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Mensajes del libro «Cumplimiento del tabernáculo y de las ofrendas en los escritos de Juan, El»
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CAPÍTULO SESENTA Y DOS

LAS SEÑALES EN JUAN 21

(2)

  Lectura bíblica: Jn. 21

  En el capítulo anterior señalamos que todo lo que relata Juan 21 es una señal, y que esta señal es la suma total de este capítulo. Todo lo narrado allí forma parte de la suma total de esta señal. En este capítulo continuaremos examinando más aspectos de la señal hallada en Juan 21.

EL SIGNIFICADO DE LAS BRASAS

  Juan 21:9 dice: “Al descender a tierra, vieron brasas puestas, y un pescado encima de ellas, y pan”. En el capítulo anterior señalamos que este versículo indica que el Señor tiene la capacidad de proveer alimento a Sus discípulos. Ahora debemos poner atención al significado de las brasas.

  Estas brasas debieron haberle recordado a Pedro de aquella lumbre a la cual él se estaba calentando la noche que negó al Señor Jesús. Marcos 14:54 dice que Pedro “estaba sentado con los alguaciles, calentándose a la lumbre”. Aquí en Juan 21 el Señor Jesús parecía decirle a Pedro: “La noche que Yo fui traicionado y arrestado, había una lumbre a la cual te estabas calentando cuando me negaste. Ahora Yo he arreglado unas brasas aquí para prepararte el alimento”. ¿No piensan que este fuego le sirvió a Pedro para recordar aquel otro fuego?

  Primero, en Juan 21, Pedro experimentó el milagro relacionado con la gran cantidad de peces, y después vio las brasas. El milagro le recordó a Pedro el llamamiento que el Señor le había hecho tres años y medio antes, y las brasas le recordaron que unos días atrás él había negado al Señor. No debemos pensar que el milagro relacionado con los peces y las brasas no tenían propósito. Yo creo que el Señor realizó un milagro con el propósito de recordarle a Pedro del llamamiento que le había hecho, y también preparó las brasas con el propósito de recordarle a Pedro que le había negado.

LAS PREGUNTAS QUE EL SEÑOR HACE A PEDRO

  Cuando Pedro negó al Señor Jesús, lo negó tres veces. Ahora en Juan 21, el Señor le preguntó a Pedro tres veces: “¿Me amas?” (vs. 15-17). El versículo 15 dice: “Entonces, cuando hubieron desayunado, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos?”. En la noche que negó al Señor, Pedro le dijo: “Aunque todos tropiecen, yo no” (Mr. 14:29). Aquí en Juan 21, el Señor Jesús parecía decirle a Pedro: “¿Me amas más que los otros discípulos? Recuerdas lo que me dijiste la noche que fui traicionado. Tú me dijiste que aunque todos fracasaran, tú no tropezarías. Finalmente, Pedro, tú fuiste quien me negó. Ahora Yo te pregunto: ¿Me amas más que todos éstos?”. Ciertamente, esta pregunta fue un recordatorio de lo que Pedro había hecho la noche que negó al Señor Jesús.

  En 21:15-17 se usan dos palabras griegas diferentes que se traducen “amor”, a saber, agapáo y filéo. Agapáo denota un amor más elevado y más noble que filéo. En el versículo 15 agapáo se usa en la pregunta que hace el Señor, y filéo se usa en la respuesta que da Pedro. Esto indica que Pedro no se atrevió a decir que amaba al Señor Jesús con un amor más elevado y más noble. En el versículo 16 se usa de nuevo agapáo en la pregunta del Señor, y filéo se usa en la respuesta de Pedro. Luego, en el versículo 17 se usa filéo tanto para la pregunta del Señor Jesús como para la respuesta de Pedro. Este versículo dice: “Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y le respondió: Señor, Tú lo sabes todo; Tú sabes que te amo”. Aquí Pedro parecía estar diciendo: “Señor, cuando me jacté de que no tropezaría por causa Tuya, yo tenía mucha confianza en mí mismo. Tú me dijiste que yo te negaría tres veces, y esto sucedió, tal como dijiste que sucedería. Señor, Tú lo sabes todo; Tú sabes que te amo”.

  No creo que Pedro tenía paz mientras el Señor le interrogaba. Él estaba muy turbado por las preguntas del Señor y quizás haya querido cubrirse el rostro. En vez de darle a Pedro un largo mensaje, el Señor encendió un fuego para que le sirviera de recordatorio. Después el Señor alimentó a Pedro y le interrogó acerca de su amor por Él.

