
La Biblia es un libro único en todo el mundo. El primer tema allí abarcado es Dios. El tema principal de la Biblia es Dios. El primer versículo de la Biblia dice: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. Los científicos han explorado nuestro universo físico por mucho tiempo. Por medio de sus estudios han descubierto que nuestro universo es un sistema que está en buen orden y que refleja un gran plan. Antes de considerar lo que dice la Biblia acerca de Dios, primero consideraremos lo que dice el universo en cuanto a Dios.
Mire en la noche el cielo arriba. Los astrónomos calculan que hay más de cien billones de estrellas en nuestra galaxia, y que puede haber billones de galaxias en el universo. Cada estrella que vemos representa un sistema solar en el universo. Nuestro sistema solar tiene como centro el sol, alrededor del cual giran nueve planetas con perfecta sincronización. La tierra, como uno de los planetas, atraviesa el espacio a una velocidad de unos 108,000 kilómetros por hora y dura 365 días en girar alrededor del sol. Este hecho es asombroso cuando uno observa que un tren que viaja a una milésima de esta velocidad, muchas veces no llega a las estaciones a la debida hora. Además, la luna gira alrededor de la tierra con su propia órbita y ritmo. La rotación de la tierra y la inclinación de veintitrés grados que tiene nos dan nuestro día de veinticuatro horas, nuestras cuatro estaciones, y los varios climas que tenemos. Los movimientos del sol, de la luna y de la tierra nos dan nuestro maravilloso calendario.
Las distancias entre el sol, la luna y la tierra proveen un medio ambiente perfecto para la vida. Si la tierra se acercara al sol o se apartara de él sólo diez por ciento, todos los seres vivos que hay en la tierra morirían o por el calor abrasador o por el gran frío. Si la luna estuviera a una distancia de 80,000 kilómetros de la tierra en vez de 327,000 kilómetros, la luna vaciaría la tierra de todos sus océanos; la tierra misma sería inundada, y las montañas quedarían sumergidas. La exactitud que hay en las distancias y los movimientos del sol, de la luna y de la tierra, nos hablan de la existencia de un diseño maravilloso. Y éstos son sólo una pequeña porción del movimiento de los cuerpos celestes que están arriba de nosotros. Este testimonio tan maravilloso desplegado en el universo a nuestro alrededor sirve como un testigo viviente de la existencia del Creador.
La ley de causa y efecto nos dice que para cada fenómeno que existe debe de haber una causa. Si un reloj anda bien, debe de existir un relojero que lo hizo. Si una casa se mantiene en pie espléndidamente en una colina, deber de existir un arquitecto que la construyó. Si un jardín está cuidado y cercado, debe de existir un jardinero que lo mantiene. De la misma manera, el diseño obvio del universo habla del Creador que ha causado que estas cosas se an como son.
En la física existe la segunda ley de la Termodinámica, la cual dice que cualquier sistema físico, si no es mantenido, decaerá y acabará en caos. Sin embargo, los procesos que obran en el universo, y particularmente en la tierra, siguen siendo sumamente organizados. Hay orden y diseño en todo lo que vemos. Que tal orden y diseño saliera de la nada iría en contra de la ley natural citada arriba. El doctor Boris P. Dotsenko, anteriormente Jefe del departamento de física nuclear en el Instituto de Física en Kiev, Rusia, y que fue instruido en el ateísmo, escribió con referencia al hecho de que la tierra es lo que es a pesar de la ley citada lo siguiente: “Mientras yo reflexionaba acerca de todo eso, de repente caí en cuenta de que debe de existir una poderosa fuerza de organización que contrarresta esta tendencia a la desorganización que existe en la naturaleza, y que así preserva el universo en un estado de control y orden. Esta fuerza no puede ser material; si así fuera, ésta también llegaría a estar en desorden. Concluí que este poder debe de ser tanto omnipotente como omnisciente. ¡Debe de haber un Dios —un solo Dios— que todo lo controla!”
