Mostrar cabecera
Ocultar сabecera
+
!
NT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Nuevo Testamento
AT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Antiguo Testamento
С
-
Mensajes del libro «Cumplimiento del tabernáculo y de las ofrendas en los escritos de Juan, El»
Чтения
Marcadores
Mis lecturas

CAPÍTULO VEINTICINCO

LAS SEÑALES EN JUAN 9

(1)

  Lectura bíblica: Jn. 9; 6:33; 7:38-39; 8:12

  En los cuatro Evangelios el más destacado es el Evangelio de Juan; los otros tres Evangelios —Mateo, Marcos y Lucas— son llamados los Evangelios sinópticos, y relatan los diferentes aspectos de la humanidad del Señor. En Mateo, Él es presentado como Rey, en Marcos como Esclavo, y en Lucas como Salvador. Tanto el Rey, el Esclavo como el Salvador, todos ellos se relacionan con la humanidad de Cristo. Sin embargo, en el Evangelio de Juan se enfatiza la divinidad del Señor Jesús, ya que en este evangelio Él es revelado como el Hijo de Dios (1:49; 20:31).

  Debido a que el Evangelio de Juan revela a Cristo en Su divinidad, este Evangelio habla de cosas que son misteriosas. Las cosas divinas son misteriosas. Las cosas divinas misteriosas que se relatan en el Evangelio de Juan son la realidad del universo.

LA REALIDAD DEL UNIVERSO Y DE LOS VASOS HUMANOS CREADOS POR DIOS

  En un capítulo anterior señalamos que el universo puede considerarse como un gran cascarón. ¿Cuál es el contenido de este cascarón, el contenido del universo? Por los siglos, los filósofos, científicos y eruditos no han podido decir cuál es la realidad del universo. Como lo indicamos, al profundizar en la verdad revelada en la Biblia, veremos que la realidad del universo es el tabernáculo y las ofrendas.

  De la misma manera en que el universo tiene un contenido, así también los seres humanos tenemos un contenido, una realidad. Si el universo no tuviese una realidad, entonces el universo entero sería sólo un cascarón vacío. Si no hubiera una realidad en el universo significaría que el universo no tiene contenido. De igual manera, si sólo tuviésemos un cuerpo físico sin tener un ser interior, significaría que nosotros también somos un cascarón vacío. Nuestro ser interior es nuestra realidad.

  La Biblia revela que somos vasos. En Romanos 9:21-23 Pablo dice: “¿No tiene autoridad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra? ¿Y qué, si Dios [...] para dar a conocer las riquezas de Su gloria sobre los vasos de misericordia, que Él preparó de antemano para gloria?”.

  Como vasos creados por Dios, podemos compararnos con botellas diseñadas para contener cierta bebida. Pero supongamos que tenemos una botella vacía. Una botella vacía no contiene nada, y sin un contenido, la botella no tiene sentido. Para que una botella tenga significado y cumpla su propósito, debe ser llena con la bebida para la cual fue diseñada.

  Este principio se aplica a nosotros como vasos. Fuimos diseñados por Dios para contener una bebida celestial. Jesús hizo referencia a esta bebida en Juan 7:37-38 cuando, en el último día de la Fiesta de los Tabernáculos, Él se puso en pie y alzó la voz, diciendo: “Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba. El que cree en Mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva”. Aquí vemos que el vaso humano no sólo puede ser lleno con el agua viva, con la bebida celestial, sino que esta agua viva también puede desbordarse. Primero somos llenos del agua viva, y luego el agua viva fluye y sale de nuestro ser interior.

  En su evangelio el apóstol Juan recalcó la verdad, la realidad. Esto se ve en el primer capítulo del Evangelio de Juan: “La Palabra se hizo carne, y fijó tabernáculo entre nosotros [...] llena de gracia y de realidad [...] La gracia y la realidad vinieron por medio de Jesucristo” (vs. 14, 17). En estos versículos la palabra realidad, o verdad, no alude a la doctrina. Juan no está diciendo en 1:14 que la Palabra se hizo carne y fijó tabernáculo entre nosotros, llena de doctrina. En este versículo realidad, verdad, se refiere a la realidad divina.

  Cuando estaba escribiendo las notas de las epístolas de Juan, me apliqué y estudié mucho el significado de la palabra verdad en los escritos de Juan. Verdad es una palabra crucial tanto en el Evangelio de Juan como en sus epístolas. Como resultado de un estudio considerable, vimos que, en los escritos de Juan, la palabra verdad no se refiere a la doctrina, sino a la realidad.