  Aun cuando el Señor no interrogó a Pedro hasta que los discípulos terminaron de desayunar, me cuesta creer que Pedro haya disfrutado mucho ese desayuno. Mientras él comía, las brasas deben haberle recordado de la otra lumbre. Inmediatamente después del desayuno, el Señor comenzó a interrogar a Pedro. La tercera pregunta que le hizo el Señor le molestó muchísimo. En su respuesta Pedro parecía decir: “Señor, no necesitas que yo te diga si te amo o no. Aun si te dijera que te amo, por mí mismo no puedo cumplir mi palabra. Pero cualquier cosa que Tú digas, se cumplirá”. Aquí Pedro también estaba siendo entrenado por el Señor Jesús.

PASTOREAR EL REBAÑO DEL SEÑOR

  En el versículo 15 el Señor dijo a Pedro: “Apacienta Mis corderos”; en el versículo 16: “Pastorea Mis ovejas”; y en el versículo 17: “Apacienta Mis ovejas”. Aquí el Señor parecía decir: “Pedro, ya que me amas, debes apacentar Mis ovejas. Ya no necesitas ir a pescar. En vez de eso, cuida de Mis ovejas; pastorea Mi rebaño. En lugar de preocuparte por tu alimento, debes alimentar Mi rebaño. No sólo debes apacentar las ovejas; tú también debes pastorearlas”.

  El pastoreo incluye apacentar, pero apacentar no incluye el pastoreo. Apacentar consiste en proveer alimento al hambriento. Un pastor, por supuesto, alimenta el rebaño. El salmo 23 conlleva el pensamiento de apacentar. Según este salmo, el Señor como nuestro Pastor nos hace recostar en pastos verdes y nos conduce junto a aguas de reposo. Él incluso adereza mesa delante de nosotros en presencia de nuestros adversarios. Esto indica que el pastor alimenta al rebaño. La tarea principal de un pastor es apacentar las ovejas. Sin embargo, el pastoreo incluye mucho más que apacentar. Cuando viene un lobo, las ovejas deben ser protegidas. Por consiguiente, en el salmo 23 el Pastor tiene la vara y el cayado para usarlos a fin de proteger al rebaño de todo lo que pueda dañarlo.

  En Juan 21 el Señor primero le dijo a Pedro que apacentara a Sus corderos; luego, Él le encargó que pastoreara Sus ovejas. En estos versículos las palabras corderos y ovejas se refieren al rebaño, el cual es un nombre colectivo que denota la iglesia. El pastoreo se le prodiga al rebaño (10:14-16), el cual es la iglesia (Hch. 20:28).

  Después, en su primera epístola Pedro exhorta a los ancianos a apacentar el rebaño de Dios (5:1-4). Según 1 Pedro 2, debemos desear la lecha de la palabra para que podamos crecer. Esto tiene que ver con alimentar. El crecimiento es para edificar la casa espiritual, la iglesia. Como hemos visto, la iglesia es el rebaño de Dios. En su primera epístola Pedro considera al Señor como el Príncipe de los pastores, y a todos los ancianos, incluyéndose el mismo, como los pastores que cuidan el rebaño de Dios. Esto indica que los asuntos en los cuales el Señor entrenó a Pedro en Juan 21 permanecieron profundamente grabados en él. Pedro ciertamente recibió el entrenamiento del Señor.

UN ENTRENAMIENTO ADICIONAL

  En Juan 21 el Señor Jesús le dio a Pedro un entrenamiento adicional, un entrenamiento en cuanto a la muerte con la que había de glorificar a Dios (vs. 18-22). En el versículo 18 el Señor dijo a Pedro: “De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías, y andabas por donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará adonde no quieras”.

  Aquí el Señor estaba diciéndole a Pedro: “Pedro, cuando eras joven, andabas por donde querías. Si querías ir a pescar, te ibas a pescar. Pero por causa de Mi comisión de cuidar Mi rebaño, llegará el día en que otro te ceñirá, y te llevará adonde tú no quieras. Serás arrestado como Yo fui arrestado, y serás puesto en una cruz como Yo fui puesto en una cruz”. El Señor dijo esto, para darle a entender “con qué muerte había de glorificar a Dios” (v. 19). Después que el Señor habló estas palabras a Pedro, le dijo: “Sígueme”.

  Pedro, cuando oyó que sería martirizado para glorificar a Dios, quería saber lo que le sucedería al otro discípulo, aquel a quien Jesús amaba. “Cuando Pedro le vio, dijo a Jesús: Señor, ¿y qué de éste?” (v. 21). En este respecto, somos iguales a Pedro. Si el Señor nos llamara para ser mártires, querríamos saber el destino que les depararía a otros hermanos en el Señor. El Señor le respondió a Pedro en una manera maravillosa: “Si quiero que él quede hasta que Yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú” (v. 22).

