne con división; la compenetración requiere que la cruz nos elimine; la compenetración requiere que vivamos por el Espíritu para impartir a Cristo y hagamos todo por el bien de Su Cuerpo.
    3. La manera de ser compenetrados es por medio de orar mucho y de manera minuciosa, como harina de trigo fina, con todos los miembros de nuestro grupo, con el Espíritu como el aceite, por medio de la muerte de Cristo como la sal, y en la resurrección de Cristo como el olíbano—Jn. 12:24; 1 Co. 10:17.

Extractos de las publicaciones del ministerio:

EL PROPÓSITO DE NUESTRO SERVICIO ES MINISTRAR VIDA A OTROS

  El primer aspecto de nuestro entrenamiento es comprender que en el servicio en la iglesia no hacemos nada por organización. La iglesia es un organismo y, como tal, lo único que requiere es vida. Por lo tanto, el servicio en la iglesia es principalmente para ministrar vida a otros. Aun el arreglo de las sillas o la limpieza de los baños no constituyen un fin en sí mismos, sino que su propósito es ministrar vida. Al servir como ujieres o al realizar algún trabajo de oficina, o cualquier aspecto del servicio en la iglesia, debemos hacerlo todo para ministrar vida a los demás. Por supuesto, es bueno hacer las cosas apropiadamente. Si no hacemos las cosas bien puede ser una frustración, sin embargo, eso no significa que hacer las cosas bien equivale a tener el servicio apropiado. En las organizaciones religiosas y mundanas, basta con hacer las cosas bien; pero en la iglesia lo más importante es el ministerio de vida. Incluso si no podemos hacer las cosas muy bien, pero si por Su misericordia ministramos vida a otros, nuestro servicio será un éxito. Lo principal es ministrar vida a otros.

  La mejor oportunidad para ministrar vida a otros es en los grupos de servicio. Muchos santos que tienen un corazón para el Señor han sido puestos en estos grupos bajo el cuidado de los hermanos responsables. Los hermanos que llevan la delantera en el servicio no deben preocuparse sólo por hacer las cosas apropiadamente. Lo más importante que ellos deben hacer es cuidar en vida a todos los que sirven en los grupos. Deben ayudar a los santos, no primordialmente a realizar el servicio, sino más bien, deben tener comunión con ellos e impartirles vida para que puedan crecer. Si los hermanos que llevan la delantera hacen esto, espontáneamente todos los santos harán lo mismo con otros hermanos. De esa manera, toda la iglesia estará bajo el cuidado del ministerio de vida apropiado. (La manera normal de llevar fruto y de pastorear a fin de edificar la iglesia, págs. 13, 14)

UN AVIVAMIENTO DE LA VIDA INTERIOR

  El avivamiento del cual estoy hablando no es el tipo de avivamiento comúnmente conocido en el cristianismo. No es algo repentino, ocasionado por días de oración y ayuno, acompañado de eventos extraordinarios, resultando en un entusiasmo general. El avivamiento del cual estoy hablando es la renovación descrita en el Nuevo Testamento. En 2 Corintios 4:16 dice: “Aunque nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día”. La renovación aquí es un avivamiento. Cada día necesitamos una renovación, y esta renovación tiene que ser refrescada de día en día. Lo que necesitamos hoy en día es este tipo de renovación en la vida interior, que está opuesto a una renovación en acciones exteriores o expresión. Dios ha establecido una ley natural, que el sol naciente proporciona un nuevo comienzo y una renovación fresca cada día para todas las cosas, ya sean plantas, animales, o seres humanos. Lo mismo se cumple en nuestra vida cristiana. Cada mañana debemos permitirle al Señor Jesús, nuestro Sol, que se levante en nosotros para que podamos ser renovados. Este es el avivamiento del cual estoy hablando.

  Si a diario somos avivados espiritualmente, no habrá necesidad de un avivamiento grande. Realmente, ninguno de los llamados grandes avivamientos fue duradero. Por ejemplo, el gran avivamiento en Gales, a principios del siglo, ya se había acabado en 1933. Todos los avivamientos traídos por varios movimientos espirituales en el pasado fueron transitorios. Después de un corto período de tiempo, se enfriaron. Este tipo de avivamiento esporádico no es confiable. El avivamiento sólido es el que resulta de la renovación diaria.

