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Mensajes del libro «Don sobresliente para edificar la iglesia, El»
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El don sobresliente para edificar la iglesia

PREFACIO

  Este libro se compone de mensajes dados por el hermano Witness Lee en diciembre de 1988 y enero de 1989 en Anaheim, California.

El resultado de disfrutar a Cristo es el crecimiento en vida, lo cual a su vez produce los materiales preciosos útiles para la edificación de la iglesia

  A medida que el disfrute de Cristo resuelve nuestros problemas, eliminando los elementos negativos presentes en nuestro ser, entonces puede producirse el crecimiento en vida. Esto es semejante a la manera en que los alimentos que hemos ingerido resuelven nuestros problemas físicos y nos ayudan a crecer. El resultado de disfrutar a Cristo es el crecimiento en vida, mediante el cual se producen los materiales preciosos útiles para la edificación de la iglesia (3:6, 9-14). Al disfrutar a Cristo, todos nuestros problemas internos desaparecen y nosotros crecemos. En 1 Corintios 3:6 Pablo dijo: “Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios”. El propósito por el cual Dios nos llena de Cristo es hacernos crecer, y el crecimiento en vida tiene como objetivo que se produzcan los materiales preciosos —el oro, la plata y las piedras preciosas— a fin de que la iglesia sea edificada. A medida que crecemos en la vida divina, llegamos a ser personas con más oro, más preciosos y más resplandecientes semana tras semana.

Disfrutar a Cristo hace que nuestros dones se desarrollen mediante el crecimiento en vida

  Disfrutar a Cristo no sólo resuelve nuestros problemas y redunda en el crecimiento en vida, sino que también hace que nuestros dones se desarrollen mediante el crecimiento (12:1-11). La palabra dones puede considerarse como un sinónimo de la palabra talentos. Todos nosotros hemos recibido algunos talentos por medio de nuestro nacimiento físico. Algunos de estos talentos son la capacidad de ver, oír, hablar, caminar, y pensar y entender. Todos estos talentos los hemos recibido por nacimiento; sin embargo, todos ellos necesitan ser desarrollados. Ellos son desarrollados a medida que nuestro cuerpo físico crece. A medida que un niño crece, todos sus talentos o dones se desarrollan. Cuanto más crezca el niño, mejor será su función de ver, oír, hablar y otras. Sucede lo mismo con respecto a nuestra vida espiritual. Los dones iniciales les fueron dados a los creyentes en el momento de su nacimiento espiritual (1:7). La vida divina y el Espíritu divino fueron los dos dones principales que recibimos en nuestro nacimiento espiritual. Todo aquel que ha sido regenerado ha recibido estos dos grandes dones. La vida divina contiene muchos talentos, dones, que necesitan ser desarrollados. Por lo tanto, necesitamos disfrutar a Cristo para poder crecer. A medida que crezcamos, los dones que recibamos mediante nuestro nacimiento espiritual se desarrollarán.

  Si el disfrute que tenemos de Cristo es real y sin estorbos, el resultado espontáneo será el desarrollo de nuestros dones. Es posible que un hermano que tiene diez años de haber sido salvo diga que ha estado disfrutando al Señor todos los días. Sin embargo, al cabo de esos diez años, no vemos que ejerza su función, hablando acerca del Señor o por el Señor. En lugar de ello, vemos que, después de diez años, él continúa asistiendo a las reuniones para sentarse y permanecer callado. Quizás él considere que hablar en las reuniones no es su función, sino la de otros hermanos. Esto indica que su disfrute de Cristo tiene algunos problemas. A medida que un niño come diariamente, sus talentos deben desarrollarse en virtud del crecimiento que experimenta en su vida física. Si él come mucho pero sus funciones no se desarrollan, debe tener algún problema. Sucede lo mismo con respecto a nuestra vida espiritual. No debemos engañarnos. Si disfrutamos a Cristo, los dones deben desarrollarse a medida que crecemos en vida. Los dones iniciales deben desarrollarse a medida que los creyentes los procuran (como lo indica la palabra anhelad en 12:31a) mientras crecen en la vida divina. Anhelar algo equivale a buscarlo.