  Aparentemente, lo descrito en 21:18-22 es sencillo y fácil de entender. En realidad, lo narrado aquí es profundo, ya que forma parte de la suma total de la señal de este capítulo. En estos versículos tenemos dos cosas: el martirio y vivir hasta la venida del Señor. Muchos de los seguidores del Señor morirán, pero otros vivirán hasta que Él venga. Si morimos, debemos morir de una manera que glorifique a Dios. Si vivimos, debemos vivir de tal manera que podamos rendirle buenas cuentas al Señor durante Su venida. Éste es el verdadero significado que encierran las palabras del Señor aquí. Los que mueran, deben morir para la glorificación de Dios, y los que vivan hasta la venida del Señor necesitan prepararse para que cuando Él regrese le entreguen buenas cuentas.

  Si juntamos todos los asuntos que se cubren en el capítulo 21 del Evangelio de Juan, veremos que este capítulo es todo-inclusivo. Este capítulo contesta las preguntas que podemos tener sobre nuestro vivir, sobre la manera de llevar a cabo la comisión del Señor y sobre nuestro futuro como seguidores del Señor.

UN LAPSO AMPLIO

  El periodo de tiempo que abarca los dos últimos capítulos del Evangelio de Juan es muy amplio. Comienza con el descubrimiento de la resurrección del Señor y termina con Su regreso. Entre estos dos eventos, se encuentran todos los asuntos relacionados con la vida cristiana durante la era de iglesia: buscar al Señor con amor hacia Él; ver al Señor en resurrección; recibir la revelación del producto de la resurrección del Señor acerca de los hermanos y al Padre al experimentar Su manifestación; reunirnos con los creyentes para disfrutar la presencia del Señor; recibir el Espíritu Santo como soplo de parte del Señor y ser enviados por el Señor con Su comisión y autoridad para representarlo; aprender a vivir por fe en el Señor y a confiar en Él en cuanto a nuestro sustento diario; amar al Señor después que nuestra fuerza natural sea quebrantada; pastorear el rebaño para que la iglesia sea edificada; y practicar el vivir en la presencia invisible del Señor, donde algunos siguen al Señor hasta la muerte para así glorificar a Dios, no por su propia iniciativa, sino según los guíe el Señor, y donde algunos viven hasta Su regreso.

  Al comienzo del capítulo 20 la resurrección del Señor es descubierta. Al final del capítulo 21 se hace una clara referencia al regreso del Señor. Entre estos dos eventos, la resurrección del Señor y Su venida, tenemos varios asuntos relacionados con la vida cristiana durante la era de la iglesia. En primer lugar, como el ejemplo de María la magdalena nos muestra, tenemos el asunto de buscar al Señor con amor por Él. María ciertamente era una persona que amaba al Señor y le buscaba. Debido a que ella le buscaba en amor, María vio al Señor en Su resurrección y recibió la revelación acerca de lo que produjo Su resurrección acerca de Sus hermanos y nuestro Padre. ¡Qué gran revelación fue ésta!

  Todos debemos ver la revelación acerca de lo que produjo la resurrección de Cristo, esto es, la producción de Sus muchos hermanos. Debido a la resurrección del Señor, Dios es nuestro Padre, y fuimos engendrados, regenerados, por Él para ser Sus muchos hijos. Necesitamos recibir esta revelación al experimentar la resurrección de Cristo.

  Además, debemos reunirnos con los hermanos en la iglesia para disfrutar la presencia del Señor y recibir el Espíritu Santo como soplo de parte del Señor. Este disfrute de la presencia del Señor y recibir el Espíritu Santo toman lugar en las reuniones de la iglesia.

  También debemos ser enviados por el Señor con Su comisión y autoridad para representarlo. Si somos enviados por el Señor, debemos aprender a vivir por fe en Él. Debemos confiar en Él para todas las necesidades de nuestro diario vivir.

  Además, debemos amar al Señor, pero no debemos amarlo con nuestra fuerza natural. Debemos ser aquellos cuya fuerza natural ha sido quebrantada. Ya no debemos ser como era Pedro antes de negar al Señor. Como vimos en el capítulo 21, a Pedro se le recordó que no debía amar el Señor Jesús con su fuerza natural. Después de recordarle esto a Pedro, el Señor le encargó el pastoreo del rebaño para la edificación de la iglesia. Nosotros también debemos llevar a cabo el pastoreo de las ovejas.

  Finalmente, debemos tener la práctica de vivir en la presencia invisible del Señor, ya sea hasta que muramos para glorificar a Dios o hasta que Él regrese. Debemos considerar todos estos asuntos y, luego, aplicarlos a nosotros mismos en nuestra experiencia cristiana.

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