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Mensajes del libro «Cumplimiento del tabernáculo y de las ofrendas en los escritos de Juan, El»
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CAPÍTULO VEINTISÉIS

LAS SEÑALES EN JUAN 9

(2)

  Lectura bíblica: Jn. 9:1-41; 6:33; 7:38-39; 8:12

  En este capítulo abarcaremos las señales halladas en el capítulo 9 del Evangelio de Juan. Este capítulo contiene una historia muy interesante, cuando el Señor le da la vista a un hombre que era ciego de nacimiento. Según los versículos 6 y 7, el Señor Jesús “escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y ungió con el lodo los ojos del ciego, y le dijo: Ve a lavarte en el estanque de Siloé (que traducido es, Enviado). Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo”.

  Cuando yo era joven, pensé que esta historia era entretenida. Pensé que no era algo usual que el Señor escupiese en tierra, hiciera lodo con la saliva y luego ungiese los ojos ciego con el lodo. Luego le dijo al ciego que caminara cierta distancia, hacia el estanque de Siloé y que allí se lavara el lodo que cubría sus ojos. Yo no podía entender el significado de esta historia.

  El Evangelio de Juan es un libro de señales. En el capítulo 1 tenemos la señal del Cordero con una paloma sobre Él (vs. 29, 32); en el capítulo 2, la señal de cambiar el agua en vino (vs. 1-11); en el capítulo 3, la señal de la serpiente de bronce que fue levantada sobre un asta (v. 14); en el capítulo 4, la señal del pozo de Jacob al pie de un monte (vs. 6, 20); en el capítulo 5, la señal del estanque de Betesda, alrededor del cual yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos (vs. 1-3). Todas estas señales son cuadros con cierto significado espiritual. El caso en que el Señor le da la vista al ciego en el capítulo 9, también es una señal con un significado espiritual.

LA SEÑAL DE UN HOMBRE CIEGO PARA MANIFESTAR LAS OBRAS DE DIOS

  Juan 9:1 dice: “Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento”. Esto significa que como seres caídos, descendientes de Adán, todos hemos nacido ciegos.

  Quiero pedirles que consideren cuál era su situación antes de ser salvos. Antes de ser salvos, no sabían de dónde venían ni a dónde iban. No conocían el significado del universo, ni se conocían a sí mismos. No conocían estas cosas, porque eran ciegos de nacimiento. Yo puedo testificarles que nací ciego. Dado que era ciego de nacimiento, no conocía las cosas espirituales antes de ser salvo. ¿No es cierto que ustedes también eran ciegos de nacimiento?

  Según 9:2, los discípulos del Señor le preguntaron: “Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?”. La pregunta de los discípulos indicaba que ellos aún mantenían ciertos conceptos religiosos. Según su concepto, consideraban que la ceguera de este hombre se debía a algún pecado que él o sus padres habían cometido.

  El Señor respondió a Sus discípulos, diciendo: “No es que pecó éste, ni sus padres, sino que nació así para que las obras de Dios se manifiesten en él” (v. 3). Aquí el Señor Jesús parecía decirles: “No pregunten quién tiene la culpa de que este hombre sea ciego. Ustedes preguntan de quién es el pecado por el cual este hombre es ciego. Pero Yo les digo que ni este hombre ni sus padres pecaron, sino que esta ceguera ocurrió para que las obras de Dios se manifiesten en él. Necesitan dejar sus conceptos religiosos”.

  Todos hemos nacido ciegos, pero nuestra ceguera le da al Señor una oportunidad para manifestar las obras de Dios en nosotros. ¡Cuán admirable es que Dios tiene la oportunidad de manifestar Sus obras maravillosas en nosotros! Nuestra ceguera le da una buena oportunidad para manifestar Sus obras. Por consiguiente, podemos decirle al Señor: “Señor, de no ser por mí, Tú no tendrías esta oportunidad de manifestar Tus obras. Si no hubiera nacido ciego, Tú no podrías manifestar Tus obras maravillosas en mí. Señor, mi ceguera te da una oportunidad para expresarte mediante Tus obras”.

