
Lectura bíblica: Jn. 17:1-10, 22-24; 7:29; 12:23, 28; 13:31-32; 14:13; 15:8
Llegamos ahora a una señal misteriosa: la señal de la glorificación divina. Hemos visto que cualquier cosa que sea divina es misteriosa y esto es verdad en particular respecto a la señal de la glorificación divina. Podemos explicar lo que es una morada, una vid y un hombre, pero ¿quién puede explicar la glorificación? Explicar a cabalidad algo tan misterioso como la glorificación divina va más allá de nuestra capacidad.
Juan 17:1 dice: “Estas cosas habló Jesús, y levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a Tu Hijo, para que Tu Hijo te glorifique a Ti”. Este versículo es el comienzo de la oración del Señor, la cual da conclusión al mensaje del Señor que consta en los capítulos 14, 15 y 16. Durante Su mensaje, el Señor no usa la palabra cielo ni se refiere al cielo, entonces hasta puede sorprendernos que en 17:1 nos diga que el Señor levantó Sus ojos al cielo.
Es posible que los que sólo captaron parte de lo que hemos dicho en los capítulos anteriores respecto a la llamada mansión celestial, se sientan turbados y digan: “Usted ha dicho que no hay tal cosa como el cielo, y ahora está señalando el hecho de que, según Juan 17:1, el Señor levantó Sus ojos al cielo cuando oró al Padre. ¿Por qué dice usted que no hay cielo?”. Quiero aclarar de manera enfática que yo nunca he dicho que no hay cielo. En efecto, en capítulos anteriores yo dije que no hay tal cosa como una mansión celestial, que la casa del Padre a la que se refiere el Señor en 14:2 no es una casa en los cielos. Pero no dije que no hay cielo. Según las Escrituras, ciertamente los cielos existen.
Tal vez, algunos sintiéndose insatisfechos con esta explicación digan: “Hermano Lee, estamos de acuerdo con usted cuando dice que nunca negó que los cielos existen. ¿Pero no nos dijo que, según la Biblia, los cristianos no van al cielo cuando mueren?”. Sí, yo he dicho que las Escrituras no nos enseñan que los cristianos van al cielo cuando mueren.
En un capítulo anterior indicamos que, según el aspecto físico de la verdad en cuanto a Cristo, como se narra en el libro de Hechos, Cristo ascendió visiblemente a los cielos (1:9-11). Ahora Él permanece en los cielos hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas (3:21). Este versículo indica que el cielo es un lugar real. Según la Biblia, en este universo hay un lugar llamado el tercer cielo, en donde está Dios, y adonde el Señor Jesús fue en Su ascensión y donde aún se encuentra hoy. Sin embargo, en estos capítulos sobre los escritos de Juan no estamos enfatizando el aspecto físico de la verdad; en vez de ello, estamos enfatizando el aspecto divino. No obstante, incluso al hacer énfasis en el aspecto divino de la verdad, no decimos que el cielo no exista. Hemos dicho que, según la Biblia, no hay tal cosa como una mansión celestial y que no es acertado decir que los cristianos cuando mueren se van al cielo.
Al leer el enunciado de que los cristianos no van al cielo cuando mueren, quizás algunos hagan una pregunta muy importante: “¿Según la Biblia, adónde van los creyentes cuando mueren?”. Dado que ésta es una pregunta razonable y crucial, dedicaremos cierto tiempo para reflexionar sobre ella, antes de abarcar la señal de la glorificación divina.
Un versículo que nos ayuda a responder esta pregunta, acerca de a dónde van los creyentes después de la muerte es Lucas 23:43: “Jesús le dijo: De cierto te digo: Hoy estarás conmigo en el Paraíso”. Esta palabra le fue dada a uno de los criminales que fueron crucificados con el Señor Jesús. Este versículo indica que cuando el Señor Jesús murió, Él fue al Paraíso. Muchos cristianos no saben que el Paraíso está en el Hades. Una prueba contundente de que el Paraíso está en el Hades es la comparación que se presenta entre lo que el Señor dice al criminal salvo en Lucas 23:43 y Hechos 2:27 y 31. Los versículos del libro de Hechos revelan que cuando el Señor Jesús murió, Él fue al Hades. Mateo 12:40 indica que el Hades se halla “en el corazón de la tierra”, adonde el Señor Jesús fue por tres días y tres noches después de Su muerte. En el Hades hay una sección agradable que es comparada al seno de Abraham, adonde Lázaro fue (Lc. 16:23). Éste no es el Paraíso que está en los cielos, sino el Paraíso en el Hades.
