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Mensajes del libro «Dios Triuno es vida para el hombre tripartito, El»
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CAPÍTULO SIETE

Ser salvos en la vida divina de cristo (2)

  Lectura bíblica: Ro. 5:10; 8:2, 6b, 4; 12:2a; 6:19b, 22b; 12:2b; 8:6; Col. 3:4; Ro. 12:1, 3-5; 8:29b, 6, 11, 30c; Fil. 3:21; Ro. 8:11, 23; 5:17; 16:20

  Ser salvos en la vida divina de Cristo es algo que es progresivo. Muchas veces los cristianos fundamentalistas les preguntan a otros: “¿Ha sido usted salvo?”. Cuando se me hacía esa pregunta, hace más de cincuenta y cinco años, yo respondía enfáticamente diciendo: “Sí, ciertamente he sido salvo”. Pero si usted me hace esa pregunta hoy en día, tal vez yo diga: “Bueno, es difícil decirlo. Sí, he sido salvo en algunas áreas, pero todavía hay muchísimas áreas en las que no he sido salvo”. Hemos sido salvos eternamente de la perdición eterna, del juicio eterno y de la muerte eterna en el lago de fuego. Pero en términos de ser liberados de la ley del pecado, todavía no hemos sido completamente salvos.

  En Romanos 7:15, 17 y 20, Pablo dijo: “Porque lo que hago, no lo admito; pues no practico lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago [...] De manera que ya no soy yo quien obra aquello, sino el pecado que mora en mí [...] Mas si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí”. Estos versículos indican que el mal que Pablo practicaba se debía al pecado que moraba en él. Romanos 7 trata del pecado que mora en uno, y Romanos 8 trata del Cristo que mora en uno. El pecado es la corporificación de Satanás, y Cristo es la corporificación de Dios. Estas dos corporificaciones están dentro de nosotros. Cristo como corporificación de Dios está en nuestro espíritu, y el pecado como corporificación de Satanás está en nuestra carne.

  Perder la paciencia es una indicación de que no hemos sido liberados de la ley del pecado. Es probable que seamos muy santos en un momento, pero que después de unos minutos perdamos la paciencia. Cuando perdemos la paciencia, la ley del pecado está en operación en los miembros de nuestro cuerpo. Así que, no hemos sido completamente salvos del cautiverio, la esclavitud, del pecado, esto es, de la ley del pecado. En algunas ocasiones experimentamos ser salvos del cautiverio del pecado; pero en otras, somos derrotados por la ley del pecado. En tales ocasiones nosotros, así como Pablo, podríamos decir: “¡Miserable de mí!” (Ro. 7:24). Cuando tenemos un conocimiento exhaustivo de nosotros mismos y de la manera en que el Señor nos salva, no podemos osadamente decir que somos salvos en todas las cosas. Sólo podemos decir que hemos sido salvos en algunas cosas. Todavía hay muchas otras cosas de las que aún no hemos sido salvos. Así que, la vida cristiana es una vida en la que somos salvos continuamente.

  Romanos es un libro particular debido a que contiene muchos términos particulares y temas que no se tratan en ningún otro libro del Nuevo Testamento. La justificación, la santificación en vida, la transformación y la conformación son temas que se encuentran únicamente en las epístolas de Pablo. Estos asuntos se recalcan mucho en el libro de Romanos. Frases tales como “presentéis vuestros cuerpos” (12:1), “presentaos [...] vuestros miembros [...] como armas” (6:13) y “aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies” (16:20) también son únicas en su género y sólo se usan en el libro de Romanos. Es muy útil en el estudio de Romanos recopilar todos estos términos, asuntos y frases particulares, y luego estudiarlos.

NOSOTROS, LAS PERSONAS TRIPARTITAS COMO EL PUEBLO REDIMIDO DE DIOS, SOMOS SALVOS EN LA VIDA DIVINA DE CRISTO, QUIEN ES LA CORPORIFICACIÓN DEL DIOS TRIUNO PROCESADO

Somos salvos del cautiverio, la esclavitud, del pecado, es decir, de la ley del pecado por medio de la liberación de la ley del Espíritu consumado

  Nosotros, el pueblo redimido de Dios, somos salvos en la vida divina de Cristo del cautiverio, la esclavitud, del pecado, es decir, de la ley del pecado por medio de la liberación de la ley del Espíritu consumado (Ro. 8:2). La ley del Espíritu consumado es el medio por el cual se es liberado del cautiverio del pecado. Ser liberado del cautiverio, la esclavitud, del pecado, es decir, de la ley del pecado, es la meta de la ley del Espíritu consumado. Pero a fin de que la ley del Espíritu consumado opere, se requiere que cooperemos al poner nuestra mente en el espíritu mezclado (v. 6b) y al andar según el espíritu mezclado (v. 4).

