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Mensajes del libro «Cumplimiento del tabernáculo y de las ofrendas en los escritos de Juan, El»
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CAPÍTULO CUARENTA Y DOS

LAS SEÑALES EN JUAN DEL 14 AL 17

(7)

  Lectura bíblica: Jn. 14:7-15

  En este capítulo seguiremos considerando la cuarta señal que se halla en Juan 14 al 17: la señal de la Trinidad Divina.

EL PADRE

La fuente, el Originador, el Iniciador el Planificador y el Diseñador

  El Padre es la fuente; Él es el Originador, el Iniciador, el Planificador y el Diseñador. Según Juan 7:29, el Señor Jesús dijo: “Yo le conozco, porque de Él procedo, y Él me envió”. Esta breve palabra indica que el Padre es la fuente. Como la fuente, el Padre envió al Hijo. Juan 13:3 también indica que el Padre es la fuente: “Jesús, sabiendo que el Padre le había dado todo en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba”. El Padre es el Planificador, y Él envió al Hijo para llevar a cabo Su plan. Puesto que el Padre es el Originador y el Iniciador, el Hijo salió de Él y recibió todo de Él.

Quien tiene la voluntad

  En la Deidad, la voluntad es del Padre. En Juan 6:38 el Señor Jesús dijo: “He descendido del cielo, no para hacer Mi propia voluntad, sino la voluntad del que me envió”. En Juan 6:39-40 el Señor también continuó hablando de la voluntad de Aquel que le envió y de la voluntad de Su Padre. Como Hijo de Dios, el Señor Jesús nunca hizo Su propia voluntad. Al contrario, siempre hizo la voluntad del Padre. Él fue enviado por el Padre, no para hacer Su propia voluntad, sino la voluntad del Padre. El Hijo es uno con el Padre, y la voluntad del Hijo es la voluntad del Padre. Esto significa que el Padre y el Hijo tienen una sola voluntad. No debemos pensar que el Padre tiene una voluntad y que el Hijo tiene otra voluntad. No, hay una sola voluntad, y ésta es la voluntad del Padre. El Hijo vino para cumplir la voluntad del Padre.

Habita en luz inaccesible

  El Padre habita en luz inaccesible. Acerca de este punto, 1 Timoteo 6:16 dice: “El único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver”. Nadie puede acercarse al Padre. De hecho, esta luz inaccesible es fuego consumidor. Es imposible que alguien se acerque a esta luz.

Envía al Hijo

  Muchos versículos en el Evangelio de Juan hablan de que el Padre envía al Hijo. En 4:34 el Señor Jesús dijo: “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe Su obra”. Juan 5:24 dice: “De cierto, de cierto os digo: El que oye Mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna”. Según 5:30, el Señor no buscó Su propia voluntad, sino la voluntad de Aquel que le envió. Luego en 5:36 el Señor dijo: “Las mismas obras que Yo hago, dan testimonio de Mí, que el Padre me ha enviado”. Después el Señor dijo: “El Padre que me envió ha dado testimonio de Mí” (v. 37). En 6:38 el Señor dijo que había descendido del cielo para hacer la voluntad del que le envió, y en el versículo 57 dijo que el Padre viviente le había enviado. En 7:16 el Señor dijo: “Mi enseñanza no es Mía, sino de Aquel que me envió”. En el mismo capítulo el Señor dijo que Aquel que le envió es verdadero (vs. 28-29). Juan 13:20 dice: “De cierto, de cierto os digo: El que recibe al que Yo envíe, me recibe a Mí; y el que me recibe a Mí, recibe a Aquel que me envió”. En 14:24 el Señor dijo: “La palabra que habéis oído no es Mía, sino del Padre que me envió”. Según 15:21, los discípulos serían perseguidos, porque sus perseguidores no conocen a Aquel que envió al Hijo. En 16:5 el Señor dijo: “Ahora voy a Aquel que me envió”. En la oración que le ofrece al Padre, en el capítulo 17, el Señor también expresó que el Padre lo había enviado al mundo, diciendo: “Como Tú me enviaste al mundo, así Yo los he enviado al mundo” (v. 18). En otra parte de esta oración el Señor indicó que los discípulos habían creído que el Padre envió al Hijo (v. 8). Si estudiamos estos versículos, y otros versículos del Evangelio de Juan, aprenderemos por qué, cómo y cuándo el Padre envió al Hijo.

