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Mensajes del libro «Definición breve del reino de los cielos, Una»
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CAPITULO DOS

LA REALIDAD, LA APARIENCIA Y LA MANIFESTACION DEL REINO DE LOS CIELOS

  Lectura bíblica: Mt. 11:10-12; 13:1-50, 5—7; 24—25

LAS CUATRO DISPENSACIONES DEL REINO

  El reino de Dios es el régimen o gobierno de Dios, desde la eternidad hasta la eternidad. Este reino comprende cuatro dispensaciones (véase el diagrama en las páginas 14 y 15). La primera dispensación, la era anterior a la ley, abarca “desde Adán hasta Moisés” (Ro. 5:14). La segunda dispensación, la dispensación de la ley, transcurre durante el tiempo desde Moisés hasta Cristo. La tercera dispensación es la de la gracia o la dispensación de la iglesia. Fuera del círculo donde figura la iglesia está la apariencia del reino de los cielos, que es el cristianismo actual. Dentro del cristianismo se halla la iglesia genuina, la cual se compone de los verdaderos creyentes, y dentro de la iglesia genuina se hallan los vencedores, quienes están en la realidad del reino de los cielos. Fuera del cristianismo están el mundo y los incrédulos; no hay una línea que marque una distinción entre el cristianismo y el mundo. La última dispensación es la del milenio, que se extiende por mil años. La dispensación del milenio consta de dos partes: la celestial y la terrenal. En la parte celestial del milenio, que es la manifestación del reino de los cielos, los creyentes que venzan reinarán con Cristo (Ap. 20:4, 6). En la parte terrenal del milenio, los judíos que hayan sido salvos serán los sacerdotes que enseñarán a las naciones cómo servir a Dios (Zac. 8:20-23). Durante el milenio habrá tres categorías de personas: los creyentes vencedores, que serán los reyes; los judíos salvos, que serán los sacerdotes; y las naciones, que serán los pueblos.

LOS TRES ASPECTOS DEL REINO DE LOS CIELOS

  Debemos distinguir los tres aspectos principales del reino de los cielos. El primer aspecto es la apariencia. Esta apariencia es el cristianismo actual, que incluye a la Iglesia Católica Romana y a los falsos cristianos. El segundo aspecto es la realidad, la cual se compone de los cristianos que vencen. Todos los verdaderos cristianos, ya sean victoriosos o derrotados, forman la iglesia; no obstante, dentro de la iglesia, que se compone de los creyentes, existe una distinción entre los creyentes que vencen y los que son derrotados. La realidad del reino de los cielos está con los creyentes que vencen. Actualmente existen cuatro grupos de personas en la tierra: los cristianos victoriosos que conforman la realidad del reino de los cielos, los creyentes derrotados que están en la verdadera iglesia pero no en la realidad del reino de los cielos, los falsos cristianos que son cristianos nominales pero no miembros de la verdadera iglesia, y el mundo, que incluye a todos los incrédulos. La dispensación de la iglesia se compone de la apariencia del reino de los cielos, o sea, el cristianismo, y la realidad del reino de los cielos, es decir, los que vencen.

  El Señor regresará después de la dispensación de la iglesia, y entonces se exhibirá la manifestación del reino de los cielos. Aquellos que actualmente viven en la realidad del reino de los cielos, serán manifestados con el Señor en la dispensación del milenio para ser los reyes que gobernarán a las naciones de la tierra, en donde los judíos salvos servirán como sacerdotes. La manifestación del reino de los cielos se compone de tres grupos: los vencedores en Cristo, que son los reyes; los judíos salvos, que son los sacerdotes; y los pueblos, que son las naciones.