  Espero que los ancianos y los colaboradores tomen esta palabra de comunión y exhortación para que den todo y den su tiempo a fin de tener contacto con la gente y pastorearla. Esta fue nuestra carencia en el pasado. Ahora debemos recobrar esto. Sólo por medio de esto, la edificación orgánica del Cuerpo de Cristo según Efesios 4:12-16 y las reuniones en mutualidad según 1 Corintios 14:26 podrán ser realizadas y practicadas entre nosotros. Para esto necesitamos un avivamiento diario y ser victoriosos diariamente como base. También necesitamos una vida y una obra que fluyan del amor del Señor, a fin de mantener nuestra victoria. Si no tenemos una vida avivada ni una labor de pastoreo, no seremos vencedores por mucho tiempo, ni tendremos la manera de mantener nuestra victoria. Lo que nos mantiene en la victoria es una vida y obra de amor para con el Señor. Necesitamos ambos aspectos. (El sonido oportuno de la trompeta y la necesidad actual, págs. 51, 53, 60)

APRENDER A ESTAR INTERESADO EN LAS PERSONAS

  Después de que hemos tratado con el Señor exhaustivamente y tomado una carga, tenemos que aprender a estar interesados en las personas. Debido a la caída, muchos entre nosotros no tienen interés por otros. Pensamos que si ellos se van al cielo o al infierno es algo que les concierne a ellos. No nos importa si los demás crecen en vida, y nos parece que preocuparnos por nuestro propio bienestar espiritual ya es suficiente. Sin embargo, el servicio en la iglesia requiere que cada uno de nosotros se involucre con otros. Debemos interesarnos por el pueblo del Señor. El gusto que sentimos por ciertos alimentos nos puede servir de ejemplo para mostrar lo que queremos decir con esto. A muchos chinos les interesa la cocina china y tienen el gusto de ir al barrio chino. Sin embargo, a nosotros nos debe interesar el pueblo del Señor. Todos los días, el pueblo del Señor tiene que ser nuestra “comida” (Jn. 4:31-34). Algunas hermanas jóvenes debieran decir: “Todas las hermanas que están en la vida de iglesia que tienen entre diez y quince años de edad son mi comida. Es tal mi interés en las jóvenes”.

  Después de esto podemos recibir una carga por determinadas personas. Debemos hacer una lista de ellas, llevarla siempre presente y orar por cada una de ellas. Una hermana adolescente podría orar: “Señor, esta joven aún no es salva. Señor, no tendré paz hasta que ella sea salva. Señor, tienes que salvarla aun por causa mía”. Es probable que pretendamos ser muy espirituales y digamos: “Señor, esto no es por causa mía”. Sin embargo, el Señor dirá: “Debido a que sientes una carga genuina por esa joven, Yo la salvaré por causa tuya”. Finalmente, esta hermana verá que esa jovencita será salva. Quizás después de esto ella diga: “Señor, esta jovencita ya es salva, pero no te ama. Yo jamás podría sentirme satisfecha con eso. Haz algo para que ella te ame, Señor, así como yo te amo”. Una vez más esta hermana verá que el Señor contesta su oración. Del mismo modo, la generación de más edad debe tener la carga y orar de la misma manera. Debemos interesarnos por las personas y estar involucrados con ellas. Entonces podemos recibir una carga. Hay muchas personas en la iglesia que necesitan que nosotros las llevemos sobre nuestros hombros y en nuestro pecho para abrazarlos (Éx. 28:9-12, 15-21, 29). Debemos amarlas. Cuando caen, debemos llorar por ellas; cuando se levantan, debemos regocijarnos. Debemos llevarlas como nuestras cargas. Nuestro servicio no consiste simplemente en acomodar las sillas, limpiar el salón, servir de ujieres ni hacer trabajos administrativos. Todos estos servicios son temporales y son el medio, el instrumento o los canales que usamos para cuidar a las personas. Todos debemos acudir al Señor para orar y recibir esta carga. (La manera normal de llevar fruto y de pastorear a fin de edificar la iglesia, págs. 18, 19-20)

  * * *

  En 1 Tesalonicenses 2:7 dice: “Antes fuimos tiernos entre vosotros, como nodriza que cuida con ternura a sus propios hijos”. Cuidar con ternura no significa simplemente realizar un trabajo o llevar a cabo un negocio; más bien, significa cuidar de una persona viva. El versículo 11 dice: “Así como también sabéis que hemos sido para cada uno de vosotros como un padre para sus hijos, exhortándoos y consolándoos y dando testimonio”. Pablo alimentó a los tesalonicenses como una madre y los exhortó como un padre. El apóstol no era un hombre de negocios ni un director de escuela. Él era una madre que amamantaba y un padre que exhortaba. Él tenía interés en las personas. Si no tenemos interés en las personas, ponemos fin a nuestro servicio en la iglesia, pues no seríamos aptos para servir. No debemos decir que únicamente el apóstol Pablo puede ser así. Lo que el apóstol hizo constituye un ejemplo para todos los creyentes. Nosotros no somos apóstoles, pero tenemos que ser madres que amamantan. Incluso los hermanos tienen que alimentar a otros como una madre, y las hermanas también deben exhortar a otros como un padre. Esto no depende de si somos varones o mujeres, sino de la clase de corazón que tenemos. Una hermana puede tener el corazón de un padre, y un hermano el de una madre.

  Estrictamente hablando, no nos importa el mantenimiento de las sillas. Lo que nos importa es mantener a las personas. El cuidado que tengamos por las sillas no entrará en la Nueva Jerusalén, pero el cuidado que les brindemos a las personas permanecerá para siempre.

