
Lectura bíblica: Jn. 8
El Evangelio de Juan es un relato que nos muestra el cumplimiento del tabernáculo y de todas las ofrendas. Como lo hemos indicado, en el primer capítulo de este Evangelio tenemos el tabernáculo y el Cordero de Dios. Juan 1:14 dice: “La Palabra se hizo carne, y fijó tabernáculo entre nosotros”. Cristo es el Dios encarnado que fija tabernáculo entre los hombres. En 1:14 la expresión fijó tabernáculo es un verbo. Según este versículo, Cristo mismo era el tabernáculo que moraba entre los hombres. Así que, Él es un tabernáculo viviente. En 1:29 Juan el Bautista dijo de Cristo: “¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!”. Aquí vemos que Cristo, quien se encarnó para ser el tabernáculo viviente, también es el Cordero de Dios. El Cordero de Dios es la suma total, la totalidad, de todas las ofrendas. Por consiguiente, en estos dos versículos, Juan 1:14 y 29, tenemos las palabras fijó tabernáculo y Cordero. Estos términos indican que el Evangelio de Juan cubre los temas del tabernáculo y las ofrendas.
El capítulo 1 del Evangelio de Juan es un prólogo, o introducción, al libro completo. Esto significa que lo que se menciona en el primer capítulo de Juan es definido y desarrollado en el resto del libro. El hecho de que en el prólogo aparecen el tabernáculo y el Cordero de Dios indica que Juan, en su evangelio, se propone revelarnos el tabernáculo y el Cordero de Dios. Por esta razón decimos que el Evangelio de Juan es el cumplimiento del tabernáculo y de todas las ofrendas.
En el libro de Apocalipsis, que es la conclusión de la Biblia, también podemos ver el tabernáculo y el Cordero. Apocalipsis 21:3 dice: “He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y Él fijará Su tabernáculo con ellos; y ellos serán Sus pueblos, y Dios mismo estará con ellos”. Como la morada de Dios, la Nueva Jerusalén será el tabernáculo de Dios por la eternidad. El tabernáculo hecho por Moisés fue un tipo de este tabernáculo, y dicha tipología se cumplió en Cristo como tabernáculo de Dios entre los hombres. Finalmente, esa tipología se cumplirá plenamente en la Nueva Jerusalén, la cual será el agrandamiento de Cristo como la morada de Dios.
Dentro del tabernáculo eterno de Dios, es decir, dentro de la Nueva Jerusalén, el Cordero de Dios estará en el trono (22:1). Apocalipsis 5:6 dice que en medio del trono y de los cuatro seres viviente, y en medio de los ancianos, había un Cordero en pie, como recién inmolado. Este libro menciona al Cordero muchas veces más (5:12; 6:1; 7:9-10, 14, 17; 12:11; 14:1, 4; 19:7, 9; 21:22). Por lo tanto, en el libro de Apocalipsis tenemos tanto el tabernáculo como el Cordero de Dios. Éste es otro indicio de que los escritos de Juan son un relato del cumplimiento del tabernáculo y las ofrendas.
Debemos tener una visión clara acerca de la Biblia en su totalidad. La Biblia es un relato sobre la realidad universal. Todo lo que carece de realidad está vacío, es vano. Por ejemplo, si sólo tuviésemos un cuerpo físico sin poseer un ser interior, estaríamos vacíos, totalmente carentes de realidad. Nuestro ser interior es nuestra realidad. Si sólo tuviésemos un cuerpo con piel, carne y huesos, tendríamos un “cascarón”, pero no tendríamos realidad.
Si el universo no tuviese una realidad, entonces todo el universo sería un cascarón. Porque si no hay realidad en el universo, significaría que no tiene contenido. Si el universo fuese meramente un cascarón, no habría nada más que vacío y vanidad. El rey Salomón dijo: “Vanidad de vanidades, todo es vanidad” (Ec. 1:2). Él dijo que todo bajo el sol es vanidad. Es cierto que si no tuviéramos el contenido y la realidad del universo, todo sería vanidad.
Ahora debemos preguntarnos cuál es el contenido del universo. Los filósofos y otros pensadores no pueden responder esta pregunta. Es difícil para cualquier persona decir cuál es el contenido, la realidad, del universo.
Algunos de entre nosotros dirán que la realidad del universo es Cristo. Sin embargo, puede que esto sea sólo una doctrina para nosotros. Una doctrina no es la realidad; también es un cascarón. Podemos comparar la doctrina a un menú, que nos provee una descripción de las comidas, pero que no es la comida misma. Solamente la comida, no el menú, es la realidad. Cuando uno va a un restaurante, va allí para comer, para recibir la realidad, y no para ver el menú. Decir que la realidad del universo es Cristo puede ser simplemente una doctrina, un menú; tal vez no sea la realidad, la comida misma. No obstante, estoy totalmente de acuerdo con los que dicen que Cristo es la realidad del universo. ¿Pero en qué sentido es Cristo la realidad? También podría ser una simple doctrina decir que Cristo, quien es el Espíritu vivificante, es la realidad del universo. Esto podría ser una doctrina que usted aprendió en el recobro del Señor. Como veremos, según lo narra la santa Palabra, la realidad del universo verdaderamente es el tabernáculo y las ofrendas.