LA LUZ DEL MUNDO PARA SANAR LA CEGUERA DEL HOMBRE

  En los versículos 4 y 5 el Señor Jesús dijo: “Debemos hacer las obras de Aquel que me envió, mientras es de día; la noche viene, cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, luz soy del mundo”. Después de leer estos versículos, tal vez nos preguntemos cómo vincular la luz con la ceguera. Aparentemente, la luz y la ceguera no están relacionadas entre sí.

  La ceguera denota tinieblas. Según el Evangelio de Juan, la ceguera resulta en tinieblas. Si usted fuera ciego, estaría en tinieblas, sin poder ver nada. Según 1 Juan, las tinieblas también causan ceguera: “El que aborrece a su hermano está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe adónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos” (2:11). Por un lado, la ceguera causa tinieblas; por otro, las tinieblas causan ceguera. Según el Evangelio de Juan, la ceguera viene primero, y después las tinieblas. Pero según 1 Juan, primero tenemos tinieblas, y luego somos cegados por estas tinieblas. Sin embargo, dado que ahora estamos hablando de Juan 9, debemos comprender que aquí la ceguera equivale a las tinieblas. De modo que, el hombre ciego de Juan 9 necesitaba la luz del mundo.

LAS SEÑALES DEL LODO, LA SALIVA DEL SEÑOR Y LA UNCIÓN

  En este punto debemos hacer una pregunta importante: ¿cómo puede entrar la luz en un hombre que nació ciego? Todos nacimos ciegos, y Cristo es la luz del mundo (8:12). ¿Pero cómo puede esta luz entrar en nosotros? Según el capítulo 9, a fin de que la luz entre en nosotros, necesitamos la unción. Si hemos de entender esto, debemos saber qué significa el lodo, la saliva del Señor y la unción misma.

  Tal vez las palabras lodo y saliva no sean valoradas como algo positivo. Claro, la palabra ungió en el versículo 6 es ciertamente un término positivo. La palabra unción es un vocablo bíblico. En su primera epístola Juan dice: “Vosotros tenéis la unción del Santo”, y “Su unción os enseña todas las cosas” (2:20, 27). Juan, sin duda, toma esta palabra del capítulo 30 de Éxodo, donde se habla del aceite de la santa unción (v. 25). Éste es otro indicio de que los escritos de Juan son el cumplimiento del tabernáculo y de las ofrendas. Nuestro punto aquí es éste: es mediante la unción que la luz del mundo puede entrar en un ciego de nacimiento.

  La unción en Juan 9 era un compuesto formado de la mezcla de la tierra con la saliva. Podemos decir que la tierra formó un compuesto con la saliva del Señor y se mezcló con ella. En otras palabras, la saliva saturó la tierra y la impregnó. La tierra primero estaba seca, pero después de mezclarse con la saliva, se humedeció y se hizo lodo. Por lo tanto, este lodo era un compuesto, y este compuesto lo usó el Señor Jesús como un ungüento para ungir los ojos del ciego.

  Lo que el Señor Jesús hizo en 9:6 puede compararse con la creación del hombre a partir del polvo de la tierra. Génesis 2:7 dice: “Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra y sopló en su nariz aliento de vida, y llegó a ser el hombre alma viviente”. Aquí vemos que el cuerpo del hombre fue formado del polvo de la tierra, que el Señor sopló aliento de vida en el hombre y que éste llegó a ser alma viviente. El principio es casi el mismo en el capítulo 9 de Juan. En Génesis 2:7 tenemos el polvo; en Juan 9:6 tenemos la tierra. En Génesis 2 el Señor sopló aliento de vida en el hombre; en Juan 9 el Señor escupió en tierra y luego hizo lodo con la saliva.

  El lodo representa al hombre natural, al hombre creado por Dios. Como seres creados por Dios, todos somos lodo. Esto no sólo se indica en Génesis 2:7, sino también en la palabra del apóstol Pablo: “¿No tiene autoridad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra?” (Ro. 9:21). Somos vasos hechos de barro para contener a Dios mismo.

