
Lectura bíblica: Jn. 4:3-34, 39-42
Nuestro propósito en este libro es prestar atención a las señales halladas en cada capítulo del Evangelio de Juan, debido a que las consideramos como extractos de las cosas divinas halladas en este libro misterioso. En el capítulo 4 hay dos señales: un pozo y un monte. El pozo es el pozo de Jacob, y el monte es el monte Gerizim. ¿Alguna vez consideraron estas dos cosas como señales y extractos de este capítulo? Si no conocemos estas dos señales, no podremos conocer a fondo este capítulo.
Durante años he valorado el capítulo 4 de Juan, debido a que contiene dos asuntos que son maravillosos y misteriosos. El primero es el agua viva y el segundo es la adoración en espíritu y con veracidad. Incluso cuando era joven ya conocía estos puntos de Juan 4. Sin embargo, no conocía el verdadero significado de este capítulo.
Las señales de los tres primeros capítulos de Juan, todas son genuinas y típicas. En el capítulo 1 tenemos seis señales: la Palabra, el tabernáculo, el Cordero, la paloma, la piedra y la casa de Dios, Bet-el. Ninguna de estas señales es tradicional. En el capítulo 2 tenemos dos señales típicas y genuinas: cambiar el agua en vino y levantar el templo de nuevo. En el capítulo 3 hay tres señales genuinas y típicas: la regeneración, la serpiente de bronce y la novia. Aunque las señales en los capítulos 1, 2 y 3 son típicas y genuinas, las dos señales del capítulo 4 son tradicionales. En cierto sentido, las señales del pozo y del monte de Juan 4 son una mixtura, porque están relacionadas al territorio de Samaria.
Samaria era la región principal del reino del norte de Israel, y era donde estaba su capital (1 R. 16:24, 29). Alrededor del año 700 a. C. los asirios capturaron Samaria y trajeron gente de Babilonia y de otros lugares paganos a las ciudades de Samaria (2 R. 17:6, 24). Desde entonces los samaritanos se convirtieron en un pueblo de sangre mixta: sangre pagana mezclada con sangre judía. La historia nos dice que tenían el Pentateuco (los cinco libros de Moisés) y que adoraban a Dios según esa parte del Antiguo Testamento. Pero los judíos nunca los reconocieron como parte del pueblo judío.
Originalmente, Samaria era una buena región, e incluía la parcela de tierra que Jacob compró en Génesis 33:19. En ese territorio se hallaba el monte de la bendición, el monte Gerizim, el sitio donde seis de las doce tribus de Israel declararon la bendición que recibirían al guardar la ley (Dt. 27:12; Jos. 8:33). En el lado opuesto al monte Gerizim estaba el monte Ebal, donde las otras seis tribus declararon la maldición que recibirían al desobedecer la ley. El monte Gerizim, por tanto, era un monte de bendición. Sobre ese monte reposaba una bendición doble, dado que éste era un regalo del ancestro Jacob, y era el lugar de la bendición de Dios.
Hemos visto que durante el tiempo de los reyes, el pueblo de Samaria se mezcló con los pueblos paganos. Además, los paganos introdujeron la idolatría y mezclaron su adoración con la manera en que los judíos adoraban a Dios. De esta manera el monte Gerizim vino a ser un lugar de adoración mixta. En el monte Gerizim la gente practicaba la adoración a los ídolos bajo el nombre del Dios de los judíos, Jehová. Ellos mezclaron su adoración pagana con la adoración al Dios verdadero.
Gran parte de la adoración que rinden hoy los cristianos es también una mixtura. En principio, es igual a la que se practicaba en el monte Gerizim: una mixtura de cosas paganas con la adoración en el nombre del Dios verdadero. Esa mixtura en la adoración que rendían sobre el monte Gerizim en Samaria, fue realizada por los paganos y bajo la autoridad pagana. Asimismo, la mixtura en la adoración tradicional que rinde la cristiandad también fue realizada por primera vez bajo una autoridad pagana.
Las señales usadas en Juan 4 están relacionadas con asuntos que no son puros. Sí, el pozo de Jacob estaba en una porción de la tierra que Jacob había dado a su amado hijo José (Jos. 24:32). Eso era algo puro. Sin embargo, era usado por los samaritanos, un pueblo impuro. Aunque los samaritanos afirmaban ser descendientes de Jacob, ellos eran una mixtura. Es por esto que los judíos en los tiempos antiguos no los reconocían, ni tenían tratos con ellos. Esto fue así hasta la venida del Señor Jesús. Juan 4:9 indica esto: “La mujer samaritana le dijo: ¿Cómo Tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? (Porque los judíos no tienen tratos con los samaritanos)”.
