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Mensajes del libro «Disfrute que tenemos de Cristo, El»
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CAPITULO CINCO

EJERCITAR EL CORAZÓN PARA DISFRUTAR AL SEÑOR

  Lectura bíblica: 2 Co. 1:22; Ro. 8:23

CRISTO ES EL ESPIRITU PARA QUE LO DISFRUTEMOS EN NUESTRO CORAZON

  En este capítulo continuaremos viendo cómo Cristo, el Espíritu, puede ser nuestro disfrute. En particular, deseamos ver de qué forma el ejercicio de nuestro corazón es crucial para ayudarnos a disfrutar a Cristo.

  Ya hemos mencionado que el Espíritu de Dios está en nuestro espíritu. Romanos 8:16 dice que el Espíritu da testimonio juntamente con nuestro espíritu, y en 1 Corintios 6:17 dice: “Pero el que se une al Señor, es un solo espíritu con El”. Estos dos versículos prueban que el Espíritu Santo está operando en nuestro espíritu.

  También debemos ver que el Espíritu opera en nuestros corazones. Gálatas 4:6 dice: “Y por cuanto sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de Su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!” Romanos 5:5 dice: “... el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones mediante el Espíritu Santo que nos fue dado”. Estos versículos afirman que el Espíritu se mueve en nuestros corazones. Efesios 3:17 proclama que Cristo está haciendo Su hogar en nuestros corazones y en 2 Corintios 4:6 dice que Dios resplandece en nuestros corazones.

  En 2 Corintios 1:22 dice que Dios “nos ha sellado, y nos ha dado en arras el Espíritu en nuestros corazones”; Efesios 1:14 dice que el Espíritu Santo es las “arras de nuestra herencia”; y en 2 Corintios 5:5 dice que Dios “nos ha dado en arras el Espíritu”. Las arras es el pago inicial, la garantía o el anticipo. El pago inicial es el anticipo del pago total. En los tiempos de la antigua Grecia, la palabra arras se usaba al comprar un terreno porque el vendedor le entregaba al comprador un poco de la tierra del terreno como muestra. Por consiguiente, según el uso en la antigua Grecia, la palabra arras también significa muestra. El Espíritu Santo es la muestra de lo que heredaremos de Dios en plenitud.

  Romanos 8:23 dice: “Y no sólo esto, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, aguardando con anhelo la plena filiación, la redención de nuestro cuerpo”. El pensamiento en este versículo también muestra que el Espíritu Santo nos ha sido dado para que lo disfrutemos. El Espíritu hoy es las primicias de la cosecha venidera, el anticipo de nuestro disfrute pleno de Dios. Todavía no hemos disfrutado la mejor parte, que es la cosecha. Hoy sólo tenemos el anticipo y estamos disfrutando de las primicias. Hebreos 6:4 dice que somos de aquellos que una vez “fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo”. Aquí vemos una vez más que se nos ha dado a Cristo, el Espíritu, para que lo disfrutemos.

  Debido a que el Espíritu nos es dado para que lo disfrutemos, El está relacionado con nuestro corazón. Romanos 5:5 revela que nuestro disfrute del Espíritu tiene que ver con el amor en nuestro corazón. Experimentamos la obra del Espíritu en nuestro espíritu, pero lo disfrutamos a El en nuestro corazón. Nuestro espíritu no es el órgano que disfruta, sino aquel que obra; el órgano que nos ha sido dado para disfrutar es nuestro corazón. En nuestro espíritu se lleva a cabo la operación de recibir y tener contacto con Dios para luego disfrutarlo en nuestro corazón. Con nuestro espíritu tenemos contacto con Dios, pero con nuestro corazón lo amamos y lo disfrutamos.

  Existe una gran diferencia entre nuestro espíritu y nuestro corazón. Ezequiel 36:26 dice que se nos dio un espíritu nuevo y un corazón nuevo. Podemos decir que el que se une al Señor es un solo espíritu con El, pero no podemos decir que el que se une al Señor es un solo corazón con El. Nuestro espíritu es el órgano que recibe y tiene contacto con Dios mientras que nuestro corazón es un órgano dado para amar y disfrutar. Con los órganos de nuestra alma y los sentidos de nuestro cuerpo podemos recibir y darle sustantividad a las cosas psicológicas y físicas, como por ejemplo, la música, los paisajes, los pensamientos y las ideas. Con nuestro espíritu recibimos las cosas espirituales de Dios y con nuestro corazón las disfrutamos. Hemos recibido a Cristo como el Espíritu viviente en nuestro espíritu a fin de que lo disfrutemos en nuestro corazón.

