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Mensajes del libro «Cumplimiento del tabernáculo y de las ofrendas en los escritos de Juan, El»
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CAPÍTULO CINCO

EL SIGNIFICADO DE LAS SEÑALES DE CAMBIAR EL AGUA EN VINO Y DE LEVANTAR EL TEMPLO DESTRUIDO

  Lectura bíblica: Jn. 2:1-11, 18-22

  El Evangelio de Juan es un libro profundo. No podemos agotar los misterios de la vida divina que se revelan en este evangelio. Debido a que la vida divina es inmensurable, es llamada la vida eterna. La palabra eterna se refiere a los elementos tanto del tiempo como del espacio. La vida eterna es ilimitada, inmensurable, no tiene límite ni fin en el tiempo o el espacio.

  Hemos señalado que el Evangelio de Juan es un libro de señales. Estas señales se relacionan con la vida divina. En los capítulos anteriores hemos sido impresionados con las seis señales notables en Juan 1: la Palabra, el tabernáculo, el Cordero, la paloma, la piedra y la casa de Dios. Cada capítulo en el Evangelio de Juan es un capítulo de señales y esto es verdad aun en el último capítulo, el capítulo 21.

LAS DOS SEÑALES EN JUAN 2

  En este capítulo abarcaremos Juan 2, donde se relatan dos asuntos importantes. El primero es el cambio del agua en vino, y el segundo es la palabra del Señor acerca del templo que sería destruido y en tres días sería levantado de nuevo. Aparentemente, lo que el Señor dijo acerca del templo no tiene nada que ver con el incidente de cambiar el agua en vino, pero en realidad, estos dos asuntos están estrechamente relacionados.

  Después que el Señor purificó el templo (vs. 12-17), “los judíos respondieron y le dijeron: ¿Qué señal nos muestras, ya que haces esto?” (v. 18). El Señor Jesús respondió: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré” (v. 19). Al purificar el templo, el Señor Jesús mostró un carácter muy fuerte. En esa ocasión Él no fue manso ni amable. Las personas religiosas nunca esperan que Jesús, que tiene un corazón tan manso y humilde, pudiera hacer tal cosa. Los líderes religiosos probablemente pensaron que el Señor se había excedido. Respondiendo a sus palabras de que les mostrara una señal, el Señor les dijo que destruyeran el templo y que en tres días Él lo levantaría. Según Juan 2:20, dijeron luego los judíos: “En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y Tú en tres días lo levantarás?”. Claro, los judíos estaban pensando en el templo de Jerusalén, pero el Señor “hablaba del templo de Su cuerpo” (v. 21). El Señor se refería al templo de Su Cuerpo místico y universal. ¿Quién será capaz de medir este templo? Es imposible que alguien lo pueda medir.

  Los religiosos no se dieron cuenta de que el Señor Jesús les estaba diciendo que el verdadero templo era Su cuerpo físico, no el templo en Jerusalén. El Señor se refirió a ese edificio material en Jerusalén como una señal que representaba Su cuerpo físico. El templo en Jerusalén fue destruido por Tito, pero el cuerpo de Jesús fue “destruido” por los judíos cuando le crucificaron. No obstante, en el tercer día ese cuerpo destruido fue levantado. Jesús dijo: “En tres días lo levantaré”. Esta expresión aquí es diferente de lo relatado en los Evangelios sinópticos, donde en su mayor parte dice que Dios resucitaría al Señor Jesús. En Juan 2 el Señor Jesús parecía decir: “Denme muerte, y Yo me levantaré a Mí mismo. Destruyan este cuerpo físico, que es el verdadero templo, y Yo lo levantaré en tres días. Una vez que levante este templo, será agrandado”. Este templo agrandado es el Cuerpo universal de Cristo.

  Se nos dice claramente que el incidente de cambiar el agua en vino era una señal: “Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea” (v. 11). Sin embargo, no se nos dice expresamente que el asunto de levantar el cuerpo destruido sea también una señal. Pero Mateo 12:38-40 indica que la resurrección de Cristo también es una señal. Cuando algunos de los escribas y fariseos dijeron: “Maestro, deseamos ver de Ti señal”, el Señor respondió: “La generación malvada y adúltera busca señal; y señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás. Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches”. Aquí vemos que la resurrección del Señor es la única señal dada a esta generación perversa. Por consiguiente, en el capítulo 2 de Juan tenemos dos señales: el cambio del agua en vino y la resurrección de Cristo. En este capítulo procuraremos entrar en las profundidades de estas dos señales.

