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Mensajes del libro «Disfrutar las riquezas de Cristo para la edificación de la iglesia como Cuerpo de Cristo»
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CAPÍTULO TRECE

LA UNIDAD ÚNICA PARA LA EDIFICACIÓN DE LA IGLESIA

  Lectura bíblica: Jn. 10:16; 17:21-23; 1 Co. 1:5, 7a, 10-13, 22-24; 2:1-2; Ef. 4:3-6 Ti. 3:10

  En los capítulos anteriores vimos el edificio de Dios. Todo edificio debe tener un solar. Sin un solar, no se puede edificar. En este capítulo veremos cuál es el solar para la edificación de la iglesia. En el Nuevo Testamento el solar único para la edificación de la iglesia es la unidad única. Esta unidad única es el solar, el terreno, donde edificamos la iglesia.

LA UNIDAD EN VIDA, NATURALEZA, POSICIÓN, Y EXPRESIÓN SEGÚN EL EVANGELIO DE JUAN

Los rediles y un solo rebaño

  Tanto en los Evangelios como en las Epístolas se habla de la unidad. La primera mención de la unidad en el Nuevo Testamento es hecha por el Señor mismo en Juan 10:16, donde dice: “También tengo otras ovejas que no son de este redil; es preciso que las guíe también, y oirán Mi voz; y habrá un solo rebaño, y un solo Pastor”. La versión King James traduce la última parte de este versículo 16 usando palabras traducidas al español así: “Habrá un solo redil, y un solo pastor”. La última mención de la palabra redil es en realidad la palabra griega traducida “rebaño”. Un redil es un lugar para guardar el rebaño. No tiene nada que ver con la vida. Es un lugar de refugio o un área vallada donde se protege el rebaño. No obstante, el rebaño no es un lugar. El rebaño es algo de vida. El rebaño es la colectividad de todas las ovejas.

  Hoy la enseñanza errónea del cristianismo tradicional dice que la iglesia es un redil. Por ejemplo, algunos dicen que un disidente es una persona que está alejada del redil. Esta enseñanza es totalmente incorrecta. Un redil es una religión. El judaísmo era un redil. Antes que el Señor Jesús viniera, Dios usó la ley como un redil para mantener guardado a Su pueblo (Gá. 3:23). No obstante, cuando vino el Señor Jesús, Él abrió la puerta de la ley, la puerta del judaísmo, no solamente para que la gente entrara, sino también para que saliera.

Cristo es la puerta para entrar al redil y para salir del redil

  Juan 10:9 dice: “Yo soy la puerta; el que por Mí entre, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos”. Debemos ser muy cuidadosos al manejar la palabra del Señor. El orden que sigue las palabras de este versículo es muy importante. Dice que el que es salvo “entrará, y saldrá”. ¿Qué significa entrará? Algunos han dicho que esto alude a entrar en el cielo. Si esto fuera cierto, entonces la frase siguiente: saldrá, significa que alguien puede salir del cielo.

  La puerta mencionada en el versículo 9 no es la puerta a los cielos. Cuando yo era joven, me enseñaron que en Juan 10 Jesús era la puerta por la cual entramos en los cielos, pero ésta es absolutamente una enseñanza errónea. En Juan 10 Jesús no es la puerta de los cielos; Él es la puerta del redil, el cual es el judaísmo.

  Antes que el Señor Jesús viniera, Dios usó la ley como un redil para mantener guardado a Su pueblo. Aun en el Antiguo Testamento, Cristo era la puerta para que el pueblo de Dios entrara en el redil. David, Isaías, Jeremías y todos los profetas entraron en el redil por medio de Cristo. Ellos eran el pueblo de Dios, las ovejas de Dios. En el Antiguo Testamento Cristo era la puerta por la cual todo el pueblo de Dios entraría al judaísmo para que fuesen mantenidos allí. Entonces en Juan 10, Cristo vino como la puerta para que todas estas ovejas salieran del redil del judaísmo. Cristo era la puerta por la cual Su pueblo entra, y Él es la puerta por la cual Su pueblo sale. Primero entramos en el redil, y luego salimos.

Salen de muchos rediles para entrar en un solo rebaño

  En el versículo 16 el Señor Jesús dijo: “Tengo otras ovejas que no son de este redil”. Fuera de la religión judía, Dios tiene otras ovejas: los creyentes gentiles. Dios tiene Sus escogidos entre los gentiles. Ellos, así como aquellos en el judaísmo, son Sus ovejas. El Señor introduce a estos dos grupos de ovejas no en un solo redil, sino en un solo rebaño.

