
Lectura bíblica: 2 Co. 13:14; 2 Ti. 4:22; Fil. 2:1; Ap. 1:10
El himno #309 de Himnos habla de la comunión de vida y su relación con el Espíritu y la cruz. Las estrofas 1 y 6 de este himno dicen:
1 Trae la vida eterna Comunión y luz, Salvación y vida, En Espíritu.
6 Comunión más honda Viene por la cruz; Comunión más alta Por Su Espíritu.
También necesitamos ver que nuestro espíritu humano está relacionado con la comunión. En la comunión divina de la vida de Dios, hay tres cosas implícitas: el Espíritu de Dios, nuestro espíritu humano y la cruz. En este mensaje queremos ver los dos aspectos de la comunión divina realizada por los dos espíritus.
La comunión divina tiene dos aspectos: el aspecto vertical, entre Dios y nosotros, y el aspecto horizontal, entre los creyentes. El aspecto horizontal de la comunión divina se lleva a cabo por medio del espíritu humano. El aspecto vertical de la comunión divina se realiza por medio del Espíritu divino, el Espíritu Santo (2 Co. 13:14; 2 Ti. 4:22). En realidad la expresión por medio de no es lo suficientemente enfática para expresar lo que queremos decir. El Espíritu no está simplemente incluido, envuelto o mezclado con la comunión. El Espíritu mismo es la comunión, porque la comunión es el fluir, la corriente, del Espíritu. Es como decir que la corriente de la electricidad es nada menos que la electricidad misma. La corriente de la electricidad es la electricidad en movimiento. Cuando la electricidad se detiene, la corriente de la electricidad también se detiene. De la misma manera, la comunión del Espíritu Santo mencionada en 2 Corintios 13:14 es el Espíritu en movimiento. La gracia de Cristo es Cristo mismo disfrutado por nosotros; el amor de Dios es Dios mismo probado o saboreado por nosotros; y la comunión del Espíritu es el Espíritu mismo que se mueve en nosotros. La comunión divina es el Espíritu Santo mismo.
Sin el Espíritu divino, no hay comunión. El Espíritu es el elemento mismo de la comunión. Cuando un podio está hecho de madera, la madera es el elemento del podio. De la misma manera, si un podio está hecho de acero, el acero es el elemento del podio. Si se le quita su elemento, el podio deja de existir. Es lo mismo en la comunión divina. Si se le quita el Espíritu, la comunión divina desaparece.
En el cristianismo actual hay una gran escasez de experiencia de la comunión divina. Por esta razón es que no se dice casi nada acerca de la comunión de la vida divina. Por lo general, la gente predica el evangelio a otros diciéndoles que si son salvos, irán al cielo cuando mueran. Sin embargo, esta palabra de que iremos al cielo después de morir es totalmente errónea. Cuando una persona muere, no va al cielo, sino al Hades (Lc. 16:22-23; Hch. 2:27, 31). Los creyentes irán a la sección agradable del Hades, que se llama el paraíso, y los incrédulos irán a la sección desagradable del Hades (2 Co. 12:4; Lc. 23:43; 16:22-23, 25-26).
Según la Biblia, los santos no van al cielo después de la muerte, sino al paraíso. El pensamiento de que los santos van al cielo después de morir es parte de la levadura que la mujer añadió a las tres medidas de harina en Mateo 13:33. Esta mujer es la Iglesia Católica Romana que adoptó muchas prácticas paganas, doctrinas heréticas y asuntos malignos, y los mezcló con las enseñanzas acerca de Cristo para leudar todo el contenido del cristianismo. Hoy en día la mayor parte del cristianismo predica un evangelio que ha sido totalmente leudado.
Nosotros, como creyentes, hemos sido redimidos, pero hoy en día el efecto de la muerte todavía permanece en nosotros. La muerte física hace que nuestro espíritu y nuestra alma se separen de nuestro cuerpo. Esta separación es el efecto de la muerte. Los espíritus y las almas de los creyentes muertos están en el paraíso esperando el día de la resurrección (Jn. 5:29a), el día cuando sus cuerpos serán redimidos y transfigurados (Ro. 8:23; Fil. 3:21; 1 Co. 15:51-52). Por la resurrección y en la resurrección, el espíritu, alma y cuerpo de cada uno de los creyentes muertos ya no estarán separados.
Hoy en día el apóstol Pablo todavía está separado de su cuerpo. Su cuerpo probablemente está enterrado en algún sitio cerca de Roma, el lugar donde ocurrió su martirio, pero su espíritu y alma están en el paraíso. En la venida del Señor, este efecto de la muerte será eliminado por la resurrección. El Señor ejercerá Su maravilloso poder soberano y potente para resucitar el cuerpo muerto de Pablo, sacándolo de la tierra para cambiarlo y reunificar a Pablo con su cuerpo transfigurado. Esto borra el efecto de la muerte. Sólo la vida de resurrección puede vencer el efecto de la muerte (1 Co. 15:54-55).
