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Mensajes del libro «Dos grandes misterios en la economía de Dios, Los»
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Los dos grandes misterios en la economia de Dios

PREFACIO

  Este libro se compone de mensajes dados por el hermano Witness Lee en Boston, Massachusetts, en una conferencia celebrada del 19 al 21 de agosto de 1977.

EL MISTERIO DE DIOS

  Por tanto, debemos preguntarnos, ¿en qué consiste el misterio de Dios? ¿Dónde está Dios? Tanto los judíos como los musulmanes creen en Dios. Sobre esta tierra nadie se atreve a declarar que otras cosas sean Dios; todos saben que las cosas ajenas a Dios mismo, no son Dios, sino simplemente ídolos. Hay un solo Dios. Los judíos creen en el Antiguo Testamento, y los musulmanes creen en el Corán. El Corán es una imitación del Antiguo Testamento. Todos ellos creen en el único Dios, pero no saben que este Dios es un misterio. Tampoco saben que tal misterio de Dios es Cristo (Col. 2:2).

  Este misterio divino es primeramente el misterio de Dios, y luego, el misterio de Cristo. Necesitamos leer, estudiar y aun orar los libros de Colosenses y Efesios, ya que en ellos nos es revelado el misterio de Dios, el cual es Cristo. Los judíos tienen a Dios únicamente en nombre, pero no en realidad. Ellos conciben a Dios como un misterio. No tienen la realidad de Dios porque no conocen el misterio de Dios. ¡El misterio de Dios es Cristo! Si alguien no conoce a Dios, si aún no ha conocido a Dios, simplemente necesita venir a Cristo, ya que Dios mismo está corporificado en Cristo. Toda la plenitud de la Deidad habita corporalmente en este Cristo (Col. 2:9). Si alguien no cree en Cristo, no puede conocer a Dios. Si usted no tiene a Cristo, aun cuando afirme creer en Dios, el objeto de su fe serán meros términos sin contenido; es decir, usted creerá en Dios como quien cree en un misterio y, por ende, le será imposible conocer a Dios en términos de su experiencia personal. Le será imposible percibir a Dios, obtener a Dios y, mucho menos, internarse en Dios, pues esto sólo es posible mediante Cristo. Los musulmanes y los judíos tienen a Dios sin Cristo, pero en realidad no tienen nada, pues Dios mismo está en Cristo. Si usted no tiene a Cristo, tampoco tiene a Dios. Cristo es maravilloso porque Él es el misterio, la respuesta, la definición, la corporificación y la realidad de Dios. Cristo es nada menos que Dios mismo, pero es Dios y algo más. Cristo es Dios y algo más. Es muy difícil explicarlo. Él era un hombre común y corriente, procedente de una región menospreciada: Galilea; aún así, este hombre era el misterio de Dios. Si usted es ajeno a Él y carece de Él, jamás podrá ver a Dios. Ya sea que usted lo crea o no, Cristo es Dios. ¡Él simplemente es Dios! En este vasto universo, Dios únicamente está en Cristo. Donde Cristo esté, allí está Dios. Sólo en Cristo podemos encontrar a Dios.

EL MISTERIO DE CRISTO

  Cristo es el misterio de Dios. Entonces, ¿dónde está Cristo? En toda la historia nunca ha habido un nombre tan maravilloso como el de Jesucristo. En la actualidad, todas las naciones se rigen por el calendario establecido a partir de Jesús, ya sea que estén de parte de Él o no lo estén. Este año y todos los años están basados en la cronología de Jesús, de Cristo, de aquel hombre aparentemente insignificante. ¿No es maravilloso este Cristo? Nadie es mayor que Él, y ningún otro nombre es más grande que el nombre de Jesús. Pero, ¿dónde está Él? Hay quienes afirman que Él está en los cielos; pero Él también está en la tierra, en esta misma habitación. El misterio del universo es Dios, el misterio de Dios es Cristo, y el misterio de Cristo es la iglesia (Ef. 3:4-11). He ministrado sobre Cristo y la iglesia por muchos años, y cuanto más lo hago, más abundante y rico es aquello que ministro. Hace más de cincuenta años aprendí que la iglesia no es un chalet con campanario. Aprendí que la iglesia es la asamblea de los que Dios ha llamado; sin embargo, incluso afirmar esto es todavía demasiado superficial. La iglesia es el Cuerpo de Cristo. La iglesia es un organismo, no una organización. No debemos considerar a la iglesia como una organización, sino como un organismo. Por muchos años no supe que la iglesia es un misterio. Ahora sé que la iglesia es el misterio de Cristo. En otras palabras, la iglesia es el propio Cristo, pero en una forma misteriosa. La iglesia es Cristo mismo (1 Co. 12:12). Así que, cuando declaramos que nosotros somos el Cristo, no estamos exagerando. ¡Aleluya, nosotros somos el Cristo aquí en la tierra! Por una parte, somos personas maravillosas, y por otra, somos Cristo mismo de una forma misteriosa. En nosotros hay algo misterioso, esto es, Cristo mismo. Hoy Cristo está presente en este mismo lugar.