  Me temo que muchos de nosotros en el servicio de la iglesia nos preocupemos únicamente por el aspecto práctico del servicio, y no por las personas mismas. Necesitamos la misericordia del Señor para ejercitar apropiadamente nuestro corazón. Ésta es una gran prueba para nosotros. Algunos de nosotros hemos nacido de tal forma, que no nos interesan los demás. Ésta es nuestra manera de ser natural. Pero, ¡Aleluya, hemos renacido de otra forma! No hemos vuelto a nacer en una familia natural, sino en la iglesia. Éste es otro nacimiento con otra manera de ser que es absolutamente diferente. La manera de ser de nuestro nuevo nacimiento sacrifica nuestro yo, nuestra alma e incluso nuestra propia vida a fin de cuidar de otros. (págs. 25, 26)

  * * *

  Pablo era esta clase de persona. Él siempre gastaba y se gastaba; estaba en serio con el Señor. Él no estaba en la tierra para nada más que para ganar personas. Por tanto, también expresó: “Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho todo, para que de todos modos salve a algunos” (1 Co. 9:22). Algunas personas que están en la vida de iglesia son muy fuertes en su manera de ser como para ser accesibles a otros; parece que nadie puede hacer que sean moldeados. Sin embargo, Pablo parecía que no tenía su propia manera de ser. Él era simplemente como un pedazo de madera al cual se le podía labrar de cualquier forma. Debido a que el Señor había tratado por completo su modo de ser, era suave, maleable, flexible y adaptable a cualquier situación. En mi entrenamiento en Taiwán en 1954, les dije a los servidores que su carácter y su manera de ser debían ser como pasta, que se puede aplicar a cualquier tipo de superficie. Por el contrario, algunos de los hermanos y hermanas son como pedazos de roca que no se pueden adaptar a ninguna situación. Este tipo de “roca” sólo sirve para golpear a otros. Quizá algunos incluso se sientan bien de ser rocas y digan que un pedazo de roca fue útil al Señor para matar al gigante filisteo (1 S. 17:49). Pero, pensar de esta manera es lamentable. Por un lado, necesitamos ser fuertes, pero por otro, no debemos ser duros. Necesitamos ser suaves, flexibles y adaptables, útiles para cualquier situación en la que se nos ponga, capaces de encajar en cada curva y en cada esquina. (pág. 45)

TRATAR CON NUESTRA MANERA DE SER NATURAL A FIN DE LLEGAR A SER PERSONAS FLEXIBLES AL CUIDAR A OTROS

  Todos seremos probados por la vida de iglesia, por medio de llevar fruto y por medio de apacentar a los corderos, pues estas tres cosas aniquilan nuestra manera de ser natural. La vida de iglesia sirve para aniquilar no las cosas buenas, sino principalmente nuestra manera de ser. De la misma manera, llevar fruto y apacentar a los corderos hace que seamos aniquilados. Ellas son como “cuchillos” que aniquilan nuestra manera de ser. Pasar por estas tres pruebas hace que lleguemos a ser apropiados, ya que después de pasar por tales pruebas llegamos a ser personas que han tomado medidas con respecto a nuestra manera de ser natural. Entonces seremos personas flexibles. Cuidar de niños pequeños requiere de mucha flexibilidad. Cualquier madre que no sea flexible no debe esperar que sus hijos sean buenos. Todos sus hijos serán perjudicados por su inflexibilidad. A fin de llevar fruto entre nuestros parientes políticos, primos y compañeros de escuela, requiere que seamos personas flexibles. No debemos decir que es inconveniente o que no tenemos tiempo. Tener tiempo depende de nuestro deseo. Podríamos ilustrar esto con la necesidad de responder a nuestra correspondencia. En los primeros años de mi labor, con frecuencia tenía que disculparme con la gente por no haberles respondido antes, diciéndoles que había estado muy ocupado. Sin embargo, algo en mi interior me condenaba, diciendo: “No es porque estabas demasiado ocupado, sino porque no tenías deseo de hacerlo”. Todos estamos ocupados. Incluso una hermana que no tiene esposo ni hijos ni trabajo ni está en la escuela puede estar muy ocupada todos los días. Ella podría decirles a las personas que no tiene tiempo para esto o aquello. Esto se debe por completo a la inflexibilidad de nuestra manera de ser.