  La saliva, la cual procede de la boca del Señor (Mt. 4:4), representa Sus palabras, las cuales son espíritu y son vida (Jn. 6:63). Las palabras que el Señor habla salen de Su boca, y Sus palabras son espíritu y son vida. Por tanto, la saliva representa la palabra que procede de la boca del Señor.

  Hacer lodo con la saliva representa la mezcla de la humanidad con la palabra viva del Señor, la cual es el Espíritu. Aquí la palabra ungió comprueba esto, pues el Espíritu del Señor es el Espíritu que unge (Lc. 4:18; 2 Co. 1:21-22; 1 Jn. 2:27). Así pues, este compuesto, esta unción, está formada de la mezcla del Espíritu con el hombre que Dios creó.

  En este capítulo tenemos la mezcla de la saliva con la tierra para formar el lodo. Otra clase de mezcla se halla en Levítico 2, donde encontramos la mezcla del aceite con la flor de harina para hacer la ofrenda de harina. Ambos, el lodo en Juan 9 como la ofrenda de harina en Levítico 2 son un compuesto. La ofrenda de harina es un compuesto que se forma al mezclar dos elementos: el aceite y la harina. El lodo también es un compuesto que se forma al mezclar dos elementos: la saliva y la tierra. Como ya lo indicamos, el lodo nos representa a nosotros, seres humanos creados por Dios, y la saliva representa la palabra del Señor, la cual es espíritu y vida. Por lo tanto, el lodo aquí representa la mezcla del Espíritu con nuestro ser.

  Ahora debemos ver cómo la luz del mundo, Jesucristo, puede entrar en una persona que nació ciega. La luz del mundo entra en nuestro interior por medio del Espíritu vivificante que se mezcla con nuestro ser. A fin de entrar en nosotros Cristo llegó a ser el Espíritu vivificante. Ahora como el Espíritu Él puede entrar en nosotros y mezclarse con nosotros. Éste es el significado del lodo, la saliva y la unción en este capítulo.

  El ciego en Juan 9 fue expulsado de la sinagoga (vs. 34, 22). El versículo 35 dice: “Oyó Jesús que le habían expulsado; y hallándole, le dijo: ¿Crees tú en el Hijo de Dios?”. Noten que el Señor Jesús no le preguntó si él le creía al Hijo de Dios; Él le preguntó si creía en el Hijo de Dios. Creer en el Hijo de Dios implica una unión orgánica entre el creyente y el Hijo de Dios, en quien creemos. Cuando creemos en el Hijo de Dios, nos introducimos en Él por medio de creer. Esto significa que nuestra fe produce una unión orgánica entre nosotros y el Hijo de Dios, y en esta unión somos uno con Él. Es de esta manera que la luz del mundo entra en un ciego. Es así como un ciego de nacimiento llega a ser uno con Aquel que es la luz del mundo. El resultado es que la ceguera se desvanece.

  El Evangelio de Juan es un libro profundo. Dado que este evangelio es profundo, no debemos entenderlo superficialmente. Antes bien, debemos tocar las profundidades de la revelación contenida en este libro. Por ejemplo, En el capítulo 2 encontramos la señal de cambiar el agua en vino. Es importante conocer el significado de esta señal. El agua aquí representa la muerte, y las seis tinajas llenas de agua (seis es el número que designa al hombre) representan al hombre lleno de muerte. El vino representa una vida placentera. Así que, el cambio del agua en vino representa el cambio de la muerte a una vida placentera. Tener este entendimiento equivale a tocar las profundidades de la verdad relacionada con esta señal.

  Conforme al mismo principio, debemos entender las señales halladas en el capítulo 9 del Evangelio de Juan en su profundidad. En este capítulo, la saliva, la cual procede de la boca del Señor, representa Sus palabras, que son espíritu y son vida, mientras que el lodo representa la humanidad. La mezcla del lodo con la saliva representa la mezcla de la humanidad con las palabras del Señor, palabras que el Señor habló desde Su interior y las cuales son espíritu y son vida. Cuando recibimos al Señor Jesús como Espíritu y vida, y creemos en Él, entramos en una unión orgánica con Él. En esta unión Él llega a ser uno con nosotros y nosotros uno con Él. Es de esta manera que Cristo, como luz del mundo, entra en una persona ciega. Cuando esta luz entra en un ciego de nacimiento, su ceguera se desvanece, y recibe la vista.