LA ECONOMÍA DEL MISTERIO

  Este misterio tiene una economía. Para nosotros hoy este misterio ha dejado de ser un misterio. Este misterio ya no es un misterio escondido; más bien, es un misterio que se ha manifestado. Ahora sabemos que el universo es el misterio de Dios, que este misterio de Dios es Cristo mismo, y que el misterio de Cristo es la iglesia. Nosotros somos el misterio de Cristo, Cristo es el misterio de Dios, y Dios es el misterio del universo. ¡Ciertamente somos un pueblo misterioso y universal!

Impartición

  En la palabra economía, que procede del griego, se halla implícita la acción de impartir o suministrar. En toda economía moderna se lleva a cabo una especie de distribución de bienes o impartición. Si poseemos un capital cuyo valor es de varios billones de dólares, obviamente tenemos que hacerlo circular, es decir, repartirlo o impartirlo a otros; por ende, el primer aspecto de la economía de Dios es que Dios mismo se imparte a Sus escogidos.

Mayordomía

  Si hemos de suministrar o impartir algo, se requiere un mayordomo que se encargue de llevarlo a cabo. Encargarse de suministrar es una mayordomía, una especie de servicio. Dios usa a los apóstoles para impartirse o suministrarse a Su pueblo escogido. Todo apóstol es un mayordomo, pero ellos no están encargados de administrar dólares, libras esterlinas ni francos; más bien, a ellos les ha sido encomendado Dios mismo, es decir, Dios en Cristo como misterio, a quien ellos deberán impartir. Así pues, los apóstoles son mayordomos encargados de impartir a Cristo como el misterio de Dios tanto a judíos como a gentiles. Esta mayordomía es apenas uno de los aspectos de la economía de Dios, el aspecto referido al servicio que consiste en impartir o suministrar.

Administración

  El primer aspecto de la economía de Dios es la impartición, el segundo es la mayordomía y el tercero es la administración. Para impartir algo, es necesario que se lleve a cabo cierto servicio; y para prestar tal servicio, se hace necesaria la correspondiente administración. En el idioma griego, en esta palabra economía se hallan implícitas la impartición, la mayordomía y la administración.

  Ninguno de nosotros fue salvo por accidente. Tal vez pueda parecernos que nuestra conversión fue algo imprevisto, pero en realidad, ella formaba parte de la economía de Dios. En conformidad con Su economía, Dios quiso impartirse en aquellos que Él llamó. ¡Alabamos al Señor por ser de aquellos que Él llamó! Nuestra conversión es resultado de la impartición divina, la cual fue llevada a cabo mediante la correspondiente mayordomía. Dios ha confiado esta mayordomía a algunos de Sus escogidos, tales como los apóstoles, quienes han sido usados grandemente por el Señor. Por medio de esta clase de ministerio, tal impartición llegó a nuestro ser. Por tanto, nuestra conversión fue producida por tal impartición divina, la cual fue llevada a cabo mediante la correspondiente mayordomía. Así pues, desde que nos convertimos fuimos beneficiarios de la administración del misterio. Esta administración forma parte de la economía divina; así que, ahora todos nosotros estamos en el ámbito de esta maravillosa administración. En cada reunión se ejerce tal impartición, mayordomía y administración. Cuanto más nos reunimos, más comunión tenemos y más se imparte Dios a nosotros. Como resultado de ello, cuanto más recibamos los beneficios de tal mayordomía, más sujetos estaremos a la administración divina a fin de que el misterio de Dios sea realizado. Este misterio es simplemente la corporificación del Dios Triuno, Su realidad y expresión. ¡Aleluya, nosotros somos el misterio de Cristo!

  Se nos ha confiado la economía de Dios, y esta economía consiste en que el misterio de Dios sea realizado. Siempre que nos reunimos experimentamos la impartición, la mayordomía y la administración divinas. Es así como se manifiesta, de manera concreta, la realidad de Dios, Su corporificación y Su expresión. No debemos tener el concepto de que el día que entremos en la Nueva Jerusalén estaremos completamente sorprendidos, pues cuando entremos allí, ya habremos sido partícipes de dicha realidad por muchos años. Así pues, incluso ahora mismo podemos experimentar por anticipado la Nueva Jerusalén. La Nueva Jerusalén es simplemente la expresión de Dios, Su administración, mayordomía e impartición. Esto no es otra cosa que la economía de Dios, y esta economía es la economía del misterio. Hoy nosotros disfrutamos de la impartición, la mayordomía y la administración divinas. Hoy en la tierra nosotros somos la realidad del Dios Triuno, Su corporificación y Su expresión. ¡Gloria sea a Él!

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