¿Qué significado tiene el pozo de Jacob en Juan 4? Significa que la tradición no puede satisfacer la sed del hombre. Todos sabemos que el agua es necesaria para la vida humana. El agua es aún más importante que el alimento, porque la sed es un problema más serio que el hambre. Tal vez usted pueda dejar de comer por varios días y seguir viviendo, pero no podrá pasar muchos días sin agua. En el Antiguo Testamento hay varios relatos que dejan ver cuán crucial es el agua para la vida humana (Gn. 21:15, 19; Éx. 15:23-24, 27; 17:6; Nm. 20:8). En la Biblia se registra una y otra vez el relato de que el hombre necesita agua para satisfacer su sed. El pozo que estaba en la tierra de Jacob es una señal de que las cosas tradicionales no pueden apagar la sed que existe en la vida humana. Por muy genuina o típica que sea una tradición, siempre y cuando sea una tradición, nunca puede satisfacer la sed del hombre. Éste es el significado que tiene la señal del pozo de Jacob en Juan 4.
La señal del pozo de Jacob debe hacernos ver que necesitamos algo más que la tradición y lo que necesitamos es una persona viviente, el Hijo de Dios. En Juan 4:10 el Señor Jesús dijo a la mujer samaritana: “Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le habrías pedido y Él te habría dado agua viva”. Este don es el propio Hijo de Dios. Isaías 9:6 dice que un Hijo nos es dado, y Juan 3:16 dice que de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no perezca, mas tenga vida eterna. En este don dado por Dios hay vida eterna.
No podemos separar la vida eterna del don de Dios. El don de Dios incluye tanto a Su Hijo como Su vida divina. Estos dos son un solo don, por cuanto la vida divina está en el Hijo, y el Hijo es en realidad la vida divina (14:6). Por consiguiente, 1 Juan 5:11 y 12 dicen: “Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en Su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida”. La sed que existe en la vida humana no puede satisfacerse con la tradición. Nuestra sed solamente puede ser saciada con una persona viviente, Aquel que nos es dado para ser nuestra vida eterna.
Los samaritanos habían caído en el error de confiar en las tradiciones. En Juan 4 la mujer samaritana intentaba obtener agua para su vivir de aquella fuente tradicional, y le habló al Señor Jesús acerca de adorar en ese monte tradicional. Su confianza estaba totalmente puesta en estas dos tradiciones, en el pozo que necesitaban para su vivir humano y en el monte donde adoraban a Dios.
También muchos cristianos ponen su confianza en las tradiciones. Gran parte de su teología, doctrinas y enseñanzas es tradicional. Sus rituales, reglamentos, formalismos y días festivos, como la navidad y la pascua, también son tradiciones. Entre algunos cristianos hay cierto interés por retornar a la llamada iglesia histórica, o sea, retornar a las cosas tradicionales.
Sin embargo, los cristianos no deben interesarse por las tradiciones. Antes bien, debemos ser renovados y refrescados por una persona viviente con la vida divina. Jesucristo, el Hijo de Dios, nunca es tradicional. Él siempre es nuevo, renovante y refrescante. Si diariamente lo experimentamos a Él durante nuestra vida cristiana, descubriremos que Él siempre es nuevo.
Nuestro pozo no es el pozo de Jacob, un pozo tradicional; nuestro pozo es el Hijo de Dios. Nosotros le hemos recibido, y Él ha llegado a ser una fuente de agua que brota en nuestro interior para vida eterna. Cuando Él brota dentro de nosotros, somos introducidos en la vida eterna. Esto que brota del Señor dentro de nosotros sacia nuestra sed. Puedo testificar que Él brota en mi interior una y otra vez. Cuando Él brota en mí, soy introducido en la vida eterna y mi sed es satisfecha.
¿Conocen cuál es la diferencia entre el Señor como una fuente y el Señor como un manantial? Cuando el Señor es objetivo para nosotros, Él es la fuente. Pero cuando Él es subjetivo para nosotros, Él es el manantial. Hace varios años estuvimos en la Tierra Santa y visitamos la fuente del río Jordán. Al pie del monte Hermón, vimos que brotaba un gran manantial. Nos dijeron que bajo esa montaña yacía una fuente, que era el origen de ese manantial. Esa fuente estaba en las profundidades, mientras que el manantial brotaba en la superficie.
Por un lado, el Señor Jesús es la fuente de agua viva; por otro, Él es el manantial. En Dios, el Señor es la fuente, pero en nosotros Él es el manantial. Según nuestra experiencia, sabemos que Cristo, quien está en Dios, es el origen, la fuente. Pero, cuando Él entra en nosotros y mora en nosotros, Él llega a ser una fuente que brota para vida eterna.
No debemos confiar en nuestro conocimiento de la Biblia, ni en nuestras experiencias pasadas, ni en las enseñanzas tradicionales que hemos recibido de otros. Es posible que todas estas cosas sean un “pozo de Jacob” para nosotros. A diario debemos acordarnos y estar conscientes de que tenemos un manantial vivo en nuestro interior y que ese manantial es una persona divina, el Hijo de Dios, quien nos fue dado por Dios como un don. ¡Alabado sea el Señor que dentro de nosotros tenemos un manantial que es el don de Dios!
