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Mensajes del libro «Dios Triuno es vida para el hombre tripartito, El»
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CAPÍTULO DOS

El pensamiento de que dios sea la vida del hombre se ve a lo largo de la revelación divina, de principio a fin (2)

  Lectura bíblica: 4, Jn. 1:14, 16; 14:6a; 11:25a; 10:l0b; 1 Jn. 5:11-12 Jn.l0:11, 15b, 17-18a, 28a; 3:14-15; He. 7:16; Jn. 19:34; 1 Co. 15:45; Jn. 3:16, 36a; 20:31

EL PENSAMIENTO DE QUE DIOS SEA LA VIDA DEL HOMBRE SEGÚN SE VE EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

  El título y el tema de esta serie de mensajes es “El Dios Triuno es vida para el hombre tripartito”. Este título es muy específico. En tal título vemos que Dios es triuno y que el hombre es tripartito. El título de los primeros mensajes de esta serie, “El pensamiento de que Dios sea la vida del hombre se ve a lo largo de la revelación divina, de principio a fin”, también es muy significativo. El pensamiento de que Dios sea la vida del hombre se ve por toda la Biblia, desde Génesis hasta Apocalipsis. Consideremos una vez más los puntos principales del mensaje anterior.

Que Dios creara cosas vivientes indica que Dios es el Dios de vida

  Que Dios creara cosas vivientes indica que Dios es el Dios de vida. Toda la tierra está llena de cosas vivientes, en el agua, en el aire y en la tierra. En el mar existe la vida acuática; en el aire, las aves; y en la tierra, el ganado, las bestias y todo lo que se arrastra (Gn. 1:20-21, 24-25). Además de todas estas cosas, hay hierba, árboles y flores (vs. 11-12). Las cosas vivientes que tienen conciencia de vida, así como las que no tienen tal conciencia, indican que el Creador de todas ellas debe ser una persona de vida. El primer punto que se encuentra en la Biblia con respecto a que Dios es vida para nosotros es el hecho de que Él creó las cosas vivientes que hay en la tierra.

Que Dios creara al hombre a Su imagen indica que Dios quiere que el hombre tenga a Dios como Su vida para que el hombre pueda expresar a Dios

  La acción de Dios al crear al hombre a Su propia imagen (vs. 26-27) indica que Dios quiere que el hombre lo tenga a Él como su vida a fin de que el hombre lo pueda expresar. La razón por la cual Dios creó al hombre a Su imagen era que el hombre expresara a Dios. El hombre sólo puede expresar a Dios si tiene a Dios como su vida. La manera en que Dios creó al hombre indica que Dios quería que el hombre tuviera a Dios como su vida.

Que Dios pusiera al hombre delante del árbol de la vida indica que Dios, representado por el árbol de la vida, desea que el hombre lo tome a Él como la vida del hombre

  El árbol de la vida (2:8-9) es un símbolo de Dios como vida. Dios es Espíritu (Jn. 4:24); como tal, Él es abstracto, lo cual dificulta que la gente aprehenda, comprenda o toque a Dios. En Su sabiduría Dios usó el árbol de la vida como símbolo de Sí mismo. El árbol de la vida es un árbol especial. Todas las otras diferentes clases de árboles, tales como el manzano, el duraznero y el banano, todo el mundo fácilmente los entiende. Pero no muchos entienden lo que es el árbol de la vida. La vida es misteriosa y abstracta. El árbol de la vida simboliza a Dios como vida. Por lo tanto, cuando tomamos del árbol de la vida, recibimos a Dios en nosotros como nuestra vida. Aunque esto parece muy sencillo, el árbol de la vida no es fácil de entender.

  Hace varios años, en un programa de radio en Los Ángeles, se le preguntó a un predicador famoso y maestro de la Biblia qué era el árbol de la vida. Él respondió que, puesto que el árbol de la vida ya no existía, ya no había necesidad de saber. Su respuesta indicó que le hacía falta un conocimiento apropiado de la Biblia. El árbol de la vida no sólo se menciona en Génesis 2, sino también en Apocalipsis 2 y 22. Apocalipsis 2:7 dice: “Al que venza, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en el Paraíso de Dios”. ¿Cómo es posible que el Señor nos dé a comer de algo que ya no exista? En Apocalipsis 22:2 la Biblia concluye enfáticamente con el asunto del árbol de la vida. El árbol de la vida sigue existiendo, pero muy pocos entienden su significado. La vida es inexplicable, y Dios también es inexplicable. El árbol de la vida en Génesis 2:9 simboliza a Dios. Por lo tanto, el árbol de la vida también puede ser llamado “el árbol de Dios”.