  Juan 20:30 y 31 dicen: “Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de Sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en Su nombre”. Estos versículos indican que Juan seleccionó un cierto número de señales y las usó para componer su evangelio. El que Juan use señales para escribir su evangelio puede compararse con el hecho de que usamos letras para componer palabras, y palabras para escribir un artículo. Así pues, las señales en este evangelio son “letras” que se usaron para escribirlo. Por ejemplo, dos de las señales empleadas en Juan 1 tienen que ver con el Señor Jesús como el Cordero de Dios y con Pedro como una piedra para el edificio de Dios. En el capítulo 2 Juan seleccionó dos incidentes: el cambio del agua en vino y la palabra del Señor acerca del templo en Jerusalén, y los usó como señales para componer este capítulo.

EL TERCER DÍA

  En el capítulo 1 Juan habla tres veces de “el siguiente día” (vs. 29, 35, 43). Luego en 2:1 él dice: “Al tercer día se hicieron unas bodas en Caná de Galilea; y estaba allí la madre de Jesús”. Según la secuencia, éste realmente debe ser el quinto día, por cuanto habían pasado el primer día y tres “siguientes días”, y ahora viene este día mencionado en 2:1. Pero en lugar de decir el quinto día, Juan en 2:1 habla del tercer día. A fin de usar la expresión al tercer día en 2:1, Juan habla repetidamente del siguiente día en el capítulo 1.

  Cada uno de los dos incidentes relatados en el capítulo 2 están relacionados con un tercer día. El tercer día en 2:1 era el día en que el Señor cambió el agua en vino. En 2:19 el Señor dijo que “en tres días” Él levantaría el templo de Su cuerpo. Las expresiones al tercer día y en tres días, ambas se refieren a la resurrección. El Señor Jesús fue levantado en tres días. Según el Nuevo Testamento, Él también fue levantado en el tercer día. El punto aquí es que ambas expresiones aluden a la resurrección. Al usar estas dos expresiones, Juan indica que las dos señales usadas en el capítulo 2 están relacionadas con la resurrección del Señor.

VIENE EN RESURRECCIÓN

  Juan 2:1 indica que fue en el tercer día que el Señor Jesús vino a Caná de Galilea. Esto significa que el Señor vino en resurrección. Cuando el Señor Jesús vino a nosotros, Él vino en resurrección. Sin embargo, es posible que pensemos que el Señor primero vino a los discípulos estando en encarnación, no en resurrección. Es probable que digamos: “Cuando el Señor Jesús vivía en la tierra, Él vino a los discípulos. Y ciertamente Él vino como un hombre de Nazaret en encarnación. ¿Cómo podemos decir que vino en resurrección cuando Él aún no había sido crucificado?”. En Juan 11:25 el Señor Jesús dijo: “Yo soy la resurrección y la vida”. Noten que aquí el Señor dijo: “Yo soy la resurrección”; Él no dijo: “Yo seré la resurrección”. Aun cuando era un hombre de Nazaret en la carne, el Señor podía decir: “Yo soy la resurrección”. Según el concepto humano, Él sólo estaba presente en la encarnación. Pero desde la perspectiva de Dios en Su economía, el Señor vino a Caná de Galilea en resurrección. Caná significa “una tierra de cañas”, y las cañas representan personas débiles y frágiles (Is. 42:3; Mt. 12:20; 11:7). Fue en resurrección que el Señor Jesús vino a las personas débiles y frágiles en Caná de Galilea, un lugar menospreciado.

  Según el Evangelio de Juan, el Señor vino a las personas en resurrección. Si Él no hubiese estado en resurrección, sino solamente en encarnación, Él no habría cambiado el agua en vino. Solamente Aquel que es la vida divina podría haber hecho eso en resurrección.