  A fin de entender las verdades acerca del reino, primero debemos conocer en qué difieren el reino de Dios y el reino de los cielos. En segundo lugar, debemos distinguir con claridad los tres aspectos del reino de los cielos: la apariencia, la realidad y la manifestación. Ya hemos hablado de la distinción entre el reino de Dios y el reino de los cielos; ahora debemos examinar más detalladamente las diferencias entre la apariencia, la realidad y la manifestación del reino de los cielos. Mateo trata sobre el reino de los cielos. Aparte de este evangelio, la única otra mención del reino de los cielos se halla en 2 Timoteo 4:18, donde se usa la expresión: “reino celestial”. El Evangelio de Mateo tiene tres partes principales, que son las siguientes: el decreto de la constitución del reino en los capítulos cinco, seis y siete; las parábolas en el capítulo trece; y la profecía del reino en los capítulos veinticuatro y veinticinco. Si comprendemos estas tres secciones principales, podremos entender el Evangelio de Mateo. En el capítulo trece, el Señor Jesús habla de la apariencia del reino de los cielos; desde el capítulo cinco hasta el capítulo siete, El muestra la realidad de dicho reino; y, en los capítulos veinticuatro y veinticinco, revela su manifestación.

EL REINO DE LOS CIELOS PRESENTADO EN MATEO TRECE: LA APARIENCIA JUNTO CON LA REALIDAD

La parábola del sembrador

  En el capítulo trece de Mateo, la primer parábola es la del sembrador: “Y les habló muchas cosas en parábolas, diciendo: He aquí, el sembrador salió a sembrar” (v. 3). Esta parábola no hace mención del reino de los cielos, pues en aquel entonces el reino de los cielos aún no había venido. En la primer parábola, el sembrador es el mismo Señor quien vino a sembrarse en la humanidad como semilla de vida. Esta fue la preparación para que viniera el reino de los cielos.

La parábola de la cizaña

  La segunda parábola comienza en el versículo 24: “Les presentó otra parábola, diciendo: El reino de los cielos ha venido a ser semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo”. El reino de los cielos sí se menciona en esta segunda parábola, y el hombre que sembró la buena semilla en su campo es el sembrador de la primer parábola, el Señor Jesús. “Pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue” (v. 25). Esta siembra de la cizaña ocurrió poco después del día de Pentecostés. En el día de Pentecostés, se añadieron a la iglesia miles de creyentes, entre los cuales había algunos falsos, la cizaña, que fue sembrada entre el trigo. La segunda parábola habla de la iglesia, que es el inicio del reino de los cielos.

La parábola de la semilla de mostaza

  La tercera parábola habla de la semilla de mostaza: “Otra parábola les presentó, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su campo; el cual a la verdad es la más pequeña de todas las semillas; pero cuando ha crecido, es la más grande de las hortalizas, y se hace árbol, de tal manera que vienen las aves del cielo y anidan en sus ramas” (vs. 31-32). La mostaza es una hierba comestible. La verdadera iglesia, que proviene de la simiente de vida, debe ser exactamente como la mostaza, o sea, buena para alimentar a otros. Esta hierba, sin embargo, se convirtió en un gran árbol, y las aves del cielo se alojaron en sus ramas. Puesto que las aves que se mencionan en la primer parábola (v. 4) representan al maligno, Satanás, quien vino y arrebató la palabra del reino que había sido sembrada en los corazones endurecidos (v. 19), las aves del cielo aquí deben de referirse a los espíritus malignos de Satanás, junto con las personas y las cosas motivadas por ellos, que se alojan en las ramas del gran árbol. Esto es lo que sucedió en la primer parte del cuarto siglo, cuando Constantino el Grande unió a la iglesia con el mundo. El introdujo en el cristianismo a miles de falsos creyentes, convirtiéndolo en el sistema de la cristiandad, y causando que dejara de ser la iglesia. La cristiandad se convirtió en la religión nacional del Imperio Romano, y Constantino alentó a los incrédulos a formar parte de la iglesia. Anteriormente, el Imperio Romano había perseguido a los cristianos; pero durante el régimen de Constantino, el Imperio Romano extendió una calurosa bienvenida a los creyentes de Cristo. A partir de allí, la iglesia cambió en naturaleza, pues se estableció y se arraigó profundamente como un árbol en la tierra, y floreció echando las ramas de sus proyectos y organizaciones, donde se alojan muchas personas y cosas malignas. Como resultado de ello, el cristianismo actual se ha convertido en un gran árbol con muchas ramas, donde se alojan muchas personas pecaminosas y espíritus malignos.