  Conforme a la descripción en Apocalipsis 22:2, el árbol de la vida aparentemente es una vid. Este versículo dice que el árbol de la vida crece en los dos lados del río. Así pues, crece a lo largo del río en las dos orillas. Un pino, el cual crece hacia arriba, nunca podría ocupar dos lados de un río; pero una vid sí puede. En Juan 15 el Señor Jesús dijo que Él era la vid verdadera (v. 1). Las otras vides son símbolos, pero el Señor Jesús es la vid verdadera. Si agrupamos Génesis 2, Juan 15 y Apocalipsis 22, podemos ver que Dios es el árbol de la vida y que el árbol de la vida es una vid. Como vid, Dios puede llegar a los hombres dondequiera que estén.

Que Dios prohibiera, por medio de los querubines y la espada de fuego, que el hombre caído tomara del árbol de la vida, indica que la gloria, la santidad y la justicia de Dios no permiten que el hombre pecaminoso abuse de la vida de Dios

  Que Satanás tentara al hombre para que tomara del árbol del conocimiento indica que Satanás quiere impedir que el hombre tome a Dios como su vida (Gn. 3:1-6). Después de que el hombre tomó del árbol del conocimiento, Dios puso querubines y una espada de fuego (v. 24) delante del árbol de la vida para impedir que el hombre también tomara del árbol de la vida. Que Dios prohibiera, por medio de los querubines y la espada de fuego, que el hombre caído tomara del árbol de la vida, indica que la gloria de Dios (representada por los querubines), Su santidad (representada por el fuego) y Su justicia (representada por la espada) no permiten que el hombre pecaminoso abuse de la vida de Dios. La espada representa la justicia de Dios. En Apocalipsis 19 el Señor es Aquel que juzga con justicia (v. 11) y tiene una espada aguda que sale de Su boca (v. 15). El Señor juzga con la espada, y la espada está relacionada con Su justicia. La gloria, la santidad y la justicia de Dios mantienen al hombre alejado impidiéndole tomar a Dios como su vida. El hombre caído ha perdido su posición para entrar en Dios y tomar a Dios como su vida.

El hombre tiene el derecho de participar de Dios como la fuente de vida por medio de la redención de Cristo

  La redención de Cristo satisface el requisito de la gloria, la santidad y la justicia de Dios. El Señor Jesús murió por nosotros para satisfacer los requisitos de Dios. Cristo nos redimió y nos restauró a nuestra posición original para que podamos entrar en Dios y disfrutarlo como nuestra vida. Puesto que la redención de Cristo todavía no se había realizado en el Antiguo Testamento, Dios usó la expiación, la cual era efectuada con los sacrificios de animales. La expiación del Antiguo Testamento tipificó la redención de Cristo que se ve en el Nuevo Testamento. La sangre del sacrificio ofrecido a Dios por los pecados de los israelitas en el Día de la Expiación era introducida en el Lugar Santísimo y rociada sobre la tapa del arca (Lv. 16:14-15). Dentro del arca, bajo su cubierta, estaban las dos tablas de los Diez Mandamientos. Estos mandamientos imponían al hombre ciertas exigencias delante de Dios. Pero la sangre del novillo cubría las exigencias de estos mandamientos. Como resultado, Dios sólo podía ver la sangre que cubría, y no los Diez Mandamientos. La situación problemática entre el hombre y Dios estaba cubierta, es decir, expiada. El resultado de esta expiación era la paz. Sobre la cubierta expiatoria, sobre la tapa del arca, Dios y el hombre podían reunirse en paz. La expiación que existía en el Antiguo Testamento les dio a los santos el derecho de participar de Dios como la fuente de la vida para su satisfacción (Sal. 36:8-9).

  La expiación que se ve en el Antiguo Testamento señalaba hacia la redención de Cristo, la cual Él realizó en el Nuevo Testamento. Ahora, bajo esta redención tenemos el pleno derecho de entrar en Dios y tomarlo como nuestra vida.