Por toda la historia algunas personas a veces se han opuesto a la idea de la existencia de Dios. El mismo hecho de que se han opuesto significa que Dios existe. El hecho de que algunos hijos rebeldes nieguen a sus padres significa que ellos tienen padres. El hecho de que algunas personas traten de acabar con la familia significa que la familia es una realidad. La ley de inferencia nos dice que la oposición presupone la existencia de lo que se opone. Se ha comprobado por la historia que es inútil oponerse a la idea de la existencia de Dios, porque por muchos cambios que haya en las culturas y en los gobiernos humanos, la creencia en Dios siempre prevalece al final.
Consideraremos lo que el universo nos dice acerca de Dios. La Biblia nos dice que Su “eterno poder y características divinas”, se han visto con toda claridad desde la creación (Ro. 1:20). Como una pintura exhibe las características del pintor, así también los atributos del Creador se manifiestan a través del universo que El creó. Aunque el hombre no puede decir mucho acerca de Dios mismo, por la majestad mostrada en la creación, puede ver que Dios es poderoso. Salmos 19:1 dice que “los cielos pregonan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de Sus manos”. El universo material habla de la gloria de Dios y también de Su sabiduría. El Dios que creó el universo es poderoso, glorioso y sabio.
La misma existencia de la humanidad habla de la existencia de Dios. El cuerpo humano es una verdadera maravilla. Aunque la medicina moderna ha inventado muchas máquinas tratando de imitar y reemplazar los órganos y los miembros del hombre, no existe una máquina que pueda acercarse a la versatilidad y la eficacia de los órganos humanos. El corazón humano impulsa la sangre 72 veces por minuto, o sea 40 millones de veces por año, sea que uno esté despierto o dormido. Cada día el corazón de un adulto impulsa la sangre por 160,000 kilómetros de vasos sanguíneos, suficiente distancia para darle cuatro vueltas a la tierra. Impulsa suficiente sangre como para llenar un tanque automóvil de 7,500 litros cada día. ¿Quién podría haber diseñado un órgano tan maravilloso dentro del hombre? Si uno amontonara los glóbulos rojos de su cuerpo, uno por uno, la altura excedería la del monte Everest cinco mil veces. La nariz inhala el aire diecisiete veces por minuto. Cada día tiene que procesar alrededor de 14,000 litros de aire. Además de ajustar la temperatura del aire, también tiene que regular la humedad y filtrar el polvo. Una máquina hecha por el hombre que podría hacer estas tres funciones tal vez pesaría cincuenta kilos. ¿Puede imaginarse si se implantara en la cara una de estas máquinas hechas por el hombre? Estos son nada más algunos ejemplos de las maravillas del cuerpo humano. Si nos detenemos frente a un espejo, no podemos hacer otra cosa que concordar con lo que dijo el salmista en la Biblia: “Asombrosa y maravillosamente he sido hecho; maravillosas son Tus obras, y mi alma lo sabe muy bien” (Sal. 139:14).
La misma constitución de la personalidad humana también es evidencia contundente de la creación de Dios. El hombre no sólo consta de un cuerpo exterior, sino que también posee algunos rasgos naturales tales como las tendencias y aptitudes para amar, para ser recto, para ser santo y para ser justo. Estas inclinaciones psicológicas están en cada persona, sin importar la cultura que herede ni la lengua que hable. No existe ningún animal que pueda acercarse al hombre en la demostración de estas virtudes. Tenemos que concluir que estas características humanas provienen de una fuente más elevada que el hombre mismo. La Biblia dice que vienen de Dios, quien es la fuente del amor, la luz, la santidad y la justicia. La razón por la cual el hombre refleja estos rasgos divinos es que fue creado a la imagen de Dios (Gn. 1:26-27).
