
Lectura bíblica: Jn. 5
En este capítulo continuaremos examinando las señales tradicionales en Juan 5.
Juan 5:2 dice: “Y hay en Jerusalén, cerca de la puerta de las Ovejas, un estanque, llamado en hebreo Betesda, el cual tiene cinco pórticos”. La primera señal mencionada en este versículo es la de la puerta de las Ovejas. La puerta de las Ovejas, una de las puertas de la ciudad de Jerusalén, representa la puerta al redil tradicional de la religión (10:1). Ésta era la puerta por la que el pueblo de Dios, quienes son Sus ovejas, entraba al redil para ser protegido. La ciudad de Jerusalén era un redil para proteger al pueblo de Dios. Jerusalén con la puerta de las Ovejas también es una señal. Únicamente Cristo, el Hijo de Dios viviente, puede ser la realidad de lo que significa esta señal. Cristo es nuestra puerta y también es nuestra ciudad. En Juan 10:7 el Señor Jesús claramente dijo: “De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas”. Luego en el versículo 9 Él de nuevo dijo: “Yo soy la puerta”. Cristo es la puerta, no sólo para que las ovejas entren al redil, sino también para que salgan de allí. Puesto que tenemos a Cristo como nuestro Pastor, no necesitamos el redil. Cristo es la puerta para que podamos salir del redil y disfrutarlo a Él como nuestro pasto.
El estanque de Betesda mencionado en 5:2 también es una señal. Betesda significa “casa de misericordia”, y el estanque de Betesda era el lugar tradicional para recibir misericordia. El estanque de Betesda representa a los religiosos, que hacían cuanto podían por guardar su religión, y que se daban cuenta de que necesitaban la misericordia de Dios. Este estanque significa que la verdadera casa de la misericordia de Dios es el Hijo viviente de Dios.
Juan 5:2 dice que el estanque de Betesda tenía cinco pórticos. Estos pórticos servían de lugares de refugio para los necesitados. Bajo esos refugios yacían enfermos, ciegos, cojos y paralíticos. El número cinco denota responsabilidad, y los cinco pórticos aquí representan el refugio tradicional de la religión que depende de la responsabilidad del hombre.
Ya vimos que esos cinco pórticos refugiaban a los necesitados. Bajo la ley somos aquellos que están enfermos, ciegos, cojos y paralíticos. Ahora que Cristo ha venido, ya no estamos bajo la ley, y ya no necesitamos que los pórticos nos den refugio. El hombre que estaba enfermo por treinta y ocho años necesitaba el amparo de los pórticos. Pero después que el Señor lo sanó y lo avivó, él pudo tomar su lecho, y ya no tenía que seguir echado bajo la cubierta del pórtico.
El versículo 3 dice: “En éstos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban el movimiento del agua”. Esta multitud significa que bajo el refugio de la religión tradicional yacen muchos necesitados que carecen del suministro de vida.
El versículo 4 habla de un ángel del Señor: “Un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque, y agitaba el agua; y el que primero descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese”. Aquí el ángel representa el instrumento con el cual la ley, que no podía dar vida, fue dada (Gal. 3:19, 21). Los ángeles ocupaban una importante posición en la religión judía.
Aquí Juan 5:4 nos dice que el ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque y agitaba el agua. Pero que el ángel hiciera esto no le ayudaba al hombre imposibilitado, pues él nunca lograba ser el primero en entrar al estanque después que había sido agitada el agua. Él no podía satisfacer los requisitos para ser sanado. Esto indica la inutilidad de tratar de guardar la ley. La ley es completa y perfecta, pero no puede dar vida al hombre imposibilitado. A los ojos de Dios, él estaba muerto. La ley puede hacer cosas por nosotros bajo ciertas condiciones y siempre y cuando ciertos requisitos sean cumplidos. ¿Pero cómo un muerto puede cumplir con los requisitos de la ley? No importa cuán frecuentemente viniera el ángel y agitara el agua, el movimiento no surtiría efecto en un muerto. El hecho que un ángel agite el agua no puede ayudarle a un muerto. El único que puede ayudarle es el Hijo de Dios que nos aviva y nos vivifica. El Hijo de Dios no viene a agitar el agua; Él viene para darnos vida.