EL PENSAMIENTO DE QUE DIOS SEA LA VIDA DEL HOMBRE SEGÚN SE VE EN EL NUEVO TESTAMENTO

Dios viene para encarnarse a fin de que el hombre le recibiera como gracia y realidad, las cuales son Dios mismo para ser la vida del hombre como la porción eterna del hombre

  El primer punto que se encuentra en el Nuevo Testamento con respecto a Dios como vida para nosotros es Su encarnación. Dios vino para encarnarse a fin de que el hombre le recibiera como gracia y realidad (Jn. 1:14, 16). Tanto la gracia como la realidad son Dios mismo para ser la vida del hombre como su porción eterna. Dios se encarnó para poder impartirse en nosotros como vida. Juan 1:14 dice: “El Verbo se hizo carne, y fijó tabernáculo entre nosotros [...] lleno de gracia y de realidad”. Que el Verbo se hiciera carne significa que Dios se hizo hombre. La gracia es Dios disfrutado por nosotros, y la realidad es Dios obtenido por nosotros. Cuando obtenemos a Dios, eso es realidad. Si lo tenemos todo en el universo, pero no tenemos a Dios, todo es vanidad. Sólo Dios es realidad. Cuando obtenemos, comprendemos y aprehendemos a Dios, Él llega a ser realidad para nosotros.

  A fin de disfrutarlo a Él y obtenerlo a Él, Dios debe ser nuestra vida. Juan 1:1 dice: “En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios”. El versículo 3 dice que todas las cosas llegaron a existir por medio de Él. Luego el versículo 4 dice: “En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”. Al agrupar estos versículos al versículo 14, podemos ver que Dios como el Verbo se hizo carne para traernos gracia y realidad. Tener gracia y realidad es tener a Dios como vida.

  Conforme al uso neotestamentario, la gracia y la realidad equivalen a la vida. En Juan 14:6 el Señor declaró: “Yo soy el camino, y la realidad, y la vida”. En este pasaje de la Palabra, la realidad y la vida están ligadas. Si no tenemos la realidad, ¿cómo podemos tener el camino? Si no tenemos la vida, ¿cómo podemos tener la realidad? Cuando tenemos la vida, también tenemos la realidad. Cuando tenemos la realidad, la realidad es el camino. Somos seres humanos; pero sin la vida humana, ¿cómo podríamos tener la realidad humana? Sin la realidad humana, ¿cómo podríamos llevar a cabo las cosas humanas? Para poder llevar a cabo las cosas humanas, necesitamos la realidad humana, y para tener la realidad humana, es necesario tener la vida humana. El camino es la realidad, y la realidad es la vida. Así que, Juan 14:6 nos dice que la realidad y la vida son una misma cosa. La gracia y la vida también son una sola cosa. Tanto en 1 Corintios 15:10 como en Gálatas 2:20 está la frase: “No yo, sino”. En 1 Corintios 15:10 dice: “...No yo, sino la gracia de Dios”, y Gálatas 2:20 dice: “No soy yo [...] sino [...] Cristo”. Al unir estos dos versículos, vemos que la gracia es Cristo mismo. En 2 Corintios 13:14 se refiere a “la gracia del Señor Jesucristo”. Esto también indica que la gracia es solamente Cristo. Este Cristo es Aquel que vive en nosotros (Gá. 2:20; Ro. 8:10) como nuestra vida (Col. 3:4). Cuando unimos todos estos versículos, podemos ver que la gracia es la vida divina de Dios que llega a ser nuestra porción. Cuando la vida divina de Dios llega a ser nuestra porción, esto es la gracia. Según la teología popular de los Estados Unidos, la gracia es un favor inmerecido. Recibir como regalo un buen automóvil para transportarnos, sin pagar nada, se consideraría como gracia. Esta clase de teología es muy superficial. Sin embargo, Himnos, #211 define la gracia conforme a su definición más alta:

  Gracia, en su mayor definición Es Dios en Cristo siendo mi porción; No sólo es algo hecho a mi favor, Sino Dios mismo como bendición.

  Dios se encarnó para que pueda yo, Hoy recibirle en Su realidad; Ésta es la gracia que viene de Dios, La cual es Cristo en Su humanidad.

  Pablo, el apóstol, no consideró Más que a Cristo, la gracia de Dios; Por esta gracia se fortaleció, Y en la carrera a todos pasó.

  Basta la gracia, suficiente es, Cristo en nosotros: fuerza y vigor; En nuestro espíritu la gracia está Energizando, obrando el plan de Dios.

  El Cristo vivo esta gracia es, La necesito experimentar; Que pueda yo la gracia conocer, Y en mi vivir a Cristo realizar.