La parábola de la levadura escondida en la harina fina

  Mateo 13:33 dice: “Otra parábola les dijo: El reino de los cielos es semejante a levadura, que una mujer tomó y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo fue leudado”. La mujer de este relato tipifica a la Iglesia Católica Romana. En Apocalipsis el Señor asemeja dicha iglesia a una mujer que está sentada sobre una bestia escarlata (Ap. 17:3). La bestia es el Imperio Romano, y la mujer sobre la bestia es la Iglesia Católica Romana; esto retrata la unión de la política con la religión. Después de que Constantino acogiera a la cristiandad como la religión oficial del Imperio Romano, la iglesia se transmutó en algo grande y mundano hasta llegar a convertirse en una potencia mundial. Esta poderosa organización mundial, la Iglesia Católica Romana, es representada por la mujer de la cuarta parábola en Mateo 13. La levadura que esta mujer tomó representa las cosas malignas (1 Co. 5:6, 8) y las doctrinas malignas (Mt. 16:6, 11-12). La harina, con que se preparaba la ofrenda de harina (Lv. 2:1), representa a Cristo como alimento para Dios y para el hombre. La Iglesia Católica Romana tiene algo real, pero se le añadió algo falso. La teología modernista, que se encuentra entre algunas iglesias protestantes, niega la deidad de nuestro Señor Jesús así como también el hecho de que nació de la virgen María. No obstante, la Iglesia Católica Romana siempre ha reconocido que Cristo es el Hijo de Dios, Dios mismo, quien nació de una virgen. Estas verdades son la harina fina, la ofrenda de harina, a la cual se le añadió levadura (Lv. 2:4-5, 11). Muchas prácticas paganas y herejías le fueron añadidas a la harina fina.

  Por ejemplo, el nacimiento de Cristo constituye parte de la harina fina, pero la Navidad es levadura. La historia confirma que la fecha del 25 de diciembre era el día en el cual se celebraba el nacimiento del dios sol. Cuando el cristianismo fue aceptado como la religión estatal por el Imperio Romano en el año 313 d. de C., se agregaron a la iglesia muchas personas que no habían sido regeneradas. Muchas de estas personas acostumbraban celebrar un festival el 25 de diciembre, en el que conmemoraban el cumpleaños del dios sol. Para complacer a estos incrédulos, la iglesia apóstata declaró el 25 de diciembre como la fecha en que nació Cristo. Este es el origen histórico de la Navidad. La iglesia apóstata tiene la harina fina, pero esconde en ella la levadura.

  Cristo es la harina fina, pero los supuestos retratos de Jesús son parte de la levadura. Cualquier obra de arte que pinte a Jesús es falsa. El libro de Isaías dice respecto al Señor en su vida terrenal que no había “parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos” (Is. 53:2). Isaías 52:14 dice: “De tal manera fue desfigurado de los hombres su parecer, y su hermosura más que la de los hijos de los hombres”. Sin embargo, los cuadros que pintan a Jesús siempre lo representan como un hombre atractivo; estos no son verdaderos retratos de Jesús, sino levadura. En 1937, cuando viajaba por el norte de China, supe de un caso en el cual una hermana cristiana estaba poseída por un demonio. Cuando me preguntaron la razón de esto les dije que, en principio, la presencia de pecado o de algún ídolo o imagen en la casa de aquella hermana, podrían dar lugar a que los demonios la poseyeran. Resultó que esta hermana era una cristiana recién convertida, que por ignorancia había comprado uno de los supuestos retratos de Jesús y lo había colgado en su habitación; empezó a venerarlo e inclinarse ante el cuadro en adoración, y poco tiempo después fue poseída por un demonio. Le dije que incinerara el cuadro, y desde el momento en que lo quemó, el demonio la dejó.

