
Lectura bíblica: Jn. 17:1, 11, 21-23
En capítulos anteriores hemos señalado que la glorificación mencionada en Juan 17 corresponde a la edificación de la casa del Padre mencionada en Juan 14, a la propagación de la vid en Juan 15 y el crecimiento del nuevo hombre en Juan 16. Esto significa que la glorificación, la casa, la vid y el nuevo hombre son una sola cosa.
Aparentemente, la glorificación por la cual el Señor Jesús oró en Juan 17 no tiene nada que ver con la casa del Padre, la vid y el nuevo hombre. Sin embargo, esta oración es la conclusión del mensaje que dio el Señor en los tres capítulos anteriores. Generalmente, la oración final debe fortalecer los puntos de un mensaje. Conforme a este principio, podemos decir inequívocamente que el tema de la oración del Señor en el capítulo 17 debe referirse a los puntos principales que dio en Su mensaje. Por lo tanto, cuando el Señor oró por Su glorificación, también oró por la edificación de la casa del Padre, la propagación de la vid y el crecimiento del niño recién nacido.
Es importante ver que la glorificación del Hijo con miras a la glorificación del Padre equivale a la edificación de la casa del Padre. Además, esta glorificación es la propagación de la vid y el crecimiento del nuevo hombre. En 17:1 el Señor Jesús oró: “Padre, la hora ha llegado; glorifica a Tu Hijo, para que Tu Hijo te glorifique a Ti”. En esta simple expresión con respecto a Su glorificación, el Señor estaba orando por la edificación de la casa del Padre, la propagación de la vid y el crecimiento del nuevo hombre.
En los capítulos 12 al 17 del Evangelio de Juan vemos que la glorificación divina es en realidad un asunto de la vida de iglesia. Según 12:24, el Señor Jesús cayó en la tierra como grano de trigo, murió y, después, fue resucitado a fin de producir muchos granos. Estos muchos granos son la glorificación, la multiplicación en resurrección, del único grano. Los muchos granos producidos a partir del único grano son la glorificación de este grano. Nosotros, los creyentes, somos los muchos granos. Además, como tales, somos los miembros del Cuerpo, las moradas de la casa del Padre, los pámpanos de la vid y los componentes del nuevo hombre. Ciertamente, todo esto está relacionado con la vida de iglesia. La glorificación del Hijo tiene como objeto la glorificación del Padre, y esta glorificación consiste en la edificación de la casa del Padre, la propagación de la vid y el crecimiento del nuevo hombre. Esta glorificación en realidad describe la vida de iglesia.
Recientemente, algunos hermanos testificaron que cuando ellos vinieron a la vida de iglesia, vieron la gloria de Dios. Ellos vieron la edificación de la casa del Padre sobre la tierra. También podemos decir que ellos vieron los muchos granos, las muchas moradas de la casa del Padre, los muchos pámpanos de la vid y las muchas partes del nuevo hombre. Esto no es solamente gloria; esto es glorificación. ¡Alabado sea el Señor que nosotros en la vida de iglesia estamos en esta maravillosa glorificación divina!
Por muchos años hice todo lo posible por entender la oración del Señor en Juan 17. Me preguntaba por qué el Señor comenzó esta oración pidiendo que el Padre glorificara al Hijo para que el Hijo pudiera glorificarlo a Él. ¡Cuán contento estoy que hayamos sido iluminados para ver que la glorificación en el capítulo 17 es la edificación de la casa del Padre, la propagación de la vid y el crecimiento del nuevo hombre! Después de haber dado un mensaje acerca de la casa, la vid y el nuevo hombre, el Señor comenzó a orar sobre estos puntos que había presentado en Su mensaje. Ahora estamos en esta gloria y en esta glorificación hoy en día.
En este capítulo consideraremos la última de las señales presentadas en Juan 14 al 17: la señal de la unidad que tienen los creyentes en el Dios Triuno. En Su oración el Señor primero oró por la glorificación, y luego oró por la unidad. Tanto la glorificación como la unidad en el capítulo 17 son señales.
Muchos cristianos hablan sobre la unidad sin saber verdaderamente lo que es la unidad. Es posible que su unidad sea apenas una unión social. Pero la unidad en Juan 17 no significa eso. Debido a que aquí la unidad es divina, significa algo divino.
La unidad revelada en Juan 17 es la unidad en el nombre del Padre. El versículo 11 dice: “Ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y Yo voy a Ti. Padre santo, guárdalos en Tu nombre, el cual me has dado, para que sean uno, así como Nosotros”. La unidad de la que se habla aquí ciertamente no es ninguna clase de unidad social. Antes bien, esta unidad es algo que procede del nombre divino. En la Biblia, especialmente en el Evangelio de Juan, el nombre denota una persona. Por tanto, el nombre del Padre es en realidad el Padre mismo. Cuando usted llama a una persona por su nombre, ella le responderá.