  A fin de tener un contenido el universo debe tener una realidad. De igual manera, como seres humanos, como vasos que Dios creó, también necesitamos un contenido, una realidad. Esta realidad es la persona divina, el Dios Triuno, quien es la realidad del universo. Aparte del Dios Triuno, el universo es un cascarón vacío. En el mismo principio, aparte del Dios Triuno, nosotros también somos cascarones vacíos. Si el universo fuera simplemente un cascarón, todo estaría vacío y sería vanidad. Al comprender esto, el rey Salomón dijo: “Vanidad de vanidades, todo es vanidad” (Ec. 1:2). Salomón también dijo que todo bajo el sol es vanidad. Es verdad que si el Dios Triuno no fuese el contenido del universo y de nuestro ser, todo estaría vacío y sería vanidad.

  El tabernáculo en el Antiguo Testamento contenía el Arca, el altar del incienso, el candelero y la mesa. En el atrio del tabernáculo estaban el altar del holocausto y el lavacro. Además, estaban todos los diferentes utensilios. Aparte de Cristo, el tabernáculo con todo su mobiliario y utensilios habría estado vacío. Esto mismo es verdad con nosotros. Dios es nuestra realidad. Sin Él, somos meramente vasos vacíos, seres vacíos.

  Dios no es muy simple, y nosotros, como vasos hechos para contenerle a Él, tampoco somos sencillos. Según la revelación completa de las Escrituras, Dios es triuno. Además, nosotros somos seres tripartitos; esto es, tenemos un espíritu, un alma y un cuerpo. Como seres tripartitos, necesitamos que el Dios Triuno sea nuestro contenido, nuestra realidad.

CUADROS DE LAS COSAS INVISIBLES

  El Dios Triuno es la realidad del universo y también es la realidad del tabernáculo con su mobiliario y sus utensilios. Muchos maestros de la Biblia han señalado que el tabernáculo con su mobiliario y utensilios es una sombra, un cuadro, de las cosas invisibles. Por ser tal cuadro, el tabernáculo alude a los misterios divinos.

  En los libros de Éxodo y de Levítico se hallan muchos tipos de Cristo. El Dr. Scofield una vez dijo que podemos ver a Cristo en cada página del libro de Levítico. El tabernáculo con su mobiliario, las ofrendas y todas las vestiduras sacerdotales son cuadros de Cristo. Por ejemplo, cada aspecto de la ropa que vestía el sumo sacerdote —el efod, el manto interior y el turbante— es un tipo de Cristo. Ya que Cristo es divino y misterioso, Dios en Su sabiduría usó los tipos del Antiguo Testamento como cuadros que aluden a Cristo.

  Todos estos capítulos tienen que ver con el cumplimiento del tabernáculo y las ofrendas en los escritos de Juan. A través de años de estudio y experiencia he venido a comprender que el tabernáculo y las ofrendas, que son cuadros vívidos de Cristo en el Antiguo Testamento, se cumplen en el Nuevo Testamento. Este cumplimiento claramente consta en los escritos de Juan. En los escritos de Juan podemos ver más, acerca del cumplimiento del tabernáculo y las ofrendas, que en ningún otro libro del Nuevo Testamento.

  Los escritos de Juan se dividen en tres categorías: su evangelio, sus epístolas y su libro de Apocalipsis. En estos escritos vemos las señales que aluden al cumplimiento del tabernáculo y de las ofrendas. Por esta razón, en estos mensajes prestamos atención especial a las señales halladas en el Evangelio de Juan.

EL CUMPLIMIENTO DEL TABERNÁCULO

  Hemos visto que en el capítulo 1 del Evangelio de Juan tenemos las señales del tabernáculo y el Cordero de Dios. Juan 1:14 dice que la Palabra se hizo carne y fijó tabernáculo entre nosotros. En el libro de Apocalipsis el apóstol Juan también habla sobre el tabernáculo. Por ejemplo, Apocalipsis 7:15 dice: “Están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en Su templo; y Aquel que está sentado sobre el trono extenderá Su tabernáculo sobre ellos”. Cristo es el tabernáculo de Dios, y la Nueva Jerusalén, como el máximo agrandamiento de Cristo, será el tabernáculo eterno de Dios, donde todos los redimidos de Dios morarán con Él para siempre. Dios los cubrirá consigo mismo como Aquel que está corporificado en Cristo. Cristo, como corporificación de Dios, será el tabernáculo de ellos.

  En Apocalipsis 21:2 y 3 vemos que la Nueva Jerusalén será el tabernáculo eterno: “Vi la santa ciudad, la Nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una novia ataviada para su marido. Y oí una gran voz que salía del trono que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y Él fijará Su tabernáculo con ellos; y ellos serán Sus pueblos, y Dios mismo estará con ellos”. Aquí vemos que la Nueva Jerusalén, como morada de Dios, será el tabernáculo de Dios con los hombres por la eternidad. El tabernáculo que hizo Moisés fue un tipo de este tabernáculo (Éx. 25:8-9; Lv. 26:11). Esta tipología primero se cumplió en Cristo como tabernáculo de Dios entre los hombres, y se cumplirá plenamente en la Nueva Jerusalén. En estos versículos podemos ver el cumplimiento del tabernáculo en los escritos de Juan.