Viene con el Hijo

  En Juan 16:32 el Señor indicó que el Padre vino con el Hijo: “He aquí la hora viene, y ha venido ya, en que seréis esparcidos cada uno por su lado, y me dejaréis solo; mas no estoy solo, porque el Padre está conmigo”. El Padre envió al Hijo y el Padre estaba con el Hijo; es decir, el Padre vino con el Hijo. Tal vez esto sea difícil de entender. Si una persona nos envía a cierto lugar, dicha persona por lo general se queda dónde está, y uno va al lugar designado. Pero en la economía divina el Padre envía al Hijo, y cuando el Hijo viene, el Padre viene con el Hijo. Por una parte, el Padre envió al Hijo; por otra, Él vino con el Hijo.

  Los que estudian la Biblia tienen dificultades para explicar cómo es que el Padre pudo enviar al Hijo y, al mismo tiempo, venir junto con Él. La razón de esta dificultad es que algunos tratan de separar al Padre del Hijo. Sin embargo, el Padre y el Hijo no pueden ser separados. De hecho, cuando el Padre envió al Hijo, Él mismo se envió en el Hijo. El Evangelio de Juan revela categóricamente que el Hijo fue enviado por el Padre y que el Padre vino junto con el Hijo. Además, según el Evangelio de Juan, dónde está el Hijo, allí también está el Padre, y cuando el Hijo habla, el Padre también habla en el Hijo. Juan 10:30 claramente dice: “Yo y el Padre uno somos”. El Hijo está en el Padre, y el Padre está en el Hijo. Por esta razón, cuando el Hijo habla, el Padre habla Su palabra.

  Nos debe impresionar el hecho de que excede nuestra capacidad el poder analizar cómo es que el Padre y el Hijo son uno. Ni siquiera podemos analizarnos bien a nosotros mismos. Por ejemplo, sabemos que la mente, la parte emotiva y la voluntad son diferentes. Sin embargo, no podemos separarlas. No podemos separar la mente de la parte emotiva, ni la parte emotiva de la voluntad, para luego analizar separadamente estas partes de nuestro ser. Sabemos que un ser humano está compuesto de tres partes: espíritu, alma y cuerpo. Pero si pudiéramos separar cada una de estas partes y analizarlas, nos moriríamos. Tan pronto como estas tres partes de una persona se separan, ella muere. Aun cuando el espíritu, el alma y el cuerpo son distintos, éstos forman un ser humano completo. Así pues, donde está el cuerpo, allí también está el alma y el espíritu.

  Podemos usar este cuadro como un ejemplo que muestra la relación que existe entre el Padre y el Hijo. Donde está el Padre, allí está el Hijo, y donde está el Hijo, allí está el Padre. Además, cuando el Hijo habla, el Padre habla también. ¿Es uno el que habla, o son dos? Tal vez debemos responder que son dos y uno a la vez. Con respecto a que el Padre envía al Hijo y viene con el Hijo, en lugar de analizar este hecho, simplemente debemos creer lo que la Biblia dice.

Vive y obra en el Hijo

  En Juan 14:10 y 11 el Señor Jesús dijo: “¿No crees que Yo estoy en el Padre, y el Padre está en Mí? Las palabras que Yo os hablo, no las hablo por Mi propia cuenta, sino que el Padre que permanece en Mí, Él hace Sus obras. Creedme que Yo estoy en el Padre, y el Padre está en Mí”. Aquí vemos que el Padre vive y obra en el Hijo.

Da todo lo que tiene al Hijo, así que está corporificado en el Hijo

  En Juan 16:15 el Señor dijo: “Todo lo que tiene el Padre es Mío”. Esto indica que el Padre ha dado todo al Hijo. Así que, el Padre está corporificado en el Hijo. Al respecto, Pablo dijo en Colosenses 2:9: “En Él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad”. El Padre ha dado todo cuanto tiene al Hijo. El ser y la obra del Padre están íntegramente en el Hijo. Por tanto, el Hijo viene a ser la corporificación del Padre.

Es glorificado en el Hijo

  Según Juan 13:31, el Señor Jesús dijo: “Ahora es glorificado el Hijo del Hombre, y Dios es glorificado en Él”. Cuando el Hijo fue glorificado, el Padre fue glorificado en Él. Más tarde, dedicaremos todo un capítulo al tema de la glorificación.

Nos da al Hijo

  El Padre también nos ha dado a Su Hijo (3:16). El Hijo que el Padre nos da es la corporificación del Padre. Por tanto, cuando el Hijo nos es dado, también nos es dado el Padre. Que el Padre nos dé al Hijo significa que el Padre se da a Sí mismo en el Hijo.