  El Señor también estaba en resurrección cuando habló con la mujer samaritana en el capítulo 4. Él le indicó a ella que Él era el agua viva. ¿Cómo podría un hombre en la carne tener agua viva? Eso es imposible. Sabemos que la mujer samaritana recibió el agua viva de parte del Señor Jesús, porque ella fue satisfecha, como lo indica el hecho de que dejó su cántaro. Cuando ella fue a la ciudad para dar testimonio, ella estaba rebosante. De su interior brotaba el agua viva. Ella había obtenido esta agua viva de Cristo, quien está en resurrección.

  En Juan 6 el Señor Jesús reveló que Él es el pan vivo, el pan de Dios que descendió del cielo para dar vida al mundo. Él también dijo: “El que me come, él también vivirá por causa de Mí” (v. 57). El Señor Jesús no dijo “El que me coma después de Mi resurrección, él también vivirá”. Por el contrario, Él habló en tiempo presente. Cuando Él dijo que Él era el pan vivo que descendió del cielo, parecía que les decía a las personas: “No piensen de Mí tan sólo como alguien que creció en Nazaret. Yo descendí del cielo”. En el capítulo 6 de Juan, el Señor Jesús estaba en resurrección.

  El hecho de que el Señor viniera a Caná de Galilea en el tercer día indica que Él viene a nosotros en resurrección. Somos personas débiles y frágiles que viven en un lugar menospreciado. Pero en resurrección el Señor ha venido a nosotros. A veces estoy loco de gozo cuando pienso en esto. ¡Alabado sea el Señor que Él ha venido a mí en resurrección! Esto me hace feliz y hace que fluya agua viva.

  Una vez que el Señor Jesús viene a nosotros, Él nunca nos dejará. Él estará con nosotros por la eternidad. ¡Cuán maravilloso es que Cristo en resurrección está con nosotros y en nosotros! ¡Aleluya, el Señor Jesús vino a nuestro Caná en el tercer día!

LA FIESTA DE BODAS DE LA VIDA HUMANA

  El Señor Jesús fue a Caná con el propósito de asistir a una fiesta de bodas. Podemos decir que toda nuestra vida humana es una “fiesta de bodas”. Desde el día que el Señor vino a nosotros, Él ha estado asistiendo a nuestra fiesta de bodas. Siempre y cuando vivamos en la tierra, cada día es un “día de bodas”. Bien sea que esta “boda” sea genuina o no, que dure mucho tiempo o poco, cada día tenemos una especie de boda. Probablemente se estén preguntando qué quiero decir con esto. Decir que cada día hay una boda y que la vida humana es una fiesta de bodas, significa que a lo largo de nuestra vida esperamos, o tenemos la expectativa que nos sucedan cosas buenas. Una boda es algo placentero, algo que nos alegra. Por ejemplo, es posible que un joven se esfuerce arduamente en sus estudios a fin de pasar todos sus exámenes y cuando se gradúa con honores, otros lo felicitarán. Su graduación es algo placentero, algo que podemos llamar una “boda”. Podría ser que otro hermano reciba un ascenso o un aumento de sueldo. Ese ascenso o aumento también podría considerarse como una “boda”. De igual manera, experimentamos muchas cosas placenteras, muchas “bodas”, en nuestra vida humana.

EL VINO SE ACABA

  Durante el transcurso de la fiesta de bodas en Caná “se acabó el vino” (2:3). Podemos testificar que en todas las “fiestas de bodas” que hay en la humanidad, el vino finalmente se acaba. El vino, el jugo vital de la uva, representa la vida. Así que, el vino que se acaba simboliza la vida humana que se acaba. Por ejemplo, una hermana joven tal vez piense que el hermano con quien se casó bajo la soberanía del Señor, es un “héroe”. Pero después de cierto tiempo, el vino de la vida matrimonial se acaba. Sin embargo, en ese momento, el Señor Jesús estará presente para cambiar el agua en vino.

  En nuestra vida humana el “vino” siempre se acabará. No obstante, Cristo en resurrección nunca “se acaba”. Supongamos que un hermano recibe un ascenso en su trabajo. Ese ascenso es una “boda”, incluso una fiesta de bodas. Pero a la postre él se sentirá desilusionado con ese ascenso. Esa desilusión significa que el vino de esa fiesta de bodas en particular se ha acabado.