Agitar el agua también es una señal. Ésta es la señal de las prácticas religiosas tradicionales que hacen perfectas a las personas. El agitar del agua que brindaba sanidad a la gente representa las prácticas tradicionales de la religión en su intento de perfeccionar a las personas. No debemos poner nuestra confianza en ninguna práctica tradicional. Es posible tener dichas prácticas incluso en la vida de iglesia. Tal vez en su vida de iglesia usted depende de cierta práctica en particular para “agitar el agua”, pensando que dicha práctica le hará perfecto. En realidad, ninguna práctica puede ayudarnos a ser perfectos. El único que puede perfeccionarnos es Cristo, el Hijo viviente de Dios, que nos vivifica.
Juan 5:10 dice: “Por eso los judíos dijeron a aquel que había sido sanado: Es día de Sábado; no te es lícito llevar tu lecho”. El Sábado es una señal de la forma religiosa de descansar. El Sábado, un día de reposo, es ciertamente algo bueno. Pero el hombre que había estado imposibilitado por treinta y ocho años no tenía descanso, ni siquiera en el Sábado. ¿Quién podía darle reposo y ser para él su verdadero Sábado? El Único que podía dárselo era el Hijo viviente de Dios.
Es muy significativo que el Señor Jesús sanara al imposibilitado en el día de Sábado. Pero los judíos le dijeron al que había sido vivificado por el Hijo viviente de Dios, que no le era lícito llevar su lecho en el Sábado. Para ellos, era un error que él realizara esa labor en el día de Sábado. Sin duda, el hombre que había sido sanado estaba feliz de llevar su lecho. Ese lecho lo había cargado a él por treinta y ocho años, pero ahora había sido sanado y podía cargar su lecho. ¿Qué clase de ley le prohibía cargar su lecho en el Sábado? Tal ley no era una ley que daba vida, sino una que daba muerte. El que había sido sanado dijo a los judíos: “El que me sanó, Él mismo me dijo: Toma tu lecho y anda” (v. 11). Cuando le preguntaron quién le había dicho que hiciera tal cosa, él les respondió que no sabía quién era (vs. 12-13).
Este incidente muestra la manera en que la religión contradice las actividades del Hijo viviente de Dios. Todo lo que el Señor Jesucristo hace es condenado por la religión. La religión que lo condenó en Juan 5 no era una religión pagana, ni una religión mezclada como la que practicaban los samaritanos; al contrario, era la religión pura y típica que se practicaba en Jerusalén. Pero aun esta religión genuina se opuso a la actividad viviente del Hijo de Dios.
No debemos pensar que debido a que la vida de iglesia es real y genuina y no es una mixtura, puede en sí misma hacer algo por nosotros. Ni siquiera la vida de iglesia en el recobro del Señor puede hacer algo por nosotros en términos de vida. Solamente Jesucristo mismo es el único que puede hacer todo por nosotros y ser todo para nosotros en el aspecto de la vida.
Después de la señal del día de Sábado tenemos la señal de Juan el Bautista (vs. 33-35). Podemos decir que Juan el Bautista vino a ser para los judíos una señal que era tanto tradicional como nueva. El Señor dijo acerca de Juan el Bautista: “Él era lámpara que ardía y alumbraba; y vosotros quisisteis regocijaros por un tiempo en su luz” (v. 35). Esto indica que él fue su confianza religiosa temporal. Por un tiempo, los judíos fueron a Juan el Bautista, pero no quisieron venir al Hijo viviente de Dios. Juan el Bautista vino para presentarles a esta persona viviente. Sin embargo, permanecieron con Juan el Bautista, y no recibieron a Aquel de quien Juan daba testimonio. Esto significa que ellos tomaron a Juan como sustituto de Cristo y aceptaron a Juan, pero no quisieron recibir a Cristo, quien es el Verdadero.