  Muchos de nosotros podemos testificar que cuando nos arrepentimos y creímos en el Señor Jesús, recibimos la vista y comenzamos a ver un maravilloso panorama divino. Antes de recibir al Señor, éramos totalmente ignorantes en cuanto a las cosas espirituales. Pero una vez que creímos en el Señor Jesús y entramos en una unión orgánica con Él, las cosas espirituales fueron claras para nosotros. También tuvimos una clara visión de la vida humana, de dónde venimos y adónde vamos, y del significado de la vida humana. La razón por la cual podíamos ver estas cosas fue porque la luz del mundo se había mezclado con nuestro ser. Como resultado de la mezcla del Espíritu vivificante con nuestro propio ser, nuestra ceguera desapareció.

  Consideren el caso de Saulo de Tarso. Antes de que fuese llamado por el Señor Jesús, él no sabía que estaba ciego. Saulo había sido educado en Tarso, una ciudad conocida por su cultura. No sólo tenía una buena educación secular, sino que había sido entrenado en las cosas del judaísmo. Pero aunque Saulo era una persona muy culta, estaba ciego. Sin embargo, él no sabía que estaba ciego. Conocía muchas cosas, pero no conocía al Señor Jesús. Luego un día el Señor se le apareció y lo llamó, diciendo: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hch. 9:4). Saulo respondió: “¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues” (v. 5). Saulo debió haberse preguntado cómo podía haber perseguido a Jesús. Conforme a su entendimiento, él perseguía a Esteban y otros discípulos del Señor Jesús. Según él, Jesús estaba en la tumba. ¡Cuán ciego estaba él!

  Después de su encuentro con el Señor Jesús, Saulo quedó físicamente ciego por un período de tiempo. “Saulo se levantó de tierra, y aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada; así que, llevándole por la mano, le metieron en Damasco, donde estuvo tres días sin ver” (vs. 8-9a). Saulo había guiado a otros a perseguir a Jesús; ahora era necesario que otros lo guiaran a él.

  Cuando el Señor Jesús llamó a Saulo en el camino a Damasco, el Señor le dijo: “Para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto de Mí, y de aquellas en que me apareceré a ti, librándote de tu pueblo, y de los gentiles, a quienes ahora te envío, para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la autoridad de Satanás a Dios” (26:16-18a). Tal vez Saulo se preguntó por qué, si el Señor le enviaba para que abriera los ojos a otros, sus propios ojos habían sido cerrados. Si Saulo le hubiera preguntado al Señor acerca de esto, quizás el Señor le hubiera dicho que sus ojos habían estado demasiado abiertos, y que ahora debían estar cerrados para que él pudiese ver las cosas espirituales.

  Durante los días que estuvo físicamente ciego, es posible que Saulo haya visto muchas cosas divinas y espirituales, por supuesto que no fue con sus ojos físicos, sino con sus ojos espirituales interiores. Anteriormente, sus ojos físicos estaban abiertos, pero sus ojos interiores estaban cegados. Sin embargo, después de encontrarse con el Señor Jesús, sus ojos interiores fueron abiertos y, por un tiempo, sus ojos físicos quedaron cegados. Dado que ahora los ojos espirituales de Pablo estaban abiertos y veía las cosas espirituales, el Señor le dijo que lo enviaba para que abriera los ojos de los gentiles, todos los cuales habían nacido ciegos.

  Actualmente todos los incrédulos están ciegos. ¿Hay alguno que no sea ciego de nacimiento? No, sin excepción alguna, todo nacimos ciegos. Quizás podemos tener la educación más elevada y la cultura más desarrollada, pero todos hemos nacido ciegos. Ésta sigue siendo la situación de los incrédulos. Por lo tanto, los incrédulos necesitan que el Espíritu vivificante se mezcle con ellos. Si experimentan esta mezcla, la luz divina entrará en ellos, su ceguera se desvanecerá y sus tinieblas se disiparán.