Además, hay una tendencia extraña en el hombre a adorar a Dios. Aun la cultura más primitiva está llena de formalismos y ritos relacionados con la adoración de una deidad. El estudio de la antropología ha hallado que esta inclinación a rendir culto es particular de la especie humana. Un mono nunca edifica un monumento, y un chimpancé nunca ora. Pero en todos los lugares sobre la tierra el hombre ora a Dios. La Biblia dice que cuando el hombre fue creado se le dio un espíritu (Job 32:8). Este espíritu es el órgano con el cual toca y adora a Dios.
El mismo hecho de que la humanidad haya subsistido hasta hoy es un testimonio de la soberanía de Dios. Si Dios hubiera quitado el sol y el aire, el hombre habría cesado de existir en la tierra hace mucho tiempo. Cada momento el sol quema el equivalente de cuatro millones de toneladas de combustible para poder mantener la temperatura de nuestro planeta. Si Dios le cobrara al hombre por toda esta energía, el hombre tendría que conseguir cada día 160,000,000,000,000 dólares E.U. Pero toda la luz del sol y todo el aire viene a nosotros gratis. Como dice la Biblia: “El es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas” (Hch. 17:25).
Los poetas griegos antiguos declararon: “Porque linaje suyo (de Dios) somos” (Hch. 17:28). Confucio, el antiguo sabio chino, llamaba a Dios “los cielos” y enseñaba que los hombres debían honrarle. Sócrates tenía “una firme creencia en Dios como soberano del mundo”. Pablo en la Biblia dijo que “en él vivimos, y nos movemos, y somos” (Hch. 17:28). Unos de los escritores más destacados de Rusia, León Tolstoy, solamente repitió las palabras de Pablo cuando declaró: “Dios es Aquel sin el cual uno no puede vivir”.
Sin Dios, la historia humana no pudo haber evolucionado en la manera en que lo hizo. Dios está detrás de todo lo que ocurre entre los hombres. El es el Soberano, el Rey que está por encima de todos los reyes. El Imperio Romano del primer siglo persiguió a los cristianos, pero al final el emperador romano Constantino se convirtió al cristianismo. Cuando Hitler atacó a Inglaterra, y en otra ocasión cuando invadió a Rusia, por un tiempo parecía que él prevaleciera. Pero Dios en Su soberanía no permitió que tal ejército avanzara. En todo el transcurso de la historia humana, aunque las fuerzas malignas prevalezcan por un corto tiempo, al final la bondad siempre gana. Ningún déspota ni tirano puede establecer su reino para siempre. El rey Nabucodonosor del Imperio Babilonio antiguo se jactó de su propia gloria, y se le hizo vivir como una bestia por una temporada, hasta que se humilló ante el Todopoderoso. Los fundadores de los Estados Unidos de América se dieron cuenta de que es Dios quien permite que se mantenga un gobierno. Sobre el capitolio de los Estados Unidos están inscritas las palabras: “En Dios confiamos”. Las mismas palabras están escritas en la moneda estadounidense. El curso de la historia humana es un testimonio claro de la existencia de Dios.
Aunque Dios se manifiesta en muchas maneras por todo el universo y por medio de la humanidad, la revelación más directa de El se encuentra por medio de dos entidades: Su palabra y Su Hijo. La palabra de Dios es la santa Escritura, que es la Biblia. La Biblia nos revela los títulos de Dios. Entre los muchos títulos de Dios que hay en el Antiguo Testamento, principalmente se usan sólo tres: Elohim, Jehová y Adonai. Elohim es un sustantivo plural en el hebreo. Implica la noción de “Aquel que es fiel y fuerte”. Dios es fuerte y fiel. El es fuerte en poder y fiel en palabra. Jehová significa “Yo soy el que soy”, lo cual revela que Dios es Aquel que existe en Sí mismo y para siempre. El es Aquel que era en el pasado, que es en el presente y que ha de ser en el futuro. Adonai significa “amo” y “marido”. Por una parte, Dios es el Amo del hombre, por otra, es el marido del hombre. En el Nuevo Testamento hay muchos otros títulos, tales como Padre, Señor, Jesucristo y Espíritu Santo. Todos estos nos revelan lo que Dios es.