EL CUMPLIMIENTO DE LAS OFRENDAS

  En los escritos de Juan también tenemos el cumplimiento de las ofrendas. Juan 1:29 dice: “¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!”. En el Evangelio de Juan, el Cordero de Dios es la suma total, la totalidad, de todas las ofrendas. Por lo tanto, en el Evangelio de Juan tenemos al Cordero como el cumplimiento de las ofrendas del Antiguo Testamento.

  El libro de Apocalipsis también tiene mucho que decir acerca de Cristo como el Cordero. Todos los que leen Apocalipsis deben poner especial atención a esta expresión extraordinaria. En Apocalipsis 5:6 vemos “un Cordero en pie, como recién inmolado”; en 6:1 “el Cordero abrió uno de los siete sellos”; en 7:17 se nos dice que “el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a manantiales de aguas de vida”; en 12:11 se dice que “ellos le han vencido por causa de la sangre del Cordero”; en 13:8 leemos del “Cordero que fue inmolado desde la fundación del mundo”; en 14:1 tenemos que “el Cordero estaba en pie sobre el monte Sion”; y en 22:1 se nos muestra un río de agua de vida “que salía del trono de Dios y del Cordero”. Una y otra vez, el libro de Apocalipsis nos habla sobre el Cordero. Por la eternidad el Cordero estará sentado en el trono de Dios en la Nueva Jerusalén. Por consiguiente, en los escritos de Juan tenemos al Cordero como el cumplimiento de todas las ofrendas.

EL CANDELERO

  En los escritos de Juan también se cumplen otros aspectos del tabernáculo hallado en el Antiguo Testamento. Consideren el candelero. La primera mención del candelero está en el libro de Éxodo, donde se nos dice que el candelero se hallaba en el tabernáculo (25:31). En los capítulos 8 y 9 del Evangelio de Juan se nos dijo que Cristo es la luz del mundo. En 8:12 el Señor Jesús dijo: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, jamás andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”. En 9:5 el Señor dijo: “Mientras estoy en el mundo, luz soy del mundo”. En estos capítulos tenemos a Cristo como la realidad del candelero. Por ser el candelero, el Señor Jesús es la luz de vida que ilumina este mundo oscuro. Además, en el capítulo 1 de Apocalipsis vemos “siete candeleros de oro” (vs. 12, 20). Éste es otro indicio de que en los escritos de Juan tenemos el cumplimiento del tabernáculo y de las ofrendas.

EL DIOS TRIUNO REVELADO EN LA PALABRA

  Ahora debemos dar una palabra adicional respecto a la realidad. En Juan 1:1-3 vemos que en el principio era la Palabra y que todas las cosas por medio de Él llegaron a existir. Por medio de la Palabra, quien es el mismo Dios, todo el universo fue creado. En el versículo 4 Juan dice: “En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”. Según el versículo 14, la Palabra se hizo carne y fijó tabernáculo entre nosotros, llena de gracia y de realidad. En la nota para la palabra verdad en 1 Juan 1:6 en la Versión Recobro y en los mensajes del 9 al 11 del Estudio-vida de 1 Juan, señalamos que en los escritos de Juan la palabra verdad, o realidad, primero alude al Dios Triuno. Esto significa que Dios es la realidad, que Cristo es la realidad y que el Espíritu es la realidad. Además, la palabra que Dios habla es realidad.

  ¿Cómo podemos decir que Dios mismo es la realidad? Podemos decirlo, porque Juan 1 revela que Dios se hizo carne y fijó tabernáculo entre nosotros, lleno de realidad. Juan 1:17 también dice que la gracia y la realidad vinieron por medio del Dios encarnado. Como Dios encarnado, el Señor Jesús dijo: “Yo soy el camino, y la realidad, y la vida” (14:6). Antes de morir el Señor habló respecto al Espíritu de realidad (v. 17; 15:26; 16:13). En su primera epístola, Juan claramente dijo que el Espíritu es la realidad (5:6). Además, en Juan 17:17 el Señor Jesús dijo: “Santifícalos en la verdad; Tu palabra es verdad”. Así pues, todos estos versículos nos muestran que la realidad es Dios, Cristo, el Espíritu y la Palabra.

  Dios, Cristo, el Espíritu y la Palabra nos transmiten la realidad del universo. El Dios Triuno mismo es esta realidad, y el Dios Triuno se revela en la Palabra y se transmite por medio de la Palabra. Esto significa que la Palabra es también la realidad, la realidad que es realmente el Dios Triuno mismo. En Su encarnación el Dios Triuno fue el cumplimiento del tabernáculo y de las ofrendas. Por lo tanto, Cristo, como corporificación del Dios Triuno, es el verdadero tabernáculo, y las verdaderas ofrendas.

Biblia aplicación de android
Reproducir audio
Búsqueda del alfabeto
Rellena el formulario
Rápida transición
a los libros y capítulos de la Biblia
Haga clic en los enlaces o haga clic en ellos
Los enlaces se pueden ocultar en Configuración