LA SEÑAL DEL LAVAMIENTO EN EL ESTANQUE DE SILOÉ

  Según la Biblia, el Señor ha hecho todo para nuestra salvación. Sin embargo, Su obra requiere de nuestra cooperación. Al menos, requiere que creamos. Si no creemos, entonces nada de lo que el Señor ha hecho puede aplicarse a nosotros. Debemos cooperar con la obra del Señor al creer y ser bautizados. Creer es una obediencia interna a la salvación del Señor, y ser bautizados es una obediencia externa a la palabra del Señor. La señal del lavamiento en el estanque de Siloé representa el lavamiento efectuado por el bautismo en obediencia al Señor (Jn. 9:7, 11).

  Cuando era joven, comprendí que era muy importante creer en el Señor, pero no tenía mucho aprecio por el bautismo. No podía ver cuál era el significado de sumergir a alguien en agua, y no lo consideraba necesario. Ciertos grupos cristianos no creen en el bautismo en agua, pues ellos consideran el bautismo como algo puramente espiritual. Jessie Penn-Lewis hizo énfasis en la muerte subjetiva de Cristo, e insistió en que el bautismo en agua no era necesario.

  Podemos decir que ser bautizados puede compararse al lavamiento en el estanque de Siloé. El Señor Jesús claramente le ordenó al ciego que fuera y se lavara en ese estanque. Supongamos que el ciego hubiese discutido con el Señor y le dijese: “Señor, Tú has puesto lodo sobre mis ojos. ¿Por qué ahora dices que me lave en el estanque de Siloé? ¿Por qué debo hacer eso a fin de recibir mi vista?”. Si el ciego hubiese discutido así con el Señor, no habría recibido la vista, pues no habría cooperado con el Señor ni obedecido Su palabra. Sin embargo, él obedeció la palabra del Señor, y “fue entonces, y se lavó, y regresó viendo” (v. 7b).

  El lodo representa al hombre creado por Dios. Nuestro hombre creado ha llegado a ser el viejo hombre, y el viejo hombre ha sido crucificado con Cristo. En el bautismo nos lavamos de este viejo hombre.

  Por ser aquellos que hemos creído en el Señor Jesús y entrado en una unión orgánica con Él, cada día debemos practicar el lavamiento de nuestro viejo hombre. Por un lado, podemos declarar que, por haber creído en el Señor Jesús, tenemos una visión divina y podemos ver las cosas espirituales. Por otro lado, debemos admitir que no siempre hemos sido obedientes en la práctica de lavarnos para quitar nuestro viejo hombre. Como resultado, es posible que aún haya lodo en nuestros ojos. Es por esto que muchos cristianos no poseen una clara visión de las cosas espirituales ni tienen la luz adecuada.

  En ocasiones nos han preguntado cómo es posible que recibamos tanta luz acerca de la Palabra de Dios. Algunos han dicho: “Leemos la misma Biblia que ustedes, pero ustedes tienen luz y nosotros no. ¿A qué se debe esto?”. Se debe a que el lodo ha sido lavado de nuestros ojos. Siempre que el lodo del hombre natural permanezca en los ojos de un creyente, él estará ciego en cuanto a las cosas espirituales. Es necesario lavar todo el lodo. Por lo tanto, no debemos aferrarnos al hombre natural con su vieja cultura, sus conceptos éticos y su religión.

  Aun cuando usted haya creído en el Señor Jesús y haya entrado en una unión orgánica con Él, es posible que aún tenga el lodo del viejo hombre en sus ojos. Por esta razón, usted debe obedecer al Señor, ir al estanque de Siloé, y lavarse de su viejo hombre. Todos debemos lavarnos de nuestro viejo hombre día tras día.