  El judaísmo es un redil, y hoy casi todas las denominaciones también son rediles. Hoy el Señor Jesús es la puerta, no para que entremos en los cielos, sino para que nos salgamos de las denominaciones. El Señor Jesús es la puerta que nos conduce fuera del redil. La iglesia, no obstante, no es un redil. La iglesia no es un lugar; la iglesia es un Cuerpo viviente, una colectividad viviente de ovejas. Por tanto, la iglesia es el rebaño.

  El rebaño necesita el redil durante la noche, en el tiempo de invierno o durante una tormenta. En esas ocasiones el rebaño necesita de un refugio. Ésta es la función del redil. Pero durante el día, en la primavera o en tiempos pacíficos, el rebaño no permanece en el redil. Durante estos tiempos el rebaño sale del redil y se va al pasto. El pasto es Cristo. Cristo es tanto la puerta como el pasto. Cristo es la puerta por la cual salimos del redil para poder disfrutar el pasto, el cual es también Cristo mismo.

  ¿Se halla usted en la noche, en el tiempo de invierno o en un tiempo tormentoso? Hoy yo puedo testificar que no me hallo en la noche; me hallo en el día. No me encuentro en el tiempo de invierno; me encuentro en la primavera. Por tanto, no necesito ningún redil. Jesús fue mi puerta, y he salido del redil por medio de Jesús. Ahora me hallo en los pastos comiendo de Jesús. Éste es un cuadro de la iglesia. La iglesia no es un redil; la iglesia es un rebaño. Este rebaño está en los pastos comiendo y masticando la hierba tierna. Cada reunión de una iglesia local hace que nos alimentemos de la hierba tierna y verde. Estamos en los pastos, no en un salón de clases ni en un redil.

  Si permanecemos en los rediles, ¿cómo podemos ser uno? En Juan 10:16 el Señor Jesús dijo que Él tenía otras ovejas que no eran de ese redil. Esto significa que además del redil del judaísmo había otros rediles. Hay muchos rediles, pero el rebaño es uno solo. Hoy ya no estoy en el redil; estoy en los pastos. ¿Dónde está usted? Si está en el redil, usted está dividido de mí. Alguno puede invertirme esta imputación y decir: “No, usted está dividido de mí”. Quizás esté dividido de usted, pero es porque yo estoy en los pastos. Estar separado de otros por estar en los pastos está bien, pero estar dividido de otros por estar en los rediles está mal. Si nos hallamos en uno de los rediles, estamos equivocados. Si nos hallamos en los pastos, estamos en lo cierto.

La unidad en virtud de la vida

  ¿Cómo podemos ser uno? Juan 10:10 dice: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. El Señor Jesús no dijo que Él había venido para que tuviéramos conocimiento, enseñanzas, el hablar en lenguas, el don de sanidad o todos los otros dones. Él dijo: “Yo he venido para que tengan vida”.

  En la caducidad del judaísmo, había muchas cosas, incluyendo la ley, las letras, las doctrinas, el conocimiento y los Diez Mandamientos. Sin embargo, en Juan 10, Jesús es muy simple; con Él sólo hay vida. Podemos ser uno solamente por la vida de Jesús. Si tratamos de ser uno por medio de la ley, tal vez usted esté a favor del primer mandamiento, y yo esté a favor del segundo mandamiento; otro hermano puede estar a favor del tercer mandamiento e incluso otro hermano puede estar a favor del cuarto mandamiento. Si hubiese diez hermanos, todos estaríamos divididos en diez grupos individuales porque todos tenemos opiniones diferentes sobre los Diez Mandamientos.

  No obstante, ¿cuántas vidas hay en Jesús? Únicamente hay una sola vida en Jesús. Es imposible ser uno en virtud de los Diez Mandamientos, las doctrinas o las enseñanzas. Cuanto más nos adentramos en la ley, las enseñanzas o los mandamientos, más nos dividimos. Sin embargo, cuanto más estamos en la vida de Jesús, más somos uno. En la vida de Jesús, las opiniones no existen; pero si nos preocupamos por otra cosa que no sea la vida, estaremos divididos y seremos divisivos. Según el contexto de Juan 10, la manera de ser un sólo rebaño es que Cristo sea la vida para nosotros.