Mora en nosotros con el Hijo por el Espíritu

  El Padre mora en nosotros con el Hijo y por el Espíritu. En Juan 14:23 el Señor Jesús dijo: “El que me ama, Mi palabra guardará; y Mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él”. Aquí vemos que el Padre mora en nosotros con el Hijo. En 1 Juan 3:24 se nos dice: “En esto sabemos que Él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado”. Aquí vemos que el Padre mora en nosotros no sólo con el Hijo, sino también por el Espíritu. Respecto a este asunto, en 1 Juan 4:13 se nos dice: “En esto conocemos que permanecemos en Él, y Él en nosotros, en que nos ha dado de Su Espíritu”.

  ¿Quién mora en nosotros? Debemos responder esta pregunta, diciendo que el Padre mora en nosotros con el Hijo por el Espíritu. En otras palabras, el Dios Triuno mora en nosotros. ¡Cuán maravilloso es esto!

EL HIJO

  Ahora debemos considerar varios asuntos relacionados con el Hijo.

La expresión, el Realizador

  El Hijo es la expresión del Padre: “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, Él le ha dado a conocer” (Jn. 1:18). El Padre es la fuente, y el Hijo es Su expresión. Por ser la expresión del Padre, el Hijo es el Realizador. El Padre es el Iniciador, el Originador, el Planificador y el Diseñador, mientras que el Hijo lleva a cabo lo que el Padre ha iniciado, originado, planeado y diseñado. De manera que, el Hijo, la expresión del Padre, es el Realizador.

Viene con el Padre

  Juan 6:46 dice: “No que alguno haya visto al Padre, sino Aquel que vino de y con Dios (lit.); éste ha visto al Padre”. Juan 8:29 dice: “El que me envió, conmigo está; Él no me ha dejado solo”. Estos versículos revelan que cuando el Hijo vino, Él no vino solo, sino que vino con el Padre.

Fija tabernáculo entre nosotros

  Juan 1:14 revela que el Hijo fijó tabernáculo entre nosotros: “La Palabra se hizo carne, y fijó tabernáculo entre nosotros”. Juan 16:4b también se refiere a esto: “Y no os dije estas cosas desde el principio, porque Yo estaba con vosotros”. El Hijo es el tabernáculo de Dios. En realidad, como tabernáculo de Dios, Él es Dios corporificado entre nosotros.

Viene en nombre del Padre

  El Señor dijo en Juan 5:43: “Yo he venido en nombre de Mi Padre”. El Hijo vino no sólo con el Padre, sino también en nombre del Padre. Esto indica que Él vino como el Padre. De modo que, Él, el Hijo que nos es dado, es llamado el Padre (Is. 9:6).

No sólo coexiste junto con el Padre, sino que también es coinherente con Él

  El Hijo no sólo coexiste junto con el Padre, sino que también es coinherente con Él. ¿Cuál es la diferencia entre coexistencia y coinherencia? Coexistencia significa que existen juntos al mismo tiempo. Coinherencia significa que el uno existe en el otro, que el uno mora dentro del otro. Decir que el Padre y el Hijo coexisten significa que ellos existen juntos. Sin embargo, decir que el Padre y el Hijo tienen una relación de coinherencia significa que ellos moran el uno en el otro. Tenemos una palabra respecto a dicha coinherencia en Juan 14:10a: “¿No crees que Yo estoy en el Padre, y el Padre está en Mí?”. Aquí tenemos que el Padre y el Hijo moran mutuamente el uno en el otro. En Juan 14:11a el Señor dijo: “Creedme que Yo estoy en el Padre, y el Padre está en Mí”. La Biblia no sólo expresa que el Hijo y el Padre existen juntos el uno con el otro; la Biblia también revela que el Hijo y el Padre son coinherentes; es decir, que el Padre está en el Hijo, y el Hijo está en el Padre. Juan 17:21 es otro versículo que revela esta coinherencia: “Para que todos sean uno; como Tú, Padre, estás en Mí, y Yo en Ti, que también ellos estén en Nosotros”.

  Es fácil ver el asunto de la coexistencia, pero ver el asunto de la coinherencia es mucho más difícil. Que el Hijo y el Padre coexistan juntos significa que existen juntos. La coinherencia del Hijo y del Padre denota que el Hijo está en el Padre y que el Padre está en el Hijo. Por esta coinherencia del Padre y del Hijo, podemos decir que Ellos son dos-uno.