  Si no somos personas flexibles, no podemos llevar fruto. A fin de llevar fruto, tenemos que ser personas flexibles, que están disponibles todo el tiempo y que jamás dicen que están demasiado ocupadas. Siempre debemos tener tiempo para conversar con las personas. Si esperamos hasta tener tiempo para ayudar otros a ser salvos, tal vez tengamos que esperar por los siglos de los siglos. Todos hemos sido engañados en este respecto. Hemos dicho: “Esta semana estoy demasiado ocupado; déjenme ver cómo me irá la semana que viene”, pero la siguiente semana estamos más ocupados y tenemos aún más cosas que hacer. La siguiente semana será peor todavía y nunca estamos libres. Estar ocupados o estar disponibles es un asunto de nuestra manera de ser. Por tanto, primero necesitamos tratar con el Señor de forma cabal y después debemos llegar a ser personas disponibles, flexibles y que han tomado medidas exhaustivas con respecto a su manera de ser. (págs. 72-73)

TENER CONCIENCIA DEL CUERPO EN NUESTRO SERVICIO EN COORDINACIÓN

  En nuestro servicio a Dios, Él debe llevarnos al punto en que estemos conscientes del Cuerpo y no sirvamos de forma individual, sino en coordinación con los hermanos y las hermanas. Tenemos que ser llevados al punto donde el mover de los hermanos es nuestro mover, y nuestro mover es el mover de los hermanos. Sin importar cuál sea la circunstancia en la que nos encontremos, nuestro sentir siempre debe ser que lo que los hermanos están haciendo no es diferente de lo que nosotros estamos haciendo. Las dos deben ser iguales.

  No sólo esto, siempre que haya un problema en nuestra coordinación con el Cuerpo, debemos sentirlo inmediatamente. Cuando nuestra coordinación con todos los miembros es normal, no tendremos mucho sentir de que estamos en coordinación. Esto es similar a la coordinación que existe en nuestro cuerpo. En una situación normal los miembros de nuestro cuerpo no tienen mucho sentir de la existencia de otros miembros. Sin embargo, cuando cierto miembro tiene un problema, entonces estamos conscientes de ello. Por lo tanto, si sentimos la existencia de cierto miembro, entonces ese miembro debe tener un problema. Cuando estamos específicamente conscientes de nuestros ojos, algo anda mal con nuestros ojos.

LA VIDA RESULTA EN UNA COORDINACIÓN ESPONTÁNEA

  Tenemos que darnos cuenta que existen dos clases de coordinaciones. Una clase es la coordinación que involucra los arreglos externos tales como barrer el piso, limpiar las sillas y desempolvar las ventanas. Esta clase de coordinación no es muy profunda. La otra clase de coordinación es una coordinación que crece de la vida interna y es espiritual. Esta coordinación es más profunda y más real. Esta coordinación requiere que nuestro ser natural, el mundo, nuestro modo de ser y nuestra carne sean terminados a fin de que el Señor pueda crecer y salir de nosotros. Cuando Él crece de usted y de mí, estamos espontáneamente en coordinación.

LA COORDINACIÓN HACE QUE NUESTRO YO SE MANIFIESTE

  Al aprender a servir al Señor, muchos han tenido la experiencia que apenas fueron puestos en la coordinación, su condición quedó al descubierto. Cuando estaban orando en su casa, leyendo la Palabra, o buscando al Señor, ellos no tenían mucho sentir acerca de su propia condición. Cuando salían solos a predicar el evangelio y distribuir folletos del evangelio, tampoco estaban muy conscientes de su condición. Sin embargo, una vez que comenzaron a servir junto con los santos, su yo inmediatamente se manifestó, especialmente en sus opiniones, debido a que las opiniones son el mejor representante del yo de una persona.

LA COORDINACIÓN NO ES PRINCIPALMENTE PARA HACER LO CORRECTO O INCORRECTO, SINO PARA TOMAR MEDIDAS CON NUESTRO YO Y NUESTRO INDIVIDUALISMO

  Vamos a suponer que cinco de nosotros estamos sirviendo en coordinación para desempolvar las sillas y repentinamente yo sugiero que volquemos las sillas y las pongamos patas arriba. ¿Cómo reaccionaría? Esto sería una prueba para usted. De inmediato sus opiniones y sus pensamientos se levantarán dentro de usted. Tenemos que darnos cuenta de que lo más importante en el servicio de la iglesia no es que hagamos las tareas con éxito; más bien, lo importante al servir juntos en coordinación es cuánto de nuestra carne, nuestro modo de ser y nuestro individualismo son aniquilados. Cuando nosotros los que servimos al Señor estamos coordinando juntos, lo principal es que nuestra carne y nuestro modo de ser sean aniquilados. El énfasis de nuestro servicio en coordinación no radica en que algo esté correcto o incorrecto ni en que la razón detrás del asunto sea correcta o incorrecta. Más bien, el énfasis radica en si nuestra persona es correcta y en si la vida es correcta.

  La mayor razón por la que el servicio de la iglesia no es fuerte y no tiene mucha bendición es que carece de la realidad de la coordinación. Nuestra coordinación en el servicio tiene que ser tan real que sobrepase la organización humana y que sea tan orgánica como el cuerpo humano. (Being Apt to Teach and Holding the Mystery of the Faith, págs. 44, 45-46, 47)

NO TENER UN SENTIR POR LA COORDINACIÓN

  Otro problema entre nosotros es que aunque los servidores son capaces, ellos no tienen un sentir para la coordinación en sus espíritus cuando se reúnen para servir. Parece que cada uno pueda servir sin los demás. Por consiguiente, pocos entre nosotros tienen el espíritu de un aprendiz y el espíritu de necesitar ayuda. Los que verdaderamente coordinan en espíritu deben tener un sentir fuerte de que no pueden hacer nada sin la ayuda y la coordinación de los otros. Nuestra condición al presente es de formalidad. Todos hacen su parte sin necesitar de nadie más. Tal vez no discutamos, pero no hay mucha interdependencia en espíritu. Esto muestra que nuestro espíritu de servicio no es apropiado.