Desechar las cosas divisivas y regresar a Cristo

  En la primavera de 1963, después que fui enviado por el Señor para ministrar en los Estados Unidos, me invitaron a hablar en tres Asambleas de los Hermanos. Las Asambleas de los Hermanos han estado divididas en muchas divisiones. Los Hermanos iniciaron la vida de iglesia en 1828, pero noventa años después ya estaban divididos en ciento cincuenta divisiones. Desde ese tiempo hasta hoy ha habido aún más divisiones. Hoy quizá haya mil divisiones entre los Hermanos. Una de sus asambleas se dividió por causa de tocar el piano. Algunos insistían en usar el piano, mientras que otros se oponían a que se usara un piano. Finalmente, esa asamblea se dividió en dos asambleas. Cuando hablé con esas asambleas, fui muy osado al decirles que ellas necesitaban desechar todas sus enseñanzas. Dije: “La razón de que están tan divididos es que sólo se ocupan de las enseñanzas y opiniones. Deben desechar todas las doctrinas y regresar a Cristo como vida”. Esto los ofendió, así que inmediatamente después de mi mensaje, varios de ellos me reprocharon en mi cara. No quiero ser problemático, pero tengo una verdadera carga en cuanto a la unidad.

  Si todos estamos en pro de la vida, somos uno; pero si estamos en pro de las doctrinas, los dones o cualquier cosa que no sea la vida, nos dividiremos. Estamos aquí únicamente a causa de la vida. El Señor Jesús dijo que Él vino para que tuviésemos vida, y la tuviésemos en abundancia. La razón de esto es que podamos ser un sólo rebaño. Podemos congregarnos por medio de Cristo como nuestra vida, no por ninguna otra cosa. Esto está muy claro.

  Jesús es la puerta, no para que entremos en el cielo, sino para que salgamos de cualquier cosa que nos retenga y nos aleje de la iglesia. Jesús es la puerta por la cual somos liberados, hechos libres, de toda clase de rediles. Entonces una vez que salimos del redil, Él no solamente es nuestra vida, sino también nuestro pasto y nuestro Pastor (vs. 9-11). Él es la puerta, Él es el pasto, Él es la vida y Él es el Pastor. Hoy estamos fuera de muchos rediles para estar en el rebaño, la iglesia. Somos el rebaño en virtud de la vida de Jesús, y como rebaño nos estamos alimentando de Jesús, quien es los pastos verdes.

La unidad en la vida y naturaleza divinas con la posición divina para expresar al Padre

  En Juan 17 el Señor oró que todos fuésemos uno (vs. 11, 21-23). ¿De qué manera podemos ser todos uno? El versículo 22 dice: “La gloria que me diste, Yo les he dado, para que sean uno, así como Nosotros somos uno”. La gloria que el Padre dio al Hijo es la vida divina con la naturaleza divina y con la posición divina, para que el Hijo pueda expresar al Padre. Esta gloria nos ha sido dada por el Hijo. Ahora tenemos la vida divina, la naturaleza divina y la posición divina. Esto nos pertenece por nuestro nacimiento divino, porque nacimos de nuevo. Dado que somos hijos de Dios, tenemos la vida divina, la naturaleza divina y la posición divina para expresar al Padre.

  Si todos desecháramos nuestros conceptos y simplemente nos ocupáramos de la vida divina, la naturaleza divina y la posición divina para expresar al Padre, todos seríamos uno. Jamás podemos ser uno en virtud de las doctrinas. Jamás podemos ser uno en virtud de las opiniones. Es posible que dos hermanos tengan diferentes opiniones acerca de todo. Un hermano puede pensar que el cabello del otro hermano es muy largo, mientras que el otro hermano piensa que el cabello del primer hermano es muy corto. Un hermano piensa que el otro debe rasurarse, pero este otro hermano piensa que rasurarse con demasiada frecuencia es ser mundano. Un hermano siente que todos deben ponerse una corbata para las reuniones, mientras que el otro siente que eso es demasiado mundano porque Jesús nunca se puso una corbata. Todos tenemos nuestras opiniones, entonces ¿qué debemos hacer? Debemos desechar nuestras opiniones. La manera de desechar nuestras opiniones es tomar a Cristo como vida. Si no tomamos a Cristo como vida, podemos desechar una opinión y adoptar otra opinión. Tendremos una opinión tras otra. Debemos desechar las opiniones y retornar a la gloria que el Señor Jesús nos ha dado. Esta gloria es la vida divina, la naturaleza divina y la posición divina para expresar al Padre. Aleluya, tenemos la vida de Dios, tenemos la naturaleza de Dios y tenemos la posición como hijos de Dios para expresarlo a Él. Ésta es nuestra gloria. Si únicamente nos interesamos por esta gloria, todos somos uno. El cabello largo o el cabello corto, las corbatas anchas o angostas, el rasurarse o el no rasurarse, todas estas cosas no hacen ninguna diferencia.