En principio, sucede lo mismo hoy cuando Cristo es reemplazado. Muchas cosas que Dios ha empleado han venido a ser sustitutos de Cristo. Esto se aplica tanto a personas como a cosas. Para algunas personas, líderes cristianos como Martín Lutero y John Wesley se han convertido en sustitutos de Cristo. Así como los judíos tomaron a Juan el Bautista en lugar de Cristo, hoy en día los cristianos toman a algunos líderes cristianos como sustitutos de Cristo.
Juan 5:39 dice: “Escudriñáis las Escrituras, porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de Mí”. Las Escrituras son la santa Palabra de Dios. Pero aun la Palabra de Dios puede tomarse como un sustituto de Cristo. Por esta razón el Señor dijo a los judíos que ellos escudriñaban las Escrituras, pensando que en ellas hallarían la vida eterna, pero no querían venir a Él para que tuvieran vida. Aparte de Cristo, el Hijo viviente de Dios, ni siquiera las Escrituras pueden darnos vida.
Es verdad que, aparte de Cristo, ni las Escrituras pueden darnos vida, y es aún más cierto que aparte de Él tampoco los mensajes del Estudio-vida pueden darnos vida. Me preocupa un poco que los que han recibido mucha ayuda de estos mensajes puedan, al menos en cierta medida, poner su confianza en estos mensajes, y no en el Señor mismo. Puede ser que algunos lean los mensajes del Estudio-vida sin tener contacto directo con el Señor. En ese caso, están tomando esos mensajes como un sustituto de Cristo. Pero ni las Escrituras, ni ciertamente los mensajes del Estudio-vida, jamás deben usarse para reemplazar a Cristo.
En 5:45 y 46 el Señor Jesús les habló a los judíos respecto a Moisés, diciendo: “No penséis que Yo voy a acusaros delante del Padre; hay quien os acusa, Moisés, en quien tenéis puesta vuestra esperanza. Porque si creyerais a Moisés, me creeríais a Mí, porque de Mí escribió él”. La persona de Moisés también es una señal, la señal de una confianza religiosa constante. Juan el Bautista representó una confianza religiosa temporal, pero Moisés representó una confianza religiosa constante. En principio, hoy en día es posible que uno tenga cierta confianza religiosa tanto de manera temporal como constante. Por ejemplo, puede que alguien confíe en los mensajes del Estudio-vida temporalmente, pero confía constantemente en los escritos de Pablo. Sin embargo, ni los Estudios-vida, ni los escritos de Pablo son Cristo mismo, y jamás deben reemplazarle.
La última señal que vemos en el capítulo 5 de Juan es escudriñar las Escrituras. Ésta es la señal de la manera religiosa para encontrar vida eterna. Todos los cristianos concuerdan en que debemos escudriñar las Escrituras a fin de recibir el suministro de vida. Sin embargo, muchos leen la Biblia y no obtienen ningún suministro de vida, porque estudian la Biblia como algo separado del Hijo viviente de Dios.
Además de la señal de la multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, en este capítulo tenemos once señales: la Fiesta de los judíos, la puerta de las Ovejas, el estanque de Betesda, los cinco pórticos, un ángel del Señor, el agitar del agua, el Sábado, Juan el Bautista, las Escrituras, Moisés y escudriñar las Escrituras. Todas estas señales aluden al Hijo viviente de Dios. Necesitamos que Cristo, el Hijo de Dios, sea la realidad para tener el suministro de vida. Las señales en este capítulo son típicas, genuinas y puras. Ninguna de ellas es una mixtura ni está relacionada con el paganismo. Pero ninguna de estas cosas debe reemplazar al Hijo de Dios. Únicamente Él puede darnos vida. Él trabaja junto con el Padre como uno solo (vs. 17-20), Él da vida a las personas y hace juicio (vs. 21-30, 40).
Me preocupa profundamente que muchos de nosotros aún tenemos sustitutos de Cristo. Es posible que confiemos en la vida de iglesia, o que confiemos en ciertos métodos o prácticas o en mensajes. Mi carga es que todos estemos conscientes de que nada aparte de Cristo puede darnos vida. Únicamente Él, quien es el Hijo viviente de Dios, el Enviado de Dios, es el Dador de vida. Puesto que únicamente Él puede darnos vida, necesitamos tener contacto con Él.
