
“Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1 Co. 2:14).
En el texto griego, la palabra “natural” es muy importante y significa “almático” [del alma]; por lo anterior, “hombre natural” en realidad significa “hombre almático”. El siguiente versículo de este pasaje de las Escrituras describe a otra clase de hombre: “En cambio el espiritual juzga todas las cosas” (1 Co. 2:15). En el versículo 14 vemos al hombre almático y en el versículo 15 vemos al hombre espiritual. Estos versículos nos dicen muy claramente que el hombre del alma no puede percibir las cosas espirituales de Dios. Sólo el hombre espiritual puede discernirlas.
“Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (Mt. 16:24-26).
Tres cosas se enfatizan en el versículo 24: primero, “niéguese a sí mismo”; luego, “tome su cruz”; y finalmente, “sígame”. Este “me” es Cristo en el Espíritu Santo, quien ahora mora en nosotros. En el versículo 25, la palabra “vida” en griego es la misma que “alma” en el versículo 26. Por lo tanto, podría también traducirse: “Todo el que quiera salvar su alma, la perderá; y todo el que pierda su alma por causa de mí, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” Tenemos que perder nuestra alma. En otras palabras, debemos negarnos a nosotros mismos.
“Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará. Pues ¿qué aprovecha al hombre, si gana todo el mundo, y se destruye o se pierde a sí mismo?” (Lc. 9:23-25).
Aquí Lucas agrega dos palabras que Mateo 16:24-26 no proporciona, las palabras “cada día”, es decir, uno debe tomar “su cruz cada día”. Además, estos versículos dicen “se pierde a sí mismo”, en vez de “perdiere su alma”. Por lo tanto, esto prueba que la palabra “alma” usada en Mateo equivale a la frase “a sí mismo” en Lucas.
“Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre” (Gá. 6:1).
“La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu” (Gá. 6:18).
“La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu” (Flm. 25).
En estos versículos dice: “vuestro espíritu”; por lo tanto, se trata del espíritu humano.
“Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia” (Ro. 8:10).
“Para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Ro. 8:4).
“Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne: y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis” (Gá. 5:16, 17).
En estos versículos, aparece “Espíritu” con mayúscula, pero en el texto griego interlinear no están con mayúscula. Se hace referencia al espíritu humano.
Quisiera señalar nuevamente la economía de Dios y su centro. En los versículos anteriores hemos visto claramente que la economía de Dios es dispensarse a Sí mismo en nosotros. Dios se dispensa a Sí mismo en nosotros por medio de que el Padre se incorpore en el Hijo y el Hijo sea hecho real en el Espíritu. En otras palabras, el Padre está en el Hijo y el Hijo está en el Espíritu. En el Espíritu Santo no sólo está la Persona del Hijo, sino también la obra consumada por el Hijo. Por lo tanto, el Espíritu Santo incluye a Dios el Padre, a Dios el Hijo, la naturaleza divina y la naturaleza humana, la vida humana de Cristo con el poder que soporta los sufrimientos humanos, la eficacia de la muerte de Cristo, el poder de resurrección, la ascensión y la entronización. Todos estos elementos están combinados en una “dosis todoinclusiva” en el Espíritu Santo. Es por medio de este todo-suficiente Espíritu Santo que la plenitud del Dios Triuno nos ha sido dispensada.
Este Espíritu todo-inclusivo está ahora en nuestro espíritu humano. En la tipología del tabernáculo y el templo hay tres partes: el atrio, el lugar santo y el Lugar Santísimo. En esta figura antiguotestamentaria se ve claramente que la gloria Shekiná de Dios y el arca están en el Lugar Santísimo. Por lo tanto, Cristo y la presencia de Dios no están en el atrio ni en el lugar santo sino en el Lugar Santísimo. Las tres partes del templo corresponden a las tres partes del hombre: el cuerpo, el alma y el espíritu. El Nuevo Testamento afirma que somos templos de Dios y que Cristo está en nuestro espíritu. “El Señor esté con tu espíritu” (2 Ti. 4:22). Hay dos versículos que prueban que hoy día el Espíritu Santo está obrando con nuestro espíritu: “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios” (Ro. 8:16); “Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él” (1 Co. 6:17). El Señor mismo es el Espíritu, cada uno de nosotros tiene un espíritu, y estos dos espíritus están mezclados en uno solo. Esto prueba que ahora el Señor mora en nuestro espíritu. Si deseamos disfrutar plenamente a Cristo, debemos saber cómo discernir nuestro espíritu. Por esta misma razón Hebreos 4:12 nos dice que se debe hacer una separación entre nuestro espíritu y nuestra alma. Hebreos también nos dice que debemos entrar en el Lugar Santísimo, el cual es nuestro espíritu humano. Si hemos de disfrutar a Cristo como nuestra porción divina, debemos saber cómo entrar en este Lugar Santísimo, nuestro espíritu humano.