  Esta es la situación de los que trabajan con los jóvenes y los niños. La coordinación es formal; todo el mundo hace lo que tiene que hacer cuando es su turno de hacerlo. Esto es cooperación y no coordinación. La coordinación significa que nada podemos hacer sin los otros. Existe un sentir de que necesitamos a otros y otros nos necesitan a nosotros. Los que trabajan con los jóvenes deben ser así; todo el servicio de la iglesia también debe ser así. Es normal cuando los diáconos y los ancianos se necesitan mutuamente, y los santos sienten que no pueden hacer nada sin los ancianos y los diáconos.

  Hoy nosotros tenemos reglas y arreglos. Los ancianos hacen las cosas que les corresponden a los ancianos, y los diáconos hacen las cosas que les corresponden a los diáconos. Todo el mundo trabaja cuando es su turno. Sin embargo, no tenemos un sentir profundo de que no podemos avanzar en nuestro servicio sin los ancianos y los diáconos. Algunos hermanos no sólo carecen de un sentir de que necesitan a los ancianos y los diáconos, sino que incluso piensan que los ancianos y los diáconos son innecesarios. Esto es peligroso.

EL MAYOR TIPO DE ORGULLO

  Los que viven en la casa de los obreros son brillantes y capaces. Parecen ser independientes y no necesitan a otros. Esto es muy peligroso porque es el mayor tipo de orgullo. Si cuatro hermanos viven en la casa de los obreros, deben depender unos de otros, y los demás deben sentir su dependencia unos de otros. Tristemente, éste no es el ambiente entre nosotros. Por ejemplo, si es mi turno de predicar el evangelio, o lo hago todo o no haga nada. Desde la perspectiva humana, puede ser que se considere que esto es coordinación, pero esta coordinación es conforme a la regulación y arreglos. No hay el sentir de que uno necesita a otros en espíritu. Algunos piensan que la coordinación es innecesaria y problemática y que es mejor no coordinar.

  Aquellos que no necesitan coordinar están secos, carecen de bendición y son inútiles. El hecho de que seamos inteligentes, capaces y que no necesitemos la ayuda de otros es un gran peligro. Esta es una situación triste y lamentable. Lo temible de esta situación es que está oculta y no es aparente. Se puede comparar esta situación con la lepra. Si se manifiesta, es más fácil de tratarla.

  Esto muestra que carecemos de la comunión del Cuerpo. Cuando nos reunimos, pocas veces tenemos una comunión detallada. Por ejemplo, cuando los santos de otras ciudades visitan Taipéi, nos sentamos juntos para tener una reunión. Sin embargo, después de la reunión todos nos vamos por nuestro propio camino, sin tener comunión. Esta no era nuestra situación en nuestros primeros seis años en Taiwán. Durante aquellos años, siempre que teníamos una conferencia nos reuníamos y teníamos mucha comunión. Ahora todos somos capaces, brillantes y entendidos. No nos necesitamos unos a otros; no necesitamos tener comunión. Este es el mayor tipo de orgullo. Constituye la mayor ofensa al Señor y al Cuerpo. Debemos ministrar humildemente a otros y restringir nuestra inteligencia por medio de la coordinación.

SE NECESITA LA COMUNIÓN Y LA COORDINACIÓN EN EL CUERPO Y EN VIDA

  Si perdemos el principio de la coordinación y la dependencia en el Cuerpo, no seremos fuertes en nuestra administración de la iglesia ni en el ministerio de la palabra. Una vez que perdemos este principio, no tendremos mucha bendición. Nuestra coordinación no debe ser algo mecánico, y no sólo debemos trabajar cuando es nuestro turno de hacerlo. Debemos tener el sentir de que no podemos hacer nada sin los otros, de que verdaderamente nos necesitamos unos a otros. Si nos reunimos y hacemos una asignación de tareas donde cada cual hace su propio trabajo, nuestra situación es similar a la distribución de labores en una organización cívica o una institución grande. Tenemos que tomar medidas con respecto a esta falta de gusto por la coordinación entre los miembros del Cuerpo.

  ¿Qué significa ver el Cuerpo? El indicio más grande de que vemos el Cuerpo es que no podemos ser independientes. Sentimos que necesitamos el Cuerpo, que necesitamos a los hermanos y hermanas. Sin embargo, al presente nuestra coordinación se puede comparar al trabajo en una organización. Parece que nos movemos como una máquina y que nos falta el sentir de la comunión de vida.