  Puedo testificar que mientras me preparaba para dar este mensaje, oré: “Señor Jesús, líbrame del viejo hombre, e infúndeme con Tu sentimiento, pensamiento, palabra y expresión”. En un sentido negativo, me doy cuenta que debo lavarme para quitar el viejo hombre; en el lado positivo, necesito ser infundido con el Señor. Ésta es la manera de recibir la luz divina.

  Diariamente debemos poner en práctica el lavamiento para quitar el viejo hombre. Ésta es nuestra obediencia en cooperación con la revelación del Señor. Él es todo para nosotros de una manera práctica, no de una manera teórica. Él es la luz del mundo, y Él es el Espíritu vivificante. Él está listo para mezclarse con nosotros. Hemos creído en Él, y somos orgánicamente uno con Él. No obstante, es posible que aún preservemos nuestro viejo hombre. Esto significa que no obedecemos Su palabra de ir al estanque de Siloé y lavarnos.

  La palabra Siloé significa “Enviado”, como se indica en 9:7. La palabra Enviado en este versículo conlleva el sentido de uno que es enviado con una comisión especial. Esto indica que cuando el Señor le dijo al ciego que fuese al estanque de Siloé y se lavara, Él lo estaba enviando para que desempeñara una obra particular con un propósito específico. Por lo que, ser enviado es crucial. Si el ciego no hubiera estado dispuesto a ser enviado, se habría quedado aún en mayores tinieblas.

LA SEÑAL DEL DÍA DE SÁBADO

  Como señal, el día de Sábado (v. 14) representa reposo, con liberación y satisfacción. Cuando el ciego aun no había recibido la vista, él no tenía este reposo en el Sábado. Pero después que el Señor obró en Él, aquél tuvo tal reposo al recibir su vista. Sin embargo, los religiosos se preocupaban por sus normas en lugar de este reposo. La salvación que el Señor había efectuado en el ciego llegó a ser una piedra de tropiezo para ellos, y fue condenada por ellos (v. 16).

LA PERSECUCIÓN POR PARTE DE LA RELIGIÓN

  En el capítulo 9 del Evangelio de Juan podemos ver que la religión persigue al Señor. Este asunto es enfatizado por Juan en sus escritos. Juan nos muestra que la religión hebrea persiguió al Señor Jesús, no una religión pagana. Esta religión con sus formalidades, ritos, ordenanzas y prácticas se opusieron a Cristo, quien es la realidad viviente. Por ejemplo, Cristo es el templo verdadero, y todas sus formalidades, ritos, ordenanzas y prácticas son cuadros de Cristo como la realidad viviente. Pero los religiosos rechazaron a esta persona viviente, quien es la única realidad, y se aferraron a su religión. Por lo tanto, Juan señala que estas cosas religiosas se oponen a la persona viviente de Cristo, quien es el Dios Triuno encarnado y que ha llegado a ser el Espíritu vivificante. Esta persona hoy opera dentro de nosotros, sobre nosotros y entre nosotros. Pero así como la religión se opuso a Él en tiempos antiguos, también la religión se opone a los que siguen al Señor hoy. Siempre que algo se haya hecho en una religión, se levanta en oposición al Cristo viviente.

  Según Juan 9, los religiosos calumniaron al Señor. Ellos decían: “Ese hombre no procede de Dios, porque no guarda el día de Sábado” (v. 16). También acusaron al Señor de ser un pecador (v. 24). Además, los religiosos le dijeron al hombre que había estado ciego: “Tú naciste del todo en pecado, ¿y nos enseñas a nosotros?” (v. 34). Entonces le expulsaron. Todo el que fuera expulsado de la sinagoga perdía los medios que le permitían ganarse la vida, porque cualquiera que fuese aislado de la comunidad judía no tenía manera alguna de ganarse la vida. Tal era la situación del hombre que había nacido ciego. Como veremos, expulsarlo de la sinagoga era en realidad sacarlo del redil. Cristo como luz del mundo llegó a ser la puerta por la cual éste pudo salir del antiguo redil de la religión y seguirlo a Él, quien es la realidad viviente.

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