Las vidas de los patriarcas son evidencia contundente de la operación de Dios en las vidas de los hombres. Las experiencias de estos hombres y sus crónicas muestran cómo Dios es tierno y que cuida de los asuntos de los hombres y los conduce a conocerle a El.
Si uno lee el Antiguo Testamento encontrará que las leyes dadas por Moisés son un cuadro vivo de Dios mismo. Dios es santo; por lo tanto, las leyes que dio son santas. Dios es justo; por lo tanto, las leyes que dio son justas (Ro. 7:12). El salmista del Antiguo Testamento nos dice que podemos conocer a Dios por medio de la ley (Sal. 9:16). Sin la ley nadie sabe cómo es Dios. La ley es como una fotografía; nos muestra cómo es Dios.
Todos los profetas del Antiguo Testamento hablaron por inspiración de Dios (1 P. 1:10-11; 2 P. 1:21). Fue Dios quien puso las palabras de profecía en sus bocas. La frase “Así ha dicho Jehová” se repite con frecuencia en el Antiguo Testamento. La sabiduría de las palabras de los profetas y el cumplimiento de sus profecías han comprobado que sus palabras son en verdad divinamente inspiradas. Una de las más grandes profecías tiene que ver con el destino de la nación de Israel. La Biblia profetizó que los judíos serían esparcidos por todo el mundo, pero que en el tiempo señalado la nación de Israel sería restaurada y la ciudad de Jerusalén sería devuelta a los judíos. Esto lo podemos ver en nuestros tiempos con la restauración de la nación de Israel en 1948 y con la devolución de Jerusalén a los judíos en 1967. El establecimiento de esa pequeñita nación en el Medio Oriente es una prueba viva de la obra de Dios en la historia.
Ningún otro libro ha sido atacado tan severamente como la Biblia. Los gobiernos ateos han hecho todo lo posible por quitar este libro de sus tierras, mas la mano soberana de Dios lo ha preservado. Nos gozamos de que, después de tantos años de prohibición, la Biblia ahora está disponible al pueblo de Rusia, país que anteriormente estaba bajo el gobierno del comunismo ateo. Debemos darnos cuenta de que esto fue hecho posible por la mano de Dios. La preservación de la Escritura es firme evidencia de que Dios está vivo en el mundo hoy.
Hebreos 1:1-3 dice que Dios, habiendo hablado al hombre de muchas maneras en tiempos antiguos, un día decidió hablar al hombre personalmente en Jesucristo. Jesucristo es Dios venido en forma de hombre. Su venida declaró a Dios (Jn. 1:18). Por medio de El los hombres ven a Dios mismo (Jn. 14:9). El Evangelio de Juan da constancia de que cuando Jesucristo estuvo en la tierra, dijo ciento catorce veces que El era Dios. En el último discurso que dio a los discípulos, hizo referencia más de cincuenta veces a que El era Dios. Los milagros que hizo no pudieron haber sido hechos por un mero hombre; Dios tuvo que haberlos hecho. El ordenó y controló las leyes de la naturaleza, pues convirtió el agua en vino (Jn. 2:1-11), calmó la tormenta (Mt. 8:23-27), y alimentó a cinco mil con sólo cinco panes y dos peces (Mt. 14:14-21). Sanó los enfermos, resucitó los muertos, y echó fuera demonios (Mt. 4:24; 8:28-32; 11:4-5). Habló palabras de sabiduría, las cuales sólo Dios podía proferir (Mt. 13:53-56).