¿Qué es lo que nos dice la Biblia, desde Génesis hasta Apocalipsis? Podemos decir que en la Biblia tenemos a Dios, Cristo, el Espíritu, la iglesia y la Nueva Jerusalén. Esto, por supuesto, es correcto. Pero si profundizamos en la verdad revelada en la Biblia, veremos que en esas profundidades se hallan el tabernáculo y las ofrendas.
El tabernáculo es la morada de Dios. Sin embargo, no es adecuado decir que el tabernáculo es simplemente una morada para Dios. De hecho, el tabernáculo es una morada universal para Dios y para el hombre. Consideremos la Nueva Jerusalén. ¿ Dios será el único que morará en la Nueva Jerusalén? No, Dios y todo Su pueblo redimido morarán en la Nueva Jerusalén. Así que, ésta será una morada tanto para Dios como para el hombre. Esta habitación es una morada mutua, una habitación mutua.
En Juan 14:23 el Señor Jesús dijo: “El que me ama, Mi palabra guardará; y Mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él”. Aquí se utiliza la palabra morada. La morada aquí en realidad es una morada mutua. Nosotros moramos en el Señor, y el Señor mora en nosotros.
Para que haya una morada mutua, el Señor primero debe llegar a ser nuestra morada. Cuando permanecemos en Él, ciertamente Él es nuestra morada. Luego al permanecer Él en nosotros, somos Su morada. El Señor habló acerca de esta morada mutua, cuando dijo en 15:4: “Permaneced en Mí, y Yo en vosotros”. Por consiguiente, el Señor es nuestra morada, y nosotros venimos a ser Su morada. La Nueva Jerusalén será esta morada mutua, un lugar donde permaneceremos en Dios y Él permanecerá en nosotros. Incluso hoy podemos experimentar el hecho misterioso de permanecer en el Señor y de que el Señor permanezca en nosotros. Nuestro verdadero hogar es el Señor. El Señor es nuestra morada, y nosotros moramos en Él.
El contenido, o realidad, del universo es esta morada mutua, esta habitación mutua para Dios y el hombre. La palabra que describe esta morada es tabernáculo. Pero ¿cómo podemos nosotros, seres humanos pecaminosos, morar juntamente con Dios y aun morar en Dios, quien es santo y justo? Es únicamente por medio de las ofrendas que podemos morar en el Dios santo y justo.
Es útil examinar el cuadro del tabernáculo y las ofrendas en el Antiguo Testamento. Según el capítulo 40 de Éxodo, cuando el tabernáculo fue erigido, la gloria de Dios descendió sobre él y lo llenó. ¡Qué escena tan gloriosa fue ésta! En esta escena, Dios acampaba en medio de Su pueblo. Aunque se hallaba en los cielos, Él descendió para morar en una tienda en medio de los hijos de Israel. ¿Cómo podía un pueblo pecaminoso entrar en la tienda de Dios? La única manera en que ellos podían entrar a la morada de Dios era mediante las ofrendas. Por tanto, antes de que una persona pudiera entrar en el tabernáculo, ella tenía que venir al altar y ofrecer los sacrificios requeridos por la justicia, ka santidad y la gloria de Dios.
Como pecadores, no podemos cumplir los requisitos de la justicia, la santidad y la gloria de Dios. Pero Dios ha preparado las ofrendas. Según el libro de Levítico, las ofrendas principales son el holocausto, la ofrenda de harina, la ofrenda de paz, la ofrenda por el pecado y la ofrenda por las transgresiones. Además, estaban la ofrenda mecida, la ofrenda elevada y las ofrendas voluntarias. Por medio de estas ofrendas puede ser resuelto el problema que hay entre nosotros y Dios. Cuando viene la ofrenda, el problema se va. Así pues, por medio de las ofrendas, podemos entrar en la morada de Dios y encontrarnos con Él, comer con Él, conversar con Él y disfrutarle.
Mientras disfrutamos a Dios, Él disfruta de nosotros. Podemos usar la vida familiar como ejemplo. Por un lado, los hijos disfrutan a los padres; por otro, los padres disfrutan a los hijos. Podemos decir que el disfrute que los hijos hallan en sus padres se convierte en el disfrute de los padres. De igual manera, cuando entramos en el tabernáculo por medio de las ofrendas, disfrutamos a Dios, y Él nos disfruta a nosotros.