Al llamar a una persona por su nombre, uno espera cierta respuesta, cierta acción. En 17:11 ser guardados en el nombre del Padre es ser guardados en la persona del Padre mediante Su acción. Hoy el Padre está muy activo edificando Su casa en la tierra. ¿Cómo edifica Él Su casa, la iglesia? El Padre edifica Su casa en Su persona misma. En Su nombre, es decir, en Su persona, el Padre está ahora edificando activamente Su casa, que es la iglesia.
La razón por la cual hay tan poca unidad entre los cristianos es que muy pocos están en el nombre del Padre, en Su persona y acción, de una manera práctica. Más bien, casi todos los cristianos viven y actúan íntegramente en su propia persona. Es difícil encontrar cristianos que viven, actúan y laboran estando en la persona del Padre. El resultado de que los creyentes viven y actúan en su propia persona es división. Ésta es la fuente de las denominaciones. Las divisiones son el resultado de las opiniones y el carácter que tienen algunas personas. Las divisiones también surgen como resultado de la acción propia de una persona, una acción que no es hecha en el nombre del Padre. Nosotros en el recobro del Señor, no debemos ser cristianos que viven según su propia persona; antes bien, debemos ser aquellos que viven en la persona de nuestro Padre.
Como Hijo unigénito de Dios, el Señor Jesús no vino en Su propio nombre. En 5:43 Él dijo: “Yo he venido en nombre de Mi Padre”. Aun cuando Él es el Hijo de Dios, Él no vino en Su propio nombre, sino que vino en nombre del Padre. Según 10:25, las obras del Señor fueron hechas en el nombre del Padre. El Señor Jesús nunca hizo nada en nombre Suyo. Él vino y obró en nombre del Padre; es decir, Él actuó en las acciones del Padre. Nosotros debemos seguir al Señor, al vivir y actuar en el nombre del Padre.
Si vivimos en la persona del Padre y actuamos en las acciones del Padre, el resultado será la unidad. Pero si vivimos y actuamos en nuestra propia persona, habrá división. Tan pronto un creyente vive en su persona y actúa según su propia acción, él mismo viene a ser un factor de división. Supongamos que haya trescientos creyentes en una iglesia local. Si todos estos creyentes viven y actúan según su propia persona, allí habrá trescientas divisiones.
La unidad es en primer lugar un asunto de estar en el nombre del Padre, esto es, de estar en la persona y en la acción del Padre. Para tener esta unidad, no solamente nuestra opinión debe ser eliminada, sino que aun nuestra propia persona debe llegar a su fin. A fin de tener la unidad, no debemos vivir en nosotros mismos ni actuar según nuestra propia acción. Al contrario, todos debemos vivir en una sola persona: en nuestro Padre.
Podemos vivir en el nombre del Padre porque tenemos Su vida. Juan 17:2 dice: “Como le has dado autoridad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste”. Dado que tenemos la vida del Padre, podemos vivir en la persona del Padre. No obstante, si no tuviésemos Su vida, no tendríamos la capacidad de vivir en Su persona. En tanto que vivamos por la vida del Padre, vivimos en Su persona y actuamos en Su acción. El resultado de llevar tal vida es la unidad.
A fin de tener la unidad que no fluctúa debemos estar en el nombre de nuestro Padre. No obstante, si nuestra unidad se debe a que tenemos una misma opinión o creemos en la misma doctrina, esta unidad no perdurará. Hoy usted puede tener cierta opinión, o estar de acuerdo con una doctrina en particular. Pero después de cierto tiempo su opinión puede cambiar, y el entendimiento que tenía de esa doctrina, también puede cambiar. Como resultado de ello, la unidad que dependía de esa opinión y doctrina, fluctúa. La unidad que hoy existe entre la mayoría de los cristianos es una unidad fluctuante, una unidad mutante. Sin embargo, puedo testificarles que la verdadera unidad, la unidad que hemos estado experimentando en el recobro del Señor, nunca cambia, nunca fluctúa, porque esta unidad es la unidad en la persona del Padre. Somos uno en la persona, la vida y la acción del Padre. ¡Qué maravillosa unidad!
En 17:21 el Señor Jesús oró: “Para que todos sean uno; como Tú, Padre, estás en Mí, y Yo en Ti, que también ellos estén en Nosotros”. Aquí tenemos la unidad en el Dios Triuno. Simplemente estar en el nombre del Padre no es suficiente para tener nuestra unidad. También debemos ser uno en el Dios Triuno: uno en el Padre, el Hijo y el Espíritu. Para entender qué significa ser uno en el Dios Triuno, necesitamos estudiar todos los puntos que hemos abarcado en los capítulos anteriores acerca del Dios Triuno. Tenemos que ser guardados en el Dios Triuno a fin de ser salvaguardados en la unidad. Juan 17:21 es un versículo crucial. Aquí el Señor Jesús oró que Sus discípulos fuesen uno en el Dios Triuno.
La unidad en el Dios Triuno es algo más que unificación o unión. La unificación de los creyentes es superior a una unión de creyentes, pero la unidad es mejor que la unificación. Nuestra unidad en el Dios Triuno no es cuestión de unión ni de unificación. Nuestra unidad es ser mezclados para ser uno.