Somos salvos del siglo presente del mundo por medio de la santificación del Espíritu consumado

  Nosotros también necesitamos ser salvos en la vida divina de Cristo del siglo presente del mundo por medio de la santificación del Espíritu consumado (Ro. 12:2a; 6:19b, 22b). Este Espíritu consumado es la consumación del Dios Triuno procesado. Mediante los pasos de encarnación, vivir humano, muerte y resurrección, el Dios Triuno fue procesado y consumado. Por medio del último paso de resurrección, el proceso fue completado, y el Espíritu llegó a Su consumación. Este Espíritu consumado puede introducir la vida divina en nosotros para regenerarnos. Antes de la encarnación, el Espíritu de Dios no estaba calificado ni estaba en la posición de impartir la vida de Dios en nosotros, debido a que nuestros pecados aún no habían sido juzgados en conformidad con los justos requisitos de Dios. Esta demanda fue satisfecha por la redención de Cristo. Antes de la encarnación, la humanidad jamás se había unido o mezclado con la divinidad. Mediante la encarnación, muerte y resurrección, el Espíritu de Dios llegó a estar equipado y calificado para impartirle vida al hombre y salvarlo en la vida divina.

  Necesitamos ser santificados del siglo presente del mundo por medio del Espíritu consumado, no por nuestra fuerte voluntad ni nuestra mente. Yo puede que lea el periódico con el fin de enterarme un poco de la situación mundial. Pero cuando muchas hermanas leen el periódico, inmediatamente tratan de encontrar información acerca de las rebajas que hay en las diferentes tiendas por departamento. Estas rebajas son algo que pertenece al siglo de este mundo. Necesitamos ser salvos del siglo presente de este mundo. Estar ocupado con las rebajas de las diferentes tiendas por departamento anula que seamos santos y fomenta que seamos comunes, mundanos y modernos según la moda de este mundo. Necesitamos ser salvos de la moda de este mundo mediante una separación santa.

  Ser santificado es ser hechos santos al ser separados del siglo presente del mundo. Amar al mundo es amar ser modernos. Todas las tiendas por departamentos exhiben artículos modernos de esta época. Tal vez pensamos que somos santos, pero tenemos que preguntarnos si la manera en que nos peinamos o la forma en que vestimos es moderna o no.

  Para poder ser salvos, necesitamos ser separados para Dios siendo santificados por el Espíritu consumado por medio de nuestra cooperación al no amoldarnos a este siglo (Ro. 12:2a). Todos nosotros tenemos la tendencia a ser modernos. Por lo tanto, tenemos que cooperar con el Señor al no conformarnos a este siglo. Dios ha preparado y efectuado todo en nuestro favor, pero aun así, Él requiere nuestra cooperación. Un bebé hambriento tiene que cooperar con su madre a la hora de comer abriendo su boca para recibir el alimento. A fin de ser santificados, tenemos que cooperar no conformándonos a este siglo. Tenemos que aborrecer cualquier conformación con la época moderna de este mundo.

  Muchas veces no tenemos tiempo para las cosas del Señor debido a que dedicamos mucho tiempo a ser modernos. Gastamos media hora peinándonos, cuando podríamos peinarnos en dos minutos. Hace algunos años en Shanghái, les dije a las hermanas que ellas necesitaban invertir más tiempo en la mañana para estudiar la Biblia. Muchas replicaron que estaban demasiado ocupadas y que no tenían suficiente tiempo. Pero descubrí que muchas hermanas pasaban mucho tiempo frente al espejo peinándose. Cuando descubrí esto, les pedí que redujeran su tiempo frente al espejo a cinco minutos y que dieran más tiempo al estudio de la Biblia en la vigilia matutina.

  Tenemos que ser santificados del siglo presente de este mundo. Digo esto no porque quiera permanecer ignorante de la situación mundial. Aunque conozco la situación mundial y la historia del mundo, no quiero ser moderno ni ser amoldado la época moderna. Por el contrario, deseo ser transformado por el Espíritu.

  Somos salvos en la vida divina por la santificación del Espíritu consumado mediante nuestra cooperación al presentarnos como esclavos a Dios y nuestros miembros como armas de justicia (Ro. 6:22b, 19b). Ofrecer nuestros cuerpos en una forma general no es suficiente. Tenemos que ofrecer nuestros miembros en una forma particular. Tenemos que ofrecer nuestras manos, nuestros ojos, nuestros pies, incluso cada uno de nuestros miembros, como armas de justicia.