EL DON SOBRESALIENTE QUE SE PRODUCE A MEDIDA QUE CRECEMOS EN VIDA COMO RESULTADO DE DISFRUTAR A CRISTO

Profetizar para que la iglesia como el Cuerpo de Cristo sea edificada

  El don sobresaliente que se produce a medida que crecemos en vida como resultado de disfrutar a Cristo, es el don del profetizar (14:12). En 1 Corintios 14 se hace hincapié en que el profetizar es el don más excelente, el don que supera a todos los demás, el cual se desarrolla a medida que nosotros disfrutamos a Cristo. En el capítulo 14 profetizar no significa predecir. El versículo 3 confirma esto, el cual conforme al idioma griego dice: “El que profetiza habla a los hombres para edificación, aliento y consolación”. Si un hermano habla para edificación, aliento y consolación, esto comprueba que su profetizar no es una predicción. Profetizar, según 1 Corintios 14, es hablar por el Señor, proclamarlo e infundirlo en los demás al hablar, o sea, ministrarlo (impartirlo) en otros (14:3-5). Nosotros, como creyentes apropiados que están creciendo y cuyos dones espirituales se están desarrollando, debemos impartir al Señor en otros todos los días al hablar. Si todos los días ponemos esto en práctica, todos tendremos algo que decir cuando nos reunamos para tener comunión. Esto será el cumplimiento de 1 Corintios 14:26, que dice que cuando nos reunimos, cada uno tiene.

  El primer elemento que debe estar presente en las reuniones de la iglesia, según 1 Corintios 14:26, es un salmo. El Nuevo Testamento nos muestra que la función principal de los salmos e himnos es que hablemos sobre ellos, no que los cantemos. Efesios 5:18-19 dice que somos llenos en el espíritu al hablarnos unos a otros con salmos, himnos y cánticos espirituales. Es mucho más preciso, conciso y poderoso hablar los escritos poéticos que han sido redactados cuidadosamente, que hablar palabras ordinarias. Es por ello que debemos aprender a hablar los himnos en nuestras reuniones. En 1 Corintios 14:26 también se nos habla de tener enseñanza, revelación, lengua e interpretación. Todos estos asuntos están relacionados con nuestro hablar. Los dos últimos, lengua e interpretación, son milagrosos; no son formas de hablar que se adquieren por el aprendizaje, sino mediante el poder milagroso del Espíritu Santo. Por su parte, el salmo, la enseñanza y la revelación requieren de nuestro aprendizaje.

  El propósito de hablar por el Señor, de proclamarlo y de impartirlo en otros mediante nuestro hablar, es la edificación de la iglesia como el Cuerpo de Cristo. Tal vez una congregación pueda ser edificada mediante la práctica en la cual una sola persona habla y las demás escuchan, pero el Cuerpo de Cristo como un organismo jamás podrá ser edificado de esta manera. A fin de que el Cuerpo orgánico de Cristo sea edificado, todos nosotros debemos hablar. Si nos reunimos cada semana para escuchar a un pastor que nos da un buen sermón, esto tal vez nos edifique como congregación, como una gran fachada que sólo tiene una buena apariencia. Este tipo de práctica impera en el cristianismo. Sin embargo, si nos reunimos con el propósito de edificar el Cuerpo de Cristo orgánicamente, la práctica en la que una persona habla y las demás escuchan no resultará eficaz. A fin de que el Cuerpo de Cristo sea edificado, es necesario que todos los miembros hablen. Un santo puede hablar por dos minutos, otro por cinco minutos y otro por tres minutos.

  Supongamos que doscientas personas siempre se reúnen para escuchar a un solo orador. Por muy bueno, maravilloso y excelente que sea dicho orador, muchos se cansarían de sus mensajes al cabo de dos años. Incluso es posible que el propio orador se sienta igual. Sin embargo, supongamos que doscientas personas se reúnen por noventa minutos y todos cumplen la responsabilidad de expresar algo por el Señor. Si cada uno habla por tres minutos, treinta santos podrán hablar. Ésta será una reunión muy refrescante. Siempre que un nuevo creyente habla, su compartir es particularmente fresco y refrescante. Todos dirán “Amén” a sus palabras. Si deseamos que cada parte del Cuerpo de Cristo sea edificada, todos debemos levantarnos para hablar por el Señor.

  Las reuniones de la iglesia deben ser un banquete lleno de las riquezas de Cristo. Cuando nos invitan a un banquete, por lo general no comemos de un solo platillo. En un banquete hay muchas clases de comidas. Algunos banquetes chinos constan de veinticuatro platillos principales. Si tuviésemos muchas clases de platillos en una reunión, ¡cuán maravilloso sería esto! Ninguno de nosotros se aburriría de una reunión así. Nuestras reuniones necesitan ser banquetes llenos de disfrute.