  Tal vez un hermano recibe un auto nuevo como regalo de graduación. Por largo tiempo, él había estado esperando tener ese carro. Pero a la larga el “vino” de esas “bodas del carro” se acabará.

  ¿Qué clase de vino al final no se acaba? Nuestra salud, nuestro dinero y nuestras posesiones tarde o temprano se acabarán. Una hermana puede ponerse muy contenta con un nuevo par de zapatos. Cuando ella compra esos zapatos, disfruta del vino en su fiesta de bodas. Pero este vino también se acabará. Solamente lo que el Señor Jesús da nunca se acaba.

  Como un hermano mayor con experiencia en la vida humana, puedo testificarles que nada en esta vida presente dura. Todo se acaba. Solamente el Señor Jesucristo es eterno e imperecedero. Aleluya, ¡Él está aquí con nosotros para cambiar nuestra agua de muerte en vino, en vida eterna!

CAMBIAR EL AGUA EN VINO

  Otra palabra usada para dar significado al cambio de agua en vino, que es el cambio de muerte en vida, es transformación. La transformación está implícita en la palabra piedra en 1:42 (lit.). La transformación en Juan 1 equivale al cambio del agua en vino en Juan 2.

  Puedo testificar que cada día el Señor cambia mi agua en vino. Hoy realmente experimenté esto al menos tres veces. Tuve el sentir de muerte, pero el Señor Jesús transformó mi agua de muerte en vida eterna.

  ¿Saben lo que es la vida cristiana genuina? La vida cristiana es una vida en la que se cambia el agua en vino. La vida cristiana no es una vida que cambia nuestro carácter, ni una vida que mejora nuestro comportamiento. La vida cristiana es totalmente un asunto de cambiar nuestra muerte en vida.

  A veces estamos conscientes del cambio de la muerte en vida, pero otras veces no nos damos cuenta. Muchas veces experimentamos este cambio consciente o inconscientemente. Ésta es la razón por la que nos sorprendemos del cambio que ha ocurrido en nuestro interior. Quizás digamos: “Señor Jesús, ¿ése soy yo? Nunca hubiera pensado que yo sería capaz de llevar tal clase de vida. Estoy maravillado de que puedo perseverar tanto y soportar tanto. ¡Oh, qué gran sorpresa!”. Sin embargo, el Señor Jesús diría: “No debes sorprenderte. Yo he cambiado tu agua de muerte en vino de vida”.

  En la vida de iglesia y bajo el ministerio, experimentamos que el Señor cambia nuestra muerte en vida. Es posible que a los padres les cueste creer en el cambio positivo que ha ocurrido en sus hijos en un período de unos cuantos años. Esto corresponde al cambio del agua en vino.

  Tengo la plena confianza de que en la vida de iglesia el Señor está cambiando la muerte en vida. No podemos negar el hecho de que han sucedido ciertas cosas que nos han decepcionado. Pero yo quiero decirles que he sido muy animado con las iglesias. El Señor sabe que estoy muy contento de ministrar la Palabra a los santos, porque es evidente que el agua está siendo cambiada en vino en la experiencia de muchos santos queridos. Ésta es la experiencia del Señor Jesús en resurrección. Él mora en nosotros, y cada día Él está cambiando nuestra agua en vino.

  Consideren cómo el Señor los ha cambiado con el paso de los años. Quizás un hermano casado quiera sentarse junto con su esposa y pedirle que le indique cómo el Señor ha cambiado su agua en vino, o sea, su muerte en vida. El hermano podría decirle a su esposa: “Querida, dime que piensas de mi situación. ¿Cómo sientes que soy ahora comparado con lo que era hace dos años?”. Si el hermano y su esposa son sinceros, serán capaces de asegurarse el uno al otro, que con el paso de los años el Cristo en resurrección les ha estado cambiando el agua de muerte en vino de vida. Creo que ésta ha sido la experiencia de la mayoría de los santos en el recobro del Señor. ¡Alabado sea el Señor que en resurrección Él está cambiando el agua en vino! Él no está meramente mejorando nuestra conducta, Él nos está transformando.