Ser perfeccionados en unidad

  Juan 17:23 dice: “Yo en ellos, y Tú en Mí, para que sean perfeccionados en unidad”. ¿De qué manera podemos ser perfeccionados? En nuestra vieja naturaleza no somos uno. Podemos ser perfeccionados en unidad sólo si Jesús está en nosotros. El Señor Jesús está dentro de nosotros. Él está en usted, Él está en mí y Él está en cada uno de Sus creyentes. Si Él está en nosotros, estamos siendo perfeccionados.

  Si usted dice que mi cabello es muy corto, quizá yo diga que su cabello es muy largo; entonces tendremos una pelea. Debemos olvidarnos de la extensión de nuestro cabello. Hablemos de Jesús. Si yo le digo a un hermano: “Su cabello es muy largo”, su respuesta debería ser: “Hermano, ¿no sabe que Jesús está dentro de usted? No me hable de mi cabello. Hábleme acerca de Jesús”. De seguro, si hablamos de cualquier cosa que no sea Jesús, a la postre estaremos divididos. Si alguien le pregunta sobre el hablar en lenguas, no le responda. Mejor dígale: “Hermano, ¿no sabe que Jesús está dentro de usted? Cambiemos el tema y hablemos sobre Jesús”. Si hablamos sobre el hablar en lenguas por diez minutos, seremos divididos. Puede ser que usted esté a favor, y yo en contra. ¿Quién está en lo correcto y quién está en un error? Sólo el Señor sabe. Simplemente necesitamos ser perfeccionados en unidad.

  Hablar doctrinalmente acerca de amarnos unos a otros es cosa fácil, pero cuando en la práctica se nos pone juntos, ¿qué sucede con el amor que nos tenemos el uno al otro? Inmediatamente quedamos al descubierto, porque aún somos muy naturales. Si actuamos de manera natural unos con otros, es imposible ser uno. Por esta razón, tenemos que ser perfeccionados, no al ser regulados, sino al disfrutar al Cristo que mora en nosotros.

  Cuando yo era un cristiano joven, en una ocasión me quedé con un hermano de más edad en una pequeña habitación. A veces, mientras yo llevaba agua en un tazón a la habitación, derramaba un poco de agua sobre la cama del hermano. Luego acudía a él, confesaba y le pedía su perdón. Después de varios días de que yo hacía eso, él dijo: “Hermano, es mejor no hacer nada malo que tener que confesar”. Esto me puso ansioso; pero cuanto más cuidado tenía, yo vertía más el agua y más necesidad tenía de confesar. Este ejemplo muestra que permanecer junto con otros no es fácil. No obstante, un día todos nosotros seremos perfeccionados, no al ser regulados, sino al estar conscientes de que Cristo está en nosotros. La verdadera unidad reside en el Cristo que mora en nosotros.

OCUPARSE DE CRISTO Y NO DE LAS COSAS EXTERNAS

  Siento preocupación por algunos que todavía se aferran a ciertos conceptos e ideas acerca de las reuniones cristianas. Algunos consideran que las reuniones cristianas deben ser ordenadas y decorosas. Puede ser que ellos digan: “Vean esa gente. Están gritando y riéndose. Con ellos no hay dignidad alguna”. No me agrada criticar a los que dicen esto, pero quiero decir que la dignidad no es Cristo. Hoy todos debemos tomar en cuenta a Cristo. No nos debe interesar nada sino Cristo. Tal vez digamos que no nos agrada cierto tipo de reunión porque es muy bulliciosa, pero ¿qué tal si al Señor Jesús le agrada? El Señor Jesús podría decir: “Estoy contento. Ellos probablemente no sean muy buenos, pero están vivientes mientras que otros están como muertos”.

  ¿Por qué están divididos los cristianos y todavía siguen dividiéndose? Esto se debe a que ellos se aferran a muchas cosas buenas que no son Cristo. Ser ordenados y tener dignidad es bueno. A mí no me agrada la gritería ni las risas desenfrenadas, y tampoco me gusta ver las salvajes y burdas cabelleras y barbas largas. Quisiera más bien ver que todos llevan un corte de cabello apropiado, están rasurados debidamente y vestidos con una corbata adecuada. No obstante, debemos poder ver algo más profundo. Si una persona no tiene la debida medida de Cristo, no importa si lleva una corbata o no.

  El Señor Jesús no tuvo usualmente reuniones en lugares muy ordenados. Él tuvo reuniones en la costa del mar, en las laderas o en la cima de los montes. En esas reuniones nadie disponía las sillas ni limpiaba de antemano. Casi cada reunión era un lío. La excepción fue cuando el Señor alimentó a los cinco mil; Él los mandó que se sentaran en grupos de cincuenta (Lc. 9:14). Reunirlos de esta manera manifestó la sabiduría del Señor, pues así logró distribuir el alimento a las personas. Fue una cuestión de sabiduría, no de dignidad. El Señor Jesús no estaba preocupado por la dignidad y el orden externos.