  En una reunión en la cual todos los santos hablan por el Señor, hay abundancia de alimento, y todos se sienten consolados, calibrados y corregidos. Es posible que un hermano que está en una reunión tenga un hábito que no sea provechoso para la vida de iglesia. Si una sola persona habla y las demás escuchan, es posible que ningún mensaje llegue a afectar el hábito de ese hermano. Pero si veinte o treinta santos hablan en la reunión, tarde o temprano alguien dirá algo que afectará el hábito de ese hermano. Debido a que en una reunión se presentan tantas porciones, se pueden tocar muchos asuntos. En una reunión así, cada santo es corregido sin que los demás se den cuenta de ello. Además, los santos son edificados, equipados, y reciben el suministro y la provisión que necesitan. Es por ello que el apóstol Pablo tenía la carga de recalcar el profetizar.

El apóstol recomendó muchísimo el profetizar

  El apóstol recomendó muchísimo el profetizar en 1 Corintios. En 12:31a Pablo dijo: “Anhelad, pues, los dones superiores”. Algunos dones son inferiores y otros son superiores; por lo tanto, debemos anhelar los dones superiores. En 14:1 Pablo dijo: “Anhelad los dones espirituales, pero sobre todo que profeticéis”. Luego, en la conclusión del capítulo 14, añadió: “Así que, hermanos míos, anhelad el profetizar” (14:39a). En el primer versículo del capítulo 14 y también al final nos dice que debemos anhelar profetizar. El versículo 5 dice: “Yo quisiera que todos vosotros [...] profetizaseis; [...] mayor es el que profetiza [...] para que la iglesia reciba edificación”. Pablo repetidas veces nos exhortó a anhelar el profetizar. Las palabras que él expresa en 1 Corintios 14 nos alientan mucho a profetizar, y también recomiendan y exaltan muchísimo el profetizar.

  El versículo 12 dice: “Puesto que estáis ávidos de espíritus, procurad sobresalir en la edificación de la iglesia”. De hecho, en el texto griego la palabra ávidos es un sustantivo; por lo tanto, Pablo les estaba diciendo a los corintios que ellos eran “fanáticos de espíritus”. J. N. Darby señala que los cristianos griegos, antes de creer en el Señor, eran muy fervientes con relación a cierta clase de espíritus. Por supuesto, estos espíritus eran en realidad demonios. Los corintios eran fanáticos de espíritus demoníacos. Sin embargo, en la salvación del Señor lo más importante es el don del Espíritu Santo. Ahora que ellos son salvos, deben ir en pos del Espíritu Santo, quien es lo sobresaliente, y también el don sobresaliente, el profetizar, con miras a la edificación de la iglesia. Ellos debían procurar sobresalir en la edificación de la iglesia. La palabra sobresalir también puede traducirse “abundar”. Sin embargo, puesto que en el contexto del versículo 12 se hace una comparación entre el profetizar y el hablar en lenguas, “sobresalir” sería la mejor traducción. Si deseamos los dones espirituales, debemos desear el mejor don de todos, el don sobresaliente, a saber: el profetizar. Otros dones no son tan sobresalientes como el profetizar. Con respecto a la edificación del Cuerpo de Cristo, usted no sobresaldrá si no profetiza. El profetizar es el don sobresaliente en lo que a la edificación del Cuerpo de Cristo se refiere.

  Los versículos 24 y 25 dicen: “Si todos profetizan, y entra algún incrédulo o indocto, por todos es convencido, por todos es examinado; los secretos de su corazón se hacen manifiestos; y así, postrándose sobre el rostro, adorará a Dios, declarando que verdaderamente Dios está entre vosotros”. Las palabras convencido y examinado también demuestran que el profetizar mencionado en el capítulo 14 no incluye el sentido de predecir. Predecir no puede convencer a las personas ni tampoco las examina. A fin de convencer y examinar a las personas, y de hacer manifiestos los secretos de su corazón, se necesita una clase de hablar particular.