El Hijo y el Padre son uno; así que, el Hijo es el Padre

  El Hijo y el Padre son uno. En Juan 10:30 el Señor Jesús declaró: “Yo y el Padre uno somos”. Puesto que el Hijo y el Padre son uno, el Hijo es llamado el Padre. Según Isaías 9:6, el Hijo que nos es dado es llamado Padre Eterno. Así que, el Hijo es el Padre.

  Varios versículos del Nuevo Testamento indican que el Hijo y el Padre son uno. Juan 17:22 dice: “La gloria que me diste, Yo les he dado, para que sean uno, así como Nosotros somos uno”. En 1 Juan 2:25 se usa el pronombre singular Él para referirse tanto al Hijo como al Padre: “Ésta es la promesa que Él mismo nos hizo, la vida eterna”. En este versículo Él designa al Hijo y al Padre, de quien se habla en el versículo anterior. Esto indica que el Hijo y el Padre son uno. Vemos que se aplica el mismo principio en 1 Juan 2:28: “Ahora, hijitos, permaneced en Él, para que cuando Él se manifieste, tengamos confianza, y en Su venida no nos alejemos de Él avergonzados”. En este versículo el pronombre Él se refiere indudablemente a Cristo el Hijo, quien ha de venir. Junto con la cláusula que le precede, permaneced en Él,—que es una repetición de la frase que trata de la Trinidad en 1 Juan 2:27—, indica que el Hijo es la corporificación del Dios Triuno y no puede ser separado del Padre ni del Espíritu. En 1 Juan 2:29 el pronombre personal Él denota el Dios Triuno: “Si sabéis que Él es justo, entonces sabéis que todo el que también practica la justicia es nacido de Él”. Él denota el Dios Triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu—, de una manera todo-inclusiva, porque se refiere al pronombre Él del versículo precedente, el cual se refiere al Hijo que viene; también se refiere al pronombre Él usado en este versículo, el cual denota al Padre, quien nos ha engendrado. Esto indica claramente que el Hijo y el Padre son uno.

Vive por causa del Padre

  En Juan 6:57a el Señor Jesús dijo: “Me envió el Padre viviente, y Yo vivo por causa del Padre”. Aquí vemos que el Hijo vive por causa del Padre. El Padre es la causa de que el Hijo viva. Sin el Padre, el Hijo no tiene manera de vivir. Este versículo también indica que el Hijo y el Padre son uno.

Obra junto con el Padre

  El Hijo obra junto con el Padre. Juan 14:10b dice: “Las palabras que Yo os hablo, no las hablo por Mi propia cuenta, sino que el Padre que permanece en Mí, Él hace Sus obras”. Aquí vemos que el Hijo habla, y el Padre obra. Las palabras del Hijo es la obra del Padre. En Juan 5 el Señor también reveló que Él trabajaba junto con el Padre. “Mi Padre hasta ahora trabaja, y Yo también trabajo” (v. 17). En el versículo 19 el Señor también dijo: “De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por Sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente”.

Obra en nombre del Padre

  El Hijo no sólo obra junto con el Padre, sino que también obra en nombre del Padre (10:25). Esto indica que Él obraba como el Padre, ya que Él y el Padre son uno (v. 30).

Hace la voluntad del Padre

  El Hijo y el Padre tienen una sola voluntad. El Hijo hace la voluntad del Padre. En Juan 5:30 el Señor dijo: “No puedo Yo hacer nada por Mí mismo; según oigo, así juzgo; y Mi juicio es justo, porque no busco Mi propia voluntad, sino la voluntad de Aquel que me envió”. Luego en Juan 6:38 el Señor dio testimonio de que había descendido del cielo para hacer la voluntad del que le envió.

Habla las palabras del Padre

  El Hijo habla las palabras del Padre. Lo que el Hijo habla es la palabra del Padre, porque el Hijo no habla Sus propias palabras sino las palabras del Padre. En Juan 14:24 el Señor dijo al respecto: “El que no me ama, no guarda Mis palabras; y la palabra que habéis oído no es Mía, sino del Padre que me envió”. En Juan 7:16 el Señor dijo acerca de Su enseñanza: “Mi enseñanza no es Mía, sino de Aquel que me envió”. El Hijo habla la palabra del Padre, porque el Hijo no habla por Su propia cuenta: “Yo no he hablado por Mi propia cuenta; el Padre que me envió, Él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar. Y sé que Su mandamiento es vida eterna. Así pues, lo que Yo hablo, lo hablo como el Padre me lo ha dicho” (12:49-50).