  Hace dos siglos el Señor hizo surgir a John Wesley. En la Inglaterra de aquellos días no se permitía que nadie predicara la palabra de Dios excepto en un edificio dedicado como “santuario” por la Iglesia de Inglaterra. Ellos tenían la noción de que la palabra de Dios es tan santa que debía ser predicada únicamente en un santuario, en un lugar santo, y no en un lugar ordinario. No obstante, Dios hizo surgir a John Wesley. A Wesley no le importó el concepto sobre el santuario. Él predicó la palabra de Dios en las esquinas de las calles. Esta clase de predicación a la postre llegó a ser uno de los más grandes avivamientos de los últimos tiempos.

  Al Señor Jesús no le interesaban las cosas externas. Él sólo se ocupa de Su persona, esto es, de la medida de Cristo que tenemos. Todos debemos ser perfeccionados en unidad. Si nos ocupamos solamente de Cristo, no nos preocuparemos por una manera externa de celebrar nuestras reuniones. Si la reunión es bulliciosa o silenciosa, ordenada o desordenada, llena de dignidad o carente de dignidad, es irrelevante para nosotros. Si sólo nos ocupamos de Cristo, no tendremos ninguna opinión porque estamos siendo perfeccionados en unidad por medio de Cristo y con Él. No hay otra manera en que podemos ser uno. No podemos ser uno si nos sentamos a discutir al respecto. Les aseguro que, cuanto más discutamos, más divididos estaremos. Nunca deberíamos hablar de puras doctrinas. Simplemente debemos tener comunión acerca de Jesús y ser perfeccionados con el Cristo que mora en nosotros.

  Tal vez algunos quieran hablar en cuanto a si el bautismo debe ser por inmersión o por rociamiento, con agua caliente o con agua fría, en agua fresca o en agua salada, en agua de lago, de río o en una alberca. No obstante, lo mejor es no hablar de estas cosas. Tal vez algunos quieran hablar sobre la mesa del Señor, preguntando: “¿Qué clase de pan debemos usar? ¿Debe éste llevar levadura o no? ¿Debe ir cortado en pedazos o entero? ¿Debe haber varias copas pequeñas o sólo una grande?”. De nuevo, es mejor no hablar de estas cosas. Si hablamos sobre esto, podemos pelear el uno con el otro. Olvidémonos de las opiniones y seamos perfeccionados en unidad por medio de Cristo.

LA UNIDAD SE PRODUCE AL OCUPARNOS ÚNICAMENTE DE CRISTO SEGÚN 1 CORINTIOS

Ocuparse de Cristo, no del conocimiento ni los dones

  Los creyentes corintios eran ricos en toda palabra y en todo conocimiento, y nada les faltaba en ningún don (1 Co. 1:5-7). En otras palabras, ellos tenían toda palabra y todo conocimiento, y tenían todos los dones. Por una parte, esto es maravilloso, pero, por otra, estaban divididos a causa del conocimiento y los dones (v. 10). Estaban divididos porque se concentraban demasiado en las enseñanzas y los dones. Dado que ellos valoraban el conocimiento y los dones, algunos admiraban a Pablo, otros tenían en alta estima a Apolos, y algunos otros apreciaban a Cefas. Ellos sentían aprecio por estos hermanos por causa de los dones que tenían. Finalmente, algunos dijeron que ellos eran de Pablo, de Apolos y de Cefas. Los corintios estaban divididos por el conocimiento y los dones. Si alguno está en pro del conocimiento y los dones, finalmente terminará apreciando a un hermano y menospreciando a otro. Entonces habrá división. A nosotros no nos interesa el mero conocimiento, ni las doctrinas de la Biblia ni los dones. Nos interesamos únicamente por Cristo.

  Si nos ocupamos únicamente de Cristo, nunca podremos decir: “Yo soy de Pablo”, “Yo soy de Cefas”, ni “Yo soy de Apolos”. Hoy en día, a la gente le gusta usar el sufijo -eo. Alguien que sigue a Cefas, por ejemplo, es un “Cefaseo”. La gente adopta tales nombres porque se centra demasiado en las enseñanzas y los dones. No debemos estar en pro de las enseñanzas ni de los dones. Sólo debemos estar en pro de Cristo.