  Juan 1 es un capítulo maravilloso porque allí Dios como el Verbo (v. 1) que viene en encarnación es combinado con la gracia y la realidad (v. 14) para ser nuestra vida (v. 4). Luego el versículo 16 dice: “Porque de Su plenitud recibimos todos, y gracia sobre gracia”. Todos estos versículos indican que el propósito de la encarnación de Dios era introducir a Dios mismo en nosotros, es decir, impartirlo en nosotros como nuestra vida. La gracia y la realidad son Dios mismo. Dios vino para ser encarnado a fin de que el hombre lo recibiera como gracia y realidad, las cuales son Dios mismo para ser la vida del hombre como la porción eterna del hombre. Dios como vida es nuestra porción eterna. No hay nada más valioso que Dios como vida para nosotros a fin de ser nuestra porción eterna. Como seres humanos, la cosa más valiosa para nosotros es nuestra vida humana. La ropa, una casa o un automóvil no son tan importantes como nuestra vida. Si se acaba nuestra vida humana, estamos acabados. La vida lo es todo. De igual manera, Dios es nuestra porción para ser nuestra vida. Ésta es la máxima bendición.

Cristo vino como vida para que el hombre tuviera la vida divina, y para que la tuviera en abundancia

  Cristo vino como vida para que el hombre tuviera vida, y para que la tuviera en abundancia (Jn. 14:6a; 11:25a; l0:l0b; 1 Jn. 5:11-12). Él vino al hombre por medio de la encarnación. No meramente descendió de los cielos a la tierra para declarar que Él era vida para el hombre. Esto no habría servido. Él tenía que venir por medio de la encarnación, a través del vientre de una virgen, porque tenía que morir por nuestros pecados. A fin de morir por nuestros pecados, Él tuvo que derramar Su sangre (He. 9:22); por tanto, necesitaba un cuerpo de sangre y carne. La única manera de obtener tal cuerpo era encarnarse. Por medio de la encarnación, Él obtuvo un cuerpo de sangre y carne a fin de realizar la redención. Sin embargo, Él vino por medio de la encarnación no sólo para salvarnos de nuestros pecados, sino también para que pudiera ser vida para nosotros. En Juan 10:10b el Señor mismo dijo que Él vino para que el hombre tuviera vida, y para que la tuviera en abundancia. Cristo vino como vida y resurrección (14:6; 11:25). Así que, cuando Él vino, la vida vino, y cuando lo recibimos a Él, tenemos vida (1 Jn. 5:11-12).

Cristo puso Su propia vida humana por el hombre y la volvió a tomar para liberar Su vida divina a fin de impartirla en Sus creyentes

  El Señor Jesús puso Su propia vida humana por el hombre (Jn. 10:11, 15b, 17-18a). El Señor Jesús tiene dos vidas. La vida que Él vino a darnos es la vida divina (v. 28a), y la vida que Él puso por nosotros es Su vida humana, la vida de Su alma (v. 11). Él murió en la vida humana, pero permaneció vivo en la vida divina. El hecho de que Cristo pusiera Su vida significa que Él sacrificó o renunció a Su vida humana por nosotros. El Señor puso Su propia vida humana por el hombre pecaminoso y la volvió a tomar (v. 18a). El hecho de que el Señor la volviera a tomar significa que se levantó, resucitó, de entre los muertos. Por medio de la muerte y la resurrección, Él liberó Su vida divina para poder impartir la vida divina en Sus creyentes (12:24). La vida divina ha sido liberada para que la recibamos, y la manera de recibirla es sólo creer en Cristo como el Resucitado (3:15-16, 36).

Cristo fue levantado en la cruz en forma de serpiente para que los creyentes tuvieran la vida eterna de Dios, la vida increada e indestructible