  El versículo 31 dice: “Podéis profetizar todos uno por uno, para que todos aprendan y todos sean alentados”. Es posible que todos profeticen uno por uno; de lo contrario, el apóstol Pablo no lo habría dicho. Nuestro profetizar tiene como propósito que “todos aprendan”. Si primero no aprendemos nosotros, ¿cómo podríamos decir algo para que todos aprendan? Siempre que un profesor de matemáticas les enseña a sus estudiantes, ellos aprenden algo, y todo lo que él les enseña, lo ha tenido que aprender primero. Para poder enseñar las matemáticas, una persona primero tiene que estudiarlas. Si uno quiere enseñar en la universidad, no basta tener un título universitario. Para ello uno necesita una maestría o un doctorado. Si otros aprenden cuando profetizamos, eso significa que primero nosotros tuvimos que aprender.

  Aunque hablemos de muchas cosas, quizás lo que digamos sea común y ordinario. Profetizar requiere aprendizaje. Aprendemos a profetizar por medio de experiencias, al ser equipados con la Palabra (2 Ti. 3:16-17), al orar sin cesar (1 Ts. 5:17-20), al entrar en el Espíritu por medio de la oración, al vivir y andar por el Espíritu (Gá. 5:16, 25), y al practicar. Si hacemos esto, aprenderemos a hablar por el Señor de modo particular. Si amamos al Señor y lo tomamos en serio, cada día aprenderemos a experimentarlo a medida que lo disfrutamos. Aprenderemos a profundizar en la Palabra a fin de ser equipados con ella. No leeremos la Palabra de modo superficial, sino que profundizaremos y nos sumergiremos en ella, permitiendo que se transfunda en nuestro ser. También oraremos sin cesar hasta entrar en el Espíritu, y durante todo el día viviremos y andaremos por el Espíritu que está en nuestro espíritu. De este modo, nuestro hablar será especial y no ordinario.

  En el pasado animamos a todos los santos a ejercer su función, es decir, a hablar en las reuniones. La mayoría de nosotros hizo esto, a manera de dar un testimonio o exhortando a los demás. Muchas veces nuestro hablar era simplemente un hablar humano y natural. Sin embargo, profetizar es algo divino. Debido a que ustedes han experimentado la vida divina, han sido equipados con la palabra divina, han estado practicando continuamente la oración que los introduce en el Espíritu y han estado andando en el Espíritu, ya no son personas naturales sino espirituales. Ustedes no viven de una manera natural en virtud de su vida natural; antes bien, viven por el Espíritu divino, y son personas que están en el Espíritu y se ejercitan para hablar por el Señor.

  De entre tantos capítulos que tiene el Nuevo Testamento, 1 Corintios 14 recalca una sola cosa, valora una sola cosa, enaltece una sola cosa, recomienda una sola cosa y exalta una sola cosa: el profetizar. Sin el profetizar, no existe ninguna posibilidad de edificar el Cuerpo de Cristo. Es por ello que en todo el cristianismo no hemos llegado a ver una reunión semejante a la que se describe en 1 Corintios 14:26. En toda la historia de la iglesia es difícil encontrar la práctica de reuniones de mutualidad. Esto se debe a que no es fácil ponerlo en práctica. Para ello se requiere que lleve una vida en la que experimente a Cristo todo el tiempo y profundice en la Palabra santa para ser saturado de ella y equipado con la misma. Debido a que la Palabra santa llega a ser una con su ser, usted ya no hablará de una manera natural y ordinaria, sino con aquello que está equipado, con la Palabra santa. Puesto que usted es una persona que ora sin cesar y continuamente anda y vive en el Espíritu, llegará a ser una persona divina, una persona espiritual que vive por la vida divina. Como tal, usted hablará de una manera divina con palabras divinas. Así que, cada vez que venga a la reunión, tendrá algo que presentar a los demás. No hablará de cosas ordinarias de una manera natural, sino que hablará de una manera divina y con el elemento divino, en virtud de la vida divina. Únicamente esto podrá edificar el Cuerpo de Cristo.