Estar perfectamente unidos en un mismo sentir y en un mismo parecer

  En 1 Corintios 1:10 Pablo dice: “Os ruego, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en un mismo sentir y en un mismo parecer”. ¿Cómo podemos estar perfectamente unidos en un mismo sentir? En el versículo 13 Pablo pregunta: “¿Está dividido Cristo?”. La manera de estar perfectamente unidos es estar en Cristo. Los judíos pedían señales, las cuales están relacionadas con los dones, y los griegos buscaban sabiduría, la cual está relacionada con el conocimiento; pero nosotros predicamos a Cristo, y a Cristo crucificado. Para nosotros, los llamados, Cristo es poder de Dios y sabiduría de Dios (v. 24).

  Todos debemos estar perfectamente unidos por medio de Cristo. Si nos ocupamos en algo que no sea Cristo, nunca podremos estar perfectamente unidos, y con seguridad, nos dividiremos. Debemos estar perfectamente unidos por medio de Cristo y con Cristo. En 1 Corintios 2:2 Pablo dice: “Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado”. Pablo parecía decir: “Vine a vosotros con la determinación de no saber cosa alguna sino a Cristo. ¿Por qué vosotros corintios sabéis tantas otras cosas? Debéis estar perfectamente unidos por Cristo y con Cristo. Tenéis que renunciar a todas las enseñanzas, tenéis que renunciar a todos los dones y tenéis que renunciar a todas vuestras opiniones”.

  Algunos podrían ofenderse con mis palabras. Tal vez ellos se pregunten: “¿Qué clase de predicador es éste? Él nos dice que desechemos todas las enseñanzas. Hemos dedicado muchos años para aprender todas las doctrinas. Ahora este hombre nos está diciendo que las desechemos”. Yo les pediría a estas personas que leyeran 1 Corintios una y otra vez. En el capítulo 1 Pablo dice que los corintios tenían toda palabra, todo conocimiento y todos los dones (vs. 5-7), pero en el capítulo 3 él dice que ellos seguían siendo niños en Cristo. Él dice que ellos seguían siendo infantiles, carnales e incluso de la carne (vs. 1-3). Lo que ellos necesitaban era estar perfectamente unidos por Cristo y crecer. Ésta es la situación actual del cristianismo. Tienen muchas doctrinas y dones, pero la mayoría de los cristianos están divididos a causa de los mismos.

Recobrar la unidad genuina al desechar todo lo que no sea Cristo

  El recobro del Señor hoy es el recobro de la unidad genuina, la unidad de Cristo. El Señor nos recobrará, al sacarnos de las enseñanzas, los dones y las opiniones para traernos de regreso a Sí mismo. En Cristo tenemos la unidad. ¡Aleluya por Cristo! A mí no me hable sobre los dones, las enseñanzas o meras opiniones, y no me pregunte por mi opinión. Yo tengo una sola opinión; ésa es Cristo. Ocuparnos únicamente de Cristo es la manera de ser uno.

  ¿Cómo podemos guardar la unidad? Es al desechar las doctrinas y al renunciar a los dones. Si tiene el don de sanidad, ¿está dispuesto usted a renunciar a ello? Tenemos que hacerlo. De otra manera, el don de sanidad se convertirá en un factor divisivo. Esto no significa que nunca usemos el don de sanidad. En ocasiones podemos usarlo, pero nuestro objetivo no son los dones; nuestro único objetivo es Cristo.

  A veces la gente ha venido para discutir conmigo acerca de ciertos asuntos, pero yo no tengo ningún deseo de discutir. Si alguien me pregunta que si debemos o no tener panderetas en las reuniones, yo no tengo una opinión. Si las hermanas quieren tocar panderetas, podrían tocar muchas panderetas a la vez y no me molestaré. No obstante, algunos santos pueden molestarse tanto que no pueden venir a una reunión donde haya panderetas. Si éste es el caso, de inmediato ellos están divididos. Permítame preguntarle: “¿A qué clase de reunión iría usted?”. Tal vez usted necesite tomar una “gira por la iglesia”, viajando por tantas presuntas iglesias hasta que encuentre una que se acomode a su gusto. No obstante, si ésta es adecuada para su gusto, tal vez no sea adecuada para el gusto de otros, así que, finalmente, todos caemos en división. ¿Cómo podemos guardar la unidad así?