En Filipenses 1:23 Pablo dijo: “Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, pues esto es muchísimo mejor”. Estar con Cristo es un asunto de grados, no de lugar. Mientras Pablo deseaba estar con Cristo en un grado más alto, ya estaba con Él continuamente. Por medio de su muerte física, estaría en el paraíso con Cristo en una medida más plena de la que disfrutaba en la vida terrenal. Aunque comprendía esto, Pablo prefería permanecer en la tierra por causa de los creyentes filipenses (vs. 24-25).
Yo preferiría no dejar mi cuerpo físico por medio de la muerte. Prefiero que mi cuerpo sea transfigurado, siendo conformado al cuerpo de la gloria de Cristo (Fil. 3:21), cuando el Señor regrese. En la resurrección de los santos que han muerto o en la transfiguración de los que aún viven, el cuerpo mortal y corruptible se vestirá de incorrupción e inmortalidad (1 Co. 15:52-53). En aquel entonces, la muerte será sorbida en victoria (v. 54).
En el cristianismo hace falta la enseñanza adecuada acerca del arrebatamiento de los santos; también falta la enseñanza adecuada acerca de la comunión divina. El Señor necesita que se recobren todas las verdades divinas, las cuales no tienen levadura.
Necesitamos entrar en el aspecto horizontal de la comunión divina realizada por el espíritu humano (Fil. 2:1; Ap. 1:10). Si queremos tener la verdadera comunión horizontal unos con otros, necesitamos ejercitar nuestro espíritu. Si ejercitamos nuestro espíritu, nunca hablaremos de una manera mundana ni tampoco hablaremos negativamente de los santos ni de las iglesias. Una iglesia local puede ser severamente perjudicada si muchos de los santos de esa localidad invierten tiempo platicando acerca de las cosas negativas de otros santos y de otras iglesias. Tales pláticas difunden el chisme y la muerte entre los santos. Esta clase de contacto entre los santos no es la comunión del espíritu de la cual Pablo habló en Filipenses 2. En Filipenses 2:1-2 Pablo dijo: “Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión de espíritu, si algún afecto entrañable y compasiones, completad mi gozo...”. Parece que Pablo decía: “Hermanos, si tenéis alguna comunión conmigo en espíritu, vuestra comunión será mi aliento y consolación. Así completaréis mi gozo”.
La comunión verdadera se lleva a cabo por medio de nuestro espíritu. Cuando ejercitamos nuestro espíritu, ni siquiera podemos hablar acerca de diversiones y entretenimientos mundanos. Cuando ejercitamos nuestro espíritu, la naturaleza de nuestra conversación cambiará debido a que nuestro espíritu es santo (cfr. 2 Co. 6:6). Si en cierta iglesia hay problemas, tal vez tengamos el deseo de hablar acerca de la situación, pero nuestro espíritu interiormente nos instará a orar. Nuestro espíritu no nos dejará chismear acerca de los errores o fracasos de los demás. La única manera de tener la realidad de la comunión horizontal es ejercitar nuestro espíritu.
Los dos aspectos de la comunión divina requieren que permanezcamos en los dos espíritus, es decir, en el Espíritu Santo y en el espíritu humano. Estos dos espíritus vienen a ser uno solo (Ro. 8:16; 1 Co. 6:17). En Romanos 8:4, cuando Pablo nos exhorta a andar conforme al espíritu, está hablando del espíritu mezclado, es decir, el Espíritu divino mezclado con nuestro espíritu humano. Cuando ejercitamos nuestro espíritu para que se lleve a cabo la comunión divina, somos totalmente santificados, rescatados y salvos de todo lo que no es Cristo. A fin de ser victoriosos, vencedores, santificados y transformados, debemos ejercitar nuestro espíritu para que se lleven a cabo los dos aspectos de la comunión divina.
Los aspectos horizontal y vertical de la comunión divina están íntimamente relacionados. Podemos ver esto en nuestra experiencia. Puede ser que a veces hablemos de otros santos bajo el pretexto de tener comunión acerca de su situación, pero en realidad nuestra conversación no es más que chisme. La mayoría de las veces no podemos orar después de dicha conversación, porque nuestro espíritu de oración ha sido apagado por nuestros chismes. Pero cuando tenemos comunión de una manera genuina ejercitando nuestro espíritu, estamos muy deseosos de orar y tener contacto con el Señor. Esto muestra cuán íntima es la relación que hay entre los aspectos vertical y horizontal de la comunión. La comunión horizontal nos introduce en la comunión vertical. Si dos hermanos ejercitan su espíritu para tener una comunión horizontal adecuada y verdadera, finalmente esto los llevará a interceder de una manera franca y sincera. Cuando ellos oran juntos, los dos aspectos de la comunión divina son entretejidos. La comunión horizontal se entreteje con la comunión vertical. Esta comunión entretejida es la comunión verdadera.