Somos salvos de nuestro ser natural por medio de la transformación del Espíritu vivificante

  Somos salvos en la vida divina de Cristo de nuestro ser natural por medio de la transformación del Espíritu vivificante (Ro. 12:2b). La transformación no es meramente un cambio en nuestra apariencia externa. La transformación es un cambio interno y metabólico, lo cual conlleva algo orgánico. Supongamos que la tez de mi rostro es pálida. Yo puedo poner diferentes colores en mi rostro con el fin de cambiar el color de mi cara. Eso sería un cambio, no una transformación, del color de mi cara.

  La transformación es una cosa completamente distinta. La transformación es un cambio metabólico. Este cambio metabólico incluye el que algo orgánico sea introducido en una entidad viviente produciéndole un cambio interno. Dicho cambio metabólico consiste en agregar una nueva sustancia a nuestro ser; por un lado, esto nutre nuestro ser con nuevos elementos y, por otro, desecha las cosas viejas de nuestro ser. Las cosas viejas son desechadas, y los elementos nuevos se mezclan con nuestro ser. Esto produce un cambio metabólico. Pablo usa la palabra transformación con el fin de recalcar la necesidad de un cambio orgánico. Este cambio orgánico es producido por el elemento divino al ser añadido a nuestro ser para desechar los elementos de nuestra vieja naturaleza y para proveernos nuevos elementos. Por medio del Espíritu vivificante, somos transformados de nuestro ser natural. Es probable que de nacimiento usted sea una persona muy agradable, suave y bondadosa. Quizá usted les agrada a todos. Pero usted tiene que darse cuenta de que esto es su ser natural y tiene que ser transformado.

  La transformación ocurre por medio de la renovación de nuestra mente (Ro. 12:2b). Anteriormente nuestra mente estaba puesta en la carne. Ahora tenemos que cambiar la posición de nuestra mente al ponerla en el espíritu. La mente puesta en el espíritu es vida y paz (Ro. 8:6). Cambiar la posición de nuestra mente transformará nuestra mente.

  Somos transformados por el metabolismo en el elemento de la vida divina (Col. 3:4). Cristo es nuestra vida. En cualquier clase de vida orgánica hay un elemento orgánico. Cristo es el elemento orgánico que crece en nosotros y nos transforma.

Somos salvos del individualismo al ser edificados en el Cuerpo de Cristo

  En la vida divina somos salvos del individualismo al ser edificados en el Cuerpo de Cristo (Ro. 12:5). Hoy en día en esta tierra hay muy pocos cristianos que han sido edificados en el Cuerpo de Cristo. Todos nosotros todavía estamos en camino a ser edificados en el Cuerpo de Cristo. Aún somos muy individualistas. Aún queda en nosotros cierto porcentaje de individualismo.

  Somos edificados en el Cuerpo de Cristo y somos salvos del individualismo al presentar nuestros cuerpos en sacrificio vivo (Ro. 12:1) y al no tener más alto concepto de nosotros mismos que el que debemos tener (v. 3). Esto no es tan fácil. La mayoría de los problemas que se dan en la vida de iglesia provienen principalmente de tener un concepto de nosotros mismos más elevado de lo que somos.

Somos salvos de la manifestación de la semejanza de nuestro yo por medio de la conformación del Espíritu que imparte vida

  Somos salvos en la vida divina de Cristo de la manifestación de la semejanza de nuestro yo por medio de la conformación del Espíritu que imparte vida (Ro. 8:29b). Éste es otro aspecto del Espíritu. Seamos malos o buenos, amables o toscos, de todos modos manifestamos la semejanza de nuestro yo. Por consiguiente, necesitamos la conformación por medio de la transformación en la misma imagen del Hijo de Dios. Esta conformación tiene como finalidad la madurez en la vida divina.

Somos salvos de nuestro cuerpo de humillación por medio de la transfiguración en la virtud de la vida divina

  El resultado de que seamos salvos en la vida divina de Cristo es la transfiguración, en la virtud de la vida divina, de nuestro cuerpo de humillación (Ro. 8:30c; Fil. 3:21; Ro. 8:11). La transfiguración de nuestro cuerpo es la redención de nuestro cuerpo mediante el Espíritu que mora en nosotros. Cuando el Espíritu que mora en nosotros nos sature completamente, nuestro cuerpo será redimido. La saturación de nuestro cuerpo con el Espíritu será la transfiguración de nuestro cuerpo. Un algodón blanco que es saturado de tinta roja es un buen ejemplo de esto. Cuando se le inyecta tinta roja al centro del algodón, la tinta satura todo el algodón desde adentro. Al ser inyectada más tinta al centro del algodón, toda la bola de algodón finalmente se satura. Es entonces que el algodón estará “transfigurado”. El algodón blanco se volverá un algodón rojo. Del mismo modo, nuestro cuerpo será transfigurado y redimido por el Espíritu que satura.