Lucas 16 indica que en el Hades hay una sección agradable, conocida como Paraíso, adonde van los creyentes cuando mueren. Según este capítulo, un hombre rico y pecaminoso murió y fue a un lugar de tormento. Un mendigo llamado Lázaro también murió, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Entre estas dos regiones del Hades había una gran sima, y nadie podía pasar de una sección a otra (v. 26). Una sección era un lugar de tormento, mientras que la otra era un lugar de consuelo. Creemos que Abraham todavía se encuentra en este lugar agradable. Según el Nuevo Testamento, la sección agradable del Hades se llama Paraíso.
Algunos, valiéndose de 2 Corintios 12:2-4, han argumentado que Pablo fue arrebatado al Paraíso cuando fue arrebatado al tercer cielo. Pero 2 Corintios 12:2-4 no prueba que el Paraíso se halla en el tercer cielo; más bien, prueba lo opuesto. La palabra y, al comienzo del versículo 3, prueba que el arrebatamiento de Pablo al tercer cielo y su arrebatamiento al Paraíso, mencionado en los versículos 3 y 4, son dos cosas diferentes. Por un lado, Pablo vivía sobre la tierra; por otro, él fue “arrebatado” al tercer cielo y al Paraíso. Fue de esta manera que Pablo recibió una visión completa de todo el universo. En lo que se refiere a la humanidad, el universo consta de tres secciones: los cielos, la tierra y la sección que se haya debajo de la tierra (véase Fil. 2:10). Pablo conocía las cosas en la tierra, las cosas en el cielo y las cosas en el Paraíso. En lo que al hombre se refiere, él obtuvo la más grande revelación del universo.
Cuando los creyentes mueren, ellos están “desnudos”, en el sentido de que ya no poseen un cuerpo. Cuando un ser humano carece de cuerpo significa que está desvestido, en una condición anormal. Nadie puede estar en la presencia de Dios en el tercer cielo en esta condición anormal de estar desnudo, desvestido. Por lo tanto, los santos que han muerto deben estar guardados en un lugar agradable hasta el tiempo de su resurrección, cuando Dios los vestirá con un cuerpo resucitado, y serán una persona completa en una condición normal.
Algunos que estudian la Biblia creen que el Paraíso, la sección agradable del Hades, fue trasladado al tercer cielo en el momento de la ascensión de Cristo. En su edición original Scofield Reference Bible tenía una nota en Lucas 16:23, indicando que el Paraíso se encontraba debajo de la tierra antes de la resurrección de Cristo, pero que mediante la resurrección y ascensión de Cristo, y con ellas, fue trasladado de debajo de la tierra al tercer cielo. Esta nota habla del Hades antes y después de la ascensión de Cristo. Según dicha nota, “el Hades primero tenía dos separaciones, las moradas respectivas de los salvos y los perdidos. La primera separación era llamada ‘Paraíso’ y ‘seno de Abraham’”. Esta nota también dice que los creyentes muertos estaban con Abraham y que el criminal que creyó estaría con Cristo en el Paraíso el mismo día que Cristo fue crucificado. Hasta ahora, esta nota es casi exacta según las Escrituras, y en esencia concordamos con ella. Sin embargo, la nota pasa a decir que “ha ocurrido un cambio que afecta al Paraíso” y que el Paraíso se halla “ahora en la presencia directa de Dios”. Esta nota usa 2 Corintios 12:1-4 como una supuesta base de que el Paraíso fue removido del Hades y trasladado al tercer cielo, el tiempo que ocurre tal cambio se supone que se indica en Efesios 4:8-10.