  El Señor hoy está recobrando la unidad. Todas las divisiones son una vergüenza para el Señor Jesús, y una verdadera jactancia para el enemigo. Pero si hoy cuidamos de la unidad, esto es una vergüenza para el enemigo. Aun si somos muy pocos en número, aun así podemos jactarnos sobre el enemigo, diciendo: “Satanás, míranos. Todos hemos salido de toda clase de trasfondo. Ahora somos verdaderamente uno. Satanás, tu causaste que las personas dijeran que no hay posibilidad de que los cristianos sean uno. Pero ahora nosotros estamos aquí; y somos uno”. Inmediatamente Satanás será puesto en vergüenza y será echado fuera. La unidad es una verdadera vergüenza para Satanás. Podemos gloriarnos, diciendo: “Satanás, nosotros somos uno. No tenemos una amistad natural; más bien, somos uno en Cristo, por medio de Cristo, con Cristo y por amor de Cristo”.

  Debemos estar perfectamente unidos por medio de Cristo y con Cristo, sin interesarnos por nada más. Hace cuarenta años, si yo veía que tocaban guitarra en una reunión, hubiera hecho todo lo posible por detenerlo. Sin embargo, recientemente en Nueva Zelandia estuve en una reunión con menos de sesenta personas, pero había muchas guitarras, y además de las guitarras había también panderetas. Yo estaba feliz con todos esos instrumentos. En esa reunión nada era una molestia para nosotros. Todos éramos uno.

LA UNIDAD DEL ESPÍRITU SEGÚN EFESIOS

  Efesios 4:3 dice: “Diligentes en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz”. La unidad del Espíritu es el Espíritu mismo. El Espíritu mismo es nuestra unidad. No debemos ocuparnos de las doctrinas ni de los dones, sino del Espíritu. El libro de Efesios no recalca las doctrinas ni los dones porque, como Pablo dice, ésas son cosas de niño (v. 14). Más bien, todos debemos conocer a Cristo y Su Cuerpo y cuidar de la unidad del Espíritu. La verdadera unidad consiste en un Cuerpo, un Espíritu, una esperanza, un Señor, una fe, un bautismo y un Dios (vs. 4-6). No se preocupen por las enseñanzas, ni se preocupen por los dones. Solamente cuiden de la unidad. Hoy bajo la confusión del cristianismo, no es fácil que seamos uno. Necesitamos la gracia del Señor para que seamos emancipados de toda clase de división.

EL TERRENO DE LA LOCALIDAD TIENE COMO FIN LA UNIDAD, NO LA DIVISIÓN

  Lamento decir que algunos de los santos que han leído nuestras publicaciones sobre el terreno de la localidad las han usado para causar división. Algunos han dicho que ellos han tomado el terreno de la localidad en cierta ciudad y que no desean tener comunión con otros. Esto es verdaderamente una división. El terreno de la localidad tiene como fin la unidad, no la división. Si tomamos el terreno de la localidad como base para ser independientes de otros creyentes, estamos siendo divisivos.

  El Señor Jesús únicamente tiene un solo rebaño en todo el universo y en toda la tierra. No importa cuántas iglesias locales haya, sigue habiendo un solo rebaño. Los hermanos en Akron son la iglesia local ahí, pero ellos no deben decir que no tienen nada que ver con la iglesia en Chicago. Si ellos dicen esto, perderán el carácter de la unidad y se convertirán en una secta local. Hay muchas iglesias locales en la tierra, y todas ellas siguen siendo un solo rebaño. Nada puede dividirnos. Ni siquiera la geografía puede dividirnos. Claro, debido a la distancia los santos que se reúnen en Chicago como la iglesia en Chicago, no pueden reunirse todos los días con la iglesia en Los Ángeles. Estamos separados por la geografía, pero no estamos divididos. Seguimos siendo un solo rebaño.

  Respecto al terreno de la localidad, algunos en cierta localidad me dijeron: “Somos la iglesia local aquí, así que edificaremos algo que es únicamente local. Véase uno de sus dedos. ¿No tiene cada uno su propia distinción?”. En respuesta dije: “Sí, cada dedo tiene su distinción, pero no olviden que la circulación de la sangre que corre en todos los dedos es una sola. Puede establecer su propia distinción en su localidad, pero la comunión debe ser una sola. Si un dedo mantiene su distinción al ser cortado de la circulación, ello le causará aislamiento y muerte. Esa clase de reunión corresponde a una secta. Todos tenemos suficientes distinciones por naturaleza. No necesitamos edificar nuestra propia distinción. Antes bien, debemos derribar todas las distinciones”. Debemos esforzarnos al máximo por tener comunión entre todas las iglesias locales. Sin embargo, esto no se trata de organizarnos. Organizarnos es un error.