DEBEMOS ESFORZARNOS POR COOPERAR CON EL SEÑOR A FIN DE QUE SE CUMPLA 1 CORINTIOS 14:26

  En 1 Corintios 14:26 dice que cada vez que nos reunimos, cada uno tiene algo del Señor para compartir con los demás asistentes en la reunión para la edificación de la iglesia. Debemos preguntarnos dónde se encuentra esta realidad en la tierra hoy. Este versículo tiene que cumplirse y se cumplirá. Hace cincuenta años, en 1937, el hermano Nee vio este asunto, y lo que él compartió en comunión fue publicado en el libro La vida cristiana normal de la iglesia. Hicimos lo posible por encontrar la forma de practicar esto, pero no pudimos. En 1948 el hermano Nee condujo un entrenamiento de cuatro meses en el cual liberó una serie especial de mensajes que se encuentran publicados en el libro Los asuntos de la iglesia. En esta serie de mensajes, él habló nuevamente acerca de la verdad en 1 Corintios 14:26 de una manera muy enfática. En 1984 yo regresé de los Estados Unidos a Taiwán porque me di cuenta de que necesitábamos tener un nuevo comienzo. Taiwán era la fuente del recobro del Señor en el exterior de China. Después de cuatro años de estudio en Taipéi, finalmente fui guiado a este punto: 1 Corintios 14:26. Debemos poner todo nuestro empeño a fin de cooperar con el Señor para que se cumpla este versículo. Esto me fue revelado a mí, y por ello sentí que no podía contentarme simplemente con lo que había enseñado en los pasados veinticinco años. Debía experimentar un nuevo comienzo. Debía hacer lo posible por dirigir y guiar a los santos a experimentar este nuevo comienzo.

  Puesto que 1 Corintios 14:26 es un versículo que se encuentra en la Palabra santa, tiene que cumplirse. Si no tomamos esta carga, el Señor tendrá que buscar a otros, y esto lo retrasará. Sin embargo, para Él, un pequeño retraso tiene poca importancia porque para Él mil años son como un día. Nosotros somos quienes sufriremos pérdida, pues nos desviaremos de Su meta, perderemos Su sonrisa hoy y también Su recompensa. El hermano Nee vio este asunto y les habló de ello a los santos, pero ellos no encontraron la forma de practicarlo. Más tarde, volvió a hablar de esto por segunda vez, pero poco después fue arrestado y encarcelado, donde murió después de veinte años. No me cabe duda de que el Señor ciertamente contará al hermano Nee como un vencedor, pero si yo no soy fiel en llevar a cabo esta visión, siento que me habré desviado de la meta, que me perderé la recompensa y que seré reprendido severamente por el Señor. El hermano Nee me habló de esto y yo lo vi, así que tengo que hacer algo. Es por ello que siento una carga tan pesada al respecto.

  Hoy el Señor está haciendo Su obra para cumplir lo dicho en 1 Corintios 14:26. Cuando logre cumplir este versículo, Él podrá edificar Su Cuerpo orgánicamente y preparar Su novia orgánicamente. La obra de edificación que el Señor lleva a cabo es orgánica, no algo organizacional como sucede en el cristianismo. Debemos experimentar un cambio. Ciertas fábricas, después de cierto periodo de tiempo, tienen que cambiar las máquinas que usan para mantenerse al día con la tecnología más reciente; pues, de lo contrario, se quedarán atrás. Por lo tanto, tenemos que “cambiar nuestras máquinas”. En el pasado, les he dicho que nadie puede cambiar el mundo en que vivimos, pero que los medios de transporte sí pueden ser mejorados. El hombre ha progresado de las carretas a los aviones 747. No podemos cambiar la verdad, pero debemos experimentar un cambio implementando una manera de proceder que sea mejor y más bíblica en cuanto a poner en práctica la verdad. Necesitamos experimentar un cambio. Nuestra manera de proceder es demasiado vieja. Debemos desechar la manera de proceder que es conforme a la tradición. Nosotros vinimos al recobro del Señor, pero una gran parte de las tradiciones del cristianismo vino con nosotros.

  Tengo tal carga porque he visto claramente la visión. Tengo la profunda convicción de que el Señor me ha dado una comisión. Si no libero esta carga para que se cumpla 1 Corintios 14:26, no le estaré siendo fiel al Señor. Así que no tengo otra alternativa delante del Señor. El diablo odia esta manera de proceder porque sabe que lo arrinconará al edificar el Cuerpo de Cristo y al preparar la novia para la venida de Cristo. Estoy convencido de que en lo profundo de nuestro espíritu hay una respuesta a esta comunión. Estoy completamente seguro de que el Señor levantará a algunos hermanos fieles que cumplirán 1 Corintios 14:26 para que la edificación orgánica del Cuerpo de Cristo sea una realidad.

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