  Al tener comunión con el Señor en nuestro espíritu, lo disfrutamos en nuestro corazón. Si después de haberlo recibido en nuestro espíritu no tenemos ninguna comunión con El, no lo disfrutaremos. A fin de disfrutar al Señor debemos amarlo con nuestro corazón y darle más terreno dentro de nosotros. No lo disfrutaremos hasta que lo amemos y dejemos que tome control de cada área de nuestro corazón. Es necesario estar conscientes de que Cristo como el Espíritu nos ha sido dado como el anticipo, las primicias, para que nos deleitemos en El.

  Es preciso ejercitar nuestro espíritu para recibirlo y absorberlo, y ejercitar nuestro corazón para amarlo; entonces lo disfrutaremos. Marcos 12:30 nos dice que debemos amar a Dios con todo nuestro corazón. El corazón es el órgano que ama. Muchos chinos no disfrutan la comida americana porque su corazón no tiene el gusto por ella, pero nosotros la disfrutamos debido a que sí tenemos el gusto en nuestro corazón. Muchos han recibido al Señor en su espíritu pero pocos lo disfrutan, debido a que la mayoría no tiene un corazón dispuesto para El.

  Ezequiel 36:26 habla acerca de un corazón nuevo y un espíritu nuevo. Necesitamos una capacidad nueva para amar y para recibir. Anhelamos tener un corazón adecuado que lo ame y que lo busque, y un espíritu que lo reciba. Debemos aprender a ejercitar nuestro espíritu para tener contacto con Cristo y recibirlo, y a ejercitar nuestro corazón para amarlo, atesorarlo, buscarlo y apreciarlo. Sólo entonces lo disfrutaremos en nuestro corazón.

  En Marcos 12:30 el Señor Jesús dijo: “Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas”. El corazón incluye el alma y la mente; la mente está en el alma y esta se encuentra en el corazón. La expresión “todas tus fuerzas” se refiere a nuestra fuerza física. Amamos al Señor nuestro Dios con todo nuestro ser, es decir, este amor procede del corazón, pasa por nuestra alma, o sea, la mente, y aun involucra nuestro cuerpo. Es preciso que amemos al Señor de tal forma específica y detallada.

  En 1 Corintios 2:16 Pablo dijo: “... nosotros tenemos la mente de Cristo”. Desde nuestro espíritu Cristo debe saturar nuestra mente, haciéndola una con la Suya. Es preciso que le cedamos cada vez más terreno a fin de que El se extienda de nuestro espíritu a nuestra mente. Esto significa que nuestra mente será saturada con la de El y que tendremos Su mente. Aplicando el mismo principio, nuestra parte emotiva será saturada con la de El, es decir, nuestro amor será saturado y empapado con el Suyo al grado que Su amor será el nuestro. Además, nuestra voluntad será saturada con la de El. Finalmente podremos decir que Su corazón es nuestro corazón, debido a que El habrá hecho Su hogar en nuestro corazón. Nuestra mente, parte emotiva y voluntad deben ser completamente saturadas, renovadas y transformadas con Cristo; sólo entonces tendremos el corazón de Cristo.

  A fin de que Cristo sea nuestro deleite, El tiene que ser el Espíritu. Juan 6 dice que El es el pan de vida y que el Espíritu es el que da vida (vs. 35, 63). Para que disfrutemos a Cristo como el pan de vida, la comida celestial, El tiene que ser el Espíritu. En Juan 7 El es el Espíritu como el agua viva para que nosotros lo disfrutemos (vs. 37-39). Si Cristo solamente fuera el Verbo, la Palabra, jamás podría ser nuestro disfrute. El tiene que ser el Espíritu para que lo disfrutemos. El Espíritu se nos ha dado como el anticipo, las primicias, a fin de que lo disfrutemos en nuestro corazón.

DISFRUTAR A CRISTO, EL ESPIRITU VIVIFICANTE, EJERCITANDO NUESTRO CORAZON Y NUESTRO ESPIRITU

  Es necesario que aprendamos a disfrutar a Cristo como el Espíritu vivificante ejercitando nuestro corazón y nuestro espíritu. El Señor mencionó estos dos órganos cuando promulgó la constitución del reino en el evangelio de Mateo. El dijo: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”, y, “Bienaventurados los de corazón puro, porque ellos verán a Dios” (5:3, 8). Es necesario que nuestro corazón sea puro y que seamos pobres en espíritu. Ser pobres en espíritu alude a tener la capacidad en nuestro espíritu para que el Señor entre; ser ricos en espíritu significa que estamos llenos y no tenemos espacio alguno para recibir al Señor. Al ser vaciados en nuestro espíritu, tenemos más capacidad para recibir las cosas nuevas de Cristo. Además es necesario tener un corazón puro, de un solo propósito, para poder ver a Dios. Es menester que ejercitemos nuestro espíritu para recibir y tener contacto con el Señor, y que le cedamos el terreno de nuestro corazón a fin de disfrutarlo y experimentarlo como el Espíritu cada vez más.

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