LA EDIFICACIÓN DEL CUERPO MÍSTICO DE CRISTO

  Veamos ahora otra señal en Juan 2, la señal de la edificación del Cuerpo místico de Cristo. Debemos entender que la reedificación del templo destruido ya se llevó a cabo. En la resurrección de Cristo todos hemos sido resucitados. Pedro nos dice que hemos sido regenerados mediante la resurrección de Cristo (1 P. 1:3). Esto quiere decir que en la perspectiva de Dios, según los logros que ha obtenido en Su economía, el Cuerpo de Cristo ya ha sido edificado.

  El tiempo de los verbos empleados en el libro de Apocalipsis indica esto. Por ejemplo, el apóstol Juan no dice que la Nueva Jerusalén vendrá; él dice que vio la Nueva Jerusalén descender del cielo, de Dios. Aproximadamente hace mil novecientos años atrás, Juan vio la Nueva Jerusalén. Esto muestra que, según la manera en que Dios ve las cosas, el Cuerpo de Cristo ya ha sido edificado.

  ¿Sabe usted en qué consiste nuestro vivir? Como cristianos que somos, nuestro vivir consiste simplemente en experimentar el cambio de la muerte en vida con miras a la edificación del Cuerpo místico de Cristo. Toda la vida cristiana consiste de dos asuntos: cambiar la muerte en vida y edificar el Cuerpo místico de Cristo. Ésta es la vida cristiana apropiada, genuina y completa. No existe un tercer asunto en nuestra vida cristiana. Ahora nos hallamos en esta edificación por medio de este vivir diario, y nuestro vivir diario es un asunto de cambiar el agua en vino.

  Podemos resumir nuestra vida cristiana diciendo que la vida cristiana es el cambio de muerte en vida, de agua en vino, para edificar el Cuerpo de Cristo. ¿En qué consiste nuestro vivir? Nuestro vivir consiste en experimentar el cambio de muerte en vida. ¿Qué es lo que estamos haciendo aquí? Estamos llevando a cabo la obra de edificar la iglesia, el Cuerpo de Cristo. Éste es nuestro vivir, y ésta es nuestra meta. Nuestro vivir es el cambio de muerte en vida. Nuestra meta es la edificación de la iglesia. Tenemos un vivir que es de la vida eterna, el zoé eterno, con el propósito de edificar el Cuerpo místico de Cristo.

UNA PALABRA DE ALIENTO

  Este capítulo es una palabra de aliento. Todos debemos ser alentados por lo que se revela en el capítulo 2 de Juan. En la vida de iglesia estamos realizando la obra de edificación en tres días, es decir, en resurrección.

  Quizás algunos digan: “Hermano Lee, en algunas ocasiones usted nos ha dicho que estamos carentes, escasos, y algo desviados de la visión central de la economía de Dios”. Sí, en el pasado he hablado de nuestras carencias. Pero lo que tenemos en Juan 2 es una palabra de aliento. Muchas cosas tienen tanto un lado positivo como un lado negativo. Pero el lado positivo no es para el lado negativo. Más bien, el lado negativo es para el lado positivo. No sé si esto sea cierto en la ciencia física, pero es real en la “física espiritual”. Conforme a mi experiencia en la vida cristiana, el aspecto negativo tiene como fin el aspecto positivo. Cada vez que yo sufro una derrota, muy pronto disfruto la victoria, y cada lamento es seguido por el gozo. Es por esto que digo que el lado negativo siempre tiene como fin el lado positivo.

  Como creyentes en Cristo, no somos un pueblo sin esperanza. Al contrario, somos un pueblo lleno de esperanza. Mediante la resurrección de Jesucristo, Dios el Padre nos ha regenerado para una esperanza viva. Tenemos la vida eterna dentro de nosotros como nuestra esperanza. Con la vida eterna todo es prometedor. Quizás aún tengamos carencias y sigamos un poco desviados de la meta de Dios. Sin embargo, no podemos negar el hecho de que la situación entre nosotros hoy es mucho mejor de lo que era hace unos años. Puedo testificar que hay más edificación en las iglesias de la que había años atrás, e incluso meses atrás. Esto es levantar el templo destruido en tres días.