En los siglos pasados se ha escrito muchos libros acerca del libro de Hebreos. Creemos que el mejor fue escrito por Andrew Murray, quien tituló su libro: El Lugar Santísimo. El título está correcto, porque Hebreos revela cómo podemos entrar en el Lugar Santísimo, el espíritu humano, donde Cristo mora. Es en el espíritu que Cristo es todo.
Si queremos participar de Cristo, necesitamos saber dónde está El. Tal vez usted diga que El está en el cielo. Eso es cierto, sin duda alguna. Pero si El solamente estuviera en el cielo, ¿cómo se podría disfrutar a El aquí en la tierra? Alabado sea el Señor, El no sólo está en el cielo, sino que al mismo tiempo también está dentro de nosotros. Por ejemplo, la electricidad que tenemos en nuestro hogar es la misma electricidad del generador, el cual se encuentra lejos de nuestro hogar. Romanos 8:34 dice que Cristo está en el cielo, a la diestra de Dios, pero el mismo capítulo dice que Cristo está en nosotros (versículo 10). En un solo capítulo, el mismo Cristo que está en el cielo está también en nosotros. Si El sólo estuviera en el cielo y no en nosotros, ¿cómo podríamos experimentarlo y disfrutarlo? ¡Alabado sea el Señor, hoy día Cristo no sólo está en los cielos, sino también en nuestro espíritu!
Cristo en nuestro espíritu es el centro de la economía de Dios. La economía de Dios es dispensarse a Sí mismo en el hombre como el Dios Triuno todo-inclusivo, y el centro de Su economía es el Cristo que mora en nuestro espíritu. Siempre que nos volvamos a nuestro espíritu, ahí nos encontraremos con Cristo. Por ejemplo, si en mi casa ha sido instalada la energía eléctrica y yo quisiera usarla, ¿qué debo hacer? La respuesta, por supuesto, es simplemente encender el interruptor. Nuestro interruptor es el espíritu humano. Muchos cristianos pueden recitar Juan 3:16, pero ignoran 2 Timoteo 4:22, el cual es tan importante como Juan 3:16: “El Señor Jesucristo esté con tu espíritu”. De tal manera nos amó Dios, que ha dado a Su Hijo unigénito y nosotros lo hemos recibido (Jn. 1:12). Nosotros hemos creído en El y lo hemos recibido pero, ¿dónde está El? ¿En qué parte de nosotros ha entrado El? Durante muchos años hemos tenido este Tesoro, pero ignorábamos el hecho de que El estaba dentro de nuestro espíritu. Pero, alabado sea El, ahora lo sabemos. Cristo, el unigénito Hijo de Dios está en nuestro espíritu.
Aunque el Señor está en nuestro espíritu, nuestro espíritu está muy pegado a nuestra alma. Debido a esto el autor de Hebreos nos dice que nuestro espíritu debe ser separado de nuestra alma por medio de la Palabra de Dios. Así como la médula está encerrada en el hueso y antes de poder ver la médula se debe romper el hueso, así también nuestro espíritu, donde Cristo mora, está tan sellado dentro del alma, que antes de que pueda ser revelado, el alma debe ser quebrantada. Por esta razón el Señor nos dijo muchas veces que es necesario perder nuestra alma y negar nuestro yo. En los cuatro Evangelios el Señor Jesús nos exhorta a perder el alma y a negar el yo. El alma debe ser negada porque ha cubierto el espíritu. Sólo hay una manera de llegar hasta la médula: romper y triturar los huesos y las coyunturas. El Señor está en nuestro espíritu y Su gracia está en nuestro espíritu, pero el camino a El consiste en triturar el alma día tras día.
¿Qué es el alma? Como ya hemos anotado antes, el alma es simplemente el yo. El yo es el mismo centro del ser humano y es el ser humano, y es este yo el que debe ser puesto en la cruz. No debemos crucificar a otros ni ponerlos en la cruz, sino poner nuestra propia alma en la cruz. Si algún hombre ha de seguir a Cristo, debe negar su vida del alma y tomar su cruz cada día. No solamente ayer ni sólo hoy, sino que día tras día debemos aplicar la cruz al alma. En muchos cristianos solamente podemos ver el ego. Desde la primera hasta la última palabra siempre dicen yo, yo, yo. En cambio la vida cristiana es “ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. ¿Cómo podemos llegar a este “ya no yo, mas Cristo”? Mediante tener al yo crucificado. Yo he sido puesto en la cruz y la cruz está ahora en mí. Yo he sido crucificado, así que ya no vivo yo. Como cristiano, cuando era joven tenía el hábito de usar la palabra “yo”. Pero, alabado sea el Señor, en estos días no me atrevo a usar la palabra “yo” sino siempre “nosotros”. No sólo yo, sino también muchos otros, ¡incluyendo a Cristo!