La comunión no puede poseer un solo aspecto. Uno no puede tener la comunión vertical sin la comunión horizontal. Si usted pasa un buen tiempo con el Señor en la comunión vertical, tendrá mucho deseo de ver a los otros santos para tener comunión con ellos. Una vez que tenga comunión con los santos orando con ellos, esto lo llevará nuevamente a tener comunión vertical con el Señor. Su comunión horizontal con los santos lo introducirá en la comunión vertical con el Señor. Luego, su comunión con el Señor lo llevará a tener comunión con los santos. Así que, estos dos aspectos siempre están entretejidos, es decir, siempre se entrecruzan el uno con el otro.
Cuando tengamos la visión adecuada acerca de la comunión divina y sus dos aspectos, daremos gracias al Señor por la oportunidad de tener comunión con otros santos. Todos los días al tener comunión con el Señor, somos llevados a tener comunión con otros santos. Cuanto más tengamos esta clase de comunión, más cantaremos y alabaremos al Señor juntos. No cantamos ni alabamos mucho debido a que estamos escasos de la comunión divina.
Tal como la corriente de la electricidad es la electricidad misma, la comunión de la vida divina, es decir, el fluir de la vida divina, es la vida divina misma. Podemos decir que los aparatos eléctricos viven una “vida eléctrica”, una vida de la corriente de la electricidad. De la misma manera, nuestra vida cristiana es una vida que consta de la comunión de la vida divina. El Nuevo Testamento revela que las reuniones cristianas, la vida matrimonial cristiana y la obra cristiana son simplemente la comunión divina. En la vida cristiana la comunión divina lo es todo. Aquellos que fueron salvos en Hechos 2 fueron introducidos en la comunión de los apóstoles y perseveraban en ella (v. 42). Más adelante en el Nuevo Testamento, la comunión divina es llamada la comunión del Padre y de Su Hijo (1Jn. 1:3), la comunión del Espíritu Santo (2 Co. 13:14) y la comunión de espíritu (Fil. 2:1).
En su primera epístola, Juan habla de la comunión divina. En 1 Juan 1:2-3 dice: “(Y la vida fue manifestada, y hemos visto y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó); lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos también a vosotros, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con Su Hijo Jesucristo”. Los apóstoles querían tener comunión con los creyentes; ésta es la comunión horizontal. Luego los apóstoles dijeron que su comunión era con el Dios Triuno; ésta es la comunión vertical. La comunión vertical nos introduce en la comunión horizontal. Luego, la comunión horizontal nos introduce en la comunión vertical en una escala más grande. Esta escala más grande de comunión se encuentra en las reuniones.
Hoy en día damos énfasis a la nueva manera, la manera ordenada por Dios, de reunirnos y de servir. Debemos comprender que la nueva manera proporcionará una manera de reunirnos que será diferente de la que tenemos hoy. En las reuniones que se hagan según la nueva manera, todos estarán llenos del disfrute de Cristo, participando de los aspectos vertical y horizontal de la comunión divina. La reunión misma será una comunión. No obstante, hoy en día nuestras reuniones no son así. No han alcanzado el nivel de la visión que tenemos con respecto a las reuniones adecuadas.
Todas las funciones que ejercemos en las reuniones deben ser una expresión de la comunión divina. El profetizar es una expresión de esta comunión. El testificar también es parte de esta comunión. Leer a los santos un versículo de la Biblia durante la reunión de la mesa del Señor también puede ser una pequeña parte de esta comunión. Toda la reunión debe ser una comunión. Debemos tener comunión verticalmente con el Señor y, al mismo tiempo, horizontalmente unos con otros.
Finalmente, en esta comunión divina Dios es entretejido con nosotros. Este entretejer es la mezcla de Dios con el hombre. Todas las reuniones deben ser una comunión entretejida que incluya los aspectos vertical y horizontal. Nuestra vida matrimonial también debe ser una comunión entretejida. El esposo y la esposa no sólo deben ser entretejidos el uno con el otro, sino también con el Señor. El verdadero matrimonio cristiano debe ser la comunión divina. Nuestra coordinación y la obra que realizamos juntos también deben ser la comunión divina.
Debemos comprender que cuando la comunión desaparece, Dios también desaparece. Dios viene como la comunión. Hoy en día nuestras reuniones, nuestra vida matrimonial, la coordinación entre los colaboradores y la comunión entre las iglesias locales son anormales porque estamos escasos de esta comunión. Hoy en día no hay suficiente comunión entre las iglesias locales, y las iglesias no son absolutamente uno en la comunión.
La comunión divina lo es todo para la vida cristiana. El apóstol Pablo vivía en esta comunión. Cuando vivimos en la comunión divina, nuestra vida cristiana se vuelve muy viviente, activa y llena de impacto. Necesitamos entrar plenamente en la experiencia de la comunión divina en sus dos aspectos por medio de los dos espíritus.