  Según las palabras del Señor en Juan 2, Él permitió que el enemigo destruyera el templo de Su cuerpo. Eso era una prueba para la vida de resurrección. También hay una prueba para la vida de resurrección en las experiencias que atravesamos en la vida de iglesia. Dejen que el enemigo destruya el templo de Dios. Tenemos el poder de la resurrección dentro de nosotros. Sin el aspecto negativo, este poder positivo no podría manifestarse. Todo lo demás está decayendo, pero la iglesia existe para siempre. Nosotros podemos fluctuar, pero la iglesia nunca fluctúa.

  Cuando algunos escuchen esto, quizás ellos digan: “Esto no lo puedo creer. Pienso que hace algunos años la iglesia en mi localidad era maravillosa. Estábamos contentos y muy entusiasmados. Pero ahora la condición de la iglesia es peor”. Yo les respondería que su sentir, el cual está relacionado con algo externo, no es verdad. Quizás en el pasado había más entusiasmo, más gritos, más de la llamada liberación al cantar. Sin embargo, eso no es vida. Tengo la plena certeza de que hay más vida en las iglesias hoy que hace algunos años atrás. Puedo afirmar esto, porque tengo la certeza de que muchos de nosotros estamos llevando una vida que cambia el agua, y en virtud de esta vida vivimos en la edificación.

DISFRUTAR LA EDIFICACIÓN

  Aunque la edificación de la iglesia se está llevando a cabo, nosotros mismos no podemos edificar la iglesia. Tal vez algunos encuentren difícil creer esto y digan: “En el pasado usted nos dijo que nos esforzáramos por edificar la iglesia. Ahora nos está diciendo que no podemos edificar la iglesia”. Por un lado, la iglesia ya ha sido edificada, y no hay necesidad de edificarla. Por otro, la edificación de la iglesia aún se lleva a cabo en resurrección. En un sentido muy real, no necesitamos edificar la iglesia. Más bien, simplemente debemos permanecer en la edificación y disfrutarla.

  En Juan 2:19 el Señor Jesús dijo: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré”. ¿Estos tres días ya pasaron, o todavía continúan? Es difícil responder esta pregunta. En cuanto a llevarlo a cabo, los tres días ya pasaron. Pero en cuanto al disfrute, todavía estamos en esos tres días. Entonces, ¿estamos llevando a cabo la edificación, o estamos disfrutando lo que ya ha sido edificado? Es difícil responder esta pregunta con nuestra mente limitada. Según nuestra manera de pensar, todavía seguimos realizando la obra de edificación. Aparentemente, estamos laborando en la obra de edificación; de hecho, estamos disfrutando lo que ya ha sido edificado. Podemos experimentar la edificación en resurrección todos los días. Lo que les estoy diciendo no es algo que yo mismo no haya experimentado, sino que es algo que he estado experimentando y disfrutando. Día tras día disfruto de lo que el Señor Jesús ha logrado en Su resurrección.

  En el capítulo 2 de Juan hay dos señales. La primera consiste en cambiar el agua en vino; la segunda consiste en levantar el destruido templo de Dios. Gracias al Señor que hoy nosotros vivimos para esto y estamos en esto. Llevamos esta vida, y vivimos para que se cumpla esta meta. Llevamos una vida de cambiar el agua en vino con el único propósito de que el Cuerpo místico de Cristo sea edificado.

  El Evangelio de Juan es profundo porque nos presenta las historias misteriosas de la vida divina. La mayoría de los cristianos no prestan atención a estos asuntos misteriosos que se revelan en este evangelio. Le agradecemos al Señor que Él nos ha introducido en estas historias misteriosas de la vida divina. Debido a que estos asuntos son misteriosos, no podemos expresar adecuadamente todo lo que vemos al respecto. Sin embargo, pienso que el Espíritu les hablará mucho más de lo que yo puedo hablarles. Entonces todos disfrutaremos un entendimiento interior mutuo en cuanto al cambio de muerte en vida para la edificación del Cuerpo de Cristo. ¡Alabado sea el Señor por la revelación que está en Juan 2! En este capítulo vemos el cambio de agua en vino con miras a la meta gloriosa y única de edificar el Cuerpo místico de Cristo.

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