Si algún hombre ha de seguir a Cristo, tiene que hacer tres cosas: negar el yo, tomar la cruz cada día y seguir a Cristo, quien ahora no sólo está en los cielos sino en nosotros. Es fácil seguirlo si primero negamos el yo y aplicamos la cruz. Negar el alma significa que nos volvemos de nosotros mismos al espíritu. Entonces nos encontraremos con Cristo en el espíritu. ¿Por qué los cuatro Evangelios nos dicen, en el lado negativo, que neguemos el alma, mientras que más tarde las Epístolas nos dicen, en el lado positivo, que vivamos y actuemos en el espíritu? Porque hoy día el Señor Jesús está en el espíritu y Su gracia está en el espíritu. Seguir a Cristo es un asunto de tratar con el espíritu, ¡y esto es el centro de la economía de Dios! ¡Oh, necesitamos recalcar nuevamente esto que es el centro de la economía de Dios! Todos debemos tener claridad respecto de que el plan eterno de Dios es dispensarse a Sí mismo en nuestro espíritu. El ya ha realizado esto, porque ahora está en nuestro espíritu para ser nuestra vida y nuestro todo. Todas nuestras necesidades quedan satisfechas en este maravilloso Espíritu que está en nuestro espíritu.
Después de ser salvos se nos proporcionaron muchas enseñanzas religiosas. Se nos enseñó muchas cosas: que Dios es el Creador y que nosotros somos las criaturas; que debemos temer a Dios, servirle y agradarle; que debemos hacer todo lo posible por hacer el bien; y que tenemos que hacer algo para glorificar Su nombre. Este fue el tipo de enseñanza que recibimos. No hay nada de malo en estas enseñanzas religiosas; en cierto sentido son buenas. No obstante, no están relacionadas con el centro de la economía de Dios.
Muchos de nosotros también hemos recibido enseñanzas éticas tales como: tenemos que hacer el bien, ser humildes, pacientes, simpáticos y amables; no debemos perder la paciencia y debemos honrar a nuestros padres; el marido debe amar a su esposa y la esposa debe estar sujeta a su marido. Estas son enseñanzas buenas y éticas.
Pero escuchen. Esto fue lo que el Señor nos dijo que hiciéramos: “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos. Como pámpanos, ustedes tienen que permanecer en mí”. Olvide usted las enseñanzas éticas y religiosas. Sólo recuerde una cosa: usted es un pámpano de Cristo. Permanezca en El y deje que El permanezca en usted. Pero si vamos a permanecer en Cristo, debemos saber dónde está Cristo. Si vamos a vivir en una casa, primero debemos saber dónde está localizada esa casa. ¿Puede usted permanecer en Cristo por medio de permanecer en la mente o en la emoción? No, sólo, podemos permanecer en Cristo si permanecemos en el espíritu. El Señor mismo y Su gracia están en nuestro espíritu. Por lo tanto, para permanecer en Cristo debemos discernir nuestro espíritu. Cuando permanezcamos en El en el espíritu, El tendrá la oportunidad de tomar posesión de nosotros. Entonces tendrá base para llenarnos y ocupar nuestro ser. Todas Sus riquezas serán forjadas por medio de nuestro espíritu y llevaremos fruto para glorificarlo. Esto no es una enseñanza religiosa ni ética; esto es vida en Cristo.
El propósito de este libro no es dar enseñanzas, ni es hacernos más religiosos o éticos. ¡No! Su propósito es ayudarnos a comprender el propósito eterno de Dios que consiste en dispensarse a Sí mismo en nosotros como nuestra porción única, como nuestra vida y como nuestro todo. De ahora en adelante vivamos por El y disfrutémoslo como nuestro todo. ¿Cuál es la clave, es decir, el centro? Está en nuestro espíritu. Este maravilloso, todo-inclusivo e ilimitado Dios se ha limitado a Sí mismo a morar en nuestro espíritu. ¡Qué tan pequeños y limitados somos! Sin embargo Dios está en nosotros, morando en nuestro espíritu. Esto no es un asunto de enseñarle a alguien a ser religioso o ético; es el Dios Triuno llegando a ser todo para nosotros en nuestro espíritu. Por lo tanto, debemos aprender a discernir nuestro espíritu, a negar siempre nuestra alma y a volvernos continuamente a nuestro espíritu. Debemos olvidar lo que nos rodea y permanecer en El, y permitir que El permanezca en nosotros. Entonces el fruto llegará a ser la realización de la vida interior, la cual es Cristo mismo en nuestro espíritu.