  Añadir levadura a la harina fina hace que ésta sea más fácilmente recibida por la gente. En general, a las personas se les hace más difícil comer pan si éste no tiene levadura. Este es el principio que actualmente opera en la Iglesia Católica Romana. Ellos sostienen que si uno no agrega la levadura, las personas no aceptarán las cosas con respecto a la persona de Cristo. Por ejemplo, si simplemente le dijéramos a las personas que Dios está en Cristo como el Espíritu, ellas no serían capaces de aceptarlo. Según la Iglesia Católica Romana, colocar una imagen de Cristo o una estatua de El a la entrada de la catedral y luego afirmar que ella es Cristo, facilita que las personas adoren a Cristo y lo conozcan. La Iglesia Católica Romana sostiene que las imágenes, si bien no son en realidad la persona de Cristo, hacen que la gente lo recuerde. Según ellos, una imagen de Cristo hace más fácil a las personas relacionarse con Cristo. Definitivamente, ésta es levadura escondida en la harina fina.

  Cuando estuve en Manila visité una catedral católica, en cuya entrada se encontraba una estatua de María. Noté que una de sus manos estaba casi completamente desgastada y pregunté qué había sucedido. Me explicaron que todo el que entraba en la catedral tocaba primero la mano de la estatua y que, al pasar los años, este ritual había desgastado la mano. Cuando les pregunté por qué creían necesario tener esa estatua, me dijeron: “Si la gente no tiene estatuas, no podrían entender lo que se les dice acerca de la Biblia; ellos necesitan tocar algo sólido”. Así justifican que se erijan estatuas de Jesús o de María. ¡Qué sutileza! Esa estatua no es ni Jesús ni María, sino un ídolo. Aparentemente, ellos adoran a Jesús, pero en realidad adoran una imagen de piedra. Esta es la sutileza del enemigo.

  Ahora podemos ver lo maligno de la iglesia apóstata: ella absorbe las cosas paganas y las añade a la harina fina. ¡Cuán perverso es esto! La Iglesia Católica Romana predica a Cristo junto con todos los ídolos, las cosas paganas, imágenes, cosas pecaminosas y doctrinas falsas. El Señor asemeja esto al reino de los cielos; así que, ésta es la apariencia del reino de los cielos, no la realidad del mismo.

La parábola del tesoro escondido en el campo

  La quinta parábola dice: “El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halló y luego escondió. Y gozoso por ello, va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo” (Mt. 13:44). En las Escrituras, el mar denota al mundo corrompido por Satanás (Is. 57:20; Ap. 17:15), y el campo representa la tierra creada por Dios para Su reino (Gn. 1:26-28). El tesoro escondido en el campo representa el reino escondido en la tierra creada por Dios. El tesoro escondido debe de estar constituido de oro o piedras preciosas, los materiales que se usan para edificar la iglesia y la Nueva Jerusalén (1 Co. 3:12; Ap. 21:18-20). La iglesia es el reino práctico hoy, y la Nueva Jerusalén será el reino manifestado por la eternidad. Antes de que el Señor viniera, el reino estaba escondido; cuando el Señor vino, halló el reino y lo presentó a los judíos. Puesto que los judíos rechazaron el reino, el Señor lo escondió de ellos; luego, El fue a la cruz y murió para pagar el precio a fin de comprar este campo y su tesoro escondido. Esto significa que el Señor murió en la cruz a fin de redimir la tierra para Su reino.