Es un grave error enseñar que el Paraíso fue removido del Hades y trasladado al tercer cielo. Según este entendimiento errado, cuando Cristo resucitó y ascendió, Él tomó a todos los santos del Antiguo Testamento, que estaban cautivos en el Hades, y los trasladó al tercer cielo. De modo que, según esta nota en la antigua Scofield Reference Bible, el Paraíso y todos los santos del Antiguo Testamento han sido trasladados del Hades al tercer cielo.
Sin embargo, no es acertado decir que estos santos que han muerto estén ahora en el cielo. En el día de Pentecostés, cincuenta días después de la resurrección del Señor, Pedro dijo: “David no subió a los cielos” (Hch. 2:34). Esto indica que incluso en el tiempo del día de Pentecostés, David aún no estaba en el cielo. En cuanto a esto, G. H. Lang, un maestro en la Asamblea de los Hermanos, dice que “en ninguna parte declara la Escritura” que, después de la ascensión de Cristo, el Paraíso haya sido trasladado de debajo de la tierra al tercer cielo, “sino que está totalmente en contra” de tal concepto. Él también se refiere al versículo de Hechos 2, donde Pedro dijo que David no se encuentra en el cielo. No, el Paraíso no ha sido removido del Hades y trasladado al tercer cielo. El Paraíso sigue siendo una sección agradable que se halla en el Hades; sigue siendo una sección de consuelo, adonde los creyentes van cuando mueren.
Cuando un creyente muere, Sus amados parientes y amigos pueden ser consolados con la verdad de que ahora dicha persona se encuentra en el Paraíso. No debemos engañar a los creyentes, diciéndoles que cuando muere un cristiano va a una mansión celestial. Según la verdad de la Palabra de Dios, cuando un creyente muere va al Paraíso, un lugar de consuelo. Por un lado, no estamos de acuerdo con el concepto de una mansión celestial y de que vamos al cielo cuando morimos; por otro, según la Biblia, presentamos la verdad en cuanto al Paraíso.
La vida de iglesia actual finalmente tendrá su consumación en la Nueva Jerusalén. Podemos decir que la vida de iglesia actual es una miniatura de la Nueva Jerusalén. Algunos cristianos sueñan con ir a una mansión celestial, pero Dios desea estar con nosotros en la Nueva Jerusalén. En vez de esperar para ir a una mentada mansión celestial cuando morimos, hoy tenemos la bendición de morar en la vida de iglesia. Podemos decir que la vida de iglesia hoy es la mejor morada, una verdadera mansión, por cuanto es la morada de Dios en la tierra. En la iglesia, que es una miniatura de la Nueva Jerusalén, tenemos la calle de oro, las puertas de perlas y el muro de jaspe. Como hemos visto, el oro representa la naturaleza de Dios; la perla representa la muerte y resurrección de Cristo; y la piedra preciosa (jaspe), la transformación efectuada por el Espíritu. ¡Alabado sea el Señor que en la vida de iglesia tenemos una calle de oro, puertas de perlas y un muro de piedras preciosas! Nosotros estamos contentos y Dios también está contento de que disfrutemos de esta vida de iglesia, esta morada en la actualidad.
Según las Escrituras, cuando un creyente muere, él va al Paraíso. El Paraíso no es un lugar de trabajo, sino un lugar de reposo, donde los creyentes esperan hasta que sean físicamente resucitados. Como creyentes ya hemos experimentado una resurrección espiritual en el momento de nuestra regeneración. Cuando fuimos regenerados, fuimos partícipes de una resurrección divina, una resurrección espiritual (Jn. 5). En el Paraíso, los creyentes reposan y esperan por su resurrección física, cuando su espíritu saldrá del Paraíso y entrará en el cuerpo resucitado de ellos, y así llegarán a ser personas resucitadas.
Es maravilloso ser salvo. Hoy en día tenemos la vida de iglesia como una miniatura de la Nueva Jerusalén. Si morimos antes de que el Señor venga, iremos al Paraíso y esperaremos allí hasta nuestra resurrección física. Como personas salvas, hoy podemos disfrutar de la vida de iglesia y tener la certeza de que iremos al Paraíso si morimos antes de la venida del Señor.