LA FALTA DE COORDINACIÓN PRODUCE CRÍTICAS

  Si carecemos de la coordinación con otros, siempre criticaremos lo que están haciendo. Aunque no lo expresemos, estamos llenos de críticas y no aprobamos lo que otros hacen. Tales personas son estrechas y dan lástima. En nuestro servicio, no debemos esperar que otros sean como nosotros, ni debemos esperar que nosotros seamos como los demás. Sin embargo, debido a que carecemos de la coordinación en nuestro servicio y no confiamos ni dependemos mutuamente unos de otros, a menudo pisoteamos a otros. Nosotros, o no caminamos o cuando caminamos, pisoteamos a otros. O no hacemos el trabajo o hacemos el trabajo de otros. O no nos preocupamos o criticamos el trabajo de otros. Cuando cierto asunto está en las manos de otros, no somos capaces de hacer algo, pero cuando nos llega la oportunidad, lo hacemos a nuestra manera y desechamos la ayuda de otros. Aunque esta condición no es aparente entre nosotros, lo será en el futuro, porque no estamos dispuestos a someternos a otros. Esta es una manera insensata. (The Administration of the Church and the Ministry of the Word, págs. 25-27)

DIOS COMPENETRÓ EL CUERPO

  Dios ha compenetrado el Cuerpo (1 Co. 12:24). La palabra compenetrado también significa enmendó, armonizó, templó y mezcló. Dios compenetró el Cuerpo, lo enmendó, lo armonizó, lo templó y lo mezcló. La palabra griega traducida “compenetrado” implica que se perdieron las distinciones. La distinción de cierto hermano tal vez sea su rapidez, y la de otro quizás sea su lentitud. Pero en la vida del Cuerpo la lentitud desaparece, y se elimina la rapidez. Todas estas distinciones desaparecen. Dios ha compenetrado a todos los creyentes de todas las diferentes razas y colores. ¿Quién puede hacer que los negros y los blancos pierdan sus distinciones? Sólo Dios puede hacer esto. Un esposo y una esposa pueden tener armonía en su vida matrimonial sólo al perder sus distinciones.

  Para ser armonizados, compenetrados, enmendados, mezclados y templados en la vida del Cuerpo, tenemos que pasar por la cruz y vivir por el Espíritu, impartiendo a Cristo en los demás por el bien del Cuerpo de Cristo. Los colaboradores y los ancianos deben aprender a ser eliminados por la cruz. Todo lo que hacemos lo debemos hacer por el Espíritu a fin de impartir a Cristo. Además, lo que hacemos no lo debemos hacer por nuestros propios intereses ni conforme a nuestros gustos, sino para la iglesia. Siempre y cuando pongamos en práctica estos puntos, tendremos la compenetración.

  Todos estos puntos significan que debemos tener comunión. Cuando un colaborador hace algo, debe tener comunión con los demás colaboradores. Un anciano debe tener comunión con los demás ancianos. La comunión nos templa, la comunión nos corrige, la comunión nos armoniza y la comunión nos mezcla. Debemos olvidarnos de nuestra lentitud o rapidez y simplemente tener comunión con los demás. No debemos hacer nada sin tener comunión con los otros santos que coordinan con nosotros. La comunión requiere que nos detengamos cuando estamos a punto de hacer algo. En nuestra coordinación en la vida de iglesia, en la obra del Señor, todos debemos aprender a no hacer nada sin tener comunión.

  Entre nosotros debemos tener la compenetración de todos los miembros del Cuerpo de Cristo, debemos tener la compenetración de todas las iglesias en ciertos distritos, debemos tener la compenetración de todos los colaboradores y la compenetración de todos los ancianos. La compenetración significa que siempre debemos detenernos para tener comunión con otros. Entonces recibiremos muchos beneficios. Si nos aislamos y nos apartamos, perderemos mucho provecho espiritual. Aprendan a tener comunión. Aprendan a compenetrarse. De ahora en adelante, las iglesias se deben reunir frecuentemente para compenetrarse. Tal vez no estemos acostumbrados a esto, pero después de empezar a practicar la compenetración unas cuantas veces, desarrollaremos un gusto por ello. Esto es lo que más ayuda para guardar la unidad del Cuerpo universal de Cristo. Hoy es muy fácil compenetrarse debido a esta era moderna con sus comodidades modernas.

  Cuando nos compenetramos, tenemos la cruz y el Espíritu. Sin la cruz y el Espíritu, todo lo que tenemos es la carne con división. En nosotros mismos no es fácil ser crucificados y hacer todo por el Espíritu. Por eso debemos aprender a compenetrarnos. La compenetración requiere que la cruz nos elimine. La compenetración requiere que vivamos por el Espíritu para impartir a Cristo y que hagamos todo por el bien de Su Cuerpo.