Sin embargo, en la experiencia de muchos cristianos, ellos aún tienen un pozo tradicional y no un manantial vivo. Si habla con ellos acerca del Espíritu o la vida eterna, quizás discutan conforme a su tradición. Los cristianos que confían en sus tradiciones son semejantes a la mujer samaritana en Juan 4. Yo era esa mujer samaritana hace cincuenta años; pero ahora ya no pongo mi confianza en ningún pozo tradicional. ¿Y usted? ¿Tiene un “pozo de Jacob” o disfruta del Cristo viviente? Es posible ser una mujer samaritana con un pozo tradicional aun estando en el recobro del Señor. Tal vez considere como su pozo tradicional los libros y los mensajes publicados en el recobro.
Nos debe impresionar profundamente el hecho de que ningún pozo, por muy genuino, típico y antiguo que sea, puede saciar nuestra sed. Nuestra sed únicamente puede ser saciada con la persona viviente del Hijo de Dios, el cual nos fue dado por Dios como una fuente que brota dentro de nosotros.
Es posible que tomemos un líder cristiano como nuestro Jacob, y sus enseñanzas como nuestro pozo. Los luteranos han hecho esto con Martín Lutero y sus enseñanzas sobre la justificación por fe. Ellos podrán conocer su “pozo”, pero quizás no conozcan la persona viviente de Jesucristo, quien es el agua viva dentro de ellos.
Permítanme contarles una historia real acerca de un pastor luterano que vivía en la China. Este hombre era un contrabandista de opio mientras era pastor. Un día una dama evangelista, noruega, vino a la ciudad donde vivía el pastor y comenzó a predicar el evangelio. Ella no predicó de ningún tipo de “pozo”, ni predicó de la justificación por la fe en la antigua manera tradicional. Más bien, predicó de la regeneración por el Espíritu viviente. Después de cada mensaje, inmediatamente se iba a la entrada principal de la capilla y conversaba con las personas que pasaban por allí. Ella les hacía a todos la misma pregunta: “¿Ha sido usted regenerado? ¿Ha nacido usted de nuevo?”. Aquel pastor luterano hizo cuanto pudo por evitarla, pero ella lo detuvo y enfrente de muchas personas le preguntó si él ya había sido regenerado. Él le respondió que ya había sido regenerado. No obstante, ella le dijo: “¡Mírate a ti mismo! ¡Nunca has sido regenerado!”. Dado que esto fue dicho en presencia de muchos miembros de la congregación, él se ofendió.
Sintiéndose insultado por la manera en que la evangelista le había hablado, el pastor luterano se marchó a casa y pasó la mayor parte de la noche planeando cómo asesinarla. Pero en cierto momento, el Espíritu de Dios comenzó a señalarle cuán pecaminoso era él. El Espíritu le dijo: “¡Cuán malo eres! Tú eres un contrabandista de opio. Te ofendiste porque esta mujer te reprendió, y ahora estás pensando cómo matarla. ¿No te das cuenta de cuán pecaminoso eres?”. Como resultado de la obra del Espíritu, él se arrepintió profundamente y en verdad fue salvo y regenerado. Al día siguiente él asistió a una reunión y testificó de lo que le había ocurrido. Este testimonio trajo un verdadero avivamiento. La experiencia de este ministro luterano es un ejemplo que nos muestra la diferencia entre poner la confianza en un pozo tradicional y el disfrute que tenemos de la persona viviente de Cristo, el Hijo de Dios, que nos renueva y nos riega.
Aunque la enseñanza tradicional no cuenta para nada en lo que concierne al Cristo viviente, muchos cristianos siguen dependiendo de las tradiciones. En algunos casos su propio conocimiento, incluso su conocimiento de la Biblia, se conforma a la tradición. La Biblia misma no es tradicional, pero muchos cristianos la toman de una manera tradicional. Tal vez algunos digan que ellos saben todo acerca de la simiente de la mujer mencionada en Génesis 3, o de los nombres que designan al Señor en Isaías 9:6. Sí, es posible que ellos conozcan estas cosas, pero las conocen según la tradición, no según la vida. La manera como tratan la Palabra de Dios no tiene vida, frescura ni renovación.
Nosotros podemos testificar que verdaderamente amamos la Biblia. Sin embargo, no amamos la Biblia en una manera tradicional. Al contrario, amamos la Palabra porque en ella podemos hallar la persona viviente del Hijo de Dios. Él es el verdadero don de Dios con vida eterna.
Estoy muy preocupado por algunos santos en el recobro del Señor. Ellos asisten a las reuniones una y otra vez, ¿pero qué es lo que reciben? ¿Reciben más enseñanzas tradicionales, o tienen contacto con una persona viviente? Cuando usted oye un mensaje en una reunión del ministerio, ¿recibe a una persona viviente como vida eterna, o toma el ministerio como algo tradicional? Todos debemos aprender a no poner nuestra confianza en ningún pozo tradicional, sino aprender a experimentar a Cristo cada día como el agua viva que brota dentro de nosotros para vida eterna.