Debido a que muchos creyentes son influenciados por conceptos tradicionales, necesitamos hablar de estas cosas de manera sobria y cuidadosa. Definitivamente no enseñamos que el cielo no existe. Si la gente recibe esta impresión de nuestra enseñanza causaría problemas innecesarios. Los cielos ciertamente existen. Sin embargo, según la Biblia, no existe tal cosa como una mansión celestial. Además, cuando un creyente muere, él no va al cielo ni a una mansión en el cielo; él va al Paraíso para esperar por la resurrección venidera.
En 2 Corintios 12:2-4 Pablo dice: “Conozco a un hombre en Cristo [...] arrebatado hasta el tercer cielo. Y conozco a tal hombre [...] arrebatado al Paraíso”. Como se indicó, comúnmente se cree que estos versículos revelan que el tercer cielo mencionado en el versículo 2 es lo mismo que el Paraíso mencionado en el versículo 4. Sin embargo, este entendimiento no es correcto. El tercer cielo es una expresión hebrea que denota el cielo más alto. Las nubes pueden considerarse como el primer cielo, y el firmamento por encima de las nubes, como el segundo cielo. Por lo tanto, el tercer cielo debe ser el cielo que está por encima del firmamento; en términos bíblicos, el cielo por encima de los cielos, el cielo más alto (Dt. 10:14; Sal. 148:4). Hoy el Padre y el Hijo, el Señor Jesucristo, se hallan en el cielo más alto (Ef. 4:10; He. 4:14; 1:3). Según 2 Corintios 12:2, Pablo fue arrebatado a este cielo más alto.
Los intérpretes de la Biblia que consideran que el tercer cielo y el Paraíso son el mismo lugar, piensan que Pablo fue arrebatado al Paraíso cuando fue arrebatado al tercer cielo. Sin embargo, el Paraíso no es sinónimo del tercer cielo. Ya vimos que la conjunción y, al principio del versículo 3, una palabra importante aquí, indica que Pablo está describiendo dos experiencias diferentes. Primero, Pablo fue arrebatado al tercer cielo. Después él fue arrebatado al Paraíso. Así que, Paraíso no es sinónimo de tercer cielo. Antes bien, se refiere a un lugar que no es el tercer cielo; se refiere a la sección agradable del Hades.
Recientemente, una hermana me dijo: “He escuchado una grabación en la que usted dijo que cierto hermano estaba ahora con el Señor. El Señor Jesús se encuentra en el tercer cielo, y los santos muertos se encuentran en el Paraíso. Si este hermano está en el Paraíso, que está muy lejos del tercer cielo donde está el Señor, ¿cómo puede usted decir que él está con el Señor?”. Esta pregunta se relaciona con lo que Pablo dijo en Filipenses 1:23: “De ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, pues esto es muchísimo mejor”. Estar con Cristo es un asunto de grado, no de lugar. Mientras Pablo deseaba estar con Cristo a un grado mayor, ya estaba con Él constantemente. Por medio de su muerte física, estaría con Cristo en un grado mayor que el que disfrutaba en esta vida terrenal. Cuando Pablo escribió estas palabras en Filipenses 1:23, él se hallaba en cadenas sufriendo maltratos. Bajo tales circunstancias, es de esperar que él deseara estar con Cristo. Cualquier creyente que estuviera en la situación de Pablo tendría ese mismo deseo.
Estar con Cristo no es algo absoluto; es un asunto relativo. Incluso, ahora mismo nosotros estamos con Cristo. Dondequiera que estemos, estamos con Él. Por supuesto que mientras estemos en este cuerpo físico, no estamos tan cerca de Cristo como lo estaremos cuando muramos, partamos de este mundo y entremos en otra esfera. Pero esto no quiere decir que cuando los creyentes mueran son llevados a los cielos. Eso no ocurrirá sino hasta el día de la resurrección y del rapto.
No cabe duda que Pablo estaba con Cristo en la prisión. El hecho de que él ya estaba con Cristo indica que estar con Cristo no es un asunto de lugar. Pablo estaba con Cristo hasta cierto grado, pero deseaba estar con Él a un grado mayor. Pablo sabía que como resultado de su muerte física, él estaría con Cristo a un grado mayor del que disfrutaba en su vida terrenal. Por esta razón, él deseaba partir y estar con Cristo, considerando que esto era mucho mejor. Si entendemos esto, veremos que hablar de que un hermano está con Cristo no significa que el hermano esté ahora en el tercer cielo en vez del Paraíso.