  Tal vez nos reunamos sin mucha compenetración porque todos se quedan en sí mismos. Tienen miedo de ofender a los demás y de equivocarse, así que se quedan callados. Esta es la manera de actuar conforme al hombre, conforme a la carne. Cuando nos reunimos, debemos experimentar la obra aniquiladora de la cruz. Luego debemos aprender a seguir al Espíritu, como impartir a Cristo y cómo decir y hacer algo para el beneficio del Cuerpo. Esto cambiará todo el ambiente de la reunión, y atemperará el ambiente. La compenetración no consiste en estar en silencio ni en hablar mucho, sino en ser temperados. Podemos estar en armonía, porque hemos sido temperados. Con el tiempo, todas las distinciones desaparecerán. Compenetración significa perder las distinciones. Todos tenemos que pagar un precio para poner en práctica la compenetración.

  Un grupo de ancianos tal vez se reúna a menudo sin compenetrarse. Compenetrarse significa que uno es afectado por otros y que otros lo afectan a uno. Pero debe afectar a otros de un modo compenetrado. Pase por la cruz, haga las cosas por el Espíritu, y haga todo a fin de impartir a Cristo por el bien de Su Cuerpo. No debemos asistir a una reunión de compenetración para estar en silencio. Debemos prepararnos para hablar por el Señor. El Señor tal vez lo use a usted, pero usted necesita ser atemperado y eliminado por la cruz, y necesita aprender a seguir al Espíritu para impartir a Cristo por el bien del Cuerpo.

LA COMPENETRACIÓN NO ES ALGO SOCIAL

  Esta compenetración no es algo social, sino la compenetración del Cristo mismo a quien los miembros, las iglesias en los distritos, los colaboradores y los ancianos disfrutan, experimentan y de quien participan. (La esfera divina y mística, págs. 90-93)

  El Nuevo Testamento nos dice, primero, que somos granos de trigo. En Juan 12:24 el Señor Jesús era el único grano. Por medio de Su muerte y resurrección Él liberó Su vida impartiéndola a nosotros, y así nos hizo los muchos granos. Esto es muy bueno. No obstante, el Nuevo Testamento luego dice que como granos, finalmente necesitamos ser hechos una sola masa (1 Co. 5:6-7a). Esto significa que tenemos que llegar a ser una masa. Para hacer una masa es necesario compenetrar los granos de trigo; pero antes de ser compenetrados, los granos necesitan ser molidos hasta ser una harina fina.

  El Nuevo Testamento también nos dice que con el tiempo todos llegaremos a ser un solo pan (1 Co. 10:17). En cierto sentido, los granos, la harina fina, y la masa no son nada hasta que se convierten en pan. Después de que nos convertimos en un pan, significamos algo y somos algo en las manos del Señor. El pan es el grupo. En la mesa del Señor, a menudo alabamos al Señor por el pan, pero en realidad quizá no seamos un pan. Muchos de los santos entre nosotros tal vez nunca hayan sido molidos o quebrantados. Aunque somos granos, es posible que nunca hayamos sido quebrantados o molidos hasta ser harina fina. Por el otro lado, es posible que estemos quebrantados, pero tal vez nunca nos hayamos compenetrado. Entonces, estamos muy lejos de ser un pan. La manera de llegar a ser un pan es compenetrarse en los grupos. El pan es el grupo.

  La manera de ser compenetrados es por medio de orar mucho y de manera minuciosa, como harina fina de trigo, con todos los miembros de nuestro grupo, con el Espíritu como el aceite, por medio de la muerte de Cristo como la sal, y la resurrección de Cristo como el olíbano. Necesitamos orar mucho sobre todos estos puntos de una manera minuciosa. Necesitamos compenetrarnos en una “masa” para el Señor. Llegar a ser masa implica que hemos sido quebrantados, molidos y compenetrados. Conforme al tipo de la ofrenda de harina en Levítico 2:1-13, para ser compenetrado, amasado, requiere del aceite para que la harina no esté seca. Es imposible amasar harina fina seca; se necesita el aceite para humedecer la harina. De la misma manera, necesitamos el Espíritu como el aceite para “humedecernos” para que podamos ser compenetrados.

  Para ser compenetrados, también necesitamos la sal, o sea, la muerte de Cristo, para matar todos los microbios que hay en nosotros. Necesitamos darnos cuenta que tenemos muchos microbios en nuestro ser. Todos estos microbios deben ser eliminados por la muerte de Cristo. Luego, también necesitamos estar en la resurrección de Cristo. En la compenetración necesitamos experimentar al Espíritu como el aceite, y también necesitamos pasar por las experiencias de la muerte de Cristo y la resurrección de Cristo. Si por la misericordia del Señor podemos experimentar tal compenetración, seremos absolutamente diferentes de lo que somos hoy. No es suficiente juntar gente y decirle que son un grupo. Eso se hace muy rápidamente. Pero, agruparnos apropiadamente con la compenetración de los miembros, requiere tiempo.