La parábola del comerciante y la perla

  La sexta parábola dice: “También el reino de los cielos es semejante a un comerciante que busca perlas finas, y habiendo hallado una perla de gran valor, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró” (Mt. 13:45-46). En esta parábola el Señor es el comerciante, y la iglesia es la perla. La perla proviene del mar, que representa el mundo corrompido. La perla es producida en las aguas de muerte (el mundo lleno de muerte) por la ostra viva (el Cristo viviente), que cuando es herida por un grano de arena (el pecador), segrega su sumo vital sobre la partícula que la hiere. La perla también es uno de los materiales que se usa para edificar la Nueva Jerusalén. Puesto que la perla proviene del mar, que representa el mundo corrompido por Satanás, debe de referirse a la iglesia, la cual está constituida principalmente de creyentes regenerados provenientes del mundo pagano, y es de gran valor.

La parábola de la red echada al mar

  La séptima parábola dice: “Asimismo el reino de los cielos es semejante a una red echada en el mar, la cual recoge de toda clase de peces; y una vez llena, la sacan a la orilla; y sentados, recogen lo bueno en recipientes, y lo malo echan fuera” (Mt. 13:47-48). El mar representa el mundo corrupto. Cuando concluya la era de la iglesia y el Señor regrese, El enviará a sus ángeles para que le traigan a todos los seres vivos, los incrédulos. Luego, los separará en dos categorías: los buenos y los malos. Los malos perecerán inmediatamente, y los buenos serán trasladados al reino milenario, donde serán las naciones (Mt. 13:49-50; 25:32-46).

  Estas siete parábolas muestran la apariencia del reino de los cielos junto con la realidad de dicho reino. La apariencia del reino de los cielos incluye a los creyentes verdaderos, a los falsos creyentes y todas las cosas malignas del cristianismo actual.

LA REALIDAD DEL REINO DE LOS CIELOS

  La realidad del reino de los cielos se revela en los capítulos cinco, seis y siete de Mateo. Las parábolas del capítulo trece de Mateo dan a conocer lo que es la levadura, las cosas malignas y los falsos creyentes; en cambio, los capítulos cinco, seis y siete muestran que el reino de los cielos es algo muy puro. Lo último alude a la realidad del reino de los cielos.

  Mateo 5:3 afirma: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”. El versículo 10 dice: “Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos”. El versículo 20 declara: “Porque os digo que si vuestra justicia no supera a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos”. Estos versículos muestran cuán riguroso y puro es el reino de los cielos. Mateo 7:21 dice: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de Mi Padre que está en los cielos”. Esta es la realidad del reino de los cielos; para participar en ella debemos ser pobres en espíritu, sufrir persecución por causa de la justicia, hacer la voluntad del Padre, y ser puros y mansos (Mt. 5:3-10). Las parábolas del capítulo trece de Mateo revelan la apariencia del reino de los cielos, mientras que las enseñanzas contenidas en los capítulos cinco, seis y siete de Mateo muestran su realidad.

  Un creyente genuino que está en la iglesia no es necesariamente un vencedor. Podemos estar en la iglesia y aún así no vivir en la realidad del reino de los cielos. Algunos están en el cristianismo, en la apariencia del reino de los cielos, pero realmente no están en la iglesia. Para estar en la iglesia, una persona debe ser un creyente genuino de Cristo, o sea, debe ser regenerado con la vida de Dios. Después de ser regenerado, el creyente debe proseguir con el Señor y ser victorioso; debe vencer todas las cosas pecaminosas y entonces estará en la realidad del reino de los cielos. Para saber si estamos o no en la realidad del reino de los cielos, debemos examinarnos a la luz de las enseñanzas de los capítulos cinco, seis y siete de Mateo. Quizás ya somos salvos; pero, ¿estamos en la realidad del reino de los cielos?

LA MANIFESTACION DEL REINO DE LOS CIELOS

  Cuando el Señor regrese, se exhibirá la manifestación del reino de los cielos. Esto se revela en los capítulos veinticuatro y veinticinco de Mateo. Solamente los vencedores, quienes hoy están en la realidad del reino de los cielos, participarán en la manifestación del reino de los cielos en el futuro. Esta manifestación será una recompensa, un premio, otorgado a los vencedores.

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