  Cristo fue levantado en la cruz en forma de serpiente (Jn. 3:14-15). Él murió en la cruz no sólo como hombre, sino también como serpiente. Los hombres caídos son serpientes (Mt. 3:7; 12:34; 23:33) que han sido envenenados por la serpiente antigua, Satanás (Ap. 12:9). Como hombres caídos, nosotros hemos sido mordidos, envenenados, por Satanás. La naturaleza venenosa de la serpiente antigua está dentro de nosotros. Por lo tanto, a los ojos de Dios no sólo somos seres humanos; somos serpientes con una naturaleza serpentina. Cristo murió por nosotros en forma de serpiente, tipificado por la serpiente de bronce que Moisés levantó en el desierto (Jn. 3:14-15; Nm. 21:8-9). En Números 21, muchos de los hijos de Israel fueron mordidos por las serpientes ardientes. A los ojos de Dios, ellos mismos se habían convertido en serpientes. Así que, Moisés puso una serpiente de bronce sobre un asta, y los israelitas que miraban a la serpiente eran sanados. La serpiente sobre el asta tenía la forma de la serpiente pero no su veneno. De la misma manera, el Señor Jesús tenía la semejanza de la carne de pecado (Ro. 8:3), la forma de la carne de pecado, pero no participó del pecado de la carne (He. 4:15; 2 Co. 5:21). Debido a que el Señor Jesús fue levantado en forma de serpiente, a los ojos de Dios, Él era una serpiente. Ser levantado es ser juzgado, expuesto y avergonzado públicamente. Cristo fue juzgado por nosotros para que nosotros, Sus creyentes, tuviéramos la vida eterna de Dios, la vida increada e indestructible (He. 7:16). Debido a que la vida de Dios es eterna, también es indestructible. Si pudiera ser destruida, no sería eterna. Que sea eterna significa que existe bajo cualquier circunstancia. Así que, es eterna. En naturaleza y en norma, Dios es eterno, sin ninguna limitación. Esta vida eterna nos es dada por medio del levantamiento de Cristo en forma de serpiente. Él murió en forma de serpiente para sufrir vergüenza por nosotros públicamente, delante de todo el universo, de modo que Su vida pudiera ser liberada desde Su interior e impartida en nosotros. Esta vida que se imparte en nosotros es eterna, increada e indestructible.

Cristo efectuó la redención y liberó Su vida divina por medio de Su muerte en la cruz

  Por medio de Su muerte en la cruz, Cristo efectuó la redención de Dios y liberó Su vida divina. Estas dos cosas son representadas por el derramamiento de Su sangre y por el hecho de que de Él salió agua (Jn. 19:34). Cristo vino por medio de la encarnación, y Su muerte y resurrección fueron una continuación de Su jornada en la encarnación. ¿Cuál fue el destino de Su jornada? El destino de la jornada del Dios Triuno a través de la encarnación es el espíritu del hombre. A menos que el Dios Triuno llegue a nuestro espíritu, Él no ha llegado a Su destino. A fin de llegar a Su destino, el Dios Triuno tuvo que pasar por el vivir humano, la muerte y la resurrección. Por medio de la muerte, Él efectuó la redención. Necesitábamos la redención, porque no podíamos satisfacer el requisito triple de la gloria, la santidad y la justicia de Dios. Mientras los requisitos de Dios no sean satisfechos, Dios no tiene la manera de entrar en nosotros. Por medio de la redención de Cristo, la gloria, la santidad y la justicia de Dios fueron satisfechas. Éste es el lado negativo de la muerte de Cristo, representado por el derramamiento de Su sangre (v. 34).

Por medio de Su resurrección, Cristo como el postrer Adán llega a ser el Espíritu vivificante que imparte vida

  La muerte de Cristo liberó Su vida divina, representada por el agua que salió de Él (v. 34). Éste es el lado positivo de la muerte de Cristo. Su vida divina pudo ser liberada desde el interior de la cáscara de Su humanidad (12:24) solamente por medio de la muerte y la resurrección. En resurrección Él fue hecho Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Como Espíritu vivificante, Él está listo para entrar en nuestro espíritu. Cuando invocamos: “Oh, Señor Jesús”, Él llega inmediatamente a Su destino, es decir, a nuestro espíritu. Nuestro espíritu es el destino de Su jornada.

  Cristo ha dado varios pasos en Su jornada a través de la encarnación para ser la vida del hombre. Su primer paso fue el de entrar en el vientre de una virgen (Mt. 1:23). Su segundo paso fue el de salir de aquel vientre para ser un Dios-hombre. Su tercer paso fue andar en la tierra en Su vivir humano. La meta de tal andar es el espíritu del hombre. Pero para entrar en el espíritu del hombre, Cristo tuvo que morir en la cruz para redimir al hombre y tuvo que resucitar de entre los muertos para llegar a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Como el Espíritu, Él puede entrar en el hombre. Cuando el hombre invoca el nombre del Señor, el Señor llega a Su destino.

Todo aquel que cree en Cristo tiene la vida divina y eterna

  Que Cristo llegara a ser el Espíritu vivificante que imparte vida es el último paso de Su venida al hombre. Ahora sólo una cosa es necesaria: debemos creer en Él para tener la vida eterna (Jn. 3:16, 36a; 20:31). La manera de creer en Él es invocar Su nombre (Ro. 10:9, 13). Cuando invocamos Su nombre, Él entra en nosotros inmediatamente. Él entra en nosotros, y nosotros entramos en Él. Nuestra acción de creer en Él lo introduce en nuestro espíritu (1 Co. 6:17; Ro. 8:10), el cual es el destino de Su jornada.

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