Busca la gloria del Padre

  El Hijo busca la gloria del Padre. Juan 7:18 dice: “El que habla por su propia cuenta, su propia gloria busca; pero el que busca la gloria del que le envió, éste es verdadero, y no hay en Él injusticia”. Este versículo comprueba que el Hijo no busca Su propia gloria sino la gloria del Padre. La voluntad del Hijo es la voluntad del Padre, la obra del Hijo es la obra del Padre, las palabras del Hijo son las palabras del Padre, y la gloria del Hijo es la gloria del Padre. El Hijo nada tiene de Sí mismo. Todo lo que el Hijo tiene procede del Padre. El Hijo y el Padre son verdaderamente uno.

Expresa al Padre

  El Hijo no se expresa a Sí mismo; más bien, Él expresa al Padre. La expresión del Hijo es la expresión del Padre. De modo que, cuando vemos al Hijo, vemos al Padre. Esto se comprueba en el intercambio que hubo entre el Señor Jesús y Felipe. En Juan 14:7 el Señor les recalcó a los discípulos que si ellos le conocieran a Él, también conocerían a Su Padre. Luego Él dijo: “Y desde ahora le conocéis, y le habéis visto”. No obstante, Felipe replicó: “Señor, muéstranos el Padre, y nos basta” (v. 8). A esto, el Señor Jesús respondió: “El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?” (v. 9). En el Hijo el Padre es expresado y visto, por que el Hijo es la expresión del Padre.

Envía al Espíritu procedente del Padre y con el Padre

  El Evangelio de Juan revela que el Hijo envía al Espíritu procedente del Padre y con el Padre. En Juan 15:26 el Señor habló del otro Consolador, “a quien Yo os enviaré de y con el Padre” (lit.). Después en 16:7 Él dijo: “Si no me voy, el Consolador no vendrá a vosotros; mas si me voy, os lo enviaré”. Estos versículos indican que el Hijo envió al Espíritu desde el Padre y con el Padre. En realidad, esto quiere decir que el Hijo se envió a Sí mismo, porque el Hijo está en el Padre, y el Espíritu procede del Padre y viene con el Padre. Finalmente, Aquel que es enviado por el Hijo desde el Padre, es realmente el Hijo mismo.

Nos da el Espíritu

  El Hijo también nos da el Espíritu. Según Juan 3:34b: “No da el Espíritu por medida”. El Espíritu procede del Padre, y el Hijo está en el Padre. Todo lo que el Hijo da es el Hijo mismo. Por consiguiente, el Espíritu dado por el Hijo es en realidad el Hijo mismo.

Llega a ser el Espíritu mediante la muerte y la resurrección

  El Hijo llegó a ser el Espíritu mediante la muerte y la resurrección. Según 1 Corintios 15:45, Cristo, el postrer Adán, fue hecho Espíritu vivificante. En el día de Su resurrección, Cristo sopló en Sus discípulos y les dijo: “Recibid al Espíritu Santo” (Jn. 20:22). Podemos decir que Cristo ya era el Espíritu cuando estaba en la carne. La diferencia aquí es que Su carne era una cubierta semejante a un cascarón. Mediante la muerte y resurrección el cascarón opaco de Su carne se volvió transparente. Por esta razón, ahora vemos que el Señor es el Espíritu. Mediante la muerte y la resurrección, el postrer Adán que se hallaba en el cascarón opaco de la carne llegó a ser el Espíritu vivificante. Él sigue siendo Jesús, pero ahora el cascarón es trasparente. Así pues, el que estaba con los discípulos es el mismo que ahora es el Espíritu vivificante.

Permanece en nosotros como el Espíritu con el Padre

  Después de llegar a ser el Espíritu, el Señor permanece en nosotros como el Espíritu con el Padre (14:16-20; 17:23, 26). ¿Sabe quién permanece en usted? El Hijo permanece en usted como el Espíritu con el Padre. El Hijo envía al Espíritu, y después el Hijo viene con el Espíritu. De manera que, cuando el Espíritu viene, el Hijo viene. Además cuando el Hijo viene, el Padre también viene. Esto significa que cuando el Espíritu viene, los tres del Dios Triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu— vienen. Por consiguiente, ahora el Hijo permanece en nosotros como el Espíritu con el Padre. Esto tiene como fin la impartición del Dios Triuno en nuestro ser.

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