Ahora podemos ver que la realidad del universo es el tabernáculo y las ofrendas. Es verdad decir que tanto el tabernáculo como las ofrendas son Cristo. Sin embargo, necesitamos avanzar y hablar de una manera más detallada, y decir que el tabernáculo es Dios encarnado y que Cristo es Dios encarnado. Además, como el Cordero de Dios, Cristo es todas las ofrendas. Dios manifestado en la carne es Jesucristo, y Jesucristo es el Cordero de Dios. El contenido, la realidad, de todo el universo es Dios encarnado, Dios que llegó a ser un hombre. Jesucristo, el Dios-hombre, es el tabernáculo y las ofrendas.
Jesucristo es tanto Dios como hombre. Como el Dios-hombre, Él es el tabernáculo a fin de ser la morada de Dios y el hombre. Él también es las ofrendas para que el hombre entre en Dios. Esta persona, quien es el tabernáculo y las ofrendas, es la realidad y el contenido del universo.
¿Cómo pueden el tabernáculo y las ofrendas, como la realidad del universo, ser hechos reales a nosotros y ser disfrutados por nosotros? En 1 Corintios 15:45 dice: “Fue hecho [...] el postrer Adán, Espíritu vivificante”. Aquí tenemos al postrer Adán y al Espíritu vivificante. ¿Quién es el postrer Adán? El postrer Adán es el Dios encarnado que viene para a ser un hombre. El primer Adán fue simple y meramente un hombre. Pero el postrer Adán es el Dios-hombre, Aquel que tiene tanto divinidad como humanidad. El postrer Adán es Dios manifestado en la carne y Dios mezclado con la humanidad. Él es Adán, pero es el Adán con la naturaleza divina y la persona divina. Por consiguiente, esta Persona que es el postrer Adán no es nada menos que Dios mismo. Pero Él es Dios con humanidad, Dios con la carne. Finalmente, esta Persona que es el postrer Adán llegó a ser el Espíritu vivificante.
El Espíritu vivificante constituye el extracto del postrer Adán. En el primer capítulo de este libro sobre el cumplimiento del tabernáculo y las ofrendas en los escritos de Juan, señalamos que un extracto puede entenderse como un líquido extraído de una planta o de otra materia orgánica, el cual contiene su esencia en forma concentrada. Un sinónimo de extracto es espíritu, que es la esencia de una sustancia extraída en forma líquida. El vino, por ejemplo, puede considerarse como un extracto, o espíritu, de las uvas. Siempre que se extrae la esencia de cierta sustancia, se obtiene el espíritu de dicha sustancia. De manera similar, el postrer Adán llegó a ser el Espíritu vivificante, y ahora el Espíritu vivificante constituye el extracto del postrer Adán.
Supongamos que se utiliza cierta clase de hierba para curar cierta enfermedad. ¿Cómo podemos aplicar esa hierba a un enfermo? La mejor manera es obtener el extracto de esa hierba y emplearlo para hacer una medicina. Entonces el enfermo sólo necesita tomar esta medicina. No es necesario que él se coma la hierba. Esto puede servirnos de ejemplo para referirnos al Espíritu vivificante como el extracto del postrer Adán, que es Dios en la carne. De la manera en que las hierbas deben pasar por un proceso para que se produzca un extracto, así también el postrer Adán, el Dios-hombre, tuvo que pasar por un proceso para llegar a ser el Espíritu vivificante. A las hierbas se les aplica presión para producir el extracto, así también el postrer Adán sufrió gran presión en la cruz, Él ciertamente pasó por el proceso de la muerte y la resurrección.
El capítulo 15 de 1 Corintios trata de la resurrección. Fue mediante la resurrección que el postrer Adán fue hecho un extracto, que es el Espíritu vivificante. Por supuesto, que la resurrección fue precedida por la muerte. De modo que, mediante la muerte y la resurrección el postrer Adán vino a ser el omnipresente Espíritu vivificante.
Dado que el Espíritu está en todas partes, podemos tener contacto con Él, simplemente al ejercitar nuestro espíritu e invocar el nombre del Señor Jesús. De esta manera le disfrutamos a Él como el Cordero de Dios, como la ofrenda todo-inclusiva. Luego, por medio de Él mismo como las ofrendas, entramos en Él, quien es el tabernáculo. ¡Cuán maravilloso es esto!
El contenido de lo que relata la Biblia es que el Dios Triuno pasó por un proceso para llegar a ser el tabernáculo, una morada mutua para Dios y el hombre. Y ahora podemos morar en Él, y Él en nosotros, por medio de Él mismo como las ofrendas. Éste es el contenido de la Biblia y la realidad del universo.
El Evangelio de Juan es la condensación de toda la Biblia. En este libro tenemos el cumplimiento del tabernáculo y de las ofrendas. La realidad del universo es el Dios Triuno como el tabernáculo y las ofrendas, y esta realidad es el contenido de la Biblia. La Biblia completa está condensada en un solo libro, el Evangelio de Juan. Por consiguiente, en lo que narra este Evangelio tenemos el cumplimiento del tabernáculo y de las ofrendas.