  La transfiguración de nuestro cuerpo de humillación se lleva a cabo por la redención de nuestro cuerpo por medio del Espíritu que mora en nosotros, quien es las primicias, el anticipo (Ro. 8:23). De hecho, el Espíritu de las primicias es el Espíritu del anticipo. Tenemos el Espíritu que mora en nosotros como el anticipo del disfrute que tenemos de Dios, pero este Espíritu que mora en nosotros no es el disfrute pleno de Dios; Él es solamente el anticipo de lo que Dios es para nosotros. Dios es nuestra porción, pero en esta era sólo podemos tener un anticipo. El Espíritu de las primicias es el Espíritu como nuestro anticipo de Dios, quien es nuestra porción.

  La transfiguración se lleva a cabo no sólo por la redención de nuestro cuerpo mediante el Espíritu que mora en nosotros, sino también por la saturación de nuestro cuerpo de humillación con la gloria, la expresión del esplendor divino de la vida divina. La transfiguración de nuestro cuerpo no será un accidente. Será el resultado de la madurez, la compleción de ser plenamente saturados del Espíritu que mora en nosotros.

  La semilla de clavel tiene la vida de clavel dentro de ella. Pero si se queda encima del suelo, la vida que está en la semilla se queda oculta. La vida está allí, pero la gloria de su vida no ha sido manifiesta. Cuando la semilla es sembrada en la tierra, crece y crece hasta que florece. Los capullos al abrirse son la gloria de la semilla de clavel. La gloria es la expresión del esplendor de la semilla de clavel. La gloria es la transfiguración de la semilla de clavel.

  Cuando Cristo estuvo en la tierra, Él era la semilla de vida. La vida divina estaba oculta en Él. A través de la muerte y resurrección, Él fue glorificado. El esplendor de la vida divina salió para ser expresado. En el Cristo resucitado estaba la expresión del esplendor divino, es decir, la expresión de la vida divina. Esa expresión es la gloria.

Reinar en la vida divina

  Cuando somos salvos en la vida divina al ser liberados, santificados, transformados, conformados y transfigurados, podemos reinar en la vida divina (Ro. 5:17). Cuanto más vivimos y somos salvos en la vida divina, más ejercemos el reinado y más reinamos en la vida divina. La vida divina es una vida real y regia. Los vencedores serán co-reyes juntamente con Cristo en el milenio (Ap. 20:4, 6) debido a que estarán saturados y absorbidos por la vida divina. Ya que están llenos de vida, ellos llegan a ser la corporificación de la vida y también llegan a tener el reinado en plenitud. Ellos reinan porque están llenos de vida. El asunto de reinar en la vida divina lo menciona Juan (vs. 4, 6) y también es uno de los asuntos especiales que Pablo recalca en sus escritos (Ro. 5:17; 2 Ti. 2:12).

  Reinamos como reyes sobre el pecado, el mundo, Satanás, el hombre natural, el yo y el individualismo con el fin de llevar a cabo la edificación del Cuerpo orgánico de Cristo en el cumplimiento de la economía neotestamentaria de Dios al recibir la abundancia de la gracia a través de Cristo. Como uno que ha laborado para el Señor durante muchos años, he descubierto que lo más difícil de hacer es edificar el Cuerpo de Cristo. A fin de edificar el Cuerpo, tenemos que, mediante la vida divina, vencer el pecado, el mundo, Satanás, nuestro hombre natural, el yo y el individualismo. Cuando seamos personas así, el Señor tendrá la manera, por medio de nosotros, de edificar Su Cuerpo orgánico. Esta edificación llevará a cabo la economía neotestamentaria de Dios.

  Al recibir la abundancia de la gracia, reinamos en vida (Ro. 5:17). La gracia es la vida divina para nuestra experiencia y disfrute. La abundancia de la gracia es sencillamente la abundancia de las riquezas de la vida divina.

Da como resultado la victoria sobre Satanás

  El resultado de todos los elementos por los cuales somos salvos en la vida divina es la victoria sobre Satanás (16:20). Satanás será aplastado bajo nuestros pies. Satanás es aplastado, y nosotros tenemos a Dios como nuestra paz y a Cristo como nuestra gracia. Tenemos tal vida en la cual disfrutamos la paz de Dios, que es Dios mismo, y la gracia del Señor, que es el Señor mismo.

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