La manera religiosa de ser cristiano es levantarse temprano en la mañana y orar de esta manera: “Señor, gracias por este nuevo día. Este día ayúdame a hacer el bien y a no hacer nada malo. Ayúdame hoy a glorificar Tu nombre y a hacer Tu voluntad. Señor, Tú sabes que no tengo mucha paciencia. Ayúdame a no perder la paciencia. Señor, qué bueno es ser paciente y humilde. Oh, Señor, ayúdame a ser paciente y humilde”. Tal vez no oremos exactamente de esta manera, pero en principio, ésta es precisamente la manera en que hemos orado. Tal oración no es espiritual, sino religiosa y ética. Quizás usted me pregunte: “Entonces, ¿cómo debo orar por la mañana?” Bueno, yo le sugeriría que dijera: “Señor, te alabo. Tú eres la Persona maravillosa que está con el Padre en el Espíritu. ¡Qué glorioso es que Tu Espíritu está en mi espíritu! ¡Señor, yo vengo a Ti, te contemplo, te adoro! ¡Te doy gracias y te alabo! ¡Tengo comunión contigo!” Olvídese de ser religioso y de hacer el bien. ¡Todo el día estará usted en los lugares celestiales! No es necesario que usted piense: “Ten cuidado, no seas brusco, no pierdas la paciencia”. Solamente ore: “Señor, me son ajenos el buen carácter, la humildad, la paciencia, esto y aquello; ¡solamente te conozco a Ti, el Cristo glorioso, el Cristo todo-inclusivo!” ¡Tenga comunión con El, alábele y cante aleluyas! Entonces verá la victoria. Cuando por la tarde venga a la reunión de la iglesia estará usted en los lugares celestiales. Para usted será muy fácil liberar su espíritu y hacer que otros también lo hagan. ¡Este es el centro de la economía de Dios!
Haga que su responsabilidad sea no errar el blanco. Aquí tenemos un mapa con instrucciones claras. No hace falta que usted pierda el camino. ¡Por qué aferrarse a una carreta de mulas si ahora usted tiene un avión, y no sólo un avión, sino un cohete espacial! Oh, quisiera decirles dónde está ese cohete espacial: está en su espíritu. Que usted se vuelva a su espíritu es mucho mejor que estar en un “Ford” nuevo. ¡Es como estar en un avión! Y a veces, por las mañanas, ¡es como estar en un cohete espacial! ¡A uno le parece como si estuviera en el tercer cielo, muy por encima de todo! ¡No es broma! Un verdadero cristiano debe tener experiencias maravillosas de Cristo, como éstas que acabo de mencionar. Cuando no pueda usted soportar una situación difícil y cuando la represión esté más allá de sus fuerzas, vuélvase a su espíritu y ponga sus ojos en Jesús. Usted se elevará por encima de aquello, de una manera trascendente y victoriosa. Todo quedará bajo sus pies.
Muchas veces he estado en problemas, sin saber qué hacer ni qué decisión tomar. Cuanto más analizaba la situación, más me confundía y más me complicaba. Entonces decía: “Señor, hazme olvidar todo esto, hazme volver al espíritu y contemplarte”. ¡Cuando hacemos esto, la iluminación es muy gloriosa! Aquel que es todo-inclusivo está aquí mismo, en nuestro espíritu. Permaneced en Mí, y Yo en vosotros: éste es el secreto. Cuando discernimos el espíritu, podemos permanecer en El y hallar que El es el Dios Triuno todo-inclusivo. El es el Espíritu maravilloso, todo-inclusivo y todo-suficiente que mora en nuestro espíritu. Siempre que nos volvemos a nuestro espíritu para tener contacto con El, estamos en la luz, en la vida, en el poder, en los lugares celestiales, estamos con el Dios Triuno y el Dios Triuno está con nosotros. ¡Qué glorioso! Esto no es sólo una enseñanza sino un verdadero testimonio de lo que yo disfruto y experimento todo el tiempo. Aprendamos a alcanzar la meta de la economía de Dios y a nunca desviarnos. Mantengámonos siempre con esta meta para tener comunión con El, para poner los ojos en El, y para contemplarlo y reflejarlo día tras día por medio de negar el alma y ejercitar el espíritu.