Después de treinta y tres años y medio de vivir en la tierra, El sufrió una muerte sobrenatural. Su muerte cumplió las profecías del Antiguo Testamento. El les predijo a Sus discípulos Su muerte antes de que sucediera. El proclamó, después de Su muerte: “Consumado es”, lo cual significaba que la obra de Dios de redimir al hombre se había consumado. En cuanto a todos los líderes del mundo, la muerte marca el final de su influencia y carrera, pero la muerte de Cristo constituyó el principio del cristianismo y la introducción de una fe que sacudiría al mundo. No es de extrañar que el centurión y los soldados que le guardaban en la cruz confesaron: “Verdaderamente éste era Hijo de Dios” (Mt. 27:54). Su muerte fue la muerte del Dios-hombre. Cuando El murió, el cielo se oscureció y las tumbas se abrieron, y muchos cuerpos de los santos difuntos se levantaron. ¡Dios, y no un mero hombre, había muerto! Ningún historiador puede explicar el poder que había detrás de la muerte de Cristo. La vida y la muerte de Jesucristo son un testimonio vivo del poder y la obra de Dios.
Lo discutido arriba nos comprueba que Dios es realidad y vive. Pero debemos hacer la pregunta más importante: ¿Qué está haciendo Dios hoy en día? ¿Cuál es Su plan para el hombre hoy? Hechos 17:27 nos dice que Dios quiere que el hombre le busque y que le conozca. El ha demostrado Su obra de arte por todo el universo, y ha hablado en las Escrituras. Además se manifestó en Jesucristo. Su intención es que nosotros le conozcamos. Dios no tiene intención alguna de esconderse. El quiere que el hombre llegue a conocerle primero como Creador y luego como Dios y Padre.
En segundo lugar, Dios quiere que el hombre le adore. Juan 4:23 nos dice que Dios busca adoradores verdaderos, los que le adoren en espíritu y con veracidad. No tiene intención alguna de que el hombre adore las cosas que El creó. La verdadera adoración a Dios consiste en adorarle con nuestro espíritu. Anteriormente, el hombre erigió muchos ídolos y los adoró en vez de adorar a Dios. Pero en el Antiguo Testamento y en el Nuevo, Dios prohibió toda forma de adoración idólatra (Ex. 20:4-5; 1 Co. 10:14; 1 Ts. 1:9b). El es el Dios único. Ningún objeto es digno de adoración.
La verdadera adoración a Dios no consiste en ritos ni en formalidades. Ni el lugar ni la manera en que nos sentamos o nos postramos le importan mucho a Dios. Lo que sí le interesa es que los hombres le adoren en su espíritu. Dios es Espíritu y los que le adoren deben adorarle en espíritu (Jn. 4:24). Si una persona quiere recibir las ondas radiales, tiene que usar un receptor de radio. Si un hombre desea recibir llamadas telefónicas, tiene que usar el teléfono. Del mismo modo, si un hombre quiere adorar a Dios y tener contacto con El, tiene que usar su espíritu. Uno no puede oír colores con los oídos, ni puede ver la música con los ojos. Es menester que usemos los órganos apropiados para poder percibir cada sustancia. Dios es Espíritu y no tiene nada material. Esta es la razón por la cual no debemos adorarle usando lo material, sino que debemos adorarle usando nuestro espíritu.
La manera de usar nuestro espíritu es orar invocando el nombre del Señor Jesús (Ro. 10:12-13). Si abrimos nuestra boca y nuestro corazón y oramos a Dios, nuestro espíritu le tocará, y Dios será real para nosotros.
El plan final que Dios tiene para el hombre es que éste le exprese. La manera de expresar a Dios es ser lleno de Dios. Si oramos a Dios y le recibimos, El entrará en nosotros y nos llenará. Ya no será un Dios objetivo que está fuera de nosotros, sino que será un Dios subjetivo dentro de nosotros. El nos llenará consigo mismo y cambiará todo nuestro vivir. Ser cristiano no es meramente aceptar algún credo o aprender algunas enseñanzas. Ser cristiano es conocer a Dios, adorarle y expresarle al ser llenos de El.