Cristo es todo para nosotros. Él no sólo es la Fiesta de la Pascua, la Fiesta de Pentecostés y la Fiesta de los Tabernáculos; Él también es nuestra Fiesta de Purim, la fiesta de nuestra suerte y destino. Nuestro destino es Cristo. Si le tenemos a Él, pasaremos de muerte a vida. Pero si no le tenemos a Él, permaneceremos en muerte. Cristo también es nuestra puerta, nuestra ciudad y nuestro estanque. Él es el verdadero agitar del agua. Juan el Bautista no puede compararse con Él. Debido a que Cristo es la verdadera Palabra de Dios, debemos venir a Él cuando leemos la Biblia, y no venir a las Escrituras separados de Él. Si venimos a Él, entonces Él, quien es la Palabra de vida, nos dará vida. Cristo también es nuestro verdadero Moisés, Aquel que Dios nos envió. Él habla por Dios, y transmite a Dios al hablar. Esto significa que Él habla impartiendo a Dios en nuestro ser. No debemos poner nuestra confianza en nada ni nadie que no sea Cristo. Únicamente Cristo puede darnos vida.
Debido a que Cristo es el único que puede darnos vida, debemos tener contacto con Él día tras día, y aun momento a momento. Él no está lejos de nosotros, pues Él está en nuestra boca, en nuestro corazón y en nuestro espíritu (Ro. 10:8). Simplemente debemos abrirnos desde lo profundo de nuestro ser e invocar Su nombre. Cada vez que nos abrimos al Señor y le invocamos de esta manera, tenemos contacto con Él y le recibimos.
Conforme a Juan 20:22, Cristo es el aliento santo, el Espíritu vivificante. Puesto que Él es este aliento, podemos inhalarle en cualquier tiempo. Pero contactar al Señor de esta manera depende de que le respiremos. Si no le inhalamos, no podremos tener contacto con Él ni recibirle. Lo que necesitamos es contactar a Cristo, recibir a Cristo y vivir por Cristo.
No debemos permitir que ni las mejores cosas espirituales reemplacen a Cristo. Este principio se aplica a la vida de iglesia y a cualquier práctica que tengamos. ¿Por qué venimos a la reunión? Debemos venir no por causa de la reunión misma, sino debido a que esta persona viviente nos es ministrada por medio de las reuniones; Él es el único que puede avivarnos una y otra vez. Es de vital importancia que veamos que ninguna cosa santa, ninguna cosa religiosa, ninguna cosa espiritual y ninguna cosa tradicional puede reemplazar a Cristo. Ni las prácticas más modernas ni los asuntos más espirituales pueden reemplazar a Cristo. Únicamente el Cristo presente, el Cristo viviente, el Cristo que disfrutamos y experimentamos en este preciso momento, puede ser nuestra verdadera ayuda. Creo que éste es el significado de todas las señales halladas en el capítulo 5 del Evangelio de Juan.
Juan 5 revela que sólo Cristo, el Hijo viviente de Dios, es el verdadero cumplimiento del tabernáculo y las ofrendas. El tabernáculo y las ofrendas no tienen su cumplimiento en cosas como las fiestas, el Sábado, la puerta, la ciudad, el estanque, el ángel, el agitar del agua, las Escrituras ni el escudriñar las Escrituras. Tampoco tienen su cumplimiento en personas como Juan el Bautista y Moisés. El cumplimiento del tabernáculo y las ofrendas se da únicamente en el Hijo viviente de Dios, Aquel que ahora es el Espíritu vivificante, el aliento santo que podemos inhalar a fin de recibirle como nuestro suministro de vida.
En el capítulo 3 del Evangelio de Juan vemos a Cristo como la serpiente de bronce, como el Novio y como Aquel que es todo-inclusivo. En el capítulo 4 vemos a Cristo como la fuente de agua viva y como la realidad con la cual rendimos la verdadera adoración a Dios. Ahora en el capítulo 5 vemos que Cristo lo es todo. Puesto que Cristo lo es todo, nada en la esfera de la religión debe reemplazarlo jamás.