PRACTICAR LA COMUNIÓN PARA ESTABLECER EL FUNDAMENTO PARA LA COMPENETRACIÓN

  Si vamos a compenetrarnos, no debemos olvidarnos de la comunión. La comunión es la base de la compenetración. Por consiguiente, debemos tener comunión. Al hacer esto estableceremos el fundamento para la compenetración. Sin embargo, en vez de tener comunión, por años hemos practicado la hipocresía; nos hemos estado escondiendo bajo una máscara. Sin el fundamento de la comunión íntima y completa, no puede haber compenetración.

  No debemos temer que los demás nos conozcan. Cuanto más nos conozcan en la manera apropiada, mejor para nosotros. Esto derribará nuestro orgullo, quitará nuestra jactancia, anulará nuestro complejo de superioridad, e incluso pondrá a un lado nuestro complejo de inferioridad. No obstante, la mayoría de nosotros no estamos dispuestos a exponernos. Por el contrario, preferimos cubrirnos al fingir los unos a los otros. Debido a esto, se hace difícil que tengamos una comunión íntima y cabal que dé por resultado que seamos compenetrados.

  Sin la compenetración, el Señor no puede avanzar con nosotros. La compenetración es el Cuerpo, la compenetración es la unidad, y la compenetración es la unanimidad. Sin embargo, nosotros preferimos quedar intactos y desconocidos para los demás. Por causa de que no queremos que la gente nos conozca, nos hemos hecho muy sensibles, y al ser sensibles somos fácilmente ofendidos. Tal condición nos obliga a ser muy cautelosos en nuestro hablar, por temor de ofendernos unos a otros.

  Entre nosotros hay una gran necesidad de romper las barreras para permitir que el Señor lleve a cabo los grupos. Desde el comienzo en los cuatro Evangelios, cuando el Señor Jesús envió a Sus discípulos, no los envió uno por uno, sino que los envió de dos en dos, los agrupó. Desde que el recobro vino a los Estados Unidos el Señor no ha podido llevar a cabo los grupos entre nosotros. Muchos santos vinieron al recobro de una manera sólida y permanecieron con nosotros, pero en cierto momento se fueron. Eso indica que ellos no estaban dispuestos a agruparse en el recobro. Los que hemos permanecido en el recobro tenemos el problema de nuestra manera de ser y nuestro carácter que nos mantiene separados unos de otros. Aunque por la misericordia del Señor aún estamos juntos, nos hemos agrupado muy poco. Por esta razón, no tenemos el impacto. El impacto se halla en la unanimidad, y en realidad la unanimidad es la compenetración.

  Si no hay unanimidad entre nosotros, Dios no puede contestar nuestras oraciones, porque no practicamos el Cuerpo. Si no somos unánimes, esto significa que no practicamos el principio del Cuerpo. Conforme a la interpretación apropiada del Nuevo Testamento, la unanimidad es el Cuerpo. Debemos practicar el principio del Cuerpo; entonces, tendremos la unanimidad. Aunque no peleemos entre nosotros, es posible que no tengamos unanimidad. Debido a que hemos permanecido juntos, hemos visto la bendición del Señor, pero sólo de una forma limitada. Por lo tanto, necesitamos la unanimidad para practicar el Cuerpo.

  Es difícil abrirnos unos a otros, pero es aún más difícil, después de escucharnos, responder algo en una manera franca y llena de amor. Después de reunirnos en grupos, debemos sentirnos libres de hablarles a los demás acerca de nuestra situación interna con el Señor. De la misma manera, los demás deben tener libertad para responder. Debido a que tememos exponernos y ofender a otros, aparentamos unos con otros y no estamos dispuestos a que otros conozcan nuestra verdadera situación. Necesitamos la comunión íntima y completa. Desde luego, debemos tener cuidado con lo que nos decimos unos a otros en público. En ciertos casos la confesión pública de pecados ha causado serios problemas en el pasado. No estoy diciendo que debemos abrirnos en una manera descuidada. No obstante, necesitamos encontrar la manera de compenetrarnos. De lo contrario, el Señor no tiene salida en nuestra situación presente. Necesitamos compenetrarnos hasta que tengamos un amor íntimo por los miembros del grupo. Si continuamos escondiéndonos y guardando la distancia entre nosotros, cuando salgamos a visitar a la gente, no tendremos impacto. La gente que visitemos sentirá que no somos uno.

  Nuestra situación actual es muy diferente a la de Pedro, Jacobo y Juan. Cuando ellos seguían juntos al Señor como Sus creyentes, ellos eran genuinos, como se ve en el hecho de que se peleaban entre ellos. En Mateo 20, mientras el Señor Jesús les estaba revelando Su muerte y resurrección (vs. 17-19), parece que ellos no estaban escuchando lo que Él decía. Después de que el Señor Jesús terminó de hablar, tuvieron una disputa entre ellos (vs. 20-24). Esto indica que ellos eran muy genuinos.

  Si no practicamos los puntos de este mensaje, no habrá manera de ser agrupados. Los grupos son una necesidad urgente entre nosotros. Estamos tratando de avanzar en este asunto vital. (Comunión en cuanto a la urgente necesidad de los grupos vitales, págs. 81-82, 88-90)

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