Otro pasaje de la Palabra relacionado con la pregunta acerca de dónde se hallan los santos que han partido, es Apocalipsis 6:9-11. El versículo 9 dice: “Cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían”. En Apocalipsis 6:9 vemos que las almas están bajo el altar. Esto alude a los sacrificios que inmolaban sobre el altar. Cuando se inmolaba un sacrificio en el altar, la sangre corría hasta el fondo del altar y bajo este. El alma de la carne está en la sangre (Lv. 17:11). El hecho de que las almas de los santos martirizados estuvieran bajo el altar indica que, a los ojos de Dios, todos ellos le habían sido ofrecidos como sacrificios sobre el altar y que su sangre, su vida, había sido derramada allí. Ahora su posición está debajo del altar. Figurativamente, el altar se encuentra en el atrio del tabernáculo y del templo, y el atrio representa la tierra. Por lo tanto, “bajo el altar” quiere decir debajo de la tierra, donde se encuentran las almas de los santos martirizados. Es el Paraíso adonde el Señor Jesús fue después de Su muerte (Lc. 23:43). Éste es el corazón de la tierra (Mt. 12:40) y es la sección agradable del Hades (Hch. 2:27), donde está Abraham (Lc. 16:22-26). Este Paraíso difiere del Paraíso mencionado en Apocalipsis 2:7, el cual será la Nueva Jerusalén en el milenio.
También debemos considerar Mateo 12:40, que dice: “Como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches”. El “corazón de la tierra” se llama las partes más bajas de la tierra (Ef. 4:9) y el Hades (Hch. 2:27), adonde el Señor fue después de Su muerte. El Hades, equivalente al Seol del Antiguo Testamento, tiene dos secciones: la sección del tormento y la sección de consuelo (Lc. 16:23-26). Como lo vimos, la sección agradable es el Paraíso. Así pues, el corazón de la tierra, las partes más bajas de la tierra, Hades y Paraíso son términos sinónimos, y se refieren al lugar donde el Señor estuvo tres días y tres noches después de Su muerte y antes de Su resurrección.
Otras personas quizás usen 1 Tesalonicenses 4 para argumentar que los santos muertos están con el Señor en el cielo. Ellos dicen que cuando Cristo regrese, Él traerá consigo a los creyentes que murieron, y que esto es prueba de que éstos deben estar con Él en el cielo. Pero si leemos este capítulo cuidadosamente, veremos que dice que “los muertos en Cristo resucitarán primero” y que “los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes” (vs. 16-17). Según 1 Tesalonicenses 4, los santos muertos serán resucitados y, junto con los vivos, serán arrebatados al aire para encontrarse con Cristo. Esto prueba que los santos muertos no se hallan en los cielos antes del arrebatamiento.
Si consideramos estos versículos sobria y cuidadosamente, estaremos claros por la Palabra de Dios, cuál es la verdad en cuanto al cielo y el Paraíso. Aunque ciertamente los cielos existen, no hay mansión celestial, y los creyentes cuando mueren no van al cielo.
Debemos leer la Biblia cuidadosamente, y no seguir las enseñanzas actuales que son tradicionales y superficiales. Debemos tener bien claro que hoy en día los salvos no se encuentran en los cielos, sino que se encuentran en un lugar agradable, al cual la Biblia llama el Paraíso, el lugar que el Señor Jesús visitó después de morir.
Según Juan 17:1, cuando el Señor Jesús oró al Padre respecto a la glorificación del Hijo, Él levantó Sus ojos al cielo. Aunque el Señor había hablado sobre la casa del Padre en los capítulos anteriores, el Padre aún no tenía una casa sobre la tierra. Puesto que Dios el Padre todavía seguía en el cielo, el Señor levantó Sus ojos al cielo. Esta acción alude al hecho de que incluso en ese tiempo el Padre no tenía aún una casa sobre la tierra.