Cuando algunos oyen de esta clase de unidad, pueden preguntar cómo es posible que los creyentes se mezclen para ser uno. Ciertamente en nosotros mismos no podemos mezclarnos para llegar a ser uno. Esto es posible únicamente en el Dios Triuno. Cuando el Dios Triuno se imparte en todas las partes internas de nuestro ser, somos mezclados con Él. Cuanto más nos mezclemos con el Dios Triuno mediante Su impartición, más seremos conjuntamente mezclados, compenetrados, en el Dios Triuno. Todos aquellos que están mezclados con el Dios Triuno, pueden fácilmente ser uno con otros que también experimentan esta mezcla. Sin embargo, un hermano que está en el yo no puede participar en esta unidad.
Los creyentes que dicen estar unidos, pueden permanecer juntos por cierto periodo de tiempo. Pero si sucede algo que hiciera tambalear su unificación, probablemente se separen con facilidad. Su unificación puede compararse con ladrillos que están ligados en cierta manera, mientras que la unidad en el Dios Triuno puede compararse con una roca sólida. En tiempos de paz, los que tienen solamente unificación parecen tener la unidad verdadera. Pero cuando viene la sacudida, su unificación se derrumba. Sin embargo, aquellos que están saturados con el Dios Triuno y mezclados con Él, permanecen en la unidad suceda lo que suceda. Nada puede separarlos; nada puede dividirlos. No pueden separarse ni dividirse, porque su unidad es la unidad en el Dios Triuno.
Juan 17:22 y 23 dicen: “La gloria que me diste, Yo les he dado, para que sean uno, así como Nosotros somos uno. Yo en ellos, y Tú en Mí, para que sean perfeccionados en unidad, para que el mundo conozca que Tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a Mí me has amado”. Aquí vemos la unidad que tienen los creyentes en la gloria que el Padre le dio al Hijo y que el Hijo les dio a los creyentes. Esta gloria nos es dada para expresar a Dios mediante Su vida y Su naturaleza. En la oración que hizo en este capítulo, el Señor Jesús parecía estar diciendo: “Padre, he estado disfrutando la gloria contigo desde la eternidad. Yo les he dado esta gloria a Mis discípulos. Oh Padre, guárdalos que sean uno en esta gloria”. Esto no es solamente el Dios Triuno; ésta es la gloria, la expresión, del Dios Triuno. Por lo tanto, nuestra unidad es en el nombre del Padre, en el Dios Triuno y en la gloria del Dios Triuno.
Si tenemos la unidad en la gloria del Padre, o sea, la unidad en Su expresión, no nos expresaremos a nosotros mismos. Entre los cristianos de hoy es común que los creyentes se expresen a sí mismos. Pero en el recobro nuestro deseo es expresar al Dios Triuno.
La unidad que hay entre nosotros tiene una protección, o una salvaguarda, triple. Somos salvaguardados por la persona del Padre, por el Dios Triuno y por la gloriosa expresión del Dios Triuno. ¡Cuán maravilloso es tener la unidad en el nombre del Padre, en el Dios Triuno y en la gloria dada por el Padre al Hijo y dada por el Hijo a nosotros!
La unidad revelada en el capítulo 17 tiene como objeto la glorificación del Padre en el Hijo. Ésta es la razón por la que el Señor oró en el versículo 1: “Padre, la hora ha llegado; glorifica a Tu Hijo, para que Tu Hijo te glorifique a Ti”. Esta unidad es en realidad la glorificación divina. El Hijo es glorificado en la iglesia, y el Padre es glorificado en el Hijo. Esta glorificación es la mezcla y también la unidad. Como hemos visto, la glorificación en Juan 17 es el nuevo hombre, la vid y la casa del Padre.
En los capítulos 14 al 17 vemos cinco cosas principales: la casa del Padre, la vid, el nuevo hombre, la glorificación divina y la unidad. De hecho, todas estas cinco cosas son una sola. Éste es el tema único del mensaje del Señor en los capítulos del 14 al 16, y éste es el punto principal de Su oración en el capítulo 17. La casa del Padre en el capítulo 14 es la vid del capítulo 15, y la vid es el nuevo hombre del capítulo 16. Después de hablar de estas cosas, el Señor oró por la glorificación y la unidad. Al mirar esto retrospectivamente podemos decir que la unidad es la glorificación, la glorificación es el nuevo hombre, el nuevo hombre es la vid, y la vid es la casa del Padre.
Estoy muy agradecido con el Señor por habernos abierto estos capítulos. Hemos recibido la visión acerca de la casa del Padre. En particular, hemos visto que la casa del Padre no es una mansión celestial. El Señor nos ha iluminado para ver que la casa del Padre, la vid, el nuevo hombre, la glorificación y la unidad son todos una misma cosa. La glorificación por la cual el Señor oró en realidad es la mezcla divina con la humanidad, y esta mezcla es la unidad maravillosa revelada en el capítulo 17. Esta unidad está salvaguardada en el nombre del Padre, en el Dios Triuno y en la expresión gloriosa del Dios Triuno. Éste es el punto central de la revelación hallada en el Nuevo Testamento.