EJERCITARSE PARA TENER COMUNIÓN ENTRE LAS IGLESIAS LOCALES PARA BRINDAR LA AYUDA MUTUA

  Hoy todas las iglesias locales en los Estados Unidos pueden testificar que han recibido ayuda de la iglesia en Los Ángeles, y la iglesia en Los Ángeles también ha recibido ayuda de las otras iglesias. Hoy practicamos el “orar-cantar”, al orar usando las líneas de un himno luego de haberlo entonado. Esta práctica no comenzó en Los Ángeles. Los Ángeles aprendió esto de otra localidad. De igual modo, orar-leer tampoco comenzó en Los Ángeles. Los Ángeles aprendió a orar-leer de los demás. No piensen que la iglesia en Los Ángeles exige que los otros siempre aprendan de ella. Todas las iglesias locales en los Estados Unidos pueden testificar que Los Ángeles nunca ejerce control alguno sobre las otras iglesias. Aun así, muchos pueden testificar que el que viene para contactar a la iglesia en Los Ángeles, sí recibe alguna ayuda.

  Todos debemos aprender a no usar una excusa y decir: “Tomamos el terreno de la localidad. Somos la iglesia en cierto lugar, y no tenemos nada que ver con los demás”. Si decimos esto, nos convertimos en una secta local. Una iglesia local no es el rebaño. Tan sólo es una parte del único rebaño. Todas las iglesias constituyen un solo rebaño que tiene un solo Pastor. Estar organizados en unidad, teniendo una “iglesia matriz que controla las otras iglesias, es realmente diabólico. Antes bien, debemos darnos cuenta de que todas las iglesias locales son un solo rebaño, un solo Cuerpo. Todas las iglesias deben ir adelante al seguirse la una a la otra.

  Después de cierto periodo de tiempo, la iglesia en Chicago puede producir algo nuevo. Esto sería maravilloso. Mediante la comunión, las otras iglesias pueden enterarse de ello y recibir el beneficio. Entonces, puede ser que la iglesia en Akron logre hacer algo mucho mejor, y mediante la comunión las iglesias locales pueden nuevamente beneficiarse de ello. Una iglesia no debe decir que ha tomado la decisión oficial de seguir a la iglesia en Los Ángeles, ni debe decir que ha tomado la decisión de no seguir a Los Ángeles. Las dos cosas son un error. Siempre y cuando tomemos decisiones basándonos en este método organizativo, el que sigamos o no sigamos a una iglesia será una equivocación. Que una mano diga que ha tomado la decisión de seguir o no seguir al cuerpo es una insensatez. No hay necesidad de hacer eso. Siempre y cuando la mano permanezca en el cuerpo, ella no necesita decir nada. Simplemente debe estar en el cuerpo. ¡Oh, la sutileza del enemigo! No hablen de seguir ni de no seguir. Simplemente manténganse en el Cuerpo. Simplemente ocúpense del Cristo que mora en nosotros. Estén perfectamente unidos por medio de Él y con Él, y no se ocupen de nada más. Entonces todos seremos uno.

PONER EN PRÁCTICA LA UNIDAD, SIN NINGÚN ELEMENTO DE DIVISIÓN

  Puede ser que sólo diez creyentes vivan en una ciudad, diez vivan en una ciudad cercana, y otros diez en otra ciudad. Si todas las tres ciudades están cerca la una de la otra, todas pueden juntarse y reunirse. Quizá alguno diga que ellos necesitan tomar el terreno de la localidad. Y los diez que viven en una ciudad deben ser la iglesia en esa ciudad, y los diez que viven en las otras ciudades deben ser la iglesia en esas ciudades. Esto es una simple legalidad, y quizá sea también una excusa para hacer división. Tal vez a algunos no les agrade estar con ciertos hermanos, así que se valen de esta excusa para reunirse solo ellos.

  No debemos olvidar que el terreno de la localidad tiene como objeto la unidad. Cuando ellos tienen comunión todos juntos, los treinta santos que viven en las tres ciudades circunvecinas pueden sentir que ellos son pequeños en número y deben reunirse como una sola expresión a fin de causar un impacto. Esto es muy acertado. Luego, cuando ellos crecen en número, de treinta a doscientos, el Señor podría guiarlos a que formen tres expresiones locales por separado en las tres ciudades. Eso también es acertado, porque ellos seguirían siendo uno. Bien sea que todos nos reunamos juntos o que permanezcamos en tres ciudades como expresiones separadas, seguimos siendo uno. No hay ninguna división ni ningún elemento de división. Todos somos un sólo rebaño.

  Hoy en Su recobro el Señor va a recobrar la unidad genuina. Es una vergüenza para el Señor que Su pueblo esté dividido en muchas sectas. Ahora si algunos de Sus queridos santos se reúnen, son liberados y emancipados al salir de toda clase de divisiones, esto será una gloria y jactancia verdaderas para el Señor, desde ahora hasta el final de esta era.

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